sábado, 27 de julio de 2024

CARTA A MARIANA, CON UNA POSTAL

Querida Mariana: te mando una fotografía, no la vayás a perder, ya mirás que Carmen perdió la cadenita. Es un retrato de Don Alfredo Franco Alfonzo, fotógrafo de Comitán. Él comenzó el oficio cuando tenía quince años de edad; es decir, lleva más de cincuenta años tomando miles y miles de fotografías. En los festejos no puede faltar dos tipos de personas: los chalequeros; es decir, los que no tienen invitación, pero se cuelan para comer, bailar y beber; y los fotógrafos, quienes fijan la memoria de los instantes. Ya comentamos el otro día que como la vida es finita y el tiempo se va como agua, el ser humano inventó la fotografía para hacer eternos los momentos. Muchas personas son felices al revisar álbumes fotográficos. Me incluyo. A mí me gusta ver fotografías. Vos también sos una persona que ama la fotografía, no sólo la llamada fotografía fija, sino también la que tiene movimiento: el cine, tu pasión. Ahora, los celulares dan la posibilidad de tomar fotos o videos. Todo mundo tiene celulares, todo mundo toma fotos. ¿Cómo es que en estos tiempos aún sobrevive el oficio de fotógrafos como nuestro amigo Don Alfredo? Una posible respuesta es que todo mundo tiene cámaras ahora, pero no todo mundo tiene el ojo entrenado que tienen los profesionales. La fotografía es una ciencia. No siempre reflexionamos en ello. En estos tiempos todo se hace en automático, sacamos el celular y tomamos una fotografía y al instante vemos el resultado. Tengo amigas (mujeres dejarían de ser) que cuando les tomo una foto, de inmediato me piden ver la pantalla para corroborar que salieron bien, y algunas, de broma, dicen: ahí le das una retocadita con Photoshop. Don Alfredo inició el oficio en tiempos de cámaras analógicas, lejos estaban los tiempos en que llegarían las cámaras digitales. Don Alfredo recuerda que el oficio lo aprendió con Don Augusto Caralampio Ventura Moreno, quien era fotógrafo en los lejanos años setenta del siglo pasado. Vos sos muy joven y no podés dimensionar cómo eran esos tiempos. Ahora, todo mundo toma fotos y el álbum del Comitán cotidiano es un archivo completísimo de fotografías. En el tiempo que Don Alfredo comenzó no todo mundo tenía cámaras, así que si querías conservar la foto del recuerdo de algún evento especial o de una persona querida debías acudir a algún fotógrafo de la población. Recuerdo que la foto de mi generación de secundaria fue tomada al lado del templo de San Sebastián, con el padre Carlos presidiendo al grupo. El fotógrafo oficial del Colegio Mariano N. Ruiz era Don Roberto Gordillo. Esa mañana de julio de 1971 todos los integrantes de la generación nos paramos frente a la cámara y vimos directamente al lente. Por ahí, mis compañeros tienen la foto del recuerdo, donde estamos vestidos con el traje de gala del colegio. Pasaban días y luego pasábamos al Estudio de Don Roberto a comprar la foto impresa. Hace días se llevó a efecto la ceremonia de graduación de alumnos y alumnas del Colegio Mariano N. Ruiz, la ceremonia fue en el Teatro de la Ciudad. En la mañana fue la graduación de los estudiantes de preescolar y primaria; en la tarde acudieron los estudiantes de secundaria, bachillerato y universidad. Llegué al teatro en la tarde, media hora antes del inicio. Me quedé en el vestíbulo y ahí tuve la oportunidad de platicar un ratito con Don Alfredo. Conocés que me gusta hacer travesuras, así que invité al fotógrafo a que, por un momento, abandonara su lugar detrás de la cámara y se pusiera frente al reflector. Aceptó, flexionó tantito una pierna, recargó el brazo izquierdo sobre un pretil y con su mano derecha sostuvo el instrumento que ha sido su eterno compañero. Siempre lleva la cámara en una bolsa. La cámara digital que ahora tiene es una cámara Nikon (“es una chulada”, me dijo, sonriendo). ¿Y cuál fue la primera cámara que tuvo? Ah, me dijo, fue una Retina, de la marca Kodak. En esos años, la Kodak era la que partía el queso en el mundo de las cámaras fotográficas, hoy el mercado se ha ampliado y pocos jóvenes conocen las cámaras Kodak. ¿Mirás el nombre de la cámara que tuvo de joven? ¡Retina!, que está relacionado con la vista. Las cámaras Retina eran cámaras pequeñas que tenían (como la mayoría) dos rueditas en la parte superior, que se manipulaban para “correr” el rollo donde quedaban impresas las fotografías. Dije que la fotografía es toda una ciencia, en ese tiempo, el fotógrafo enfocaba y oprimía el botón que abría la ventanita donde pasaba la luz que quedaba impresa sobre la película. Los fotógrafos profesionales compraban rollos (también de marca Kodak) con treinta y seis exposiciones; es decir, no había más oportunidad que tomar treinta y seis fotos. Cuando el número se agotaba, se enrollaba el rollo al final para que la película quedara en lo oscurito, porque si no se velaba. El fotógrafo sacaba el rollo y lo llevaba al lugar donde sería el revelado y la impresión, proceso que tardaba varios días, porque en los años sesenta, en Comitán no había un lugar donde hicieran ese trabajo. Hermilo Vives recibía los rollos y los enviaba a la Ciudad de México para el proceso. El rollo viajaba en paquetería, en camiones, era sometido al proceso y al final enviaban las fotos en un sobre. ¡Días y días! ¡Padre eterno! No había para dónde hacerse. Por esto, Don Alfredo cuenta que los fotógrafos comitecos fueron felices cuando “Casa Marín” abrió sus puertas, en Tuxtla Gutiérrez, y brincaron de gusto cuando la misma empresa abrió sucursal en San Cristóbal de Las Casas (“estaba ya a vuelta de casa”, dijo Don Alfredo). Ya no había necesidad de mandar los rollos hasta la Ciudad de México. Y un día, el prodigio llegó a Comitán y hubo empresas que se dedicaron al revelado de rollos (“Foto Marín”, “Foto Claudia”, “Foto Chantiri”, estudio que está al lado de la casa donde vivió la escritora Rosario Castellanos, frente a la entrada del Pasaje Morales). ¡La luz se hizo!, se hizo en otras ciudades en los inicios de la fotografía, en Comitán la luz nos llegó un poco tarde, pero llegó. Esa tarde de graduaciones me invitaron a sentarme en la mesa de honor, estuve al lado de integrantes de la Asociación Civil del Colegio Mariano N. Ruiz; del Rector Maestro José Hugo Campos Guillén; del supervisor de educación secundaria Maestro Adolfo Pineda; y de la profesora Virginia Gordillo Rojas, quien recibió un homenaje por su jubilación. Desde ahí vi a todos los estudiantes graduados en compañía de padrinos y madrinas, maestros de la institución, sentados en las butacas; y a mi izquierda, una fila de fotógrafos profesionales que hacían su chamba, indicándoles a alumnos y alumnas en qué lugar debían colocarse, al lado de los padrinos y madrinas para tomar la fotografía del recuerdo, el instante sublime. El grupo de fotógrafos y fotógrafas están de acuerdo en formar fila para que todos tengan oportunidad de trabajo. Los he visto en templos, en oficinas, en parques, en auditorios, en salones de fiesta, en estadios, en cementerios, en todos lados donde se efectúan actos especiales ¡ahí están los profesionales de la cámara! Toman la foto y anotan en una libreta los nombres y direcciones. En cuanto están listas las impresiones suben a las motos, van a los domicilios y entregan las fotografías del recuerdo, así van juntando su paguita para cubrir sus necesidades. Ellos y ellas son parte esencial de nuestra vida cotidiana. Siempre los vemos con las cámaras sobre sus pechos, sostenidas con unas bandas que, por lo regular, tienen el nombre de la marca. Don Alfredo ha tenido varias cámaras en el transcurso de su vida, tuvo una Retina, luego una cámara Minolta, posteriormente una Cannon y ahora tiene una chulada: una Nikon. Todas estas marcas nos remiten a países lejanos, Inglaterra, Japón, Alemania… ¿No hay cámaras hechas en México? ¡Hay! Grandes maestros de la fotografía hacen cámaras caseras, las llamadas cámaras estenopeicas. Basta una caja de cartón para hacer una cámara fotográfica, la ciencia no siempre está adentro de los grandes laboratorios, a veces en los juegos infantiles se hace “comidita”. Posdata: Don Alfredo es uno de los grandes fotógrafos camineros de Comitán, su chamba está lejos de los grandes estudios profesionales, él toma las fotografías casuales, las que aparecen en los grandes actos de todos los días, porque todos los días hay maravillosos encuentros deportivos. No todo se da en las Olimpiadas. Te mando una foto, guardala en tu carterita. ¡Tzatz Comitán!