domingo, 20 de junio de 2010

EL DEL ESTANQUILLO


La escritora Carmen Boullosa me habló, un día, de la memoria privilegiada de Carlos Monsiváis. Todo mundo reconoce que Monsiváis poseía una memoria fotográfica. Esto le permitió reunir un bagaje cultural impresionante. A lo largo de su vida "coleccionó" miles de datos en su mente (recordemos que la gran pasión de Carlos fue el coleccionismo). Un compa que era su detractor (famoso intelectual tambièn) decía que Calos estaba enterado de todo porque, como si fuera comiteco, desde muy tempranito hablaba por telèfono con sus contactos y éstos lo mantenían al día de todo el acontecer nacional (era una especie de secretario de gobernación recibiendo informaciòn del CISEN). Si no pongo el nombre del compa detractor es porque, al contrario de Monsi, yo no poseo ese don. A mí se me resbala todo (bueno, esta es mi fortaleza).
De ahí pues Monsi logró escribir una obra monumental (si bien no en libros, sí en revistas y periódicos). Como que a Monsi no le atrajo la idea de la gloria por escribir la gran obra, sino más bien se dedicó a mostrar cada ladrillo que hoy, lo sabemos y medio mundo lo reconoce, constituye una obra monumental.
Uno de los grandes méritos de Monsi fue poner en primer plano lo cotidiano, lo que se llama cultura popular. Mientras todo el mundo intelectual le hacía el feo a las revistas de monitos, por ejemplo, él dedicó ensayos importantes que demostraban la riqueza de ese mundo. Nos dijo que el mundo de los muñequitos de plástico de luchadores ¡era importante!
Monsi fue un cronista crítico e irónico y estas dos capacidades lo convirtieron en un mito.
Cuando se olvidaba de lo esencial y se colocaba en el plano de "memoria sorprendente" Monsi se volvía aburrido. El mejor Monsi es el Monsi que también era irónico consigo mismo.
Su columna periodística: "Para documentar nuestro optimismo" nos enseñó una definición precisa de la palabra optimismo. En nuestra sociedad, frecuentemente, a un optimista le damos la connotación de "inocente". Él nos dijo que el optimismo es la capacidad de ironizar, a pesar de todo. De ironizar sin conceder un ápice de tolerancia a las estupideces de los gobernantes.
En fin.
Siempre se habló del aparente don de ubicuidad que poseía, pues en una fecha tenía tres o cuatro presentaciones y, sucedió en ocasiones, a veces coincidió en presentarse en diferentes lugares a la misma hora. ¿Por qué se daba esa ocurrencia? Porque era un hombre muy solicitado, su presencia jalaba interés. Hoy, no faltará que en algún programa todavía lo anuncien como ponente de alguna conferencia y alguna revista ponga su nombre en el Consejo de Redacción. Pucha.