jueves, 3 de julio de 2025
CARTA A MARIANA, CON DESTELLOS QUE SE PIERDEN EN EL OLVIDO
Querida Mariana: soy un convencido de que en todo acto hay destellos que se extravían. Es lógico. Todo mundo está pendiente del escenario donde están los reflectores. ¿Has pensado alguna vez que en un concierto de Bublé, entre la audiencia, hay una escritora que tiene libros importantes y que la noche de concierto pasa de noche? Pero lo que me interesa decir que entre la audiencia hay personas que, sin ser famosas, son importantes para la evolución de la sociedad.
¿Por qué dije lo anterior? Porque el día 25 de mayo 2025 hubo actos para celebrar el Centenario del Nacimiento de Rosario Castellanos; hubo actos en todo México y en otras partes del mundo y, por supuesto, en su Comitán.
Muy temprano hubo una carrera pedestre que se llamó: “De Rosario a Rosario”, nombre maravilloso que, tal vez, sólo en nuestro pueblo se puede dar. Esto fue así, porque el inicio de la carrera fue en Yalchivol, en el atrio del templo de la Virgen del Rosario y tuvo como meta la escultura de Rosario que diseñó Luis Aguilar, sí, ¡de Rosario a Rosario! Quienes participaron recibieron, al final, una medalla conmemorativa. Por ahí, desde muy temprano, estuvieron Angélica Altuzar, la directora de CONECULTA, y Hermilo Aranda, director del Centro Cultural Rosario Castellanos.
Por ahí se extravió el nombre del organizador del acto: Toño Zamudio. Toño y el doctor José Ramón Domínguez fueron quienes nombraron a la carrera con el maravilloso nombre “De Rosario a Rosario”.
¿Qué sucedió con quienes corrieron, quienes, al final, fueron los protagonistas de este acto? Los nombres no se consignaron, por desgracia. Y digo que fueron los más importantes, porque sin su participación el acto simple y sencillamente no hubiese existido. Por ahí saludé a la mamá de la ingeniera Carolina Penagos, ella participó, con orgullo mostraba su medalla, medalla que puede mostrar con satisfacción porque, digamos, se la ganó. Digo esto, porque vi a más de dos que llevaban sus medallas en el pecho, sin haber corrido. También se vale, cómo no, pero que no vayan a salir con el cuento que echaron la carrerita.
Pero no quiero contar esto, lo que quiero decir es que al término del acto, donde hubo fotografías con los participantes, el busto de Rosario quedó solo. Y ante el vacío tomó importancia el entorno, en la banqueta donde estuvo la Zapatería Canadá brotó, como flor, el grupo musical que estuvo adornando la mañana. Su música se escuchó nítida, porque el rebumbio de los corredores ya no estaba. Hacé de cuenta que quitás una colmena y el árbol recupera el sonido de las hormigas, el piar de los polluelos y el aleteo de las mariposas. El sonido de la marimba se intensificó, llegó a los espíritus de los pocos que ahí seguíamos, que ya éramos dos o tres, no más. Entre ellos estaba Toño Zamudio (quien hoy es delegado de Protección Civil) y su hija. Ya no había nadie más. Bueno, me vi, ahí también estaba yo. El día del cumpleaños 100 de Rosario ahí estaba, en el pueblo de ella, pueblo mío, pueblo de todos los que aman la vida. Estaba la marimba, estaba el busto de Rosario y estábamos Toño y yo. Así que sin pensarlo dos veces nos acercamos al grupo y dijimos que los cinco, cinco, cantáramos las mañanitas para nuestra amada escritora.
Y digo que en muchos lugares hubo actos fastuosos para celebrar a Rosario, pero esa mañana, cinco alegres bohemios hicimos lo que no se hizo en ninguna otra parte, lejos de reflectores, muy por debajo de los grandes escenarios. En la banqueta donde estuvo la Zapatería Canadá, cinco alegres compadres, como si estuvieran debajo del balcón, le cantamos sus mañanitas a la Castellanos, lo hicimos con gran emoción, acomodando la garganta como si fuéramos primos hermanos de Plácido Domingo y de Andrea Bocelli. Ah, qué bonitos gorgoritos nos aventamos, de nuestra garganta volaba la letra como colibrí, fluía en el aire de Comitán. Los músicos le daban con todo a la marimba, al bajo y a la batería y el recién integrado dúo de vocalistas sonó como si el ritmo estuviera en la gruta bendita de la garganta.
Lo hicimos por la emoción del día; lo hicimos en nombre de todo Comitán. Digo que el acto no pasó a formar parte del libro de la historia, pero quienes participamos recibimos un guiño del aire.
Posdata: en cada acto hay gente que sobresale. El cantante se coloca en el centro del escenario, con la luz del reflector, pero si nadie se sienta abajo y ocupa una butaca para escucharlo, su fama se opaca, pierde brillo, se vuelve nada. Todo tiene su brillo. Siempre pienso en las audiencias monumentales, sé que no sólo en el escenario hay gente importante.
En la fotografía aparecemos: el Arenillero, Toño Zamudio, Marco Antonio Castro Morales, Ramón Gordillo y el gran Chusito (Jesús Castro Vázquez).
¡Tzatz Comitán!