sábado, 24 de mayo de 2025
CARTA A MARIANA, CON PRESENTACIÓN DE LIBRINCILLO
Querida Mariana: el pasado 22 de mayo 2025 me cupo el honor de presentar mi librincillo “Yo también hablo de Rosario Castellanos”, dentro del programa oficial que celebra el Centenario del Nacimiento de Rosario Castellanos. La presentación fue a las doce del día, en el Museo Rosario Castellanos. Te paso copia del textito que leí ante la audiencia:
Buena tarde. Agradezco que me acompañen, asimismo, agradezco a las autoridades culturales la oportunidad de presentar este librincillo en el programa oficial de los actos celebratorios en el Centenario del Nacimiento de Rosario Castellanos, como dice el tal Alejandro Molinari, ¡es mi privilegio!
¿De qué va este libro? Quienes me conocen saben que es un libro alejado de la academia. No soy académico ni experto ni estudioso de la vida y obra de Rosario Castellanos. Soy un escritor y lector, pero en estos dos términos, maravillosos, está sintetizada la esencia del libro que titulé: “Yo también hablo de Rosario Castellanos”. Soy un escritor de cartas a Mariana, diario le escribo cartas a mi amiga. El género epistolar ya no es un género literario frecuente. ¿Quién escribe cartas en estos tiempos del siglo XXI? Somos pocos, muy pocos. Para los de mi generación fue algo recurrente. En los años setenta fuimos a la Ciudad de México a realizar estudios profesionales y, con la cinta de la nostalgia enredada en el corazón y en el cogote, escribíamos cartas para comunicarnos con los afectos que estaban en Comitán. Los novios escribían cartas a sus novias, casi a diario, como Rosario lo hizo con su niño Guerra; y quienes no teníamos novia nos “conformábamos” con escribir cartas a las abuelas, a los primos, primas, papás y mamás. Escribíamos cartas, tomábamos una pluma y un papel y escribíamos. Hoy pocos escribimos cartas. Memo Montalvo escribe a Ana Karen, espléndidas cartas, casi todos los días. Yo hago lo mismo, a diario, en la computadora, le escribo cartas a mi Mariana.
Este librincillo es una selección mínima de cartas que envié a Mariana, donde hablo de Rosario Castellanos. ¿De qué hablo? No hago análisis de sus poemas ni reflexiono acerca de sus virtudes filosóficas. ¡No! Yo, como sucede en la plática y no en la cátedra, chismeo un poco acerca de su presencia en Comitán.
En realidad, este librincillo es un homenaje a Rosario; un homenaje a mi amiga Mariana y un homenaje permanente a una comiteca que amamos mucho: Doña Lolita Albores, cronista vitalicia de este pueblo.
Honro a Rosario en el Centenario de su nacimiento; honro a Mariana, parte esencial de mi vida; y honro a Doña Lolita Albores, mujer que entregó mucho a Comitán.
Hace pocos días la poeta Mirtha Luz Pérez Robledo me envió un afectuoso mensaje donde sugería que yo hiciera libros temáticos, uno con Cartas a Mariana donde he mencionado a políticos, otro con costumbres comitecas, uno más con vida íntima y recuerdos familiares. Le respondí que estábamos en la misma sintonía, porque ya estaba en el horno el librincillo que hoy presento y que, como ya dije, es una mínima selección de cartas donde he hablado de Rosario Castellanos.
Como ya se dieron cuenta, este librincillo es una plática con Mariana, donde le cuento algunas cosas de Rosario, cosas cotidianas, elementales.
Elementales pero que tienen la pretensión de abonar en la reflexión del pensamiento Rosarino y en que su nombre esté al paso de todos. Elementales, porque no sé si ustedes se han dado cuenta que la vida de Rosario está llena de baches, de vacíos. Cada experto biógrafo se inventa a una Rosario especial y si hacemos un ejercicio de contraste vemos que no hay una biografía que se salve. Por supuesto, el libro “Yo también hablo de Rosario Castellanos” no es una biografía, Dios me libre de cometer tal atrevimiento.
Algunas académicas de la UNAM, estudiosas de la obra de Rosario, sostienen que la biografía más completa de Rosario Castellanos es “Rosario Castellanos. Materia que arde”, un libro de Sara Uribe, quien es coordinadora de la Cátedra Extraordinaria Rosario Castellanos de Literatura y Géneros, de la Universidad Nacional Autónoma de México. Sí, Sara Uribe hizo un estudio que se acerca mucho a lo que es la vida de Rosario, vida que tiene muchas imprecisiones en otros libros.
En el librincillo que hoy presento aparece al final la copia de la línea de tiempo que existe en este Museo Rosario Castellanos y digo que es una síntesis biográfica a la que debemos hacerle caso, porque presenta casi con precisión los datos vitales de Rosario, pero digo casi porque tiene una ligera imprecisión. Bueno, la perfección no existe. Basta ver el cuadro donde se responde la pregunta “Hijito de quién sos” para darnos cuenta que ni siquiera en su museo Rosario se libró. Porque amigos me han dicho que la pregunta debió ser hijita de quién sos, pues da respuesta al árbol genealógico de una mujer, pero los de acá sabemos que el dicho comiteco es en masculino, porque viene de tiempos de cuantuá, de tiempos donde lo que imperaba era el machismo, de tiempos que le tocó vivir a la niña Rosario, a la Rosario adolescente. Pero el error más obvio es el parche que corrige la fecha de nacimiento de Gabriel Guerra Castellanos. Digo que en línea de tiempo está escrito lo siguiente: “acaba la secundaria en Comitán” y es un dato inexacto. La propia Rosario en una carta que le envió a Ricardo le dijo que había estudiado su primer año de secundaria en la Ciudad de México, el segundo año sí lo cursó en nuestro pueblo, pero luego viajó de nuevo a su ciudad natal para terminar la educación secundaria. Salvo ese dato, la línea del tiempo que acá tenemos cuenta bien el desarrollo de la vida de nuestra escritora, la niña más amada de Comitán.
Publiqué este libro para que la flama instantánea que se da en textos periodísticos tenga la pervivencia que otorga el objeto cultural más hermoso: el libro. Lo hice, ya lo dije, para honrar a Rosario, para honrar a Mariana y para honrar a Doña Lolita Albores.
Hace falta que escriba una carta a Mariana donde cuente que Rosario se movió entre dos Dolores: Dolores Castro, la gran poeta, amiga que conoció en la Ciudad de México y quien fue la más entrañable de sus amigas; y Dolores Albores, la cronista comiteca, porque ésta, sin ser su gran amiga, fue una persona que estuvo muy cerca de ella.
En un libro de crónicas, libro que está medio extraviado, Doña Lolita Albores nos regaló un texto que escribió en 2002 y que intituló “Sí conocí a Rosario Castellanos”. ¿Ven? Mi título juega un poco con el de Doña Lolita, yo no conocí a Rosario, pero al leer la crónica de Doña Lolita sentí que estaba muy cerca, tan cerca como estuvo ella, porque cuando nuestra cronista viaja a la gran ciudad para estudiar enfermería y declamación vive en la casa de Rosario Castellanos, esta cercanía, más la capacidad observadora que poseyó, con el agregado de una memoria impresionante, le permitió en pocas páginas legarnos una mirada muy cercana, una que no tuvo nadie más, salvo los que estaban en el entorno diario. Lola Castro fue una persona que conoció a Rosario en la intimidad, pero Lola Albores también estuvo cerca, por eso aseguró: “sí conocí a Rosario Castellanos”.
Yo, que soy un aprovechado, retomé la crónica de Doña Lolita Albores y escribí a Mariana una serie de cartas comentando ese contenido. Cuando vine a ver me di cuenta que había sido una ensarta de veinte cartas en seguidoña, ¡veinte cartas! Pucha, yo mismo me sorprendí, pero luego entendí que tal número de textos había sido para dar el lugar de privilegio a esa crónica. Lo que Doña Lolita, amada Lolita, escribió es un documento que puede dar muchos elementos de análisis a los estudiosos de la vida y obra de Rosario Castellanos. De ahí la importancia de este libro.
El libro “Yo también hablo de Rosario Castellanos” es una miscelánea sabrosa de cartas, una mirada sencilla, una plática de café, con pan, con pan de Las Torres o de la Flor de México, el primero con el sabor de la tierra donde creció Rosario y el segundo con la sazón de la ciudad donde Rosario nació. Este librincillo tiene mucho del carácter de los comitecos, está alejado de la solemnidad, es un libro franco, donde, en lugar de hablar del tú chilango, se emplea el voseo comiteco, ¡faltaba más!
Lo que diré a continuación no viene en el libro, pero refleja lo que en el libro aparece con frecuencia: la coincidencia. Desde hace mucho supe que Rosario nació en el año 1925, pero fue hace poco, muy poco, que me enteré que la Universidad Hebrea de Jerusalén se fundó, ¿en qué año creen?, sí, tienen razón, ¡en 1925! Qué misteriosa coincidencia, Rosario nació el mismo año de la fundación de una universidad que está en otro lado del mundo. ¿Quién iba a decir que en los años setenta Rosario daría cátedra en esa universidad? Recordemos que cuando Rosario fue nombrada como Embajadora de México en Israel, ella aceptó con dos condiciones, una, que seguiría enviando sus colaboraciones al periódico Excélsior y otra, que seguiría dando cátedra universitaria. Cumplió las dos encomiendas. Rosario impartió cátedra en la universidad que se fundó el mismo año de su nacimiento. Mientras acá celebramos el centenario del nacimiento de Rosario, en Jerusalén celebran el centenario de la fundación de la Universidad Hebrea, universidad donde existe una cátedra que lleva el nombre de nuestra paisana, así como existe una cátedra en la UNAM y recientemente se instituyó la cátedra Rosario Castellanos en nuestra Universidad Autónoma de Chiapas.
El canto sublime de las tiucas comitecas se dará el mero 25 en el Centro Cultural Rosario Castellanos, cuando todo el pueblo le cante las mañanitas a nuestra amada escritora. Lo haremos en nombre del mundo que la lee y que le reconoce su talento.
Me enorgullece decir que este librincillo fue impreso en la Editorial Tifón, de Tuxtla Gutiérrez, Chiapas. Es una bella y cuidada edición, está hecha con profesionalismo y cariño. Por fortuna hay empresas chiapanecas que son bien hechas. Tifón es una de ellas.
Agradezco de nuevo su atención y la oportunidad de estar acá diciéndoles que yo también, igual que ustedes, hablo de Rosario Castellanos.
¡Tzatz Comitán!
Posdata: todo en nombre de Comitán, todo en nombre de Rosario.
¡Tzatz Comitán!