lunes, 21 de abril de 2025
CARTA A MARIANA, CON UN OSO
Querida Mariana: en el libro de texto gratuito venía la lección:
“Ese oso.
Se asea así.
Sí se asea.
Así es su oso”.
Eran los lejanos años sesenta. Miles de personas dicen que en la Ciudad de México había un gitano que llevaba un oso por las calles, el hombre (dicen que de origen ruso) tocaba el pandero y el oso bailaba.
Los niños de la Ciudad de México de entonces leían la lección en el libro de texto y luego veían un oso de verdad en la calle, un oso negro, parado en dos patas (más alto que su dueño), haciendo gracias para que los espectadores dejaran unas monedas para la comida de él y del gitano que, cuentan, tenía un sombrero de ala ancha y en una mano sostenía la cadena que, en su extremo, estaba agarrada de la nariz del animal.
Dicen, andá a saber si es cierto, que el oso y el gitano apestaban, parecía que el oso no había leído con atención el libro de texto gratuito, porque el de la lección decía que era un oso aseado. Claro, el libro nos dejaba misterios, porque decía: “se asea así”, pero ya no explicaba cómo se aseaba.
Sí, lo sé, niña mía, la lección era para que aprendiéramos palabras con la letra ese (digo yo), no para que tuviéramos una historia osezna. Para historias estaba la de Ricitos de Oro y los tres ositos, que contaba que un día una chica, Ricitos de Oro, se metió a casa de papá oso, mamá osa e hijo oso. La niña es una irrespetuosa, porque se mete sin permiso, se sienta en los asientos de ellos y, lo peor, se come la avena de los tres osos.
Y hablo de historias de osos, porque no sé si mi recuerdo está sostenido en una barra de equilibrista o en el globo ascendente, porque, lo juro, recuerdo que en algún momento de mi infancia estuve parado frente a ese ruso con su oso de verdad. ¿Quién puede ayudarme a decir si no es un recuerdo falso como tantos que tengo? Tal vez, vi al oso y al gitano en algún viaje a la Ciudad de México, aunque el otro día, la maestra María Elena me contó que un grupo de gitanos llegaba a Comitán y su carpa la instalaban frente a donde ahora está Ferrecentro. Ahí, el grupo de mujeres, con faldas largas y arracadas, se dedicaban a leer la suerte en las palmas de las manos de los incautos comitecos que querían saber cómo les pintaría el porvenir.
No, sin duda que este recuerdo viene del cine; tal vez una tarde, en el Cine Comitán, comiendo una orden de tacos dorados (que eran exquisitos), en la pantalla apareció una plaza llena de gente, arremolinada para ver al hombre con el pandero y el oso bailando, una enorme bestia parada en dos patas moviéndose al compás del ritmo.
El libro de texto de primaria traía un sencillo dibujo de un cachorro de oso, simpático, sonriente, como si el oso que nos querían presentar fuese una simple caricatura. ¿Con qué criterio los editores determinaron que el “oso aseado” de nuestra primaria debía ser un dibujo y no, por ejemplo, una fotografía de un oso? No sé, ahora pienso que la mayoría de imágenes de los libros donde aprendimos a leer eran dibujos. Ahora recuerdo la ilustración de una feria pueblerina, llena de colores bonitos, es una imagen de gran belleza, pero, digamos, alejada de la realidad, porque cuando bajaba a la feria de San Caralampio recuerdo que veía a más de dos indígenas borrachos y el olor de los orines era intenso, tanto que mi mamá tomaba su pañoleta y se la llevaba a la nariz para evitar esa bofetada.
El oso de nuestro libro de primaria se aseaba, así lo decía la lección; en cambio, el oso que dicen se paseaba por las calles de la Ciudad de México en los años sesenta y setenta apestaba a oso. ¿En qué país hay osos negros? ¿Hay osos en México? Mi papá bebía vodka oso negro, la botella traía un llavero con una figurita osezna, era un gancho comercial.
Posdata: tal vez vi un oso de verdad en uno de los circos que vinieron a Comitán. Ya te conté que como mi papá era distribuidor de la Coca Cola se encargaba de surtir del producto a los cirqueros, y estos nos daban cortesías, así que nos sentábamos en la primera fila y disfrutábamos lo que ocurría en la pista. En ese tiempo los circos traían animales amaestrados, perritos, tigres, leones, caballos y elefantes. Tal vez algún circo trajo un oso y ahí lo conocí; tal vez fui al lugar donde estaban las jaulas; donde les daban de comer; donde dormían; donde cagaban. Ahí todo apestaba a caca.
Qué bonito recuerdo el de mi libro, el oso era aseado. Parece que era como una excepción, porque los demás osos del mundo apestaban ¡a oso!
¡Tzatz Comitán!