viernes, 20 de junio de 2025

CARTA A MARIANA, CON LA PRIMERA VEZ

Querida Mariana: ni me preguntés, no recuerdo bien a bien cómo nos conocimos, qué nos dijimos. Es algo recurrente en mi vida. Hay gente que sí recuerda muy bien el instante en que conoció a una persona y, ¡memorias prodigiosas!, recuerdan diálogos. Nunca he tenido buena memoria. Más o menos intuyo mi defecto, cuando estoy ante una persona o algo. mi mente no pone atención a lo que me dicen ni a lo que supuestamente veo. Siempre ha sido así. Desde que recuerdo (y recuerdo poco, digo) mi mente me ha llevado a otras partes. Incluso en la lectura, que sabés es una de mis pasiones, a veces me extravío del camino por donde me conduce el autor. Hay ocasiones en que dejo el libro porque bastó una frase para catapultarme a la computadora (ahora, cuaderno antes) a escribir un cuento, por ejemplo. Bastó una frase para desencadenar todo un proceso creativo, que no puedo desperdiciar. Nunca he logrado determinar la primera vez de algo. No recuerdo cómo me hice amigo de fulanito de tal, ni podría decir con precisión el momento en que una chica llamó mi atención y terminé enamorándome. He dejado que la vida me lleve, he sido como “el cordero fiel de la leyenda”, he pastado en muchos campos, he escuchado el eco de las montañas y he descifrado los mensajes, pero sin mucha conciencia. Vos (lo sé) sí sos memoriosa (no tanto como Carlos Monsiváis o Doña Lolita Albores), pero cuando me platicás tus experiencias advierto que vos sí recordás todas las primeras veces de algo o de alguien. No sé si lo que ahora digo tenga importancia, pero sé que para muchas personas es importante ver el principio de las cosas. Tal vez por eso muchos científicos invierten mucho tiempo en tratar de responder el origen de las cosas, del universo. Porque el tema es este, el universo es algo que existe, pero nadie puede asegurar cómo inició. Los científicos hablan de una gran explosión (Big Bang), pero admitiendo que esto fuera cierto, aún queda la interrogante de qué había antes de, porque nada puede salir de la nada (a menos que quien te cuente el origen sea un creyente y diga que todo fue por generación espontánea). Cuando en mi adolescencia hablaba de la primera vez no faltaba el amigo que siempre lo relacionaba con la primera vez del acto sexual. El amigo decía que para una mujer ese momento era de gran trascendencia, era ¡su primera vez! Escribí momento, porque alguna amiga me dijo que para muchas no era más que eso, un momento, al estilo de Ludovico Peluche, el tipo afortunado era alguien que padecía eyaculación precoz. También una amiga me dijo que ahora, en estos tiempos, ninguna chica le otorga gran importancia a esa primera vez, es como una simple aduana que mientras más pronto la crucen ¡mejor! Andá a saber. Tal vez hoy ya no sea tan importante el tema de las primeras veces, de todo; aunque el otro día te comenté que a mí me sigue llamando la atención lo que dijo Mario Vargas Llosa: que para él un momento sublime de la vida fue cuando aprendió a leer. Esto es una primera vez. Rasqué en mi memoria y ésta me arrojó el dato que yo aprendí a leer en la escuela primaria Matías de Córdova, con el maestro Óscar Pascacio. Para mí también fue una gran experiencia esa primera vez que poco a poco fui perfeccionando. Los que saben dicen que después de una primera vez todo comienza a ser más repetitivo, que jamás se vuelve a tener la emoción del inicio, pero, a la vez, en la medida que se repite el acto uno puede llegar a convertirse en un experto. El compa que tuvo su primera experiencia sexual en la adolescencia, al llegar a edad mayor (se supone) habrá acumulado experiencia para que su rendimiento sexual sea el de un gran amante. ¿Siempre es así? Tengo amigas que opinan lo contrario, algunas dicen que esto es un don, que hay hombres que nacen con el prodigio del toque, así como resulta con las grandes cocineras, “la mano es la mano”, y como dicen los académicos: lo que natura no da, Salamanca no presta. Posdata: andá a saber, lo que quise decir hoy es que yo no recuerdo los principios y, ¡qué cosa tan absurda!, tampoco recuerdo los finales. Hablo de novelas y de cuentos, por ejemplo. Dos días después que terminé de leer una novela ya no recuerdo cómo inició y cómo terminó, aunque, eso sí, pueda recordar momentos de en medio. ¿Por qué mi mente funciona así? Ya lo dije: ¡andá a saber! ¡Tzatz Comitán!