martes, 22 de julio de 2025

CARTA A MARIANA, CON CORTINAS

Querida Mariana: en casa hay una ventana, por ahí asoma el sol en la mañana y se cuela la luz de la luna en madrugada. La ventana tiene en la parte superior un palo que sostiene una cortina de tela. El palo, como de escoba, pero barnizado, lo hizo el carpintero del barrio; asimismo, la cortina la confeccionó la costurera que tiene su taller a la vuelta de la casa. Mi mamá compró la tela (para cortina) en un local del centro. Fui con ella, vi el momento en que escogió la tela, como cualquier compradora, con sus dedos pulgar e índice, probó la consistencia y dijo que estaba bien. Las telas para cortina son especiales, tienen una consistencia diferente a la tela que las mujeres compran para hacerse vestidos. A mí me ha tocado, en más de dos ocasiones, escuchar en una mesa de fiesta que una mujer dice a otra, así muy cerca del oído, pero en voz tan alta para que se escuche: “ve, esa, se puso la cortina de su casa” (chucha sí come chucha). En casa hay una ventana que tiene una cortina de tela; también hay un baño que tiene una cortina de plástico, esta cortina se sostiene con argollas de plástico sostenidas por una barra metálica. Están tan cerca ambas cortinas, porque la casa es pequeña; y sin embargo son tan diferentes. La barra metálica del baño es de ese material porque si fuera de madera, ésta se pudriría. Se vería horrible que una mañana la casa amaneciera con el orden intercambiado. Acá el orden de los factores sí altera el producto. ¿Imaginás una casa que tuviera una cortina de tela en el baño y una cortina plástica en la sala? En la mañana, las dos cortinas son recorridas. Cuando alguien entra a bañarse corre la cortina de plástico para ponerse debajo de la regadera y luego la corre para salir; de igual manera, a hora conveniente alguien recorre la cortina de la sala que permaneció cerrada durante la noche. Mi mamá recorre la cortina de la sala en la tarde, porque dice que ayuda a evitar que el frío entre. ¿El frío? Sí, dice ella, se cuela por las pequeñas hendiduras de la ventana. Porque las ventanas no son si carecen de vidrios. Hay algunos transparentes para que la mirada se extienda libre; y hay otros vidrios que son translúcidos. Estos últimos son los que se emplean en los baños. Recuerdo con emoción una película que vi en la extinta Cineteca de la Ciudad de México, la que se quemó, en dicha película un par de chicos sube a una azotea para ver, en la noche, el momento en que se baña la propietaria del departamento, una chica hermosísima. Los dos chicos, junto con los espectadores, vimos una sombra reflejada sobre el cristal. La chica está desnuda, no se ve, pero todo mundo advierte que ella está sin ropa. A veces sonrío. Sonrío porque escucho que La Angostura y Chicoasén son presas y tienen cortinas. Sonrío. Repito: son presas y tienen cortinas. Tienen cortinas de hormigón, gigantescas cortinas. La ciencia del hombre hace que, de vez en vez, se haga el prodigio de que dichas cortinas se abran para desfogue de agua (mi amigo, Chus, arquitecto que vive en Tabasco, dice que los chiapanecos somos los culpables de las inundaciones de su estado). En casa hay una ventana con una cortina. Mi mamá me dice: ¡corre la cortina! Sonrío, porque me imagino tronándole los dedos a la cortina y corriéndola como si fuera una asistente. No, correr la cortina, significa moverla con la mano y desplazarla hacia un extremo. La cortina de la ventana de la casa es una cortina que se recorre con la mano (hay cortinas que se desplazan en forma automática por orden de un control remoto). La cortina la arremango y la amarro con una cinta de tela, le hago un nudo y así se queda durante toda la mañana, hasta que mi mamá deshace el amarre y recorre la cortina hacia el centro, para que no entre el frío de la tarde, porque, ella dice, por los años que tiene se ha vuelto muy friolenta. Posdata: de niño jugaba con Margoth, nos encantaba separar las palabras y hallar nuevos caminos lingüísticos. La palabra cortina la pronunciábamos así: cor y tina. Decíamos que por eso se llamaba cortina, porque cubría la tina del baño, ahí donde se bañaba el tío Armando, que era como una gran ballena con las aletas sobre los bordes. Cada palabra se dividía y se convertía en dos, tres o más palabras. ¡Ah, qué milagro! Esta palabra la dividíamos así: mil y agro. Eran dos palabras con significado. Cor y tina. Nunca hallamos el significado de cor, por eso la completábamos con azón y decíamos corazón. Porque no sólo dividíamos, también uníamos, como si las palabras fueran retazos de tela y nosotros fuéramos sastres como la vecina que confeccionó la cortina de la casa. ¡Tzatz Comitán!