miércoles, 31 de octubre de 2018

CARTA A MARIANA, ENVIADA DESDE EL MONTE OLIMPO





Querida Mariana: Sé que a veces te caigo mal, a veces por lo que digo, a veces por lo que hago o por lo que no hago. Pero como vos me querés perdonás mis exabruptos y múltiples defectos. Yo agradezco tu tolerancia. Lo agradezco porque sos de mis pocos afectos. A mí me cuesta mucho relacionarme con las personas. Soy tímido, soy escaso, soy ish y como soy así pocos se acercan a mí.
Por lo anterior, digo que esta carta no será de tu agrado, porque sonará como muy soberbia. Casi casi estoy a punto de decirte que no la leás. En realidad estuve a punto de no escribirla, pero luego pensé que era una bobera reprimirme. Los grandes periodistas del mundo han sostenido que no hay peor censura que la autocensura. Preguntan: ¿Querés decir algo? Recomiendan: ¡Decilo! Así que decidí escribirla, pero advierto que te caeré mal. Te caeré mal, porque desde el título ya miraste por dónde va el textillo. Sí, esta carta te la envío desde el Monte Olimpo, lugar griego en donde habitan los dioses.
A ver, a ver, tampoco quiero que se malinterprete. ¡No me creo Dios! ¡No, no! Si yo digo que Comitán es un lugar bendito y digo que soy comiteco no significa que yo sea un bendito. No, lo que significa es que nací, igual que vos, en un lugar tocado por la mano de Dios, y si soy agradecido sabré aquilatar ese don. De igual manera, el hecho de que mande esta carta desde el Olimpo no significa que yo esté sentado a la diestra del Señor. ¡No!
¿Por qué desde el Olimpo? Te cuento. El otro día, Maricela me dijo que no le gustaban las Arenillas, dijo que eran muy repetitivas, que siempre empleaba la misma fórmula. ¿En dónde estaba mi creatividad? Me defendí. Por lo regular no lo hago. Por lo regular escribo, subo las Arenillas a las redes o envío a periódicos impresos o digitales y me olvido. Sé que hay muchas personas (lo sé) que siguen mis escritos y sé que hay muchas otras (lo sé) que simple y sencillamente aborrecen mis textillos y los ignoran. Hasta ahí todo bien. Lo que me sorprende es que alguien como Maricela odie mis textos y los lea todos, ¡todos! ¿Quién está mal? ¿Ella o yo? Yo no leo textos de autores que vomito. ¡No! Cuando no me gusta la obra de algún creador no vuelvo a seguirla. He dicho que disfrutaba mucho los textos periodísticos que escribía Ana García Bergua, pero no me han gustado sus novelas. Sus novelitas y cuentos están por debajo de sus posibilidades creativas. En el caso de Ana cada vez que publica un libro de cuentos o una novela corro a la librería, espero que su numen creativo dé lo que puede dar y me sorprenda gratamente. Pero, por ejemplo, en el caso de Patrick Modiano, Premio Nobel, leí una de sus novelas y no me gustó, así que no volví a leer algo de él. A mí no me gustó y punto. ¿Por qué Maricela se empeña en leer todo lo que escribo si ya comprobó que no le gusta lo que escribo? ¿Qué necesidad tiene de sufrir de tal manera?
Por esto fue que le contesté. Le dije que, como ella sabía, yo redactaba una Arenilla cada día, desde hace muchos años. Mi blog (que funciona como archivo) tiene registradas más de tres mil cien Arenillas, ¡tres mil cien Arenillas! Pucha, es un mundo de textos. He sido un escritor muy disciplinado y pródigo.
Cuando dije lo último agregué: “Soy de la misma estirpe de Rosario Castellanos, de Gabriel García Márquez y de José Emilio Pacheco”. ¡Ah, cómo lo fui a decir! Maricela dijo que estaba yo pendejo, bien pendejo (así lo dijo). Con cara de guajolote en medio del horno, gritó que no era posible que me estuviera comparando con ellos. Ellos (lo recalcó) eran grandes escritores, yo era un simple pendejo.
Y, como ahora lo digo, si esta carta la envío desde el Olimpo no significa que yo sea un Dios. No, simplemente significa que la mando desde el lugar donde los creadores jugamos todos los días. Nadie puede hablar de creación si no entiende que tal proceso está enredado en la luz divina.
De igual manera, al decir que soy de la misma estirpe de Rosario, de Gabo y de Pacheco no significa que yo me compare con ellos, digo que, así como un apasionado jugador del fútbol soccer es de la estirpe de Pelé y de Messi, soy un apasionado escritor que hace lo mismo que hicieron ellos. En mi librero tengo libros que recogen la obra periodística de Rosario y de Gabo y, espero, en diciembre me regalaré la obra periodística reunida de José Emilio Pacheco.
Tres tomos reúnen más de quinientas colaboraciones que Rosario publicó en Excélsior; cinco volúmenes recogen la obra periodística de Gabriel García Márquez; y tres volúmenes contienen los textos periodísticos de José Emilio Pacheco.
Ah, cómo se enojó Maricela cuando dije que, si de cantidad hablábamos, no bastarían cinco libros para recoger todas las Arenillas. Ella rio como guajolote y fue cuando dijo lo que dijo: “Estás pendejo, bien pendejo”.
Pues seré lo que Maricela dice, pero soy de la estirpe de esos grandes escritores que han ejercido el periodismo, con pasión, con denuedo. Soy un escritor terco. Me complace saber que hay dos o tres lectores que son fieles a las Arenillas y disfrutan mis textillos; me complace saber que hay lectores que me ignoran, lectores que una vez leyeron alguna Arenilla y la vomitaron y jamás volvieron a leer algo mío. Lo que me intriga mucho es el comportamiento de Maricela. Odia mis escritos y ahí está, cada mañana, buscando la Arenilla y leyéndola de pe a pa.
Posdata: Te lo advertí. Esta Arenilla iba a ser medio mamila, peca de soberbia, suena a vituperio. La envié desde el Olimpo, lugar que habito. Por supuesto que no estoy en el Pent-house donde habitan los dioses, ni siquiera vivo en el fraccionamiento exclusivo donde están las residencias de Rosario, Gabo y Pacheco. ¡No! Yo habito en una casa sencilla de la periferia, pero vivo en ese lugar donde están los elegidos. Perdón. Te lo advertí. Dije que te iba a caer mal. Ni modos. Ya lo escribí.