sábado, 13 de diciembre de 2008

Río de tiempo


Existen miles de santuarios construidos con ladrillos, madera, cemento, láminas de asbesto o de zinc, agua y arena. Ayer acompañé a mi mamá a "un tempranero". La cita era para las siete de la mañana.
Sucede que el maestro Alfonzo tiene lo que él llama "ranchito", un terreno a diez minutos del centro de Comitán, donde construyó una capilla dedicada a la virgen de Guadalupe. En el trayecto conté cuatro capillas con mariachis, marimba, festones, cohetes y decenas de personas festejando a la morenita. En toda la república son miles de capillas. A las siete en punto llegamos al ranchito. Florecita, hermana del dueño de la capilla, estaba en un galerón calentando los tamales y el chocolate para el desayuno. En el extremo contrario, lugar donde construyeron la capilla, ya estaban sentadas varias personas debajo de una carpa de plástico. Diez minutos después llegaron las rezadoras, repartieron copias fotostáticas con las letras de las canciones que cantaríamos intercaladas en el rezo. En medio de un frío que hería como alfileres las rezadoras dijeron En el nombre del padre, del hijo, y nos echamos el rezo mañanero.
La música de una canción de Juan Gabriel, esa de Amor Eterno, sirve para acompañar una canción escrita especialmente para la virgen (pensé entonces que es posible usar cualquier música para cualquier letra, desde la cucaracha hasta el himno nacional).
A las rezadoras el tiempo se les va como agua, como arena entre los dedos. A las siete con cuarenta ya habían terminado y los anfitriones nos invitaban a pasar a "tomar unos tamalitos".
¿Qué sucede con esa arena que se diluye entre los dedos?