martes, 6 de mayo de 2025
CARTA A MARIANA, CON UNA FOTOGRAFÍA
Querida Mariana: Paco Flores me envió esta fotografía, que tomó el personaje que se llama Quién sabe.
¿De qué año es la fotografía? No lo sé. Recuerdo que nos la tomaron una noche, en un acto celebrado en el Centro Cultural Rosario Castellanos. Somos amigos, alguien nos dijo que posáramos para la cámara y así lo hicimos. Todos vemos al lugar donde está el fotógrafo.
¿Qué tan conscientes estamos de la trascendencia del momento? No lo sé.
En el clásico orden de presentación (de izquierda a derecha) estamos Paco Flores, Paco Gamboa, Javier Aguilar (quien también es Paco, porque se llama Francisco Javier) y yo. Estoy, entonces, al lado de tres Pacos, uno de ellos ya falleció, por desgracia, Paco Gamboa ya no está en este plano físico.
Ahora bien, ¿cuántos años avalan esta amistad? Tampoco lo sé. En realidad, nada sé, sólo sé lo que veo, y esto tiene sus carencias, porque tampoco corresponde a la realidad real. Miento, sí sé, por ejemplo, lo que uno de nosotros deseó ser cuando fuera mayor. Paco Gamboa siempre dijo que él tendría dinero. Un día, cuando éramos jóvenes, en el parque central, tomando un helado, me dijo que él se iría de Comitán y no volvería hasta tener dinero. Vendré con un gran Marquis, color champaña, me dijo, con un convencimiento que movía a dos reacciones: botarse de la risa por la seriedad de la declaración o quitarse el sombrero invisible ante la certeza de su destino. Y muchos años después, Paco llegó al pueblo manejando un auto Marquis, del año, bellísimo, color champaña, casi casi del color de la chamarra que en esta fotografía tiene Paco Flores, así de luminoso. Pienso que cuando Paco Gamboa me confesó su convicción, ninguno de los otros tres teníamos la seguridad de nuestro porvenir. Tal vez el que menos lo sabía era yo, siempre fui una veleta que se movía con la dirección por donde corría el viento, que, a decir de Rosario Castellanos, es uno de los guardianes del pueblo. Incluso, en la fotografía mirás que mis ojos todavía están marcados con el signo de la incertidumbre, he sido un hombre que no posee certezas, un hombre plagado de interrogantes, las más hincadas, las de no saber bien a bien hacia dónde se dirige mi barco, que está a mitad, no del mar, pero sí de una laguna a media noche, donde veo a la distancia destellos que pienso son de un faro, pero que resulta son rayos de una tormenta que se desgaja en las orillas distantes.
Dentro de mi ignorante actuar, siempre llamó mi atención la certeza con que Paco Gamboa definió su porvenir, haría dinero y viviría de sus rentas. Así lo hizo. Como era un gran melómano y un buen lector, sus últimos años los dedicó, con la misma convicción, a escuchar música, a leer, a disfrutar la vida, su familia. Vos mirás que es el único que lleva una revista y un libro, bueno, ni siquiera yo, que en esos años no salía sin libro debajo de mi brazo. La revista es Proceso, cada semana la compraba y la devoraba, por eso siempre estaba al día de la situación nacional, era un gran crítico, llamaba al noticiario de la radio y le daban espacio para que hiciera comentarios. ¿Ya viste el título del libro que tiene sobre su muslo? Es “El candidato”, de Jorge Bucay, un libro que, dice Internet, es un thriller político que trata de responder la pregunta: ¿quién mueve los hilos del poder? Paco se interesaba por todas las entretelas de los poderosos. Él no buscó el poder político (aunque sí coqueteó), no buscó el poder intelectual (aunque sí coqueteó), él buscó el poder económico (su estirpe ideológica era del mismo árbol de Harp Helú y de Carlos Slim). Sus últimos años los vivió tranquilo, leyendo, escuchando música, porque él fue, de toda la palomilla, quien, en los años setenta, tuvo el mejor aparato musical, porque amaba la música. Las reuniones en su departamento de la Ciudad de México, en los años setenta, fueron inolvidables, circulaban las cervecitas, los tragos de vino (no bebía cualquier cosa) y la música de Los Ángeles Negros y, para variar un poco, la orquesta de Paul Muriat, con la famosa “Love is blue”, y aunque yo no estaba enamorado veía todo de color azul, porque el color azul ha sido mi favorito, si mirás mi vestimenta en la foto domina dicho color. Sólo los ojos no son azules, pero mi camisa, mi pantalón, mi infaltable chamarra sí son de tono azul.
Posdata: no sé de qué año es la fotografía. Tal vez Paco Flores sí sabe, pero no le pregunto porque me gusta esa indefinición de tiempos, de tiempos donde todavía tenía cabello, de tiempos donde estuvimos reunidos los cuatro en un salón de Casa de Cultura y alguien, el infaltable Quién sabe, nos tomó la foto. Ahora quien falta es el querido Paco Gamboa.
¡Tzatz Comitán!