miércoles, 15 de mayo de 2024

CARTA A MARIANA, CON UN ÁNGEL

Querida Mariana: en Florencia, Italia, los espacios públicos están llenos de esculturas. Tal vez sea un atrevimiento lo que diré, pero nuestro pueblo es la ciudad de Chiapas que tiene más esculturas en los espacios públicos. Mucho de ello se debe a la iniciativa de Luis Aguilar, nuestro escultor comiteco. Sus obras están en los espacios donde caminamos todos los días. En un recuento veloz nombramos la escultura de Las Lolas y la de Rosario Castellanos, que están en el parque central, en el corazón de la ciudad. En el parque de La Pila hallamos el puma de la leyenda (Luis le quitó la montera al león. Pucha). En el parque de San José está la escultura de los músicos. ¿Cuál me falta? Además, gracias a los simposios de escultura que Luis promovió, nuestro pueblo tiene un gran legado de esculturas en madera, en hierro y en mármol, diseminadas en muchas partes (muchas, por desgracia, en total descuido). Ahora, desde hace pocos meses, Comitán puede admirar una obra escultórica del gran artista michoacano Jorge Marín. En el hotel “La Casa del Marqués”, que está frente al parquecito de San José, está expuesta una obra del genial Jorge Marín. Esto es uno de los grandes privilegios de la mirada. Al hotel llegan muchos visitantes para hospedarse, pero, además, llegan muchas personas al restaurante; es decir, el espacio está abierto a quien desee conocer el interior del hotel, que, como sabés, unió dos casas tradicionales de Comitán, lo que le permite poseer uno de los patios más hermosos, y en este patio está ahora la escultura en bronce de Marín. Vos sabés que la obra del escultor michoacano está en muchos espacios públicos y en residencias de coleccionistas. Es uno de los más relevantes artistas del bronce. Basta decir que cuando los viajeros llegan al Aeropuerto Internacional Benito Juárez, de la Ciudad de México, el abrazo que reciben es una pieza de Jorge. Marín es un artista figurativo, que tiene elementos simbólicos: la máscara, la esfera y las alas. Sus personajes (masculinos, sobre todo) conforman un universo que amplía nuestra mirada, que da aire a nuestro entorno. La primera vez que estuve frente a una obra de Marín llegó a mi mente una escena de la película de Wim Wenders “El cielo sobre Berlín”, donde un hombre, trepado en lo alto de un edificio, aparece con una gabardina, pero en la espalda tiene un par de alas difuminadas. Uno sabe que ese hombre es un ángel. Las esculturas de Marín tienen que estar en terrenos sólidos, porque están hechas de bronce, pero igual que los personajes de Wenders ¡levitan! No sería extraño que un día cualquiera fueran como colibríes y se pararan frente a las flores de los más altos árboles. Con alas o sin alas, los personajes de Marín ¡vuelan! Ante su obra nuestro espíritu también vuela. He ido tres veces al hotel “La Casa del Marqués”, en nuestro Comitán, para solazarme con las obras de arte que ahí están expuestas. Sin duda que este hotel es el que contiene más obras de arte, todo con un gusto exquisito. La escultura de Jorge ha hecho que, al estilo de Wenders, aparezca “El cielo sobre Comitán”. Es un lujo para Comitán, “La Casa del Marqués” es uno de los más hermosos hoteles de Chiapas, el mojol es el arte. El buen gusto lanza su atrincherado espíritu y lo convierte en un bosque, en una habitación donde la luz se tiende como en hamaca. Una escultura de Marín recibe a los viajeros en el aeropuerto de la Ciudad de México, acá, este prodigio en bronce está al lado del templo de San José, el hombre alado reposa sobre una esfera. El mundo es una despensa donde hay chunches prodigiosos. No sé cómo llegó este ángel a Comitán, llegó desde el taller del escultor en la Ciudad de México. A pesar de sus alas ¡no llegó volando! Tuvo que ser transportado vía terrestre. Ahora está en el hermoso patio del hotel. Fue necesario que 16 personas intervinieran para trasladarlo de la bodega donde permanecía. Este trabajo valió la pena, porque ahora la escultura está a la vista de todos, es un vuelo compartido. Comitán debe agradecer este gesto generoso de los propietarios del hotel. El vuelo de nuestra mirada tiene un punto de fuga. Posdata: la pátina del bronce ya se camufló con el verde de las plantas y árboles y con el azul azulísimo del cielo. ¡Tzatz Comitán!