miércoles, 11 de septiembre de 2024

CARTA A MARIANA, CON UNA EXTENSIÓN DE TIERRA

Querida Mariana: la palabra terrateniente se aplica a quien posee tierra. El tío Joaquín, desde su butac, mostraba sus manos y decía: soy un gran terrateniente, porque siempre tengo tierra en las uñas, y reía, su panza de bebedor se alzaba como una ballena. Al tío le encantaba ir al sitio de la casa y sembrar en el pequeño huerto, rábanos, zanahorias, coliflores y chiles. Era juguetón, decía que el chile siempre debía sembrarse cerca de la coliflor, y agregaba: de la cola de la flor. No era un terrateniente, lo decía sólo como juego, porque los terratenientes son los propietarios de grandes extensiones de tierra. Conozco amigos que poseen ranchos con muchas hectáreas, muchas. Nunca he hallado información acerca del número de hectáreas que tenían las fincas que poseyó Don César Castellanos, el papá de Rosario, pero, sin duda, que fueron grandes extensiones, por lo que Don César fue un terrateniente y, por derivación, Rosario también lo fue. Tampoco he conocido, a ciencia cierta, el destino final de los dos ranchos: El Rosario y Chapatengo. Sus papás murieron en 1948, en la Ciudad de México; es decir, ella quedó huérfana a la edad de 23 años, bien pichita. Su hermano Raúl estaba a cargo de Chapatengo. En el libro “Cartas a Ricardo”, somos testigos de un fragmento de su ruta de vida, el 28 de julio de 1950 le manda una carta desde Tuxtla; el 5 de agosto está en Comitán. Ese año, un mes más tarde se va a España, junto con su amiga Dolores Castro. ¿Por qué te cuento esto? Porque al regreso de Europa, viene a Chiapas, y el 15 de diciembre de 1951 le envía una carta a Ricardo que fue firmada en Chapatengo. Rosario permanece en su hacienda un buen rato, le envía varias cartas a “su” Ricardo, sin saber que él ya se casó, en 1951, con la pintora Lilia Carrillo. Pero ya me metí en el chisme y me desvié de lo que quería decir: Rosario fue una terrateniente, vemos que en 1951 es propietaria de Chapatengo. Ya platicamos el otro día que, cuando aparece publicada su novela “Balún Canán”, en 1957, y llegan algunos ejemplares a Comitán, sus pares, los finqueros, los terratenientes, se enojan. ¿Cómo esta muchachita boba se atreve a contar lo que cuenta? A los finqueros los deja muy mal parados, porque muestra las partes oscuras que se dan en la vida de las fincas. Tras no basta el tal presidente Cárdenas les arrebató sus tierras para repartirlas, y ahora viene la hija de César a echarles lodo. Ah, si el papá viviera, pero el papá ya no vive. La terrateniente Rosario, heredera de las tierras, sabe que la hacienda sirve para incrementar su “hacienda” personal, pero ella no está acostumbrada a vivir en un rancho, ella ya es de la gran ciudad, así que, en algún momento, se deshace de Chapatengo. A la distancia se ve que ella aprovechó su condición de terrateniente, más que por los beneficios materiales, por las imágenes que le proveyó al ser una testigo de las condiciones en que las mujeres y hombres indígenas eran sometidos por los patrones. El otro día leí a Carlos Fuentes. Él dijo que primero fue la encomienda y luego la hacienda. Los encomenderos fueron los conquistadores que se beneficiaron con el reparto de tierras e indios, se agandallaron los españoles. Pero, ya cuando la época de la Colonia terminó, la encomienda dio paso a la hacienda, los españoles se fueron a freír paella y los mestizos dijeron que las tierras eran pa’ ellos. Sí, querida mía, los jodidos fueron los indios, que sólo cambiaron de dueño, uno de esos dueños fue Don César y luego la heredera. ¿La terrateniente modificó las estructuras verticales que heredó? No hay noticias de ello. Posdata: algún día un estudioso o alguna estudiosa de la vida y obra de Rosario nos dirá de qué tamaño eran las haciendas del terrateniente César Castellanos. ¡Tzatz Comitán!