jueves, 16 de marzo de 2023

CARTA A MARIANA, CON RETAZOS DE VIDA

Querida Mariana: mirá esta foto, mirala bien. Al fondo el templo de San José y en primer plano la escultura que está en el parquecito, con el grupo de ejecutantes de instrumentos musicales. Hagamos de cuenta que no tenés bien registrada la escultura, te pregunto: ¿es hombre o mujer quien toca el violín? Sí, ya si lo ves bien pues decís que es hombre, pero en un vistazo a vuelo de pájaro, la indumentaria le cambió el sexo, porque la carita parecería la de una mujer, con los ojos semicerrados, inspirada en la ejecución del instrumento. Alguien, no sé quién, puso estas telas sobre la escultura y le cambió, por un instante, el sentido original de la obra de arte. ¿Para qué colocó esas telas ahí? Tampoco lo sé, pero tal vez las puso a orear, a que les diera el sol. Tampoco sé si colocó a propósito la tela superior para cubrir la cabeza del ejecutante, para que no le pegara de más el sol, para que la intimidad del trapo le permitiera seguir tocando sin preocuparse de los rayos. La colcha sobre el brazo ¿sirvió para que, como usan trapos los taxistas, no le diera de más el sol? Los otros chunches que están en la base de la escultura nos dan una cierta pista: el propietario de las telas usó la escultura como el tío Armando usa la bicicleta fija de la casa: para colgar ropa. Pucha, esto sorprenderá a más de uno y no faltará quién se rasgue las vestiduras diciendo que eso es un sacrilegio, ¡cómo se atreven a profanar el arte! ¡Ay, señor, lo que sucede es que son signos de los tiempos! Bueno, vos sabés que todo espacio público está sujeto a diversas miradas, a diversos actos. En los últimos tiempos medio mundo se queja de que algunos espacios públicos son manchados por las chicas que protestan contra los feminicidios. El otro medio mundo justifica las protestas. ¿Qué vale más, dicen, la vida humana o un amontonamiento de ladrillos o una argamasa de bronce? Acá, por fortuna, el acto fue casi caritativo, cubrir al violinista para que el sol no le afecte. Ahora casi casi veo cómo caen las gotas de sudor de los dos marimbistas; en cambio, el violinista goza de una capita sobre su cabeza y en el brazo que le da con todo al arco del violín. Peores cosas se han visto en el mundo (¡y se verán!). A mí me encantan los niños que se trepan a las esculturas en Comitán y juegan con ellas. No en todo mundo se dan estos lujos. A mí (no lo vayás a decir con tus amigos) me da gusto cuando miro una paloma posada sobre la cabeza de un busto de esos personajes relevantes y, sin mucha publicidad, levanta la colita y suelta una cagada blanca. Ah, eso también es signo de los tiempos, que conlleva un sinnúmero de simbolismos. Acá la persona tuvo necesidad de orear sus colchas y no dudó, cubrió la cabeza y el brazo del violinista. ¿Mirás el simbolismo? Fue un acto instantáneo, pero lleno de magia. ¿Recordás que en la maravillosa película “Los caifanes”, uno de los integrantes del grupo desmadroso se trepa en la fuente de la Diana Cazadora y le cubre las chichis con un brasier y, así como está nuestro violinista, le pone un trapo en la cabeza? La imagen del cine es inolvidable, es una escena genial. De igual forma, la lectura permite una serie de asociaciones simbólicas. Lo del cine está pensado, lo que hizo la persona en la escultura comiteca fue fruto del azar, pero fue un instante maravilloso, porque la historia del mundo se da a través de coincidencias, a veces afortunadas, a veces desastrosas. Hace muchos años en este espacio no existía el parque público, esta esquina era parte de una residencia particular; luego construyeron el parquecito y todo mundo pudo caminar libremente por ahí; tiempo después, nuestro escultor Luis Aguilar modificó el espacio colocando esta escultura en bronce; luego llegó una paloma y cagó la cabeza de la pianista; ahora, alguien le colgó telas al violinista. Los espacios públicos permiten el diálogo, la intervención. Posdata: la historia demuestra cómo el mundo se mueve, lo que en un tiempo fue intocable, se convierte en algo más cercano. Hay una apropiación real. ¡Tzatz Comitán!