sábado, 10 de mayo de 2025
CARTA A MARIANA, CON MADRES
Querida Mariana: la palabra madre siempre me ha provocado confusión. Una vez, en el parque de San Sebastián, estaba con mi mamá y vi que pasaban dos monjas, con sus vestidos color café, con rosarios colgados a la cintura. Las vi caminar con prisa, con pasitos cortos pero apresurados. Mi mamá las saludó y yo pregunté: “mamá, ¿por qué les llaman madres, si no tienen hijos?”. Cuando pongo en aprietos a mi mamá ella, muy hábil, se va por otro camino. En esa ocasión me dijo: “mi tía Elena quería que yo fuera monja, me llevaba muy seguido a la iglesia para que platicara con una monja, pero a mí no me interesaba”.
Pero, vos sabés, la palabra madre, sobre todo, refiere a la mujer que tiene hijos. Porque, en México, sobre todo, la palabra cariñosa para designar a la madre es mamá o mamacita. Pero, como en México todo lo confundimos, no sé con qué intención, he escuchado el término mamacita en la boca de labios gruesos de un albañil que cuando pasa una chica bonita, de inmediato, como si fuera torero, le hace un pase con el brazo y le dice: “Adiós, mamacita”. Si fuera niño le preguntaría a mi mamá: “¿Por qué le dice mamacita si él está más grande?”
Digo pues que la palabra madre me provoca cierto desasosiego. Ya para qué me meto en el terreno donde la palabra sirve para designar cualquier objeto. Has oído en un taller mecánico que el dueño de un vehículo que tiene un fallo llega ante el maestro y señala una parte del motor y dice: “parece que está fallando esa madre”. Está fallando esa madre. Un estudiante del idioma castellano se sentiría tan confundido como yo, porque no sabría identificar bien a bien por qué la monja es madre, la mamá es madre y una parte mecánica es ¡una madre!
Los estudiosos del lenguaje han explicado que madre es una palabra muy empleada en nuestro día a día, por una o por otra vaina. El pulcro Agustín siempre decía: “en caso de mentada de madre, pido una prestada”.
Cuando estudiaba el segundo grado de secundaria en el Colegio Mariano N. Ruiz pasé una tarde por el ventanal de la Proveedora Cultural y vi un libro con el título: “Madre”, del autor ruso Máximo Gorki. Entré al negocio cultural, saludé a Don Rami Ruiz (hombre maravilloso) y le di una hojeada al libro. Cualquier malcriado hubiese dicho: “¡ah, la madre!”, y habría sonado bien.
La primera impresión fue que la palabra madre era una palabra universal, sin darme cuenta que en ruso suena diferente, como diferente suena en japonés, en inglés y en los demás idiomas del mundo, pero sí tuve conciencia de que madres existen en todas partes. Tomé el libro, pregunté por el precio y como llevaba paguita que me había regalado mi mamá ¡lo compré! Coloqué a la madre debajo de mi brazo, en mi axila, y la llevé a mi casa, donde la coloqué en el buró. En ese tiempo, ya te conté, compraba cada semana el libro que llegaba de la Biblioteca Básica Salvat. Recuerdo que cuando tuve en mis manos a la madre, de Gorki, leía “La busca”, de Pío Baroja.
¿Recordás que cuando leímos el libro donde están las cartas que Rosario Castellanos le envió a su novio Ricardo le menciona que, junto con Dolores Castro, se entrevistaron con Pío Baroja, en 1950, allá en España? En los años sesenta yo leí a Pío Baroja, en Comitán. Y también, ¡faltaba más!, leí la novela de Gorki, la mencionada “Madre”.
A lo lejos recuerdo la trama de la novela de Gorki. Sabés que soy de memoria endeble y más tratándose de un libro que leí cuando tenía doce o trece años de edad (recordá que soy un viejo de sesenta y ocho años de edad). Sí recuerdo que en la portada del libro venía el dibujo de una mujer campesina. Ya no sé si ese era el oficio de la madre, ni recuerdo cómo se llama el personaje, lo que sí recuerdo es que uno de sus hijos (o hijo único, no lo sé) es un activo luchador social y la madre termina convencida de las bondades del socialismo. Lo que ahora llama mi atención es que la novela fue escrita mucho antes de que se diera la Revolución Rusa; es decir, parece que Gorki pepenó lo que ya estaba en el ambiente, una manifestación de rechazo a los gobiernos zaristas. La madre, de
Gorki, vivió la pobreza, la indolencia, por eso comenzó a pensar en la posibilidad de instaurar un gobierno socialista, como en realidad sucedió años después. Hoy, Gorki es reconocido como un defensor del socialismo.
La historia de Rusia es apasionante, en apretada síntesis diré que primero fue un régimen zarista, luego sobrevino la revolución que dio paso a la URSS (Unión de Repúblicas Soviéticas Socialistas) y luego, con la presidencia de Gorbachov, se disolvió dicha unión. Hoy, Rusia, con Putin, al frente, es una de las naciones más poderosas del mundo.
Pues resulta que cuando yo tenía doce o trece años conocí a Gorki y a su novela “Madre”. Digo ahora que el título es porque la protagonista fue mamá del personaje que la llevó a conocer el ideal socialista; es decir, una forma más generosa de ver la vida, donde el ser humano no fuera atropellado en sus mínimos derechos humanos.
Ya no recuerdo en qué termina la novela. Para no quedarme con la duda busco en Internet y encuentro que el hijo es detenido y lo mandan a Siberia, pero que en la novela ya no se sabe el destino de la madre. ¡Ah, para eso me gustaba el autor ruso, para dejarme con la duda eterna!
Ahora que mencioné Siberia, muchos años después, ya en 1970, un escritor ruso obtuvo el Premio Nobel de Literatura, el gran Alexander Solzhenitsyn y años después, ya viviendo en la Ciudad de México porque estudiaba en la UNAM, encontré en una librería la novela “Archipiélago Gulag”, donde me enteré qué le sucedía a quienes eran enviados a Siberia, que era como un gigantesco y helado campo de concentración.
Tal vez el hijo de la madre fue sometido a trabajos forzados y murió en la estepa siberiana. No lo sabremos nunca, porque Gorki dejó todo en la indefinición.
Mencioné a Agustín, quien, sin que viniera al caso, repetía frecuentemente, con los brazos levantados, como si declamara: “Yo también tuve una madre”. Nos reíamos, porque lo decía en pasado, cuando su mamá estaba en casa, preparándole la comida.
Todos los seres humanos tenemos una madre. Cada uno habla de ella como le tocó en la fiestecita, porque, como en la Viña del Señor, hay de todo. Hay madres buenas, cariñosas, incluso abnegadas; y hay madres deshumanizadas (basta mencionar a las que abandonan a sus criaturas recién nacidas. En la literatura aparecen mil casos, desde las que llevaban a sus criaturas en canastas y las dejaban en las puertas de conventos, hasta las que las tiraban en los ríos para que se ahogaran).
Agustín decía: “Yo también tuve una madre”, como para reforzar la idea de que todos los seres humanos nacimos de una mujer que, en el momento de dar a luz, se apropia de ese nombre casi sagrado. “Madre sólo hay una”, dice la sentencia popular. Y, como dije, cada uno habla desde su propia experiencia. En el cine mexicano de mediados del siglo XX se sublimó la imagen de la madre como un ser pleno de bondad. Ahora recuerdo algunas escenas donde aparece Sara García, representando el papel de una madre abnegada, sufriente, como si siempre estuviera trepada en la cruz. De ahí también se apoderó del inconsciente colectivo la imagen de una madre que siempre es una mujer modelo, que da su vida por la del hijo.
Tal imagen, que luego ha seguido cosechando la televisión comercial en los teledramones, nos habla de una mujer que, en realidad, no corresponde a la realidad, porque, ya lo dije, en la Viña del Señor hay mil plantas, unas llenas de flores, otras con espinas y unas más venenosas.
Cada uno habla conforme el sol llega en su parcela. Vos y yo, por fortuna, contamos con la bendición de tener madres bondadosas, no abnegadas, pero sí responsables desde el momento que tuvieron la gracia divina de tenernos como sus hijos.
Posdata: las historias de madres han usado miles y miles de páginas y cientos y cientos de pies en los filmes; unas historias son bellísimas alegorías y otras son dramáticas, pero todas contienen esencias sublimes, porque el concepto de madre va más allá de lo que se percibe a simple vista. Es como un elemento universal sin el cual no podría considerarse la vida, la madre es quien tiene la maravillosa capacidad de continuar con la preservación de los seres humanos. Los agregados de afecto ya están dados por la personalidad de cada una de ellas (el cuadro que anexo fue pintado por el gran Pablo Picasso).
¡Tzatz Comitán!