viernes, 21 de junio de 2024

RAMITAS AROMÁTICAS

A veces divido el mundo en dos. Ayer lo dividí en mujeres que no huelen rico y mujeres que huelen a albahaca. La mujer albahaca no es verde, al contrario, hace honor a su nombre, tiene el espíritu albo, luminoso, radiante. Quien se acuesta a su lado percibe el aura magna y manda el estrés al caño, lugar de donde salen las esencias malignas. Claro, la mujer albahaca se encuentra en las huertas, donde crecen las chicas que son benignas para la convivencia. ¿Cómo se come la mujer albahaca? Se puede comer en mil formas, pero es recomendable hacerlo sueño a sueño, deseo a deseo. Los expertos saben que convivir con una mujer albahaca limpia los caminos, difumina la niebla y contrarresta la migraña del alma. Su tiempo se mide pétalo a pétalo. Ella siempre mantiene limpio el kiosco de su parque y las veredas de su lienzo. Le molesta el exceso de líquido en las escalinatas, le encanta que las palabras estén llenas de pájaros. La mano le sirve para contar las islas y las palmeras. Los recuerdos de su infancia van de labio en labio y forman álbumes llenos de gritos amorosos. La mujer albahaca no tiene púas en el rostro, al contrario, sus almohadillas están llenas de cordeles jubilosos. Es una mujer llena de aromas e imágenes plenas de miradas de colibríes. Tiene el secreto en la pupila; tiene la bendición en el campo de espigas; tiene la cicatriz del universo en el vértigo de su cuerpo, tiene la hendija de la luz en la noche sin fecha. A veces divido el mundo en dos. Mañana lo dividiré en: mujeres que lavan los cristales del alma, y mujeres que se arrodillan ante los instantes sublimes.