miércoles, 15 de marzo de 2023

EN COLOR SEPIA

A veces divido el mundo en dos. Ayer lo dividí en: mujeres que son como álbumes fotográficos, y mujeres que son árboles sin hojas, sin ramas y sin raíces. La mujer álbum fotográfico tiene todos los tonos habidos y por haber, va del blanco y negro, pasando por el sepia, hasta llegar al color infinito. Es una mujer llena de nostalgia, porque siempre, siempre, está ligada con el pasado, bien remoto o reciente; es una mujer que jamás guarda el presente en su espíritu, ni mucho menos aspira a tocar el futuro. Quien sí toca el presente es su amado, porque a la hora que la abre, como se abren las papayas en tierra caliente, él admira el pasado, pero lo hace desde el presente más fastuoso, porque quien tiene conciencia del presente es un hombre afortunado; por eso, la mujer álbum fotográfico, igual que cualquier libro, toma vida cuando el amado la toma y la abre y la huele y la besa con la mirada. Cada uno de sus amantes la ve de forma diferente. Ella es sublime, infinita, eterna, pero los amados van en todos los tonos habidos y por haber; hay amantes grises que no tienen la capacidad de pepenar los amaneceres que ella despliega en medio de sus tetas; hay amantes negros que pasan de noche, que sólo escuchan, temerosos, los aullidos de los lobos; hay amantes blancos que, deslumbrados, soberbios, no alcanzan a distinguir la belleza del tono sepia de su vientre; pero, hay amantes poliédricos que sí disfrutan la plenitud del arcoíris que ella lleva en su alma y muestra cada vez que un amado experto abre su piel como se abre el telón antes de la ópera. La mujer álbum fotográfico es una mujer espiritual, río de agua limpia, porque en cada una de sus páginas tiene la sonrisa de la abuela sentada en el patio lleno de flores; el abuelo recargado en un pilar de la casa, fumando puro; a la mamá (niña) saltando la cuerda en compañía de sus primas (tías de la mujer álbum fotográfico). Ella lleva en su interior lo que ya no existe, la vieja casa, el pozo donde sacaban agua, el loro que gritaba ¡cotz, cotz, cotz, para todos!; la nana que la cargó de niña; el rancho que vendieron, cuando la tía Roselia se puso mal y necesitó una operación delicada; el río, los árboles, las calles empedradas, el viejo detrás del mostrador, el abrazo del amigo secreto. La mujer álbum fotográfico es una mujer que está ligada a la historia del pueblo, a lo más íntimo del ser humano, porque en ella se concentra la vida, los instantes luminosos que forman el misterio y la esperanza de cada uno. En ella se concentra el origen y el futuro del universo, aunque sólo sea a través del pasado. Cada imagen guardada rescata el tiempo, lo transforma, lo regresa a su cajita original. Ella es una mujer que es el fogón del espíritu, en ella se concentra todo lo que es memorable, las alegrías y las tristezas. En cada foto hay un cachito del espíritu humano, reunidas todas las imágenes la hacen única, como único el sentimiento a la hora de dar la mano. En ella está el aroma del pan que la abuela guisaba, el atardecer donde el abuelo le pidió a su novia ser la compañera para toda la vida; ahí está la lluvia, el sol, el granizo que perjudicó las flores del jardín, las hormigas que destrozaron el arbolito, las aves que hicieron su nido. A veces divido el mundo en dos. Mañana lo dividiré en: mujeres que son como plumones sin tinta, y mujeres que en noche de luna suben a los tejados.