sábado, 3 de octubre de 2020

CARTA A MARIANA, CON CUENTOS Y LIBROS

Querida Mariana: Hace dos o tres días tuve una grata sorpresa. El maestro Ramón Martínez Mancilla, quien es el mero mero de la Oficina de Fomento a la Lectura, en Coneculta-Chiapas, me etiquetó en este recuerdo del Facebook. La fotografía fue tomada en el parque central de nuestro pueblo. Ahí ando leyendo el cuentito “La fórmula del Doctor Funes”, del gran escritor Pancho Hinojosa. No vayás a pensar que Coneculta me invitó. ¡No! Fui de metido. Tengo el privilegio de ser amigo del maestro Mancilla (es otro de esos nombres, digo yo, en donde el apellido materno jala más que el paterno. Es una bobera lo que digo, pero entiendo que hay más personas que lo conocen por su apellido materno que por el paterno. Puedo estar equivocado, pero yo siempre lo he tratado como maestro Mancilla). En fin, abusando de su amistad me presenté durante la mañana en el stand donde estaban expuestos los libros de Coneculta y le pregunté si me daba permiso de compartir un cuentito con los niños que por ahí pasaran en la tarde. El maestro, siempre generoso, dijo que sí. Todo fue de improviso, pero no improvisado. Porque la lectura del cuento lo tenía preparado desde mucho tiempo atrás e iba a leerlo a diversas escuelas de la ciudad. El día de la foto, temprano llevé los dibujos, el soporte, la bocina y el micrófono. Los dejé recomendados para usarlos después. En la tarde, después de acomodar todos los chunches, bajé a la fuente del parque, donde estaba colocado el escenario principal del Festival Rosario Castellanos y con amigos de Coneculta pedí prestadas unas sillas. Ellos muy amables me dijeron que sí, que no había problema. Me comprometí a regresarlas en cuanto terminara la lectura del cuentito. Y subí las gradas con las sillas, de dos en dos (ya estoy viejo, procuro cuidarme). Las subí con calma, las dispuse tal como se ve en la fotografía, en media luna, y cuando todo estuvo dispuesto, comencé con mi labor de merolico. Dos o tres niños se acercaron y los invité a sentarse: “En un momento contaremos un cuento.” Los niños se sentaron y, comportamiento normal, cuando otros niños con mamás vieron que iba a haber guateque se acercaron y cuando vine a ver ya había una audiencia de más de diez o quince chiquitíos. ¿Ya miraste la niña de playera roja, peinada con cachitos? ¡Ah!, me encanta su posición, tiene recargada su cabeza en el respaldo y escucha con atención lo que voy leyendo. ¿Ya viste el dibujo que está sobre la mesa, con un marco negro? Una vez, mi amigo Hugo Montaño, narrador y excelente cuenta cuentos, vino al pueblo y contó cuentitos auxiliado con un chunche que se llama kabishibai. En ese chunche, Hugo tenía colocadas una serie de ilustraciones que apoyaban la lectura del cuento que contaba. Me pareció genial, así que mandé a hacer un kabishibai comiteco, que le llamé “kabishiadiós”, porque “bai”, es adiós en inglés, o cuando menos así suena el bye. Lo hice más grande, para que las ilustraciones fueran visibles e hice varios dibujos que fueron réplica de los que aparecen en el libro genial de Hinojosa. Vos sabés que en Comitán existe la Fundación Alexandra Del Castillo Castellanos, cuyo lema es “Tu palabra permanece para siempre”, y que honra la memoria de Ale y tiene como objetivo el fomento de la lectura en públicos infantiles. El Kabishiadiós lo uso para contar cuentos en las escuelas, en los parques y en las plazas, para decirles a los niños que el mundo de los libros es algo genial y divertido. Voy (bueno, iba, antes de la pandemia) a contar cuentos y obsequiar un librito con un cuento, cortesía de la Fundación. Ah, los niños lo disfrutaban. Por la contingencia sanitaria abandoné esa actividad presencial, pero, como el mundo no puede ni debe detenerse, en la revista ARENILLA-Digital compartimos un cuentito cada bimestre, para que los papás lean con sus hijos, para que los hijos lean con sus papás. Sí, que no se extravíe lo sembrado en tantos años de celebración de las ferias de libros, promovidas por la Dirección de la Red de Bibliotecas Públicas del Consejo Estatal para las Culturas y las Artes de Chiapas. Puedo decir que yo participé en la XXI Feria del Libro Infantil y Juvenil 2016, celebrada en mi pueblo, nuestro pueblo. Participé una tarde con la lectura de un cuentito. Si alguien me pide evidencias puedo, gracias a la generosidad del maestro Mancilla, enseñar esta fotografía. ¿Qué mayor constancia que esta imagen de un instante sorprendente? Este año no hubo la celebración del libro. No es conveniente. Nos la perderemos, porque ya era un acto tradicional, donde muchos lectores y no, nos topeteábamos con libros a nuestro paso. La mejor estrategia para la lectura es colocar libros al paso de las personas. Nunca falta el que se acerca y curiosea. Hay personas que nunca han tenido el acercamiento al libro. Cuando tienen el primer contacto puede prender algo como una ligera llama en su espíritu. ¡Ya fueron tocados! A partir de ahí pueden seguir ignorando al libro o, al contrario, volverse lectores. No podemos decir cuántos comitecos se volvieron lectores por la presencia de estas ferias de libros en el parque central. Estas ferias han sido modestas, nada qué ver con la FIL que se realiza cada año en Guadalajara, por ejemplo. A nuestras ferias siempre les ha faltado el mojol de lujo con participación de grandes autores. En 2019 participé en la Feria del Libro de la UNACH (mi universidad) y en cuanto terminó mi presentación fui a argüendear y encontré en el salón magno la participación de ¿quién creés? Sí, Pancho Hinojosa, el autor del cuento que compartí con los niños y mamás esa tarde de 2016 en mi pueblo. Las ferias de libros que se realizan en mi pueblo son más modestas. Es una pena que no acudan, como lo dije, autores importantes que compartan su genio con los lectores. Un buen autor que sea al mismo tiempo un buen lector siembra semillas. Porque, también hay que decirlo, cuando se presenta un compa que tataratea al leer o se clava en el libro y nunca ve a la audiencia ¡logra el efecto contrario! La gente piensa que el acto de leer es aburrido, porque el tipo de enfrente lo lee en forma aburrida. ¡No! A esos compas no los inviten, dejen que ellos lean en el baño de su casa. Pero cuando en el escenario está alguien como Hugo Montaño o como Raymundo Zenteno todo es como una siembra fértil. La tarde de 2016, leí un cuentito en la edición veintiuno de las ferias de libro. Se dice fácil, pero si hacés cálculos es ¡un titipuchal de años! Conocí al maestro Mancilla, precisamente en una de esas ferias. El maestro Mancilla es un convencido de lo que hace: el fomento de la lectura. Sabe que nuestro estado de Chiapas necesita sembrar luz en el espíritu de sus niños, y una de las mejores siembras, por supuesto, se logra a través de los libros. Con carencias y limitaciones, Comitán gozó de este espacio donde la gente se acercó y hojeó con libertad y adquirió libros a precios muy accesibles. Siempre que tengo oportunidad me doy vuelta en la feria del libro y adquiero algunos ejemplares que me interesan. Nunca he ido a la FIL de Guadalajara, me gustaría, pero luego, cuando pienso que Guadalajara está más allá de Chacaljocom lo pienso y cuando termino de pensarlo la feria ya concluyó. Digo que el siguiente año y así los años han pasado. No lo lamento. Siempre, a través de las redes sociales o periódicos digitales, estoy pendiente de lo que allá acontece. En ocasiones tengo la fortuna de asistir (en forma virtual, por supuesto) a conferencias que imparten grandes autores. Como buen lector estoy acostumbrado a vivir intensamente lo que acontece en las hojas de los libros o en medios digitales. Ahora me entero que la FIL de 2020 se realizará en forma virtual. ¡Es una noticia muy agradable! Lo que he hecho durante los años pasados lo seguiré haciendo y ahora cientos de miles de personas en todo el mundo harán lo mismo. ¡Qué bueno que no la cancelaron! Los comitecos nos quedamos sin feria de libro este año, pero tenemos la oportunidad de acercarnos a la fiesta del libro a través de los medios digitales y vivir la experiencia de estar en una Feria Internacional al lado de grandes autores del mundo. Pucha, ¡nadita! Cuando pude hacerlo en forma presencial fui de ofrecido y pedí que me dieran oportunidad de contar un cuento. El maestro Mancilla aceptó y no desaproveché la oportunidad. Varios niños se acercaron y disfrutaron el cuentito “La fórmula del Doctor Funes.” Al final hubo aplausos, miré caritas sonrientes. De acuerdo a lo convenido regresé las sillas que servirían para el concierto de la noche, debajo de la gigantesca carpa y agradecí a los compas de Coneculta. También le agradecí al maestro Mancilla la oportunidad que me concedió. Posdata: Seamos serios. Si me dijeras que debo elegir entre leer en el Palacio de Bellas Artes, de la Ciudad de México o en una carpa modesta en el parque central de mi pueblo, sabés qué respondería. ¿Ciudad de México? ¡Qué hueva! ¿Ciudad de Comitán? ¡Qué privilegio!