miércoles, 12 de febrero de 2025
CARTA A MARIANA, CON ONDAS, BUENAS Y MALAS
Querida Mariana: Cuál es la onda, es el título de un cuento de José Agustín, pero bien pudo ser una pregunta de los chavos setenteros en Comitán. Y esto es así, porque la onda era lo actual, todo mundo juvenil andaba en la onda, aun cuando no supiéramos bien a bien qué era la onda. Bueno, sí, la onda era estar lejos de la momiza, cerca de la chaviza, porque los jóvenes pertenecíamos a la categoría de los chavos y de las chavas. Esa chava está linda, decíamos, y tal vez, no lo sé, las chicas decían que un chavo estaba lindo. ¡No! En realidad, la palabra lindo y linda no se aplicaba a la chaviza, eso sonaba como un término de la momiza, la momiza era la gente adulta, la gente mayor, los que olían a naftalina, los que se molestaban por lo que hacíamos nosotros, quienes decían que el mundo estaba mal, porque los jóvenes estábamos perdidos. Ellos, la momiza, no estaban en la onda, no agarraban la onda, la onda era la novedad, lo que imperaba, la onda era el pantalón acampanado, la camisa sicodélica, el cabello largo para los hombres y, por supuesto, las palabras que no olían rancio, los términos que sintetizaban la esencia de esos tiempos, tiempos de amor y paz, tiempos de hacer la v de la victoria con los dedos índice y medio; eran tiempos que habían crecido al amparo de la revolución cultural de los años sesenta, de los años donde el mundo conoció la píldora anticonceptiva y que fue como un pasaporte para el desenfreno sexual, el pasaporte para las comunas hippies.
En Comitán, aunque te sorprendás, los chavos llegábamos al parque central, el íntimo, el que luego, al inicio de la nueva década, la del ochenta, se amplió para quedar como ahora está, y preguntábamos a los que estaban sentados en las bancas de granito con lienzos de madera a manera de respaldo: ¿qué onda? Y sabíamos que no era una pregunta que mereciera respuesta o que esperara respuesta, ¡no!, era a manera de saludo, era como decir: ¡qué onda!, ¡qué hay! ¿en qué la rolan?, porque el rol era parte de la onda y la onda era parte del rock, porque la chaviza de los años setenta, también veníamos de Los Beatles, el Cuarteto de Liverpool, esos genios musicales que habían revolucionado la música, que habían casi casi enterrado los valses de la momiza. Los Beatles habían inaugurado una nueva forma de moverse, de disfrutar el mundo, ya no era necesario tomarse de las manos y del talle para bailar, el baile, como si fuera una celebración de la vida se practicaba en comunidad, pero bailando solos, sin necesidad de tocar a la pareja, porque todo era un estar con todos, sin ataduras, por eso, en las comunas hippies se practicaba el sexo con la prédica de los Tres Mosqueteros: uno para todos y todos para uno. ¿Agarrás el patín? José Agustín dice que un sinónimo de la onda es el patín y era patín del diablo cuando algunos chavos le quemaban las patas al mismísimo demonio, porque en los años setenta hubo (los conocí) chavos que se daban pasones de la mary, que compraban con el conserje de una cancha de básquetbol (¡Dios mío!)
A la salida del cine Montebello, después de haberse reventado dos películas gringas, de cuatro a siete de la noche, la música de un pequeño café nos esperaba, ahí, más o menos al lado de la casa del doctor Rodríguez, el odontólogo (dentista, le decíamos en aquellos tiempos), estaba un cafetín donde tocaba un grupo de chavos setenteros, tocaba la música de la chaviza, con guitarras eléctricas y batería. Este grupo luego se pasó a la Casa Yaninni (que ya conté era un edificio de mi papá, por lo que yo digo que era la Casa Molinari) y todo mundo conoció el Intermezzo y todo mundo (de la chaviza) llegó a tomarse un café o un refresco para escuchar al grupo que interpretaba música juvenil. La leyenda cuenta que la chica del grupo era muy linda (¡no!, linda no era un término que usáramos en esos años, tal vez podíamos decir que la chica era buena onda, era la onda, estaba como lo había recetado el doctor).
Y todo era la onda. Así como había la buena onda, también había la mala onda, y la mala onda casi siempre aparecía en casa, con los hermanos, con las hermanas, que se ponían sus moños, y con los papás y las mamás, quienes no agarraban la onda; y, por supuesto, en las escuelas y en los colegios, donde la buena onda estaba en el grupo de amigos y amigas y la mala onda estaba en la actitud de los maestros que seguían sin agarrar la onda y continuaban dejando tareas, impidiendo que uno hablara en clase, molestándose porque nos íbamos de pinta, al billar, al parque, al café o a la cantina. ¿La momiza no se daba cuenta que la vida nos exigía salir a la calle?
Posdata: Cuál es la onda es el título de un cuento de José Agustín, pero también pudo ser la pregunta saludo que hacíamos los chavos de los años setenta en el parque central de Comitán. ¡Qué onda! ¡Qué pex! ¡Qué pasotes! ¿En qué la jalan? Porque el jale también era palabra de aquellos tiempos, todo mundo buena onda le entraba al jale.
¡Tzatz Comitán!