lunes, 13 de octubre de 2025
CARTA A MARIANA, CON UN PRESENTE LLENO DE FUTURO
Querida Mariana: a veces pienso en el pasado, pero no en el pasado mío, sino en el pasado de la humanidad. ¡Pucha! Me siento en una banca del parque central y mientras veo a niños y niñas que corren detrás de las palomas (que las espantan) y parejas que se toman de las manos y se juran amor eterno (no saben todavía que el amor es tan volátil como paloma y el destino es un cazador incansable) y pienso en cómo fue el mundo en su principio. Dicen los que saben que la presencia humana en el mundo está a la vuelta de la esquina, que los seres humanos aparecimos hace poco en relación con la edad de la Tierra. Y pienso en la zona del Anáhuac, en tiempos antes de la llegada de los conquistadores españoles; y pienso en cómo sería la vida en la zona cercana al Junchavín, acá en nuestras tierras; y pienso en la vida de Comitán antes que llegara mi mamá y mi papá; es decir, antes de mi nacimiento (nací en 1957). Gracias a Armando Alfonzo Alfonzo (que Arenilla le dedicará un homenaje el próximo año, donde celebraremos el centenario de su nacimiento) tengo una imagen del Comitán de 1940, en el archivo del pueblo tenemos algunas imágenes fotográficas de los años 30, pero si me remonto más atrás no tengo manera de registrar cómo era el pueblo, sólo me permito un ejercicio de imaginación.
A veces me siento en una banca donde está el busto de Pantaleón Domínguez y recuerdo que así se llamó la cancha de básquetbol donde vi emocionantes encuentros y donde jugué cuando estudiaba en la prepa; desde esa banca veo el magno busto de Rosario Castellanos y los bustos pequeños de Jorge de La Vega Domínguez y de Roberto Albores Guillén y digo que ese pasado me es más cercano. El busto de Don Pantaleón representa un pasado más pasado. A Rosario la tengo más cercana en mi memoria, cuando ella murió (1974) yo estudiaba en la Ciudad de México, en la UAM Iztapalapa. A Don Roberto lo veo de vez en vez saliendo de su casa en la bajada de San José y a mi amigo Don Jorge lo saludo de vez en vez a través de llamadas telefónicas, pero recuerdo que ellos fueron gobernadores de Chiapas en el pasado, porque ahora el gobernador es el paisano Eduardo Ramírez. Pienso entonces que en mi presente (sentado en la banca del parque) estoy rodeado de pasado, porque recuerdo que ahí, precisamente ahí, estuvo la manzana derruida, la que fue un elemento esencial de mi niñez y de mi juventud (y niñez y juventud de todos los de mi generación y de gente mayor) y entonces se me aparecen personajes que llenaron mi día a día y ahora ya no están vivos: Don Rami Ruiz, de la Proveedora Cultural; Tío Tavo, de la cantina donde preparaba las emboladoras macharnudas y los panes compuestos con lonjas de chicharrón de hebra (riquísimos, únicos, exquisitos, inolvidables); Don Ramiro Rojas, de Nevelandia; Don Arturo Rivera Alfaro, de la tabaquería y dulcería ARA; Don Enrique Robles, magistrado, papá de mi compa Quique; y muchos más. Ellos ya no están, la manzana tampoco.
Pienso en el pasado y pienso cómo fue Comitán en 1900 y tengo el referente cada vez que voy al mercado primero de mayo y veo el letrero que atestigua que fue construido en ese año y encuentro contra esquina la tienda que fue de Don Óscar L. Pinto; pero, ¿cómo fue Comitán un siglo antes? ¿Alguien puede imaginar cómo fue el pueblo en 1800? Ah, qué difícil, y 1800 está a la vuelta de la esquina. En 1950 la población en Chiapas era de 900 mil habitantes. Parece que Comitán tenía una población aproximada de 20 mil habitantes. En 1957, por la gloria de Dios, las criaturas que nacimos en ese año incrementamos la cifra que era muy pishcul, ahora ya somos más de ciento veinte mil; es decir, en sesenta años se ha incrementado la población de Comitán en un quinientos por ciento. Ya algún maestro de matemáticas dirá si es correcto esto que digo. Si lo tomo como real el dato es impresionante. Comitán ha crecido mucho, digo, en población, porque en desarrollo efectivo hemos ido como en retroceso. No sé el porqué.
Posdata: ¿Cuántas personas habitaban en nuestro pueblo en 1800? Cuando pienso en esto caigo en la cuenta que al estar sentado frente al busto de Don Pantaleón estoy, en 2025, frente a la imagen de un hombre que vivió en mil ochocientos y tantos. Es el momento en que la avalancha del tiempo se me viene encima. Pienso que en algún momento del futuro, un compa comiteco pensará lo mismo que yo, pero este compa vivirá ya en el año 2100 y la distancia será la misma, pero el tiempo habrá crecido y para ese tiempo, los bustos de De La Vega y de Albores también habrán pasado por el túnel de más de ochenta años. Me da pena escribirlo, pero en ese año Don Jorge ya no vivirá, tampoco Don Roberto, pero que no se sientan mal, porque yo, menor que ellos, tampoco estaré, así que ya en ese momento estaremos en un tiempo sin tiempo, donde el presente no será más, ni el pasado ni el futuro, no seremos y punto. Bueno, ellos sí serán porque hicieron un hueco en el libro de la historia.
A veces pienso en el pasado, lo hago desde esa banca del parque central de Comitán, mientras veo cómo corren los niños y niñas, cómo camina el tiempo con su paso de tortuga, pero que tiene espíritu de liebre incansable.
¡Tzatz Comitán!