miércoles, 1 de marzo de 2023

CARTA A MARIANA, CON MUDADAS

Querida Mariana: no sé si el término mudada lo emplean en toda la república o en toda Latinoamérica. En Comitán lo usamos, ya no tanto como en los años sesenta y antes, pero sí lo he escuchado. A mí me encanta esa palabra: mudada, porque conlleva en su sonido el concepto de muda, de cambio. Amigos de mi generación recuerdan que, siendo niños, cuando había feria, podía ser la de San Caralampio, pero, sobre todo, la de Santo Domingo, sus papás les compraban una mudada completa: camisa, pantalón, calcetines, zapatos, ropa interior y suéter o chamarra y estrenaban. Ah, los mirabas muy dandis caminando por el parque, como robotitos, porque no querían que ni siquiera el aire los tocara, menos que les aventaran confeti y mucho menos que les cayera un poco de miel de los encurtidos, andaban echando tiros, con la ropa oliendo a nuevo. Ah, qué sensación tan agradable, tan llena de diamantina prodigiosa. Eso cuentan mis amigos, no quiero imaginar lo que esto significaba para las niñas de mi generación, porque, se sabe, las muchachas son más fijadas en esa cuestión de la vestimenta, del outfit le llaman ahora. No sé si ahora los chavos de estos veinte del siglo XXI estrenan en día de feria; no sé si estrenan outfit; la verdad es que no sé si emplean la palabra mudada o reconocen su significado. Me encanta la palabra porque el acto se aplica a los chunches; es decir, es como si se aplicara esa famosa frase del contenido por el continente. A ver, explico, niña mía, según el diccionario, mudada es “acción y efecto de cambiarse de ropa”. Muy bien, perfecto. Se entiende, por ahí también está lo de mudanza. Si me cambio de casa hago uso de un camioncito de mudanza, que me ayuda a llevar mis chunches. Pero, en el pueblo, mudada no sólo es el cambio de ropa, también se aplica a la ropa en sí. A mis amigos les compraban una mudada completa para que hicieran la mudada: “Te compro ropa para que te cambies”. En término estricto los seres humanos nos cambiamos de ropa todos los días (bueno, con excepción de los clochards debajo de los puentes de París y los teporochos, en el barrio de San Sebastián, en el pueblo). Pero, por supuesto, no todos los días compramos mudada completa. Esto se hacía solo en días especiales, como, entiendo, hasta la fecha. Veo a muchas personas que entran a la tienda de San Marcos (lugar de excelencia) a comprar una mudada para celebrar el cumpleaños del primo, la boda de la sobrina, el bautizo del ahijado, la graduación de la novia. Adquieren un outfit y así los ves todos chentos, orgullosos, caminando como figurines, como si fueran portada de Vogue o del Hola. En América, muda no es solo la muchacha que no habla, también se aplica a la ropa, de ahí viene la palabra mudada, el cambio de ropa que, insisto, también se aplica al conjunto de ropa nueva. A mí, la verdad, nunca me compraron una mudada en tiempo de feria, porque en casa no era costumbre ir al parque y disfrutar todo lo que ahí ofrecían. Hasta la fecha (lo siento) no acostumbro ir a las ferias del pueblo. De lejitos miro la de San Caralampio y más de lejos la de Santo Domingo. No acostumbro ir a las instalaciones de la feria. Sabés que me cuesta trabajo estar en lugares donde hay multitudes, bueno, con decir que me gusta entrar a los templos cuando no hay celebración, para que esté solo. Entiendo, ya te lo dije el otro día, que me pierdo de mucho. Sé que la gente sale a la calle porque ahí se da la vida. La gente sale e inunda las calles para manifestarse y esa concentración hace que todo tenga sentido. Las personas se integran en una masa informe pero maravillosa y, juntos, salen a disfrutar que ganó la selección de fútbol de su país, o celebran el triunfo de un gobierno que es esperanza de cambio, o se vuelcan para festejar el final de una guerra o se unen para protestar contra alguna afrenta del gobierno que afecta los intereses del pueblo. La calle es manifestación de vida. Toda la gente va vestida, salvo cuando es una fotografía del genial Spencer Tunick, pero, la verdad, nunca he visto que estas personas que salen en forma espontánea estrenen mudada. ¡No! La gente que sale en estas ocasiones lo hace con su vestimenta de todos los días. ¿A quién se le ocurre estrenar una mudada cuando sabe que puede terminar todo manchado? Los niños de mi generación sí estrenaban mudada en día de feria. Posdata: mi papá me llevaba a San Cristóbal de Las Casas, su lugar de nacimiento. Íbamos a visitar a sus compadres Ramiro Ramos y Fernando Zepeda. Ah, me molestaba que él me vistiera de traje. Yo debía llevar una mudada especial. Esto me impedía jugar con los primos, porque ellos vestían casual y yo llevaba mudada de día de fiesta. Para que no se manchara mi traje evitaba acuclillarme para jugar canicas, hincarme para jugar dados. ¡Mudada! Qué palabra tan bonita. Hace referencia a que en la vida todo está en permanente mudanza. ¡Tzatz Comitán!