miércoles, 13 de junio de 2012

PORQUE A VECES LES BAJA LA MAREA





A veces divido el mundo en dos. Ayer lo dividí en: mujeres que son como la luna llena, y mujeres que son como palmeras sin cocos.
La mujer luna llena es una mano que toca los labios del mar. El amado experto la encuentra en la taza de la mañana, pero es en la noche que ella brilla como si fuese una rueda de caballitos a mitad del desierto. Su habitación favorita es la biblioteca de la casa porque en cada libro encuentra el hilo que se pierde en la aguja. Siempre se pregunta ¿qué otro objeto puede pasar por el hueco de una aguja? Ya se sabe que, a veces, un camello trota por el ojo de una aguja, pero ¿es posible que pase la mano que mendiga, el labio que balbucea la palabra? ¿Es posible que en el ojo de la aguja pase el ojo de pescado del pie o que la niña del propio ojo brinque la cuerda en el hueco? ¿Es posible que pase el pie que camina con rumbo desconocido, el pie que titubea ante la siguiente estación?
Va al mercado sólo para subirse en los “diablitos” donde hombres, llenos de sudor que apesta a cloaca, cargan mercancías. Le gusta sentirse pariente de las cajas repletas de duraznos o de jitomates, sólo para recordar que los enamorados la quieren bajar todos los días, sin saber que la luna en la tierra se asfixia, se muere como se muere la barda en el color de la bugambilia.
Le gusta sentirse arco sobre puente, le gusta sentirse barca, sentirse callejón angosto. Le gusta caminar en lugares donde las puertas invitan a sentarse en el dintel para mirar a la gente que camina sin más destino que una bandera sobre el balcón.
En la madrugada, a la hora en que el sol es como un agudo de trompeta, sale a correr por las avenidas donde los gatos ahuyentan el silencio; a mediodía, hora en que todo es como un coliseo, escucha un solo de violonchelo, porque el cansancio es como un sofá con paso de caballo viejo.
Es vanidosa desde sus orígenes. Se sabe que su abuela, por caer en la tentación, fue condenada a bajar del cielo y ejercer el oficio de espejo en el ropero de cedro. ¡No hay castigo más impuro que ser espejo, porque se corre el riesgo de terminar con el rostro quebrado!
Sus sueños son los mismos sueños del agua que se deshace en la fuente o que se fatiga en el mar o debajo de un aguacero; sus sueños son los mismos de la pared cuyos colores de deshacen en los muslos de la humedad; sus deseos son los deseos del andén del metro a las cuatro de la mañana; sus deseos son los deseos de la luz que se inclina sobre el muslo de la adolescente que acaricia el labio de su amado; sus rosas son las que sostienen los tallos de la tarde; sus ojeras son las mismas que aparecen en la fatiga de los que caminan por el agua; sus labios son los del tronco que se enreda en el viento; sus caricias son las manos del cielo y del reflejo.
Se coloca una venda en los ojos para sentir que el cielo de la pasión también huele a oscuridad y tiene el aroma de la sábana del motel.
Le gusta que le besen la espalda y, poco a poco, le quiten el sostén para que sus pechos sean como la Vía Láctea que, dentro de cuatro mil años, chocará contra Andrómeda.
Le molesta, hasta el hartazgo, que los poetas mediocres la tomen como inspiración o que los amantes cursis la engarcen en un llavero para el corazón; le harta que la confundan con una rebanada de queso o que le pinten conejos en su vientre. Ella es una ventana al túnel, es la mano que se esconde en la entrepierna de la muchacha enamorada, es la línea que divide el horizonte, es el número escondido detrás de la puerta, es el riel del pétalo que no encuentra su tallo. La mujer luna llena es la distancia mínima del vestido que cae al suelo, es la conversación a medianoche, la mirada que descubre el sosiego en la piel de una muchacha.
Ya Sabines dijo que se puede tomar a cucharadas, pero los locos saben que también se puede beber como si fuese un mojito, como si fuese un tazón de leche caliente, como si una flor abriéndose en su pétalo.
A veces divido el mundo en dos. Mañana lo dividiré en: mujeres que son como una azotea sin viento y mujeres que se azotan contra el viento.