lunes, 11 de abril de 2016

UNA PAUSA





Debo aclarar que la fotografía fue tomada en Comitán; que Comitán está en Chiapas; y que Chiapas está en México.
Hecha la aclaración, los lectores podrán entender por qué Alfonso, cuando la vio y yo manifesté mi entusiasmo, dijo que les habían quitado espacio a los peatones y que iba a ser motivo para que los teporochos se sienten ahí o para que, cuando pase una muchacha bonita, un tipo semejante al Molinari, la quede mirando con mirada lúbrica.
Todo lo que dijo cabe dentro de la posibilidad. Vivimos en una sociedad que así se comporta. Pero, también, le dije a Alfonso, cabe la posibilidad de que este espacio sirva para, poco a poco, ir dignificando nuestro entorno y, tal vez, ya no nosotros, los niños vivan en un Comitán más digno.
Le conté, entonces, que la vecina está empecinada en mejorar el entorno. Le dije a Alfonso que el macetón (de barro, gordo como enorme la esperanza) era parte de su proyecto de dignificación. La vecina (del barrio de Guadalupe) llega a las casas de los vecinos, toca la puerta y, cuando alguien abre, da los buenos días o las buenas tardes, y dice que lleva esa maceta (ella la carga) como un obsequio. ¿Es posible que quede en la banqueta y que le echen un poco de agua a la plantita que lleva sembrada? Los vecinos aceptan el obsequio. Hasta el momento, la mayoría de macetas (ya más de diez, muchas más) tienen flores que crecen en medio de algún olote que algún estúpido pasó a “sembrar” en la maceta (sí, Alfonso tiene razón, vivimos en México).
Me da pena haber hecho la aclaración inicial, pero no puedo sustraerme de la realidad. El otro día, mencioné que algo estaba mal hecho, o cuando menos no estaba a la altura de lo digno, y el compa, funcionario de Coneculta en algún momento, me dijo: “Es que lo hicimos a la chiapaneca”, como si hacerlo a la chiapaneca fuese sinónimo de hecho al ¡ahí se va! ¡Qué pena! Algún día, espero, hacer las cosas a la chiapaneca será sinónimo de bien hecho y, ¿por qué no?, algún día podrá ser sinónimo de excelencia, porque hay muchísimos chiapanecos que hacen las cosas con gran dignidad. Cuando menos, la vecina de Guadalupe cree en eso. Está empecinada en dar a los vecinos y a toda la ciudadanía en general, incluso a los visitantes, un entorno más digno.
Imagino el rostro de la persona, con cierta sensibilidad, al caminar por esas calles donde, en las banquetas hay macetones con flores, macetones hechos de barro. Esto es “nacer” dos pájaros de un tiro, porque mejora el entorno e impulsa la identidad. Nos está diciendo, a la hora que caminamos, que ahí está sintetizado parte de nuestro espíritu: en el barro y en las flores. ¿Qué no se llamó Comitán de Las Flores a este Comitán de Dios?
Contra todos los pronósticos, la vecina sigue empecinada en su proyecto. Cree en él, cree en la buena fe de los ciudadanos.
Yo pido a los lectores un ejercicio de imaginación: eliminen el trasto con agua que está pensado para los perros callejeros que tienen sed; eliminen el plato con croquetas que está pensado, de igual forma, para los callejeros que tienen hambre; eliminen el macetón de barro (cachetón, cuch bonito) que tiene sembrado ese hato de flores; eliminen, por favor, esa banca. ¿Ya lo hicieron? Alfonso quedará contento, porque el peatón podrá caminar sin interrupciones.
Yo imagino a un peatón que se detiene tantito y deja a un lado la preocupación y se sienta; lo imagino satisfecho en esa pausa y veo que cuando otro peatón se acerca, con paso veloz, el peatón que hizo la pausa se levanta para que el otro pase, en un ejercicio de pleno civismo. El peatón que descansaba dice: Buenos días, y el otro, el peatón apresurado, responde al saludo. En este intrascendente acto está la gran enseñanza del urbanismo. Las grandes ciudades no se permiten estos “lujos”, que para nosotros están acomodados en el acto cotidiano.
No sé ustedes, pero yo agradezco que la vecina piense en los otros, piense en Comitán. Hace lo que los urbanistas no han hecho, lo que no ha hecho la autoridad: pensar en el prójimo, entregarle una ciudad más habitable, más afectuosa, más acorde con el cielo que nos acompaña todos los días, a todas horas.
Ella, la vecina más bella del mundo, nos está mostrando que hacer las cosas a la comiteca es hacerlas pensando en la calidad de vida; no sólo de los humanos sino también de los perros. Ella está haciendo que nuestro Comitán no se convierta en una perra ciudad.
A Alfonso le dije que yo también creo que es posible cambiar paradigmas. Él dijo que sí, pero que está cabrón hacerlo, porque nuestra historia demuestra que somos un pueblo sin remedio. ¿De veras? Alguien tiene que comenzar a hacerlo. La vecina más bella del universo está haciéndolo. ¿Quién se lo agradece? Nadie y qué bueno, porque ella nada espera. Sólo hace lo que los buenos ciudadanos hacían antes, esos ciudadanos, por ejemplo, que barrían la parte de calle que les correspondía. Pareciera que ese es el mensaje: que cada quien haga lo que le corresponde, un poco como pregonaba Belisario Domínguez que demandaba a los senadores a cumplir con su deber para que la patria se salvara, pero, qué pena, los políticos nos quedan a deber ¡su deber!
Que estas palabras sean un reconocimiento a lo que hace la buena vecina, que sea como un homenaje a todos los ciudadanos que construyen ciudadanía.