viernes, 4 de julio de 2025
CARTA A MARIANA, CON LA PRESIÓN
Querida Mariana: la palabra presión la usamos todos los días, a todas horas. No recuerdo en qué momento la comencé a escuchar, pero ahora digo que una mañana, en el sitio de la casa de mi infancia (de la que te he hablado en varias ocasiones), estaba jugando carritos en carreteritas que hacía en la arena. El tío Armando me miraba jugar, él fumaba un puro cerca de un árbol de limón. Mi papá llegó con un vaso en la mano, se lo ofreció y dijo: “acá está el mejor remedio para tu presión”. El tío apagó el puro en una piedra, lo guardó en la bolsa de su chamarra y dijo: ¡salud!, y bebió.
Mi papá había usado la palabra presión. ¿Qué era la presión y qué la bebida que le había dado al tío?
Cuando mi mamá me llamó para la comida, guardé los carritos y, como siempre lo hacía, borré las carreteritas con la mano. ¿Por qué hacía esto? No lo sé. Tal vez me gustaba ser constructor y darle nuevas rutas a las carreteritas. Sí, además estaba el riesgo de la lluvia, que siempre desmadra los caminos que construyen los niños.
Me senté al lado del tío (que apestaba ya a puro y a trago, qué combinación). La plática comenzó y yo me puse a vigilar a mi tío. Pensé que él era un hombre que tenía presión y que debía tomar lo que mi papá le dio. Esa bebida era un remedio para la presión.
Cuando terminamos de comer, el tío se despidió, tomó su sombrero, se lo puso y colgó en su brazo el paraguas. Era sábado. El tío siempre llegaba ese día, desayunaba y comía en casa, al término de la comida se despedía.
Mi papá acompañó al tío a la puerta, lo despidió desde el zaguán. Mi papá volvió y se sirvió un poco más de la bebida que le había dado al tío, le agregó agua y guardó la botella en la vitrina. Yo sabía que esa botella era trago, el trago estaba prohibido para los niños, así que los niños no tienen presión.
En la noche, cuando llegó mi mamá al cuarto donde dormíamos, para leerme un cuentito, para rezar las oraciones, aproveché a preguntarle acerca de la presión. Ella sonrió. Dijo que el tío había comentado que su doctor recomendó tomar todos los fines de semana una copa de güisqui, no más, para regular la presión arterial. ¿Presión arterial? ¿Qué era eso? Mi mamá dijo que no sabía, pero que el tío padecía presión alta, la presión debía estar en cierto nivel, ni muy arriba ni muy abajo. Por eso, mi papá le servía un trago cada sábado, antes de la comida, sólo uno. Como mi papá no padecía de presión, él se servía un poco más de trago. Le gustaba echarse sus tragos. A mí no me gustaba que él tomara, porque luego se convertía en otra persona, dejaba de ser el buena gente, el hombre maravilloso, se volvía otro. Por eso, comencé a pedir (¡qué tonto!) que mi papá tuviera presión alta, para que ya no volviera a tomar más de un trago, los fines de semana, igual que el tío. ¿Y el puro? ¿También era parte de las recomendaciones del doctor? Mi papá no fumaba puro, pero sí fumaba cigarros (Alas azules), que eran igual de apestosos.
Así que la primera vez que oí la palabra presión fue esa mañana en el sitio de la casa. Ya luego comencé a oírlo con más frecuencia, conforme crecí. Como si esta palabra definiera la edad, la fui escuchando más y más. Ya te conté que en la casa de infancia había un gran fogón en la cocina y el frijol lo cocían en ollas de barro. Ya en mi adolescencia el fogón cedió su lugar a una estufa y la olla de barro fue sustituida por una olla de presión. ¿Estaba enferma? ¿Debían echarle trago para que no se muriera?
En la prepa escuché que un compañero dijo que en su trabajo (tocaba la batería en un grupo musical) estaba sometido a mucha presión; asimismo, otro compa dijo que su relación de pareja no era ideal, que la novia lo presionaba mucho. Sí, pensé, la palabra presión no es buena compañera, es una palabra como piedra, la gente la sobrelleva con pesar.
Ahora, los expertos la unen a otra palabra atroz: estrés. Dicen que la presión genera estrés, por eso recomiendan armonía, meditación, sosiego. Estas palabras, así parece, son el antídoto contra la presión. No tanto el trago que mi papá le daba al tío.
Posdata: y ya en mi vejez he escuchado que a la presión alta le llaman “el asesino silencioso”, porque no presenta síntomas evidentes; es algo que camina en puntillas sobre nuestro cuerpo, si no ponemos atención puede ocasionar serios problemas físicos.
Si, querida mía, desde la primera vez que la escuché supe que la palabra presión no era algo bonito.
¡Tzatz Comitán!