viernes, 14 de noviembre de 2025

CARTA A MARIANA, CON PASIONES

Querida Mariana: entiendo tu pasión por el cine. Ah, qué arte tan magnífico, tan seductor, tan jala vocaciones. Muchas personas soñaron en su adolescencia ser actores o actrices o directores de cine. Esto habla del encanto de esta profesión. Hasta la fecha muchos chicos y chicas sueñan con llegar a pisar alfombras rojas y ser el motivo central de un escenario. Dije escenario; es decir, hablo del espacio donde se genera la actuación, donde se foguean los grandes del cine: el teatro. En esta fotografía, tomada al principio de los años ochenta, en el auditorio de la Casa de la Cultura (hoy Centro Cultural Rosario Castellanos), estamos actores y actrices en un receso del ensayo de una obra. En primer plano está Florecita Pérez Velasco y luego (con una cara de gutzera) estoy yo. Florecita está recargada en el pretil del escenario, yo también, me ayudo con las manos. No recuerdo el nombre de la obra, sólo sé que, bajo la dirección de Óscar Bonifaz, una tarde la presentamos con un lleno total. En realidad, fueron dos días que se presentó la obra (sólo recuerdo que a mí me tocaba representar a un profesor). Representación, es la palabra clave. El actor y la actriz, sobre el escenario, dejan de ser ellos y se convierten en otros, apasionante juego. Los grandes actores y actrices del mundo han representado, sobre el escenario, a personajes geniales. Es tan seductora la actividad teatral y cinematográfica que los grandes escritores o directores se han convertido en actores en un momento determinado. Mario Vargas Llosa, Premio Nobel de Literatura, escribió obras de teatro y un buen día, o una buena tarde, se subió al escenario para ensayar una de sus obras y representarla en una función. ¿Qué decir del gran Orson Wells -uno de tus directores consentidos? Hay películas donde aparece en varias escenas, así como el gran rey del suspenso Alfred Hitchcock, de vez en vez asomaba en la pantalla la panza del genial Hitchcock. El gran Woody Allen no sólo es un gran director, también le entra a la actuación, con éxito. El cine mexicano no cantó mal las rancheras, hay películas donde aparece Carlos Monsiváis o Carlos Fuentes. Son apariciones breves, como si fueran extras, pero son presencias prodigiosas, por tratarse de quienes se trata. Otra cosa es dedicarse profesionalmente a esta actividad. No sé si algún alumno o alumna de Óscar Bonifaz logró descollar a nivel nacional. Pienso que la actividad teatral en el pueblo ha sido en forma amateur. Se hace teatro (¡qué bueno!), pero no sale de estos escenarios. Sólo conozco dos casos, el de Javier Esponda (el niño del rostro bello) y Lety Pinto (la niña de rostro bello, que fue mi compañera en la secundaria del Colegio Mariano N. Ruiz). Ellos lograron actuar en películas de difusión nacional e internacional. Para los paisanos son memorables sus actuaciones, la de Lety en “La banda del carro rojo”, al lado de uno de los Almada; y la de Javiercito en “El jardín de tía Isabel”, al lado de la gran Ofelia Guilmain. Florecita actualmente es pastora, en la iglesia que ocupa el edificio que fue el Club de Leones, donde, con su hermano Jorge, mi querido amigo, echamos baile y trago. Hoy, ese recinto está dedicado a la oración. Y yo, actualmente soy tu amigo, el escritor de estas cartas. Ha pasado mucha luz sobre este escenario, hablo de más de cuarenta años. Posdata: mi cara de piedra demuestra lo contrario de la alegría que produce el teatro, el escenario. Se dedica horas y horas en aprenderse el guion, horas y horas tratando de “meterse” en el personaje para que sea creíble, horas y horas en los ensayos. Tal vez acá alguien me dijo que abandonara el papel asignado y jugara a ser Garrick, el actor de Inglaterra. Reconozco tu pasión por el cine, sé que esta ventana alcanza a mostrar aires que son impensables en lugares como el nuestro. Ojalá algún día se cumpla tu sueño de ser una de las grandes cineastas de este pueblo. Como dije, ha habido actrices y actores que han brillado en el plano nacional, pero no conozco a un gran director o directora. Ojalá. ¡Tzatz Comitán!