jueves, 8 de mayo de 2025

CARTA A MARIANA, CON NOMBRES EN EL MUNDO

Querida Mariana: había una vez, una chica que se llamaba Aurora. Aurora, inquieta por naturaleza, realizó un viaje a Europa (no me hagás caso, pero parece que la chica ya era abuela y el viaje lo hizo en compañía de una nieta que celebró sus quince años). Dije que no me hicieras caso, porque puede ser que esa historia la soñé. La soñé porque me dio gusto que la quinceañera, para celebrar la fecha de su onomástico tan señalada lo hiciera con un viaje al viejo continente y no con el tradicional baile donde, la mera verdad, quien menos disfruta el festejo es la quinceañera, porque su calidad de anfitriona obliga a atender a los invitados y (¡Dios mío!) hacer un baile casi siempre barroco, medio cursilón. No falta el padrino que, pasado de copas, comienza el festejo con el lugar común de: “hoy te presentas en sociedad”, cuando, la mera verdad, la presentación en sociedad fue el momento en que nació. Tal vez esto lo soñé, lo que sí no soñé es que mi amiga Aurora estuvo en Europa. Esta fotografía que me robé de su muro así lo atestigua, aunque no sé con certeza la ciudad donde está al momento de posar para la foto. ¿Italia, España, Francia? No lo sé. Pero debe ser alguna de esas ciudades europeas tan de caché, tan de clase. Imagino lo que pasó, Aurorita Avendaño Román, mera comiteca, del barrio de San Sebastián, caminaba por una calle de una ciudad europea y de pronto su rostro se iluminó porque ahí estaba su nombre, con todas sus letras: Aurora. Tal vez lo pronunció al estilo comiteco, con cantadito, pero el nombre era el mismo, el suyo, el que ostentaba este comercio que se ve muy bien presentado. Pidió que algún acompañante inmortalizara el instante, momento en que la Aurora comiteca se topó con la Aurora europea. Basta hurgar en un diccionario elemental para hallar que la palabra aurora tiene un origen latino; es decir, es una palabra que nació en territorios por donde anduvo mi amiga, y cuyo significado es: luz de la mañana. No sé a qué hora nuestra Aurorita comiteca se topó con Aurora, me da la impresión (pero no me hagás caso) que el negocio está en el interior de algo como un pasaje, como una placita techada, así me lo indica el piso, bellísimo, por cierto. Las columnas se presentan en forma rústica, pero el local tiene una presentación donde lo que más resalta es la placa de madera, bien cepillada, bien barnizada, donde, con un real contraste, aparece estampado el nombre Aurora. Tal vez, sólo digo que tal vez, Aurora es una cadena de tiendas de prestigio por allá. Lo que acá se ve es un congelador con bebidas. Mi amiga debió entrar, porque ni modo de no estar, como en cuento infantil, dentro de Aurora. Entró, pidió una bebida y pagó en euros, porque esta moneda es lo que, sin duda, llevaba en su monedero desde que llegó a Europa. Nada de pesos mexicanos, nada de dólares, ¡euros! Sin duda que ella vivió la experiencia de pasar de uno a otro país sin necesidad de andar cambiando monedas, porque en todo el territorio europeo existe una sola moneda. Debe ser una experiencia interesante, sin duda. Sólo pensá en lo que sucede cuando viajás a Guatemala, tus pesitos debés cambiarlos por quetzales y si bajás a El Salvador debés llevar dólares y si te descolgás a Nicaragua llevar Córdobas. Ah, qué relajo. Allá no, pasás de Italia, a Francia, a España y la moneda es la misma. ¿Cuánto le costó la bebida a Aurora en la tienda Aurora? No lo sé. Algunos amigos me cuentan que en París vale más una coca que una copa de vino tinto. No lo sé. Yo qué voy a saber. No he pasado de Chacaljocom. Lo que llamó mi atención en esta fotografía es que muchas personas hacen lo mismo que Aurorita, encuentran algo relacionado con su personalidad y de inmediato piden la foto y señalan tal suceso. Yo no he estado en Italia, pero muchos amigos y amigas sí y cuando encuentran un letrero con el apellido Molinari de inmediato me la comparten, porque ellos viajan por mí. Cuando un amigo estuvo en Verona, la tierra de Romeo y Julieta, y visitó la casa donde está el famoso balcón, se topó con la Plaza Brá Molinari y de inmediato me mandó una foto para el recuerdo. Lo mismo sucedió con un amigo que viajó a Nueva York y en una calle se topó con un negocio con mi apellido. Ya ni te digo la de fotos que me han compartido con la bebida sambuca con marca Molinari. Ellos lo beben por mí, lo viven por mí y yo pepeno la cinta que me comparten. Posdata: Aurora se topó con Aurora y en su carita asomó la luz de la mañana. No es casual caminar por una calle, por una plaza o por un pasaje en el viejo continente y toparte con tu nombre, como una señal de bienvenida, como si alguien gritara ¡Cotz! y supieras que te reconocieron, que vos te reconociste. ¡Tzatz Comitán!