martes, 28 de marzo de 2023

CARTA A MARIANA, CON NIÑERÍAS

Querida Mariana: los artistas seguimos siendo niños. No es posible crear si la persona tiene el traje de los adultos. No me refiero a la vestimenta real, me refiero al traje del espíritu. Tengo amigos que son exitosos en empresas comerciales. Todo el día están pendientes de que nada falte en la atención del público, son expertos en relaciones con los otros, si fueran diplomáticos sin duda serían también exitosos. Nunca falta la sonrisa en sus rostros, la mano extendida, nadie de ellos tiene el semblante que sí tienen los que crean, porque los artistas también sonríen, pero, por cosas que no sé explicar, esa sonrisa se esconde, nunca está en el rostro, porque éste asume un semblante como el que tiene la famosa escultura de Rodin: El pensador, porque eso es lo que hacen casi casi las veinticuatro horas del día: pensar, pensar. Lo mismo hacen los empresarios comerciales: pensar, pensar, pero éstos piensan en cosas materiales, en cómo tener más sucursales; en cambio, el artista, a pesar de que, como cualquier ser humano, necesita el dinero para sobrevivir, en ocasiones, lo he visto, hasta se olvida de comer. Los empresarios nunca se olvidan de comer, porque la comida es también maravillosa oportunidad para seguir haciendo relaciones. Muchos de los negocios importantes se realizan en restaurantes y bares. La convivencia que permite compartir el vino y la sal hace que las extensiones de negocios se extiendan favorablemente para todos. Lo mismo sucede con los amigos que son políticos. Las reuniones, por lo regular, se dan entre pares, un poco como decía Chico Che: los niños con los niños, las niñas con las niñas, los políticos con los empresarios, los empresarios con los empresarios, los políticos con los políticos, los directores de medios de comunicación con políticos, los políticos con periodistas connotados y demás vainas celestiales. ¿Qué sucede con los artistas? Igual, los unos con los unos y los otros con los otros. Los artistas son dados a reunirse en bares, pero como todos están en las mismas condiciones de sobrevivencia del día al día, no hacen negocios. ¿Qué puede negociar alguien que no tiene más que un pan duro con otro que posee lo mismo? Lo que hacen es pintar un cuadro hiperrealista donde aparece el pan duro, o hacen un performance con las migas de ese pan, con las migas que quedaron después que entretuvieron sus estómagos o, quienes son creadores literarios, hacen una oda al pan duro o un cuento donde cuentan las penurias de los que sólo tienen un pan. Todo mundo es igual que todo el mundo, pero los objetivos son distintos. Los artistas, bendito Dios, nacieron con el divino y maldito don de la creación; divino, porque sin arte el mundo sería como un basurero de zombis. El arte dignifica el espíritu del genio humano, pero, como siempre se da en mundos reales, la realidad del artista es de permanente incertidumbre, en cuanto al resultado de su obra. El amigo empresario que vende bultos de cemento sólo debe preocuparse porque su bodega no se inunde, para que el cemento no se solidifique antes de tiempo, pero sabe que los compradores llegarán, pedirán, pagarán y se irán satisfechos. El artista que debe vender un cuadro entra a una dinámica difícil, primero porque no sabe cuál será la reacción del espectador y segundo porque su mente no está entrenada para ser vendedor. Su espíritu está hecho de una luz diferente. ¿Cuándo has visto a niños haciendo negocios? Hay algunos, claro, son los que desde el inicio ya muestran lo que serán de grandes, pero, la mayoría de niños se dedica a jugar, a jugar con tierra, con agua, con piedritas. El juego es su principal motivación, una pelota los hace felices, basta un simple papalote para llenar de gozo su espíritu. Soy un niño. De inmediato reconozco a los viejos que son iguales que yo. Sonríen por dentro, mientras sus miradas están pendientes de hojitas secas, de flores, de mariposas, de cuevitas. Posdata: a los creadores mayores nos cuesta adaptarnos al mundo real, porque éste exige que los viejos jueguen el juego de los adultos serios, los que visten trajes y siempre, siempre, tienen los zapatos bien boleados, casi espejos reflejantes. ¡Tzatz Comitán!