jueves, 30 de diciembre de 2010

PIANOS Y VIOLINES A LA CARTA



Algún día tendré que preguntármelo. Tal vez sea una tarde lluviosa. Mientras los niños juegan en el patio, brincando sobre los charcos, yo, en la biblioteca, desde el balcón, me preguntaré cuál es el secreto de la vida.
He descubierto, por ejemplo, que el secreto del cine ¡es la música! Desde el invento del cine (que es un invento reciente en comparación con la literatura) millones de personas han llorado al filo de una butaca. Este fenómeno no se da en la literatura. Pocos hombres y mujeres lloran con la lectura de un libro. ¡Ah, es que los libros no traen integrado una disquera para los momentos álgidos!
Estamos en el cine; en la pantalla, por ejemplo, Totó se sienta en la butaca tapizada en rojo, apagan las luces de la sala y justo antes que el proyeccionista eche a andar el proyector suenan unos violines que, poco a poco, van en crescendo. Ahí, el cine nos agarra del cogote y nos retuerce como quiere. Es la película “Cinema Paradiso” y es la última escena donde Totó se coloca los brazos detrás de la nuca y sus ojos están llenos de agua, al ver la serie de cuadros con besos cinematográficos que Alfredo le legó. Si somos descarados lloramos a moco tendido, de lo contrario nos esforzamos en detener el llanto y, de manera discreta, nos limpiamos las lágrimas que insisten en salir. ¡Ah, la trampita es la música de Ennio Morricone! Si la escena transcurriera sin música, seguro que nosotros pasaríamos por la periferia de la laguna.
El otro día, Miguel me prestó una película cursilona, “El estudiante”, y desde el principio me instalé en el llanto total, gracias a la musiquita ad hoc en el momento adecuado. Paty se acercó y me hizo burla. Le pedí, por favor, que me dejara llorar a gusto. Ella se sentó a mi lado y dos minutos después se unió al club.
Mi papá conocía este secreto y, una tarde, lo aplicó a la vida real. Yo, adolescente caprichudo y malcriado, había tenido una discusión con él y le había gritado. ¡Yo, a mi padre, por el amor de Dios! Él, como siempre, quedó tranquilo. Con la vista agachada vi que él se paró y fue a la cocina. Diez o quince minutos después regresó con un plato de anguilas españolas. ¡A mí me encantaban! Él distribuía generoso el aceita de oliva sobre las tapas de pan francés y luego colocaba las anguilas que coronaba con un toque de limón y pimienta. El plato lo colocó sobre la mesa de centro de la sala y luego puso un disco: “Claro de luna”, de Debussy. Dejó que las notas del piano inundaran la sala, fue por el plato, se acercó, puso un pan sobre una servilleta y me lo ofreció. “No te enojes, hijo. Está bien, me equivoqué”. Así era mi viejo. ¡No pude, juro que no pude resistir a mi papá con el apoyo de Debussy! Me paré y lo abracé. Al rato estábamos platicando bien sabroso y comiendo igual. Ya, mi papá había puesto un disco con la marimba de los Hermanos Huerta, de Guatemala. Dicen los que saben que las bestias se aplacan con la música, y en esa ocasión yo boté mi berrinche, gracias a Debussy.
Ahora, cuando escucho “Claro de luna”, me acuerdo de esa tarde y recuerdo a mi papá y dejo que mis ojos y mi corazón se aguaden.
Mi papá, además de esa trampita, llegó a descubrir otros secretos para disfrutar de la vida. Cuando estaba a punto de descubrir el gran secreto de la vida ¡murió!, y yo me quedé sin descubrirlo a él en su totalidad. Casi estoy seguro que ese es el gran secreto. Algún día tendré que preguntármelo. La vida tiene sus secretos. Los sabios aseguran que para descubrirlos basta con mirar un punto fijamente, con mucha intensidad. ¿Quién lo sabe con certeza?

miércoles, 29 de diciembre de 2010

RESPUESTA A ANÓNIMO

Anónimo dijo...
Tengo una duda ¿el movimiento de la prepa fue en 1974 o en 1972?
porque fué cuando el destino dividió a las escuelas y me gustaría saber quienes fueron los actores de esa gesta heroíca.
Saludes


Estimado anónimo: mi generación 71-74 fue la primera de tres años, anteriormente el bachillerato consistía en cursos de dos años.
Pero, así como fue la primera en tiempo más largo, fue la última en estudiar en las instalaciones donde actualmente está el Centro Cultural.
Escribí que mis compañeros iniciaron el movimiento de huelga, porque no tuve más participación. Lo único que hice fue pintar unos carteles donde se exigía la salida del Director (Arq. Roberto Zúñiga Ortiz). Ah, también, una mañana, brinqué por una ventana y entré al laboratorio de química; saqué un bote con alguna sustancia y lo vacié en un tanque de agua que existía en un rincón del patio. Como los compas iniciadores del movimiento cuidaban las instalaciones ¡dormían ahí! Se acompañaban con fogatas en el patio, guitarras y uno que otro pomito de aguas espirituosas. Uno de los compas se levantó como a las diez de la mañana y fue a lavarse al tanque, metió las manos y comenzó a mentar madres: ¡el agua quemaba! No dije algo. ¿Quién sabe qué sustancia era? Estaba escrito que mi vocación no era la química; tampoco mi vocación era ser un "caifán" porque me sentí muy mal, pensé lo que hubiese ocurrido si el compa lava su cara y se echa agua a sus ojos. Sugerí que vaciáramos el agua. Fui al depósito de basura y mostré el frasco vacío. "Algún cabrón vació el contenido", dije. Quitamos el tapón y el depósito de agua se vació y un compa consiguió una escoba y le dio una buena limpieza y volvió a llenarlo con agua limpia. ¡Uf!
Ahora que el Ayuntamiento Municipal decidió (con complejo de pueblerino) construir el "árbol de navidad más grande del estado" y colocar una hilera pobre de focos usando como soporte el astabandera, recordé que en el movimiento del 74 (recuerdo que cuando se dio la huelga estábamos en tercer grado de preparatoria) Marco Antonio Constantino Kánter -hermano de quien fue presidente municipal y quien era uno de los líderes del movimiento- bajó la bandera nacional y subió al astabandera una bandera rojinegra. Más tardó Marco en hacer esto, que Don Luis Bonifaz en llegar (don Luis vivía a media cuadra, ahí tenía su vinatería). Don Luis, enojado, bajó la bandera de huelga y nos metió una reprimenda de Señor Padre. Entre sus conceptos estaba el de respetar los símbolos patrios. Por si a alguien le quedaba duda que hablaba en serio sacó la pistola y todos nos quedamos muy quietecitos.
¿Quiénes movían los hilos de este movimiento? ¡Lo desconozco! Lo que sí puedo decirte es que el movimiento obligó a que llegaran las autoridades de la Secretaría de Educación y se comprometieron a construir el actual edificio de la preparatoria.
Dentro de las gracias de nuestra generación debo decir que, también en el tercer año, nos dividimos en dos grupos. Tampoco entendí bien a bien por qué se dio este movimiento, pero un día algún compa pasó a preguntar a los de la periferia si nos integrábamos al grupo de fulano o al de sutano y, sin mucha convicción, nos adherimos a un grupo sin saber realmente por qué debíamos abandonar al otro. Esto ocasionó que al fin de cursos se celebraran dos fiestas de graduación. Don Jesús Aguilar Durán apadrinó a un grupo comandado por Raúl Sánchez Crócker (famoso tenista, desgraciamdamente ya fallecido), y Jorge De la Vega Domínguez apadrinó al otro grupo que era dirigido por José Luis Molina (quien ahora radica en el estado de Tlaxcala).
El día de ayer nos reunimos algunos integrantes de esta generación. ¡Por supuesto, ahora ya no hacemos distingos de división y nos unimos con la convicción de que somos parte de una generación que cambió los destinos, para bien, de esta hermosa institución! Por esto, cuando corrió el rumor de que el Presidente Municipal construiría un nuevo edificio para aprovechar los terrenos donde se encuentra actualmente la escuela y ceder los terrenos para una franquicia (de esas que nos traen el "progreso"), estuvimos dispuestos a encabezar el movimiento de protesta y no permitir tal absurdo. Por fortuna, la prepa sigue donde siempre, desde la década de los famosos setentas. Gracias, Anónimo, por entrar al blog. Un abrazo.

POR LOS QUE NUNCA HAN VISTO NEVAR



Romeo vive a dos cuadras de mi casa. Mide casi el uno ochenta de altura. La semana pasada me detuvo en la calle y, con cara de urgencia, me pidió un favor.
Su petición me recordó la historia de Pepe y X, comiteca bellísima, de trasero generosísimo y pechitos de botón de rosa. El cabrón de Pepe le daba poemas de Sabines y ella creía la historia de que él se los escribía. Ella, neófita en cuestiones de literatura, pero no tonta ni insensible, cayó redondita. ¿Cómo no? ¿Qué mujer resiste un cañonazo poético de esas dimensiones? ¿Qué mujer no cae rendida ante la idea de provocar tales sentimientos?
Mi vecino me pidió le escribiera “algunos versos” para la muchacha bonita que pretende. Los haría pasar por suyos.
X, me enseñó el primer poema “escrito” por Pepe. ¡Cabrón! No dije algo. Fui a verlo a su oficina y le recité de memoria los dos versos finales: “voy a seguir tus pasos hacia arriba,/ de tus pies a tu muslo y tu costado”. Se puso rojo, se agachó y buscó nada en el suelo. “No le vayás a decir”, suplicó.
¿Versos? ¡Por el gran poder de Cristo, no tengo esa facultad! Únicamente escribo Arenillas, le dije a Romeo, pero él insistió, un poco como si pensara que es lo mismo escribir Arenillas que Arenas o Nubes o Soles o Ríos.
Pepe siguió en su oficio de seducir a X y yo, no sé porqué, no dije algo. Al tercer poema X dejó que “el poeta” le quitara un arete con los labios. Los vi colocarse detrás de la puerta, ella cerró los ojos y él, abusado y abusivo, le bautizó el lóbulo con su aliento caliente.
Ante la insistencia de Romeo acepté, le ofrecí los “versos” para el día siguiente. “Que queden chingones”, me dijo. Sí, sí, le dije, no te preocupés.
“Amor, todos los días./ Aquí, a mi lado, junto a mí, haces falta”. Este fue el cuarto poema. X me lo había ocultado, pero sus ojos decían todo. Ese día, X dejó que Pepe le dibujara una flor en la parte superior de su pecho izquierdo. Vi cómo ella se bajó tantito la blusa y él, ¡cabrón!, colocó su mano izquierda cerca de la cinta que sujetaba su brasier color azul celeste y le dibujó un trébol de cuatro hojas. Ella siempre con los ojos cerrados, él con la mano ligeramente temblorosa.
Al otro día Romeo llegó y yo le entregué el poema; me dio las gracias y se fue corriendo, dando pequeños saltos.
Dos días antes del cumpleaños de X fui a la “Proveedora Cultural” y compré el “Nuevo Recuento de Poemas”, de Sabines, lo envolví en papel de china, color fiusha, y al otro día lo puse sobre su escritorio. Quiero ser el primero en felicitarte, le dije. Ella sonrió con una sonrisa del mismo color de su vestido naranja, se paró y me abrazó. Espero que te guste mi regalo. Ella dijo: ¡por supuesto! Le quitó el papel al libro y comenzó a leerlo. Yo la dejé y fui a sentarme a mi escritorio. Tenía varios oficios pendientes.
“Me chingaste”, dijo Romeo en cuanto abrí la puerta. “Cabrón. Llegué, se lo di, ella lo leyó y cuando le dije que yo lo había escrito especialmente para ella, me dijo que no, que no bromeara, que ese poema era de Neruda. Sos un cabrón”. No dije algo, él dio medio vuelta y se fue.
Pepe dejó de hablarme mucho tiempo y X me reclamó por qué no le había advertido. Pensé que habías fingido ignorancia porque Pepe te gusta, y terminé con: “¿Quién no conoce la poesía de Sabines?”. “No seás tontito, Pepe no me gusta. Otro es quien me gusta”, dijo y, como en juego, se acercó a mí y rozó mi brazo con uno de sus pechos, de sus pechitos de botón de rosa.
A X le hice un favor doble: la salvé de hundirse en las perversas aguas de ese río sucio y la convertí en una gran lectora de poesía. Hoy lee a muchos poetas de lengua española. Entre otros le gusta Fabio Morábito; le gusta Gustavo Ruiz Pascacio; le gusta Pablo Neruda; le gusta Efraín Bartolomé y, por supuesto, le gusta ¡Sabines!
El otro día le di un poema, en papel color aceituna. Lo leyó y me preguntó: “¿Quién lo escribió?”. Yo, le dije, y es para ti. La vi sonreír y cerrar los ojos.

martes, 28 de diciembre de 2010

LA GENERACIÓN 71-74





Nos graduamos de bachilleres en 1974. Mis compañeros habían realizado un movimiento estudiantil que, a la postre, consiguió la construcción del actual edificio de la Escuela Preparatoria de Comitán.
Era 1974. Algunos tenían idea clara de su vocación, otros tatarateábamos como veleta. ¡Ah -pensábamos los confundidos- si fuera posible vislumbrar el futuro, conocer el destino! El gobernador de Chiapas era Manuel Velasco Suárez.
Pepe Hernández me llamó por teléfono, ayer por la tarde. Era para recordarme que la cita era para las dos de la tarde, del martes 28 de diciembre; para la comida de generación.
Poco a poco fueron llegando los compañeros al restaurante "Comitán, ¡qué lindo y qué rico!". Siempre se lamenta la ausencia de quienes no pueden asistir. Al final, los asistentes siempre son menos de los deseados. A cada rato, unos y después otros, volvemos la vista hacia la entrada, esperando que llegue uno de los nuestros. Jorge dice: "¡Ahí está el Güero!" y todos volvemos la mirada, pero no es uno de nosotros, es ¡el güero Velasco!, que se hace acompañar de Luis Ignacio Avendaño Bermúdez.
Luis Ignacio se acerca a nuestra mesa y nos saluda. Roberto se para y va a saludar al Senador, éste se acerca y dice: "estoy agripado", pero no deja de sonreír. Nuestras compañeras se paran y una de ellas, Lety, dice: "Nos tomemos la foto". El Senador accede y tomamos la foto. Uno de nosotros cree que es muy joven para aspirar a la gubernatura de Chiapas, pero nuestras compañeras opinan lo contrario. Si en este momento fueran las elecciones ellas votarían por él, con los ojos cerrados (¡Dios mío, así votarán muchos en esta patria!).
Después de la foto, ellos van a su mesa y nosotros pedimos otro tequila para, como dijera Monsiváis, documentar nuestro optimismo. Alguien, no sé quién, dice: "¿Ya vieron el juego del azar? Cuando nos graduamos su abuelo era gobernador y ahora, por cosas del destino, cuando volvemos a reunirnos se acerca hasta nuestra mesa el que huele para gobernador".
¡Ah -pensamos los confusos- si fuera posible vislumbrar el porvenir!
Carlos dice que ya acabó la botella, pregunta si pedimos otra y Jorge dice que sí. Total, luego nos acordamos que es 28 de diciembre, Día de los Inocentes. ¿Se daría cuenta el Güero Velasco?

lunes, 27 de diciembre de 2010

EL BAUTIZO DEL NIÑO DIOS


Con un abrazo para los profesores Norma Leticia Alfaro y
Sergio Jiménez Mena, por el nacimiento de su segunda hijita.


“Yo te acomodo en el vientre de las manos de Ella y te bendigo con su luz. En el nombre de la Madre, de la hija y del río que es como el Espíritu Santo. Amén”, dijo la vieja María y concluyó así su rezo. La luz se colaba tímida a través de un ventanillo empotrado en el muro de adobe. La mujer tomó un hisopo y humedeció la frente del niño que le habían llevado a bautizar. Los padrinos alzaron al niño y, a una señal del hombre de confianza de casa, los sirvientes que estaban en el atrio quemaron cohetes y los marimberos somataron la marimba como si ésta fuera la tierra a punto de parir.
En los pilares de la casa del recién bautizado, doña Chofi había colgado ensartas de nardos. El patio, recién lavado, olía a madrugada.
Como era tradición los padres del niño esperaron la llegada de los padrinos con el ahijado en brazos; los esperaron en la puerta de la casa que olía a albahaca fresca. Doña Luz, con sus ojos de cenzontle sorprendido y su cabello corto, vestía una blusa y falda blancas; como si el nombre fuera destino, estaba ¡iluminada! El Mayor Jaime Sabines vestía un traje color almendra quemada y, nervioso, se retorcía el bigote del color de la impaciencia.
Las mesas ya estaban dispuestas a mitad del patio, llenas de platos con chicharrón, frijoles refritos, moronga, camarón seco, totopos, tasajo, pico de gallo, queso, aceitunas y cacahuates. En los extremos y centro de las mesas estaban colocadas garrafas de dos litros de comiteco y cervezas de cuartito, bien frías.
A las cinco de la tarde la plática sonaba como una alegre parvada de zanates. El recién bautizado dormía en los brazos de su mamá Luz. Don Juan Osorio, que ya estaba a medios chiles, se acercó y vio al niño. “¿Qué pues, comadrita, no ya habían bautizado a Jaimito?”, preguntó como si dudara de su propio nombre. Doña Luz, entonces, explicó.
Esa mañana, Jaimito había sido encomendado a la palabra. La vieja María, igual que María Sabina, conocía el secreto del viento y de la hormiga. Cuando alguna persona del pueblo tenía un mal echado o quería injertar un árbol de luz en su espíritu visitaba a la vieja. Se sabe que el agua de la palabra es como el viento, ronda en cuevas donde la danta nunca se acerca.
Doña Luz explicó que la primera vez fue para imponerle un nombre, ¡para nombrarlo!; el segundo fue para imponerle el don de la palabra, ¡para que él nombrara! Y esto, don Juan, es ¡lo más importante!
Don Juan, en medio de su niebla, vio al niño, levantó su vaso y brindó. Jaimito, vestido con un traje azul, dormía y soñaba. Soñaba en una cuerda de viento; soñaba en que algún día sería como un horno, como un pozo, como un papalote, ¡como una brasa!
Cuando el sol se ocultó los invitados se despidieron. Algunos caminaron trastabillantes, como barcos en ríos caudalosos. El Mayor Sabines estiró las piernas sobre la silla y colocó sus manos detrás de su cuello. Doña Luz abrazó a su hijo, lo cubrió con el chal de colores brillantes y caminó hacia el corredor de la casa. La hamaca estaba suspendida en el hilo del viento, de igual manera que estaban suspendidos el rezo, el rumor del viento y la palabra. ¡Algún día esa semilla haría eclosión e incendiaría el río, la nube, el caballo, la puta y el estropajo llamado Tarumba!

viernes, 24 de diciembre de 2010

CARTA A MARIANA, DONDE SE CUENTA PORQUÉ LA RAYUELA ES UN JUEGO





Con un abrazo a Miguel González Alonso,
para desearle éxito en su más reciente encomienda laboral.





Querida Mariana: mis primos de Monterrey le llaman “Bebeleche” y acá en Comitán le llamamos “Avioncito”. Es el clásico juego de “Rayuela”, cuyo objetivo es llegar al Cielo. En España le llaman “Tejo”.
La gente no lo sabe, pero todos los días juega Avioncito. Todo mundo debe cargar su piedra para aventar en las casillas pintadas en el suelo. Todo mundo tiene su suelo y su cielo.
Mi tío Alfonso siempre me dijo que era preciso cargar una piedra para avanzar en la vida. Una piedra para aventarle al Goliat de todos los días; una para, como Pedro, edificar la iglesia; una para hacer la repartición de los panes y otra para jugar Avioncito. Hay unos, querida Mariana, que viven en la confusión permanente y avientan sobre la rayuela la piedra que corresponde a la edificación de su templo, y viceversa.
Yo te recomiendo que llevés una piedra sencilla y pequeña, de cantos rodados, de esas que se encuentran en la orilla de los ríos de agua templada. Las piedras de río son muy adecuadas para jugar la rayuela, porque, ya se sabe, el agua tiene nostalgia del cielo. Cuando husmeás por el universo, a través de un telescopio, mirás una bola de planetas que no son otra cosa que piedras del río infinito jugando rayuela.
Nuestros juegos terrícolas son limitados, por esto, el Avioncito no tiene más que diez casilleros. El juego debería ser como ese que juega Andrés Honorato, quien es personaje de una novela de José Saramago y juega una especie de Tejo eterno. En el frente de su casa, una mañana luminosa, pinta una rayuela “normal” e invita a todos los niños del barrio a jugar. Entre los niños descubre a Viviana, una muchacha bonita tan bella como un poema de Efraín Bartolomé y le dedica una casilla extraordinaria. Arriba de la casilla del Cielo pinta una más grande y le pone el nombre de la muchacha. Al día siguiente, su sobrina Esther le pide con ojitos de ratoncito arrepentido le dedique un casillero especial y de esta manera el juego comienza a tener muchas casillas. Llega el momento en que el juego comienza a las seis de la mañana y termina doce horas después. Los niños disfrutan llegar al cielo y luego pasar a Viviana, Esther, Romeo, Lucía y mil nombres más. Todo mundo entiende, entonces, que después del cielo hay más y que estos otros territorios están en los cuerpos y espíritus de los nombres de las personas ahí anotadas. En este libro el juego no acaba nunca. De hecho, los últimas ciento cuarenta y dos páginas de la novela de Saramago las dedica a colocar los nombres de todos los casilleros que están arriba de la casilla correspondiente al cielo. El día que leí la novela me sentí muy bien cuando comencé a leer todos los nombres y en la casilla dos millones cuatrocientos treinta y dos mil encontré mi nombre y ochocientas treinta y dos mil cuarenta y dos casillas más arriba hallé el tuyo. ¿Lo mirás, Mariana mía?, nuestros nombres están en la rayuela infinita. ¿Mirás qué privilegio saber que niños de otros lugares llegan a nuestras casillas y siguen para arriba?
Respeto a los Regios, pero creo que el nombre de Avioncito supera al de Bebeleche. Este nombre debe aludir a la Vía Láctea y es, por lo tanto, limitado; así como es limitado el de Rayuela. Nuestro avioncito no para nunca, su combustible le alcanza para volar mil cielos, para ser línea del infinito.
Pd. El juego, lo sabés, comienza a la hora de pintar el Avioncito sobre el suelo. La primera vez que pinté una rayuela sobre el patio de la casa lo hice con un gis negro. En la tarde de ese día llovió y el agua borró la silueta. Al día siguiente busqué rastros pero no hallé nada. Así ha sido mi vida, siempre, siempre. No obstante, necio, terco, sigo pintando avioncitos en el suelo y colocando nombres y casillas por encima de la casilla del Cielo.

miércoles, 22 de diciembre de 2010

EL MILAGRO A LA VUELTA DE LA ESQUINA


Con un abrazo para Amín Guillén Flores,
por la aparición de su libro más reciente.


El circo llegó a Comitán. La gente salió a la calle principal y presenció el desfile que encabezaba un hombre con dos cabezas y más de dos metros de altura. La calle se llenó de confeti, banderas, camellos con siete jorobas, jirafas enanas y sonidos estruendosos de trompetas y tambores. El gigante, en sonido estereofónico, anunciaba la novedad: “¡Presencien el milagro de la resurrección! ¡Josafat, el nuevo Mesías, revivirá a sus muertos! ¡Traigan a sus difuntos, Josafat, les regresará el don de la vida! Hoy, dos funciones, ocho y diez de la noche. Los difuntitos no pagan boleto”. Josafat, El Resucitador, iba en el tercer carro del desfile, sentado en un trono de oro, en el centro de la plataforma; repartía bendiciones y, en cada esquina, se paraba y rociaba con agua bendita a los pobladores que se arremolinaban en torno al camión.
Rosario llegó corriendo a casa de doña Ausencia, se limpió el sudor de la frente con su chal y, con acecido de venado, contó el prodigio a la dueña de la casa. Doña Ausencia agradeció la visita de los vecinos y les dijo que no habría más velorio, llevaría a su difunto esposo al circo. Mientras la viuda preparaba a su difunto, Rosario corrió al panteón, pagó a los albañiles y les dijo que le echaran tierra al hoyo, porque ya no iba a haber entierro.
En un desfile que igualó la pompa y alegría del realizado en la mañana, el difunto Don Alberto “paletas” fue llevado al circo. Dos marimbas trepadas sobre camiones presidían el cortejo, los marimberos tocaban con gran regocijo. Los vecinos de La Pilita Seca se quitaron el luto y se pusieron sus vestidos de día de fiesta. Doña Ausencia se miraba radiante, caminaba detrás de la carroza principal y llevaba puestas sus arracadas de oro y su falda bordada con hilos dorados.
En el circo no cabía una persona más. El interés era tal que la mujer barbuda agotó todas las imágenes de Josafat que vendía sobre una mesa con mantel blanco. Mientras transcurría el acto de los payasos y de los perros que saltaban a través de aros con fuego, el cadáver fue colocado en el pasillo de entrada. La mujer araña fue la encargada de desvestirlo hasta dejarlo completamente desnudo. Los que llegaron tarde a la función se quedaron junto al cuerpo de don Alberto. No faltó quien dijera: “como que ya se movió tantito”. Después de que en la pista los elefantes se retiraron en fila cogidos de trompa y cola, se escucharon las fanfarrias y un silencio, como tsunami, inundó el interior del circo. La gente se hizo hacia adelante en sus asientos, dispuesta a presenciar el prodigio. Las mujeres trapecistas colocaron una mesa en el centro de la pista y envolvieron el cadáver en un manto rojo con orlas doradas. Se apagaron todas las luces y un seguidor iluminó el fondo de la pista. Josafat, vestido con túnica blanca y corona de oro, apareció y caminó hacia donde estaba el cuerpo que ya tenía más de catorce horas sin vida. El silencio era asfixiante. Toda la gente se limpiaba sobre el pantalón el sudor de las manos. Josafat cerró los ojos, elevó la mirada al cielo y, con las manos, hizo círculos alrededor del pecho y rostro del difunto. La respiración de los espectadores era como una navaja de rasurar. Josafat impuso sus manos sobre el lugar del corazón del muerto y éste, como impulsado por un resorte, se dobló hacia adelante hasta quedar sentado, movió los brazos, como si se desperezara después de un largo sueño y se estiró como gato antes de abrir los ojos. Un rumor helado salió de la boca del público. “¡Josafat ha hecho el milagro!”, anunció a gritos el maestro de ceremonias e hizo una seña a la banda que, de inmediato, tocó las fanfarrias. “¡Que se oiga el aplauso fuerte y atronador para Josafat, el nuevo Mesías!”, pidió el maestro. Pero antes de que el aplauso brotara, don Esteban saltó hacia el centro de la pista y arrebató el micrófono. “¡Es un fraude! El Paletas y su mujer son paleros de estos cabrones. Ah, qué casualidad que ayer El Paletas estaba bien y de la noche a la mañana se enfrió. ¿De dónde sacó Doña Ausencia los aretes de oro que tiene? Ah, ¿de dónde? Que nos devuelvan las entradas”, exigió. “Sí, sí, que las devuelvan”, gritaron desde las gradas. “¡Sí, sí!” gritaron los demás espectadores. Doña Ausencia corrió al centro de la pista y cubrió a su esposo con una manta. Josafat se hizo para atrás ante la turba enardecida que bajó de las gradas y, con los puños en alto, demandaba la devolución de las entradas.
Así como llegó, el circo se fue de Comitán. Doña Ausencia y don Alberto no tuvieron tiempo de darle las gracias a Josafat por el milagro cumplido. “Dios nos lo mandó”, dice doña Ausencia, al tiempo que le prende una veladora a la imagen del Niñito Fundador y le pregunta a su esposo si quiere que le prepare unos huevos rancheros para el desayuno de esa mañana que para él es como su primera mañana.

lunes, 20 de diciembre de 2010

QUE PRENDA LA LUZ EL ÚLTIMO QUE ENTRE



Hubo un tiempo en que las cajas nos maravillaron. Eran simples cajas de cartón, cajas usadas. Las esperábamos con mucha ilusión. En realidad lo que nos maravillaba era ¡su contenido! Luego, algo pasó, ¡las olvidamos! A veces busco en alguna gaveta el entusiasmo que nos provocaban las cosas sencillas y, oh, Dios mío, no lo encuentro. Casi sin advertirlo, la juventud se diluye, el cabello se cae y los pechos de las mujeres y el pene de los hombres se convierten en talguates, y el entusiasmo por la vida pierde mucho de su resplandor.
Estudiábamos en la ciudad de México y las cajas nos llegaban desde Comitán. Nuestros papás y nuestras mamás las enviaban. Un día, alguien tocaba la puerta de la casa de huéspedes, abríamos y nos entregaban la caja amarrada con lazo de nudos indescifrables.
Una de estas tardes, la tía Elena abrió una cajita laqueada y nos regaló un rosario de ámbar. Al ver la nostalgia con que ella abrió la cajita recordé que así nosotros abríamos las cajas enviadas desde la casa paterna. El reflejo de cada misterio del rosario llenó de luz el rostro de la tía; así nos llenábamos nosotros de cristal cada vez que abríamos una caja; así cada vez que encontrábamos el pan hecho por la abuela, los panes compuestos comprados con tío Jul; cada vez que las ensartas de butifarras, como rosarios, se enredaban en nuestras manos; cada vez que un aroma del pueblo matizaba nuestro corazón. Porque la distancia alimenta la nostalgia. En la gran ciudad, añorábamos los sabores de nuestro pueblo, el dulce de garbanzo, los tacos dorados de la dulcería del Cine Comitán, las tostadas de tía Petra, las cazuelejas y los vasos de temperante de la tía Elena. En cada aroma extrañábamos los cielos azules, las calles de sube y baja, el calor del fogón al centro de la cocina, el aire fresco que soplaba sobre los papalotes en el llano del campo aéreo.
Con la caja, los papás y las mamás, nos enviaban algo de su calor y un mucho del sol que se estiraba a diario en nuestro pueblo. Como si fueran un pozo de luz, esas cajas nos barnizaban los rostros con polvo de oro. Los de casa nos enviaban, poco a poco, la infancia que habíamos dejado allá; nos enviaban, con cierto flato pero con esperanza, las alas para que iniciáramos nuestro vuelo. Y nosotros, maravillados, metíamos las manos y sacábamos, como magos, los hilos de nuestra identidad. Y convocábamos a los compas para compartir con ellos esos antojitos, que acompañábamos con unas cervezas y al final con un pomo, porque, ¿cómo no hacer los honores correspondientes a ese queso doble crema y los tzizimes y esas tostadas de manteca? Nos reservábamos los dulces más queridos, los turuletes y los africanos. Los guardábamos en un lugar secreto y los comíamos cuando estábamos solos, para decirnos que esos cielos en nuestra boca eran un acto individual irrepetible; para decirnos que ese instante era similar al que gozábamos cuando, en nuestro pueblo, en nuestro Comitán amado, nos parábamos a mitad del patio de la casa para ver el cielo lleno de estrellas.
Un día, sin darnos cuenta, regresamos. ¡Entendimos que las alas no eran para volar por el mundo, sino para regresar a la tierra añorada! Porque los papás y las mamás, como no queriendo la cosa, hacían conjuros a esas alas. Las bañaban en ungüentos de “vuelveacasa”. Y nosotros, porque lo deseábamos más que cualquier cosa, ¡volvimos! A mí, en lo personal, nunca me dio pena decir: “¡Llegué, vi y no vencí!”, porque mi objetivo en otras tierras sólo fue llegar, ver y volver. La victoria estaba en el regreso.
A veces, sólo para recuperar aquellos tiempos idos, meto adentro de una caja los chunches más queridos y hago como que me la mando, como que llaman a la puerta, abro y me topo con ese envío desde casa. Deshago los nudos, con emoción, y juego a que estoy lejos y me emociona mucho hallar lo que somos, lo que nos hace día a día. Y sigo jugando, porque imagino que viajo a casa y llego de inmediato y salgo a la calle y miro a los compas que dejé ahí hace mucho, mucho tiempo, y cuando los saludo no miento al decirles “¡No han cambiado!”. ¿Cómo van a cambiar si los vi un día antes y nos vemos a diario en este pueblo?

viernes, 17 de diciembre de 2010

INSTRUCCIONES PARA CUANDO EL TIEMPO NO ALCANZA




1.- Estirar el tiempo hasta que sea como una melcocha; luego enredar la cinta de miel concentrada sobre un atado de panela con cacahuate y sentarse a comerla en una banca del parque. Imaginar que el horizonte también es una cinta de caramelo que retoza en la cima de la montaña.
2.- Abrir una Cuenta Perfiles en Banamex y depositar segundos y minutos cada día. Cuando la fila esté muy cargada en las ventanillas de depósito regresar a casa y guardar la inversión en un cochinito de esos que venden en las zacatecas de la Feria Grande. Bajo protesta debe hacerse el juramento de que nunca se romperá el cochinito ni se utilizarán los fondos de la inversión, a menos que el universo comience a contraerse.
3.- Visitar, de vez en vez, los monasterios y, en las celdas de los frailes, raspar las paredes para rescatar aquel tiempo perdido que los santos lloran. Lo mismo puede hacerse en los conventos, con respecto a las santas, pero en estos últimos lugares es necesario comprobar que la celda esté vacía, porque de lo contrario se perderá más tiempo al estar con una mujer.
4.- Siempre es conveniente, para no perder tiempo, cargar con la patria a todos lados. Esas inacabables discusiones acerca de conceptos patrióticos perjudican el concepto lineal del tiempo.
5.- Visitar cualquier bazar y comprar un reloj antiguo inservible. Siempre fortalece al tiempo saber que hubo un tiempo pasado que está detenido en el presente.
6.- Inventar un sustituto del Viagra para que el tiempo se pare y abandone su carrera loca. Visitar lugares donde el tiempo parece suspendido: panteones, patios de casas abandonadas y cuerpos de mujeres viudas. Asimismo sembrar árboles de atardeceres en la parte posterior de la casa (si la vivienda es un departamento pueden sembrarse plantas de vuelo de paloma en la azotea).
7.- Participar en maratones de cuentos o de novelas. Enrollar las hojas de los libros y convocar al Espíritu Santo para que les conceda la gracia del cenzontle y del delfín.
8.- Reunir a multitudes y arengarlas desde lugares insólitos: el techo del Arca de Noé, la rama número catorce del Árbol del Bien y del Mal, el fondo de la taza de café de Nelson Mandela, la hebilla del cinturón de miseria, las agujetas color de rosa de la zapatilla de la Cenicienta o la esquina más próxima del agujero negro más próximo.
9.- Solicitar al Congreso Local de Chiapas que los diputados, en lugar de levantar el dedo, levanten el tiempo que, como hojas secas en otoño, se les cae de las manos (se sugiere que lo coloquen en el depósito de reciclados).
10.- Desechar palabras “quitatiempo” del vocabulario regular: perfecto, nada, algo, no, final, pecado, oscuro, odio y distancia (todas estas palabras pueden sustituirse por: Dios). Por ejemplo: “Nadie es perfecto” por “Nadie es Dios”; “Llegaré al final” por “Llegaré a Dios”. Las demás quedan de tarea.

miércoles, 15 de diciembre de 2010

COTHY SOTO PRESENTA SU DISCO MÁS RECIENTE

DE LA PERFECCIÓN

A veces divido el mundo en dos. Ayer lo dividí en: mujeres que son como libros plagados de erratas y mujeres que son como incunables.
Para llevar a una mujer incunable a la cuna es preciso escribir sobre su piel con una escritura de espejo. Al principio es labor compleja, pero basta un poco de práctica para dominar el arte de colocar las palabras al revés. Los dedos, como si fuesen hormigas, se acostumbran a hacer escalas del Do al La y ¡de reversa mami!
A la mujer incunable le encantan los amantes que dominan el arte de escribir palíndromos. Quien escribe: “Roma”, para decir: “Amor”, tiene abierta la brecha para hundirse en todos los resquicios de su amada. Claro, para que una mujer incunable abra las piernas su amado debe aceitar antes la bisagra de su espíritu. Esto es así porque ella está hecha de tipos móviles y porque, en el fondo, extraña la paciente labor del amanuense. ¿Cómo superar la miniatura hecha con tintas que ilustraban las portadas del año 1500? ¿Cómo intuir la presión exacta para una impresión indeleble?
La mujer incunable no se lleva bien con los hombres celosos, porque ella tiene, en sus pechos y en su vientre, la marca de agua de amantes anteriores. Su pasión no está sellada con las tintas volátiles de hoy, ni sus abluciones impresas con máquinas de láser. Sus ríos están hechos con arabescos de Gutenberg.
Ella es la mujer ideal de los hombres que se entusiasman ante lo único. Ella es mujer irrepetible, como el color del cielo al amanecer, como la receta del pan de elote de la abuela, como una pintura de Picasso, como una película de Werner Herzog, como un balcón de Comitán, como un poema de Efraín Bartolomé. Ella (con el perdón de los apóstatas) es mujer de nicho, debe ser tratada como si fuese el Niño Fundador o la Virgen María. Su piel se agrieta si es expuesta a caricia de hombres burdos y toscos. La mujer incunable, a pesar de ser amante experta de muchos amados, se mantiene impoluta y casta, porque su alma es como el aura de esos juegos de té de porcelana que las bisabuelas legan a sus críos.
En Chiapas hay cierta confusión, algunos amantes creen amar a una mujer códice, cuando en realidad besan a una mujer incunable. Debemos recordar que la mujer códice fue desaparecida por manos que tenían el fuego de Diego de Landa. Este equívoco provoca que los chiapanecos no traten con delicadeza a la mujer incunable. Creen, los muy ignorantes, que su amada es de ayate, sin saber que sus pliegues son de papel con filigrana. Sí (con el perdón de los irrenunciables), la mujer incunable actual tiene su ascendiente en Europa y en América, ¡es mestiza!, por esto sus raíces beben del Guadalquivir y del Usumacinta y sus brazos siembran trigo y maíz en todas las riberas del corazón.
A veces divido el mundo en dos. Mañana lo dividiré en mujeres que son como esferas para árbol de navidad, y mujeres que son como lamita para los nacimientos.

lunes, 13 de diciembre de 2010

ARENILLA PARA ALEJANDRA LAGUNA IRECTA (publicada en El Heraldo de Chiapas, el 13 de diciembre de 2010)



De niña la llevaron al mar. Quiso ser mar, ser gaviota, ola juguetona sobre los acantilados. Pero cuando conoció los Lagos de Montebello modificó su vocación. Quiso ser color, ser polvo de luz, cristal de azul turquesa.
“¡Ah, no me jodás -le dije- ¿es en serio lo de tu apellido?!”. Me dijo que sí, que su apellido era Laguna, y cuando lo dijo algo como un viento de agua apareció en el corredor de la Casa de la Cultura. Conocí a Alejandra hace ya varios años, ella estudiaba en el CBTis 108. Así como la vi esa tarde, la sigo viendo: ¡llena de vida, de viento, de polvo de luz!
Lejos está la tarde en que soñó ser mar; lejos está su deseo de agua salada. Ella es territorio de agua dulce, esencia de pino y bugambilia.
Cuando la conocí jugué con ella. Si sos Laguna ¿qué pez en tus aguas? Y ella me dijo que sólo sirenas. Y vi a sus compañeros atarse al palo de la barca para no caer rendidos ante su influjo, porque Alejandra tiene el don de cautivar; es como un moderno profeta que avienta las redes para pescar esa materia intangible que se llama vida, ¡ella es vida!
Existen mujeres que anhelan ser cielo, nube, Sol o mar. Ale ya nació laguna de agua clara. Acá, para los lectores de El Heraldo de Chiapas, un poco de luz de la Laguna, sólo para que se metan tantito al agua de su cuerpo y de su espíritu.

1.- ¿Cómo seduce la madrugada a la ventana?
Con los primeros rayos del sol… con esos mismos rayos que se cuelan por mi ventana.
2.- Aparte del alcohol, ¿con qué, un amado, puede abrir el deseo de su muchacha?
¡Con las manos! Con una tentadora caricia, recibida con nerviosismo y deseo. Con un suculento beso: deseado, esperado, sorpresivo, amado… cachondo.
3.- ¿Cuáles son los tres pasos elementales para llevar a una muchacha virgen al altar del deseo?
‘Uta! Qué difícil contestar eso. Imagino principalmente el deseo: de tenerla (o), tocarla (o), saborearla (o); luego la sinceridad de compartir el momento, el deseo ¡pues! Y finalmente… la entrega. Entregarse con los dos elementos anteriores, sin excusas ni pretextos. ¡No hay más!
4.- ¿Cuál es la palabra que más te remite a los instantes más felices?
Compartir. Compartiendo he disfrutado a mis amigos. Compartiendo he amado a mi pareja: en tiempo, en deseo, en cariño, en entrega… en este rubro pueden surgir muchos adjetivos, jajajajajajajajaja. Compartiendo conmigo misma el atardecer que me encanta desde de mi casa, la música que disfruto generalmente con una cerveza, un vino o un tequila… compartir con mis afectos lo que más me gusta… eso me hace feliz.
5.- Si estás con tu amado en la cama, ¿en qué parte de tu cuerpo te gustaría que te hiciera el tradicional movimiento que se hace al tomar pozol? ¿Por qué?
Jajajajajajajajaja… ¡En las caderas! Ya está todo dicho… No necesitamos más explicación.
6.- ¿Con qué cinco elementos harías el programa ideal de radio para compartir con los amantes?
El orden de los factores no altera el producto:
1. Buena música (me encanta el jazz, así que me parecería que es un buen elemento).
2. Lectura sugerente.
3. Un buen acompañante (masculino o femenino) que le entre a la imaginería.
4. Un súper buen productor (a) que entienda el mensaje a entregar en cada emisión.
5. Radioescuchas dispuestos a dejarse seducir a través de la radio.

7.- ¿Con qué conjuro logras que el viento sea como un gatito sobre el sofá?
¡No tengo ni la menor puta idea, vos!
8.- ¿En qué instante el cielo lleno de nubes pierde su condición de viejo enojado?
En los minutos en que el sol se despide y comienza a asomarse la luna.
9.- Di tres sustancias que te gusta untar en tu cuerpo para alimentar el deseo de tu amado.
Se me ocurre algo que no es necesariamente “sustancia”. Me puedo untar una buena lencería (casi nunca falla… ¡Ojo! Dije: “Casi nunca falla” Depende mucho con quién estés.) Una piel tentadoramente suave, acariciable… Y… ¿Sólo eso? Pa’ qué más si puede tenerlo todo sin limitación.
10.- Di tres sustancias que tu amado debe untarte en tu espíritu.
¡Aaaaaaaaaaaahhhhhh! En mi espíritu es diferente. Mi espíritu necesita amor – deseo, confianza – sinceridad, entrega. ¿Eran tres, verdad? Bueno, se me ocurre esto.

(Alejandra Laguna Irecta, es hija de René Laguna y de Flor Irecta, y madre de Emiliano. Es Licenciada en Ciencias de la Educación; locutora y productora radiofónica. Actualmente conduce un programa en Radio IMER-Comitán).

viernes, 10 de diciembre de 2010

CARTA A MARIANA, DONDE SE CUENTA CÓMO EL MISTERIO ES MÁS INTENSO QUE LA CURIOSIDAD



Querida Mariana: el hombre abrió una despensa empotrada en la pared y sacó la fotografía. El cuarto olía a orines y a excremento de animal, estaba en penumbras, había un sofá con manchas y ropa colgada sobre un mecate.
El hombre puso la foto sobre una mesa que estaba apoyada con atados de libros en dos de sus patas. Alcancé a leer un título: “Cien Años de Soledad”. García Márquez nunca sabrá para qué también sirven sus libros. Hace años, en Puebla, conocí a una señora que tenía el mismo libro cubriendo un hueco de la ventana de su cuarto. Ella siempre bromeaba diciendo que la literatura era tan poderosa que, incluso, detenía el viento.
La mesa también tenía manchas, como de sangre. Lucía me advirtió que el hombre vende conejos destazados en la Central de Abasto. Abrí el folder, saqué una hoja de papel opalina y la puse debajo de la fotografía. Me acerqué más. Saqué la lupa. El hombre carraspeó molesto, dijo que si yo tenía desconfianza podía retirarme de su casa. Me disculpé, le dije que la lupa era sólo para ver los detalles más pequeños. Acerqué la lupa de nuevo. El hombre prendió un cigarro y me echó el humo a la cara. Vos, Mariana, sabés que odio el humo del cigarro, pero me aguanté. Dejé que el humo se esfumara y seguí en mi tarea de observación. Un gato apareció por detrás de la ventana y me observó, al menos eso fue lo que sentí. Me puse tenso, ya Lucía me había advertido que el gato se aparecería y debía tener cuidado. El olor a orines se intensificó. Disimuladamente vi que el hombre tenía manchados los pantalones.
Me acerqué más a la lupa y vi el rostro en la fotografía. La mano del hombre apareció y gritó: “¡Basta!” Me dijo que ya había sido suficiente. ¿Compraría la foto? El gato apareció por la puerta, se deslizó por toda la habitación, se impulsó y, con un salto medido, se instaló junto a la mano del hombre. Me hice para atrás. El hombre me miraba fijamente sin decir algo. Vi su mirada y era tan intensa como la del gato. Como si él también fuera un felino. El hombre tomó la fotografía y caminó hacia la despensa. Antes de que la guardara le dije que sí, ¡sí la compraría! Él volvió la mirada y me dijo que no aceptaría regateos. El gato bajó de la mesa y se echó sobre el sofá, comenzó a lamerse la mano derecha y a pasarla sobre su cabeza. El hombre me entregó la foto, sacó un cigarro y lo lamió dos veces. Era un cigarro de esos sin filtro. Saqué el dinero y lo puse sobre la mesa. Al hombre le dije que lo contara, pero él negó con la cabeza. Caminó hacia la puerta y la abrió. Yo coloqué la foto adentro del folder. La hoja que dejé sobre la mesa había caído y otro gato, el negro que Lucía me había advertido, jugaba con ella. Dije gracias y salí, el hombre ronroneó y cerró la puerta en cuanto salí. Caminé dos o tres metros sobre la banqueta cuando recordé que había dejado la lupa sobre la mesa. Regresé y toqué. Vi que en la ventana el gato negro movía la cortina. Nunca me abrieron.
Pd. Lucía me advirtió que el hombre tenía tres gatos y que estos animales le provocaban temor cada vez que entraba a la casa. Yo sólo vi dos. Cuando le conté a Lucía ella me dijo que, como cosa rara, cuando los tres gatos estaban reunidos, el hombre nunca se aparecía. En cuanto un gato desaparecía tras una puerta, minutos después aparecía el hombre.
Cuando querás te enseño la foto. En cuanto llegué a casa la guardé en la caja que vos me regalaste. Esa donde guardo los recados que me dejás en el hueco del kiosco del parque central. La foto parece auténtica, aunque Alfonso ya la vio y me dijo que es un fotomontaje y que me vieron la cara. Alfonso dice que “envejecer” un papel es la cosa más sencilla del mundo. Cuando la veás ya me dirás si valió la pena el esfuerzo. Ayer salí a comprar otra lupa y revisé la foto con atención. El rostro de la mujer parece auténtico.

miércoles, 8 de diciembre de 2010

¡AY, LOS PRESIDENTES MUNICIPALES DE COMITÁN!


Con un abrazo a la poeta Yolanda Gómez Fuentes
como agradecimiento por la revista que me envió.


El Cementerio de Montparnasse, dicen los conocedores, es uno de los lugares turísticos de París. Y esto es así porque un puño de famosos está enterrado en ese puño de tierra. Bueno, hasta nuestro Porfirio Díaz tiene ahí sus huesos.
Una de estas tardes le pedí a Marcos Puig me mostrara el lugar donde estuvo la tumba de Minchito, hermano de Rosario Castellanos (Marcos me aclaró que los restos del niño los llevaron posteriormente a un panteón de la ciudad de México).
El panteón de Comitán posee una característica que lo vuelve atractivo turístico y digno de estudio: una barda que separaba las tumbas de los ricos de la de los pobres (los visibles con respecto a los invisibles). Por desgracia, la irresponsabilidad e ignorancia de algunos presidentes municipales provocaron que dicha barda fuese demolida en partes importantes (ojalá que los cronistas nos den luces acerca de los nombres de los presidentes que permitieron tal atentado al patrimonio arquitectónico de este pueblo. Cuando menos para exhibirlos en el Muro de la Ignominia). Dicha barda contiene elementos ornamentales del lado de los ricos; del lado de los pobres está la estructura de las capillas, con el ladrillo descubierto, sin ningún repello, como para reafirmar que ese lado era insignificante. El deterioro continúa. Las autoridades siguen permitiendo que los propietarios de las perpetuidades edifiquen capillas frente a dicha barda.
Marcos ya no halló la tumba de la familia de Rosario. Según él, la perpetuidad estaba a nombre de la familia Abarca, familiares de Doña Adriana Figueroa Abarca, mamá de Rosario. Marcos, cuya familia era muy amiga de la familia de Rosario, cuenta que su abuela lo llevaba de niño a dejar flores en la tumba. La capilla tenía mucha similitud con la que Rosario narra en “Balún-Canán”, unas gradas para bajar y, al centro, una mesa. Ahí, dicen los biógrafos de Rosario, llegaba el Ingeniero César Castellanos a llorar y a contarle cuentos a su hijo varón.
Pero, en compensación, Marcos me mostró una tumba en donde, a decir de él, están enterrados los protagonistas de “Los Convidados de Agosto”. Me fue leyendo las placas de cada uno de los difuntos y los fue relacionando con los nombres de la ficción literaria. ¿Imagina el lector el filón que esto significa en términos de turismo? Sin duda que sí, quienes no pueden imaginarlo son los presidentes municipales. ¡Ay, Señor, qué pena!
Marcos fue más allá, me llevó hasta la tumba donde está enterrado el héroe civil de México, Belisario Domínguez, y señaló la capilla anexa: lugar donde están los restos, nada más y nada menos, de ¡Pantaleón Domínguez!, quien fue Gobernador del Estado de Chiapas y participó en la Batalla de Puebla. La tumba está en franco deterioro. ¿Cómo es posible? Sí, querido lector, a los presidentes municipales les vale un sorbete de vainilla. De acuerdo con la historia, Don Pantaleón fue quien enfrentó la Rebelión de los Tzotziles, conocida como Guerra de Castas y que, ¡de nuevo!, aparece como elemento literario en la novela de Rosario: “Oficio de Tinieblas”. ¡Caray, el panteón de Comitán no tiene a Julio Cortázar ni a Jean Paul Sartre, pero está lleno de historia y lo desaprovechamos!
Marcos exige que se restaure la tumba de don Pantaleón.
¿Qué sucedería si solicitáramos al Presidente Municipal que se hiciera un mapa turístico del panteón de Comitán? ¿Que se colocara en el panteón identificadores que señalaran las tumbas de los personajes importantes así como las características arquitectónicas de los monumentos de mayor relevancia?
Oscar Eduardo Ramírez ya va de salida. ¿Qué habría dicho él hace tres años si se le hubiese expuesto el proyecto? Tal vez ¡nada! ¿Qué diría José Antonio Aguilar Meza, presidente electo que tomará posesión el uno de enero de 2011?
Junto a Mariano N. Ruiz, en el panteón están enterrados muchísimos personajes de la historia de Chiapas. Es una joya que la tenemos olvidada. ¡Es una pena! ¡Unos dicen que si estuviéramos en París otro gallo nos cantara, en lugar de quiquiriquí, diría cocorocó! Pero, gracias a Dios, no vivimos en París sino en Comitán. Habrá que luchar por abandonar la desidia que es costumbre de esta ciudad y exigir a las autoridades a ver un poco más allá de lo inmediato. No se trata de gastar en remodelaciones de capillas viejas, ¡se trata de invertir en proyectos de identidad!

lunes, 6 de diciembre de 2010

ARENILLA PARA JUAN RAMÓN LEMUS


Con un abrazo para la familia Sánchez Crócker
por la ausencia física de doña Mary Crócker de Sánchez.



Juan Ramón es un artista plástico. Para él las nubes, además de nubes, son árboles. A veces pueden ser aristas o poliedros. Y, qué simpático para los legos, los poliedros, además de esto, también son envases para nieves o cauces de ríos. Los artistas tienen la capacidad para ver caballos azules o rostros disecados a punto de vuelo.
Juan Ramón es un artista y, por esto, pepena colores en donde los demás sólo vemos mezclas. Los artistas, sobre todo, buscan los elementos puros, una vez que los tienen en la bolsa de su pantalón los mezclan como si fuera polvo de pan y comienzan a esparcirlos en los lienzos o en los muros del viento. Porque Juan Ramón pinta sobre el aire. Como si el mundo fuera una tela de tul o un anafre de aire, el artista grafi-tea. Tea de Sol, de luz, de humedad de cueva, de árbol lleno de insectos, de pájaros sobre el agua.
Juan Ramón es un artista y, por esto, descubre caminos sobre la tristeza y veredas donde la felicidad es una utopía. La otra tarde Juan Ramón anduvo por Comitán y aproveché para decirle que el tiempo es un instante y que la luz del color también puede ser palabra. Así que, acá, ahora para los lectores de El Heraldo de Chiapas, va una Arenilla con el artista que se llama Juan Ramón.

1.- ¿Quiénes son los convidados en un lienzo blanco?
¡Nunca hay convidados! Sólo hay que llegar a la hora...

2.- Si el agua pasa por el patio de tu casa ¿con qué sustancia construyes el puente?
No construyo puente, porque a casa se llega fácil… quien sabe el camino ¡llega!

3.- ¿Cuál es el color más intenso para reconstruir el origen del universo?
¡El blanco!.... con la luz basta; No hay color, todos los colores son un reflejo…. una mera ilusión.

4.- ¿Qué imagen insiste en esconderse en un hoyo negro?
Ninguna y todas…

5.- ¿Hacia dónde vuelan los instantes que definen el futuro?
A la eternidad, a ese punto en donde –como bien dijo J.L. Borges- converge el tiempo. ¿Aleph?

6.- ¿Van o vienen los que se quedan detenidos?
Siempre van; incluso los que regresan… “Milan Kundera”.

7.- ¿Cuál es el rey animal de tu jungla interior?
¡Cromagnon! Ni hombre ni animal, ni animal, ni hombre, porque a veces no entiendo nada.

8.- Si el sueño comienza a las doce de la noche, ¿hasta dónde llega?
Nunca llega a ningún lado… siempre ando con sueño.

9.- ¿Cuál es el símbolo más recurrente en el performance del infinito?
El vacío…. símbolo:“el cero” “0”.

10.- caminamos porque tenemos miedo a petrificarnos en la inmovilidad. ¿Cuál es la piedra más intensa del vacío?
¡No! No hay tal miedo a la petrificación en la inmovilidad, no hay piedras, sólo tierra sobre la que hay que marchar… a veces. No creo en la marcha infinita, todo llega a mí… a veces.

(Juan Ramón Lemus Guerrero, nació el 14 de agosto de 1961, en Tuxtla Gutiérrez, Chiapas. Se dedica a la pintura desde los años ochentas. Ha expuesto en México y en Canadá. Ha obtenido reconocimientos por su obra en Puebla, Monterrey, Chiapas y en el país de Lituania).

sábado, 4 de diciembre de 2010

jueves, 2 de diciembre de 2010

PARA CUANDO LLUEVA SIN SOL



¿Qué vas a hacer un lunes de abril de 2020? ¿El lunes que en Chiapas aparezca la noticia que Los Jaguares ascendieron a primera división, después de tanto tiempo, de nuevo? ¿Qué, cuando los artistas plásticos chiapanecos pinten el exterior del Palacio de Gobierno en protesta por el nombramiento de Mario Nandayapa como Director de Coneculta-Chiapas? ¿Qué, cuando, en Comitán, nazca quien, en 2084, recibirá el Premio Nobel de Literatura? (Ojalá que ese día Vicente Fox escriba en el twitter: “Ya te uniste a Paz, Vargas Llosa y Borges”, sólo para que los mexicanos del 2020 tengan un motivo de risa).
¿Qué vas a hacer ese lunes? Tal vez te divertirás con el divertimento de moda: lamentar lo no hecho. Tal vez, como gato, te dediqués a lamer tu mano para lavar tu espíritu. Porque los seres humanos siempre cargamos el peor pecado del universo: el pecado de omisión.
Decimos que el tiempo no alcanza. Por esta escasez de tiempo no escribimos la gran novela, no vamos al parque a dar maíz a las palomas. Por falta de tiempo no le damos suficiente cuerda a nuestro reloj de cada día. De vez en vez nos acostamos sobre el césped, pero no lo hacemos para mirar el cielo sino para cerrar los ojos cansados de no hacer algo.
Llenamos el tiempo con la nada, mientras, como decía Lennon, la vida pasa a nuestro lado.
¿Qué vas a hacer? Vas a querer tomar a tu madre de la mano y llevarla a mirar el cielo para hallar formas a las nubes; vas a querer cargar a tu hijo sobre tus hombros para que él vea el tapir en el zoológico; vas a querer, con una brocha gorda, pintar la barda de enfrente de la casa de tu amada: “Te amo, Lucía”; vas a querer querer pero esto ya no será posible. Porque tu mamá estará muerta, tu hijo estará grande y en otra ciudad; el tapir ya estará extinto y Lucía será agua de otro río. Porque siempre es así. Siempre estamos pensando qué haremos un lunes de abril de 2020; siempre soñamos qué haremos cuando seamos grandes, cuando obtengamos el gran premio literario, cuando seamos ricos y famosos. Siempre vivimos, no el instante mágico que recomienda la sentencia del “Carpe Diem” sino lo que es materia invisible y se llama futuro.
¿Qué vas a hacer cuando querás correr y tus huesos no respondan? ¿Cuando querás amar y ya tu corazón esté partido? ¿Qué, cuando querás acariciar y tus manos no alcancen las hojas del árbol?
¿Qué vas a hacer un lunes de abril de 2020 cuando te mirés al espejo y reconozcás que el tiempo te ha colgado cientos de hilos de araña? ¿Qué vas a hacer cuando tu telescopio esté roto, cuando el lente del corazón esté rayado y toda materia visible refleje el haz equivocado?
¿Qué vas a hacer cuando te enterés que Nandayapa sólo duró tres días en su encargo? ¿Cuando tu reloj de sol no tenga más que lunas y estrellas? ¿Qué, cuando tu hija ya no esté a tu lado para pedirte un helado? ¿Qué, cuando seás terrón agrietado y el misterio no sea esencia sino alambre que rodea tu cuerpo?
¿Qué vas a hacer cuando descubrás que pudiste subir a tu Everest y sólo llegaste a las faldas de un montículo? ¿Qué vas a hacer cuando te sentés en una piedra del camino y mirés que el tiempo se fue y vos te instalaste en la posada que te iba a servir sólo para pasar la noche?
¿Qué vas a hacer cuando ya no sea válido volver la vista? ¿Cuando no podás pensar qué harás el día de mañana porque no habrá mañana? ¿Qué vas a hacer, vos, qué vas a hacer un lunes de abril de 2020? ¿Qué voy a hacer yo? ¿Qué va a hacer Mario, qué Lucía, qué Enrique, qué Miguel, qué Luna, qué Viento, qué Sol, qué Tiempo?

miércoles, 1 de diciembre de 2010

ARENILLA PARA RAYMUNDO ZENTENO (Publicada en El Heraldo de Chiapas, 1 de diciembre de 2010).



Con Michelle Obama. Raymundo recibe un Premio Internacional de Radio, en EEUU.


Para Mariana, ¡cumplido su encargo!

Mariana juega. A veces se convierte en libro o en ratón o en estrella. Cuando se convierte en agua es muy sensible. Se acomoda en mi mano, como si fuese un gatito, y ronronea. Siempre que es agua me dice: “¿Has oído Radiombligo?”. Yo, siempre, le digo que no, que trabajo a esa hora y no tengo la costumbre de escuchar radio por la mañana. “¿Lo harías por mí?”, me dice. “Ya se me hizo tarde”, digo. Salgo de su casa. Ella se enoja o se pone triste. Cuando se enoja levanta pequeños tsunamis sobre mi mano; cuando se pone triste su volumen de agua ¡aumenta!
Digo que Mariana es muy sensible porque cuando es agua y no le cumplo sus deseos ella desaparece. ¡Se diluye como (al decir de los adultos) se diluye el agua entre los dedos! Cuando esto sucede me es muy difícil hallarla. Es muy difícil levantar el agua que cae al suelo. Una vez intenté recuperarla a través de una jerga (dije ¡jerga!). El pedazo de tela hizo su tarea de succión, pero cuando estaba a punto de exprimir el trapo sobre un vaso, el agua se evaporó. Mariana me gritó: “¡Nunca te atrevás! Yo no soy como esas mujeres o naranjas que se dejan exprimir por cualquier estúpido. ¡Nunca lo hagás!”. Cuando Marianagua se enoja yo juego a convertirme en nube o alfombra voladora.
El otro día Raymundo Radiombligo Zopilote se apareció por el Colegio Mariano N. Ruiz, lugar donde laboro. Casi casi volé para decírselo a Mariana. “¿Es de verdad o me estás bromeando?”. ¡Sí, sí, ahí está, dará una plática a un grupo de maestros! Cuando Mariana se enteró que la plática era a la misma hora en que ella, en su escuela, debía exponer el tema: “Teoría exponencial del chile pasilla”, gritó: “¡Qué mala pata!” (Dijo otras cosas más).
“Prometeme que le harás una Arenilla”, me dijo. “¿Verdad que lo harás por mí?”. “Ya se me hizo tarde”, le dije y salí como rayo para escuchar la plática de Zopirray, ay, ay, sentí que Mariana había quedado molesta.
Al final de la charla comprobé que no sólo Mariana es fan de “Radiombligo”, como si fuese el tucán Luis Miguel o el Jaguar Miguel Bosé, muchos maestros se acercaron a Zopirray para tomarse la foto con él y pedirle autógrafos. Caray -pensé- ¿dónde se ha visto que ardillas le pidan autógrafos a los zopilotes?
Para que Marianagua sea papalote le dedico este cielo que Zopirray diseñó. ¡Va para todos los que son Radiombligófilos!

1.- ¿A qué distancia del pie se encuentra la pulga-da?
La pulga-da se encuentra a 1:70 metros viajando en chucho, en línea recta, rumbo al Polo Norte.
2.- ¿En qué instante una a-buela se convierte en papalote?
Una a-buela se convierte en papalote cuando le sacudimos el polvo, la vestimos de colores y la mandamos a volar con hilo, sólo para que vuelva, cuando se le acabe el aliento, más despeinada y feliz.
3.- ¿Qué clase de textos escriben los bichos sobre las hojas de los árboles?
Investigan, consultan libros, hacen trabajo de campo con largoscopios, discurren y polemizan. Y del resultado escriben ensayos, obras de teatro, cuentos y novelas, también poesía. Todo sobre los humanos. Ayer leí donde se quejan de que en las ciudades ya hay más baches que vochos y que bichos.
4.- ¿Qué materias llevan los espíritus que estudian la Licenciatura en Diseño de Interiores?
La Universidad ha cancelado esa profesión. Sólo se inscribieron dos alumnos el pasado ciclo. En su lugar el Rector anunció una nueva carrera: Maquillaje de Exteriores. Cupo completo en tres horas. ¿Las materias? No, no lo sé.
5.- Vos que has ganado varios pre-mios ¿te seducen los pre-tuyos?
Me seducen y alegran los pre-tuyos sólo si los pre-mios son más tuyos que míos.
6.- Si hubieses nacido en África ¿qué sería lo más negro que tuvieras?
Knarda. Ella sería lo más negro que yo tuviera. Desnuda es perfectamente negra y perfectamente bella.
7.- ¿Cuáles son las diferencias fundamentales entre un “país de lectores” y “los lectores de países”?
Los lectores de países analizan, escudriñan y calculan cómo devorar a la gente que los habitan. En el país de lectores sus habitantes devoran libros para no dejarse devorar tan fácilmente. Ni tan difícilmente.
8.- Los espíritus arrugados ¿con qué tipo de plancha se tratan?
Si es espíritu de tortuga, con piedrita caliente planchan su lechuga antes de comerla. Y así, como cosa de magia, se va desarrugando todo. Y si es espíritu de gente, con tener, en tiempos fríos, quien le entibie los pies durmiendo pata en almohada y cabeza al revés.
9.- Si juegas golf con tu amada, ¿de cuántos hoyos es el campo? ¿Por qué?
Al comienzo sólo 18. Pero cuando aprendes a sortear las trampas y cultivas la paciencia se encuentran nuevos hoyos hasta llegar a cin-cuenta.
10.- ¿Y cómo le hizo Adán para oír “Radio Ombligo”?
Se lo pidió al Creador en tono de estomelodebes. Era mejor tener un ombligo en los oídos que seguir eternamente con la panza plana. Y ya que lo tuvo le pareció muy infantil. Apagó su radio y mejor se hizo en la barriga un agujerito de barro con la punta del dedo.

(Raymundo Zenteno es productor de uno de los programas infantiles de radio más creativos de México y del planeta XCRese: “Radiombligo”. Aparte de guiones radiofónicos escribe cuentos fantásticos. Ha publicado varios libros).