viernes, 18 de abril de 2025

CARTA A MARIANA, MUY CERCA DE VENECIA, ITALIA

Querida Mariana: esta foto es de privilegio, pero merece un breve comentario. Acá estoy con Jonathan Prado y Roberto Domínguez; Jonathan, el violinista de La Triste Figura; y Roberto, el maravilloso saxofonista. Estamos en el vestíbulo de San Marcos, en Comitán, mero enfrente del parque central. La fotografía la tomó Paty Espinosa, minutos antes que los artistas dieran dos pasitos al frente para interpretar maravillosas canciones, en las Veladas Musicales, que ofrecieron a los peatones de Comitán los propietarios de la prestigiada tienda de ropa San Marcos. Durante doce semanas hubo la maravilla del sonido en ese corredor, que fue un sorprendente túnel al aire libre. Los dos artistas salieron hacia el mejor escenario del mundo: la explanada San Marcos, un ágora, no griega, sino comiteca, espacio natural que permitió la maravilla del espectáculo, porque los peatones, al ver y escuchar la actuación de los artistas, se detenían y se sentaban en las gradas que, por lo regular, utilizan para subir al parque o bajar de él. Acudí a las tres últimas veladas, disfruté un ratito de las hojas musicales. Me encantó ver cómo el arte cambia, para bien, la esencia de los espacios, donde, todos los días, la gente coloca los pies, colocó las nachas, para sentarse y escuchar un concierto, como si estuviera en el más sublime de los teatros. Los dos pasos de los artistas fueron una señal prodigiosa. Ellos salieron del dintel de la tienda y comenzaron a tocar en lo que a mí me pareció era como la gran Plaza de San Marcos, en Venecia, porque igual que allá, palomas volaban para comer granos de arroz que les aventaba una niña, mientras el sonido del violín y el sonido del sax eran como maná para alimentar el espíritu de los peatones. Esos dos pasos fueron el inicio del esplendor. Un día, en las grutas de Altamira, los artistas dieron dos pasos hacia adelante para pintar imágenes sorprendentes que hoy se nos antojan el inicio del arte; una mañana, Bach dio dos pasos hacia el piano para componer el concierto número uno; asimismo, una tarde, el grupo de rock, Los Beatles, dio dos pasos y subieron al escenario de la “caverna”, en Liverpool. Con esto quiero decir que cualquier lugar es ¡el lugar para hacer arte! Durante tres tardes fui testigo de cómo las líneas luminosas son teas que disipan la oscuridad del alma. Los dos artistas, gracias a la invitación de mi amigo, el licenciado Héctor Flores, hicieron del tiempo una hamaca donde reposó el espíritu de los escuchas. Las personas caminaban por el parque y vieron y escucharon que dos nobles ventanas se abrían para disfrutar un aire que era un canto, una oración para la vida. Todo mundo reconoce en Comitán el impulso que mi amigo Héctor da al arte. Una vez me contó que había soñado con un magno concierto en el parque central del pueblo; y más tardé en escucharlo que una tarde acudir a disfrutar la lluvia de sonidos que desperdigó, en forma generosa, la orquesta sinfónica de Chiapas. Decenas de músicos, trepados como tiucas, sobre un escenario, ofrecieron una selecta programación de música culta. Héctor es una montaña que baja al pueblo, que con su soplo hace más intenso el aire benigno de esta tierra. Cualquiera pediría que hubiese más empresarios así, que al recoger la siembra, inviten a la comunidad a sentarse para el disfrute de los más selectos frutos. Posdata: incentivar el arte es una de las acciones más vegetales que produce esta empresa, ofrece un excelente servicio a su clientela, con productos de calidad, pero su cometido no se queda ahí, va más allá, como si sus propietarios fueran excelsos alpinistas, siempre nos invitan a subir el bosque del arte para respirar hondo, para sentirnos como en un lugar de primer mundo. ¡Tzatz Comitán!