martes, 6 de agosto de 2024

CARTA A MARIANA, CON UN SUEÑO

Querida Mariana: tuve un sueño, hace mucho tiempo, tuve un sueño. Caminaba por un bosque lleno de árboles y de los árboles colgaban libros como frutos, era un bosque lleno de árboles que daban libros, y estos eran como el bíblico fruto prohibido, pero toda la gente ignoraba la prohibición y trepaba a escaleras, miles de escaleras, y cortaban los libros maduros, apetitosos, saludables. Cuando desperté vi, sobre el buró, la lámpara, un frasco de árnica para el dolor y un rimero de libros, los libros que siempre dejo ahí para irlos leyendo poco a poco, como todavía andaba ensoñado pensé que esos libros los había traído del sueño, sonreí, era la famosa prueba del retorno del viaje por el tiempo que aparece en varias películas. ¿Querés verme feliz? Llevame a una feria de libro, a una biblioteca, a una librería, regalame un libro. La ingeniera Carolina Penagos, de Asesores en Seguros Penagos Ruiz, me obsequió un libro de arte, una bellísima edición publicada por el grupo Quálitas: "René Magritte - Alfredo Castañeda", de Lupina Lara Elizondo. Llegué a la oficina y hallé el presente, que, jugando, contiene el pasado y es vislumbre del futuro, porque esto son los libros, todos, los lectores de estos tiempos recuperamos muchísimos libros que fueron publicados hace años, y su lectura nos sirve para ir haciendo caminitos hacia el futuro, un futuro que nos dicen no existe y sin embargo es lo que nos hace estar vivos o, cuando menos, pensar que hacia allá caminamos, porque todos los seres humanos al vivir, lo que hacemos, es abandonar el pasado, los juegos infantiles, las cenas con los abuelos, las clases en las escuelas y nos encapsulamos en el llamado futuro. Todo está en movimiento, el presente, que es lo único que nos define, es huidizo, es como una mariposa que no se aquieta, que va de un lado a otro, hasta que el pinche gato le da un zarpazo y la deja sin alas, muerta. Así es la vida de los seres humanos. El futuro es la muerte, pero mientras tanto, el ser humano vive y sueña. Yo tuve un sueño, un sueño donde los árboles del bosque daban libros. La ingeniera Carolina me ha hecho feliz. Ella aparece en la portada de nuestro número más reciente de Arenilla, es una de las cuatro talentosas comitecas que ahí aparecen. Acabo de conocerla y de inmediato supe que es una mujer, como dicen ustedes los jóvenes, proactiva, echada para adelante. Carolina también sueña, como la mayoría de personas, pero ella lo hace poniendo ladrillos en cada circunstancia de la vida, pavimenta su futuro con la savia del entusiasmo y de la pasión, que son dos esencias que, de igual manera, definieron el trabajo de los artistas que aparecen en el libro de arte que me obsequió: Magritte y Castañeda, ambos artistas bordadores de sueños, hijos del surrealismo puro. Algunos teóricos asumen que el surrealismo ya no tiene el impacto que tuvo en el pasado, ¡mienten!, los sueños jamás dejarán de ser abono de la siembra de los seres humanos. El surrealismo continúa en el presente y estará sembrado hasta el fin del tiempo, porque hay personas (artistas) que, cansados de la monotonía de la vida, sin cerrar los ojos, sueñan otras imágenes y las plasman. ¿Ya viste las dos imágenes de portada? En la de arriba es como una lluvia de hombres, bien trajeados, que cae sobre una serie de casas uniformadas, o ¿es lo contrario?, ¿un grupo de hombres que levitan y ascienden? Esta imagen es producto del sueño. Y la imagen de abajo también está inscrita en el mundo onírico, en el fantástico surrealismo: un granjero (mirá que su mirada coincide con la línea del horizonte) carga un animal lanudo, lo hace en un bosque de miles de primos lanudos, de hermanos lanudos. Es un valle sin montes, sin árboles, sin maleza, sin rastro de construcciones humanas, el único ser que evita la monotonía es el hombre, el granjero de mirada de azucenas confundidas. Lo primero que asoma en la mente cuando vemos cuadros surrealistas es que esas imágenes no existen en la realidad, pero un segundo después reconocemos que son imágenes que aparecieron en sueños y no se quedaron en ese mundo, sino que se “corporeizaron” y se quedaron a vivir entre el mundo del presente, fueron como imágenes obtenidas de un pasado y dejaron de ser materia onírica para convertirse en alimento del futuro. Hacedme feliz y llévame al bosque de mis sueños. Carolina me obsequió un fruto de ese bosque y es un fruto lleno de color, de aroma, de sabor. Lo agradezco, porque, como dijo Paty Cajcam, los libros de arte permiten el viaje por museos, por colecciones privadas, para que nuestro mundo olvide, por un momento, su cara aburrida de todos los días. Posdata: tuve un sueño, hace mucho tiempo, tuve un sueño. A veces, como en esta ocasión, afectos me entregan frutos que me hacen regresar a ese sueño feliz, alegre, divertido. ¡Tzatz Comitán!