martes, 16 de mayo de 2017

CARTA DESDE PARÍS




Hubo un tiempo que soñé con viajar. Deseaba ir a Florencia, tierra del renacimiento. Tal vez me llamaba la sangre, porque mis ancestros paternos vivieron en Italia, la Italia de la Loren y de Fellini. Pero un día, no sé porqué, modifiqué mi deseo y soñé con viajar a París, el París que me había dibujado Hemingway, el París que Cortázar me había contado. Italia desapareció con sus pastas y me emocionó París con sus baguetes.
¡Todo era un puro sueño! No he pasado de Chacaljocom. Supe que debía viajar desde casa. Leí a Balzac en intento de pepenar París; entré al Internet para hacer viajes virtuales en las salas del Museo de Louvre; compré una guía de París y casi casi me aprendí de memoria los recorridos del metro y cómo llegar a los jardines de Versalles.
El otro día, en Comitán, caminé por la bajada de la biblioteca pública regional Rosario Castellanos y al llegar a la esquina me topé con la torre Eiffel. Sí, ahí, en el arroyo vehicular, al lado de la banqueta, había un anuncio que tenía la torre, un poco más grande que una persona. Pensé: “Pucha, está muy pishcul”. Pero era la torre. Acá en Comitán la únicas torres que tenemos es la ferretería del ingeniero Tovar: “La torre”, que está en el bulevar y la Arminda que parece de Villaflores, porque cuando le preguntan su nombre dice: Arminda Torre, se come la ese final de su apellido.
Crucé la calle y hallé que el lugar de la torre es un restaurante, pequeño, casi íntimo, con una barra de servicio y dos mesas para cuatro comensales cada una. El restaurante se especializa en crepas. ¿Cuál es el nombre del restaurante? ¡Notre Dame! Comencé a sentirme en París. Las crepas son originarias de Francia y ahora se pasean en todas las mesas del mundo. ¿Por qué no deberían estar en Comitán, en esa aparente olvidada esquina que está en los límites de la zona centro y se acerca al maravilloso barrio de La Pila? Digo aparente, porque ahora nadie puede ignorarla. ¿Quién puede ignorar una imagen de la torre Eiffel en una calle de Comitán?
A mi Paty le gustan las crepas. Le dije que había un restaurante que se llama Notre Dame y una tarde invitamos a una amiga y fuimos.
¿París en Comitán? ¡Sí! Paty dice que las crepas están ricas. A mí me sirvieron una riquísima agua preparada con pulpa de guanábana, pulpa seleccionada.
¿París en Comitán? Así como he tenido capacidad para imaginar París a través de los relatos de Cortázar y de Balzac, logré imaginar que estaba a la orilla del río Sena (juntito a la catedral de Notre Dame) y miré cómo los comitecos gastaban su tiempo en esa tarde. Hay pocos restaurantes en Comitán que permitan tanta cercanía. En los restaurantes que están alrededor del parque, las personas llegan, se sientan en las mesas al aire libre y disfrutan viendo lo que ahí acontece. Su visión es panorámica: ven casi todo, pero de igual manera ellos están expuesto a la vista de todos. En este restaurante de crepas, todo es muy íntimo: pocas personas de afuera ven hacia adentro. Yo, que estaba adentro, pude ver todo lo que acontecía en esa esquina. Mientras ellas comían sus crepas yo tenía a Comitán en las palmas de mis ojos. Era como si en lugar de ver los bateaux mouches navegar el Sena mirara a los comitecos “nadar” frente a mí. Digo “nadar”, porque todos los caminantes lo hacían envueltos en una burbuja de aire, de aire proveniente de la Ciénega. Ese aire maravilloso levantaba tantito las faldas de las estudiantes del CBTis 108 que caminaban con rumbo a La Pila y eso levantaba mi ánimo. Mientras estuve ahí casi nadie me vio, pero yo vi al señor que llevaba una caja de cartón en una mano y en la otra una bolsa con tostadas; miré a la señora que llevaba a su hijo en una carreola; al señor que se detuvo en la esquina contraria, subió el pie a la pared, sacó una cajetilla de cigarros y prendió uno. Este hombre hizo lo mismo que hacía yo: ver, ver cómo la tarde mínima comiteca se consumía. Pero él lo hacía desde Comitán y yo, yo, lo hacía desde Notre Dame, desde París.
Cuando pedí la cuenta y pagué, dije Gracias. Así lo oyó la mesera, pero yo, en lo íntimo, dije: Mercy. Porque estaba en París en Comitán.