sábado, 15 de noviembre de 2025

CARTA A MARIANA, CON UN CACHITO DE VIDA

Querida Mariana: “La vida es bella”. En nuestra lengua se popularizó el dicho cuando apareció la película con este título. “La vida es bella” es una cinta italiana, con la actuación de Roberto Benigni y del niño (en ese tiempo) Giorgio Cantarini. Vos, que sos experta en cine, la recordás con precisión, sabés cada escena y muchos diálogos. La película es italiana, el título original es idéntico a la traducción al español, suena diferente (ah, la lengua de mis ancestros paternos): “La vita é bella”. Suena bonito, ¿verdad?, tiene ecos del río Po. En una pared de casa comiteca está escrita dicha frase, como para recordar a todos los peatones y automovilistas que por ahí pasan que la vida es una y tiene esencias divinas. Quien no conoce nuestro pueblo descreería que este lugar tan plácido está al lado de una calle. Caminábamos rumbo a mi casa cuando Dora Patricia Espinosa me dijo que me sentara tantito ahí. Le hice caso, subí a la banqueta y me senté. Parecería un espacio de una plaza, un parque, ¡no! El espacio prodigioso está en una banqueta de Comitán. Los vecinos han hecho un pequeño nicho para el descanso, para el relajamiento, para que alguien que lleva mucha prisa haga una pausa en el camino, se siente y vea el tráfago diario, para que piense que en muchas ocasiones los apresuramientos no compensan el afán. La vida es bella cuando nos damos tiempo para nosotros. Por lo regular, nuestro tiempo, “el nuestro”, está dedicado a afanes lejanos, fuera de nuestra esencia. Temprano nos levantamos, nos damos el baño, porque hay que ir al colegio o al trabajo. El baño es apresurado, porque ya nos gana el tiempo. Siempre nos está ganando el tiempo. En Comitán, por fortuna, todavía tenemos espacios donde la prisa no anda en patines, camina con paso lento, pero, de todos modos, hay prisa por llegar, por irse, por andar de un lado a otro. Le hice caso a Dora Patricia Espinosa e hicimos una pausa, posé para la foto, pero al cambiar la rutina me sentí bien, supe que si lo hiciera con más frecuencia (está tan cerca de casa este pequeño refugio) me sentiría mejor y tal vez vería la cara más bella de la vida y no la de fastidio y, a veces, el rostro lleno de caca que nos refriega la vida. En ese momento sentí una conexión maravillosa con la vida, con el diario baño de luz. Dora Patricia tomó la foto y dejó que estuviera un ratito más ahí, ella subió a la banqueta del otro extremo y revisó su celular, mientras tanto yo dejé que el aire me llenara, me cubriera, el clima estaba (como casi siempre) celestial. Ah, nuestro Comitán es bello. Sí. La vida es bella y Comitán es bello. A veces Comitán y la vida se manifiestan en toda su plenitud y nos toman de la mano y nos acarician, nos apapachan. La mirada de Paty permitió que la imagen quedara plena, ahí está la frase que nos recuerda que ¡La vida es bella!, en ambas maceteras (una es una olla de barro de la región) crece una planta exquisita, la lavanda. Una vez, mi querido arquitecto Roberto Álvarez Torresvalle, mientras me daba un recorrido en una casa que diseñó, pasó al lado de una planta de lavanda y la movió con su mano, el aroma nos invadió. Así resultó la mañana de la fotografía, me acerqué a oler la lavanda y su aroma fue como bálsamo para el alma. ¿Ya viste qué belleza? Digo que este lugar está cerca de mi casa. Mis vecinos han procurado que nuestra calle (asquerosa porque muchos viajeros la llenan con desechos) tenga una cara bonita y lo han logrado en sus lados, en sus casas. Ellos viven bien en el interior, pero han pensado en los peatones apresurados de afuera y les han hecho un lugar donde la vida tenga un rostro digno. Comitán lo merece dicen mis vecinos y hacen lo que les toca para que el pueblo tenga la grandeza que le corresponde. Ah, ¿mirás lo que sería nuestro pueblo si en cada calle hubiese este tipo de manifestaciones prodigiosas? Sólo hace falta despertar el ánimo de los vecinos, los auténticos. Casi frente a la oficina de Arenilla, un vecino le hizo caso a la invitación de romper el cemento y sembrar un árbol, hace cosa de seis u ocho meses, el vecino rompió la laja (ah, odiosa laja), hizo un pequeño hueco y sembró un arbolito, ahora este arbolito dejó de ser pichito y ya es un hermoso adolescente, ha crecido fuerte, lindo. Este pequeño acto transformó el entorno en forma amable, el arbolito ahora provee oxígeno, sombra y da una vista agradable. Todo bonito. Este acto reafirma la idea que la vida es bella. Mis vecinos de casa han hecho lugares maravillosos, donde siempre hay maceteras con plantas. A mí me regalaron una maceta, mi mamá la regaba todos los días , una mañana salió y ya no encontró la planta, alguien la había robado (no faltan pues los cabrones). Pero mis vecinos no se dan por vencidos, siguen sembrando luz, sembrando vida. Una mañana vi al rotulista pintando este letrero: “¡La vida es bella!” y pensé que sí, es bella cuando hallamos estas manifestaciones maravillosas, el genio humano se manifiesta. La cinta de Benigni tiene como entorno la Segunda Guerra Mundial, en un campo de concentración nazi. La cinta fue muy aclamada en todo el mundo. En medio de la mierda, el papá, gracias a su imaginación, logra que el hijo encuentre el brillo a la vida, por eso: la vida es bella. El mensaje es devastador, no importa que el mundo esté metido en una cloaca, hay espacios donde se puede ver la luz, hendija donde se cuela el aire que limpia la mierda. Este espacio lo tengo cerca de casa. Nunca me había tomado una fotografía en él. Paty me impulsó a olvidar por un rato el apresuramiento. No podemos estar como los balcones de Rosario Castellanos, sólo mirando, pero lo que sí podemos hacer es detenernos un ratito en la loca carrera que nos lleva a todos lados y a ninguno. En Comitán hay una calle (más bien avenida) donde está colocada una banca para que el peatón se siente tantito, para que el automovilista se detenga y haga una pausa en la carrera loca de la vida y encuentre sosiego. Da una sensación, incluso de poderío, ver que todo mundo corre mientras uno está tranquilo. Se siente bien imaginar a Slim (uno de los hombres más ricos del mundo) corriendo para llegar a una reunión donde hará más dinero y uno está tranquilo, sin necesidad de prisas, como si fuera el hombre más rico del mundo, como si uno dijera: que corran los otros, que los otros se afanen, yo tengo la dicha de no preocuparme, poseo la riqueza más amplia: la tranquilidad, el tiempo. Posdata: a veces la vida muestra su mejor cara, llegamos a pensar, en medio del lodo, que la vida es bella. Esto es gracias a los vecinos bellos, los más comprometidos con la sociedad. Sería maravilloso que todos los vecinos del pueblo tomaran el ejemplo, que juntos dignificaran nuestra ciudad, el lugar donde vivimos; sería genial que Comitán retomara su nombre de Comitán de las flores. Mis vecinos lo han hecho y, ¿a poco no?, se ve genial, se siente genial. ¡Más de ellos! Comitán lo merece. Sí, por ratos, ¡la vida es bella! Procuremos que siempre sea así, lejos de la mierda. ¡Tzatz Comitán!