miércoles, 23 de abril de 2025

CARTA A MARIANA, CON EL LIBRO

Querida Mariana: el 23 de abril es Día Internacional del Libro. ¿Puede definirse al libro? ¿Vale la pena? Irene Vallejo nos presentó la historia del libro en un libro sensacional: “El infinito en un junco”. Es maravilloso advertir que la historia del libro se presenta en un libro. Asimismo, la historia de lenguaje puede narrarse a través de una historia contada en voz alta. La palabra es un caracol cuya casa está hecha de palabras. A mí, lector de libros desde siempre, me cuesta trabajo definir a este chunche cultural. ¿Qué es un libro? ¿Cómo definir al universo sin caer en imprecisiones? La misma dificultad existe al querer definir al libro. El libro está ligado, desde su descubrimiento, a la historia del hombre. Tal vez hay dos momentos sublimes en la historia de la humanidad y el parteaguas es el nacimiento del libro. A partir del día que el hombre tuvo un libro en la mano la historia se modificó. Ahora es difícil definir al libro, porque la humanidad también ha dado un salto impresionante con el advenimiento del libro electrónico. Durante muchos años anduve con un libro bajo el brazo, a veces, atrevido, me colocaba el libro en la espalda, lo sostenía con el cinturón. Así tenía libres los brazos y las manos. Nunca salía de casa sin un libro. He visto a mucha gente que cierra la puerta de su casa y, de inmediato, se persigna y echa a andar más tranquilo. Mi amuleto era el libro. Si llevaba el libro conmigo me sentía a gusto en la calle, si me detenía en una esquina para esperar a un amigo, me recargaba en una pared y abría mi libro, estaba pendiente de los dos tiempos y de los dos espacios que me acompañaban: uno era el tiempo actual y el otro el de la historia que contaba la novela; uno era el espacio presente y otro donde estaba mi mente en la historia contada. Siempre me ha seducido esa posibilidad de estar en dos lugares diferentes, en tiempos diversos, desde mi presente. Antes, por supuesto, todo mundo identificaba al lector, porque el viejo de lentes tenía un libro en las manos sentado ante la mesa del café al aire libre; porque la chica en bicicleta llevaba un libro en la parrilla; porque el niño lo metía en su mochila; porque el chico tenía un libro mientras comía un sándwich sentado en una banca del parque; porque el sacerdote leía un versículo desde el púlpito o el poeta, como tortuga sacando la cabeza detrás de una mesa de honor, leía su trabajo reciente. Nadie podía equivocarse. La fórmula matemática casi era exacta: libro en manos igual a lector maravillado. Hoy ya no es tan sencillo. Si hablo de mí digo que no siempre me verás con un libro en la mano, ya no. Sigo sin salir de casa sin libro, pero ahora, en muchas ocasiones, el libro va en el teléfono celular, porque ya descargué la aplicación del Kindle y ahí, en ese pequeño chunche, tengo ya muchos libros. Ayer mismo, un amigo me envió una copia en pdf del libro “Alguien habló de nosotros”, de la ya citada Irene Vallejo. Así que ahora, más que nunca, llevo libros conmigo. Ya no sólo es uno bajo el brazo, sino muchos en ese pequeño chunche llamado celular. Mi caso es el de millones de lectores en todo el mundo. Las bibliotecas personales también han modificado su ritmo, antes entrabas a una casa y sabías si ahí vivía un lector o no, en el primer caso veías libreros con muchos libros; en el segundo caso los libros estaban ausentes. Ahora no podés apostar con certeza, puede ser que llegués a casa de una amiga y no mirés un solo libro, ni en estantes ni en las mesas de centro, pero ella, en la plática, a la hora de servirte una copa de vino, puede mencionar el libro que acaba de terminar y buscará su lector electrónico y desplegará ante vos cientos de títulos que ha leído y otros que están en lista de espera. En las mesas de noche, de la recámara, antes había un buen rimero de libros al lado de la lámpara, ahora es probable que sólo esté un Kindle. Los tiempos han cambiado los hábitos. Antes sabías que alguien era monje porque llevaba el hábito, ahora los lectores no siempre llevan libros impresos. En los aeropuertos veías a alguien con un libro en la mano y no dudabas: ¡es un lector! Hoy, ves a cientos de personas con el celular en la mano y, a distancia, no sabés si están viendo Tik Tok o están leyendo algún libro. Hace pocos días compré en Amazon el libro de cuentos “Jardín de noche”, de Fabio Morábito y lo tengo en mi celular, ahora lo llevo a todas partes y cuando digo a todas partes es ¡a todas partes!, porque (el mundo no me dejará mentir) hoy todo mundo no suelta el celular. Hay casos peligrosísimos de personas que no se conforman con llevar el celular en la bolsa cuando conducen, ¡no!, lo llevan en una mano y mientras conducen van viendo la pantalla de su celular. Qué absurdo. Pienso que estas personas inconscientes no van leyendo libros. Posdata: el 23 de abril, el mundo celebra el Día Internacional del Libro, el impreso y el libro electrónico. El festejo es fastuoso. El libro es un chunche que ilumina la vida de millones de personas, ¡cómo no celebrarlo con harta marimba y con harto confeti! ¡Tzatz Comitán!