lunes, 28 de agosto de 2017

CARTA A MARIANA, DONDE EL BRANDI ESTÁ RELACIONADO CON UN CRONOPIO




Querida Mariana: la siguiente cita la tomé de una entrevista que le hicieron al escritor Julio Cortázar, el enorme cronopio. Ahí dijo: “Mi nacimiento fue un nacimiento sumamente bélico, lo cual dio como resultado a uno de los hombres más pacifistas que hay en este planeta.”
Todo mundo sabe que Julito nació en Bruselas, Bélgica, el 26 de agosto de 1914, en medio del fragor de la primera guerra mundial, por eso dice que su nacimiento fue sumamente bélico.
Este 26 de agosto de 2017 el mundo conmemoró el cumpleaños 103 de Julio. Cuando hice las cuentas caí en la “cuenta” que la cifra coincidía con un brandi que en los años setenta fue muy famoso: Bobadilla 103. Siempre, hasta la fecha, me pregunté por qué el 103 de Bobadilla. ¿Qué significa dicho número?
Ahora, a esa duda se agrega lo de “hombre más pacifista del planeta” que Julio pregonaba.
A finales de los setenta, mi palomilla y yo estudiábamos en la Ciudad de México. Los viernes por la noche pedíamos un servicio de taxi que compraba las bebidas y las botanas. No era infrecuente que la bebida fuera la famosa Bobadilla 103, etiqueta negra, porque era un brandi de moda. Jorge jugaba con la marca y, al otro día, a la hora que tomábamos un vuelve a la vida, para paliar la cruda, decía: “Nos pusimos una bodacheda con bodadilla ciento mil”.
El sábado pasado, Julito cumplió ciento tres y yo recordé el brandi y la vida universitaria, donde el traguito nos ayudaba a atenuar la nostalgia por el pueblo y por lo que habíamos dejado.
Julio, a pesar de ser uno de los hombres más pacifistas del mundo, en un momento de su vida (en los setenta) apoyó la revolución Sandinista. ¿Cómo un hombre pacifista apoya un movimiento revolucionario que, por esencia, tiene a la violencia como la única salida?
Mientras nosotros (Jorge, Quique, Miguel, Roge, César, Rodolfo y yo) brindábamos mientras veíamos un partido de fútbol en una televisión en blanco y negro que se calentaba y tenía un sonido deficiente, Julito andaba comprometido con los nicaragüenses y viajaba a aquel país para demostrar su solidaridad con la revolución que tiró al dictador Somoza.
No sé si en algún instante descubriré por qué Bobadilla es 103. Y ahora, en la conmemoración del cumpleaños 103 de Julio no sé si algún día descubriré el misterio que habita en un hombre pacifista que se solidariza con un movimiento revolucionario. Entiendo que Cortázar no participó en el movimiento bélico, sé que se comprometió con los pueblos que lucharon por derrocar dictaduras en aras de buscar mejores niveles de desarrollo. Pero (y es donde asoma mi duda), no debe ser fácil para un hombre pacifista reconocer que para llegar a ese estadio fue necesario que los hermanos se mataran, que corriera sangre recurriendo al método violento de la guerra.
Los ciento tres de Julio me hicieron recordar los 103 de Bobadilla. Martha me dijo una tarde que tal vez el 103 de Bobadilla se refería a los años de añejamiento; es decir, lo que bebíamos en la Ciudad de México, mientras cantábamos canciones de Roberto Carlos, era una bebida que se había añejado en barricas de roble durante más de cien años. ¿Cien años? Sí, decía Martha y repetía lo que repiten a cada rato los enólogos rabo verdes: “Los hombres, como los vinos, mientras más viejos ¡mejor!”.
En la conmemoración de los ciento tres de Julio pensé que su creación literaria tuvo un declive. Los críticos literarios han señalado que, por ejemplo, el “Libro de Manuel”, donde lo literario es superado por la reseña política y social, no tiene la grandeza estética de “Rayuela” o de muchos de sus geniales cuentos fantásticos.
Julito fue un hombre sencillo, bien intencionado, casi ingenuo, que puso su prestigio mundial a favor de las causas sociales de países inmersos en dictaduras bestiales como Chile, Argentina, Cuba y Nicaragua. Entendió que su compromiso de hombre iba más allá de la mera creación de mundos fantásticos; quiso decirnos a sus lectores que más allá de la simple fantasía existe un mundo donde existe la miseria humana. Pero, con ello, su legado artístico fue menor, porque la vida es menos atractiva que la ficción.
Ya no bebo brandi. Ahora sólo bebo agua, té; ahora sólo bebo los cielos azules de mi Comitán; ahora sólo brindo con libros. Si continuara bebiendo habría invitado a los compas de la palomilla para que celebráramos los ciento tres de Julito con Bobadilla 103, porque la bebida es el feliz pretexto para brindar por la vida, para brindar por los que más allá del siglo siguen viviendo con gran arrechura.

Posdata: Mientras nosotros nos enlodábamos en los bosques del Ajusco, cuando íbamos a desayunar con las amigas en un picnic, Julio Cortázar se enlodaba en los campos de Nicaragua, ahí en donde los combatientes, en surcos con olor a pólvora, sembraban la esperanza. Julito echaba tierra pacifista sobre las tumbas selladas con balas.