domingo, 6 de julio de 2025

CARTA A MARIANA, CON ACTO DE AGRADECIMIENTO

Querida Mariana: Amín Guillén será reconocido. Tres instancias culturales le preparan un acto de agradecimiento. El Centro Cultural Rosario Castellanos, la Casa Museo Dr. Belisario Domínguez y el Museo de Arte Hermila Domínguez de Castellanos han preparado un acto para celebrar los setenta años de vida de Amín. El guateque será el 9 de julio 2025, en el auditorio Roberto Cordero Citalán. Cuando vi la invitación supe que las tres instancias culturales encabezan un acto de agradecimiento al que, sin duda, se suman muchas más instituciones y muchas personas. Me gustó que el festejo fuera nombrado como un Acto de Agradecimiento, porque con ello se reconoce la labor que Amín ha realizado desde hace muchos años en favor de la sociedad. Ha escrito libros con biografías de personajes ilustres de la comunidad; libros que enriquecen nuestra identidad. Cuando platico con él, pienso en el tiempo que le destina a sus investigaciones, las cuales no tienen el patrocinio de alguna institución que lo apoye en forma económica. Amín ha hecho todo su trabajo de investigación en forma apasionada, sin contar con una beca. ¿Cuántas horas dedica durante el día a hacer investigación de campo? ¿Cuántas horas en la noche, en la madrugada, para dar forma a los datos, para volverlos libros? Este acto demanda agregarse a él, celebrar que las autoridades culturales festejen la vida fecunda de Amín. Que todo el pueblo reconozca su meticulosa labor. Amín no tiene una definida jornada laboral, ¡no!, Amín entrega horas y horas a su pasión. Escudriña en archivos, platica con la gente, busca fotografías antiguas, hace entrevistas, como si fuera un arqueólogo levanta piedras y busca huellas de un Comitán que ya no existe. ¿Desde cuándo Amín comenzó a dedicarse a la labor que ahora todo mundo le reconoce? No sé. Él podría decirnos. Lo que sé es que ha dedicado muchas horas, muchísimas, a su pasión. Sé que se desvela, le gusta trabajar en la noche, cuando todo mundo descansa. Cuando el mundo recupera energías, él las gasta para beneficio de la sociedad. Por esto me da mucho gusto que los directivos de tres instituciones culturales de la ciudad hayan vuelto su mirada para ofrecerle un Acto de Agradecimiento. Sé que Amín estará contento, satisfecho. ¡Bien merecido! Él ha ofrecido pláticas en los tres centros culturales. Cuando vi la invitación, por asociación extraña, pensé en mi maestro de cuento, el escritor Rafael Ramírez Heredia, quien presentaba sus libros en cantinas, sobre todo en La Guadalupana, en Coyoacán, de la Ciudad de México; es decir, en espacios inéditos. Amín ha realizado charlas en los mencionados centros culturales, pero además ha ofrecido pláticas en espacios inéditos, por ejemplo: templos de Comitán, sí, ¡en templos! Pocas personas han hecho lo que él. Un día vi una fotografía donde un templo estaba lleno de personas, no para presenciar la misa, sino para escuchar una charla de Amín. Toda la audiencia, desde su asiento, comulgaba lo que Amín ofrecía. Una mañana de éstas estuve en casa de mi amigo Fernando Avendaño y en su “Hemeroteca Profesor Fernando Avendaño” hallé una foto donde aparecen todos los chiquitíos del segundo grado de primaria de la Matías, ahí está Fernando, ahí estoy yo, y ahí está Amín. Estamos al lado de nuestro maestro Óscar Pascacio de La Cruz. Estamos en el patio trasero de la escuela, que estaba a media cuadra de Jesusito. Amín, Fernando y yo somos de la misma generación (tengo un año menos que ellos). Fernando acaba de cumplir sus setenta años, pronto celebrará sus bodas de oro; ahora, tres instituciones celebran los setenta años de vida de Amín. Es bueno que en medio de los festejos por el Centenario del Nacimiento de Rosario Castellanos, nuestro pueblo también celebre los setenta años de otro hijo destacado. Posdata: Amín jugó en sus años infantiles en el barrio donde creció, ahí tenía su plebe (los de la cuadra); pero también jugó canicas en el patio de la Matías, ahí coincidimos, desde entonces nos conocemos, hemos sido amigos. La Matías no sólo fue la escuela donde aprendió a leer y a escribir, también fue la escuela donde trabajó su papá, el famoso maestro Chaparrito. En cada línea que Amín escribe honra la memoria de su papá. Él ha sido un hijo agradecido; ahora, las instituciones convocantes, con sus directivos: el licenciado Hermilo, la maestra Aurora y la licenciada Margarita, le dedican a Amín un acto de agradecimiento. Una sociedad agradecida es una sociedad que reconoce el talento de sus hijos más connotados. Sin regateos, así debe ser. ¡Tzatz Comitán!

sábado, 5 de julio de 2025

CARTA A MARIANA, CON UN CARTEL DE 1960

Querida Mariana: este documento se integra al libro de la historia de la feria de San Caralampio. Mi amigo Paco Flores me lo envió. Es parte de su archivo personal. El cartel está bien cuidado, tomando en cuenta que es del año 1960; es decir, tiene sesenta y cinco años. Vos sabés cómo es la historia. La empresa cervecera Moctezuma regalaba los carteles en blanco (con su publicidad), y ya en los pueblos los organizadores de actos los llevaban a las imprentas para colocar sus mensajes, en este caso una Convocatoria de un Gran Concurso de Trajecitos Regionales, en honor al Glorioso Mártir San Caralampio. En toda la república se veían carteles similares, porque las imágenes corresponden a festejos nacionales. La verdad es que en la feria de San Caralampio no hubo muchos actos de los que acá se muestran; no hubo corridas de toros (pobre toro tiene ensartadas dos banderillas), tampoco hubo jaripeos. Tal vez hubo peleas de gallos (pero, en casas particulares, donde los galleros comitecos tenían costumbre de reunirse. Ya te conté que el famoso restaurante de Tono Gallos se llamó así, porque el propietario, Tono se llamó, tenía un palenque en su casa, donde ofrecía las riquísimas botanas que le dieron fama nacional). El cartel es muy llamativo por las imágenes que tiene, pero a nosotros nos interesa el texto de la convocatoria. La Junta de Festejos del Barrio de La Pila lanzó la convocatoria “con el objeto de dar más alegría y esplendor a la feria en honor al Glorioso Mártir San Caralampio”. Ya hemos dicho que el santo consentido de los comitecos es San Caralampio, Tata Lampo. Su festejo inicia el 10 de febrero con la tradicional Entrada de Flores (que ha cambiado en su esencia al paso del tiempo). El festejo se prolonga más allá del veinte de febrero. El 20 es su mero día. Siempre ha llamado mi atención que los peregrinos traen ofrendas florales y se llevan a su casa ramitos de hinojo, que les servirá para curar afecciones físicas durante todo el año. ¿Hinojo? Sí, he visto que pasan y repasan los manojos en la vestimenta de la escultura de bulto, lo hacen con una gran emoción, con los ojos semicerrados y con peticiones en voz baja. Las personas que conocen las virtudes del hinojo dicen que su fama no es gratuita. ¿Cómo empezó esta tradición? ¡Andá a saber!, pero los mayores, sabios, supieron que esta hierba es benéfica para el cuerpo y más si lleva la bendición de Tata Lampo. Me cuentan que las personas las colocan en un lugar preferente de la casa y cuando aparece una dolencia toman una ramita, oran y se preparan un té. Busqué información en el Internet y hallé que es una planta originaria de las costas del Mediterráneo. Ah, es una planta muy cercana a mis raíces paternas: Italia. Este chunche dice que se aprovecha todo del hinojo, sus semillas, la raíz, el tallo y las hojas. Quienes llevan la plantita deben conocer todas estas propiedades. La tradición de honrar a San Caralampio está unida al hinojo. Cosa genial. No sé si las chicas de estos tiempos saben que con el hinojo se prepara un exquisito aceite esencial. Lo que las chicas sí saben es que los aceites esenciales son una gran ayuda para una piel saludable, para verse como si fueran candidatas a Miss Universo. Regreso al cartel de 1960. Queda en claro que el patrocinio de este evento es de Exclusivas en Comitán, S. A. y Cafés Zardain, S. de R. L. Exclusivas era la empresa que vendía las chelas de la Cervecería Moctezuma (mirás qué hermosa se ve la botella de la cerveza El Sol. Siempre se pide: “dame una Sol”, nadie pide “El Sol”, que así debería ser. Ahora todo mundo pide “Una Indio”, también jodiendo la concordancia de géneros. Pero, bueno si yo estudié mi primaria en “la Matías” y mi secundaria en “la Mariano”, no debo inquietarme al pedir “una Sol”. El concurso se efectuó el 14 de febrero de 1960, a partir de las cuatro de la tarde, en el kiosco de La Pila. Las inscripciones fueron gratuitas y se realizaron con Don Humberto Villegas, en la Tintorería Cuauhtémoc. Participaron niños y niñas hasta con ocho años de edad, y el trajecito podía ser regional, nacional o universal, ah, pucha, nadita. Las dos empresas patrocinadoras otorgaron los premios, que consistieron en una muñeca, un muñeco y un juego de té (para las niñas) y un triciclo, unos patines y una pelota (para los niños). Estos premios estuvieron expuestos en las vitrinas de Casa Yannini y en la Zapatería El Águila. ¿Quiénes integraron el jurado? Acá van los nombres: Óscar Bonifaz, María de La Paz, Mercedes Solís Cancino y María Dolores Ruiz de Martínez. Y en la parte de abajo vienen los nombres de los integrantes de la Junta de Festejos de ese año. Presidente: profesor Javier Flores Torres; secretario: Humberto Villegas; tesorero: Augusto Molinari B.; vicepresidente: Adolfo Cancino; prosecretario: Mario Pinto O. y protesorero: profesor Óscar Flores del Barco. Y como no hay palabra sin vocales, acá están los nombres de los vocales (otra vez, sin concordancia, Dios mío): Olinto Albores, Jorge Rodas, Ricardo Guillén, Benjamín Flores, Antonio Carrión, Romeo Domínguez, Benjamín Alfonzo y Galación Domínguez. Posdata: cuando Paco me mandó copia del cartel, lo agradecí y le dije que ahí estaban unidos los nombres de nuestros papás: el profesor Javier y mi amado Don Tito Molinari. Ahora que escribí los nombres de los integrantes del comité de festejos caí en la cuenta que conocí casi a la mayoría, entre los que no conocí están Don Galación (¡qué nombre tan galán, tan decidor!). Ya me quedó tarea para ver si puedo dar con algunos datos de este vocal genial. Ya te conté que años después (cuando mi papá ya no era integrante del comité) mi mamá y mi papá hicieron que su hijito Alejandro participara. Mi mamá bordó un traje de huichol (un traje bellísimo) y, sin mucha conciencia, pasé al escenario y me paré frente al jurado (que quién sabe quiénes fueron) y no hubo duda, el primer lugar es para el niño Alejandro Benito Molinari Torres y todo mundo aplaudió y, sin duda, estuvo de acuerdo con el veredicto. Por ahí anda la fotografía que me tomó Don Enrique Cancino. Me llevaron al estudio de Don Enrique para que quedara registrado ese traje tan hermoso que portaba el niño más bonito del pueblo (es broma, es broma, mi niña bonita). Mi mamá cuenta que tenía guardado el traje, pero un día, mi abuela Esperanza se lo pidió para que lo usara Pedro, mi primo hermano, mi abuela llevó el traje a la Ciudad de México y ahí se extravió. Pero, digo, ahí está la foto que da testimonio de ese instante. De igual manera te conté que el premio del primer lugar fue un triciclo, pero yo tenía un triciclo, así que lo “catafixié” por el premio del segundo lugar, que era una caja enorme, con una carreta enorme, de esas que aparecían en las películas gringas del Viejo Oeste, con caballos, con jinetes, todo en un hermoso plástico lleno de color. La carreta estaba cubierta, semejaba una tela de esas que usaban para evitar el sol, digo que semejaba porque todo era de plástico. Ah, disfruté mucho el juguete. Pienso que lo mismo pasó con el compa que obtuvo el segundo lugar, ya que se llevó un triciclo nuevo, de paquete. No sé si todavía existen las dos fotos. Una la tomaron allá en La Pila, estoy contento y tengo en las manos el gran paquete con la carreta, la segunda foto es la que digo que es de estudio, estoy, igual de contento, parado, portando el traje que me hizo mi mamá. Recuerdo el patio de la casa de Don Humberto Villegas, porque era amigo cercano de mi papá y a veces lo acompañaba porque se echaban sus tragos, mientras yo me quedaba en el patio jugando con las rayas que quedaban entre los ladrillos. Ese patio lo conocieron muchas personas. A veces paso por la calle y veo que ahora el portón está cubierto con láminas de acero y ya no se puede ver desde afuera cómo está el patio central. Cuando viví en Puebla un día me enteré que habían puesto en venta la casa, pero de eso tiene ya más de veinte años y, entiendo, la casa no la ha comprado nadie. Es una casa grande, hermosa, con un patio lleno de luz, patio que se llenaba de gloria cuando los campaneros le daban vuelo a las campanas del templo. Ah, cuánto aire ha corrido en el parque de La Pila proveniente de La Ciénega. ¡Tzatz Comitán!

viernes, 4 de julio de 2025

CARTA A MARIANA, CON LA PRESIÓN

Querida Mariana: la palabra presión la usamos todos los días, a todas horas. No recuerdo en qué momento la comencé a escuchar, pero ahora digo que una mañana, en el sitio de la casa de mi infancia (de la que te he hablado en varias ocasiones), estaba jugando carritos en carreteritas que hacía en la arena. El tío Armando me miraba jugar, él fumaba un puro cerca de un árbol de limón. Mi papá llegó con un vaso en la mano, se lo ofreció y dijo: “acá está el mejor remedio para tu presión”. El tío apagó el puro en una piedra, lo guardó en la bolsa de su chamarra y dijo: ¡salud!, y bebió. Mi papá había usado la palabra presión. ¿Qué era la presión y qué la bebida que le había dado al tío? Cuando mi mamá me llamó para la comida, guardé los carritos y, como siempre lo hacía, borré las carreteritas con la mano. ¿Por qué hacía esto? No lo sé. Tal vez me gustaba ser constructor y darle nuevas rutas a las carreteritas. Sí, además estaba el riesgo de la lluvia, que siempre desmadra los caminos que construyen los niños. Me senté al lado del tío (que apestaba ya a puro y a trago, qué combinación). La plática comenzó y yo me puse a vigilar a mi tío. Pensé que él era un hombre que tenía presión y que debía tomar lo que mi papá le dio. Esa bebida era un remedio para la presión. Cuando terminamos de comer, el tío se despidió, tomó su sombrero, se lo puso y colgó en su brazo el paraguas. Era sábado. El tío siempre llegaba ese día, desayunaba y comía en casa, al término de la comida se despedía. Mi papá acompañó al tío a la puerta, lo despidió desde el zaguán. Mi papá volvió y se sirvió un poco más de la bebida que le había dado al tío, le agregó agua y guardó la botella en la vitrina. Yo sabía que esa botella era trago, el trago estaba prohibido para los niños, así que los niños no tienen presión. En la noche, cuando llegó mi mamá al cuarto donde dormíamos, para leerme un cuentito, para rezar las oraciones, aproveché a preguntarle acerca de la presión. Ella sonrió. Dijo que el tío había comentado que su doctor recomendó tomar todos los fines de semana una copa de güisqui, no más, para regular la presión arterial. ¿Presión arterial? ¿Qué era eso? Mi mamá dijo que no sabía, pero que el tío padecía presión alta, la presión debía estar en cierto nivel, ni muy arriba ni muy abajo. Por eso, mi papá le servía un trago cada sábado, antes de la comida, sólo uno. Como mi papá no padecía de presión, él se servía un poco más de trago. Le gustaba echarse sus tragos. A mí no me gustaba que él tomara, porque luego se convertía en otra persona, dejaba de ser el buena gente, el hombre maravilloso, se volvía otro. Por eso, comencé a pedir (¡qué tonto!) que mi papá tuviera presión alta, para que ya no volviera a tomar más de un trago, los fines de semana, igual que el tío. ¿Y el puro? ¿También era parte de las recomendaciones del doctor? Mi papá no fumaba puro, pero sí fumaba cigarros (Alas azules), que eran igual de apestosos. Así que la primera vez que oí la palabra presión fue esa mañana en el sitio de la casa. Ya luego comencé a oírlo con más frecuencia, conforme crecí. Como si esta palabra definiera la edad, la fui escuchando más y más. Ya te conté que en la casa de infancia había un gran fogón en la cocina y el frijol lo cocían en ollas de barro. Ya en mi adolescencia el fogón cedió su lugar a una estufa y la olla de barro fue sustituida por una olla de presión. ¿Estaba enferma? ¿Debían echarle trago para que no se muriera? En la prepa escuché que un compañero dijo que en su trabajo (tocaba la batería en un grupo musical) estaba sometido a mucha presión; asimismo, otro compa dijo que su relación de pareja no era ideal, que la novia lo presionaba mucho. Sí, pensé, la palabra presión no es buena compañera, es una palabra como piedra, la gente la sobrelleva con pesar. Ahora, los expertos la unen a otra palabra atroz: estrés. Dicen que la presión genera estrés, por eso recomiendan armonía, meditación, sosiego. Estas palabras, así parece, son el antídoto contra la presión. No tanto el trago que mi papá le daba al tío. Posdata: y ya en mi vejez he escuchado que a la presión alta le llaman “el asesino silencioso”, porque no presenta síntomas evidentes; es algo que camina en puntillas sobre nuestro cuerpo, si no ponemos atención puede ocasionar serios problemas físicos. Si, querida mía, desde la primera vez que la escuché supe que la palabra presión no era algo bonito. ¡Tzatz Comitán!

jueves, 3 de julio de 2025

CARTA A MARIANA, CON DESTELLOS QUE SE PIERDEN EN EL OLVIDO

Querida Mariana: soy un convencido de que en todo acto hay destellos que se extravían. Es lógico. Todo mundo está pendiente del escenario donde están los reflectores. ¿Has pensado alguna vez que en un concierto de Bublé, entre la audiencia, hay una escritora que tiene libros importantes y que la noche de concierto pasa de noche? Pero lo que me interesa decir que entre la audiencia hay personas que, sin ser famosas, son importantes para la evolución de la sociedad. ¿Por qué dije lo anterior? Porque el día 25 de mayo 2025 hubo actos para celebrar el Centenario del Nacimiento de Rosario Castellanos; hubo actos en todo México y en otras partes del mundo y, por supuesto, en su Comitán. Muy temprano hubo una carrera pedestre que se llamó: “De Rosario a Rosario”, nombre maravilloso que, tal vez, sólo en nuestro pueblo se puede dar. Esto fue así, porque el inicio de la carrera fue en Yalchivol, en el atrio del templo de la Virgen del Rosario y tuvo como meta la escultura de Rosario que diseñó Luis Aguilar, sí, ¡de Rosario a Rosario! Quienes participaron recibieron, al final, una medalla conmemorativa. Por ahí, desde muy temprano, estuvieron Angélica Altuzar, la directora de CONECULTA, y Hermilo Aranda, director del Centro Cultural Rosario Castellanos. Por ahí se extravió el nombre del organizador del acto: Toño Zamudio. Toño y el doctor José Ramón Domínguez fueron quienes nombraron a la carrera con el maravilloso nombre “De Rosario a Rosario”. ¿Qué sucedió con quienes corrieron, quienes, al final, fueron los protagonistas de este acto? Los nombres no se consignaron, por desgracia. Y digo que fueron los más importantes, porque sin su participación el acto simple y sencillamente no hubiese existido. Por ahí saludé a la mamá de la ingeniera Carolina Penagos, ella participó, con orgullo mostraba su medalla, medalla que puede mostrar con satisfacción porque, digamos, se la ganó. Digo esto, porque vi a más de dos que llevaban sus medallas en el pecho, sin haber corrido. También se vale, cómo no, pero que no vayan a salir con el cuento que echaron la carrerita. Pero no quiero contar esto, lo que quiero decir es que al término del acto, donde hubo fotografías con los participantes, el busto de Rosario quedó solo. Y ante el vacío tomó importancia el entorno, en la banqueta donde estuvo la Zapatería Canadá brotó, como flor, el grupo musical que estuvo adornando la mañana. Su música se escuchó nítida, porque el rebumbio de los corredores ya no estaba. Hacé de cuenta que quitás una colmena y el árbol recupera el sonido de las hormigas, el piar de los polluelos y el aleteo de las mariposas. El sonido de la marimba se intensificó, llegó a los espíritus de los pocos que ahí seguíamos, que ya éramos dos o tres, no más. Entre ellos estaba Toño Zamudio (quien hoy es delegado de Protección Civil) y su hija. Ya no había nadie más. Bueno, me vi, ahí también estaba yo. El día del cumpleaños 100 de Rosario ahí estaba, en el pueblo de ella, pueblo mío, pueblo de todos los que aman la vida. Estaba la marimba, estaba el busto de Rosario y estábamos Toño y yo. Así que sin pensarlo dos veces nos acercamos al grupo y dijimos que los cinco, cinco, cantáramos las mañanitas para nuestra amada escritora. Y digo que en muchos lugares hubo actos fastuosos para celebrar a Rosario, pero esa mañana, cinco alegres bohemios hicimos lo que no se hizo en ninguna otra parte, lejos de reflectores, muy por debajo de los grandes escenarios. En la banqueta donde estuvo la Zapatería Canadá, cinco alegres compadres, como si estuvieran debajo del balcón, le cantamos sus mañanitas a la Castellanos, lo hicimos con gran emoción, acomodando la garganta como si fuéramos primos hermanos de Plácido Domingo y de Andrea Bocelli. Ah, qué bonitos gorgoritos nos aventamos, de nuestra garganta volaba la letra como colibrí, fluía en el aire de Comitán. Los músicos le daban con todo a la marimba, al bajo y a la batería y el recién integrado dúo de vocalistas sonó como si el ritmo estuviera en la gruta bendita de la garganta. Lo hicimos por la emoción del día; lo hicimos en nombre de todo Comitán. Digo que el acto no pasó a formar parte del libro de la historia, pero quienes participamos recibimos un guiño del aire. Posdata: en cada acto hay gente que sobresale. El cantante se coloca en el centro del escenario, con la luz del reflector, pero si nadie se sienta abajo y ocupa una butaca para escucharlo, su fama se opaca, pierde brillo, se vuelve nada. Todo tiene su brillo. Siempre pienso en las audiencias monumentales, sé que no sólo en el escenario hay gente importante. En la fotografía aparecemos: el Arenillero, Toño Zamudio, Marco Antonio Castro Morales, Ramón Gordillo y el gran Chusito (Jesús Castro Vázquez). ¡Tzatz Comitán!

miércoles, 2 de julio de 2025

CARTA A MARIANA, CON UN BOLÍGRAFO

Querida Mariana: en mis tiempos niños el bolígrafo se llamaba pluma. Todo mundo andaba con una pluma en la bolsa o en la mochila, el mundo era alado, lleno de plumas. Y digo lo anterior, porque el otro día estuve en un salón donde había un grupo de treinta personas y alguien necesitó un bolígrafo y hacé de cuenta que todos se pusieron a buscar El Santo Grial. Nadie llevaba una pluma, todo mundo estaba desplumado. Esto parecería algo intrascendente, pero veo que refleja muy bien el paso del tiempo, el salto que dimos hacia los tiempos tecnológicos. El otro día te comenté que un catedrático de la Benemérita UNACH me dijo que le preocupa ver que todos sus alumnos ya no escriben, cuando él termina de llenar el pizarrón, los chicos y chicas abandonan sus asientos, se acercan al pizarrón y toman una fotografía con su celular. Ahí estudiarán la lección. Qué hueva escribir. Ya no hay necesidad, ahora basta tomar una “pic” (abreviatura de picture). Y bueno, vivimos en el siglo de la imagen. Antes, digo, todo mundo llevaba una pluma o lapicero, era un objeto indispensable para anotar el mandado (ahora basta poner a funcionar la grabadora para tener la relación completa del pedido), para firmar cheques (Dios mío, ahora medio mundo hace transacciones a través de la banca digital), para tomar la lección (ya dije que ahora todos toman “pics”). Antes, la gente escribía cartas. ¿Ahora? Pocas personas llevan una pluma en su bolsa, sólo quienes seguimos haciendo anotaciones (en la papelería compro unas tarjetas pequeñas para registrar algunos datos) o quienes seguimos dibujando bocetos (hay verdaderos artistas que dibujan obras con un sencillo bolígrafo). Fuera de esta mínima colmena, hay un gran porcentaje de personas que ya no usan bolígrafos, el mundo está desplumado. Todo mundo toma “pics”, poca gente usa Bic. Mi amigo catedrático de la UNACH dice que llegará el día que el ser humano olvidará el proceso de escritura, porque para comunicarse o tomar notas lo hará con los chunches tecnológicos. Mario Vargas Llosa (igual que muchos famosos escritores) llevó sus documentos a las bodegas de la Universidad de Princeton, ahí están resguardados sus papeles, dijo que cuando participó como candidato a la presidencia del Perú vivía en una casa de madera, pensó que alguien podría quemarla, sus documentos se perderían para siempre. Supo que se perdería algo valioso para el mundo. ¿Papeles? Sí, textos escritos en máquina mecánica y, sobre todo, manuscritos. Hoy, ¿qué documentos se guardan si todo está en los discos duros de las computadoras? Tal vez hoy, más que nunca, se revaloran los manuscritos de las personas relevantes, porque ya poca gente escribe a mano, poca gente hace uso de una pluma. Ahora, todo mundo está sin plumas, el vuelo se hace en forma digital. Posdata: a mí me llamó la atención. ¡Nadie tenía una pluma, un simple bolígrafo! ¿Para qué queremos un lapicero si todo puede hacerse en un chunche tecnológico? Nunca imaginé que extrañaría los bolígrafos amarrados en las oficinas públicas. La empresa ofrecía un bolígrafo para hacer anotaciones de algún trámite, pero para evitar que la gente se lo llevara lo amarraba con un mecate. Siempre que veía esos bolígrafos pensaba que como eran plumas las amarraban para evitar el vuelo. Se me hacía un contrasentido, porque las plumas sirven para volar, así las habíamos empleado en la escuela, la pluma nos permitía volar al lado de la imaginación, hacíamos apuntes y los más duchos en el dibujo trazaban líneas que terminaban en caricaturas de los maestros. ¿Llegará un día que la humanidad olvide escribir? Pues el primer paso ya está dado, ya nadie lleva bolígrafos en las bolsas. ¡Tzatz Comitán!