martes, 25 de junio de 2024

CARTA A MARIANA, CON HILOS DE ORO

Querida Mariana: en esta fotografía están Eliseo Palacios y Juan Carlos Albores. Eliseo sostiene un ejemplar de mi novelilla “Yo también me llamo Vincent”, publicado por CONECULTA, y Juan Carlos tiene en sus manos un ejemplar de la revista ARENILLA, el número 40. La fotografía es como el desenlace de una historia. ¿Te la cuento? Una mañana recibí la llamada del arquitecto Jorge Melgar. Oí, me dijo (palabras más, palabras menos), fijate que viajaré a Estados Unidos de Norteamérica y allá saludaré a dos amigos: Eliseo y Juan Carlos. A los tres los conocí en aulas del Colegio Mariano N. Ruiz, hace años. Agradecí a Jorge que pensara llevarles algo mío a aquellos muchachos. La propuesta fue muy generosa y de acuerdo con su profesión: tender un puente, hermosamente diseñado, casi como el que Calatrava diseñó en Venecia. De inmediato hurgué en los libreros y hallé ejemplares de esa novelilla que da cuenta de una historia donde aparece Vincent Van Gogh (pensé que ellos, gente de sensibilidad especial, talentosos, recibirían con agrado mis palabras) y agregué ejemplares de la en ese momento más reciente edición de Arenilla. Pensé que con ello recibirían lo que Jorge deseaba: algo mío y algo de lo que tenemos en el Comitán de hoy, a través de nuestra revista, para que vean cómo se mueve nuestro mundo, un mundo que por ahora está distante del mundo que ellos viven, del que ellos forjan. Siempre se ha dicho que los comitecos somos pata de chucho y paisanos nuestros están en muchas partes de la tierra. Eliseo y Juan Carlos son triunfadores en aquel país, Jorge lo es en el nuestro, en nuestra propia ciudad. ¿Cómo no va a ser un privilegio ver los éxitos de muchachos que conocí cuando eran chicos con doce o trece años de edad? El agua de los ríos que mencionó Heráclito ha pasado y sigue pasando, pero el puente se sostiene, porque Jorge pensó en mí, para que cuando saludara a sus amigos, ellos pensaran tantito en mí, porque desde el momento que Jorge lo dijo pensé en ellos. El 23 de junio recibí la foto que te comparto; ah, fue un baño de luz, de prodigiosa luz. Físicamente, ellos y yo hemos cambiado. ¿Espiritualmente? Pienso que seguí esa cinta de luz, esa burbuja de aire, que un día nos hizo coincidir. Ellos aspiraban a apropiarse de herramientas del conocimiento y yo aspiraba a compartir algo de mí. Los veo exitosos, los sé triunfadores. Jorge y yo seguimos en el pueblo. Jorge es un brillante arquitecto, ayuda al crecimiento de nuestra sociedad. ¿Yo? A través de nuestra revista contribuyo con un granito de Arenilla. Nuestra revista, gracias al arquitecto Jorge Melgar, llegó a USA. Eso es digno de festejo, de poner una reja de papel de china, de aventar confeti, de aventarse un pitutazo de comiteco. Si Eliseo y Juan Carlos le dan una vueltita se enterarán que acá conmemoramos el quincuagésimo aniversario del lamentable fallecimiento de nuestra escritora Rosario Castellanos, que lo hacemos gracias al patrocinio de diez empresas, instituciones y personas que, de igual manera que Jorge, tienden un puente para honrar el nombre de nuestra talentosa paisana. Si le dan una vueltita a la revista “escucharán” los testimonios de destacados comitecos del sector salud y verán que Susy Torres Gil, Humberto Meza López, Eduardo Trujillo Castillo, y los hermanos Bernardo y Nashely Domínguez Espinosa también aportan su grano de arena para el fortalecimiento de nuestra sociedad. Si le dan una vueltita a la revista pasearán tantito por el Comitán de estos tiempos, lejanos del Comitán que ellos caminaron con rumbo al colegio. Lejano en el tiempo, pero cercano en la nostalgia. Hasta los Estados Unidos de Norteamérica llegó el Anaquel de Paty Cajcam que habla de un enormísimo libro: “El infinito en un junco”, de Irene Vallejo. Posdata: gracias por este recuerdo, por esta mano extendida, por este aliento. Gracias Jorge, Eliseo, Juan Carlos. Que el destino siga fortaleciendo sus espíritus. ¡Tzatz Comitán!