viernes, 30 de agosto de 2024

CARTA A MARIANA, CON UNA FUNCIÓN DE CINE

Querida Mariana: el otro día vi una película dirigida por el gran Wim Wenders. En una de las escenas el protagonista entra a una sala y se sienta en una de las butacas. Me atenazó el recuerdo de las salas cinematográficas de nuestro pueblo (el Cine Comitán y el Cine Montebello). Las butacas del cine alemán eran muy semejantes a las que tuvimos en los cines comitecos. Todos los cinéfilos comitecos nos sentamos en butacas que no eran acojinadas como ahora. Si me exigieras describirlas diría que eran hechas de una especie de triplay, grueso, pero maleable, porque el asiento tenía una curvita en la parte delantera y el respaldo una curvatura que permitía que la espalda se acomodara. Tal vez el diseño de estas sillas fue como el abuelo de las actuales ergonómicas. Jamás, lo juro, me sentí incómodo en esas sencillas butacas de madera (recuerdo que las del Cine Comitán estaban pintadas de un rojo quemado y las del Cine Montebello estaban pintadas en color azul). Vi la película de Wenders y supe que en el mundo hubo salas cinematográficas como las nuestras. Las butacas que aparecen en la cinta “Cinema Paradiso” no eran como las nuestras, esas sillas estaban acojinadas en el respaldo. Ah, mis paisanos italianos siempre han ido adelante de nosotros. El otro día hallé esta fotografía en redes sociales, la bajé del muro de “Noticias del sur”. Es una toma estupenda. Se logra ver casi toda la fachada del edificio que hoy ocupa el Teatro de la Ciudad. ¿De qué año es la toma? No lo sé, pero por el cabello largo que tiene el chico que camina a media cuadra puedo decir que es de los años setenta. Si mirás con atención verás que el Cine Montebello ocupaba parte del edificio, en la esquina había negocios diversos y en la parte de arriba hubo un billar en algún momento. ¿Cuántos de los balcones pertenecieron a la sala cinematográfica? Tampoco lo sé. La única certeza que tengo es que el primer balcón de la izquierda no pertenecía al cine. Tal vez a partir del segundo ya correspondía a la parte superior de la sala. Esta es una fotografía estupenda. Jugué a imaginar que soy el chico de cabello largo, pantalón acampanado, que camina tranquilamente a mitad de la calle. Me dirigía al cine (como lo hice cientos de veces). Ya he dicho que en esta sala exhibían las películas extranjeras, el Cine Comitán, casi siempre exhibía películas mexicanas y, los domingos, ahí era la Matiné. Frente a mí están las vidrieras donde colocaban los cartelones de los próximos estrenos, asimismo colocaban el programa diario que tenía los horarios y los precios. Por ahí hemos visto algunos programas de esos tiempos, que eran impresos en la imprenta de Don Chinto Naciff. Debajo de donde está el letrero de Cine Montebello hay una puerta, dos vitrinas y otra puerta más grande. En esta última estaba el vestíbulo del cine, la cafetería y la taquilla. Acá me dirijo hacia las vidrieras para ver qué exhibirán en la tarde (hay otra fotografía más reciente donde el anuncio es otro, está colocado más a la derecha, casi encima de la entrada, y las palabras están separadas, no corridas como acá se ve, sino en dos líneas). Hace tiempo te pasé copia de la fotografía de un programa donde estaba impresa la programación del Cine Comitán de un lado y del Cine Montebello del otro. El formato era invariable, lo que cambiaba eran los nombres de las películas y los horarios. La fotografía que te compartí fue del programa del jueves 16 de febrero de 1967 (Dios mío, ya llovió, en ese tiempo estaba a punto de cumplir los diez años de edad). Para que tengás una idea de cómo eran los programas diré que la función comenzaba a las seis de la tarde; luego había un ligero intermedio que servía para ir a la dulcería o a los sanitarios y a las siete de la noche con cuarenta y cinco se exhibía la segunda película, al término, a las nueve con veinte, se repetía la primera película. Si le echamos pluma vemos que la primera cinta duraba como hora y media, por lo que quien se quedaba a ver la última función salía, más o menos, al diez para las once de la noche. Como había permanencia voluntaria, lo que significaba que nadie te corría de la sala, hasta que ya era hora de cerrar, muchos cinéfilos entraban al cine a las seis y salían a las once. Los precios de 1967 eran, en el Cine Comitán, de cuatro pesos la luneta y dos pesos el anfiteatro (la gayola), en el Cine Montebello sólo había un precio: cuatro pesos por peludo o peluda. Posdata: dije que jugué al ver la película, me acerqué a las vidrieras a ver los cartelones, a las cinco y media de ese día pasé a la tienda de estambres de mi mamá y ella, generosa, linda, abrió la caja registradora y sacó un billete de diez. Di las gracias y fui al cine, pagué los cuatro pesos, recibí el boleto y pasé a la cafetería a comprar una bolsa de cacahuates japoneses y una Pepsi que me sirvieron en un vaso encerado, entregué el boleto, hice a un lado una cortina pesada, de color azul y busqué un asiento en la planta baja, me senté en una de las butacas de madera y esperé que las luces se apagaran y la magia del cine se proyectara sobre la pantalla. Sí, yo fui feliz en el cine que acá se ve. En el Montebello vi Drácula; escuché por primera vez la canción “Downtown”, con Petula Clark, canción fabulosa, en un documental de la canción europea; vi “Donde las águilas se atreven”; y una cinta en blanco y negro, emocionantísima, donde en un tráiler trasladan una carga de una sustancia explosiva, por más que busco en Internet no logro hallar el nombre. Por alguna extraña razón, en el Montebello vi por primera vez la gran película mexicana “Los olvidados”, de Luis Buñuel. Ya dije que la mayoría de películas mexicanas eran proyectadas en el Comitán; pero de igual manera, a veces, en el Comitán exhibían estrenos extranjeros, como cuando exhibieron ahí “El Cid”, con Charlton Heston, y vi entrar al padre Carlos, con un abrigo negro de tela muy elegante. Habrase visto, ¡el padre Carlos en el cine! ¡Tzatz Comitán!

jueves, 29 de agosto de 2024

CARTA A MARIANA, CON UN VISITANTE DISTINGUIDO

Querida Mariana: el Maestro Roberto Ramos Maza estuvo en Comitán, el 28 de agosto de 2024. Irma Pérez, directora del Patrimonio Cultural, de Coneculta, dijo que era un día memorable; Arturo Guillén, director de la Casa Museo Dr. Belisario Domínguez, dijo que era un día importante. ¿Mirás? Dos adjetivos para remarcar el día: importante y memorable. Las mismas palabras pueden usarse para definir la presencia de Roberto Ramos: fue una visita importante y memorable. Estuvo en la Casa Museo Dr. Belisario Domínguez para presentar su libro: “Chiapas 1821-1824. Los años decisivos”, en una edición conmemorativa, del Bicentenario de la Federación. De entrada digo que hagás todo lo que esté a tu alcance para tener un ejemplar de dicho libro. Esta nueva edición tiene el agregado maravilloso de documentos relativos a la independencia de Chiapas y su federación a México. Es un libro maravilloso. El autor comentó, durante la plática, que la lectura de su libro tarda menos de lo que tardaría su exposición. ¡Es cierto! El libro es breve (recordamos la cita latina que en español se traduce como “lo breve es placentero”). Roberto Ramos Maza, con el gran conocimiento de la historia que posee nos obsequia un libro que tiene la virtud de decirnos lo importante del lapso de 1821-1824 en pocas, pero luminosas palabras. Si alguien se queda picado y desea saber más, el autor nos da una relación de fuentes consultadas, para entrarle al tema con mayor profundidad. Pero, insisto, la información que él da es tan clara y precisa que no hay necesidad de recurrir a más fuentes. ¡Todo está dicho, en pocas palabras! Con método Socrático, Roberto Ramos Maza hace preguntas fundamentales y da respuestas certeras. Su libro desecha, de una vez por todas, la idea falsa (que aún se repite) de que el suceso que rememoramos el 14 de septiembre fue una anexión. ¡No, no! Que quede claro, fue una federación. La conferencia fue una exposición magna y llana. Ah, qué bien hacen los intelectuales sabios que comparten el conocimiento en forma sencilla y clara. En la charla hubo una serie de conceptos que no puedo resumir acá. Habló, entre otras cosas, de una serie de Bicentenarios que se conmemoran en este año, unos más sonados que otros, pero todos de suprema importancia. El hecho de que unos suenen más que otros habla de cierta incapacidad de las autoridades para concederles el sitio de honor que les corresponde. Esto no lo dijo el maestro Ramos, esto es un comentario que hago, motivado por sus comentarios. Por ejemplo, Roberto Ramos Maza dijo que en este año no sólo se celebra el Bicentenario de la Federación, sino también los 200 años de la República. ¿Mirás? Pues sí, se ve como una consecuencia lógica, si en 1824 se realiza la federación este acto es el inicio de nuestra República. ¿Se conmemora, se festeja, este acto? ¡Naranjas! ¡Qué pena! Roberto puso el dedo en la llaga, hasta llegar a lo profundo de nuestra localidad, dijo que el próximo año se celebrará el cumpleaños cien de Rosario Castellanos (una de las dos figuras que admira de nuestro pueblo, la otra es la figura de Belisario Domínguez), como si diera un puyazo dijo que los comitecos nos estamos tardando. Salí en defensa de nuestro pueblo al decirle que en la revista Arenilla nosotros conmemoramos el quincuagésimo aniversario del fallecimiento de Rosario y nos preparamos a celebrar, con dignidad, su cumpleaños cien. Cuando platicamos en la oficina nos permitió que le diéramos un juego de las revistas donde conmemoramos a Rosario, gracias a nuestros amigos patrocinadores, quienes sí están conscientes de los actos más memorables de nuestra sociedad. Los comentarios del libro estuvieron a cargo de Jesús Pedrero. Así como los personajes de la mesa de honor coincidieron en decir que el día era memorable, en el aire flotó también la idea de que la Casa Museo Dr. Belisario Domínguez fue el espacio más emblemático para la realización del acto. Roberto Ramos Maza nos recordó que Comitán fue el punto de inicio de la independencia de Chiapas y de Centroamérica, dijo que el 28 de agosto deberían estar presentes en nuestro pueblo las autoridades de México y de los países centroamericanos para celebrar el acto por lo alto. Posdata: quien hizo comentarios se hizo acreedor a un ejemplar. Como vi que la audiencia participaba pensé que podía quedarme sin libro así que le pedí abundara más acerca de algo que llamó mi atención: en nuestro pueblo hay dos sitios históricos emblemáticos de este proceso: el templo de San Sebastián y el templo de Santo Domingo; y en San Cristóbal de Las Casas, está la catedral, lugar que fue esencial en el proceso de la Federación. Dejé mi asiento y, medio abusivito, tomé mi libro, mientras el Maestro Ramos Maza hacía favor de responder mi inquietud. ¡Conseguí el libro! ¡Es genial, como genial es Roberto! ¡Tzatz Comitán!

miércoles, 28 de agosto de 2024

CARTA A MARIANA, CON UN VISITANTE

Querida Mariana: Hernán Becerra vino a Comitán, impartió una conferencia el lunes 26 de agosto de 2024, en la Casa Museo Dr. Belisario Domínguez. No pude asistir a su conferencia, pero platiqué un rato con él. Como a las cuatro y media lo hallé sentado en uno de los restaurantes del Andador San José. Su mirada estaba dirigida al parque central, donde, a través de los árboles, se logra ver parte de los arcos del Centro Cultural. A mí me encanta escucharlo hablar. Al estilo de Nikito Nipongo, quien nos legó “perlas japonesas”, Hernán me regala perlas tapachultecas. En esta ocasión dijo, poniéndose de pie, abarcando con su mirada y espíritu, el parque de nuestro pueblo, que Comitán es la ciudad más bella de Chiapas, y la comparó con Palermo, en Italia. Bueno, acá nos hace falta un cacho de mar, le dije. Le reiteré lo que he dicho en público: me gusta su libro de crónicas: “Desayuno con Echeverría”, donde comparte a sus lectores una serie de historias vividas. Mientras terminaba su bebida aseguró que ha conocido más de ciento veinte países. Hace apenas dos meses, más o menos, estuvo en Guatemala, en la Antigua Guatemala, ciudad bellísima. Abrió su mochila y enseñó una serie de fotografías, testimonio del viaje. En las fotos aparece él en varios sitios, en el Archivo y en la tumba de Bernal Díaz del Castillo, el gran cronista español, quien se encargó de narrar lo que los conquistadores hallaron al arribar a este continente. De hecho, su conferencia tuvo como motivo central a Bernal. Mirá cómo la intituló: “El miedo en Bernal Díaz del Castillo”. Siempre hábil en sus propuestas, así lo confirma el título de su libro, donde pone el apellido de Echeverría para llamar la atención, en esta ocasión introdujo un elemento casi misterioso: el miedo del gran cronista. La tarde estaba plena, corría un aire agradable, como si el pueblo quisiera darle toda la razón: Comitán es el pueblo más bello de Chiapas. ¿El miedo en Bernal? Le aventé la pregunta: ¿por dónde va el tema? No picó el anzuelo, al contrario, me la reviró: de eso hablaré en mi conferencia. Ya le había dicho que no podría asistir. El miedo en Bernal se volvió “loquejamás” sabrá Molinari. Más de ciento veinte países. Pucha. Hernán ha sido un gran viajero. Una mañana desayunó con Echeverría; otra tarde escuchó el fado, en Portugal, y sintió la saudade con el grito que una mujer aventó en su espalda; otro día estuvo en una plaza en Palermo, columna de la gran Sicilia y la tarde del lunes estuvo en Comitán, recibiendo el aire benigno de esta bendita ciudad. ¿Transmitirán en vivo tu conferencia?, pregunté, dijo que no sabía. ¿El miedo en Bernal Díaz del Castillo? ¡Qué tema! Luego pensé que el concepto es aplicable a todos los seres humanos, aunque ¿quién imaginaría el miedo en el valiente Hernán Cortés? Pero, lloró pues, recargado en el árbol de la noche triste. Ah, todo lo que presenció Bernal, en los años de mil quinientos y tantos. Posdata: Hernán guardó las fotos en su mochila al lado del libro: “Historia verdadera de la conquista de la Nueva España”, lleno de subrayados y anotaciones. Nos despedimos. Le deseé suerte. Cogió su mochila y caminó con rumbo al Teatro de la Ciudad. ¡Tzatz Comitán!

sábado, 24 de agosto de 2024

CARTA A MARIANA, CON POCA LUZ

Querida Mariana: el otro día fui al barrio de La Pilita Seca, barrio de gente chambeadora, de gente unida, donde tengo varios amigos. Caminaba por una calle cuando llamó mi atención el letrero de un anuncio fotográfico: “Poca luz”. ¿Por qué esa aparente contradicción? Digo esto, porque todo mundo sabe que la fotografía necesita de luz, si hay poca luz el trabajo del artista se complica. Me acerqué entonces al local y hallé al propietario, Don Augusto Ventura, que trabajaba ante una pantalla de computadora. ¿Qué anda haciendo?, le pregunté, y vi en su rostro que apareció la misma pregunta: ¿qué andaba haciendo yo, qué deseaba? Me presenté y al rato Don Augusto me platicaba varias cosas de su oficio y la razón del nombre de su empresa: “Foto Poca Luz”. Se llama así en homenaje a su papá, quien fue fotógrafo durante muchos años y los compas del gremio le pusieron ese apodo: Poca luz, sobrenombre con el que es conocido y reconocido en Comitán. El hijo cuenta que su papá, al tomar fotografías, siempre decía que su flash tenía poca luz y de ahí. ¡Tal vez ni es cierta la versión! Digo esto, porque luego platiqué un rato con el papá (hombre maravilloso, del que no hablaré más hoy, porque su vida es tan intensa que te hablaré de él en otra carta). Cuando platiqué con su papá, Don Augusto Caralampio Ventura Moreno, me dijo que siempre cargaba un exposímetro para medir la intensidad de la luz y, después de hacer la medición, comentaba: “hay poca luz”, y de ahí le trabaron el apodo. Por lo que sea, esa mañana prodigiosa, al conocer al hijo y al padre constaté que ellos son seres de mucha luz. Como ya lo dije, luego te platicaré del papá, ahora me concentraré en el hijo. ¿Vos conocés el Foto Estudio Ventura que ahora está frente al Archivo Municipal? Bueno, pues ese estudio es de la mamá de Augusto Ventura, Doña María Eugenia Velasco Aguilar. Augusto niño comenzó a hacer sus pinitos en la fotografía en el estudio de su papá y de su mamá (que ahora están separados) y, desde hace dos años, tiene su negocio independiente, en el barrio de La Pilita Seca, en la mera esquina de la primera calle oriente sur y sexta avenida sur oriente. ¿Cómo le va?, le pregunté, me dijo que bien, más que bien y lo noté en su rostro feliz. Me invitó a sentarme. No gracias, le dije, así está bien. Pero cuando vi que la invitación era para sentarme en un butac con la cubierta de piel de algún animal ¡acepté! Por supuesto que sí, quién en Comitán desprecia ese lujo. Me senté con cuidado, pero al tener mis posaderas en ese asiento me sentí en armonía, pensé que ese butac de cuero es como el abuelo genial de los muebles ergonómicos de la actualidad. Qué comodidad, qué disfrute. Don Augusto se sienta ahí o (pucha, se consiente) los fines de semana cuelga una hamaca que tiene su pabellón para evitar los piquetes de los pinches zancudos y deja que el mundo siga girando en su movimiento vertiginoso. Él disfruta ser su patrón y dispone de su tiempo, porque sabe que lo más valioso de la vida es una buena salud y disponer del tiempo al antojo. Hace su chamba con mucho gusto, con pasión. ¡Cómo no! Lleva años metido en el ajo de la fotografía, que es un oficio apasionante, si no que lo diga el maestro Álvarez Bravo o Juan Rulfo, quien no sólo escribió “Pedro Páramo”, también fue un gran fotógrafo. Ahora Augusto Ventura realiza su trabajo bajo las exigencias de estos tiempos modernos. Cuando alguien lo contrata para un festejo él acude al salón, al templo, a la casa o donde sea, y no acepta ni una cervecita, porque anda concentrado en su trabajo. Hace tomas en video o fotografía fija y al final entrega en un USB los detalles captados. Lo entrega con la foto del festejado o de la festejada. Me apantalló, porque en la pantalla de su celular me enseñó la cinta de un acto que él grabó. ¡Bien! ¡Muy bien! ¿Por qué no le pusieron el Caralampio de su papá? Y me contó una historia fascinante. En la familia Ventura Velasco primero nació Chely, luego Betty, luego llegó Lilia, más tarde Geny. ¿Y el varoncito, ‘apá? No llegaba. Augusto cuenta que su mamá fue al templo de San Caralampio y le ofreció al milagroso santo comiteco: “Tatita, si me hacés el milagro de que esta criatura que tengo en la panza sea varón le pondremos tu santo nombre”, y ¡cabal!, nació el varoncito, pero a la hora de apuntarlo en el registro civil fue tanta la emoción que se olvidaron del Caralampio y sólo le pusieron el de Augusto. ¡Ay, Señor de la Misericordia! Ahora, para compensar el olvido, todos los 10 de febrero, cuando se celebra la Entrada de Flores en honor a Tata Lampo, la familia pone un conjunto musical en la esquina para que alegre el festejo. Pero en la familia que formó Augusto con su esposa Sandra Guadalupe Gordillo Guillén también hay historia de nombres. Cuando esperaban el primer bebé convinieron en que llevaría el nombre que eligió Sandra: José Pablo, y así fue, tuvieron cuidado de no olvidar ningún nombre, pero Augusto cuenta que cuando estuvieron en la oficina del Registro Civil vio sobre el escritorio un documento con el nombre de José Sebastián y dijo que le gustaba ese nombre, ¿y si lo cambiamos? ¡Cómo podés creer!, dijo Sandra. Bueno, dijo Augusto, así se llamará nuestro segundo hijo. Y cuando llegó el segundo varón le pusieron José Sebastián, y ya encarrerados, el tercer hijo se llama José Emanuel; ya habían convenido que si llegaba el cuarto le pondrían José Julián, pero ya no llegó . ¿Y la niña, ‘apá? No se preocuparon, son felices con sus tres varones, y qué bueno que ahí paró la cosa, porque al ritmo que llevaban el quinto se hubiera llamado José José. A medida que transcurrió la plática hallé destellos sublimes. Augusto tiene dos reflectores que fueron hechos por su papá, son muebles de madera, con cuatro focos en el interior y para atenuar la luz (para hacer que la luz sea poca) les puso papel albanene al frente, esto evita que la luz sea directa. Una genialidad. ¡Papel albanene grueso! Asimismo, me enteré que como es hijo del “Poca luz” los amigos jodones le dicen “Chispita”. Ah, la picardía y el ingenio comitecos ¡siempre presente! Cuando querás un trabajo fotográfico no dudés, bajá al barrio de La Pilita Seca, disfrutarás el ambiente de ese barrio tradicional y hallarás con Augusto un buen servicio. En dos o tres ocasiones, con mi amigo Jorge Gómez Solís, quien es como agua de esa Pilita Seca, tuve la oportunidad de “banquetear”, que es costumbre del barrio, donde, sentados en una banqueta, un grupo de amigos teje y desteje los rumores y chismes del pueblo. Ah, eso es un disfrute inigualable. Ahora no me senté en la banqueta, pero tuve el privilegio de sentarme en un butac maravilloso que Augusto tiene en su estudio, sentado casi al ras del piso miré el movimiento de los peces que nadaban en una pecera que el artista de la lente tiene al lado derecho de su pantalla. ¡Qué manera tan intensa de vivir la tranquilidad de su oficio! Mientras trabaja y elige fotografías los peces nadan, como si le dijeran que él también nada en la burbuja del aire, un aire armonioso. Vi feliz a Augusto, porque al otro lado de la pecera está la sala de la casa, el comedor. Desde acá, dijo, veo a mi esposa y a mis hijos. Si un día buscás la definición de felicidad, querida Mariana, no olvidés esta imagen, la imagen de una familia constituida por Augusto, Sandra y los José José José. Posdata: no olvidés que en otra carta te contaré parte de la vida prodigiosa del papá de Augusto, Don Augusto Caralampio, quien, después de sufrir un accidente en la motocicleta y quedar malito de la cadera, decidió “jubilarse” de su oficio, pero, recio, campeón, guerrero, se puso a arreglar motocicletas en un pequeño taller que tiene a pocos pasos del negocio de su hijo, ahí, acompañado de un radio, donde escucha la estación Radio Independiente, del periodista Luis Octavio Jiménez, le entra al arreglo de motores y demás vainas. Cuando lo saludé llegó un chico a preguntar si cargaba baterías de motocicletas, claro, dijo él, le pidió la batería y le dijo que en una hora estaría al cien. El chico dijo que pasaría a las cuatro de la tarde. Don Augusto Caralampio dijo que estaba mejor, porque así tendría más tiempo de carga. El cuarto se ilumina con dos focos, porque es pequeño y sólo entra luz de la puerta de calle. Ya nada dije, pero vi que el ambiente sigue honrando su apodo: el taller tiene poca luz. ¡Tzatz Comitán!

viernes, 23 de agosto de 2024

CARTA A MARIANA, DONDE SE CUENTA CÓMO LA HISTORIA INICIÓ EN 1950

Querida Mariana: en 2024 conmemoramos los cincuenta años del fallecimiento de Rosario Castellanos, lamentable accidente. Al anotar el número cincuenta recordé, por mera asociación, que, en 1950, el padre Carlos J. Mandujano García fundó en Comitán el Colegio Mariano N. Ruiz. En ese año, mientras en el pueblo se daba el inicio de este colegio, en el Distrito Federal (actual Ciudad de México), nuestra paisana concluía su Maestría en Filosofía, que cursó en la UNAM. En el libro “Cartas a Ricardo” me enteré que el 7 de agosto de 1950, Rosario le escribe a su novio Ricardo una carta donde le cuenta lo que después sería una escena de su novela “Balún Canán”, la del indio que se trepa a la rueda de la fortuna. Rosario está en Comitán el año de la fundación del Colegio Mariano N. Ruiz. Para agregar el misterio de la vida diré que la carta está fechada el 7 de agosto de 1950. ¿Mirás? ¡7 de agosto! Ese día, veinticuatro años después, fallecerá en Tel Aviv por un accidente bobo. 1950 es el año de inicio de la correspondencia que contiene el libro “Cartas a Ricardo”. Comitán conmemoró en 2024 los cincuenta años del fallecimiento de nuestra escritora; asimismo, el Colegio Mariano N. Ruiz inició una campaña donde da a conocer al mundo que está próximo a festejar los setenta y cinco años de su fundación, el lema dice: “Rumbo a los setenta y cinco”, celebración que se efectuará en 2025, año donde el mundo, todo el mundo, celebrará el cumpleaños número 100 de Rosario Castellanos. Festejos importantes para Comitán. El sueño que inició el padre Carlos J. Mandujano García ha crecido. El padre Carlos comenzó impartiendo la educación primaria, los primeros documentos oficiales fueron avalados por la Escuela “La Enseñanza”, de San Cristóbal de Las Casas. En 2024, el Colegio Mariano N. Ruiz imparte los niveles de preescolar, primaria, secundaria, bachillerato y universidad. Esto resume la vida de una institución que está “rumbo a los setenta y cinco”. El lunes 19 de agosto de 2024 se realizó un acto solemne y trascendental en el patio del Colegio Mariano N. Ruiz, en el edificio del barrio de San Sebastián. El pleno de la Asociación Civil se reunió con el personal docente y administrativo para hacer la presentación formal de Verónica Solórzano Vera como nueva directora de primaria. El acto fue muy emotivo. Acá está la fotografía que da fe del instante histórico. Los integrantes de la Asociación Civil son: Kenita Gordillo, Jorge Gordillo Mandujano, Verito Solórzano, José Hugo Campos, Charito Martínez, Lulú Aguilar, César Guillén y el arenillero. El Maestro José Hugo Campos Guillén, representante legal de la Asociación Civil, encabezó el acto e hizo formal entrega del documento con el nombramiento. La nueva directora aceptó la responsabilidad y se comprometió a cumplirla con entusiasmo. La profesora Verito (así le decimos de cariño) tiene muchos años de haberse incorporado a la institución y ha desempeñado diversos cargos con mucha atingencia, el más reciente fue como subdirectora del nivel de secundaria. En el momento que ella recibió el documento oficial y mientras los aplausos volaban como pajaritos en el patio escolar, como si fuese una película en cámara lenta, aparecieron los nombres de los directivos del nivel, primero apareció el nombre del maestro Güero (Javier Mandujano Solórzano); luego el del maestro Jorge Gordillo Mandujano (actual director general emérito de la institución); por ahí apareció mi nombre, pues tuve el privilegio de ser nombrado director del nivel nada más y nada menos que por el fundador; el nombre de mi comadre, la maestra Martita Meza Culebro; el del mismo José Hugo Campos Guillén, actual director general del colegio; también el nombre de Roberto Martín Guillén Abarca; y el nombre de Sara Eugenia Gordillo Avendaño, quien tuvo a su cargo la dirección por más de treinta años. Ahora, el nombre de Verónica Solórzano Vera se inscribe en esta distinguida relación. Cada uno ha cumplido con su encomienda, colocando ladrillos en el edificio espiritual de cientos de alumnos y alumnas, que, orgullosamente, son Marianitos, Marianitas. Al fondo de la fotografía dos esencias fundamentales del Colegio Mariano N. Ruiz: la frase en latín y el busto de Mariano N. Ruiz, profesor que honró el padre Carlos al ponerle su nombre a la escuela que fundó. El padre Carlos fue ex alumno del maestro Mariano. La frase latina es: Communia non Communiter, que, explican los que saben, significa: “Hacer las cosas ordinarias de manera extraordinaria”. Posdata: felicidades a la nueva directora del nivel primaria. Buenos vientos aparecen cuando el colegio va “Rumbo a los setenta y cinco”, cuando el mundo se prepara, también, para la celebración del cumpleaños cien de nuestra gran escritora Rosario Castellanos. ¡Tzatz Comitán!

jueves, 22 de agosto de 2024

CARTA A MARIANA, CON MÁS CARTAS

Querida Mariana: Paty Cajcam pidió la nueva edición de “Cartas a Ricardo”, de Rosario Castellanos. Este libro, vos lo sabés, compendia la correspondencia que Rosario le envió a su novio, luego esposo y posterior divorciado. Mientras ella le enviaba toneladas de cartas, el tal Ricardo ni las abría, mucho menos que le contestara. Era pillín, era cabrón, ella estaba enamorada. Después de treinta años de su publicación, la UNAM vuelve a hacer una reedición de dos mil ejemplares. La primera publicación, del CONACULTA, se agotó. Era, hasta ahora, un libro casi inconseguible. Ahora, los lectores que estén interesados (como la Paty) pueden conseguir un ejemplar. Hay que apurarse, porque, insisto, el tiraje fue de solo dos mil ejemplares. El libro llegó a las manos de Paty y ella me lo prestó unos días, para que le dé una lectura rápida. Además del prólogo de Elena Poniatowska, que aparece en la edición original, ahora se agrega un texto de Sara Uribe, quien es nuestra amiga, porque hemos leído su libro “Materia que arde”, donde, a partir de la propia voz de Rosario, nos da elementos biográficos muy interesantes. La Uribe es Maestra en Letras Modernas y coordina la Cátedra Rosario Castellanos, en la UNAM. ¡Nadita! Esta reedición es un acierto, la UNAM honra a quien fue su estudiante en la Facultad de Filosofía y Letras, a quien, posteriormente, dio cátedra en la misma facultad y a quien, en el periodo del Rector Ignacio Chávez, fue la jefa de información y prensa de la UNAM, su oficina estaba en el décimo piso de rectoría. La UNAM le cumple a Rosario, en su quincuagésimo aniversario luctuoso. Su deceso lamentable ocurrió en Tel Aviv, en 1974, cuando ella era Embajadora de México en Israel. Lamentable accidente, bobo. Todo bonito, menos el inicio del textito de la solapa del libro. ¡Ay, Señor! Los lectores y estudiosos de la vida y obra de Rosario estamos acostumbrados a encontrar imprecisiones que hacen más farragoso el camino que debería ser tranquilo. El otro día hallé una declaración de Enriqueta Ochoa, donde le echa lodo, lodo galán, a Rosario, sólo bonita no le dice. No habla de su obra, habla de su persona, de lo que Enriqueta recibió de Rosario. Andá a saber qué tan cierto es lo que dice, pero también debemos recordar que nadie es monedita de oro. Te comparto algunas palabras que Enriqueta dijo acerca de Rosario: “Ella no soportaba que existiera otra voz. Mire, Lolita es un ser muy elevado, ella la cuidaba, la quería y soportaba a Rosario Castellanos. Sin embargo, se quedaba uno a solas con Rosario y no hacía más que hablar mal”. ¿Mirás? Enriqueta dice que, a espaldas de Dolores Castro, su gran amiga, hablaba mal de ella. Pucha. Enriqueta pinta a Rosario como una cabroncita. Bueno, recordá que acá otra Lolita, nuestra amada Lolita Albores, dijo que cuando los papás de Rosario murieron y ella vivía con Rosario, ésta mandó a vender el ropero que Doña Lolita usaba, casi casi como una “atenta” invitación para que ya se fuera de la casa. Lo cierto es que Rosario dijo que Enriqueta era una “niña boba”. Ah, entonces, no se podían ver. Por eso Enriqueta dijo que Rosario era mala: “Toda la gente la conoció como la mujer más inteligente, intelectual, muy buena, y es la gran mentira. Es la gran mentira. Ni a su hijo lo amó, no fue capaz de dejar, ni siquiera, su vanidad por vivir más cerca de su hijo. Fue una mujer detestable”. ¿Por qué digo esto? Porque ahora en este libro dan datos oscuros, es como si lo hubiera escrito la Enriqueta Ochoa, para vengarse. Hablo de la solapa, nada más. Mirá cómo empieza el texto breve de la solapa: “(Ciudad de México, 1925 – Tel Aviv, 1974)”. La información es correcta, pero falta el agregado que diría: a los pocos días de nacida su familia la llevó a Comitán, Chiapas, lugar donde vivió su infancia y parte de su adolescencia. Según el poeta Enoch Cancino Casahonda, a Rosario la trajeron a Comitán a la edad de tres meses, más o menos. Enoch fue amigo de Rosario, se entiende que ella le contó la versión. Digo esto, porque una persona que no tenga antecedentes mínimos de la biografía de Rosario se quedaría con la impresión que nació en la Ciudad de México, que era el Distrito Federal en ese momento, sin tener más datos de su “chiapanequidad”; acá hace falta decir que el cordón umbilical (el mushuc) de Rosario estuvo ligado a esta tierra, ella siempre se asumió como comiteca. Luego en la solapa aparece que “es una de las escritoras más destacadas, además de haber sido diplomática, catedrática y una de las pioneras del feminismo en México”. Muy bien, nada por objetar. Pero luego viene otra joya donde se demuestra que no hubo un buen análisis al redactar dicho textito. Mirá qué dice: “Creció en la hacienda de su familia, en Comitán, Chiapas, cercana al medio rural y a las comunidades indígenas de la región”. ¡Es un absurdo! Por decir lo menos. La redacción da a entender que nuestra escritora, de chiquitía, se la pasó en la finca. ¡Falso! Todo mundo sabe que Rosario vivió su infancia y parte de su adolescencia en dos casas del centro de Comitán, que están perfectamente ubicadas. Rosario iba al rancho en temporadas, pero no “creció en la hacienda”, como dice el texto de la solapa de este libro. Posdata: me apena que la UNAM, mi universidad amada, cometa este tipo de dislates. Este texto ayuda no al conocimiento, ayuda a hacer más confuso el camino, a ponerle más piedras. Pero bueno, palo dado ni Dios lo quita. No queda más que entrarle, con gusto, a las cartas que Rosario escribió, porque ahí está, como diría Niurka, “su veldá”, su verdad, sin traducciones. Al principio de la correspondencia habla de Tuxtla y dice que es una ciudad chata; habla de Comitán y dice que es una ciudad inverosímil. En estas cartas hallamos a Rosario de cuerpo y de espíritus completos, una mujer de ironía muy fina y enamorada hasta el tuétano. Rosario fue una Ricardodependiente. ¡Tzatz Comitán!

martes, 20 de agosto de 2024

CARTA A MARIANA, CON UNA CANCIONCITA

Querida Mariana: escuché una canción de José José. No a todo mundo le gusta Chepe Chepe. Vos sabés que yo no soy melómano, pero el otro día me apareció en el TikTok una canción de él. Jamás la había escuchado y eso que en los años setenta reatacaban la programación de la radio con canciones del Príncipe de la Canción. “Déjalo todo”, es el título de la canción. Es raro hablar de canciones si no las tenemos a la mano del oído. Te propongo que ahora busqués en tu celular la cancioncita y la escuchés. Poné atención en la musicalización y en la letra. Las feministas podrán criticar el mensaje medio narcisista, porque, como el título lo indica, el chico le dice a la chica que lo deje todo y que se vaya con él; las románticas pensarán que les encantaría escuchar tal petición: ¡dejalo todo, vonós vos y yo! La música no me desagradó, tampoco la interpretación. Te he contado que a mí me encanta escuchar la canción “Farolero” que José José interpreta. Digo que nunca había escuchado la canción “Déjalo todo”. Como soy un snob pensé que si me agradaba la letrita y la música debía ser inspiración de algún buenazo y así resultó, porque, buscando, hallé que la letra y música son del gran compositor español Manuel Alejandro, cuyas composiciones fueron interpretadas por los más grandes cantantes en los años setenta y por ahí. Vi el “video oficial” y varias cosas llamaron mi atención, la primera, que José José (a pesar de haber estudiado teatro en su juventud y de haber participado en varias películas) es un actor mediano, porque no se siente cómodo ante la cámara; la segunda fue que al final del video clip una cámara enseña el proceso de grabación y esto es prodigioso; y la tercera fue una chaqueta mental mía. El video se grabó en un parque con grandes árboles, una escultura, rejas delimitantes y veredas con setos donde el cantante camina. José José, con traje azul y una corbata sicodélica, en tonos blancos y azules, no hace más que caminar y cantar. Su cara se ve bonita, sin rastros de alcohol y de las otras cosas que se metía. Sin duda que los nativos de la Ciudad de México reconocen el espacio donde fue filmado. Yo no sé. Al lado del parque hay una calle donde pasan los camiones y camina la gente. La primera escena muestra al cantante caminando y al fondo hay una pirámide pequeña y en la cima una escultura donde hay una mujer sentada sobre una base. Estoy seguro que los oriundos de la gran ciudad de inmediato reconocerán el espacio, que es muy agradable, por tanto verde, tanto aire. La mañana de la grabación la mañana era luminosa, soleada. Ya dije que al final una cámara grabó el set de producción, dejó la imagen central de José José y ésta se confundió con el grupo donde está el director, sentado en una silla de esas clásicas con el respaldo de tela. Se ve un gran equipo de producción, cámaras, lámparas, y demás chunches, con el agregado de un chico que sostiene el micrófono y una grúa (¿así se llama en el argot cinematográfico?) que se mueve con un camarógrafo sentado, que se hace para atrás conforme el cantante avanza. ¡Genial! (ya vi que en una esquina del video está el nombre de la productora: “Marsans Studio”). Después de verlo dos veces me asomó la idea de que el parque está en Coyoacán. ¿Por qué? No sé, sólo por decir algo, por el espacio enmarcado en una arboleda maravillosa. ¿La chaqueta mental? Ah, bueno, en una escena aparece el cantante y al fondo se ve una puerta enrejada cerrada y la calle donde pasan autos, camiones y camina la gente. En la banqueta del otro lado hay un niño que no sabe lo que ocurre en el parque, pero pasa un hombre que lleva un bolso y ve de reojo al hombre que canta, no se detiene, sigue su camino. Oh. ¿Y si él era un fanático de las canciones de José José y hubiera sabido que ahí estaba su ídolo? El otro día vi un video donde llega Sir Paul McCartney a un estadio, a la hora que entra toda la audiencia se pone de pie y aplaude, una chica (casi niña) que está cerca de donde camina el genial ex Beatle, emocionadísima, grita: ¡ahí está Paul, ahí está Paul!, y el tal Paul camina, protegido por un grupo de su personal, pero al pasar frente a la niña, una chica que va al lado de Paul le dice que la chica le está entregando una pulsera, Paul ve a la chica, recibe la pulsera y la coloca en su muñeca, la chica está fascinada, sonríe, acaba de estar a pocos pasos del gran ídolo musical, le recibió una pulserita y se la colocó. ¡Qué momento tan sublime! Posdata: José José también suscitaba muchas emociones, era un tipazo. Tal vez cuando estaba borrachísimo era un tipo desagradable, pero cuando (en juicio) se paraba en la mitad del escenario, iluminado por muchos reflectores, y cantaba, miles de personas se emocionaban y hubiesen sido privilegiados por darle la mano, por ofrecerle una pulserita. Te encargo que mirés el videíto y escuchés la canción “Déjalo todo”, tiene el genio del gran Manuel Alejandro. ¡Tzatz Comitán!

lunes, 19 de agosto de 2024

CARTA A MARIANA, CON TESTIMONIOS

Querida Mariana: hallé un ejemplar de este cuaderno universitario. En Comitán, la Universidad Mariano Nicolás Ruiz Suasnávar es la que tiene la mejor propuesta editorial. La Mariano ha editado varios libros y una serie de cuadernillos que alimentan el espíritu de Comitán y de la región. Por ejemplo, en el número 5 de la serie: Testimonios, presentamos un mínimo recuento de la vida de Don Humberto Hidalgo Alfonzo, quien todavía sigue pedaleando con vigor la bicicleta cotidiana. Los de mi generación, los nacidos en los años cincuenta del siglo pasado, recuerdan a este personaje, porque él trabajó en el Cine Comitán, que era un espacio muy visitado por la comitecada de esos años y de los años siguientes, los años sesenta, los setenta y parte de los ochenta. Don Humberto contó que su papá, del mismo nombre, llegó a Comitán y entró a trabajar a la sala cinematográfica que era propiedad de Don Leopoldo Velasco, Don Humberto se encargaba de todo el aseo del cine y cargar los rollos donde venían las películas; es decir, Humberto hijo heredó el oficio, porque a la edad de dieciocho años entró a trabajar al cine, no como actor, ni como director, sino con oficios modestos, pero mis amigos y yo lo conocimos a la hora de entregar el boleto que nos daba derecho a entrar a la sala, porque él era el encargado de recibir los tickets, meterlos en una urna de madera que estaba sobre el piso. Don Humberto dijo que esa caja se llamaba Arquilla; pero esa era la chamba en la tarde, porque en la mañana, él se encargaba de repartir los programas que, dicen, eran impresos en la Imprenta de Don Chinto Nacciff. Don Humberto caminaba muchas calles de la ciudad, repartiendo los programas impresos; los domingos se paraba frente a la iglesia grande y ahí repartía los programas. Mucha gente se acercaba y le pedía un volante. Ah, qué bonito oficio, pensalo. Él se paraba con su paquete de programas y cuando la gente salía de misa, de inmediato iban con él para pedirle un programa y él, muy generoso, con una sonrisa, daba el volante. Esa era su chamba. La gente leía el programa y se sentía enganchada para ir en la tarde al Cine Comitán o al Cine Montebello. La bola de muchachitos pedía el programa para enterarse de la programación de la Matiné, en el Cine Comitán. Don Humberto recordó que junto con los rollos de las películas a exhibirse llegaban cartelones con las cintas que se exhibirían días después. Estos cartelones (que ahora son buscadísimos por los cinéfilos coleccionistas) los pegaban en las vidrieras que había en las entradas de las salas. Todos los de mi generación recuerdan que nos parábamos frente a esas vidrieras y veíamos qué películas exhibirían, ahí conocimos a los grandes actores y a las excelsas actrices. Don Humberto cuenta que comenzó a guardar programas y cartelones, porque sabía de la riqueza que eso significaba, pero (¡ay, señor!) los metió en una caja de cartón y ésta se pudrió con la humedad y parte de la historia del cine comiteco tuvo que irse a la basura. Mirá lo que Don Humberto contó: “Don Leopoldo vendió con el doctor Rafael Pascacio Gamboa, el que fue gobernador de Chiapas. Él mandó a hacer el Cine Comitán. El trabajo fue intercalado. En el Cine Comitán pasaban puras películas mexicanas y en el Cine Montebello pasaban películas extranjeras” (había excepciones, cuando exhibieron la película del “Cid Campeador” lo hicieron en el Cine Comitán, porque en el Comitán cabía más gente; y la película “Los olvidados”, de Luis Buñuel, por razones ignoradas, fue exhibida en el Cine Montebello). Dice que de vez en vez venía Pascacio Gamboa a Comitán y que mucha gente lo esperaba porque era muy dadivoso, siempre disponía una paguita para ayuda de la gente pobre. ¡Pucha! La mayor satisfacción de Don Humberto fue cuando lo ascendieron, de recibir boletos se convirtió en el que vendía los boletos en la taquilla. Cuando recibía permanecía parado en la entrada, ya en taquilla andaba cómodamente sentado y atendía la solicitud de boletos. Permanecía en una cabina donde tenía una rueda con los boletos de papel, de acuerdo con el número solicitado, contaba los tickets, los cortaba y recibía la paga. Las salas no sólo servían para exhibir películas, también se empleaban para ceremonias de fin de cursos (recuerdo que en el escenario del Cine Comitán participé en el bailable “Los viejitos”, cuando estaba en la primaria Matías de Córdova, y, siendo estudiante de la secundaria del Colegio Mariano N. Ruiz, participé como actor en una obra de teatro dirigida por Doña Leonor Pulido), y también lo usaban para funciones de boxeo, de lucha y de presentaciones artísticas de la Caravana que organizaba una empresa cervecera. Don Humberto recuerda que en una ocasión vino el famosísimo José Alfredo Jiménez. Don Humberto corroboró lo que siempre te he platicado, que, en el Cine Montebello, al lado de la pantalla estaban los sanitarios, en un lado el de damas y en el otro el de caballeros. Pucha, una rareza en el mundo. Posdata: la propuesta editorial de la Universidad Mariano N. Ruiz ha sido de gran riqueza cultural en el pueblo. Gracias a ello tenemos documentos que nos entregan historias de personajes maravillosos, como la de Don Humberto. ¡Tzatz Comitán!

domingo, 18 de agosto de 2024

CARTA A MARIANA, CON UN ABRAZO

Querida Mariana: Arcadio Acevedo está malito, el Doctor Besares dijo que está hospitalizado en su tierra natal. ¡Ah, qué pena! El entorno natural del gran artista Arcadio es la mesa de la cantina, la del café, el espacio que le permitía compartir la vida con los cercanos, que tiene muchos en Chiapas, donde se brindaba con generosidad, con plática sabrosa e inteligente. Arcadio llegó a Chiapas un día y acá se quedó, acá compartió su talento con todos nosotros. Los cercanos siempre hemos reconocido su profunda capacidad renacentista, porque es un artista que dibuja, pinta, hace caricatura, escribe novela (tengo en el librero su novela “El postigo”), publica colaboraciones periodísticas y ensayo (he dicho que su libro “Romeo Anaya, guerrero auténtiKo” es una obra magnífica, retrata con precisión y galanura la vida de este campeón del boxeo chiapaneco). Un día, Arcadio sintió la necesidad de regresar (como un auténtico Odiseo) a su tierra de origen. ¿Alguna Penélope lo esperaba allá? No lo sé, lo que sí sé es que en Chiapas dejó a algunas chicas que lo han amado, porque Arcadio siempre se ha dado a querer. Ahora, dice Marco Antonio Besares, está hospitalizado. ¡Qué pena! Él ha sido un espíritu alegre, desmadrosón, un alma dispuesta a volar en el aire (porque también fue director, en una época, del Canal 10 de la televisión chiapaneca y todas las mañanas salía “al aire”). Siempre ha bebido el aire puro, la copa de licor, el vaso de la creación, la taza de la amistad. Comparto contigo una foto que, durante mucho tiempo, tuvo como fotografía de perfil en su muro de Facebook. Es la fotografía del recuerdo de la vez que estuvo con nosotros, impartiendo un taller en el Centro Comiteco de Creación Literaria, que fundamos gracias al apoyo de la Universidad Mariano Nicolás Ruiz Suasnávar y de quien era el presidente municipal de Comitán en ese entonces, el Contador José Antonio Aguilar Meza, un hombre de gran sensibilidad política; y que continuó el apoyo en el periodo de mi querido licenciado Luis Ignacio Avendaño Bermúdez. Acá está Arcadio (él se debe acordar muy bien de esa tarde), está sentado en el centro, con lentes oscuros, al lado del gran Nuka. Por ahí identificarás a caritas conocidas. Sí, tenés razón, ahí está Paty, la de Cajcam; la poeta Mirtha Luz Pérez; el cronista Álex Hiram; el gran maestro Temo Alcázar; Carlos Augusto Gómez Aguilar; Samy, Pedrito, Sofía, Fabio, Don Porfi; Pablo Tapia. Este es el espacio natural de Arcadio, acá se ve pleno, es fotografía de hace diez años, de 2014. Llegó a Comitán e impartió el taller con la sencillez que le caracteriza y con el talento que le es propio, llegó a dar a manos abiertas. Nosotros sólo le entregamos nuestro cariño y agradecimiento, claro, con la paguita que el Ayuntamiento les destinaba a los creadores y creadoras que llegaron a Comitán a dar a manos llenas. Cuando hay autoridades sensibles se puede hacer patria de buena manera. Como siempre sucede, gracias a este encuentro, Arcadio se llevó paguita en la bolsa y amigos en el corazón. Una de las palabras más queridas de Arcadio es “postigo”. Hasta que me topé con la palabreja en su novela supe de qué se trataba. Consulté el diccionario y hallé que es “una puerta pequeña que se abre en otra mayor”, imaginé una ventana y pensé en las puertitas que se abren en ella (en Comitán hay varios ejemplos). ¿Por qué le gusta tanto la palabreja a Arcadio? No lo sé. Nunca le pregunté y ahora sería una imprudencia hacerlo. ¡Vida mierda! Arcadio debería estar sentado ante una mesa de café o de cantina, compartiendo la hermosa vida con sus cuates. Arcadio es una ventana y ahora Besares dice que el postigo de su espacio está cerrándose. La vida es cabrona. Lo que importa es decir que Arcadio siempre ha dado de más, ha sido generoso, no podía ser de otra manera, por eso se prodigó en tantas ramas del árbol de la creación: dibujó toneladas de cartones con monitos, pintó fanegas de cuadros, escribió kilómetros de textos irónicos y jodones. Ahora, ya no puede hacer algo de esto, lo que le daba vida, con los que nos otorgó vida, mucha vida. Sus amigos lamentan la noticia, le mandan muchos abrazos hasta donde está, mi abrazo se agrega al de sus afectos, lo hago con emoción, viendo esta fotografía que te comparto. Antes que se enfermara, Arcadio subió una foto en su muro de Facebook como constancia de la celebración de su cumpleaños más reciente, escribió esto: “Con Pedro y ocho amigos más, todos cascaritas, en la flor de la decrepitud, celebré mi cumple con café y agua (¡argh!). La conversación debió ser muy interesante, supongo, pero mi memoria a saltos andaba en Chiapas, más concretamente en el regazo de una damita de bellos ojazos y voz canora. Ah, si tuviera 89 años menos, otro cenzontle nos cantaría. Pero no”. Su cuerpo andaba en Michoacán, pero su mente en Chiapas, su Chiapas, desde donde le envío un abrazo. Posdata: ahora que escribí la palabra “posdata” pensé que inicia igual que “postigo”, acá está el pos que precede el final de la carta. ¡Tzatz Comitán!

sábado, 17 de agosto de 2024

CARTA A MARIANA, CON MUSEOS

Querida Mariana: un día nos dijeron que Los Pinos, la residencia oficial del presidente de la república, se convertiría en un espacio cultural. ¡Así sucedió! El presidente de la república fue al Palacio Nacional y ahí vivió durante el sexenio. ¿En dónde vivirá la presidenta electa a partir de octubre 2024? Tal vez Claudia Sheimbaum siga el ejemplo de Andrés Manuel. Todo cambió. Antes, la gente de a pie podía entrar a Palacio Nacional y conocer el interior, ahora es un búnker; de igual manera, en Los Pinos no entraba la gente de a pie, ahora todo mundo puede entrar. Una por otra. La gente no puede admirar los murales que en Palacio pintó Diego Rivera ni conocer la hermosa fuente donde está un simpático Pegaso, pero en compensación puede admirar la colección de pintura que existe en Los Pinos. Para muestra acá está el botón, la querida Paty, de Cajcam, posa, muy chenta, al lado de un cuadro del oaxaqueño Rodolfo Morales. Ahora hay muchos paisanos que van a conocer Los Pinos. Antes, sólo paisanos privilegiados tenían la oportunidad de conocer la residencia particular del presidente de la república. Había la costumbre de que los mejores alumnos de México eran recibidos por el presidente, así, varios compas de la Mariano N. Ruiz estuvieron ahí, recuerdo a mis queridos amigos Carlos Conde y Rodolfo Castellanos. Asimismo, los personajes de la política como Jorge De la Vega y Roberto Albores anduvieron por esos pasillos cuando tenían reuniones con el mandamás de la patria. Paty, la de Cajcam, no estuvo en Los Pinos cuando niña o más joven, a pesar de que siempre ha sido una excelente estudiante (cuando concluyó su licenciatura obtuvo el primer lugar de toda la generación de la universidad. Nadita). Pero el otro día fue a un concierto de uno de sus cantantes favoritos: Bublé, y a la mañana siguiente fue a darse una vueltita al Complejo Cultural de Los Pinos y acá está el testimonio gráfico de su visita. Está, nada más y nada menos, que al lado de una obra del gran Rodolfo Morales. He contado en varias ocasiones que los comitecos y comitecas tenemos la satisfacción que en nuestro Museo de Arte Hermila Domínguez de Castellanos existen dos obras de Rodolfo, ¡dos originales al óleo! Esto quiere decir que si algún amante o estudioso de la obra de Rodolfo Morales desea tener el registro completo debe venir a Comitán, porque (a diferencia de los grabados de Tamayo y de Toledo) dichas pinturas no están en ninguna otra parte del mundo. Tal vez exagero, pero digo que las pinturas de Morales son las piezas más valiosas de nuestro museo, porque de los artistas oaxaqueños que ahí están presentes con su obra, él es el más reconocido. Sí, sí, para que no haya confusión diré que en el mundo plástico los nombres de Rufino Tamayo y de Francisco Toledo resuenan por encima del nombre de Rodolfo Morales, pero (ya lo dije) la obra que acá tenemos de Tamayo y de Toledo son grabados, lo que significa que el mismo grabado que tenemos acá está en otro museo o en otra colección particular, los cuadros de Morales ¡sólo acá! Paty está al lado, también, de una obra única de Morales, por eso aprovechó a tomarse la foto del recuerdo. Cuando me enseñó la foto quedé gratamente sorprendido. El cuadro ¡es monumental! A mí me encanta la obra de Rodolfo, en este cuadro es visible la división que hizo, siguiendo la regla del gran cineasta John Ford coloca la línea del horizonte un poco arribita de la mitad. En realidad, y esa es su genialidad, en este cuadro, Rodolfo coloca más de un horizonte en el plano, dos, ¿tres? De entrada el espectador puede advertir un paisaje donde (como es común en muchos pueblos de México) está un palacio municipal con la bandera ondeando, frente a un parque con su kiosco y la traza regular de una serie de árboles y de arcos; pero, en el primer plano hay una serie de rostros que se llevan las manos a la cabeza, todos son rostros morenos (los personajes de Rodolfo siempre tienen ese color de piel). ¿Es como un inframundo lo que se advierte en el primer plano? ¿O algún recuerdo extraviado de alguna imagen Dantesca? El primer plano es de tonalidades oscuras, por el contrario, lo que está por encima tiene un colorido fantástico, Atrás del templo y del palacio municipal aparece un valle con árboles que se topa con un racimo de montañas discretas, en tono azul, confundiéndose con el cielo. La genialidad de Morales hace que tengamos una imagen superior, por encima del cielo (lo escribí a la ligera, pero la imagen es de un surrealismo total). Encima del cielo hayo otro cielo, otra plaza, otro valle, otros cerros. Los dos espacios tienen semejanza, pero en el cielo de arriba aparecen las imágenes que levitan (que también son personajes característicos de la obra de Morales, muy al estilo Chagal, pero bien mexicano). Los personajes del primer plano parecería que se cubren la cabeza, puede ser la burbuja de luz que ilumina el cuadro, porque la genialidad del color está en el ochenta por ciento de la superficie, la propuesta estética es como una catarata de amarillos que brinca la cuerda del azul, entre tanto amarillo y azul, el color de la bandera se sublima. Los rostros de las gentes, las construcciones, los valles y montañas y la bandera reafirman que este cuadro fue pintado en México, por un artista mexicano. La señal de identidad está firmada por el título del cuadro: “Raíces”. Hoy que está de moda el término Chiapanequidad, acá hallamos una imagen de la mexicanidad, de la esencia del pueblo que hoy somos. Hay que decir que Rodolfo Morales se alejó de la visión maniquea de lo que era México, junto con sus paisanos Tamayo y Toledo dejaron de lado el carácter folclórico de nuestra cultura. Rodolfo Morales entró al mundo de lo real maravilloso, el universo de la fábula y de la leyenda, pero le dio un vuelco genial. Digo que hoy el término Chiapanequidad está de moda, pero debe entenderse como aquella posibilidad de rescatar la esencia de lo nuestro sin caer en la mirada fácil, la folclórica. Chiapas es un estado con muchas manifestaciones culturales, todas (las del presente y las del pasado) conforman la riqueza del arte. El futuro debe estar signado por nuevas propuestas que demuestren la esencia de lo nuestro. Paty supo que estaba frente a uno de los grandes del arte mexicano y no perdió la oportunidad de hacer eterno el instante. A mí me encanta releer la biografía mínima de Rodolfo Morales, me encanta ese periodo donde él, niño, acudió a un taller para aprender a dibujar, quería aprender los secretos del arte, porque le fascinaba el mundo del dibujo. ¿Sabés qué paso? El maestro vio un dibujo de Rodolfo y al ver las manos que había dibujado le dijo que no, él nunca sería un buen dibujante, así que lo invitó (es una manera de decirlo) a abandonar el taller. ¿Ya viste las manos que cubren las cabezas de los personajes del primer plano de este cuadro? ¡Son las manos que pintó Rodolfo, las manos que inmortalizó, las que marcaron su estilo! Digo que me encanta releer este pasaje de su vida, porque es la gran motivación para los niños y niñas que ahora disfrutan dibujar y pintar. ¡Que nadie, chicos y chicas, les diga que no podrán dibujar! El estúpido maestro, cuyo nombre bien podría ser “x”, nunca imaginó que el niño Rodolfo llegaría a ser uno de los más grandes coloristas del arte mexicano, jamás pensó que Rodolfo nos regalaría cuadros sublimes que hacen más afectuoso nuestro mundo, más tolerante nuestra vida. Te invito, querida Mariana, a que des una vueltita al Museo de Arte Hermila Domínguez de Castellanos y admirés en vivo los Morales que acá tenemos, también son óleos prodigiosos, con un colorido excepcional. Cuando uno logra “entrar” a esos cuadros se siente el aire benigno paseándose por el espíritu y la gama de amarillos tiene un aroma semejante al de los cuadros de Van Gogh, esto me lo dijo Flavio a su regreso de Europa cuando estuvo frente a cuadros del maravilloso impresionista. Me dijo, emocionado, moviendo las manos como si quisiera abarcar el cielo, que había sentido cómo las flores del campo que había pintado Van Gogh se movían con el aire y exhalaban un aroma único, indecible. Es la magia que poseen las grandes obras. Posdata: a Paty la descontrolé tantito, porque, jodón como soy, le pregunté cuál había sido la mayor conmoción en su viaje: escuchar, en vivo, bien cerquita, a su amado Bublé o estar frente a esta obra plástica maravillosa. Dudó un segundo, porque un segundo después me dejó callado: Cuando canta, Bublé llena de colores el aire y Morales parece que cantara con su obra colorida. ¡Tómala! ¡Tzatz Comitán!

viernes, 16 de agosto de 2024

CARTA A MARIANA, CON LLUVIA

Querida Mariana: Ramona me contó que nunca había oído llover así. Estaba en su recámara, la casa tiene techo de lámina. Dormía muy tranquila. Despertó por la lluvia que se soltó de improviso, dice que fue como si alguien o algo pinchara un inmenso globo y el agua cayera con la energía de toda la fuerza de gravedad. Era como una balacera sin fin, el techo de lámina fue sometido a una ráfaga intensa, como si el odio de la guerra se desparramara inclemente. Ramona se incorporó en la cama, prendió la lámpara del buró, vio que eran las doce con dos minutos de la madrugada, pensó que la lluvia feraz había iniciado a las doce en punto, la hora en que salían las brujas, según el decir de la abuela, cuando, en su infancia, al lado de sus primos, escuchaba las historias que la abuela contaba. La lluvia no paraba, al contrario, el rafagueo se intensificaba, escuchó voces en la recámara de sus papás, se habían despertado también, pensó que no tardaba en tenerlos ahí en la recámara en busca de un lugarcito en su cama. Sonrió, le gustó pensar que la historia, con el paso del tiempo, se modificaba, porque, siendo niña, ella era quien tomaba sus chamarras y la almohada y entraba a la recámara de sus papás en busca de la seguridad, la lluvia pertinaz le causaba temor, y ahora, ya vieja, estaba sentada en la cama, atemorizada, casi a punto de pararse para buscar el rosario y ponerse a rezar, a pedir a Dios que ya terminara con ese bombardeo de pequeñas, pero encabronadas gotas de agua. ¿En qué momento cesaría? ¿Y si no paraba? Ella recordaba que, en tiempo de pandemia, apareció la oración que el cantante argentino Fito Páez dijo en alguna ocasión: “Siempre que llovió ¡paró!”. Paró el diluvio universal, ¡que no cesara esta lluvia feroz!; feroz, pero simple lluvia después de todo. Según la abuela el diluvio tardó cuarenta días con cuarenta noches. Dios mío, los animales se salvaron, pero la gente murió ahogada. ¿Quién puede celebrar el acto heroico de Noé? ¿Pensó en la gente? ¡No! Él fue el encargado de salvar a los animales. Tal vez en esa historia había un mensaje divino: ¡la tierra se salvará al salvar a los animales y no al género humano! (Un amigo me jura que Noé invitó a las personas a trepar al arca, pero la gente no creyó que fuera cierto lo del diluvio. Va. Quede constancia de que los “animales” fueron las personas). La lluvia seguía cayendo en forma brutal. Ramona nunca había oído una lluvia semejante, parecía que en cualquier momento el agua quebraría el techo y caería sobre ella. ¿Así había iniciado el diluvio universal? Cuando la abuela les contó la historia del Arca de Noé, Santiago no la creyó, dijo que eso era imposible, ¿cómo Noé había subido al Arca a todos los animales que pueblan la tierra? ¿En dónde chingados estaba esa Arca? Santiago dijo que podría creerse si Noé, al estilo de los grandes marineros, hubiese navegado por todos los mares y trepado a los elefantes del África, a los jaguares de América, a los canguros de Australia, a los osos de Asia y a los lobos de Europa. Pero como no lo hizo así, era imposible de creerlo. ¡Patrañas!, dijo, y yo supuse que esa palabreja la había aprendido de su abuelo, quien tenía una gran biblioteca en su casa. La lluvia continuaba, parecía que el techo de lámina terminaría cediendo y que en cada balazo se abriría un hueco, el techo quedaría como chichina, pensó Ramona. Pero luego, ya con el rosario en la mano, rezando las aves marías, escuchó que el ataque comenzaba a cesar, las gotas seguían cayendo sobre todo el techo, pero sus puñetazos ya se escuchaban como cansados, como si el sueño las hubiera atrapado, ¡sí, se oían soñolientas!, caminaban por la acción de la inercia y de la fuerza de gravedad, pero sus pasos ya eran como de gatos buscando cobijo después de un intenso encuentro con gatas. Ramona dejó el rosario sobre el buró y escuchó que las voces de la recámara de su mamá y de su papá también se habían recostado sobre la almohada. Todo cesó de pronto, fue como si la paloma de Noé volviera con una ramita de olivo. De manera abrupta el silencio se posó sobre el techo y fue una lápida sobre la casa de Ramona. Mi vieja amiga tuvo miedo. ¿Cómo era posible que un minuto después de tremendo ataque todo quedara como si nada? Pensó, entonces, en el origen del universo y se preguntó si ese silencio de roca pesadísima había sido el preludio del Big Bang. ¿El estruendo del origen universal había sido tan de dedos divinos somatando un piano destartalado? Posdata: querida mía, igual que Ramona también vivo en una casa con techo de lámina. De lámina de zinc era el techo de mi casa de infancia, del mismo material fue el techo de la casa que mandaron a construir mi papá y mi mamá, en los años sesenta. Ahora vivo en una casa que tiene techo de lámina Zintro-alum. Cuando llueve, los que dormimos bajo techo de lámina tenemos una percepción diferente del fenómeno de la lluvia. ¡Tzatz Comitán!

jueves, 15 de agosto de 2024

CARTA A MARIANA, CON UNA BITÁCORA

Querida Mariana: ¡fanfarrias! ¡Que suenen los metales! La Universidad Autónoma de Chiapas celebra su cumpleaños número cincuenta. Generosa, como siempre ha sido, invita a todo mundo al festejo, a comer un pedazo de pastel. ¿Querían pastel? ¡Pues ahí está! Suave, esponjadito, con un sabor a nostalgia bella, que retrotrae cincuenta años de historia. El 14 de agosto de 2024, en redes sociales, en el Youtube, la Fundación UNACH compartió el primer programa de “Memoria 50”, serie audiovisual que conduce mi querido amigo el Doctor Marco Antonio Besares, quien, con inteligencia y gran experiencia, es el encargado de dar cuerda al papalote para que vuele alto, y vaya que en este primer programa el papalote de Katia Alejandra González García voló pleno, altísimo. Katia es licenciada en la carrera de Gestión y Autodesarrollo Indígena, dijo que su escuela está en San Cristóbal de Las Casas, es un edificio que no tiene grandes espacios físicos, pero con lo que contó se ve que tiene un gran horizonte intelectual, porque quedó demostrado que la universidad, su universidad, nuestra universidad, le proveyó de elementos para que hoy realice un trabajo profesional de excelencia. Llamó mi atención que, debajo de su nombre, apareció la palabra “ilustradora”. ¿Cómo? Si ella no estudió Diseño gráfico; pues resulta que a ella, desde niña, le encantó dibujar, su abuelo le obsequiaba cuadernos con hojas recicladas y ella dibujaba, dibujaba, hoy dibuja, dibuja mucho. A través del dibujo y del diseño logra expresar la originalidad de las ilustraciones de bordados tradicionales. Una actividad maravillosa, que, digo yo, va hasta el fondo del término de moda, el concepto Chiapanequidad. Ella hurga en la raíz para mostrar la esencia. Fue un maravilloso programa inicial, que dejó en claro la riqueza conceptual de la historia de la universidad durante estos cincuenta años. Tocó (¡qué bueno!) al Rector Carlos Natarén Nandayapa liderar la conmemoración de este cincuentenario. Durante todo el año, la UNACH ha realizado diversos actos celebratorios de gran importancia, el programa que conduce el Doctor Besares se agrega a la extensa lista de propuestas geniales. ¿Recordás que el otro día te conté que el Rector estuvo en Comitán, en la inauguración de la Exposición Itinerante “200 años de Chiapas en la Federación Mexicana. Testimonios Documentales de una Identidad (1821-1826)”, que es una muestra fabulosa de documentos históricos? La muestra fue una propuesta de mi otro querido amigo Unachense José Luis Ruiz Abreu, director de la espléndida Librería José Emilio Pacheco. Ah, pura cultura, tura, tura. ¡Fanfarrias! ¡Que suenen los metales! El nombre del programa audiovisual “Memoria 50” indica que habrá, por lo que resta del año, cuarenta y nueve entrevistas más, con personajes destacados de la comunidad de la UNACH. Por ahí vi que mi amiga Damaris Disner, escritora y dramaturga, aparecerá en un programa. ¡Nadita! Debe estar muy chenta. ¡Memoria! Al decir la palabra, en voz alta como ahora, el término se expande, se ilumina, convoca a los hilos más tenues, pero resistentes del espíritu. ¿Cómo sintetizar una historia de cincuenta años? Es labor difícil, pero, aunado al trabajo hemerográfico, los universitarios pensaron que era posible reunir cincuenta testimonios que, a la par de entregar fragmentos históricos del pasado, nos dijeran qué han hecho las personas con el legado que pepenaron en el aula. ¿De qué manera contribuyen al desarrollo de la patria con los conocimientos que recibieron en la máxima casa de estudios de Chiapas? Pues acá está la extensa relación de entrevistas, una por cada año del festejo, como si cada testimonio fuera una velita. Posdata: ¡fanfarrias! ¡Reja de papel de china para celebrar el cumpleaños de nuestra universidad! El Doctor Besares agradeció al Rector, por la “extraordinaria oportunidad de hacer Memoria 50”, y nosotros agradecemos al Rector, a Marco Antonio, a Fundación UNACH y a quienes integran el equipo de producción por la oportunidad de ser testigos de este instante histórico. En este momento también aparecen los nombres de Manuel Velasco Siles y de Carlos Maciel, nombres que están ligados con el inicio de la Universidad Autónoma de Chiapas. ¡Tzatz Comitán!

miércoles, 14 de agosto de 2024

CARTA A MARIANA, CON JUSTIFICACIÓN

Querida Mariana: hallé esta foto en el archivo del Colegio Mariano N. Ruiz. La misma me sirve para justificar la grandeza de los integrantes de mi generación. La foto es de los años sesenta. Los de mi generación (los nacidos en los años cincuenta) crecimos en un Comitán afectuoso, ordenado, maravilloso. Usaré cuatro conceptos que están enredados en esta foto para justificar la dignidad del Comitán de antaño. El primero salta a la vista. Los estudiantes del colegio se preparan para participar en algún acto cívico, en el parque central del pueblo. Dos chicas llevan una corona de flores que depositarán en algún altar de la patria; luego están los integrantes de la banda de guerra. ¿Mirás la belleza de los uniformes de gala? Posteriormente, otras chicas hermosas portan el banderín de la institución y al final el grupo de alumnos y alumnas. Lo que acá se ve no es casual, la mayoría de alumnos y alumnas de instituciones educativas comitecas portaban trajes de gala, acorde con la ocasión. Los alumnos de la Secundaria y Preparatoria de Comitán eran quienes se llevaban el primer lugar, todo mundo de acá reconocía la sobriedad, belleza y gallardía del comportamiento de los chicos y chicas. Pero, asimismo el Colegio Mariano y el Colegio Regina ostentaban uniformes de exquisito gusto (Don Guillermo Villatoro era el sastre que elaboraba los trajes de los alumnos del Colegio Mariano N. Ruiz). ¿Mirás? Así éramos, así crecimos, así nos acostumbramos, a vestir con elegancia, a comportarnos con civilidad. El segundo elemento que retomo de esta fotografía es la belleza natural del parque, lleno de árboles, lo que permitía que los pájaros revolotearan sobre nuestras cabezas y nos recibieran con su chachalaquerío de aves arrechas. ¿Otro elemento? Salta a la vista, la enormísima estatua del Dr. Belisario Domínguez, que acá (nunca lo había visto así en otra imagen) está de espaldas, porque quien tomó la foto está colocado, más o menos, donde ahora está el busto de Rosario Castellanos, obra del escultor comiteco Luis Aguilar Castañeda (no puedo asegurarlo, pero es posible que Luis esté dentro del grupo de alumnos, porque él es ex alumno del Colegio Mariano N. Ruiz.) ¿Ves la grandeza de nuestro héroe? He comentado, en múltiples ocasiones, que la presencia de Tío Belis permitía recordar a cada instante los actos que lo convirtieron en el máximo héroe civil de nuestra patria. ¿Mirás cómo crecimos? Crecimos honrando la memoria de Belisario, nos sentimos orgullosos de ser paisanos de él, por eso somos como somos, gente honesta, integrantes del club que él, sin proponérselo, formó, seguimos honrando su ideario: la Virtud, la Alegría, el Trabajo, y el Estoicismo (VATE). El entorno marca el destino de los seres humanos. El Comitán de ese tiempo marcó a la mayoría con bien y para bien. Y el cuarto elemento lo tenés frente a vos. Mirá la belleza del piso de este parque, con losetas hechas en la ciudad, por artesanos maravillosos, con bellos colores y diseños que alegraban la vista y el espíritu. Un día de los años setenta nos dijeron que harían una ampliación del parque íntimo, porque la manzana de la discordia no permitía ver la iglesia mayor, la dedicada a nuestro santo patrono: Santo Domingo de Guzmán. Y un día de 1979 se hizo la polvareda más grande que jamás vio nuestra generación y, como si fuese una manda, los constructores se llevaron la escultura de tío Belis, levantaron el piso y, también, ¡cómo no!, botaron algunos de estos hermosísimos árboles. Y el parque se amplió y ahora, es cierto, vemos la fachada del templo, pero no tenemos a Belisario y, como mojol desgraciado, tampoco tenemos este piso parejito, bello, limpio, hoy tenemos un pinche piso lleno de lajas, todas sholcas, todas resbaladizas. Nadie se preocupa por eso, debe ser porque los encargados de la imagen no nacieron en los años cincuenta, cuando todo era más armonioso, cuando teníamos cariño por la ciudad, cuando cuidábamos, hasta donde era posible, el corazón de nuestro pueblo. Posdata: encontré la foto y mi corazón se llenó de alegría, de una boba alegría, porque pensé que los tiempos idos fueron mejores y esto contradice con lo que los sabios expresan una y otra vez: lo único que cuenta es el presente, los años veinte del siglo XXI, pero, ah, querida mía ¡qué tiempos tan de aire limpio! ¡Tzatz Comitán!

martes, 13 de agosto de 2024

CARTA A MARIANA, CON ATAQUES

Querida Mariana: caminaba en el parque central del pueblo, iba de la fuente al portal, donde ahora hay tiendas de ropa, venta de helados y videojuegos. Caminaba tranquilo cuando escuché que una mujer le decía a otra: “se enfermó por atacada”. Ellas iban en dirección contraria. Oí la frase y eso me quitó la aparente tranquilidad, porque la frase ya no se despegó de mi mente. Fue tan de golpe de boxeador que ahora te hablo de ella. “Se enfermó por atacada”. Entendí perfectamente el sentido de la oración. Sé que vos también la entendés, pero hay personas que, tal vez, no la comprenderán a cabalidad. Alguien podría preguntar: ¿fue atacada? ¿Por quién o por qué? ¡No! La fulana se enfermó “por atacada”, no porque haya sufrido un ataque. ¿Entonces? En Comitán el término “atacada” se usa como sinónimo de atracón, si se enfermó por atacada, significa que comió “como chucha”, porque el que es chucho para beber es un gran bolo, es un atacado. La fulana se enfermó porque no se moderó en la comida o en la cena; el que amanece todo crudo es porque se excedió en la bebida. ¿En cuántos pueblos del mundo se emplea eso de “atacado”? No lo sé. Como ya viste se aplica en la bebedera y en la comedera. Los atacados incurren en el pecado de la gula, son chuchos para tragar. Hay entonces una gran diferencia (cuando menos en Comitán) si decimos: “se enfermó por atacada”, que “se enfermó porque fue atacada”. El tío Cheno decía que prefería morirse por ser atacado que por un ataque al corazón. Mirá lo que es la vida, él siempre fue muy atacado con la bebida y la comida (y otras cositas), pero el destino no le cumplió su deseo, murió de lo que había rechazado: un ataque al corazón, un ataque fulminante: un brutal paro cardiaco, cuando su corazón decidió ponerse en huelga estaba de pie, apenas tuvo tiempo para tratar de sostenerse en la mesa (que estaba llena de viandas exquisitas para que comiera). Su mano resbaló sobre la mesa y él quedó tirado en el piso, sólo la sirvienta Victoria estaba en la cocina, escuchó el golpazo, corrió hacia el comedor y halló al tío tirado, se puso en su boca el trapo que llevaba en las manos y echó la carrera hacia afuera, a mitad de la calle se quitó el trapo y comenzó a gritar como loca, estaba loca de dolor. Gracias a Dios vos no sos atacada, cuidás mucho tu cuerpo, comés lo necesario. “Atacarse” con la comida y con la bebida es como si nos atacáramos a nosotros mismos, como si nuestro cuerpo y nuestro espíritu fueran campos de batalla donde el ejército enemigo tiene nuestro propio rostro. Es un absurdo, pero el mundo es mundo porque hay gente moderada y gente con excesos. He visto gente que se come cinco o seis tacos de carnitas (tan sabrosos). Los taqueros saben su negocio, aparte de preparar las carnitas en forma deliciosa, acompañan el antojo con salsas exquisitas con picante. El picante (por algo decimos que quedamos picados cuando algo nos gusta y ya no continúa) hace que la gente olvide el decoro y pida otros dos tacos. Ahora que lo pienso tal vez también se puede aplicar el término de atacado a los chicos que están fascinados con los besos de las chicas, porque cuando andan en el fajecito ellos quieren más y más y más. Hace años (no sé si sigue esa publicidad) la empresa Sabritas lanzó el mensaje publicitario que decía “A que no puedes comer sólo una”. ¡No! Lo mismo sucede con los besitos, ningún chico queda conforme con uno de piquito, los chavos son grandes “atacados”, quieren que el besito se convierta en un gran faje que abra puertas y abra otras partes. Posdata: todos los atacados son parte de la comunidad que “no puede comer sólo una”. El tío Cheno no sólo era atacado con la comedera y la bebedera, también en cosas de darle gusto al cuerpecito en forma completa, porque no podía “comer sólo una”, se echaba más de dos o tres en el pueblo y dos que tenía en otras ciudades. Vivió su vida como él lo deseó, sólo en la muerte no cumplió su deseo. ¡Tzatz Comitán!

lunes, 12 de agosto de 2024

CARTA A MARIANA, CON UNA FOTO SORPRENDENTE

Querida Mariana: la poeta Clarita del Carmen Guillén compartió esta foto en redes sociales. Dice que pertenece al álbum particular de su hermana Loli. Francisco Domínguez ya dijo que la foto corresponde a principios de los años ochenta. ¿Mirás? ¡Pucha, qué maravilla! Así era esta parte del pueblo en esos años. Se ve parte de una jardinera del tramo peatonal que iba de esta esquina hasta el término del portal, frente a Casa de Cultura. Óscar Manuel, quien laboró en el banco, comentó que a él le tocó pasar a este edificio, porque (lo hemos comentado) antes, el Banco de Comercio de Chiapas estuvo en el portal, como a treinta pasos de este lugar. Bancomer es actualmente el BBVA, y la sucursal del centro está, precisamente, frente al Centro Cultural Rosario Castellanos. Ve cuántos cambios de nombre: Banco de Comercio de Chiapas se transformó en Bancomer y ahora es BBVA; y la Casa de la Cultura actualmente tiene el nombre de Centro Cultural Rosario Castellanos; y no sólo cambio de nombres, también cambio de vialidades, lo que era un hermoso andador lo eliminaron y ahora es una calle súper transitadísima de autos, motos, bicicletas y demás automotores. En la parte superior del portal se mira el logotipo de Banrural, banco que, según información que hallé en Internet, inició en 1975 y pasó a mejor vida en 2023. En el pueblo tenemos amigos y amigas que laboraron en ambas instituciones bancarias: Banrural y Bancomer. Sus testimonios sirven para hallar otras piezas de nuestro rompecabezas. Clarita está cumpliendo, porque al compartir ésta y otras fotografías nos regala instantes valiosos. A mí me encantó esta foto. No me hagás caso, pero en la parte superior del edificio de Bancomer veo dos palabras, la primera “concesionario” y la segunda “Cairo”, así que imagino era el anuncio de alguna bebida que se vendía en la vinatería de Don Luis Bonifaz: “El Cairo”. Sí, tenés razón, lo que más llamó mi atención fue el gran letrero de bandera que está más allá y que dice: “Cine Comitán”. Esta imagen jaló mi espíritu, porque no recordaba la existencia de dicho anuncio. Mi cabeza torcida siempre imaginó que el letrero del cine estaba en una marquesina en la parte superior de la entrada. ¡Naranjas de Chicomuselo! Como acá se ve había un gran letrero de bandera que podíamos ver todos los peatones, bien bajáramos hacia el Hotel Internacional o subiéramos hacia el parque central. ¿Mirás lo que te contado? Era un verdadero privilegio para los cinéfilos de esos tiempos que el Cine Comitán estuviera a media cuadra del parque central. Ahora, donde estuvo el cine existe una tienda de ropa, está justo frente a la Casa Museo Doctor Belisario Domínguez. Te he contado que en los años sesenta vivía en la que luego fue la casa de Don Juanito Torres (hoy, la casa ya es de otro propietario). Mi papá y mi mamá me injertaron el gusto por el cine. En las tardes íbamos al Cine Comitán, recuerdo con emoción que, en ocasiones, antes de entrar al cine pasábamos a la Cenaduría Yuly (que atendía la mamá de mi querido amigo el arquitecto Memo Castañeda) y comprábamos unas tortas de pierna, Dios mío, eso era una delicia. Ya luego entrábamos al cine, con un amplio vestíbulo y en la taquilla mi papá compraba los boletos, que nos daban derecho a ver dos películas, con permanencia voluntaria. Antes del letrero del cine hay otra bandera que anuncia una farmacia. No, no, por favor, no me exijás que diga el nombre de dicha farmacia, no la recuerdo. Gracias a la divinidad acá tenemos un testimonio que da cuenta precisa de que el cine tuvo un anuncio de bandera, grande, con letras claras, pero no sé decirte si dicho anuncio se iluminaba en las noches. En estos tiempos hubiera llegado con nuestro querido y admirado Don Rafa Pascacio y le habría solicitado que a Comitán le pusieran su tilde y, en forma discreta, le preguntaría si el anuncio se iluminaba en las noches, al estilo de las grandes marquesinas de Broadway. ¿Qué hace el hombre con sombrero que está inclinado, que aparece en primer plano? Debe ser un nevero, ¿verdad? Donde están las dos personas, casi debajo del letrero del cine, recuerdo que había una gran vidriera donde el papá de Memo Castañeda (que laboraba en el cine) colocaba los carteles que llegaban de las casas productoras cinematográficas (carteles que ahora son ampliamente codiciados y que los coleccionistas encuentran en los tianguis de la Ciudad de México, como el de La Lagunilla). Los cinéfilos y toda la gente curioseaban ahí y se enteraban de los estrenos nacionales. Ah, sé que te hubiese gustado vivir esos tiempos, pero vos sos muy joven. En el año que fue tomada esta fotografía vos todavía no eras proyecto de vida. Por estos años yo andaba de novio con mi Paty. Por fortuna, ella también ha sido gran aficionada al cine (antes de pandemia íbamos todos los domingos a las salas de la Plaza Las Flores), recuerdo que en el Cine Comitán, en los tiempos de la fotografía, vimos una película con la vida de Elvis Presley. Posdata: no recordaba ese anuncio de bandera, bandera que siempre estuvo izada, que siempre me recordó que bastaba entrar en ese espacio para vivir lo mejor de la vida. ¡Tzatz Comitán!

domingo, 11 de agosto de 2024

CARTA A MARIANA, CON CUATRO PRIVILEGIOS

Querida Mariana: en ocasiones la vida nos otorga racimos de privilegios. Como si estuviera en un viñedo ahora reflexiono en ello y veo la mata prodigiosa que ha sido el nombre de Héctor Cortés Mandujano. El primer libro de Héctor fue uno de cuentos, cuyo título es: “La muerte por todos lados la muerte”, que ahora ha reeditado. Héctor cuenta que la primera edición apareció en 1990 (sí, ya llovió harta luz). Sucede que mi amigo Paco Flores era en ese tiempo, el director de la Casa Museo Dr. Belisario Domínguez y me invitó a hacer algunos comentarios del libro de Héctor que se presentó más o menos en el lapso de 90 o 91. Ahí conocí a Héctor. Después de la presentación fuimos a una cena a casa de Paco y ahí platiqué tantito con el autor. El segundo privilegio ya fue más sencillo, Héctor y yo nos topamos en varios encuentros literarios en Tuxtla, él recuerda que coincidimos la tarde en que Fedro Guillén se echó un bailecito con una poeta, suceso que comenté en una carta anterior. En ese tiempo, otro libro de cuentos “Palabras agitadas”, fue publicado por el Instituto Chiapaneco de Cultura, la ficha dice que fue en el año 1993, en ese año ya estudiaba literatura en la UNACH, así que iba seguido a actos culturales en Tuxtla, ahí nos saludábamos. Con el tiempo llegó el tercer privilegio: ser un lector asiduo de su obra. Hoy tenemos comunicación por el WhatsApp, él no tiene perfil en el Facebook, pero sí envía sus colaboraciones semanales a un grupo de amigos, entre los cuales, honrosamente, me encuentro. Desde 1990 a la fecha, Héctor (así lo dice su ficha) ha publicado más de cincuenta libros, ¡cincuenta! Libros de cuento, ensayo, novelas, obras de teatro y más vainas literarias. Héctor, te lo he dicho en varias ocasiones, es un orgullo de nuestras letras chiapanecas, es un autor muy prolífico. Una de las novelas más recientes que leí de él es la que tiene el título de “Serse”. ¿Recordás que te dije que esa novela es una obra bellísima, una de las novelas más logradas que he leído en los últimos tiempos? Como amigo y lector fiel de su obra me sentí complacido al leerla. En sus colaboraciones semanales, sus lectores nos enteramos, casi al final del año, de la extensa relación de libros leídos y de películas vistas. Son cientos en ambos casos. ¡Dios mío, qué capacidad tan fértil de aprovechar el tiempo! Aparte del trabajo, prepara conferencias, dibuja, realiza montajes de obras de teatro (donde dirige y actúa), viaja y se reúne con amigos y amigas; no desperdicia instante alguno en vivir a plenitud y con el espíritu abierto al prodigio. La vida de Héctor ha abonado al árbol del siglo XX y el renuevo del siglo XXI. El viernes 9 de agosto de 2024 fue la presentación de la reedición del primer libro de cuentos: “La muerte por todos lados la muerte”, en el Café Cultural Casa Conejo, de la capital chiapaneca. Este libro del 24 está enriquecido con lo que Héctor cuenta acerca del proceso de edición de su primer libro, da agradecimientos a Margarita Zárate, quien envió su primer cuento a un concurso, donde el texto obtuvo el tercer lugar; y luego envió otro texto, que ya fue merecedor del primer lugar, ¡medalla de oro! A partir de ese instante quedó marcado el destino del escritor Héctor, ya el Cortés español había quemado sus naves, el Cortés chiapaneco comenzaría a navegar con viento bueno. Su amigo Jorge Arturo Díaz Pérez dio paguita para que fuera publicado su primer libro. ¡Ah, qué viento tan generoso! Hablamos, digo, del año 90 del siglo pasado. En ese tiempo conocí a Héctor en la Casa Museo Dr. Belisario Domínguez, mi admiración hacia su obra literaria tiene, entonces, la misma edad que tiene su proceso creativo. Posdata: ¿y el cuarto privilegio, ‘apá? Héctor, generoso, me invitó a enviarle una ilustración que apareciera en la portada de “La muerte por todos lados la muerte”. En cuanto recibí la invitación me puse a hacer un boceto en la tableta electrónica, se la envié, y ahora ¡acá está! Con ello se reafirma el puente que comenzó en la orilla comiteca cuando el autor llegó a esta tierra a presentar su primer libro. ¡Nadita! ¡Tzatz Comitán!

sábado, 10 de agosto de 2024

CARTA A MARIANA, CON ABRAZO PARA DOÑA MARTITA RUIZ

Querida Mariana: el 7 de agosto de 2024 ocurrió un vuelo sorprendente en el pueblo, las Águilas de Chiapas volaron espléndidas, como siempre, y amenizaron el festejo de los noventa años de Doña Martita Ruiz. Ah, qué vuelo tan espectacular, cada aleteo (que es como decir que cada nota musical, cada bolillazo) celebró la vida de Doña Martita. Vos conocés a la festejada, la has visto en su restaurante que ahora se ubica frente al Museo Rosario Castellanos. Doña Lolita Albores nos enseñó a ver la vida, donde nada es casual, donde todo tiene un símbolo. El día de la celebración del cumpleaños de Doña Martita, todo el mundo conmemoró los cincuenta años del fallecimiento de su vecina: Rosario Castellanos; y en Comitán celebramos los noventa años de vida de Doña Martita, una mujer ejemplar, para su familia y para la sociedad en general. Nada es casualidad. El festejo fue en el tradicional barrio de Yalchivol, en el fastuoso “El laurel”. ¿Por qué se llama así el salón de fiestas? Porque en el jardín existe un hermoso ejemplar de este árbol. Debe haber más laureles espectaculares en nuestra ciudad, pero como éste es único en un espacio delimitado se convierte en un laurel magnífico. El día de la celebración de Doña Martita estaba hermoso, como era un día soleado regaba una sombra donde los niños y niñas (hijos de algunos invitados) jugaban al amparo de una cobija de aire limpio. Todo tiene símbolo, la familia decidió que el guateque debía ser en un lugar inolvidable y que sirviera para definir la personalidad de la festejada: El laurel. Vos y todo mundo sabe, las hojas de dicho árbol sirven para formar la corona del triunfo. Doña Martita es una campeona, no acudió a las Olimpiadas de París, pero sí recibió el afecto de toda su familia, parientes y amigos y amigas (amigas, sobre todo), todos le entregaron, con su abrazo y cariño, la corona que reciben todos los campeones de la vida. Doña Martita ha sido un ejemplo de trabajo y de resistencia. Ninguna piedra en la vida la ha detenido, con donaire, con gran fe, ha caminado durante noventa años sobre el camino que Dios le ha trazado, no ha sido un trayecto fácil, pero ella jamás se ha vencido, siempre ha demostrado una gran capacidad para hacer polvo los obstáculos. Qué gran lección de vida para todos, qué orgullo para Comitán al tener una mujer de ese talante. En el letrero de su empresa “Super Pollo” aparece una fecha: 1979, como año de inicio; es decir, su empresa lleva cuarenta y cinco años de servir a nuestra sociedad. ¿Mirás cómo seguimos costurando la hebra mágica? Doña Martita cumplió noventa años de vida y, de pasadita, el festejo sirvió para decir que la mitad de su vida la ha dedicado a atender su negocio de pollos crujientes. En el Comitán de los años setenta recuerdo que había algunos locales donde vendían pollos rostizados, desde la calle se veía cómo los pollos atravesados por un fierro daban vueltas y vueltas hasta que quedaban todos mareados, pero perfectamente rostizados, listos para hincarle el diente. Todas las personas que iban a disfrutar los campos cercanos a la ciudad, como San Rafael, por ejemplo, pasaban a comprar un pollito rostizado y no lo soltaban hasta chuparle el último huesito. Pero un día Comitán vivió una noticia fantástica, el inicio de la empresa de Doña Martita y su esposo; yo conocí el negocio sobre la avenida Rosario Castellanos, a pocos pasos donde está la sucursal Banamex, del centro. ¿Mirás? Otra vez aparece el nombre de la famosa escritora comiteca. En 1979, el centro de Comitán perdió su “manzana de la discordia”, pero, en compensación, Doña Martita y su esposo, el famoso “Güero”, Julio César Ruiz Utrilla, inauguraron el pollo que fue una innovación en la ciudad. La población, por primera vez, tuvo la posibilidad de elección, unos siguieron comprando los pollos rostizados y la mayoría, de veras, probó el pollo que ellos ofrecían y se cambiaron para siempre, porque era “la receta secreta”. Sí, querida Mariana, antes que a Comitán llegara el coronel Sanders, con su pollo Kentucky Fried Chicken, Don Julio César y Doña Martita comenzaron a engalanar nuestro cogote con un pollito suave que tenía una cubierta crujiente. El mito cuenta que Don Julio César, quien viajaba constantemente a Guatemala, por cuestiones de trabajo, conoció el famoso pollo campero que desde 1971 ofrece el pollo frito y se fijó muy bien del proceso. ¿Podría poner algo similar en nuestro pueblo? Pensó que sí y, comiteco inteligente y chambeador, emprendió el negocio que hoy es una empresa exitosísima. No me hagás mucho caso, pero el otro día me llegó el rumor (que doy por cierto) que pronto abrirán una nueva sucursal en Nicalococ, ahí donde (Rosario lo cuenta en su novela “Balún Canán”) llevaban al hermanito de la niña protagonista a volar papalotes en el llanito. ¿Querés que yo siga uniendo los nombres de Rosario y de Doña Martita? No soy yo, sólo planteo la serie de engarces que se ha dado entre ellas dos, comitecas talentosas, mujeres hechas con aroma de menta y de fuerza universal. Mi mamá, quien goza de la amistad de Doña Martita, me cuenta que cuando Don Julio César iba a viajar a Guatemala pasaba a la casa a avisar a mi papá de la proximidad del viaje. Mi mamá revisaba un muestrario de estambres españoles que él había conseguido en aquel país. El famoso “Güero” llevaba hilaza de acá y traía los estambres que sólo mi mamá ofrecía en su tienda. Nadie sabía que esos estambres europeos se los traía Don Julio César del país vecino. Las mujeres que compraban con mi mamá se extasiaban con la calidad de esos estambres, que, dice mi mamá, eran mucho más finos que los hechos en México. El 7 de agosto de 2024, después del homenaje que Arenilla-revista le rindió a Rosario Castellanos en el quincuagésimo aniversario de su fallecimiento, llevé a mi mamá al Salón El Laurel, que está un poco más allá del templo de la Virgen del Rosario, que tiene el atrio más amplio de la ciudad. Caminamos por el amplio vestíbulo y encontramos un cartel de bienvenida que ostentaba un croquis con la disposición de las mesas. Sudé tantito, mientras mi mamá, siempre muy derechita, saludaba. ¿Qué número de mesa le habían asignado? Por fortuna, una nieta de la festejada reconoció a mi mamá (la chef Delia) y dijo que ella tenía un asiento en la mesa principal, donde estaría Doña Martita con sus amigas. Uf. La tranquilidad volvió a abrazarme, me sentí chento, mi mamá estaría cerca de la dueña del día, de la heroína, de la mujer maravillosa, cimiento de una gran familia. Cuando regresé por mi mamá (temprano, porque debíamos continuar con la conmemoración de Rosario Castellanos) me tocó conocer a la hija de Doña Martita: Cecy, quien vive en Palenque al lado de su familia. Mi mamá me platicó que Don Julio y Doña Martita tuvieron cuatro hijos: Cecy y tres hermanos: Walter Emilio, Julio César y Mario Alberto. La familia se ha hecho grande, ahora, el árbol ha crecido tanto como el laurel del salón de fiestas, está lleno de ramas con nietos y nietas y demás retoños. Cada integrante de la familia honra el legado de la pareja original. En cuanto el negocio del pollo crujiente fue abierto, mi palomilla y yo acudimos a hacer fila para comprar cuatro órdenes y las llevamos al rancho de Quique, donde, sentados debajo de la sombra de hermosos árboles, disfrutamos ese riquísimo pollo, acompañado, por supuesto, de unas caguamas y luego un pitutazo de ron. Todos nos vimos y estuvimos de acuerdo que ese pollo era más sabroso que el ya agotado pollo rostizado. Fuimos de los cientos de personas que se hicieron adictos al pollo que vendía Don Julio y Doña Martita. La vida es generosa, porque mi Paty también tiene nexos con la familia, porque ella es amiga de Milo (Walter Emilio), quien hoy es un profesional destacado en el campo de la odontología. Él radica en la ciudad de Puebla. Los cuatro hijos estuvieron el 7 de agosto de 2024 en Comitán, vinieron a honrar a su mamá, a darle el abrazo cálido que reservan los hijos sencillos a la madre que ha sido como una fortaleza, como un castillo con torres y almenas bien formadas. Yo también conocí a Milo en los años setenta, admiraba su capacidad innata de bailarín. Eran los tiempos de las discotecas, de la Tzisquirín (del Hotel Robert’s). Milo fue como el Travolta comiteco, porque bailaba como John Travolta en la famosa película “Fiebre de sábado por la noche”. Posdata: a los grandes restaurantes les conceden estrellas, Rosario es la gran escritora de la tierra de las nueve estrellas; Doña Martita es una de las grandes mujeres también de esta tierra. Las dos paisanas merecen la corona gloriosa de laureles. ¡Felicidades! ¡Tzatz Comitán!