jueves, 12 de junio de 2025
CARTA A MARIANA, CON FILAS
Querida Mariana: no me gusta hacer fila, lo detesto. Pero reconozco que hay filas que tienen su encanto. La otra mañana fui al mercado Primero de mayo para comprar un vaso de atol de granillo. En el mercado hay dos puestos, por lo regular, uno está a la izquierda de la puerta frente al Gimnasio Roberto Bonifaz y el otro en la entrada del acceso de la mera esquina. Los disfrutadores del atol saben, reconocen, que el mejor sabor lo encuentan en el primer puesto, por esto, la gente hace fila, no se desespera mientras avanza. Hay veces que la fila es grande, rebasa a veinte o veinticinco personas.
A mí me disgusta hacer fila. La mañana que llegué y me topé con una gran fila deseché la idea. No me moría por beber atol, así que seguí mi camino hacia la oficina. Pensé que ese día no me tocaba esa bebida. Ya será otro día, pensé.
Pero vi que la gente que hacía fila no se desesperaba, poco a poco avanzaban hacia el puesto donde la señora, frente a dos o tres ollas con bebidas calientes, servía “para llevar” (en bolsas de plástico) o “para beber” (en vasos de unicel). A diez pesos el vaso. Llama mi atención que hay personas que piden no del más caliente sino del que está tibio. Conforme pasa el tiempo, la bebida pierde su calor casi de recién hervido. El producto se mantiene más o menos caliente porque la señora le coloca un plástico en la boca de la olla.
Escuché que una persona, al ver la gran fila de compradores, preguntó, en forma simpática: “¿Qué están regalando?” Nada, dijo otra persona y explicó. Pensé que nada regalaban, aunque por el precio de diez pesos había un mojol de lujo: el exquisito sabor.
¿Atol? Sí, en Comitán así le llamamos al atole. ¡Esta costumbre de aligerar las palabras hace que la identidad se presente! Todo mundo visitante dice la palabra prestigiosa: atole, porque, digamos, es el término con que todo mundo reconoce a ese tipo de bebida.
Según la Inteligencia Artificial la palabra atole (que se usa en todo México) es una palabra cuyo origen es náhuatl (mirá, como nuestro Comitán, que viene del término Comitlán). ¿Cuál es la palabra? ¡Atolli! (entiendo que se pronuncia atoli), que significa aguado. Y la IA me dio más. Pucha, qué maravilla, dice que Atl significa agua y Tol es un diminutivo despectivo, lo que indica que atolli es una “bebida diluida y espesa”. Ahora entiendo, en la secundaria tuvimos una compañerita que le decían: la atol, quesque porque era muy aguada. Ah, saber. Y también había la atol agrio, porque tenía cara de queso apestoso.
¿Qué están regalando?, preguntó el compa y le dijeron que ¡nada!, que la fila era para esperar un vasito de atol de granillo o de jocoatol. La gente no estaba fastidiada, al contrario, vi que todos, ¡todos!, aprovechaban la circunstancia para la convivencia, comenzaron a platicar, a intercambiar chismes, a comentar los sucesos recientes, a hablar de naderías, a final de cuentas la vida está llena de esos intercambios.
Yo, lo sabés, soy un ish, no me gusta hacer filas, las evito. No me gusta hacer filas para cambiar placas del auto, para hacer el pago de predial. Me encanta recibir trato de príncipe. Cuando es temporada de predial veo a mucha gente, muchísima, haciendo fila (esperando horas) para lograr los descuentos prometidos. A mí no me sobra la paga, ahí ando al día, pero prefiero pagar cuando ya las filas desaparecieron. Me gusta llegar directo a ventanilla y hacer el pago. Así que esa mañana de antojo de atol, cuando vi la enorme fila pensé que debía seguir de largo y así lo hice.
Posdata: hacemos fila para conseguir un vaso de atolli. En esta costumbre hay toneladas de años, existe una gran tradición. Los mayas le entraban al atol y nosotros, en pleno siglo XXI, seguimos con la sana costumbre de consumir esta bebida caliente que tiene como elemento principal al maíz.
¡Tzatz Comitán!