lunes, 19 de agosto de 2024

CARTA A MARIANA, CON TESTIMONIOS

Querida Mariana: hallé un ejemplar de este cuaderno universitario. En Comitán, la Universidad Mariano Nicolás Ruiz Suasnávar es la que tiene la mejor propuesta editorial. La Mariano ha editado varios libros y una serie de cuadernillos que alimentan el espíritu de Comitán y de la región. Por ejemplo, en el número 5 de la serie: Testimonios, presentamos un mínimo recuento de la vida de Don Humberto Hidalgo Alfonzo, quien todavía sigue pedaleando con vigor la bicicleta cotidiana. Los de mi generación, los nacidos en los años cincuenta del siglo pasado, recuerdan a este personaje, porque él trabajó en el Cine Comitán, que era un espacio muy visitado por la comitecada de esos años y de los años siguientes, los años sesenta, los setenta y parte de los ochenta. Don Humberto contó que su papá, del mismo nombre, llegó a Comitán y entró a trabajar a la sala cinematográfica que era propiedad de Don Leopoldo Velasco, Don Humberto se encargaba de todo el aseo del cine y cargar los rollos donde venían las películas; es decir, Humberto hijo heredó el oficio, porque a la edad de dieciocho años entró a trabajar al cine, no como actor, ni como director, sino con oficios modestos, pero mis amigos y yo lo conocimos a la hora de entregar el boleto que nos daba derecho a entrar a la sala, porque él era el encargado de recibir los tickets, meterlos en una urna de madera que estaba sobre el piso. Don Humberto dijo que esa caja se llamaba Arquilla; pero esa era la chamba en la tarde, porque en la mañana, él se encargaba de repartir los programas que, dicen, eran impresos en la Imprenta de Don Chinto Nacciff. Don Humberto caminaba muchas calles de la ciudad, repartiendo los programas impresos; los domingos se paraba frente a la iglesia grande y ahí repartía los programas. Mucha gente se acercaba y le pedía un volante. Ah, qué bonito oficio, pensalo. Él se paraba con su paquete de programas y cuando la gente salía de misa, de inmediato iban con él para pedirle un programa y él, muy generoso, con una sonrisa, daba el volante. Esa era su chamba. La gente leía el programa y se sentía enganchada para ir en la tarde al Cine Comitán o al Cine Montebello. La bola de muchachitos pedía el programa para enterarse de la programación de la Matiné, en el Cine Comitán. Don Humberto recordó que junto con los rollos de las películas a exhibirse llegaban cartelones con las cintas que se exhibirían días después. Estos cartelones (que ahora son buscadísimos por los cinéfilos coleccionistas) los pegaban en las vidrieras que había en las entradas de las salas. Todos los de mi generación recuerdan que nos parábamos frente a esas vidrieras y veíamos qué películas exhibirían, ahí conocimos a los grandes actores y a las excelsas actrices. Don Humberto cuenta que comenzó a guardar programas y cartelones, porque sabía de la riqueza que eso significaba, pero (¡ay, señor!) los metió en una caja de cartón y ésta se pudrió con la humedad y parte de la historia del cine comiteco tuvo que irse a la basura. Mirá lo que Don Humberto contó: “Don Leopoldo vendió con el doctor Rafael Pascacio Gamboa, el que fue gobernador de Chiapas. Él mandó a hacer el Cine Comitán. El trabajo fue intercalado. En el Cine Comitán pasaban puras películas mexicanas y en el Cine Montebello pasaban películas extranjeras” (había excepciones, cuando exhibieron la película del “Cid Campeador” lo hicieron en el Cine Comitán, porque en el Comitán cabía más gente; y la película “Los olvidados”, de Luis Buñuel, por razones ignoradas, fue exhibida en el Cine Montebello). Dice que de vez en vez venía Pascacio Gamboa a Comitán y que mucha gente lo esperaba porque era muy dadivoso, siempre disponía una paguita para ayuda de la gente pobre. ¡Pucha! La mayor satisfacción de Don Humberto fue cuando lo ascendieron, de recibir boletos se convirtió en el que vendía los boletos en la taquilla. Cuando recibía permanecía parado en la entrada, ya en taquilla andaba cómodamente sentado y atendía la solicitud de boletos. Permanecía en una cabina donde tenía una rueda con los boletos de papel, de acuerdo con el número solicitado, contaba los tickets, los cortaba y recibía la paga. Las salas no sólo servían para exhibir películas, también se empleaban para ceremonias de fin de cursos (recuerdo que en el escenario del Cine Comitán participé en el bailable “Los viejitos”, cuando estaba en la primaria Matías de Córdova, y, siendo estudiante de la secundaria del Colegio Mariano N. Ruiz, participé como actor en una obra de teatro dirigida por Doña Leonor Pulido), y también lo usaban para funciones de boxeo, de lucha y de presentaciones artísticas de la Caravana que organizaba una empresa cervecera. Don Humberto recuerda que en una ocasión vino el famosísimo José Alfredo Jiménez. Don Humberto corroboró lo que siempre te he platicado, que, en el Cine Montebello, al lado de la pantalla estaban los sanitarios, en un lado el de damas y en el otro el de caballeros. Pucha, una rareza en el mundo. Posdata: la propuesta editorial de la Universidad Mariano N. Ruiz ha sido de gran riqueza cultural en el pueblo. Gracias a ello tenemos documentos que nos entregan historias de personajes maravillosos, como la de Don Humberto. ¡Tzatz Comitán!