sábado, 31 de mayo de 2025

CARTA A MARIANA, CON HARTA IMAGINACIÓN

Querida Mariana: ¿qué es la imaginación? ¿Qué papel juega en el desarrollo del ser humano? Los pichitos están llenos de imágenes, basta verlos jugar para saber que son inventores de mundos. Hay incluso algunos que se inventan amigos imaginarios, platican con ellos y juegan. Sobre todo los niños que no tienen hermanos, se obligan a imaginar, para llevar la vida en forma menos dramática, porque la vida no es sencilla, no es fácil de llevarla. Sólo se puede sobrevivir con mundos que nos alejan de este mundo de todos los días. Para eso, desde siempre, ha servido la literatura. Los cuentos están plagados de seres sacados de la imaginación. En Comitán tenemos leyendas pobladas de seres imaginarios, pero que son tan verosímiles que ahí andamos escuchando que alguien se levantó a las doce de la noche, de las doce en punto, porque escuchó las pisadas de un caballo: era El Sombrerón; o quien escuchó el grito de La Llorona. A mí nunca me pasó tal cosa. Mentira. Hace años, en la casa cerca de la Matías de Córdova, a media noche, escuché un caballo (eran los años sesenta), se me erizó la piel del miedo y supuse que era el famoso Sombrerón, como soy (para que rime) un collón, lo que hice fue meterme debajo de las cobijas y dejar que el personaje siguiera su camino. No he visto que alguien se pregunte qué es lo que busca, porque en caso de la Tisigua es una mujer que seduce a los bolos, que al ver a esa mujer bellísima la persiguen y amanecen todos enlodados, olvidados en algún terreno. Pero ¿qué quiere el Sombrerón? No lo sé. La verdad tampoco me interesa saberlo. La leyenda cuenta que es un ser maligno disfrazado de rico ranchero, tal vez, a la manera de Fausto, ofrece paga a cambio del alma. En todas partes del mundo hay leyendas, en todas partes hay cuentos. Desde siempre, los niños se han reunido en torno del abuelo o de la abuela para escuchar historias, divertidas o dramáticas, con moraleja o sin moraleja, sólo para divertir, sólo para hacer menos pesada la carga de los días. Así pues, cuando los abuelos no están presentes por alguna circunstancia aparecen de inmediato los sucedáneos: los libros, que son maravillosos abuelos que cuentan historias en forma permanente. Los libros siempre están estimulando la imaginación. Claro, estos tiempos son tiempos sin mucha imaginación. Se ha sembrado poco en los últimos años, por eso la cosecha es magra, bien pishcul. Ya no se ven abuelos rodeados de niños en la hora del cuento, ya no se ve niños en las bibliotecas escuchando a un cuenta cuentos. Ahora todos están frente a la sustituta de la nana, la pantalla, y medio mundo ve imágenes que no obligan a procesarlas, ya todo está dado, esto hace que la mente no ponga a funcionar ese archivo prodigioso de la imaginación. Bueno, con decir que la mayoría de novelas ahora está enfocada a temas actuales, lo que vemos en la televisión y leemos en los periódicos es trasladado al tamiz de la literatura. Uno piensa: ¡qué poca imaginación de los escritores! Pues sí, se conforman con pepenar historias verídicas y dramáticas y llevarlas al papel. Hemos ido empobreciendo a la imaginación. Hace años, ya bastantes, conduje un programa en radio IMER que se llamó: “Imagina que te llamas”, que era eso precisamente, un juego que estimulaba la imaginación de mis invitados y de la audiencia, amplia audiencia. Mi invitado llegaba y yo le decía, por ejemplo: “Imaginá que te llamás piano”, él, entonces debía imaginar ser tal instrumento musical y de ahí venía el juego que nos hacía sorprendernos con respuestas geniales y destornillarnos de la risa por algunas ideas que entraban al juego del albur. “¿En dónde te gustaría que te tocaran?” De acuerdo a la profesión y oficio de mi invitado así era la propuesta de imaginación. Fueron programas célebres, épicos. Gente grande jugando a ser niños de nuevo, todo con el poder de la palabra, la palabra vehículo fundamental de la comunicación entre seres humanos. No sólo hemos perdido el poder de imaginar, también, qué pena, hemos restado poder a la palabra. Recordá que en Comitán siempre se tuvo a la palabra como una prenda, cuando alguien daba la palabra la honraba. Los tratos en el pueblo eran, en muchas ocasiones, de palabra, con eso estaba dicho todo. Ahora ¡ay, Dios mío! La gente dice que sí, pero no dice cuándo. Bueno, la verdad es que dicen sí, pero es todo lo contrario. Le hemos restado presencia a los valores esenciales, valores como el de honrar la palabra (en la tierra de Belisario, en la tierra de Rosario) y el de sembrar árboles en el terreno de la imaginación. ¿Qué hacer para regresar ese valor fundamental del pensamiento? Ah, qué difícil. Los maestros hacen su chamba en las aulas y los promotores culturales en diversos espacios. Pero no la tienen fácil, porque los chicos y chicas están enganchados a los chunches tecnológicos. La avalancha del Tik Tok, por ejemplo, es algo que jala en forma galana a la juventud. Todos “tictoquean” al son que les tocan. El mundo ha cedido espacio a la imagen repetida, al mensaje uniforme. ¿Qué será la sociedad del futuro? No lo sé, nadie puede predecirlo, los expertos afirman que será un mundo lleno de novedades como la de la Inteligencia Artificial que ha venido a ser una gran revolución tecnológica, pero también advierten el riesgo de un empobrecimiento en el área del campo imaginativo. Todos los avances en el mundo se han dado porque alguien los pensó, ¡los imaginó! Si la gente común deja de imaginar, todo lo estaremos poniendo en manos de intereses económicos de grandes corporativos. El libro sigue siendo el gran producto cultural, el que incentiva a la imaginación, el que da rienda suelta a los caballitos que se convierten en Pegasos, en Unicornios. El mundo sería chato sin la presencia de esos alados caballos, deberíamos reconocer que la caballada está flaca, empobrecida, si sólo nos quedamos con caballos sin posibilidad de vuelo. El mundo dejaría de volar, y el vuelo es lo que hace la diferencia, en un mundo tan pobre, en todos los sentidos, es necesario estimular a la imaginación, estimular el vuelo. Los promotores culturales no la tienen fácil. ¿Cómo llamar la atención de los niños cuando todo es pantalla, cuando ya cansa la palabra? He sido testigo, tal vez vos también, que cuando alguien habla la gente se aburre dos segundos después de iniciada la charla. De inmediato la gente saca sus celulares y siguen sentados en las butacas, pero ya no están en espíritu en la plática, todos están pegados a esa pantalla atractiva. Se dice que ahora se lee poco. No pienso que sea así, tal vez estos tiempos son tiempos donde la humanidad lee más que nunca, pero el problema no radica en ello, sino en la estimulación de ese fragmento del que he venido hablando: la imaginación. Cuando los niños se reunían en torno al abuelo y lo escuchaban contar un cuento, esas palabras eran estimulantes directos de la imaginación, las mentes volaban, cada niño imaginaba las escenas haciéndolas propias. Hoy, las leyendas escasean, ya no se dan. Bueno, ni preguntés el porqué. Es porque ya no hay espacio para imaginar. Hoy, las leyendas que circulan en Comitán son las que circulan en todas las demás ciudades del mundo. Sabemos más de Corea que de México. Nos fuimos quedando sin personajes. En los años setenta, las revistas de monitos nos presentaron héroes mexicanos: Kalimán, Chanoc, Yanga, los niños corríamos a la Proveedora Cultural, con Don Rami Ruiz, a comprar las revistas para disfrutar esas historias, que estimulaban nuestra imaginación. Te he contado que íbamos al Cine Comitán a ver películas de Tarzán y saliendo nos reuníamos en el sitio de la casa para jugar nuestras propias historias, no eran aventuras en el África, ¡no!, eran en Comitán. El árbol de jocote servía para que los más aventureros colgaran lazos y, bien al estilo Tarzán, pasaran de una liana a otra, mientras eludían a los cocodrilos que abajo abrían sus bocotas llenas de dientes afilados. ¿A qué juegan los niños de hoy? Están concentrados en los videojuegos. A veces, los viejos pensamos que ellos no juegan, son los juegos en pantalla que juegan con ellos, que los dominan, que los entretienen, que les van cancelando su posibilidad de imaginar, de crear. Posdata: en el pueblo siempre ha existido gente creativa, tenemos grandes músicos, grandes pintores, grandes escritores, grandes cantantes. Durante mucho tiempo, a pesar de la incomunicación con las grandes ciudades, hubo buena cosecha. ¿Hoy? Veo a jóvenes que comienzan a descollar. Ojalá que sus creaciones vuelen alto, que vayan más allá de las ideas comunes, de las ideas gastadas. ¡Tzatz Comitán!

viernes, 30 de mayo de 2025

CARTA A MARIANA, CON LA CELEBRACIÓN DE UNA VIDA

Querida Mariana: celebro la vida de Mario Uvence Rojas, él celebró su cumpleaños número 70 el pasado 27 de mayo 2025. Celebro su vida que ha sido plena, luminosa, abarcadora. Tiene un gran círculo de amigos, porque él ha sido generoso con ellos, no ha regateado su cariño, ha sido como un gran río que alimenta orillas diversas. Mario es un río, es como el Ganges, como el Usumacinta, como el río de luz de la Vía Láctea. Gran conocedor del arte ha hecho de su vida una obra genuina, precisa. La vida le ha permitido tomar los colores más sublimes de Van Gogh, de los Renacentistas, de Picasso, de Tamayo y de los grandes pintores chiapanecos. Su espíritu ha sido un lienzo pepenador de esencias. Mario celebró sus setenta, hizo una pausa, pero no una pausa ajena, sino conjunta, convocó a todos sus afectos y celebró una Misa de gratitud, donde, segurísimo, el alma de su querida mamá Doña Cholita fue la flama de la vela del respeto y de la gratitud. Antes que las ramas del árbol silben al viento, estará el agradecimiento a lo divino. Ya luego vino un coctel de bienvenida, recordando el instante que Jesús convirtió el agua en vino, porque, como dice el compadre Chayo, quien a este mundo vino y no bebe vino, ¿a qué vino? El fruto de la vid como una cinta de luz para estar con los cercanos, con los que el destino puso en el camino. A las dos en punto: Proyección del cumpleañero, y luego el banquete y brindis, la palabra y el abrazo desparramándose en el aire, en el corcel tenue del viento. Y después del banquete el bailongo. El espíritu ya se sublimó en la misa de gratitud, ahora le toca al cuerpo moverse al ritmo de la música Disco, porque el código de vestimenta exigió con sutileza que fuere la de la época de los setenta, con pantalones acampanados, sacos de la época, peinados afro, pantalones de pinzas y palazzos; porque fue esta década la que encontró a Mario en su adolescencia, momento decisivo donde él subió al barco rumbo al gran viaje, el viaje fantástico, el que ha tocado mil puertos, mil andenes, mil caminos. Celebro la vida de Mario, la celebro porque su presencia ha sido una flor de inspiración para muchos, él les ha dicho que, desde un minúsculo punto del mundo, el arte es un cayado fuerte para transitar la senda. ¿Alguien más que él sabe tanto de arte en Chiapas? ¿Alguien más ha sido el gran coleccionista? ¿Alguien más que él ha puesto a disposición de todos su colección de arte? ¿Alguien más que él ha ofrecido sus piezas en comodato para hacer un gran museo en nuestro pueblo? Celebro la vida de Mario, porque hay nubes que sí hacen verano, hay torres que sin ser la Eiffel apuntan siempre al cielo; Celebro su vida, porque su barca no ha tenido amarras que la detengan en los puertos, su trayecto ha sido un fragoroso deslizarse por aguas mansas y turbulentas. Mario ha abierto ventanas donde sólo muros, ha colocado orquídeas donde sólo piedras, ha dado agua donde sólo páramo. Celebro su vida, con el gusto de la convivencia en un café al aire libre, en una plaza donde palomas juegan rayuela; celebro su vida en una sofisticada avenida de Nueva York o en una discreta calle de Comitán, con sonidos ocasionales de afiladores o de burritos que siguen cargando costales con abono para los jardines del pueblo. Celebro, porque la palabra celebración es un arco de palacio de príncipes y manteado en casa modesta; se celebra el acto soberbio y el acto mínimo. Se celebra el cumpleaños, Mario lo hizo con sus cercanos, los de siempre; celebró sus setenta años de vida, de una vida que ha sido como una celosía para el gran edificio, cristal irrompible, papalote selecto, trompo tataratero, fuente eterna de los placeres sencillos: una buena comida, un buen vaso de vino, un dulce tradicional para endulzar el vuelo. Posdata: setenta prodigiosos, setenta quintales de luz, libro con postales de bellas artes, calle estrecha pero ancha, casi bulevar, casi plaza, casi laguna, casi mar. El gran Mario cumplió setenta. Me robé la foto que me envió Javier, acá está al lado de su gran amigo. ¡Salud! ¡Tzatz Comitán!

jueves, 29 de mayo de 2025

CARTA A MARIANA, CON UNA NOVELA

Querida Mariana: ¡un grande para una grande! Óscar Oliva estuvo en Comitán para presentar la novela “Balún Canán”, una coedición entre el ayuntamiento comiteco y el Fondo de Cultura Económica. La presentación fue el 25 de mayo, en el Museo Rosario Castellanos. Juan Carlos Gómez Aranda, en primera fila, estuvo muy pendiente de las palabras del maestro Oliva y escribió una síntesis muy acertada: “nuestro poeta explicó el contexto histórico y social del país, de Chiapas y de la propia familia Castellanos, cuando Rosario escribió esta obra que alude al nombre antiguo de Comitán y que se convirtió en su libro más leído”. Un grande para una grande. La voz espléndida de Oliva resonó en el patio central del museo. Como Juan Carlos lo dijo hizo una disección del contexto histórico y social del país, de Chiapas y de la propia familia Castellanos. Rosario poseyó conocimiento de crítica literaria y hermenéutica, cuando escribió la novela hizo uso de todas esas herramientas. Además, dijo Oliva, Rosario no era una improvisada, poseía un profundo conocimiento de la tragedia griega. Dos días después saludé al rector de la UNACH. Él me dijo que Oliva, en su mensaje de recepción de la Medalla Balún Canán, había dicho que uno de los más grandes poemas de Rosario fue “Lamentación de Dido”, ocasión que aproveché para darle al rector el número más reciente de nuestra revista Arenilla, donde viene un artículo del escritor Héctor Cortés Mandujano, que se llama “Lamentación de Dido, de Rosario Castellanos”. El maestro Oliva dijo que Rosario era “una mujer muy ingeniosa e irónica”. Contó cómo conoció a Rosario y, tiempo después, la visitaban en La Cabaña, sede del INI, donde ella trabajó. Iban a verla Eraclio Zepeda, Javier Espinosa y él. Oliva hizo énfasis en lo que Rosario decía: “que las mujeres indígenas no se dejen de las atajadoras”. Recordá que las famosas “atajadoras” eran mujeres de San Cristóbal de Las Casas, que iban a las periferias donde atajaban a las indígenas, les arrebatan los animales que traían para vender y les arrojaban algunas monedas. Sí, esta práctica se antoja de muy poca madre, pero así era. “El papá de Rosario también daba fuetazos”, dijo Oliva. Por supuesto que sí, los hacendados vendían sus haciendas con ganado y hombres, como si éstos fuesen simples toros. Óscar Oliva vino a Comitán, fue un invitado de lujo. La autoridad así lo reconoció un día después de la presentación donde, en nombre del pueblo, entregó la Medalla Balún Canán, en el Auditorio Belisario Domínguez, de la UNACH, auditorio que estuvo repleto de personas de buena voluntad. En la mañana del día del homenaje hallé a Sonia Quiñones, Óscar Oliva y José Nataren, disfrutando de una agradable sombra en el parque central. El gran maestro Óscar Oliva estuvo en Comitán, estuvo para hablar de vida y obra de su amiga Rosario Castellanos, en la celebración del Centenario del Nacimiento de nuestra amada niña. Ya dije que siempre tengo conciencia plena de con quien estoy, estuve al lado de Óscar Oliva, así como Mario Nandayapa y yo estuvimos en Zacatecas, cuando al maestro le entregaron el Premio Internacional de Poesía que concede la Universidad Autónoma de Chiapas. Ahora no fue necesario viajar, estuvo en nuestro pueblo, estuve frente a un grande, Voz Mayor de la poesía de Hispanoamérica. Posdata: así como los comitecos tenemos el orgullo de ser paisanos de Rosario, los tuxtlecos poseen el orgullo de ser paisanos de Oliva. Con todo respeto hago en esta carta, querida mía, la propuesta de la creación del Museo Óscar Oliva, en Tuxtla, que sea un espacio que honre su vida y la de todo Tuxtla, de todo Chiapas, de todo México. ¡Se están tardando, conejos cultos! ¡Tzatz Comitán!

miércoles, 28 de mayo de 2025

CARTA A MARIANA, CON PALOMITAS

Querida Mariana: ¡fuimos al cine! Hablo en plural porque fuimos Paty Cajcam, Malena Jiménez, Rosa Cancino y yo. ¡Fuimos al cinito que presentó San Marcos! Mi amigo, el licenciado Héctor Flores, me dijo que, a las seis de la tarde, del 23 de mayo 2025, propiciaría la proyección de un documental de Rosario Castellanos, un prodigioso documental que realizó Zarape Films hace años. Cuando me enteré que habría cinito a la entrada de la tienda San Marcos, en esa breve e íntima placita que se forma en el vestíbulo, invité a Paty, Malena y Rosa. ¡Vonós!, les dije, y fuimos, nos sentamos en las gradas del parque central, donde había decenas de personas viendo la proyección. ¡Ah, qué maravillosa sensación! Sin dudar digo que ha sido uno de los grandes actos para celebrar el Centenario del Nacimiento de Rosario Castellanos, porque lo importante es propiciar el acercamiento de su vida y obra. El licenciado Héctor lo logró. Siempre ha tenido iniciativas que nos acercan al arte. Ya te conté, en dos ocasiones, que una vez trajo a la Orquesta Sinfónica de Chiapas, montó un templete al lado del templo de Santo Domingo y cientos de personas disfrutaron de un maravilloso concierto. Ahora fue la proyección de un documental hecho por talentosos comitecos, donde expertos hablan de la vida y obra de la niña más amada de Comitán: Rosario Castellanos. Fuimos al cinito, en una tarde prodigiosa. El licenciado Héctor pidió que no lloviera ¡y no llovió! Yo también pedí que no lloviera, porque antes, a las cinco de la tarde, en el Museo Rosario Castellanos, hicimos la presentación del número más reciente de Arenilla impresa. Bueno, sí llovió, llovió arte, imágenes bellas, palabras precisas e inteligentes; llovieron motivos de reflexión. Así, con dos actos sencillos, pero grandiosos, celebramos a la Chayito, lo hicimos en su tierra. Apenas concluyó la presentación de nuestra revista, dije a mis tres amigas que fuéramos al cinito y aceptaron de inmediato, caminamos hacia el parque y disfrutamos del cinito al aire libre. La esposa del licenciado Héctor tenía su puestecito genial donde ofrecía palomitas (calientitas, en bolsas de papel) y aguas en vasitos desechables, todo de cortesía. Pucha, ¿mirás qué acto tan maravilloso? En nombre de Rosario, por su centenario del nacimiento, San Marcos proyectó un documental en forma gratuita y, mojol de lujo, ofreció palomitas y aguas. Vi a la gente que disfrutó esa tarde. Mucha gente se paraba tantito, algunas personas se enganchaban y se detenían, otras seguían su camino. Cinito al aire libre. Recordé lo que te he platicado, las funciones de los años sesenta, donde la gente de Comitán llevaba su silla y se sentaba a mitad de la calle (que era cerrada) para ver películas proyectadas en la pared altísima de una casa. Te conté que nuestro admirado amigo Jaimes Sanchirico trabajaba para la Coca Cola y su chamba consistía en ir a dar proyecciones a diversos pueblos de México, Comitán incluido. Te conté que, como mi papá era el distribuidor de este refresco, una vez me llevó al patio central del Hotel Los Lagos donde proyectaron una película de Tarzán, ah, qué emocionante ver cómo el rey de la selva iba de una liana a otra, yo pensaba que en cualquier momento (como sucede en la película “La rosa púrpura del Cairo”, de Woody Allen), Johnny Weismüller saldría de la pantalla y se detendría sobre una rama de los imponentes árboles del hotel. Recordé, era inevitable, la gran cinta “Cinema Paradiso”, donde ocurre un acto similar. La sala del cine está repleta, en la plaza hay mucha gente que desea entrar. ¡Imposible! Entonces, el proyeccionista, el recordado Alfredo, hace un juego de espejos y proyecta la película en la barda de una casa, las personas descubren ese prodigio y se sientan en sus sillas plegadizas. ¡Ah, la magia de la imagen sale de las salas y encuentra su nicho en una plaza! Esto propició San Marcos. El documental realizado por Zarape Films, empresa orgullosamente comiteca, es de factura impecable. Se proyectó en una gran pantalla de 3 x 3, con sonido estupendo. Todo bien hecho, pues, como deben hacerse las cosas. Así, con esa emoción, disfruté la tarde de cinito. Había decenas de personas sentadas en las gradas. ¡Un éxito! Posdata: me encanta lo que hace San Marcos, todo con inteligencia, poniendo al paso de los peatones lo mejor de la cultura. Un día, Héctor dijo que presentaría el documental y lo hizo, por Rosario, por Comitán, para la gente y a los espectadores les convidó palomitas y aguas. ¡Ah, qué alegría! Por esto seguimos en la siembra, porque hay necesidad de hacer públicos, de regar más semillas. El campo está lleno de cardos. ¡Tzatz Comitán!

martes, 27 de mayo de 2025

CARTA A MARIANA, CON PLEGARIA

Querida Mariana: Socorro Trejo dibujó, el dibujo original me quedó, porque yo (nada bobo) le entregué mi libreta (que me había regalado Clarita del Carmen). Le entregué mi libreta y le pedí que dibujara, lo que hacían los demás niños y niñas (formando un círculo, tirados en el piso). Olivia Bonifaz, Chusy Coutiño y Clara del Carmen Guillén entregaron hojas e hicieron que las manitas dibujaran. ¿Cómo imaginaban que había sido la nana de Rosario Castellanos? La pregunta fue lanzada después que todos presenciamos la representación del famoso capítulo de la novela “Balún Canán” donde la nana despide a la niña, quien irá al rancho Chactajal. En un salón del Centro Cultural Rosario Castellanos, de Comitán, la nana (interpretada por la actriz Lety Ogando) y la niña (Sarah Elena Velázquez Coutiño), frente a un altar donde había una imagen de San Caralampio y un florero rebosante de flores, representaron la plegaria que pronuncia la nana: “Vengo a entregarte mi criatura, Señor, tú eres testigo de que no puedo velar sobre ella ahora que va a dividirnos la distancia…” La voz de la nana se escuchó potente, lastimera, con la cinta de la despedida amarrada al cogote. Vi que las personas atendían esa voz y la imagen presentada. En el Centenario del Nacimiento de Rosario Castellanos, su voz volvió a escucharse clara, poderosa. La nana volvió a pedirle a su Señor que protegiera a su niña. La audiencia estaba conmovida. Yo estaba frente a la cantante Stefany Moguel y vi que, al final de la representación, se secaba los ojos, emocionada. Lo que había presenciado fue tan emotivo que una mano apachurró su corazón. Y, como siempre sucede cuando el ser humano invoca esencias, en el momento que la nana abrazó a la niña para despedirla, las campanas del templo de Santo Domingo, que está al lado del Centro Cultural, comenzaron a tocar. Eran las once y media en punto y en el templo el campanero tocó el primer repique para misa de doce. Todo mundo en el salón se quedó viendo. El prodigio asomaba de más, fue como si también el templo se uniera al festejo, a la celebración. El campanero nunca supo que había puesto un remate sensacional a la representación. El corazón de Stefany se apachurró y puso lágrimas en sus ojos, fueron las mismas lágrimas que aparecieron en el rostro de la nana al despedir a su niña, al pedir a su Dios que la protegiera; las mismas lágrimas que constriñeron el cogote de Chusy, a quien se le quebraron las palabras al hablar. ¿Cómo no? Su pequeña hija había sido Rosario de niña esa mañana, esa mañana del 25 de mayo 2025, mero día del centenario del nacimiento de la amada escritora. Ya dije que cuando Olivia invitó a niños y niñas a dibujar la nana, yo (alevoso) le pedí a mi amiga Socorro Trejo (laureada poeta, tuxtleca, Premio Chiapas, mismo galardón que mereció Rosario Castellanos) que se hiciera pichita y dibujara. Ella (tramposa) prendió su celular, buscó la foto que tomó, donde estaban Lety y Sarah y comenzó a dibujar. Socorrito estuvo feliz, divertida, igual que los demás infantes; la vi emocionada porque estaba en Comitán, en el mero día del cumpleaños de la gran Rosario. Ella estuvo en el pueblo de Rosario, vio la representación teatral y jugó a dibujar, a sentirse pichita. Socorrito, mujer de palabras, igual que Rosario, se volvió mujer de líneas y trazos, como si fuera Remedios Varo y boceteó la foto donde aparecían la nana y la niña de Balún Canán. Fue una de las niñas más aplicadas, fue la primera que terminó el dibujo; llevé su dibujo a la maestra Olivia, quien lo mostró con la mano en alto y Socorrito fue llamada para recibir una medalla conmemorativa, en medio de aplausos de la audiencia. Posdata: ella se llevó la medalla y yo (nada bobo) me quedé con su dibujo, porque la libreta era mía. ¿Quién la manda a construir en terreno ajeno? ¡Tzatz Comitán!

lunes, 26 de mayo de 2025

CARTA A MARIANA, CON UN BARCO

Querida Mariana: el agua de la alberca fue el presagio de lo que ocurriría. Estuve en casa de Iván, un espacio prodigioso. A la entrada de la residencia hay una alberca, me senté en uno de esos asientos colgantes, estiré las piernas y supe que estaba en un lugar mágico. A la distancia se ve una cortina de árboles que bordean el Río Grande, al fondo se ven las ondulaciones de las montañas discretas que rodean a Comitán. Digo que el agua de la alberca fue el presagio, porque ese elemento fue lo primero que vi al entrar a casa de Iván. Sabés que no sé nadar, que veo el agua de lejitos, no me produce pánico, pero siempre le tengo un gran respeto. De lejitos, así vi la alberca, caminé a dos metros de la orilla, disfrutando ese espejo que, a las doce del día, refrescaba los rayos del sol. Digo que me senté en un asiento inestable, porque las cuerdas que lo sostenían completaban el vaivén del agua de la alberca, era (a la distancia) como si estuviera sobre un barco, porque el agua estaba cerca. Cerré tantito los ojos y me sentí como esos grandes navegantes del siglo XVI que se animaron a botar sus carabelas en una enormísima alberca que no sabían dónde terminaba (algunos sostenían que el agua de los mares se desbocaba en un abismo profundo, infinito, dramático). Yo estaba cómodamente sentado, movía tantito los pies, como si estuviera en una hamaca (que lo estaba, una hamaca de madera) y miraba el agua que seguía mi movimiento. El agua de esa alberca fue el presagio. Estuve un ratito en ese espacio, que está en Comitán, pero como está en la periferia, produce la sensación de ser un lugar muy distante, muy lejos de lo que el poeta llamó “el mundanal ruido”. Ahí, en la residencia de Iván, otro era el entorno, ahí estaba concentrado el sonido del afecto: resonancias de pájaros; de árboles danzando al ritmo del aire; de nubes, ligeras, apenas visibles, motas haciendo contraste con un enormísimo lienzo azul. Me sentía en un espacio de privilegio, una ligera cascada brotaba de un surtidor y caía fresca sobre la alberca, produciendo un relajante rumor de vida. Ahí estaba el agua. Esa alberca, sin duda, es invitación permanente para disfrutar la natación, quienes saben nadar se reúnen, toman aguas naturales con hielo y, con el gen natural de los inicios del tiempo, regresan a la matriz original: el agua, y gozan, disfrutan, moviendo sus cuerpos en el vientre húmedo vital. Yo, tutuldioso, respetuoso de ese elemento que bendice mi mirada, pero que me produce temor ante su misterio, veía desde lejos el agua. Cuando pensé que ya era hora de volver al trajín de todos los días me despedí de Iván, pero antes entré al estudio de su papá (¡jefazo!) y me dediqué a consultar los títulos de los libros que están sobre estantes de madera, fotografías familiares y, ¡oh, maravilla!, vi en una esquina un pequeño aparato mecánico que estaba funcionando. Era una maquinita que iba de un lado para otro, regresaba, volvía, respondía a una serie de órdenes que Iván le había indicado: era una impresora 3D (jamás en mi vida había estado frente a una de ellas, siempre las había visto en pantallas de televisión o de celulares). La impresora se movía ajena a lo que platicábamos, ajena al movimiento del agua en la alberca, obedecía una serie de indicaciones a través de una computadora. Me acerqué para ver un carrete con “hilos plásticos” que son empleados para crear el portento. Esta maquinita (este diminutivo parece no corresponder a la grandeza de sus creaciones) produce objetos en tercera dimensión. Iván, entonces, generoso, me dio el barquito que acá aparece en la fotografía. ¡La cascada de la alberca se trasladó a mi espíritu y me llenó de recuerdos infantiles! Yo tuve un barquito, casi igual al que Iván me regaló. Tuve un barquito que colocaba en el tanque de la casa, un barquito que siempre buscaba la otra orilla (parece que es el destino de todas las embarcaciones, están a gusto -no siempre- en el mar, pero su objetivo es una playa). Tuve un barquito de juguete, a veces dejaba que la corriente dirigiera el rumbo, a veces yo lo tomaba y lo conducía al lugar que deseaba. Al final, parece, la vida es eso. No sé nadar, sin embargo, todos los días bogo sobre el mar de aire y, en ocasiones, la tormenta me impulsa hacia farallones, otras veces yo soy quien manipula el timón y me dirijo hacia lugares apacibles, como la residencia de Iván. Posdata: tuve un barquito. El otro día, Iván me obsequió un barquito de plástico, hecho con una impresora digital. Aún no salgo de mi asombro, el genio del ser humano me deslumbra. ¡Tzatz Comitán!

domingo, 25 de mayo de 2025

CARTA A MARIANA, CON UN LIBRO

Querida Mariana: el Colegio Mariano N. Ruiz celebra este año su cumpleaños setenta y cinco. Recordá que el padre Carlos J. Mandujano García lo fundó en 1950, año donde Rosario Castellanos se tituló como Maestra en Filosofía, en la UNAM. Y digo esto, porque Comitán y todo México celebra en estos días el Primer Centenario del Nacimiento de nuestra amada pichita: Rosario. El miércoles 21 de mayo 2025, acudieron Raúl Espinosa Mijangos (el caricaturista de Comitán) y el Contador Público Ramón Toache Ávila, para presentar el libro “Poesía Juvenil”, de la autoría de este último. Te paso copia del texto que presentó Raúl a la hora de hacer los comentarios, porque sintetiza su sentir como lector de este libro: “La juventud es el jardín donde florecen los sueños más hermosos”, y en estas páginas, cada verso es una flor que brota del alma joven. “Poesía Juvenil” es un viaje a través de emociones, pensamientos y miradas que nos recuerdan que “la poesía es el eco de las emociones en la sinfonía de las palabras”. En “Poesía Juvenil”, Ramón Toache Ávila nos invita a recorrer un universo de emociones sinceras, pensamientos espontáneos y miradas frescas sobre la vida. Con un estilo sencillo pero lleno de sensibilidad, el autor nos ofrece un conjunto de poemas que capturan la esencia de lo cotidiano, la belleza de los pequeños momentos y las inquietudes del corazón joven. Este libro no pretende grandes artificios; al contrario, su fuerza radica en la honestidad de cada verso, en la claridad de sus imágenes y en la cercanía con la que el lector puede encontrarse reflejado en sus páginas. “Poesía Juvenil” es una voz que surge con naturalidad, como una conversación íntima entre el poeta y quien lo lee. Ya sea en la nostalgia, el amor, la esperanza o la duda, Ramón Toache Ávila logra conectar con ese espacio interior que todos compartimos alguna vez, especialmente en los años en lo que todo parece nuevo y posible. Este poemario es, en definitiva, una invitación a detenerse, sentir y recordar que la poesía puede nacer de lo simple y aun así tocar el alma. Ramón Toache Ávila escribe desde la sencillez, sin artificios, pero con la claridad de quien observa la vida con el corazón abierto. Sus poemas nos hablan de amor, esperanza, rebeldía y búsqueda. Como dijo El Chojin: “Estoy enfermo de juventud, el peor síntoma la rebeldía, no quemo papeleras, escribo poesía”, y este libro es testimonio de ello: de la necesidad de decir, de sentir, de dejar huella. “La poesía es el arte de pintar con palabras los paisajes del corazón”, y Toache Ávila lo logra con cada página, convirtiendo lo cotidiano en belleza y lo íntimo en universal. Este libro es una invitación a volver a sentir como cuando todo parecía nuevo. Una lectura para quienes aún creen que “la poesía es la melodía más dulce que suena en la vida”. Posdata: la presentación del libro fue un gran festejo, ante un salón de actos completamente lleno de estudiantes de secundaria. Al final del acto varios chicos y chicas participaron y el autor les obsequió un ejemplar. ¡Tzatz Comitán!

sábado, 24 de mayo de 2025

CARTA A MARIANA, CON PERSONAJES SUBLIMES

Querida Mariana: foto de privilegio que merece agregados. Acá estoy con mi amigo el regidor Andrés Del Castillo Castellanos. ¿Ya viste que tengo un libro? Sí, es una reedición de un libro que escribió el querido Luis Eduardo Castellanos Macal, donde honró la memoria de su abuelo, el doctor Elías Macal García. Vos ya no conociste físicamente al doctor Macal, pero muchas personas de mi generación sí lo conocieron, bien porque necesitaron algún arreglo de la dentadura (era médico odontólogo, egresado de la UNAM) o porque lo vieron en el edificio donde ahora está el Centro Cultural Rosario Castellanos, porque en la década del sesenta y en la mitad de la década del setenta, ahí funcionó la Escuela Secundaria y Preparatoria, institución de la cual el doctor Elías Macal fue el director. Luis Eduardo se dio a la tarea de platicar con su abuelo y de indagar en archivos para entregarnos un acercamiento a la vida y obra de su famoso abuelo. Dios honre la memoria de ambos. Luis Eduardo falleció muy joven, fue lamentable su ausencia, era un hombre de valía dentro de la sociedad. Yo lo recuerdo siempre afectuoso, en una ocasión me dijo que sabía de mi amor por los libros así que me obsequió tres libros antiguos que habían pertenecido a su abuelo. Como ya me conozco le dije que en su nombre los obsequiaría a otro amigo que era coleccionista de libros antiguos (en Tuxtla) y que él sí los apreciaría. Así lo hicimos. Pero, mirá lo que es la vida, ahora el destino me llevó a tener en mis manos un ejemplar del libro que escribió con el título: “Bios… vida; logos… tratado. Biografía del doctor Elías Macal García. El nacimiento de la Escuela Secundaria y Preparatoria de Comitán”. Esta reedición que mandó a hacer el regidor Andrés del Castillo para honrar a su bisabuelo fue publicado en la Editorial Tifón, del buen Juventino, misma editorial que publica los libros de mi amigo Héctor Cortés Mandujano, gran escritor chiapaneco; editorial que me publicó hace pocos días, en edición limitada, mi librincillo: “Yo también hablo de Rosario Castellanos”, que se presentó dentro del programa oficial de actos para celebrar el Centenario del Nacimiento de nuestra amada consentida. Mi librincillo se presentó el 22 de mayo 2025, en el Museo Rosario Castellanos. Ya me emocioné con la Editorial Tifón, decía del libro que cuenta la vida y obra del doctor Macal. Sigo con ello. Un día vi que el regidor Andrés le obsequió al gobernador de Chiapas un ejemplar de la biografía del doctor Macal (el gobernador estudió su bachillerato en la prepa de Comitán, claro, ya no le tocó el doctor Macal, porque éste se jubiló en 1973, año donde yo estudiaba el segundo grado). Andrés le obsequió al gobernador, además, un libro de Rosario Castellanos, que tiene una dedicatoria de ella, de su puño y letra. Dicho libro estuvo en la biblioteca personal del doctor Elías Macal. Cuando vi la foto de inmediato le mandé un mensaje al regidor y le pregunté cómo podía conseguir la biografía de su bisabuelo, él, muy generoso, me dijo que me lo haría llegar, y así sucedió, una mañana me preguntó dónde estaba, en casa, le dije, voy, dijo y llegó, nos saludamos y me entregó una copia de la biografía de su bisabuelo, quien también fue regidor en un momento determinado y llegó a ser, durante quince días, presidente municipal de Comitán. El libro escrito, muy bien, por Luis Eduardo da cuenta de la vida de su abuelo y pone énfasis en su relación con la vida educativa. Acá está en forma sucinta la vida de nuestra escuela. Luis Eduardo dice que la escuela inició en el año 1937; en 1939 fue director el papá de Rosario Castellanos, el ingeniero César Castellanos, pero mirá qué dice: “el ingeniero permaneció poco tiempo en el puesto, se metió a la política y como el candidato a gobernador, al que él apoyó, perdió, lo cesaron”. ¡Ándale, ahí te seguís metiendo! El papá de Rosario se equivocó en su apuesta y resultó castigado. Este dislate permitió que en 1940 ocupara la dirección de la escuela el doctor Elías Macal. Así, él fue director de la Escuela Secundaria y Preparatoria de 1940 a 1973 año en que se jubiló. Pucha, el doctor Macal estuvo en la dirección durante treinta y tres años, casi casi le llega a los treinta y cinco años donde Porfirio Díaz anduvo en la presidencia de México. Yo tengo recuerdos agradables del doctor Macal, porque fue el director mientras estudié los dos primeros años de bachillerato. Ya te conté que al terminar la secundaria en el Colegio Mariano N. Ruiz, mi papá me inscribió en la Escuela Preparatoria, en San Cristóbal de Las Casas, que ocupaba un edificio frente a un parque donde hay una estatua de Fray Bartolomé de Las Casas. Ya no hubo cupo en la mañana, así que tuve que inscribirme en la nocturna. Mis compañeros eran personas mayores, la chaviza estaba en la mañana. Estudié tres meses en la nocturna de San Cristóbal, vivía con comodidades en la casa de mi padrino Ramiro Ramos Ruiz, el famoso comerciante de las tres erres, pero extrañaba a mi Comitán, mucho, mucho. No estaba hecho para vivir fuera de casa. Un día mi papá llegó al pueblo donde nació, pasó a visitar a sus compadres y amigos, echó su traguito, cuando estuvo conmigo aproveché, lo abracé, lloré a mares y le dije que quería regresar a Comitán. Al otro día fuimos a agradecer a mi padrino Ramiro y subimos al camión de pasajeros que me regresó a casa. Di gracias a Dios. Ahora faltaba hacer el trámite de ingreso a la prepa. El curso ya estaba avanzado. Al siguiente día mi papá me dijo que iríamos a ver al director de la prepa, fuimos a casa del doctor Macal, frente al templo de El Calvario. Nos pasó a la sala, mi papá le dio mi certificado de secundaria y le explicó mi situación, ambos estaban vestidos de traje, yo tenía el cabello largo (como había estado en la nocturna no me habían rapado, porque la novatada era sólo para los chavos). El doctor tomó mi certificado, analizó mis sietes, mis ochos y algún ocasional diez y le dijo a mi papá que me haría un huequito para que estudiara en la prepa de Comitán, nada dije, pero sonreí, ah, bendito Dios, estaría de nuevo en mi pueblo, con mis amigos, Jorge, Miguel, Javier. Al salir mi papá me preguntó si había visto el rostro del doctor a la hora que revisó mi documento, sí, dije, estudiante de media tabla, qué pena, a mi papá le habría dado gusto presentar a su hijo con un certificado plagado de dieces. El doctor Macal me devolvió, con generosidad, al estudio en mi pueblo. Dije que el doctor ocupó la dirección de la escuela en 1940. ¿Ya viste el año? Dije que el regidor Andrés le obsequió al gobernador un libro de Rosario Castellanos con autógrafo de mano de la escritora, libro que era propiedad del doctor Macal. Sí, 1940, fue el año donde Rosario estudió el segundo grado de secundaria en Comitán. Ya quedamos que el primero y tercer grados los realizó en la Ciudad de México; es decir, cuando Rosario estudió el segundo grado en Comitán su director fue el doctor Macal, y también fue su maestro de Biología (Bios: vida; logos: tratado, que era la frase con que el doctor iniciaba su curso). La vida de nuestra amada escritora, que el día de mañana, 25 de mayo 2025, cumple los cien años de su nacimiento, estuvo ligada con la vida del doctor Elías Macal García. Por eso, en el libro de Luis Eduardo, nos enteramos que, en 1963, cuando Rosario ya es una destacada y reconocida escritora, el presidente de la Sociedad de Alumnos de la Escuela Preparatoria, le envía a la escritora la cantidad de siete mil pesos, para que ella haga favor de comprar libros para la biblioteca de la escuela comiteca y Rosario cumple la encomienda con creces, porque logra comprar con ese dinero un paquete de diez mil pesos en el Fondo de Cultura Económica, y enviar los libros a Comitán. ¡Esta no te la sabías! Rosario intervino favorablemente para que el acervo bibliográfico creciera. Ella solicitó un descuento y con los siete mil logró comprar libros por un total de diez mil pesos. Mirá lo que es la vida, cuando el doctor Macal estudió en la Ciudad de México, en la UNAM, tuvo como compañero y amigo a un joven que años después llegaría a ser gobernador de Chiapas: Efraín Aranda Osorio. Bastó una plática sabrosa entre ambos amigos para que Aranda Osorio, en 1950, destinara recursos para la construcción del auditorio de la prepa, donde su amigo Elías era el director. Hablo del actual auditorio Roberto Cordero Citalán, del centro cultural que lleva el nombre de quien, en 1940, fue alumna del doctor Elías Macal. Posdata: ¡ah, cuánta vida! ¡Cuántas coincidencias maravillosas! Yo nací un 4 de abril, mi querido amigo Memo (papá del regidor Andrés) nació un 4 de mayo. Él siempre me felicitaba el día de mi cumpleaños y yo hacía lo mismo un mes después. Hace días, su amado hijo me obsequió un libro donde se honra la memoria de su bisabuelo Elías Macal García. ¡Tzatz Comitán!

CARTA A MARIANA, CON PRESENTACIÓN DE LIBRINCILLO

Querida Mariana: el pasado 22 de mayo 2025 me cupo el honor de presentar mi librincillo “Yo también hablo de Rosario Castellanos”, dentro del programa oficial que celebra el Centenario del Nacimiento de Rosario Castellanos. La presentación fue a las doce del día, en el Museo Rosario Castellanos. Te paso copia del textito que leí ante la audiencia: Buena tarde. Agradezco que me acompañen, asimismo, agradezco a las autoridades culturales la oportunidad de presentar este librincillo en el programa oficial de los actos celebratorios en el Centenario del Nacimiento de Rosario Castellanos, como dice el tal Alejandro Molinari, ¡es mi privilegio! ¿De qué va este libro? Quienes me conocen saben que es un libro alejado de la academia. No soy académico ni experto ni estudioso de la vida y obra de Rosario Castellanos. Soy un escritor y lector, pero en estos dos términos, maravillosos, está sintetizada la esencia del libro que titulé: “Yo también hablo de Rosario Castellanos”. Soy un escritor de cartas a Mariana, diario le escribo cartas a mi amiga. El género epistolar ya no es un género literario frecuente. ¿Quién escribe cartas en estos tiempos del siglo XXI? Somos pocos, muy pocos. Para los de mi generación fue algo recurrente. En los años setenta fuimos a la Ciudad de México a realizar estudios profesionales y, con la cinta de la nostalgia enredada en el corazón y en el cogote, escribíamos cartas para comunicarnos con los afectos que estaban en Comitán. Los novios escribían cartas a sus novias, casi a diario, como Rosario lo hizo con su niño Guerra; y quienes no teníamos novia nos “conformábamos” con escribir cartas a las abuelas, a los primos, primas, papás y mamás. Escribíamos cartas, tomábamos una pluma y un papel y escribíamos. Hoy pocos escribimos cartas. Memo Montalvo escribe a Ana Karen, espléndidas cartas, casi todos los días. Yo hago lo mismo, a diario, en la computadora, le escribo cartas a mi Mariana. Este librincillo es una selección mínima de cartas que envié a Mariana, donde hablo de Rosario Castellanos. ¿De qué hablo? No hago análisis de sus poemas ni reflexiono acerca de sus virtudes filosóficas. ¡No! Yo, como sucede en la plática y no en la cátedra, chismeo un poco acerca de su presencia en Comitán. En realidad, este librincillo es un homenaje a Rosario; un homenaje a mi amiga Mariana y un homenaje permanente a una comiteca que amamos mucho: Doña Lolita Albores, cronista vitalicia de este pueblo. Honro a Rosario en el Centenario de su nacimiento; honro a Mariana, parte esencial de mi vida; y honro a Doña Lolita Albores, mujer que entregó mucho a Comitán. Hace pocos días la poeta Mirtha Luz Pérez Robledo me envió un afectuoso mensaje donde sugería que yo hiciera libros temáticos, uno con Cartas a Mariana donde he mencionado a políticos, otro con costumbres comitecas, uno más con vida íntima y recuerdos familiares. Le respondí que estábamos en la misma sintonía, porque ya estaba en el horno el librincillo que hoy presento y que, como ya dije, es una mínima selección de cartas donde he hablado de Rosario Castellanos. Como ya se dieron cuenta, este librincillo es una plática con Mariana, donde le cuento algunas cosas de Rosario, cosas cotidianas, elementales. Elementales pero que tienen la pretensión de abonar en la reflexión del pensamiento Rosarino y en que su nombre esté al paso de todos. Elementales, porque no sé si ustedes se han dado cuenta que la vida de Rosario está llena de baches, de vacíos. Cada experto biógrafo se inventa a una Rosario especial y si hacemos un ejercicio de contraste vemos que no hay una biografía que se salve. Por supuesto, el libro “Yo también hablo de Rosario Castellanos” no es una biografía, Dios me libre de cometer tal atrevimiento. Algunas académicas de la UNAM, estudiosas de la obra de Rosario, sostienen que la biografía más completa de Rosario Castellanos es “Rosario Castellanos. Materia que arde”, un libro de Sara Uribe, quien es coordinadora de la Cátedra Extraordinaria Rosario Castellanos de Literatura y Géneros, de la Universidad Nacional Autónoma de México. Sí, Sara Uribe hizo un estudio que se acerca mucho a lo que es la vida de Rosario, vida que tiene muchas imprecisiones en otros libros. En el librincillo que hoy presento aparece al final la copia de la línea de tiempo que existe en este Museo Rosario Castellanos y digo que es una síntesis biográfica a la que debemos hacerle caso, porque presenta casi con precisión los datos vitales de Rosario, pero digo casi porque tiene una ligera imprecisión. Bueno, la perfección no existe. Basta ver el cuadro donde se responde la pregunta “Hijito de quién sos” para darnos cuenta que ni siquiera en su museo Rosario se libró. Porque amigos me han dicho que la pregunta debió ser hijita de quién sos, pues da respuesta al árbol genealógico de una mujer, pero los de acá sabemos que el dicho comiteco es en masculino, porque viene de tiempos de cuantuá, de tiempos donde lo que imperaba era el machismo, de tiempos que le tocó vivir a la niña Rosario, a la Rosario adolescente. Pero el error más obvio es el parche que corrige la fecha de nacimiento de Gabriel Guerra Castellanos. Digo que en línea de tiempo está escrito lo siguiente: “acaba la secundaria en Comitán” y es un dato inexacto. La propia Rosario en una carta que le envió a Ricardo le dijo que había estudiado su primer año de secundaria en la Ciudad de México, el segundo año sí lo cursó en nuestro pueblo, pero luego viajó de nuevo a su ciudad natal para terminar la educación secundaria. Salvo ese dato, la línea del tiempo que acá tenemos cuenta bien el desarrollo de la vida de nuestra escritora, la niña más amada de Comitán. Publiqué este libro para que la flama instantánea que se da en textos periodísticos tenga la pervivencia que otorga el objeto cultural más hermoso: el libro. Lo hice, ya lo dije, para honrar a Rosario, para honrar a Mariana y para honrar a Doña Lolita Albores. Hace falta que escriba una carta a Mariana donde cuente que Rosario se movió entre dos Dolores: Dolores Castro, la gran poeta, amiga que conoció en la Ciudad de México y quien fue la más entrañable de sus amigas; y Dolores Albores, la cronista comiteca, porque ésta, sin ser su gran amiga, fue una persona que estuvo muy cerca de ella. En un libro de crónicas, libro que está medio extraviado, Doña Lolita Albores nos regaló un texto que escribió en 2002 y que intituló “Sí conocí a Rosario Castellanos”. ¿Ven? Mi título juega un poco con el de Doña Lolita, yo no conocí a Rosario, pero al leer la crónica de Doña Lolita sentí que estaba muy cerca, tan cerca como estuvo ella, porque cuando nuestra cronista viaja a la gran ciudad para estudiar enfermería y declamación vive en la casa de Rosario Castellanos, esta cercanía, más la capacidad observadora que poseyó, con el agregado de una memoria impresionante, le permitió en pocas páginas legarnos una mirada muy cercana, una que no tuvo nadie más, salvo los que estaban en el entorno diario. Lola Castro fue una persona que conoció a Rosario en la intimidad, pero Lola Albores también estuvo cerca, por eso aseguró: “sí conocí a Rosario Castellanos”. Yo, que soy un aprovechado, retomé la crónica de Doña Lolita Albores y escribí a Mariana una serie de cartas comentando ese contenido. Cuando vine a ver me di cuenta que había sido una ensarta de veinte cartas en seguidoña, ¡veinte cartas! Pucha, yo mismo me sorprendí, pero luego entendí que tal número de textos había sido para dar el lugar de privilegio a esa crónica. Lo que Doña Lolita, amada Lolita, escribió es un documento que puede dar muchos elementos de análisis a los estudiosos de la vida y obra de Rosario Castellanos. De ahí la importancia de este libro. El libro “Yo también hablo de Rosario Castellanos” es una miscelánea sabrosa de cartas, una mirada sencilla, una plática de café, con pan, con pan de Las Torres o de la Flor de México, el primero con el sabor de la tierra donde creció Rosario y el segundo con la sazón de la ciudad donde Rosario nació. Este librincillo tiene mucho del carácter de los comitecos, está alejado de la solemnidad, es un libro franco, donde, en lugar de hablar del tú chilango, se emplea el voseo comiteco, ¡faltaba más! Lo que diré a continuación no viene en el libro, pero refleja lo que en el libro aparece con frecuencia: la coincidencia. Desde hace mucho supe que Rosario nació en el año 1925, pero fue hace poco, muy poco, que me enteré que la Universidad Hebrea de Jerusalén se fundó, ¿en qué año creen?, sí, tienen razón, ¡en 1925! Qué misteriosa coincidencia, Rosario nació el mismo año de la fundación de una universidad que está en otro lado del mundo. ¿Quién iba a decir que en los años setenta Rosario daría cátedra en esa universidad? Recordemos que cuando Rosario fue nombrada como Embajadora de México en Israel, ella aceptó con dos condiciones, una, que seguiría enviando sus colaboraciones al periódico Excélsior y otra, que seguiría dando cátedra universitaria. Cumplió las dos encomiendas. Rosario impartió cátedra en la universidad que se fundó el mismo año de su nacimiento. Mientras acá celebramos el centenario del nacimiento de Rosario, en Jerusalén celebran el centenario de la fundación de la Universidad Hebrea, universidad donde existe una cátedra que lleva el nombre de nuestra paisana, así como existe una cátedra en la UNAM y recientemente se instituyó la cátedra Rosario Castellanos en nuestra Universidad Autónoma de Chiapas. El canto sublime de las tiucas comitecas se dará el mero 25 en el Centro Cultural Rosario Castellanos, cuando todo el pueblo le cante las mañanitas a nuestra amada escritora. Lo haremos en nombre del mundo que la lee y que le reconoce su talento. Me enorgullece decir que este librincillo fue impreso en la Editorial Tifón, de Tuxtla Gutiérrez, Chiapas. Es una bella y cuidada edición, está hecha con profesionalismo y cariño. Por fortuna hay empresas chiapanecas que son bien hechas. Tifón es una de ellas. Agradezco de nuevo su atención y la oportunidad de estar acá diciéndoles que yo también, igual que ustedes, hablo de Rosario Castellanos. ¡Tzatz Comitán! Posdata: todo en nombre de Comitán, todo en nombre de Rosario. ¡Tzatz Comitán!

jueves, 22 de mayo de 2025

CARTA A MARIANA, CON LA PONY

Querida Mariana: la llamada Princesa de Las Letras cumplió 93 años el 19 de mayo 2025. ¿Ya viste que el 25 de mayo ella estará en el Palacio de las Bellas Artes? Para celebrar el Centenario del Nacimiento de Rosario Castellanos, La Pony, junto con Sara Uribe y nuestra comiteca Leticia Bonifaz conversarán acerca de la vida y obra de la célebre Chayito. ¡Pucha, conversación de lujo! Las tres son grandes conocedoras de la vida y obra de Rosario. ¿Recordás que el prólogo del libro “Cartas a Ricardo” fue escrito por la Poniatowska? Sara Uribe escribió una de las mejores biografías en torno a la vida y obra de Rosario, el libro se llama “Rosario Castellanos, materia que arde”. ¿Y qué decir de la comiteca Lety? Ella es una destacada intelectual y posee un ingrediente que no tienen las otras dos ponentes: ¡es comiteca!; es decir, tiene en la mano el entorno en que creció Rosario, este conocimiento más su amplia cultura le dan el aval para hablar con propiedad acerca de la vida y obra de Rosario Castellanos. La Poniatowska ha estado en Comitán. Te conté que la recuerdo en el auditorio de la Casa de la Cultura. Si no mal recuerdo la trajo la Sociedad de Alumnos Comitecos Radicados en el Distrito Federal. Vino a hacer lo mismo que ahora hará en Bellas Artes: hablar de Rosario Castellanos. Recordá que la Pony conoció a Rosario, estuvo cerca de ella durante mucho tiempo. La mirada inquisidora de la periodista también fue caleidoscopio afectuoso. Cuando la Poniatowska estuvo en Comitán aún no se había publicado el libro “Cartas a Ricardo”. He dicho que me encanta leer sus crónicas y releo con gusto su novela “Querido Diego, te abraza Quiela”, que cuenta la historia de amor entre Diego Rivera y Angelina Beloff, a través de cartas, de cartas, mi niña, sí. Ah, es una estructura sencilla, bien llevada. Y no sólo esa novela me gusta, también le entré con agrado a los cuentos “De noche vienes”, así como la novela “Dos veces única”, que cuenta la vida de Lupe Marín, mujer de Diego, ah, el infaltable Diego Rivera. Recuerdo a la Pony también en la sala de conferencias de la Casa Museo Dr. Belisario Domínguez, ahí, el caricaturista de Comitán, Raúl Espinosa Mijangos, le obsequió un retrato. Me encanta saber que la tal Poniatowska anda de arriba para abajo a sus noventa y tres años. Me encanta ver (y doy gracias a Dios) que mi mamá también está activa a sus noventa y cinco años. Elena nació en 1932, en París; y mi mamá nació en Huixtla, en 1930. Mi mamá le lleva dos años a la Princesa de Las Letras, mi mamá es la Princesa de Los Tejidos. La Pony es una gran escritora. Ha recibido una serie de reconocimientos por la calidad de su obra literaria. Su biografía dice que ella nació en París (¡oh la la!), pero sus ascendientes están en Polonia. Se le conoce como la Princesa de Las Letras, pero también le dicen la Princesa Roja, por su ideología izquierdista, si alguien celebró el triunfo de Andrés Manuel fue ella, aunque luego, a medida que pasó el tiempo, la relación se fue enfriando; no obstante, en 2022 obtuvo la distinción de la Medalla Belisario Domínguez. Así, su nombre está ligado al nombre de Comitán por dos costados: por el árbol llamado Belisario Domínguez y por el árbol llamado Rosario Castellanos. Lo sobresaliente de esta carta es la celebración de su cumpleaños 93 y su presencia en Bellas Artes al lado de la Uribe y de la Bonifaz. Ta reunión se advierte como uno de los actos más relevantes dentro del Centenario del Nacimiento de Rosario Castellanos, tres grandes voces volarán en torno al nido de la pajarita consentida de Comitán. Posdata: ¡felicidades a la Pony! ¡Que viva en plenitud muchos años más! ¡Tzatz Comitán!

miércoles, 21 de mayo de 2025

CARTA A MARIANA, CON TRAZOS

Querida Mariana: Pau y yo pasamos por el parque central, íbamos a comprar unos esquites. La tarde era generosa. En estos tiempos todo mundo se queja del calor, pero a la hora que pasamos por el parque central el clima era el más espléndido de todo Chiapas, corría un viento muy agradable, que llegaba desde La Ciénaga. Había gente en las bancas, niños corrían, otros daban arroz a las palomas, cuando las palomas se saciaban las veíamos trepar a un árbol framboyán, tea ardiente en naranjas y rojos. Caminábamos jugando, contábamos diez pasos sobre las lajas del parque, nos deteníamos y contábamos en retroceso: diez, nueve... Al llegar al cero iniciábamos de nuevo la caminata. Pau dijo que nunca llegaríamos al puesto de esquites, se rio. Yo, como en el famoso anuncio televisivo, dije que estábamos haciendo más intensa la sed. Pero Pau se cansó del jueguito y dijo: ¡ya, ya!, y caminamos con paso normal, fue cuando nos topamos con el artista pintando un retrato de Rosario Castellanos Figueroa, sobre dos láminas de madera que, a través de bisagras, simulaban un libro abierto. Como la niña que acá se ve, nos detuvimos a ver el trabajo del artista, quien es un experto pintando con aerosol. Nosotros imitamos a la niña espectadora. La pintura estaba inconclusa, pero ya la niña advirtió que había una cinta de luz. Pau dijo que los artistas pintan sus propias versiones del rostro de Rosario. Sí, le dije, el arte hace interpretaciones desde el espíritu y cada pájaro tiene sus propias alas para el vuelo. Nos quedamos viendo un buen rato, lo mismo hizo la niña. ¿Qué pepenó ella? ¿Qué nosotros? Lo que siempre vos y yo hemos platicado: que si te topás con luz en la calle estarás iluminado. ¡Más rostros de Rosario en las calles de Comitán, más palabras de ella! Nunca he ido a Buenos Aires, Argentina, pero tengo amigos y amigas que sí han estado en esa maravillosa ciudad de Sudamérica. Han compartido fotos, en redes sociales, donde, por ejemplo, están sentados al lado de Mafalda. ¿Mirás qué privilegio? Los argentinos aman la figura de ese dibujo animado que creó el genial Quino. Los argentinos supieron, desde siempre, que si mandaban a hacer una escultura de Mafalda sería un homenaje permanente para ella y sería una gran motivación para visitantes que admiran a esa bella niña. Así que medio mundo que llega a Buenos Aires busca la escultura donde Mafalda está sentada en una banca y se toman la foto de recuerdo. ¿Mirás? Un personaje de monitos es una figura atractiva. No dudo que muchos visitantes del mundo viajan especialmente para tomarse la foto con Mafalda, ya de paso toman mate, comen un asado, compran libros y ven danzantes de tango. ¡Ah, la pampa! La tierra del queridísimo Julito Cortázar, de Borges, de Alejandro Molinari, el joven cantante. Si eso hicieron con un personaje de comic, ¿por qué no hacer lo mismo con Rosario acá en Comitán? Una escultura (bien hecha, por supuesto) donde, al estilo de Jaime Sabines, en Tuxtla, esté sentada en una banca para que sus admiradores puedan sentarse a su lado y, al estilo de Sara Uribe, platiquen con ella y se tomen la foto de recuerdo, la de privilegio. ¿Qué pensás que hará el artista con el pliego que está vacío?, le pregunté a Pau, cuando ya estábamos frente al puesto de esquites, con las ollas llenas de granos de maíz, calientitos, con las ollas llenas de chayotes hervidos. Ella dijo que, sin duda, colocarían el fragmento de un texto de Rosario (en efecto, un día después pasé temprano por el parque y miré que eso había pintado el artista grafitero). Entonces jugamos a qué colocaríamos nosotros. ¡Cien rosas!, dijo Pau, cien rosas naturales, no plásticas; ¡Cien rosarios!, dijo, emocionada, de esos que usan las viejitas para rezar; ¡Cien tzisimes!, y reímos, porque vimos a las cien hormigas aladas, culonas, concentradas, buscando la forma de una rosa. Ah, mil cosas podrían colocarse en ese lienzo blanco, cien nubes, cien mariposas, cien palabras elegidas. Recibimos los esquites, sólo con sal, limón y un poco de polvo juan (bien picoso, nos obligó a abrir la boca buscando un poco de aire, un poco de agua). Pagué y nos retiramos, todavía le dimos otra vueltita al dibujo que retocaba el artista. ¡Más dibujos de Rosario! Como éste, bien pintados, claro. Posdata: ahora, el parque de Comitán está vestido de Rosario, la autoridad mandó a colocar una serie de estructuras metálicas donde están fotografías estilizadas de nuestra autora consentida, para que los visitantes y todo mundo se tomen la foto del recuerdo. Sólo falta la escultura donde podamos sentarnos a su lado. El contador Moya se emocionó de más y pidió que el parque se llame, a partir de hoy, parque Rosario Castellanos. Se enojarán los que cada año rinden homenaje a Benito Juárez, porque así se llama el parque central. ¿Qué tal que aprovechamos la idea del contador Moya y las autoridades mandan a hacer la escultura de Rosario sentada en una banca? Que dicha escultura la coloquen en el parquecito al lado del templo de El Calvario (el templo que está a media cuadra de las dos casas donde habitó Rosario) y, en un día luminoso, se hace el bautizo del espacio llamándolo Parque Rosario Castellanos, donde, por supuesto, el padrino de honor sería el contador Moya. ¡Tzatz Comitán!

martes, 20 de mayo de 2025

CARTA A MARIANA, CON CASA LLENA

Querida mariana: no sé quién fue el de la idea, pero un día hubo un equipo juvenil de béisbol. Imaginalo, un equipo de béisbol en Comitán, donde lo común (hasta la fecha) es formar equipos de fútbol soccer. No sé quién me invitó, pero un día formé parte de ese equipo de béisbol que se llamó “Comet’s”. Los integrantes tuvimos que comprar chunches especiales para jugar béisbol. ¿En dónde? No lo sé. Las tiendas de deportes en el pueblo tenían muchos artículos para otros deportes. Había para fútbol, para vóleibol, para básquetbol, pesas para los fisicoculturistas, guantes para los boxeadores, raquetas para tenistas, pero no era común tener pelotas, guantes y bates. Así que, imagino, debimos pedir los chunches beisboleros a la Ciudad de México o una tienda de deportes lo hizo por nosotros. Esto debió ser. Sí. Los vendedores de artículos deportivos tenían los contactos suficientes. Lo que sí sé es que un día tuvimos los chunches para practicar béisbol. El delantero de un equipo de fútbol necesita lo mismo que el medio, que el defensa, sólo el portero necesita un material especial (guantes, cuando menos). Cuando comenzamos a jugar el béisbol llamó mi atención que había guantes para diestros y para zurdos (chencos). ¿Por qué tal diferencia? Alguien (tampoco recuerdo quién) me explicó, como si fuera un niño de preescolar, que el diestro lanza la pelota con la mano derecha y el zurdo lanza la pelota con la mano izquierda. ¿Entendiste? Sí, pero… Ah, pues entonces si el zurdo cachara la pelota con un guante en la izquierda no tendría un buen lanzamiento, a menos que tomara la pelota con la mano derecha, tirara el guante y luego se pasara la pelota a la izquierda, brazo efectivo. ¡Entendí la explicación! ¡La entendí! Oh, mi papá siempre decía que el béisbol es el rey de los deportes. Comprendí. Los zurdos y los derechos en el fútbol no tienen aditamentos especiales para patear el balón, basta que la pelota les llegue al pie adecuado para que suelten un patadón soberbio. Como en cualquier deporte el béisbol cuenta con palabras específicas. El fútbol soccer tiene palabras propias: penalty, falta, mano, tarjeta de castigo, tiro de esquina, gol, gol olímpico, chilena, drible. Ah, es bello pensar que cada deporte tiene un lenguaje propio, así como aditamentos especiales. ¿Quién fue el pitcher de nuestro equipo? No recuerdo. En cambio, sí tengo en la memoria la imagen del cátcher: Javier. Él, digo yo, fue quien tuvo que poner más paguita para adquirir los aditamentos, porque compró el guante especial, más un peto, más una careta. Pucha, era el jugador que llevaba más chunches encima. Yo lo veía desde mi posición lejana, lo veía acuclillarse detrás del lugar donde se ponía el bateador, como lo había aprendido, hacía señas con las manos al pitcher, para que éste lanzara rectas, curvas, y cambiara de velocidad. Era un lenguaje críptico, pero que entre pitcher y cátcher había un total entendimiento. Compramos pelotas y bates. Aprendí el término inglés “Infield fly”, pero jamás entendí bien a bien en qué consistía, pero Don Héctor González (experto en dicho deporte) un día gritó ¡infield fly! El juego se suspendió y Don Héctor explicó, como si fuese una cátedra y no un juego en desarrollo. Todo mundo aceptó la voz del experto. Supe lo que mi papá decía, el béisbol era más complejo que el sencillo soccer, tal vez por esto hay más fanáticos del fut que del beis. Quienes jugamos el béisbol en el equipo “Comet’s” fuimos unos privilegiados. En Comitán, en los años sesenta, practicamos un deporte que no era usual ni común. ¿Vos sabés que el guante que usa el cátcher se llama Mascota? Es un guante especial, diferente al que usan los demás jugadores. ¿Sabés que el espacio del juego se llama Diamante? ¿Mirás qué términos tan bellos, tan llenos de magia? Javier, en su pubertad, tuvo una mascota y con ella recibía las pelotas que el pitcher lanzaba. Por lo regular, la palabra mascota se utiliza con los animalitos de casa. Javier, ya mayor, mucho mayor, tuvo una mascota; tuvo un perro bien bonito que sacaba a pasear por el parque, porque se dio cuenta que los perritos son animales que llaman la atención de las muchachas bonitas. Nunca falta la chica que se acerca a hacerle cariñitos a la mascota, momento que mi amigo aprovechaba para hacerle plática a la bonita. Posdata: pienso que en Comitán, en este 2025, la situación deportiva es la misma de los años sesenta, la mayoría de niños y jóvenes practica el fútbol soccer, es una minoría la que anda pegando a la pelota con el bat. Hubo un tiempo donde participé en un equipo de béisbol, yo ¡el tutuldioso! Eran tiempos de casas llenas. ¡Tzatz Comitán!

lunes, 19 de mayo de 2025

CARTA A MARIANA, CON LECTURAS

Querida Mariana: el escritor Mario Vargas Llosa lo repitió muchas veces: “Aprender a leer es lo más importante que me ha pasado en la vida”. Lo decía con una gran convicción y con profunda emotividad. Me gustó escuchar tal frase, en forma constante. Mario tuvo conciencia de un acto que, para la mayoría de mortales, pasa desapercibido. Ahora, vos lo sabés, el gobierno de nuestro paisano Eduardo Ramírez ha iniciado una gran campaña para alfabetizar. Chiapas, ¡uf!, es uno de los estados más pobres del país y ostenta uno de los últimos lugares en población alfabetizada. Esto que escribo muy rápido, a la ligera, y que vos leés también como si tomaras un vaso de agua, es una gran tragedia. ¿Imaginás la desventaja en que viven todas aquellas personas que no saben leer? Como si vivieran en medio de una cueva oscura. “No sé leer”, me dijo una vez un hombre, me lo dijo con pena, como si él cargara una gran piedra. En ese momento pensé “yo sí se leer, gracias a Dios”. El Premio Nobel de Literatura, Mario Vargas Llosa, siempre que podía, en diversas pláticas o conferencias, repetía: “Aprender a leer es lo más importante que me ha pasado en la vida”. ¡Cómo no! Él fue un gran lector, su mundo, así lo contaba, se expandió gracias a la capacidad que adquirió cuando un maestro Lasallista Justiniano le enseñó a leer. ¿Mirás qué prodigio? Mario recordaba con emoción el nombre del maestro que le propició la más grande herramienta intelectual. Si Mario logró en vida la trascendencia, si obtuvo el Nobel de Literatura, fue porque, siendo niño, un día (bueno, una serie de días) aprendió a leer, y con ello: aprendió a escribir. Fue un gran lector y un gran escritor, y todo se debió a ese proceso maravilloso donde una persona reconoce el significado de cada palabra, de cada oración, de cada párrafo. Sí, Mario tenía razón, uno de los momentos que deberíamos glorificar para siempre sería el del instante donde pudimos descifrar los códigos escritos. ¿Vos recordás el nombre del maestro o de la maestra que te enseñó a leer? ¿Recordás ese proceso de aprendizaje? Yo, que tengo memoria pichancha, recuerdo que fue en el primero y segundo grados de primaria, en la gloriosa escuela Fray Matías de Córdova, donde aprendí a leer. Mi maestro fue Óscar Pascacio, quien era originario de Tuxtla Gutiérrez y vivió en el pueblo, en una casa frente a la lateral del templo de El Calvario. Entré a la escuela primaria cuando tenía seis años de edad (1963) y recibí, como todos los alumnos de la patria, los libros de texto gratuito, que en sus portadas traían el dibujo de una mujer con rasgos indígenas que sostenía el asta con la bandera de México. Llamaba mi atención que detrás estaba la enorme cabeza de un águila que devoraba una serpiente, dibujo que corroboraba la leyenda, pero que a mí me provocaba cierto terror. Agradecí que mi papá forrara esos libros y así desapareciera de mi vista esa imagen. Nunca me ha gustado ver escenas donde un animal destroza a otro, no me gusta ver gatos comiendo ratones ni perros mordiendo a gatos. “Mi libro de primer año” fue uno de los libros donde aprendí a leer y a escribir, ahí aparecía el famoso oso, “el oso se asea / sí se asea”. El otro libro fue “Mi cuaderno de trabajo de primer año”, donde venían ejemplos de letras y oraciones que los alumnos copiábamos. ¿Cómo fue el proceso de aprendizaje? No lo sé. Es algo incomprensible. Quienes aprenden un nuevo idioma no pueden precisar cómo se da el proceso mental; lo mismo sucede, digo yo, con todo nuevo aprendizaje: treparse a una bicicleta, meterse a una alberca o río o mar, hacer rayas en un cuaderno de dibujo, bordar con estambres, sembrar semillas en un campo. Todo aprendizaje conlleva una cinta de tradición. Apenas podemos entrever la historia del lenguaje. Los mayas de la zona esculpieron estelas con jeroglíficos. No todo mundo puede leer los jeroglíficos, sólo los expertos. Al principio de la vida todo es como un petroglifo, no podemos descifrar los signos, pero el libro más la voluntad del maestro hicieron el prodigio de que, como Vargas Llosa, como millones de lectores en el mundo, yo también aprendiera a leer y a escribir. Con la distancia que es preciso mencionar, yo también hago lo que Mario, soy un lector y soy un escritor. Estas dos capacidades han provocado en mí lo más sublime de mi vida (sé que lo mismo piensan millones de lectores en el mundo). Posdata: somos millones de personas que sabemos leer y escribir, a veces es bueno tomar conciencia del prodigio que apareció en nosotros en el instante que aprendimos a leer. Mario, el gran Mario Vargas Llosa, siempre estuvo consciente de ese instante sublime. ¿Vos recordás al maestro o maestra que te enseñó a leer? ¿Tenés conciencia de ese don adquirido? ¡Tzatz Comitán!

domingo, 18 de mayo de 2025

CARTA A MARIANA, HACIENDO MUTIS

Querida Mariana: en teatro se usa la palabra mutis, no para nombrar a Álvaro Mutis, el escritor colombiano, sino para nombrar el instante donde un actor sale de escena. Hoy saldré de escena, porque otro actor se presenta en el escenario. ¿Recordás lo que dije cuando, en Villaflores, pasé a recibir el Sombrero de La Ocurrencia? Antes, Javier Espinosa Mandujano había recibido el Sombrero de La Ocurrencia y expresado un emotivo mensaje. Cuando me tocó a mí dije: “Cuando la inteligencia habla yo callo”. Hoy, con tu permiso, hago lo mismo. Te paso copia del texto que el doctor Hernán León Velasco escribió a propósito de la carta que te escribí acerca del libro de mi querida amiga Marissa Trejo Sirvent. Va copia: Apreciado Alejandro La carta que ofreces no es solo una misiva a Mariana: es una luminosa piedra volcánica que nos lanzas al corazón. En su apariencia serena —como esas arenillas que recoge uno con los dedos al borde de un río— está contenida una verdad poderosa: el olvido es una enfermedad, y tú has escrito este texto como quien busca sanar. Tu “Arenilla” no se limita a celebrar un libro ni a tomar postura sobre una escritora. Es una pieza que expone, sin alardes y con honda honestidad, el deber de la memoria como acto civil, como resistencia frente a la mediocridad que nos ronda a todos cuando la costumbre muerde los bordes del alma. Has escrito una defensa no acartonada, no panfletaria, sino profundamente viva de Rosario Castellanos. La voz que usas es la del amigo que conversa, del lector que respira con lo que lee, del comiteco que no quiere que se borre el nombre de Rosario de las bardas ni de las conciencias. No hablas como devoto, sino como testigo. Y en eso está la fuerza: porque no endiosas, sino que iluminas. Te detienes a decir lo que pocos se atreven a aceptar: que hay quienes se hastían de lo grande porque no lo entienden. Que hay quienes preguntan “¿qué hizo Rosario por Comitán?” sin saber que, si la historia tuviera ojos, en cada uno de ellos estaría grabado ese nombre. Que Rosario, desde la palabra, dio más patria que muchos desde la tribuna. Tu texto fluye como río que recoge recuerdos: de Gabo, de Belisario, de Marisa Trejo, de Chusy, de la doctora Reyes. Pero no es un texto coral, es un solo canto de conciencia: uno que se planta ante el tiempo para decir que hay figuras que no deben ser recordadas solo en centenarios, sino en el cotidiano de los días que aún no se vacían. Agradezco que uses la palabra como quien abre ventanas. Que no le temas al tono directo, ni al humor ligero, ni a la melancolía que brota cuando se sabe que los pueblos olvidan con demasiada rapidez lo que los dignifica. Alejandro, te felicito profundamente. Esta “arenilla” tiene alma de granito fino: porque contiene historia, lucidez y pertenencia. Gracias por invocar a Rosario no como mito, sino como herencia. Gracias por recordarnos que escribir es también un modo de defender lo sagrado. Y que, sí, hablar de ella —como tú tan bien lo dices— es una forma de rezar un Rosario que no pesa, que no cansa, que no termina. Posdata: regreso al escenario, sólo para recorrer el telón, mientras se sigue escuchando la ovación de la audiencia. ¡Tzatz Comitán!

sábado, 17 de mayo de 2025

CARTA A MARIANA, CON UN LIBRO

Querida Mariana: tengo en mis manos el libro “Cuando el árbol retoña. Ensayos en homenaje a Rosario Castellanos en el Centenario de su Nacimiento. 1925 – 2025”, coordinado por Marisa Trejo Sirvent. El otro día un amigo dijo que ya basta de Rosario. Nada dije. Este amigo no se ha enterado que este año está dedicado a la escritora comiteca, ¡todo el año! La gente común y corriente está acostumbrada a ser festejada el día que nació, pero los personajes relevantes son festejados más veces, en honor de las personalidades trascendentes se realizan conversatorios, fiestas de libros, conciertos musicales, festivales y muchos actos más. Es comprensible. Las mentes más lúcidas no pueden olvidarse. Es necesario que estén presentes todos los días en todas partes, porque la simple mención de sus obras reaviva la flama de la inteligencia. Los enamorados de la música selecta nunca se cansan de escuchar a Bach, a Beethoven, a Mozart; los enamorados de la pintura aprecian todos los días cuadros de Picasso, de Van Gogh, de Modigliani, de Rufino Tamayo e incluso de José Luis Cuevas. Así puedo hacer un repaso de todas las disciplinas de la creación humana. Bueno, con decir que los católicos, sólo como ejemplo, no dejan de persignarse todos los días frente a un crucifijo donde está Cristo. La permanencia evita el polvo del olvido, nefasta niebla que los dictadores se empecinan en colocar. Este año es celebración internacional, en muchos países del mundo hispano hay guateques culturales dedicados a la niña amada de Comitán: Rosario. Mencionarla todas las mañanas es un acto de libertad, un dar los buenos días con esperanza. Los estudiosos de su obra han privilegiado la calidad literaria de su obra, pero, además, han dicho (con justa razón) que su pensamiento abrió nuevas sendas en el desarrollo de los pueblos. Ya hemos platicado, querida niña, que cuando apareció su novela “Balún Canán”, que escribió en 1957, varios paisanos, quién sabe cómo, tuvieron en sus manos un ejemplar y pusieron el grito en el cielo, ¡cómo era posible que ella, hija de un terrateniente, hija de un hacendado, hubiese descrito la condición inhumana que mantenían los sirvientes! Rosario debió sancionar la actitud del presidente Cárdenas y defender los derechos de los hacendados. Pero, lo sabemos, Rosario no se puso del lado de los dueños de haciendas, pero tampoco del lado de los indígenas. En su novela, Rosario, gran escritora, se concretó (es un decir) a describir una situación histórica que nadie en la región desconocía. Por eso es que Rosario debe estar presente cada día. Mi amigo no sabe que Rosario ha dado lustre a nuestro pueblo, ella es un orgullo de Comitán. Sin ser comiteca de nacimiento, siempre se asumió como tal. Basta ver que ella puso el nombre de Comitán en el mapa del mundo como nadie jamás lo hizo. Difícilmente aparecerá otra figura semejante. Con su capacidad narrativa y con su mirada inteligente, ella puso en los ojos del mundo este pedacito de tierra, tan lejano del centro de México y de todos los demás centros. Ya basta de Rosario, dijo mi amigo. No, nunca será suficiente seguir hablando de ella. Nadie puede negar lo que es evidente, en Comitán no todo mundo lee a Rosario. Esto refleja la indolencia de nuestro carácter. Hay miles de paisanos que nunca han entrado a conocer la Casa Museo Dr. Belisario Domínguez ni han conocido el Museo Rosario Castellanos. No les interesa, les vale una pura y dos con sal. Y esto se debe, en parte, porque hay voces que dicen que ya basta, que ya estuvo bueno de dedicar tanto argüende a Rosario. Hay incluso gente que pregunta (es en serio, querida mía) ¿qué fue lo que hizo Rosario por Comitán? El desconocimiento hace que este tipo de cuestionamientos aparezca con frecuencia. En Comitán, tierra de Rosario, tenemos el compromiso moral y ético de hablar de ella, tal vez más que en otro lugar del mundo, aunque sabemos que eso no es cierto. Hay un gran desconocimiento de su obra y de su persona. Es necesario que se hable más de ella, que así como lo hicieron nuestras amigas Chusy Coutiño y la Doctora María del Carmen Vázquez, se pinten más fragmentos de sus poemas en todas las bardas y paredes de Comitán. El otro día, mi amigo el Doctor Marco Antonio Besares compartió una fotografía de un viaje que hizo a Colombia, a la tierra del gran Gabo García Márquez. En la fotografía estaba al lado de un dibujo espléndido pintado en una pared, donde aparecía el famoso escritor rodeado de cientos de mariposas amarillas. Quienes han leído obra del escritor colombiano sabrán el porqué de las mariposas amarillas. Hace meses vino la Doctora Consuelo Sáizar a impartir una conferencia en el Museo Rosario Castellanos y dijo lo mismo: en Colombia todo mundo se topetea con imágenes y frases de Gabriel García Márquez, es la única manera de honrar el intelecto, la única manera de contrarrestar las fuerzas oscuras del mal. Hablar hasta por los codos de Rosario Castellanos es una forma de abrir ventanas donde corra un aire más limpio. El mundo de este siglo XXI cada vez es más caótico, cada vez se vuelve más materialista. Necesitamos abrir espacios donde el arte sea como el pan de todos los días. Necesitamos nutrirnos con los pensamientos de las mentes más lúcidas. Rosario fue una mente lúcida, en tiempos donde la cultura estaba dominada por hombres ella se atrevió a alzar la voz, y su voz fue tan intensa, tan galana que, como si fuera Moisés en femenino, abrió el mar machista y caminó por en medio. Desde entonces, esa senda ha sido cruzada por más mujeres. Por eso, mi querida amiga, la poeta Marisa Trejo Sirvent (compañera de generación en la licenciatura de Lengua y Literatura Hispanoamericanas, en la Universidad Autónoma de Chiapas) coordinó el libro “Cuando el árbol retoña”, donde está reunida una serie de ensayos que revisitan la obra de Rosario. 9 mujeres y un hombre celebran a Rosario (9 estrellas y una más). Acá están los textos de Andrea Reyes, Marta Lamas, Dolores Castro (amiguísima de Chayito), Marisa Trejo, Herminia M. Alemany, Yvonne Cansigno, Adriana Sáenz, Beatriz Saavedra, Angélica Arreola y Óscar Bonifaz. El texto que inicia el libro es “El “arriesgarse a ser contrabandista”: Castellanos, ensayista y mujer”, de Andrea Reyes, académica en universidades estadounidenses y quien se dio a la tarea de recopilar los textos que Rosario Castellanos publicó en su columna del periódico Excélsior. Dicha labor de hormiguita maravillosa ahora está contenida en los libros “Mujer de palabras: artículos rescatados de Rosario Castellanos”. Lo que mi amigo no sabe es que existen cientos de personas, como la Doctora Andrea Reyes, que han dedicado miles de horas en estudiar la obra y vida de Rosario, porque saben que su labor le hace bien al mundo. La Doctora Reyes dijo en sus libros que nos presenta “artículos rescatados”; es decir, sin su trabajo esos artículos seguirían en la isla de la ignorancia, gracias a su dedicación estos artículos nos dan luz, siguen abriendo caminos más resplandecientes. ¿Ya chole de Rosario? ¡No! ¡Nunca! ¡Jamás! Mientras más voluntades se sumen a ese grupo coral, la música de los cenzontles se seguirá escuchando. La Doctora Reyes estuvo en Tuxtla Gutiérrez apenas hace unos días, dictó una cátedra, tuvo como testigos de honor a mi amiga Marisa; al Rector de la UNACH, Doctor Oswaldo Chacón Rojas; a nuestra querida y admirada paisana Doctora María del Carmen Vázquez Velasco, secretaria general de la Universidad Autónoma de Chiapas; y al buen amigo Doctor Florentino Pérez, secretario académico de la institución. La conferencia magistral que impartió la Doctora inauguró la Cátedra Rosario Castellanos, espacio que servirá para seguir profundizando en la obra y vida de la famosa escritora comiteca. Posdata: mi amigo no sabe que en la Universidad Hebrea de Jerusalén existe, desde 1988, una cátedra que lleva el nombre de Chayito. Esto es porque ella, cuando fue Embajadora de México en Israel, dictó cátedra en esa universidad. Existe un reconocimiento tácito a su trabajo, a su talento. Estoy hablando de Jerusalén. ¿Qué hacemos los comitecos por Rosario? ¿No es bueno hablar de ella todos los días? ¿No es bueno rezar el Rosario cada mañana a modo de ablución magnífica? ¡Tzatz Comitán!

viernes, 16 de mayo de 2025

CARTA A MARIANA, CON UN JOVEN EXITOSO

Querida Mariana: sin regateos. El reconocimiento debe ser unánime, el aplauso debe ser de pie. Te cuento. La Academia de Piano de la Facultad de Música de la Universidad Veracruzana lanzó una convocatoria para elegir a alumnos destacados, a los más chipocludos. Los elegidos, según rezó la convocatoria: “podrán participar con una o varias obras de elección libre, con una duración máxima de diez minutos”, en tres recitales de piano, con la siguiente programación: 12 de mayo 2025, a las siete de la noche, en el Auditorio de la Facultad de Música de la UV; 14 de mayo 2025, a las seis de la tarde, en el Museo de la Música Veracruzana Casa Doña Falla; y el 23 de mayo 2025, a las once de la mañana, en el Colegio Preparatorio de Xalapa. Te mando copia de uno de los carteles, para que mirés las caritas de los artistas. Estoy seguro que reconocerás a uno de ellos, ¿ya lo identificaste? Sí, el segundo de izquierda a derecha es el querido Max, mero comiteco, orgullo de nuestro pueblo. Sin regateos, querida mía. Cuando vi el cartel me sentí contento, porque un artista comiteco brilla por su talento musical. Quienes fueron elegidos resultaron ser los mejores de los mejores estudiantes de piano en la prestigiosa Universidad Veracruzana. Max es amigo desde hace rato, es mi privilegio. Él siempre abona el árbol familiar, así como sus raíces comitecas, cuando tiene oportunidad se descuelga de Xalapa para el pueblo y lo veo caminar contento las calles y los parques. La vez más reciente me lo topé a media cuadra del parque, caminaba al lado de la bella Juliette. Lo abracé con mucho afecto, le manifesté mi cariño y mi permanente admiración. ¿Recordás lo que te dije acerca de lo que la Doctora Consuelo Sáizar comentó cuando dio una conferencia magistral en el Museo Rosario Castellanos? ¡Sí! Hay que estar siempre muy consciente de la persona que está frente a vos. Cuando veo a Max y platico un ratito con él, estoy consciente de lo que acá queda de manifiesto, estoy frente a un chico comiteco, que es un talento en la ejecución del piano, que es un muchacho noble, bello. Cuando saludé a Max y a Juliette no perdí esa concepción divina. A Max lo abracé con admiración, a Juliette le dije que acababa de verla en redes sociales en una fotografía espléndida de una sesión que le hizo el gran fotógrafo comiteco Carlos Gordillo. ¿Mirás de qué estoy hablando? Hablo de talento de nuestro pueblo, hablo del reconocimiento que debemos rendirles. Basta de aquel apotegma bobo que dice que nadie es profeta en su tierra. Ahora son tiempos de reconocer la grandeza de los nuestros, de impulsar a los talentos, de brindarles carretadas de aplausos. Max lo merece, es un chico talentoso con gran disciplina. Cuando voy, de vez en vez, a su casa, lo encuentro practicando en el piano. ¿De qué sirve el talento si no hay disciplina? ¿De qué sirve la disciplina si no hay talento? Max, para dicha de este pueblo y de su papá y de su mamá, goza de ambas fortalezas. Ya es un grande, será enorme. Las mejores historias de su pentagrama personal y colectivo están por tocarse. Maximiliano Domínguez Mayorga estudia en la Facultad de Música, de la UV, pero sus inicios están documentados en escuelas comitecas, con dos grandes maestras: Lucía Martínez y Crista Albores. ¿Mirás de qué hablo? Sigo hablando de la enorme ceiba cultural que es Comitán. Hay, por fortuna, enormísimos talentos en este pueblo, son profetas en su tierra, porque comunican mensajes divinos desde sus trincheras, hacen prodigiosas siembras. Mi querido y admirado Max ya riega semillas de luz en muchos lados. Cuando viene a Comitán ofrece conciertos. La vez más reciente estuvo en la Casa Museo Dr. Belisario Domínguez. Ahora, abre las manos sobre el teclado, para llenar de buena música los oídos de melómanos veracruzanos. Posdata: basta de decir también que sólo Veracruz es bello, bello es el arte de Carlos Gordillo, bello el arte de Crista, el arte de Lucía; bella es Juliette y bello, bellísimo, es el legado musical de Max, quien en su nombre lleva el inicio de máximo, de supremo, de genio. ¡Mero comiteco! ¿Ya viste que son nueve los jóvenes artistas concertistas? ¡Nueve! ¿Mirás? Ah, la señal divina comiteca siempre está presente. ¡Tzatz Comitán!

jueves, 15 de mayo de 2025

CARTA A MARIANA, CON DISCOS

Querida Mariana: veo a muchos jóvenes con audífonos. Los veo caminando en la calle, pedaleando bicicletas o conduciendo automóviles, lo hacen con audífonos en los oídos. Escuchan música. Los audífonos de estos tiempos son de formas variadas, desde unos pequeños chicharitos hasta unas diademas fastuosas que se cuelgan en la cabeza. ¡Escuchan música! Te he contado que una de mis deficiencias de entretenimiento es la música. He tenido amigos que han sido melómanos de toda la vida. Desde los años sesenta los conocí, tenían consolas o pequeños tocadiscos y escuchaban la música de moda, no la que escuchábamos los oyentes en la radio comercial, sino la “otra” música, una que se alejaba de lo que nos aventaban las compañías disqueras publicitarias. Por lo regular, la clase de música que ellos adquirían era música de jazz, música clásica o blues. Estos discos los adquirían en la Ciudad de México o en los Estados Unidos de Norteamérica. Los discos eran verdaderas joyas. Hablo de los discos de vinilo, que tenían diferentes tamaños, entiendo que por el número de revoluciones por minuto: 78, 45 y 33. Estos amigos melómanos tenían discos en sus casas como yo tenía libros en la mía. Ellos escuchaban música y yo leía libros. Ellos eran verdaderos amantes de la música y cuidaban sus vinilos con una atención desmedida, yo los veía sacar un disco de la carpeta de cartón donde venían, los limpiaban con un paño especial (había algunos que los limpiaban con un líquido especial) y, con gran cuidado, los colocaban en el aparato reproductor y (uno de los momentos más sublimes) movían el brazo donde estaba la aguja, y con un pulcro movimiento depositaban la aguja en el primer surco del disco que ya estaba girando. El disco, conforme daba vueltas, nos regalaba el sonido. A pesar de no ser un amante de la música reconocía que en eso que ellos poseían había una gran diferencia. En la XEUI, que era la radio local, la audiencia escuchaba lo que los locutores programaban. Dicha programación (hasta donde entiendo) estaba dictada por los discos que la radio recibía en forma gratuita, que las grandes casas disqueras enviaban para su reproducción, porque eso garantizaba que los oyentes se enamoraran de tal canción o de tal intérprete y corrieran a comprar el disco en la “Casa del ciclista” que no sólo vendía bicicletas sino también discos. En los años setenta llegué a comprar discos de Julio Iglesias (el papá de Enrique) y de Roberto Carlos. Como no ponía mayor atención a ese segmento artístico, Juan Gabriel, José José, Leo Dan y demás vainas pasaban de noche en mi vida, salvo en los momentos donde la radio funcionaba en la casa, mientras la sirvienta hacía la comida o mi papá hacía el diario inventario de las rejas de refrescos. Ahora que lo pienso, la música siempre estuvo de fondo durante el día en la casa, pero nunca le puse atención. No obstante, el machaqueo era tan definitivo que me aprendía algunas letras, la que sí me aprendí (te lo he contado) fue el Corrido del Caballo Blanco, que cantaba José Alfredo Jiménez; y yo, cuando mi papá echaba sus tragos con los amigos, me subía a una silla y la cantaba. Una vez, como si fuera Luis Miguel (que en ese tiempo aún no existía) un amigo de mi papá, ya medio encumbrado en la montaña de la bolera, me pidió un bolero del gran cantante Javier Solís y extendió un billete de cinco pesos. Había escuchado la dichosa cancioncita y me había aprendido la primera línea: “una noche tibia nos conocimos” y tenía, más o menos la tonada, así que tomé el billete y comencé a improvisar: “una noche tibia nos conocimos, había luna y algo de frío…” y por ahí me fui. Al final el bolo aplaudió a rabiar y yo me sentí un artista consumado, no tanto por el canto sino por la improvisación. Tuve un par de audífonos cuando, ya en los años ochenta, ya siendo trabajador le pedí a un tío que me comprara un Walkman, de Sony, que era un producto caro. Cuando llegó a Comitán el envío me sentí privilegiado. El Walkman traía un casete de prueba, de regalo, por un lado traía el sonido de un avión que, para apantallar, pasaba de un lado a otro de mi cabeza; y en la otra parte traía la canción "Los diamantes son para siempre”, interpretada por Shirley Bassey. El sonido era espectacular, la fidelidad de esos audífonos era excelente. Disfruté el aparatito, hasta que un amigo me lo pidió prestado y ya nunca volvió. Pensé que había sido una buena señal, porque, en realidad, los audífonos no me eran cómodos. Posdata: ahora veo a muchos jóvenes con audífonos, los usan de manera indiscriminada, el otro día le pregunté a mi amiga Aurorita, especialista en audición, y ella me dijo que sí, que estos jóvenes corren el riesgo de ir perdiendo la audición por el exceso, deben tener mucho cuidado en regular el volumen, no pasarse de los decibeles. ¡Tzatz Comitán!