domingo, 27 de julio de 2025
CARTA A MARIANA, CON PUEBLOS BÁRBAROS
Querida Mariana: mi Paty dijo que yo reclamara. Me conocés, soy hombre civilizado. Ella me dijo que los exhibiera en las redes sociales. No lo hice, no lo haré. Sólo a vos te cuento lo que me pasó. Fijate que mi mamá me pidió le comprara avena molida con sabor canela o chocolate o vainilla. Lo anoté en un papelito y pasé por un supermercado pochoroco. Hay supermercados prestigiosos y pochorocos. Siempre había comprado su pedido en un supermercado prestigioso, pero pensé que si el pochoroco había aparecido en mi camino podía ser una señal. ¡Lo fue! Bajé del tsurito y caminé por los estantes y mi boca se extendió en una sonrisa cuando vi que había dos empaques de avena molida sabor chocolate, chequé la caducidad: abril 26. ¡Genial! A la hora que estiré mi brazo para tomarlas vi que al lado había un empaque de avena integral (de la marca que compro) y me alegré más, revisé la caducidad: abril 26. Ah, qué buena suerte. El empaque de la avena integral (un botecito) traía integrada una botella de bebida energetizante, la bebida era el mojol. Al pasar a la caja le dije al joven que atendía que me ayudara a quitar la cinta Diurex, para separar la bebida del envase, porque no me llevaría la botella. El joven, muy amable, quitó la cinta, dijo que esa no me la cobraría, que era una oferta. Sí, le dije, pero no la quiero (vos sabés que en botella sólo bebo agua natural). Acá se puede quedar, dijo, con una gran sonrisa en su rostro. Sí, que se quede acá. Pagué, tomé lo comprado y salí contento, con una cara de satisfacción. No sabía lo que me esperaba. Al llegar a casa, horas después, le enseñé a mi mamá los dos sobres de avena molida y también sonrió. Decidí vaciar el contenido de la avena en el frasco que acostumbro, así que quité el sello de seguridad y lo destapé para… ¡Dios mío! El envase estaba más lleno de gusanos que de hojuelas de avena. ¡Gusanos, simpáticos, blancos, pero dañinos para mi estómago! ¡El interior del envase estaba todo agusanado! ¡Cómo! Le platiqué a mi Paty y puso su cara de molestia y me recomendó que fuera de nuevo al supermercado pochoroco y reclamara la devolución de mi dinero, que los exhibiera en las redes sociales. No, no soy así. ¿Cuánto me costó el tambito de avena? No sé, no recuerdo. Pero, bueno, como decía mi amado padre: más se perdió en la guerra. Mi Paty dijo que por eso la gente es como es, porque no nos quejamos, porque no los exhibimos, y como no lo hacemos ellos siguen, ¡hay que denunciarlos para que aprendan y dejen de hacer sus cochinadas!
Hay gente bárbara, incivilizada; gente abusiva, que vive de hacer fraudes minúsculos pero cuantiosos.
Tomé los dos sobres de la avena molida y opté por tirarlos al bote de basura. ¿Qué tal que también eran sobres ya caducados?
Inocente como soy (mi tía Elena me decía de otra forma) pensé cómo era posible que ese envase estuviera lleno de gusanos, cuando la fecha de caducidad estaba vigente. ¡No, pichito!, me explicó un amigo cuando le conté mi desaguisado. Estas empresas se dedican a re etiquetar productos. ¿En serio? Claro, le dan una vigencia amplia para que, como en tu caso, dijo, los compradores estén satisfechos, porque les tardará varios meses. A eso se dedican, aseguró.
Pensé entonces en lo obvio, ellos juegan con nuestra salud. Claro, pensé que una vez supe que alguien había adquirido medicamentos que tenían fecha de caducidad vigente, pero que en realidad ya eran medicamentos caducados. ¿Cómo es posible que haya tanta saña en algunos seres humanos, que lucran con la salud de la gente? La salud, que es lo más preciado. Pues sí, hay bárbaros que lo hacen, porque vivimos en un país incivilizado. No sé cómo será en Dinamarca, pero acá, en México, hay comportamientos absurdos, abusivos.
Mi Paty insistió, debía ir al supermercado pochoroco y exigir la devolución de mi dinero, que vieran que no me tomarían el pelo, que lo hiciera para que ellos dejen de hacer estas prácticas de hurto.
Posdata: pensé que no, querida mía. No lo hice. Tiré el producto engusanado y los sobres que me dieron desconfianza y subí a mi tsurito y fui a un supermercado prestigioso donde hallé la avena sin ofertas y los sobres de avena molida con sabor que pidió mi mamá. Sonreí. Había solucionado un desaguisado.
Sí, la enseñanza es comprar productos sólo en supermercados de prestigio.
¡Tzatz Comitán!