sábado, 14 de junio de 2025

CARTA A MARIANA, CON TIEMPOS DIFERENTES

Querida Mariana: vos sabés que nací en Comitán en 1957. Sí, ya tengo sesenta y ocho años de edad. Bien vividos, en la medida de mis posibilidades. Uno de mis privilegios es seguir viviendo en este pueblo. No deseo vivir en otra ciudad, más que ésta. El año en que nací, nuestra amada Rosario Castellanos trabajaba en el INI (Instituto Nacional Indigenista). Ahora que hay una exposición de fotografías del archivo propiedad de Gabriel Guerra Castellanos, hijo de la escritora, se ve una credencial firmada por el secretario del INI, el licenciado Antonio Salas Ortega. La credencial es la número 119 y certifica que Rosario Castellanos es jefe del Teatro Guignol del Centro Coordinador Indigenista en el estado de Chiapas. La credencial tiene la fecha 1 de febrero de 1957. Así que cuando yo andaba mamando la teta de mi madre, Rosario andaba trepada en un caballo yendo a una comunidad indígena a impartir las funciones de teatro guignol que se hicieron famosas con el nombre de Teatro Petul. Si reviso la línea del tiempo que está en el Museo Rosario Castellanos veo que la escritora trabajó en el INI, en San Cristóbal de Las Casas, de 1955 a 1957; es decir, ella estuvo en Coletolandia hasta el año en que nací, ya en 1958 regresó a la Ciudad de México y el 24 de enero se casó con el filósofo Ricardo Guerra. Me gusta hallar coincidencias de grandes personajes con mi vida personal. Me gusta pensar que cuando yo andaba conociendo el mundo, Rosario estaba cerca de mí, porque luego ella ya volvió a Chiapas en contadas ocasiones. En 1959 estuvo en Tuxtla Gutiérrez, para recibir el Premio Chiapas. ¿Cuándo fue la última vez que estuvo en Comitán? Tal vez en 1968. Ahora que todo México celebra el Centenario del Nacimiento de Rosario Castellanos se han realizado una serie de actos importantes. En la UNAM se presenta la obra de teatro “Prendida de las lámparas”, que es un guion que habla de la vida y obra de la comiteca. Asimismo, ha habido conferencias, representaciones de cuentos, lectura de novelas y recitales poéticos. Dentro de los actos relevantes hubo uno especial, una conferencia que dio la maestra Angélica Altuzar Constantino, directora de CONECULTA, donde dio a conocer algunos datos acerca de la labor que Rosario realizó en los Altos de Chiapas, a través del Teatro Petul. ¿Qué fue el Teatro Petul? La historia cuenta que era un trabajo que el INI realizó en comunidades indígenas de Los Altos de Chiapas. Recordá que el INI tenía sus oficinas en la llamada “Cabaña”, en la ciudad de San Cristóbal de Las Casas. En el año 1955 Rosario llegó como jefa del Teatro Guignol, se dedicó a escribir guiones para que los titiriteros los representaran. Dos eran los principales títeres protagonistas: Petul y Xun (Pedro y Juan). Hablamos de los años cincuenta del siglo XX. El INI ideó campañas de concientización en comunidades indígenas, por ejemplo, en el área de la higiene. ¿Cuál era el mejor método para transmitir ese mensaje? Pues a través de títeres. Así, los empleados, junto a Rosario Castellanos, se trasladaban a las comunidades (en ocasiones a caballo), montaban el teatro e interpretaban los guiones sencillos que Rosario había redactado. La gente de las comunidades llegaba y celebraba la actuación de los muñequitos. Por ahí existen fotografías donde se ve a los dos personajes principales (Petul y Xun) y la multitud disfrutando de las historias que ellos contaban. Los que saben dicen que las campañas se centraban, sobre todo, en llevar mensajes de la importancia de las vacunas, mejoras agrícolas y medidas higiénicas. Para que la gente lo entendiera era importante que les hablaran en su idioma, así, los guiones escritos en español eran traducidos al tseltal y tsotsil, de esta manera la gente de las comunidades indígenas entendía el mensaje. Rosario ideó que hubiera un protagonista (Petul) y un antagonista (Xun). Petul era quien daba el mensaje aleccionador, pero como en las comunidades hacían lo contrario de lo que Pedro recomendaba, Xun era el contrario, quien decía que todo debía seguir sin cambio, porque las tradiciones así lo exigían. Al final, poco a poco, Xun cambiaba de parecer, le daba la razón a Petul, así, la gente también recibía el mensaje. Sí, era bueno que los niños recibieran su vacuna, era bueno que las prácticas de roza, tumba y quema del campo se eliminaran, era bueno que se hirviera el agua para consumo humano, que se lavaran las manos con agua y jabón en forma frecuente. Lo que decía el compa Petul era bueno para la comunidad y en muchos casos el mensaje llegaba directo y la comunidad cambiaba para bien. Sin duda que la campaña que realizaba el equipo de títeres guignol tuvo una importancia relevante, hizo un gran bien. La historia cuenta que fue de tal grado la importancia de los muñequitos que alguna persona de la comunidad se acercó al títere Petul, al término de la función, y le dijo que bautizaría a su hijo así que le pedía que él fuera el padrino. ¿Lo imaginás? Petul se convertiría en compadre del indígena. Era tan grande la labor de estos empleados que lograban una gran cercanía con la comunidad. Cuenta la historia que era un día de fiesta cuando anunciaban la llegada de los titiriteros. Mucha gente, en ese tiempo, consideraba que los muñecos tenían vida. Así que el mensaje lo recibían con agrado. Cuando yo cumplí seis meses de edad, Rosario todavía andaba haciendo esa chamba. Cuando cumplí un año de edad, Rosario ya había dejado este trabajo y regresó a la Ciudad de México, lugar de su nacimiento. Los títeres siguen siendo un gran recurso didáctico. En las escuelas y en los centros culturales los emplean para enviar mensajes, porque saben que los muñecos llaman la atención de chicos y grandes. En colegios se siguen usando para enviar mensajes acerca de campañas de salud reproductiva. A pesar que estamos ya en los años veinte del siglo XXI, cuando la tecnología ha superado con mucho a los muñequitos, éstos siguen poseyendo la belleza de lo sencillo. Cuando fui director de la Biblioteca Pública Regional Rosario Castellanos, en Comitán, una de las primeras iniciativas que lanzamos fue la construcción de un pequeño teatro donde Lupita, encargada de área infantil, realizó una serie de representaciones con títeres. Los niños y niñas llenaban la sala y disfrutaban la representación. Al final, Lupita les entregaba unas hojas blancas, lápices de colores y les pedía que, con un dibujo, representaran la experiencia vivida. Ahí me di cuenta de la importancia de los títeres para hacer llegar mensajes positivos. Los guiones que escribió Rosario eran guiones sencillos, las historias tenían la riqueza de ser comprendidas por toda la audiencia. Si resulta difícil enviar mensajes con gente culta, podemos imaginar lo que pasaba en comunidades donde mucha gente no sabía leer ni escribir y su mundo se circunscribía al entorno cercano. Por eso, el trabajo de Rosario se convierte en una gran labor ya que debía traducir el mundo de los cashlanes al mundo indígena, para que fuera comprendido el mensaje. A cien años de su nacimiento, se engrandece la labor que Rosario realizó. Es prodigioso que una mujer que fue heredera de haciendas, lugares donde los indígenas eran explotados, llevara mensajes para que esa comunidad tuviera acceso a mejores estadios de desarrollo. Por lo regular, los hacendados deseaban que los indígenas permanecieran ignorantes. Rosario se preocupó por los indígenas, porque tuvieran una vida más digna. Los títeres fueron una manera genial para enviar mensajes positivos. Posdata: el Instituto Nacional Indigenista se fundó en 1948, cuando Rosario llegó a trabajar ahí, el INI tenía nueve años de labores. Al principio los títeres fueron empleados para llevar diversión, pero la comunidad permanecía ajena a las representaciones. Cuando Rosario Castellanos llegó y comenzó a escribir guiones éstos estaban dirigidos para hacer conciencia en campañas de higiene; es decir, las representaciones pasaron de un mero entretenimiento a una campaña de concientización para lograr que la gente modificara hábitos que afectaban su salud. Las campañas de prevención (incluidas las de vacunación) lograron un efecto positivo inmediato, por lo que ya se dijo: los guiones escritos por Rosario fueron pequeñas piezas literarias que les hablaban con el mismo lenguaje de ellos. ¡Tzatz Comitán!