domingo, 16 de junio de 2024

CARTA A MARIANA, CON GUATEQUE

Querida Mariana: el grupo comiteco de danza Paynal cumple dieciocho años, si fuera una persona diríamos que estaría haciéndose ciudadano, podría votar y ser votado. Paynal ha sido ciudadano desde el origen, porque está conformado por gente del pueblo, gente que ama el arte de la danza; ha sido ciudadano, porque ha actuado, en forma generosa, en muchas plazas, parques, auditorios, salones e infinidad de templetes. Paynal ha hecho ciudadanía, llevando la manifestación popular a medio mundo; Paynal ha continuado sembrando tradición, hoy, a dieciocho años de su fundación, es un árbol enorme, robusto, alegre, chingüengüenchón. Tal vez la danza es una de las más vitales manifestaciones del arte. El arte ayuda a fortalecer el espíritu de las mujeres y de los hombres. Cuando una persona está frente a una pintura en algún museo, o ve una cinta en una sala cinematográfica, o escucha ópera, o admira una escultura, o escucha un concierto de marimba, o se emociona al leer una novela o un poema, o se cimbra ante la trama de una obra de teatro, ¡la vida encuentra su mejor sentido! Pero, todas estas manifestaciones artísticas encuentran su mejor síntesis a la hora que un grupo de danzantes mueve sus cuerpos imitando la armonía del universo. Paynal nos ha conmovido hasta el paroxismo durante dieciocho años; ya es una adolescente llena de vitalidad; muchacha bonita, sensual, con aroma de menta, en sus labios y en sus axilas. Recuerdo cuando me dijiste que uno de tus mejores recuerdos es el instante donde la maestra de grupo te eligió para que salieras en el bailable de fin de cursos de tu primaria. ¡Bailable!, qué bonita palabra, nada de baile: ¡bailable! Y es que todo en la vida es bailable. Un día vi en el parque central del pueblo a un chico que recibió una llamada telefónica y dos minutos después colgó y se puso a bailar a mitad del pasillo, alzó los brazos y las piernas y, como si fuera garza, avanzó en una danza maravillosa. El ser humano danza para pedir que llueva, danza para celebrar un acto prodigioso. De niño vi algo sorprendente, un día 10 de febrero; en el atrio del templo de San Caralampio un grupo de muchachitos, disfrazados de diablitos, danzaba en forma frenética. ¿Son diablitos?, pregunté, mi mamá al ver mi cara de asombro, dijo que eran niños disfrazados, que en realidad eran angelitos. Oh, pensé, los angelitos bailan, pero lo hacen cuando se disfrazan de diablitos. Fue una lectura equivocada. En realidad, los ángeles y diablos bailan sin disfrazarse, bailan porque todo es “bailable”. Y primero fue el Verbo, dice la Biblia; si necesitara una traducción diría que la palabra comenzó a bailar para la eternidad, porque las palabras danzan, a veces tienen ritmos de ángeles, a veces danzan a ritmo endemoniado. Igual que vos, bailé un fin de cursos, bailé en el escenario del Cine Comitán, con un grupo de compañeros bailé la danza de “Los viejitos”, que es una danza tradicional michoacana, que exige (obvio) una máscara de viejo y un bordón, como si fuera un sembrador, en cada paso fui golpeando el cayado sobre la tarima, mientras la música nos dictaba levantar una pierna y luego otra. El bailable de los viejitos exige, para mayor verosimilitud, mantener una posición de cuerpo inclinado, como si el cansancio de la vejez estuviera trepado sobre las espaldas. Paynal llega a sus dieciocho años y permanece erguido. Los años pasados sólo han sido como un costal de pétalos de luz, no le pesan, al contrario, las canías y patías de cada integrante tiene alas, vuelan como si fueran patos migrantes, como si fueran colibríes chupando el néctar del alma. Todo mundo baila, aunque no todo mundo tiene la gracia que sí poseen los integrantes de Paynal, muchas personas aseguran haber nacido con dos pies izquierdos, para manifestar la incapacidad de llevar un buen ritmo a la hora de bailar. A mí siempre me ha seducido el movimiento del baile. No bailo en público, pero sí muevo mis pies en casa, cuando pinto, a la hora de retirarme tantito para ver cómo va el cuadro, si encuentro que la magia está presente echo mis pasitos sandungueros. Cuando estoy en una reunión donde hay marimba disfruto mucho ver a los bailarines, me encanta ver cómo sus cuerpos se integran al aire, se vuelven aire. Posdata: los diablitos de La Pila bailaban en homenaje a Tata Lampo; Paynal danza en homenaje a la vida compartida, su alegría y emoción es una cinta que se nos enreda en el espíritu y que nos hace sonreír, en forma plena, como si fuésemos una semilla que nace en medio de la tierra. ¡Felicidades, Paynaleros! ¡Tzatz Comitán!