domingo, 4 de agosto de 2024

CARTA A MARIANA, CON UN LIBRO DE QUIQUE Y SU "COMITANIDAD"

Querida Mariana: de lujo estuvo el acto donde Quique Robles Solís presentó su segundo libro de cuentos, libro que tiene el título picarón de “Qué pensás que estoy contando”. Fue una gran fiesta. Nunca le he preguntado a Quique si es del equipo de Tata Lampo o de Santo Domingo. Tal vez en cosas de religión no se vale ser fanático de un equipo, como sí se vale serlo en el fútbol soccer, donde mi querido amigo fue el fan número dos de “Los Jaguares” (el número uno fue su amigo Pablo, el ex gobernador). En el festejo de la presentación de su libro se hizo acompañar de dos grandes intelectuales chiapanecos, grandes lectores y escritores de prosapia: el orgullo comiteco Juan Carlos Gómez Aranda y Alfredo Palacios, orgullo de La Concordia. ¿Por qué mencioné lo de los equipos de Tata Lampo y de Santo Domingo? Porque San Caralampio es el santo consentido de los comitecos y Santo Domingo es el santo patrono, pero Quique tuvo el privilegio que pocos comitecos y comitecas tuvieron en la vida: fue vecino de Santo Domingo durante toda su infancia. ¡Vecino, nadita! Pensá en algún niño o niña que la puerta de su casa esté justo frente a la puerta un templo católico de importancia. ¿En Yalchivol? ¡No! El caserío está retirado. ¿En el templo de San Caralampio? Tampoco, lo que está más cerca es la ceiba. La casa de Quique estuvo mero enfrente de la entrada del templo de Santo Domingo, hacé de cuenta que fue como la ceiba de San Caralampio; claro, él fue El Roble (tal vez el niño que se acercó al privilegio de Quique, fue nuestro querido amigo Jorge Pérez, pero la puerta del templo de El Calvario daba frente a la puerta de la bodega de su casa, la cochera, no como en el caso de Quique). Como dicen los jóvenes de hoy: “no lo diré, pero habrá señales”, porque la presentación de su libro lo hizo frente a lo que fue su casa y que hoy es el Centro Cultural Rosario Castellanos (Juan Carlos se emocionó porque dijo que en ese auditorio se aventó sus primeros rollitos políticos y participó como actor de teatro), pero no sólo eligió un lugar simbólico, sino que además lo hizo en pleno festejo de feria del santo, lo hizo el día tres de agosto de 2024, bueno, en la noche. ¡No podía ser de otra manera! Por eso, en uno de los cuentos que viene en el libro, “La mujer araña”, Quique cuenta una anécdota simpática que le ocurrió a él, junto con varios compas de su palomilla infantil, el texto inicia así: “En los primeros días de agosto, ahí frente a la calle de la casa y en el parque central, empezaba un gran argüende. Movimiento de gente, camiones, juegos mecánicos desarmados, carpas y todo lo que indicaba que se estaba instalando La Feria de Agosto…” ¡Ah, qué recuerdos! La nostalgia de Quique trepada en la rueda de la fortuna o en la “chica” de la rueda de los caballitos. La feria de agosto, la feria dedicada a Santo Domingo, se la ponían frente a su cara, frente a su espíritu. Por ello, como todo es símbolo (así nos lo dijo la querida Doña Lolita Albores), a la hora que concluyó la presentación del libro de Quique, en el parque, al lado de la fuente, muy cerca de donde estuvo su casa de infancia, una multitud se reunió para presenciar la quema de los llamados “toritos de petate”, alguien prendió la mecha y el “movimiento de gente” que Quique vivió en su infancia ¡se dio en forma espectacular! Luces, cachinflines, todo parecía en honor al santo y al espíritu del chiquitío que ahí pepenó tantas anécdotas felices. Juan Carlos instó a Quique a seguir escribiendo, a dar el legado cositía, que escriba sus recuerdos del Uninajab, de los años sesenta o las peripecias de los años setenta, vividas en la casa de huéspedes que atendía su mamá, la amada Doña Rome, en la Ciudad de México. Sí, mi querido amigo Quique tiene mucho por contar. En el prólogo del libro, Alfredo Palacios escribe que Quique cuenta anécdotas “con sensibilidad que hacen reír al lector”. En tiempos que todo Chiapas reflexiona acerca de un término interesante llamado “Chiapanequidad”, que nos invita a hurgar en la riqueza de nuestra cultura, Quique ya está hasta adentro del río llamado “Comitanidad”, para hacernos sentir orgullosos de lo que somos. Fue un festejo luminoso. Pienso, querida niña, que desmenuzaré en otras cartas lo que ahí sucedió, porque en una carta es imposible agotar todos los destellos que ahí aparecieron. Decir, por ejemplo, que tanto Juan Carlos como Alfredo contaron anécdotas que demuestran lo que Óscar Bonifaz le dijo al ex gobernador Juan Sabines Gutiérrez: “no toda anécdota se puede escribir”, porque una cosa es la hablada y otra “la escribida”. Las anécdotas que contaron fueron geniales. Hay mucha tela para cortar. Fue una velada amistosa, con grandes temas para reflexión, sin pedantería, todo transcurrió como suceden las grandes reuniones de amigos y amigas. Corré a comprar el libro. Ah, no sé dónde estará a la venta, anoche todo mundo compró en una mesa que puso la Librería Braulios, de Tuxtla. ¡Pucha! Pero estoy seguro que el libro estará a la venta acá, le preguntaremos a Quique y él nos dirá. En la contraportada aparece lo siguiente: “Después de leer estos cuentos, si sos comiteco confirmarás tu identidad, si no lo sos, lo serás”. ¡Todo está dicho! Posdata: Quique presentó su segundo libro de cuentos en el corazón de nuestro pueblo, donde su espíritu niño sigue brincando la cuerda, oyendo lo que los viejos cuentan. Quique, amante de su pueblo y de su cultura, sigue abonando a ese gran Roble de la identidad, de la “Comitanidad”. En la fotografía aparecen Juan Carlos, Quique y Alfredo. ¡Tzatz Comitán!