viernes, 9 de agosto de 2024

CARTA A MARIANA, CON UN EQUIPO

Querida Mariana: ¿vos soñaste con ser integrante de un equipo famoso? ¿No? ¡Yo sí! En la edad de los sueños soñé con ser integrante de la selección mexicana de fútbol soccer. Yo, que nunca jugué en un equipo acá en Comitán. Ya te conté que jugaba solo, colocaba una silla pequeña en uno de los corredores de la casa y con una pelota, también pequeña, jugaba a tirar penaltis. Llegaba el momento donde Brasil y México estaban empatados a cuatro goles, el quinto jugador de Brasil había estrellado el balón en el travesaño, la oportunidad para México se presentaba en los botines del gran jugador comiteco ¡Alejandro Molinari! Si metía el gol, nuestro país, por primera vez en la vida alcanzaría la gloria del ¡campeonato mundial! Yo colocaba el balón en la marca, me hacía tantito para atrás, escuchaba el apabullante rumor del estadio, miles de aficionados hacían un impresionante silencio, mientras yo esperaba la señal del árbitro. Cuando escuchaba el sonido del pito avanzaba tres pasos y, con una gran tranquilidad, pateaba la pelotita que, como en cámara lenta, rodaba en busca de pasar por las dos patas delanteras de la sillita. Pero no sólo en juegos que soñaba, a veces, cuando escuchaba un partido en la radio, imaginaba que todo Comitán escuchaba el juego donde Molinari participaba, imaginaba la alegría de los paisanos por saber que un chico nacido en Comitán jugaba en equipos de leyenda. No recuerdo bien, pero pienso que algún día soñé con jugar con Las Chivas y, por supuesto, ser seleccionado. Yo, que jamás practiqué el deporte. Como justificación diré que soy un gran mirador de partidos de fútbol, en la feria de agosto, en los primeros años de los setenta, me encantaba ir al estadio municipal Dr. Roberto Ortiz a ver los cuadrangulares; y los domingos disfrutaba “la jugada” en el campo de fútbol de San José Obrero, después de dar doctrina a una bola de chiquitíos y chiquitías iba al campo de tierra roja, me paraba debajo de un árbol y disfrutaba el partido. Gocé como pocas veces la película con la vida de Pelé, cinta en blanco y negro, que exhibieron en el Cine Comitán. Por eso, ahora que aparezco en esta fotografía de un equipo me siento chento. No es un equipo de fútbol, por supuesto, es parte del equipo de trabajo del magnífico restaurante Mahi Mahi, cocina de mar. Acá estamos Roberto, Paty, Pablo, Jeni, Ingrid, Fabi, Tannia, José Luis, Amairani, Fredy, Mónica, Malena y yo. ¿Ya hiciste la cuenta de los integrantes de esta fotografía única, inédita, que jamás volverá a repetirse? ¡Trece! Ah, qué número tan cabalístico, hacé de cuenta un equipo de fútbol, con el entrenador (el maravilloso chef José Luis) y el aguador (el tal Molinari). El equipo de Arenilla trabajó en la producción de un videíto que mostrara las exquisiteces que preparan en el Mahi Mahi y al final a Roberto se le ocurrió que nos tomáramos la foto del recuerdo y ahora acá tenemos ese maravilloso instante, porque la foto fue realizada en las antiguas instalaciones del restaurante, el lugar donde se consolidó el sueño de un talentoso comiteco; ahora, el Mahi Mahi anda estrenando instalaciones, ya el otro día te conté del lugar tan espléndido que abrieron, un espacio donde, sin duda, se disfruta más la comida. Te platiqué que fuimos mi Paty, mi mamá, la Paty Cajcam y yo. Ah, nos pasamos un momento excelente, así vi que, en las demás mesas, las personas disfrutaban la plática, la comida y la vista formidable, donde el aire se vuelve una mariposa que se posa en las cabezas como si lo hiciera en una orquídea. Mi mamá aprovechó una hamaca y se sentó un ratito. Saqué mi celular y le tomé una fotografía, luego te la comparto. Esta foto es única. Aparece Doña Malena, quien dijo ¡ya hasta acá!, se retiró después de un trabajo de años, ahora dedicará su tiempo a salir, a estar sin la presión del trabajo, se entiende, pero ese día aún trabajó y posó con toda la dignidad que es parte de su personalidad. Acá, en realidad, están dos equipos: Arenilla y Mahi Mahi. Tuvieron un encuentro, pero amistoso, donde no compitieron, donde unieron talentos y esfuerzos para lograr un objetivo común: demostrar que lo comiteco es realmente sobresaliente; nuestras empresas y nuestras personas todo lo hacen a la comiteca; es decir, ¡bien hecho! Soy escaso, lo sabés, casi no ando en grupos, pero acá estoy de metidito, en pose de jugador de fútbol, hasta adelante, pucha ¡nadita! ¿Dónde se ha visto que el aguador esté hasta mero adelante? Pues acá se ha visto, la efectividad de un equipo de fútbol se debe, en gran parte, a que el aguador esté listo. El agua es vida. Claro, en Mahi Mahi, el agua que sirven va bien preparada, con frutas y, si el comensal lo demanda, con un poquito de alcohol. ¡Ah, bebidas riquísimas! Posdata: todos estamos contentos, así se miran nuestras caras, así quedamos después de trabajar, después de degustar los platillos exquisitos de Mahi Mahi. Confieso que después de ir con mi mamá y con mi Paty fui otra vez y comí un pulpo zarandeado, a sugerencia de mi querido licenciado Héctor. Ah, qué cosa más deliciosa. ¡Tzatz Comitán!