sábado, 11 de marzo de 2023

CARTA A MARIANA, CON UN RECUERDO DE MITAD DEL SIGLO XX

Querida Mariana: mirá qué belleza de fotografía. Es del archivo del Colegio Mariano N. Ruiz. No tiene fecha exacta ni otro dato, pero es de los años cincuenta en nuestro Comitán. Vos no eras ni proyecto de ser humano y yo, no sé, tal vez tampoco había nacido; sin embargo, este Comitán me dice mucho, porque es el Comitán afectuoso de mi niñez. ¿Sí reconocés la avenida? Es la que sube de San Sebastián a Santo Domingo; en este caso todo mundo baja, porque, sin duda, la comitiva se dirige al parque de San Sebastián, por alguna celebración especial, algo cívico o religioso. Un contingente de ciclistas encabeza este grupo, nutrido grupo, porque si te das cuenta, el gentío se descuelga generoso desde la subida y quién sabe hasta dónde termina. Es una manifestación maravillosa, un testimonio de vida. No es más que la síntesis de lo que nuestro pueblo fue: se ve que el sol se desparrama generoso, el cielo transparente, matizado con nubes gordas, galanas. A vuelo de pájaro podemos observar algunos detalles. El primero es que, como era tradición, los ciclistas adornaban las llantas y manubrios de sus vehículos con papel crepé. El primer compa lleva unas tiras que salen del manubrio y se sostienen en el arco metálico que cubre la llanta, además se observa una bandera (no es la verde, blanco y colorado, la bandera del soldado, por lo que, tal vez, la celebración no era cívica). Ahora bien, el compa que aparece en el segundo plano sí tiene forrados los rayos de la llanta y se observa una cinta tricolor (recordá que los colores de la bandera nacional no sólo aparecen en palacio nacional, sino también en el interior de templos donde está una imagen de la Virgen de Guadalupe, aunque Juárez ponga su cara de enojo. La historia de nuestro país es una hermosa confusión, un gran tachilgüil surrealista). Otro detalle es el color claro de la vestimenta de los paisanos (hombres en su mayoría, cuando menos en este contingente) y el uso de sombreros, cosa que ahora ya no es común y que en ese tiempo fue de lo más normal, por eso, me contaba mi primo Armando, las sombrererías hacían buen negocio y muchas de las personas que se dedicaron al ramo hicieron su paguita. Si la fotografía fuera tomada el día de hoy se advertiría un buen número de personas con gorras y viseras, con logotipos de empresas deportivas, sobre todo. La palomita de Nike es muy famosa y eso da prestigio. Los ciclistas se desplazan con lentitud sobre la calle empedrada. Muchos urbanistas nos han explicado que este empedrado permitía que el agua de lluvia no corriera en forma brutal como lo hace ahora sobre el pavimento; la tierra chupaba el agua y esto impedía que se dieran los estancamientos actuales y que en las partes de la ciudad haya inundaciones. Bueno, habrá que reconocer que los mayores fueron más sabios, menos presuntuosos y más colaborativos. Digo que más colaboradores porque se ve que en las fachadas de las casas hay adornos para unirse al festejo, que en la avenida donde transite la comitiva existan elementos de fiesta. Recordá que los adornos de palmas y festones eran las tradicionales manifestaciones de alegría, eran la señal de que en las casas o en los pueblos había gusto en el corazón y en el espíritu. Otro detalle a resaltar son los postes de madera que conducen los cables de energía eléctrica. Los postes de cemento estaban ausentes; asimismo se advierte que, a pesar de que en esta avenida había negocios, no existen letreros que sobresalgan, ni mucho menos anuncios de bandera. La armonía era uno de los distintivos de Comitán. Existe, en este siglo XXI, ciudades mexicanas que siguen conservando esta pureza de imágenes. Una vez fui a Zacatecas (ahora tan atacada por la violencia) y mis ojos se alegraron al ver que todos los anuncios de negocios estaban pintados sobre las fachadas con un tipo de letra y color especiales. No se necesita más que un poco de voluntad y un mucho de cariño al pueblo para evitar la contaminación visual. Ahora, nuestro pueblo (¡qué pena!) ya es un tachilgüil, todos nos subimos al tren del desconcierto. El pedazo de banqueta que se observa se nota que tenía una capa de laja pulcra, con remiendos de piedrita bola. Los compas que caminan por ahí calzan huaraches, así que no tienen problema para desplazarse. Ahora, las mujeres usan calzado con tacones y esto hace que su caminar sea peligroso, porque la laja es muy resbalosa y la falta de mantenimiento a las banquetas hace que sean un verdadero peligro. Los techos de las casas también presentaban una imagen pulcra, todas vestidas con un color café barro, tierra de Yalchivol; todas las tejas con la hermosa vocación de ver siempre hacia el cielo, de recibir la lluvia, el sol, los pájaros del aire. Ya vi la foto con atención, mi vista no alcanza, pero veo al inicio de la subida (bajada) a un señor con traje oscuro, que se hace notar por el color y por la vestimenta formal, parece que trae un banderín, y a la mitad de la subida (bajada) en un extremo se ve algo como un automóvil que trae en la parte superior una imagen religiosa. ¡Sí! Esta fotografía es testimonio de un maravilloso acto religioso, donde (así se aprecia) participaron cientos de personas. No me atrevo a aventar un nombre de la imagen, pero si pensamos que la romería viene de Santo Domingo algún indicio nos estará dando. Ya en esa parte del contingente se aprecian mujeres, también con vestimenta blanca. ¡Cuánta gente baja! Casi casi se escuchan los pasos y el murmullo. En el extremo izquierdo se aprecian dos balcones adornados y, como era costumbre, personas viendo la procesión. Esa era una grata costumbre. Las casas comitecas tenían balcones (aún existen algunas casas con esos balcones maravillosos). Los balcones de estas casas casi estaban a ras de piso, digo esto, porque hay algunas que estaban a un nivel superior. Si caminamos en el sentido que lo hacen estas personas y nos dirigimos con rumbo a San Sebastián, en la banqueta izquierda, a cien pasos, todavía hay una casa monumental de dos plantas que tiene balcones en la parte superior. ¡Ah, qué privilegio para los habitantes! Ven todo desde arriba. Bueno, los comitecos tenemos esta bendición, porque cuando estamos en una parte alta es como si nos paráramos en un balcón celestial para ver todo el valle. Mi amigo Marco Polo tiene su casa cerca de la Piedra de la Ametralladora y, todas las mañanas, sale a su patio, ve el árbol de tenocté que tiene y ve el valle donde se desperdiga el pueblo. Pucha, es casi casi dueño de todo Comitán, nos lo presta a los demás habitantes para que soñemos desde abajo, mientras él, desde su Olimpo, nos mira como hormiguitas. ¿Y éste era el sentido de la avenida? ¿De abajo para arriba? En los años sesenta recuerdo que el sentido es el que aún conserva la avenida, de abajo para arriba, de San Sebas para Santo Domingo. Los alumnos del Colegio Mariano N. Ruiz subíamos por esta pendiente y recuerdo que el sentido en que circulaban los autos era de San Sebas para el centro de la ciudad. Recuerdo que mi amigo Rafa tenía una minimoto, la primera que hubo en el pueblo, era como de juguete; a veces me invitaba a subir atrás. No me preguntés dónde agarraba valor para subir atrás de la mini, me abrazaba a la espalda de Rafa, trepaba mis pies en dos chunches que tenía la llanta en los costados, cerraba los ojos, pedía la bendición de Santo Domingo, San Sebastián y San Caralampio; pedía la protección de todos los santos, pedía que le echaran montón y ahí iba en la subida, como chapulín temeroso. Abría los ojos cuando sentía que ya habíamos superado el ascenso. “No seás miedoso”, me decía Rafa. Yo, como siempre nada decía, pero un ligero temblor en mi cuerpo delataba que sí, que era un miedoso. La fotografía consigna un festejo, la gente se dio cita y participó, porque la unión no sólo hace la fuerza, también mueve energía. En este caso, energía positiva, dadora de vida. Nos queda este testimonio como un recuerdo glorioso de un pasado que, como dicen los clásicos, no volverá. No obstante, algo de esta esencia sigue presente en nuestro pueblo, es cuestión de valorar las bondades de nuestra sociedad, para hacer el intento de recuperar la identidad, lo que nos ha hecho un pueblo único, maravilloso. Posdata: un río fluyó esa mañana, un río hermoso, sosegado. ¡Tzatz Comitán!