lunes, 9 de junio de 2025
CARTA A MARIANA, CON CANTINAS
Querida Mariana: en Comitán hay botaneros o restaurantes familiares, ya no hay cantinas; es decir, ya no se usa el nombre que fue característico en los años sesenta del siglo pasado. Te conté que mi querido amigo el arquitecto José Alberto Gómez Conde, nieto de mi querido maestro del tercer grado de primaria, el profesor Beto Gómez, me obsequió un libro que tiene como título, precisamente, el de “Cantinas ¡salud por las capitalinas!”; es decir, en la gran Ciudad de México, aún conservan el término de “Cantina”, porque las cantinas son lugares donde están presentes valores culturales de relieve. La portada del libro tiene una fotografía con fichas de dominó y un caballito (esas copitas donde sirven el tequila). Ya te conté que el ejemplar es una edición de lujo, una publicación cortesía del grupo financiero Aserta.
¿Por qué en Comitán desapareció el término cantina? Cayó en desuso. Cuando me hice la pregunta entré al Internet para saber de dónde proviene el término cantina. De inmediato la Inteligencia Artificial me dio los siguientes datos: “La palabra "cantina" proviene del italiano "cantina", que a su vez deriva del latín "canto". En italiano, "cantina" significa "bodega" o "sótano donde se guardan los vinos". En español, la palabra "cantina" evolucionó para referirse a un establecimiento donde se venden bebidas y a veces comida, similar a un bar o taberna”.
Ah, qué bonita información. Llama mi atención que, en origen, proviene del latín “canto”; claro, lo que se hace en una cantina es ¡un canto a la vida! (aunque a veces la vida arrastra su colita, ¡la muerte!).
Y digo que es una pena que en nuestro pueblo ya no se emplee la palabra cantina, ahora todo es restaurante familiar o botanero. En el libro que me obsequió el arquitecto Gómez Conde aparece una cita de Miguel Bringas, que dice: “Mientras México tenga sus cantinas y las cantinas tengan a México, estamos a salvo”. ¿Mirás? No es una exageración, es simplemente el reconocimiento de la importancia cultural de estos establecimientos que son espacios para la convivencia, bien con los familiares o, principalmente, con los amigos. Ah, cuántas historias paren las cantinas, qué de anécdotas se dan.
El libro que menciono es un maravilloso catálogo de las cantinas de prosapia de la Ciudad de México, verdaderos templos de la convivencia. En cada una de ellas existen historias particulares, bien por la generosidad de sus bebidas o por las botanas especiales o porque se convirtieron en espacios históricos, porque en algún momento fueron lugares visitados por personajes importantes.
El trabajo editorial es de lujo, maravillosas fotografías, recetas y platillos exquisitos. En la mayoría de fotografías aparecen grupos de amigos bebiendo la copa, disfrutando la botana, tocando la guitarra o jugando los juegos de mesa tradicionales (sin faltar el genial dominó).
Para muestra copio una cuarteta que, dicen, se escuchaba cuando alguien pedía una cerveza Victoria: “Quiso alcanzar la victoria / el traidor de Victoriano. / ¡Como si victoria y ano / fuesen igual en la historia”. ¡Ah, qué genialidad! En las cantinas siempre, además del cuero con dados y de las fichas de dominó, aparece el maravilloso juego de la palabra, la palabra simpática, la agresiva, la ingeniosa, la palabra madre de los padres.
¿Qué pasó con las cantinas comitecas? Acá hubo la época de esplendor, que aún continúa dando brillos a nuestra historia común, pero sólo queda el recuerdo de los tiempos sublimes. Todo mundo reconoce al maravilloso cantinero Tío Tavo Penagos, su botana exquisita y breve, así como sus inventos de bebidas: la conocida Macharnuda y la Muchachita.
La cantina fue inspiración para poetas, compositores musicales y escritores de cuentos y de novelas. En Comitán hace falta que hagamos el recuento de las cantinas de mediados del siglo XX; hace falta que rescatemos con donaire la belleza del término. Miles de anécdotas nos están esperando. Que no se extravíen los nombres de “Camechín”, de “La Jungla”, de “Tono Gallos”, del “Rincón Brujo” y de muchas cantinas más. ¿Existen todavía los establecimientos con puertas abatibles que eran comunes en las entradas? Frente al parque central, en uno de los portales, estaba el Rincón Brujo que recibía a sus clientes con puertas abatibles de color rojo (esas puertas abatibles las vimos en las cantinas de las películas mexicanas).
Posdata: hace falta que juntos escribamos la historia de la Cantina comiteca, que rescatemos la palabra cantina, que se reconozca que la cantina fue la mera madre del botanero.
En estos tiempos, incluso, la palabra botana ha sido sustituida por la gringa Snack. ¡Hacé el favor! Qué sin gracia, qué sin ganas de respetar lo nuestro.
¡Tzatz Comitán!