miércoles, 31 de agosto de 2022

CARTA A MARIANA, EN UN CANAL

Querida Mariana: ¿qué pensaste cuando dije canal? ¿Qué pensás cuando menciono trajinera? Tal vez si unís ambas palabras pensás en Xochimilco, los canales de Xochimilco con las trajineras, sitio obligado para los turistas que llegan a la Ciudad de México. Si digo sólo canal bien podés pensar en un canal de televisión. Y acá podemos ver que vos tenés otra concepción del canal televisivo, porque ahora hay servicios que brindan cientos de canales de televisión. El dedo se cansa cuando alguien zapea en el control remoto. ¿Qué sucedía en los años setenta en Comitán? Ah, querida niña, cuando la televisión llegó a Comitán sólo había un canal: el de TRM (Televisión Rural Mexicana). No había más. Comitán no era rural, pero acá nos llegaba esa señal. Quienes estaban acostumbrados a las televisoras comerciales, el canal 5, por ejemplo, odiaban la programación de la TRM. Poco a poco, por solicitud de los televidentes, TRM, además de los partidos de baseball, programaron algunos partidos de fútbol soccer y eso tranquilizó a la audiencia. Como TRM era un canal de gobierno no existían anuncios. Recuerdo una señora que había vivido en la Ciudad de México, ella decía: “allá, hasta los anuncios son bonitos”. Ella quería cantar los anuncios de la Coca Cola y demás. Un periodista chiapaneco llegó a decir que la señal que enviaba el gobierno era un canal de desagüe, porque la programación era selectiva, con tono aburrido, porque el cine no era comercial y los conciertos de música clásica no eran del agrado de las mayorías. Pero mencioné la palabra trajinera y dije que vos pensaste de inmediato en esas simpáticas canoas que usan en los canales de Xochimilco. Los paisanos que viajan a la Ciudad de México en plan vacacional nos envían las fotos de recuerdo, trepados en las trajineras, con sus mesas llenas de antojitos, cervezas y, al fondo, el clásico mariachi que acompaña el viaje. ¿Qué pasa con los axolotls, esos animalitos que ahí tuvieron su casa original? Esos animales son una maravilla de la naturaleza. ¿Has oído que tienen una fantástica capacidad de regenerar algunos de sus miembros cercenados? Estas trajineras son las góndolas mexicanas. Xochimilco es la Venecia mexicana. Claro, con sus propias características. En Venecia no es extraño hallar a un gondolieri interpretar algo de Vivaldi, en Xochimilco el mariachi se avienta unas de Juan Gabriel; allá beben vino, acá tequila; allá pasan debajo del puente de los suspiros, acá frente a las chinampas con sus sembradíos. Tal vez te sorprenda escuchar que tuve una sobrina trajinera. Sí, como lo estás oyendo. En Comitán hubo una trajinera. Y es que así le decía el tío Anselmo a su hija María. Nosotros, niños, escuchamos a cada rato que el tío llamaba a su hija con el grito de: Trajinera, y vimos a María dejar de hacer lo que hacía para correr al llamado de su papá. ¿Trajinera? Sí, quién sabe en qué momento se le ocurrió apodar así a su hija, quien, ya mayor, lo tomó a chiste y el día de su cumpleaños se colocaba una corona en su cabeza, como una réplica del arco que llevan las trajineras de Xochimilco. María, con pétalos formaba el nombre de María y bromeaba: “Soy una trajinera con el nombre de María o viceversa” y se botaba de la risa. ¿Cuándo preguntábamos por qué su papá la llamaba así? María subía los hombros: “no sé, imagino que porque siempre fui muy trajinosa”; es decir, que andaba de un lugar a otro, entrajinada, en el trajín. Posdata: tal vez fue por eso. A mí me encantaba oír el llamado del tío: “Trajinera” y María, de inmediato, dejaba de secar los platos, se secaba las manos en el mandil y corría al lugar donde estaba su papá. Yo la imaginaba trajinera de Xochimilco en Comitán, la miraba deslizarse por el canal, con el aro lleno de flores. Nunca más se dio otra trajinera en el pueblo. Cuando el tío se fue a Veracruz con toda su familia, me dio mucha tristeza. Vi a la trajinera treparse a la camioneta cerrada, sacar la mano y decirnos adiós. La vi bogar en un canal que muy pronto se secó y que, desde entonces, no permite que las trajineras del mundo naveguen en él. ¡Tzatz Comitán!

martes, 30 de agosto de 2022

CARTA A MARIANA, CON MANDARINAS Y OTROS FRUTOS

Querida Mariana: tal vez has oído lo siguiente: “Le partió su mandarina en gajos”. La frase la he escuchado más de dos veces. ¿A qué se refiere? A que dos muchachos tuvieron un altercado y uno de ellos salió vencedor y el otro vencido. El vencedor fue quien le partió al otro su mandarina en gajos. ¡Qué frase tan simpática! Pero, si vamos un poco más allá vemos que es casi irrespetuosa. Nada es gratuito en las diversas vueltas que da el lenguaje en nuestro país. Si esto lo escuchara un extranjero inocente no hallaría mayor torcedura. La mandarina tiene gajos, reflexionaría el norteamericano, y se parte para comerla. ¡Oh, qué generoso, diría, compartió el fruto con el otro amigo! ¿Cómo explicarle a este visitante que el otro le dio una verdadera madrina? Oh, madrina, oh, qué bonito, diría el otro. Pucha, qué complicado el lenguaje. Sin embargo, nosotros entendemos perfectamente cuando el abusivo le parte su mandarina en gajos al otro y le da una soberana madrina. ¿Y si tratamos de cortar en gajos la frase? Si lo intentamos vemos que la mandarina no es el fruto delicado que nos encanta comer, sobre todo cuando caen de la panza de la piñata decembrina. No. ¿A qué suena la palabra mandarina? Los que saben de torceduras lingüísticas dicen que se convierte en sinónimo de mamá. Ah, ya, el vencedor le partió la madre al otro, se la partió en gajos. ¡Pucha! ¿Y lo de madrina? Ah, pues, la palabra se convierte en automático en sinónimo de madriza, y madriza también tiene relación con la palabra madre. Ya nos lo dijo Octavio Paz, la madre es lo más sagrado que tenemos los mexicanos, por eso, cuando aparece un insulto es lo primero que aparece en la boca del agresor. Pero es tanto el ingenio del mexicano que la mandarina se convierte en sinónimo de madre. Así que cuando escuchamos que alguien le partió su mandarina en gajos a otro, significa que le dio en toda la madre. ¡Qué bobo! Qué bobo, porque la madre del golpeado no está en él. Acá hay un elemento para análisis de sociólogos y sicólogos. El agresor traslada, en forma inconsciente, la figura de la madre en el cuerpo del agredido. Al final, parecería que se golpea a la madre de la víctima. ¡Extraño! Y un sicólogo diría que el agresor, en última instancia, proyecta sus complejos. No es la madre del agredido a la que parte en gajos, es a ¡su propia madre! Y quien repite dicha frase sólo expande sus propios traumas; es decir, la sociedad en su totalidad. Dios de mi vida. México es un país al que a diario le partimos la mandarina en gajos, le damos en la madre a nuestra propia madre colectiva. Ah, qué imagen tan poco alentadora. Siempre te he contado que a mí me encanta comer mandarina (¿será que me encanta comer a mi propia madre? Qué bobo). Me encanta porque es un fruto delicioso que está hecho para no tener complicaciones a la hora de comerlo. Su cáscara es apenas una cubierta que se retira con facilidad y luego, como dice el agresor, el fruto viene ya dispuesto en gajos, para que podás comerlo con igual facilidad. Nada de chucherías, nada de andar atascándose, todo bien dosificado, primero un gajo, luego otro y así hasta terminar. Es un fruto genial. Es una lástima que en un pleito este fruto se convierte en sinónimo de agresión. Lo ideal sería regresarle al lenguaje su capacidad luminosa. Lo ideal sería que nadie llegara a los golpes, pero, ay, Señor, somos broncudos por naturaleza estúpida. Pero sería maravilloso regresarle dignidad al lenguaje y que cuando dos tipos se golpearan, la mandarina no estuviera presente; es decir, que la madre estuviera ausente y que el golpeado no tuviera relación con fruto alguno. Porque a veces, alguien dice: le puso una madrina galán, le metió un patín en los limones, cuando se agachó el otro terminó de rematarlo con dos piñazos en la mera lima. Posdata: en todo caso, si insisten en pervertir el lenguaje, que las frutas sirvan para actos sublimes, que la papayita sea algo como una bendición y que el platanito sirva para celebrar la vida.

lunes, 29 de agosto de 2022

CARTA A MARIANA, CON UN CLÁSICO

Querida Mariana: hablo de un clásico; por supuesto, me refiero al pupitre o mesabanco. Un día estos pupitres fueron sustituidos por sillas de paleta, ergonómicas. Un día de agosto de 2022 fui a la primaria de nuestro Colegio Mariano y hallé varios de estos pupitres, que fueron los asientos de quienes estudiamos la secundaria al principio de los años setenta. Ah, nunca imaginé que me emocionaría tanto al ver un objeto antiquísimo y que aún cumple con su maravillosa función. Ahora que existen dinámicas grupales estos pupitres son estorbosos. ¿Cómo andar moviendo de acá para allá estos armatostes? No, estos pupitres fueron diseñados para estar en un lugar fijo, tan fijo que cada uno tenía su lugar. No sé qué dirían los expertos hoy, pero nosotros, los alumnos de aquellos tiempos, disfrutamos estos asientos rotundos, abuelos soberbios de las sillas actuales. Podría, querida mía, dar una serie de ventajas de estos pupitres, sin establecer comparaciones con las sillas de paleta actuales. Sólo diré que es visible la generosa “paleta” que nosotros tuvimos. ¿Ya miraste que al frente había una franja para colocar las plumas, los lápices, las gomas de borrar y la regla de treinta centímetros? Los bordes evitaban que los útiles se cayeran. Era una genialidad. No sólo reglas y lápices colocamos ahí, también pequeñas bolitas de plastilina gris (que usábamos para la clase de modelado) y usábamos para los más grandes partidos de fútbol que jamás se dieron en cancha alguna. Mientras el padre Carlos (Dios bendiga siempre su memoria) desde el estrado nos narraba las peripecias del Cid Campeador, los varones, sentados a mitad del salón, detrás de las filas de las niñas, pintábamos con lápiz dos rayitas a la mitad del borde de la franja, para hacer la portería, donde los jugadores de Brasil y de México se disputaban la final del Mundial de Fútbol Soccer a través de una serie de penaltis. Mientras en el robledo de Corpes llegan los infantes de Carrión para ofender a las hijas del Cid, Chava Reyes, seleccionado de México, lanzará el quinto penal. El dedo medio de la mano derecha del alumno de secundaria se dobla tantito y se coloca frente a la pelotita de plastilina. La muchedumbre grita: Chava, Chava, y luego México, México, hasta que la razón obliga a hacer un silencio expectante. Mientras los infantes deciden cómo atacarán a doña Elvira y a doña Sol, Chava da cinco pasos hacia atrás y cuando el árbitro pita Chava sabe que no debe fallar, que quien falló el penal fue el brasileño, así que la gloria está en sus pies. Toma impulso y doña Sol y doña Elvira piden clemencia, prefieren que los atacantes les corten la cabeza antes de caer en la deshonra. Chava hace contacto con el balón y lo patea con fuerza y maestría, el portero de Brasil se avienta y los infantes golpean a las hijas del Cid, doña Sol y doña Elvira han quedado tiradas, el portero se tira en el aire, se extiende hacia la derecha. La pelotita choca en la barra, el dedo del alumno no tuvo la pericia suficiente, el balón pegó a la derecha del poste derecho. Cuatro cuatro es el resultado, comenzará la tanda de muerte súbita. Pero el padre ya guarda el apunte en su cartapacio y dice que continuará en la siguiente clase. Ramiro que está a mi lado me pregunta quién ganó y le digo el resultado. Ya sabremos el final del partido en la clase de Física con el maestro Güero, pero con él es difícil porque baja del estrado y camina por los pasillos del salón. Tal vez convenga esperar el final de la final para la clase del padre. Posdata: es sólo una de las ventajas. La tapa se levantaba y dejaba un gran espacio que servía para guardar libros, libretas, pelotas de goma. A la hora de la clase de dibujo técnico el pupitre se convertía en restirador, gracias a la magia de un chunche que habíamos mandado a construir con un carpintero de acuerdo a las indicaciones de nuestro maestro Güero. Colocábamos el tablero encima del pupitre y teníamos una superficie tersa para pegar el papel albanene. Este tablero tenía huecos en las bases donde pasaba la regla T para transportarla sin problema, regla que un alumno travieso usó una vez cuando el padre Carlos nos habló de los Tres Mosqueteros y usó la regla como si fuera espada, la puso contra el pecho del maestro Güero y le dijo: soy Dartañán (D’Artagnan). Estuve sentado tres años en uno de estos mesabancos, de 1968 a 1971. Eran asientos geniales, rotundos, generosos. Los alumnos de entonces nos sentíamos y nos sentábamos a nuestras anchas. Tiempos gloriosos, donde las dinámicas de clase las formulábamos nosotros, los alumnos, dando rienda suelta a nuestra imaginación. Invento genial, unieron la mesa con la banca, como si dijéramos carro-avión o barco-helicóptero. ¡Tzatz Comitán!

domingo, 28 de agosto de 2022

CARTA A MARIANA, CON MAÑANITAS EN MARIMBA

Querida Mariana: el 25 de agosto es cumpleaños de doña Lolita Albores, cada 25 de agosto la recordamos y quemamos triques virtuales en su memoria, cantamos las mañanitas acompañados con marimba y nos metemos un pitutazo de comiteco. Todo a su salud, todo para agradecer los instantes que nos regaló en vida, instantes sublimes, gozosos. En este 2022, el comunicólogo Iván Ibáñez me invitó a echar un rollito en memoria de doña Lolita, en el noticiario Noti-Vos. Agradecía la deferencia y de mi ronco pecho brotaron las siguientes palabras: A doña Lolita se le recuerda por ser una comiteca sencilla, captó con agudeza un rasgo importante del espíritu de Comitán: la alegría de vivir, la mirada pícara. Tenía una memoria privilegiada y una mirada que no se quedaba en la superficie, hurgaba un poquito más allá; eso le permitió tener el carácter del pueblo en la palma de la mano. Como si fuera una de esas mujeres que leen el destino de las personas en las palmas de las manos, ella nos entregó el pasado y su presente y nos leyó el destino en la palma de la mano de Comitán. Ella grabó una serie de discos picarescos, en compañía de un grupo de artistas comitecos. Esos discos fueron ¡atrevidos!, porque se atrevieron a hacer sonora y pública una parte importante de nuestra esencia vital, pero que se decía en voz baja, en oscuros rincones. Doña Lolita disfrutó la vida, nunca escondió la alegría, la picardía. Quienes tuvimos el gusto de tratarla y disfrutar su compañía entendimos que el privilegio de ser comiteco tiene relación directa con el instante donde aparece la anécdota chusca, el apodo, el chisme, la palabra altisonante graciosa, la que no ofende. Cuando las autoridades del pueblo la nombraron cronista vitalicia de la ciudad no se equivocaron y ella tomó el nombramiento al pie de la letra, por eso, después de muerta, sigue aportando luz a este pueblo. Los comitecos seguimos escuchando sus discos pícaros, leyendo sus crónicas; repetimos sus chistes, seguimos escuchando su carcajada abierta, sincera, aluvión de aire. Hoy, cualquier comiteco puede preguntar: ¿y cómo eran las serenatas en Comitán allá por los años de 1900 a 1920?, y doña Lolita, siempre generosa, dirá: “Ah, mirá, se daban con la orquesta de don Pancho Mandujano y se llevaba cargando el piano hasta la ventana de la mujer amada…” ¡Ah, qué genialidad! Doña Lolita es espíritu comiteco vitalicio, es un personaje importante de nuestra identidad comiteca. Gloria eterna para doña Dolores Albores, Lolita siempre nuestra. Posdata: Iván señaló que doña Lolita es “un personajazo”. Sí. En el pueblo existen cientos de personajes relevantes en el ámbito cultural. Pucha, racimos de personajes importantes. En ese macizo de flores comitecas, doña Lolita fue especie única. Su don de gente, su capacidad declamatoria, su humor desenfadado, su mirada atenta y su memoria prodigiosa, fueron ramas de un árbol altísimo, que se inclinaba al paso del viento, como si supiera que la grandeza divina lo acariciaba con emoción. Cada 25 de agosto bebemos el aire de Comitán en memoria de doña Lolita Albores.

sábado, 27 de agosto de 2022

CARTA A MARIANA, CON UNA MAÑANA LUMINOSA

Querida Mariana: una mañana estuve al lado del general Absalón Castellanos Domínguez, ex gobernador de Chiapas. Para que creás que no es mentira, ahora te comparto una fotografía que es fiel testimonio. No, no es una foto arreglada con Photoshop, ¡no! Es una foto auténtica. Te cuento: un día de estos, mi respetado Luis Leal, hijo de don Lepoldo Leal, ex presidente municipal de Comitán, me envió un mensaje por inbox que acompañó con dos fotografías. Dijo: “mi mamá encontró estas fotos, te las envío acompañadas de un abrazo”. ¡Ah, saludo y envío genial! Sí, acá está la evidencia que estuve al lado del ex gobernador, un comiteco a quien hace falta hacer el recuento del cariño que le prodigó a su tierra, porque en su periodo mandó a construir una serie de obras que hoy hacen más digno a nuestro pueblo, un ejemplo es el espacio donde estuve con él, el día de inauguración de la Biblioteca Pública Rosario Castellanos Figueroa. Hoy, la biblioteca está en el edificio que ocupó la Escuela Primaria Federal Belisario Domínguez, comparte espacio con el Museo Arqueológico de Comitán. Pero cuando se inauguró la biblioteca ocupaba la parte baja y el mezzanine del edificio donde ahora está Cablevisión y estuvo el Videocentro. No sé qué señalo, pero el general está pendiente de lo que digo, lo mismo doña Albita de León, quien aparece detrás. Perdón, niña mía, no he dicho quiénes estamos en la fotografía ni he dicho el año. Como dicen los clásicos pies de fotografía, de izquierda a derecha estamos: don Polito Leal, doña Elsy Herrerías (esposa del general Absalón), el del bigotito es el doctor José Antonio Alfonzo Pinto, luego el general, doña Albita León de Leal, el arenillero y el maestro Roberto Thompson, quien era el coordinador estatal de las bibliotecas públicas. Y es una fotografía de 1987; es decir, en ese instante soy un “chavo” que tiene treinta años de edad. Cumplí treinta el 4 de abril de ese año, la fotografía es de dos o tres meses después. Ya sabés que soy muy malo para fechas. ¿Cuándo fue el día de la inauguración oficial? No lo sé. Sin duda que Raúl Espinosa Mijangos, el caricaturista de Comitán, tiene la fecha precisa, porque él fue un asistente asiduo y luego, después de Paco Flores, y de Marco Puig Albores, llegó a ser el director de la Biblioteca Pública Regional Rosario Castellanos, uno de los que más tiempo dilató en ese cargo. A mí me cupo el honor de ser el primer director, por eso acá estoy como anfitrión y en nombre del pueblo comiteco atiendo al gobernador de Chiapas y a su esposa. No aparece en esta fotografía quien era el presidente municipal de Comitán y a quien cupo el honor de ser el gestor de este maravilloso espacio cultural, el licenciado Gonzalo Ruiz Albores, que en paz descanse. El ayuntamiento comiteco se comprometió a buscar un local y proporcionar mesas y sillas; la Dirección General de Bibliotecas Públicas envió los estantes, demás mobiliario y, por supuesto, el acervo bibliográfico que fue amplísimo, generoso, para llenar las diversas salas. Recuerdo la sala general, la sala de consulta y, ¡ah, qué maravilla!, la sala infantil. A Comitán llegaron miles de libros, nuevecitos, de paquete. El personal de la Ciudad de México y el de Comitán colocaron el mobiliario, sacaron los libros de las cajas, los acomodaron en el lugar preciso, de acuerdo a la catalogación, y para el mes de mayo la biblioteca ¡estaba lista! Subimos a la oficina del presidente y ahí se firmó el acta de entrega recepción. Comitán ya tenía una hermosa biblioteca pública. Ah, qué momento tan brillante. Los compas de la Ciudad de México se despidieron, tenían la encomienda de ir a instalar otra biblioteca en otra ciudad. Y nosotros, ya con la suficiente capacitación, nos declaramos listos para iniciar el servicio. Sí, se nos quemaban las habas para iniciar. Platiqué con el licenciado Gonzalo y me dijo que checarían la agenda del gobernador y ya me diría cuándo sería la inauguración. Sí, muy bien, le dije, pero abramos ya. ¿Cómo? Sí, los muchachos entrarán a periodo de exámenes y si usted pone esta biblioteca a su servicio será de gran beneficio. Me encantó ver que el presidente, en su sillón, me vio fijamente y dijo: sí, tienes razón. Ah, qué bendición. Le di las gracias, bajé a decir a mis compañeras de trabajo que se prepararan, porque al día siguiente abriríamos. En la tarde fui a la XEUI, estación radiofónica, y me permitieron dar a conocer la noticia: de 9 de la mañana a dos de la tarde y de cuatro de la tarde a ocho de la noche, estaría la biblioteca al servicio de Comitán. Expliqué que era una biblioteca de estantería abierta, los usuarios tenían acceso libre a todo el acervo y la modalidad que les permitía llevarse libros a casa. Así como ahora todo mundo está pendiente de las redes sociales, en ese tiempo, todo Comitán escuchaba la XEUI, así que, al día siguiente, muy temprano llegaron algunas personas para conocer la biblioteca. Todo transcurrió en forma armoniosa. A las dos cerramos las puertas de cristal y cada uno de los empleados fue a comer a su casita. Nos vemos quince antes de las cuatro, fue mi recomendación. Todos llegamos al cuarto para las cuatro, me dio alegría ver a un grupito de muchachos que ya esperaba entrar. ¡Ah, Comitán recibía con emoción su biblioteca! Les dijimos que a las cuatro abriríamos, entramos para preparar nuestros espacios. Dentro de las indicaciones recibidas estaba la de que cada usuario, en una libreta de esas de contabilidad, debía anotar su nombre, edad y ocupación. Abrimos las puertas, el grupito había crecido, hicieron una fila y comenzaron a firmar la libreta y luego ya entraron a conocer el espacio y hacer uso de los libros. No, mi niña, no lo creerás, a las cuatro y cuarto, la fila era inmensa, daba vuelta, llegaba hasta donde ahora está el acceso de las oficinas de televisión por cable. Y la fila se amplió y el grupo se volvió multitud. El director de Obras Públicas llegó a su oficina y me llamó: ¿qué están regalando?, preguntó. Cultura, le dije, conocimiento. Todos estábamos felices. Al día siguiente le agradecí al licenciado Gonzalo por permitir que abriéramos antes de la inauguración oficial. Cuando la agenda del gobernador lo permitió vino a Comitán para cortar el listón oficial. De ese día es la fotografía que acá te paso copia. Don Polito Leal y el doctor Alfonzo Pinto eran colaboradores de la administración del licenciado Gonzalo Ruiz Albores. Un día Comitán se despertó con la noticia de que el gobernador Absalón invitó al licenciado Ruiz Albores para integrarse a su equipo de trabajo; Gonzalo fue a Tuxtla y don Polito asumió la presidencia municipal de Comitán. Antes de ser nombrado director de la biblioteca yo había hecho la solicitud ante EDUCAL para abrir una librería en el pueblo, en un local que teníamos en el Pasaje Morales. Un mes después de la inauguración de la biblioteca mi Paty me dijo que en el local me estaban esperando unas personas de EDUCAL, fui y, después de hacer una inspección al local, dijeron que mi solicitud había sido aceptada y quince o veinte días después volví a estar frente a muchas cajas con libros que nos enviaron. ¿Mirás qué periodo tan intenso para el pueblo? En la biblioteca había miles de libros para su consulta, en forma gratuita; y en la librería un fondo de cientos de libros para su venta. Con toda la pena del mundo me presenté ante don Polito, ya presidente municipal, para agradecer su apoyo y le presenté mi renuncia. Mi querido amigo Paco Flores Medina quedó en mi lugar y yo fui a apoyar a Paty en esa aventura comercial que, como advertís, no era sencilla, porque una cosa es vender chinculguajes y jocoatol y otra vender libros, productos culturales que casi no se consumen. ¿Cuánta gente invierte paga en comprar libros? No mucha. Ahora, por fortuna, ya te conté el otro día, Comitán cuenta con tres librerías y los lectores han crecido. Parte de ese crecimiento, digo yo, se debe a que en 1987 Comitán tuvo una biblioteca pública hermosa, lugar donde muchos niños descubrieron el mundo de la imaginación a través de libros sensacionales. Recuerdo con emoción unos libros que al abrirlos brotaban dibujos en tercera dimensión. Ah, era maravilloso ver las caritas de los niños cuando abrían esos libros y aparecían árboles y mariposas que se formaban en medio del aire. Esto fue la biblioteca pública para Comitán, esto sigue siendo: un enormísimo árbol que ha regado su savia a este pueblo sabio. Estoy seguro que muchos niños de 1987, adultos hoy, recuerdan ese instante donde se formaron en una gran fila para entrar a la biblioteca. Fue uno de los momentos más bellos de este pueblo. Posdata: ¿qué le decía al general Absalón? Quién sabe, pero él sonríe y doña Albita de León también, estamos contentos. Fue el día del protocolo oficial, el día que el ilustre comiteco, nieto del doctor Belisario Domínguez, llegó a su pueblo, para inaugurar la Biblioteca Pública Rosario Castellanos Figueroa, que luego se volvió regional. El licenciado Gonzalo Ruiz Albores dijo que se colocaran los dos apellidos de Rosario, porque en un inicio alguien comentó que podría llamarse Rosario Castellanos. El presidente municipal de Comitán dijo que era el nombre adecuado, pero se debía agregar el apellido materno. Y así fue, es y será por los siglos de los siglos.

jueves, 25 de agosto de 2022

CARTA A MARIANA, CON UN PRODIGIO EDITORIAL

Querida Mariana: paso copia de la portada de una plaquet, publicada en el Estado de México. Lo comento con vos, porque esta propuesta editorial es ejemplo de persistencia, más que una “Hoja murmurante” es un enormísimo árbol parlante y visual. A ver, cuento tantito lo que sé, desde esta orilla comiteca. Una plaquet, vos lo sabés, es un cuadernillo con pocas hojas. Esta Colección “La hoja murmurante” inició en los años setenta en el Estado de México. Una mañana, su fundador, Héctor Sumuano Magadán, ¡maestrazo!, pensó que debía iniciar una colección de cuadernillos para publicar a diversos autores. En ese momento, los años setenta del siglo pasado, nunca imaginó que esta serie de plaquets se convertiría en la hermosa colección que es hoy y que continúa, ojalá por los siglos de los siglos. ¿Cuántos autores han sido publicados en esta colección? No lo sé, pero son muchísimos. Esta portada corresponde al número 472, y fue presentado hace poco; es decir, corresponde al año 2022. La labor de promoción de la lectura y de difusión de obra creativa literaria ha sido relevante. No puedo hacer bien las cuentas, porque no sé con precisión el año de inicio de este proyecto editorial, pero si digo que comenzó en los años setenta del siglo XX, casi casi se puede asegurar que ya celebró los cincuenta años. Cincuenta años, ¡qué prodigio! ¿Mirás lo que esto significa? Pucha máquina, cientos de narradores y poetas han sido incluidos, esta labor no es sencilla. Desde tiempos inmemoriales la labor editorial ha sido difícil, y lo es más en estos tiempos, donde se atravesó una emergencia sanitaria mundial. Pero el genio humano es brillante. El maestro Sumuano no se raja, continúa su labor con gran emoción. A mí me encanta esta propuesta editorial, por lo que ya comenté, pero además, porque no sólo ha impulsado a creadores literarios, sino también a creadores plásticos. La propuesta se ha sostenido con lo que acá se ve: con viñetas realizadas por artistas. No tengo la plaquet en mis manos. La imagen la vi en redes sociales y de ahí la pepené para compartirla contigo. No sé quién es el autor de la viñeta donde aparece una mujer desnuda, sentada en la orilla de un banco, a punto de tomar la luna cubista que ilumina su instante. Pero en el Internet entré a argüendear para ver quién es Ildegardo Flores Peña y me enteré que él es un poeta que nació en La Palma, Tepatlaxco, en 1970. ¿Mirás qué coincidencia? Ildegardo nació al principio de la década del nacimiento de “La hoja murmurante”. Ildegardo ha crecido al lado de este maravilloso árbol en tono sepia y los lectores de muchos lugares han crecido también a la sombra de esta propuesta editorial. ¿Y dónde está La Palma, Tepatlaxco? Busqué en Internet y hallé que es un lugar del maravilloso estado de Veracruz. ¿Ves lo que digo? El trabajo editorial de Sumuano es un árbol que une muchas ramas. Acá hay un puente entre el Estado de México y Veracruz y tal vez hay otra rama que une al autor de las viñetas, no lo sé. Pero, así como acá aparece un autor de Veracruz, he hallado autores de muchos otros estados de la república mexicana, Chiapas incluido, ¡ah, faltaba más! Este proyecto editorial ha tendido la mano a muchas estancias. Si los autores son cientos, los lectores forman un ejército maravilloso de miles, miles. ¡Qué bendición! Posdata: me encanta el logotipo de “La hoja murmurante”, tiene un prodigioso movimiento, se mueve al ritmo del aire creativo, vuela y se posa en algún cuarto, en alguna sala o en algún pasillo donde un lector cautivo extiende la mano y la atrapa. Sé que hay muchos lectores que conservan estas hojas en sus libreros, así como mi amiga Andrea guarda hojas en medio de sus libros. ¿Ya miraste qué decidor el título de esta plaquet? “Tu cuerpo, señal de mi cruz”. Manuel diría: “la Rosario es mi cruz, la cargo con mucho gusto”. La Rosario es su novia amadísima.

miércoles, 24 de agosto de 2022

CARTA A MARIANA, CON UN LIBRO

Querida Mariana: me preguntaron en Messenger si continuaba la Librería Porrúa en Comitán. Dije que sí. Un día antes, en agosto de 2022, había pasado frente al edificio del Centro Cultural y hallé que las puertas de la librería estaban abiertas. En algún momento hubo la noticia de que Porrúa ya no seguiría en Comitán, porque le habían pedido el local. Sigue, Porrúa sigue. Comitán cuenta con tres librerías: la de Porrúa, Lalilu y la Proveedora Cultural, la maravillosa Proveedora, que es la librería más antigua en nuestro pueblo. Como me encantan los libros he tenido la oportunidad de caminar por los pasillos de las tres librerías. En los años sesenta del siglo XX pasaba frente a la vidriera de la Proveedora y miraba las novedades que don Rami Ruiz ofrecía; ya en la década pasada, en este siglo XXI entré a la librería Lalilu, con su maravilloso jardín; y luego a Porrúa, que tiene el plus de estar en un edificio maravilloso. He comprado libros en estos tres espacios. ¿Mi corazón en dónde está? Pues repartidito. Claro, la mayor parte de mi nostalgia la tiene la Proveedora Cultural, luego hay un cacho de Lalilu y un cachito de Porrúa. Pero, celebro la existencia de esas tres librerías, que parecerían reafirmar la vocación cultural de este pueblo, donde tenemos nombres prodigiosos relacionados con los libros, que inicia con el de Rosario Castellanos, continúa con el de Blanca Lydia Trejo y hace seguidoña con todos los autores contemporáneos. Por cierto, la escritora paisana Clarita Guillén anda con todo en la búsqueda de libros y difusión de la obra de Blanca Lydia. Antes que Gina Jaramillo, Lety Bonifaz y Clarita comenzaran a investigar acerca de Blanca Lydia, su nombre andaba extraviado, hoy, su nombre comienza a aparecer. Reconozco el bien que hacen los espacios culturales. Cuando un niño se topa con librerías su espíritu puede ser tocado. Así fui tocado por las inmensas vidrieras de la Proveedora que eran como manitas que me jalaban. Ya comentamos en una ocasión lo que Rosario hizo para que su hijo Gabriel leyera su novela “Balún Canán”. Cuenta que en su casa botó un titipuchal de ejemplares para que Gabriel se topara con ellos. La historia terminó muy bien, porque un día Gabriel levantó un ejemplar y le dio una vueltita y se enganchó y al final le dijo a su mamá que estaba bien. Rosario se hinchó como jolote, satisfecha, orgullosa. Mi maravilloso oficio de lector comenzó con álbumes ilustrados que mi tía Emelina me traía desde la Ciudad de México y luego con las revistas de monitos que compraba en la Proveedora; pero, el gran salto a la literatura lo di en 1969, cuando estudiaba la secundaria en el Colegio Mariano N. Ruiz; una tarde fui a la Proveedora a comprar el Memín Pinguín y Chanoc, pero antes de entrar, como siempre lo hacía, eché un ojo por la vidriera y me topé con un librito con portada naranja y franjas blancas y color crema. Decía que era el número uno de la Biblioteca Básica Salvat, como el precio era más que accesible, esa tarde me presenté en la caja con un Chanoc, un Memín y un M. de Unamuno. Don Rami sonrió, me dijo que cada semana llegaría un nuevo título, pagué y salí feliz. Esa felicidad no me abandonó desde entonces. La procuro. Ahora, cuando solicito un libro electrónico y un minuto después lo tengo en mi dispositivo vuelvo a sentir ese feliz revoloteo. ¡Ah, los libros, los maravillosos libros! Los compañeros de toda mi vida, los amigos más hermosos, las nubes que han construido mi cielo, un cielo que hace contrapeso al polvo de la tierra. Los libros son como un plumero que limpia la sala de la casa espiritual. Y hace dos o tres días el primer número que tuve en mis manos en 1969 regresó a mi memoria, porque Eugenio me envió la foto del libro de la Biblioteca Básica Salvat, él, muy orgulloso, escribió: “Mira, amigo Alejandro, este fue el primer libro de mi biblioteca personal. Tengo todos los libros, los cien de la primera serie y los cien de la segunda”. ¿Mirás qué maravilla? Supe que Eugenio fue un niño como yo, por ahí, en la gran Ciudad de México, tal vez en uno de los puestos de revistas halló el libro e hizo lo mismo que yo, porque su espíritu fue tocado y desde entonces. La portada volvió y, de inmediato, me vi saliendo de la Proveedora, contento, satisfecho, llegando a casa y después de devorar a Chanoc y a Memín le entré a Miguel de Unamuno, con su Tía Tula y esta mujer se volvió parte importante de mi vida, casi casi como la tía Elenita y demás tías que el parentesco me concedió para hacer más llevadera la vida. Posdata: los libros han hecho el prodigio de hacer más llevadera mi vida. Desde la edad de doce años los libros han sido los mejores aliados de mi caminar. Si como dice el poeta “Se hace camino al andar” el libro ha sido un excelente lazarillo. El libro me ha quitado la venda de los ojos, me ha permitido andar feliz, con las manos en la bolsa, silbando, disfrutando el aire, viendo los pajaritos y las nubes que son enormes elefantes que vuelan, vuelan, siempre vuelan. Porrúa sigue en Comitán; la prodigiosa Lalilu también; pero la noticia más relevante para mi espíritu y para la historia comiteca es que la Proveedora Cultural continúa. Pasé por sus puertas cuando era niño, cuando estaba en la manzana hoy derruida; luego entré al local que tuvo en el Pasaje Morales y ahora, en 2022 entro al edificio que ocupa desde hace más de treinta años; hablo de más de sesenta años, ah, qué bendición. Al principio recibí el saludo afectuoso del querido don Rami Ruiz; luego el de Carmelita, hija de don Rami, y de don Alonso, esposo de Carmelita; y hoy del ingeniero Alonso, nieto de don Rami. Ah, qué prodigiosa tradición familiar. ¡Tzatz Comitán!

martes, 23 de agosto de 2022

CARTA A MARIANA, CON PREFERENCIA

Querida Mariana: hay lugares icónicos. Si vas a París tenés que tomarte la foto en la Torre Eiffel. Es como decir: “Si vas a París y no te tomás la selfie en la Torre Eiffel no fuiste a París”. La Torre es famosísima y casi casi identifica a París. ¿Qué lugar es el simbólico de Nueva York? Tal vez algunos viajeros dirán: La Estatua de la Libertad, que fue un regalo de los franceses; otros dirán que es Times Square o el Empire State. Ah, si a esas vamos, París es el Río Sena, la Catedral de Nuestra Señora, Montmartre, o el cementerio de Montparnasse, que es donde está enterrado el querido Julito Cortázar y, también, Porfirio Díaz. ¿Y cuáles son los lugares icónicos de San Cristóbal de Las Casas? ¿El Arco del Carmen? ¿El convento de Santo Domingo? ¿La catedral? ¿La enorme escalinata que lleva al templo de San Cristóbal? ¿Y Comitán? En las grandes ciudades varios lugares icónicos son monumentales: la Torre Eiffel, el Empire State, la ópera de Sídney o el Burj Khalifa, en Dubai. En la Ciudad de México tenemos un lugar que para los visitantes es casi imperdible; después de la Basílica hay que subir a la Torre Latinoamericana para ver desde ahí parte de la ciudad, mínima parte, porque la ciudad ya es enorme. Hay ciudades más modestas, que no cuentan con edificios, con rascacielos, pero que construyen miradores en partes altas, en alguna montaña. Cuando alguien visita Zacatecas no puede dejar de treparse al teleférico para ir a la cima del cerro de La Bufa. ¿Y Comitán? ¿Cuál es el sitio icónico en Tuxtla Gutiérrez, la capital de nuestro estado? Tal vez el Parque de La Marimba o el Zoológico Miguel Álvarez del Toro. ¿Alguien piensa que es la Torre Chiapas? ¿De verdad? ¿La escultura de Sebastián? Hoy nos tomamos selfies. No sé, pero parece que continuamos la tendencia de los tiempos donde los turistas llegaban a las grandes ciudades y compraban las famosas postales. Estas postales eran fotografías de empresas profesionales. En esas postales había una selección de los sitios icónicos. Si vas a Venecia y no te tomás la selfie en la Plaza de San Marcos algo irregular sucedió en tu viaje. ¿Vas a Roma? Ah, pues parate enfrente del Coliseo y te tomás la selfie; lo mismo sucede cuando vas a Atenas, la foto en la Acrópolis es infaltable. ¿Y Comitán? Hablo de los lugares comunes. Vos has visto esas listas donde dan los diez libros que debés leer antes de morir, las diez películas que hay que ver; lo mismo sucede con los lugares en un determinado lugar. Hay una lista que sugiere los diez sitios que no debemos perdernos, a los que debemos ir. El juego que te propongo hoy es tomarse esa fotografía que no necesite explicación. ¿Te ha tocado escuchar que alguien, al ver una fotografía, pregunta: ¿en dónde es? Quiere decir que no se tomó la foto en el lugar más icónico, el referencial. ¿Y Comitán? Posdata: Julio Cortázar, dicen sus biógrafos, conocía un París alejado de las guías turísticas. Él, hombre genial, sabía que el espíritu de una ciudad está en los callejones, en las calles donde la vida tiene el rostro sin afeites, los sitios que no son escenarios preparados para dar una imagen ideal. Él, digamos, con su espíritu siempre tomó fotografías de lugares insólitos. Eso, a final de cuentas, son los retratos que nos regala en muchos de sus cuentos y en su novela Rayuela. No he puesto mucha atención, pero ahora me atrevo a decir que Julito no menciona la Torre Eiffel en Rayuela; en cambio, el Sena sí aparece en muchos instantes literarios. El Sena fue uno de sus sitios icónicos. ¿Y Comitán? ¡Tzatz Comitán!

lunes, 22 de agosto de 2022

CARTA A MARIANA, CON UN DOCUMENTO

Querida Mariana: mirá qué hallé en el archivo del Colegio Mariano N. Ruiz, la invitación para la inauguración de la Casa Museo Doctor Belisario Domínguez, que fue el 23 de abril de 1985, a partir de las diez y media de la mañana. La invitación fue enviada por la primera directora: Hermila del R. Castellanos Durán, la querida Milys, nieta del héroe civil. Esa mañana del 23 de abril de 1985 se honró la memoria del doctor Belisario, dignificando la casa que fue su morada, donde estuvo su farmacia y atendió a muchísimos pacientes en forma comprometida con la sociedad. El dato de la inauguración lo encontramos en cualquier libro de historia comiteca, que no hay muchos, hay que decirlo, pero en esta invitación aparece un dato que no debe pasar desapercibido. La directora de la Casa Museo Dr. Belisario Domínguez solicitó al Colegio Mariano N. Ruiz seis alumnas para que fungieran como edecanes. ¡Ah, qué honor! Esto me lleva a la siguiente reflexión, querida mía, la participación anónima de muchas personas en los actos. En tiempos A. P. cuando acudía a un acto protocolario siempre vi a estos personajes que tenían un cometido especial, desde los que acomodaban las sillas, los que podaban los arbolitos y segaban el pasto, hasta quienes ofrecían botellitas de agua a los invitados especiales. Por ahí fue famosa la fotografía donde el presidente de los Estados Unidos de Norteamérica, míster Obama, saludaba a un encargado de limpieza de la Casa Blanca. Los expertos en protocolos saben que el éxito de un acto está fincado en que todos los engranes funcionen en forma perfecta, que cada uno de los participantes cumpla con su cometido. ¿Qué sucede cuando el micrófono falla? El acto desmerece. Por eso, cuando se prepara el escenario del Festival Internacional Rosario Castellanos, los cantantes realizan una prueba de sonido para checar que a la hora de su presentación todo esté al ciento por ciento. No hay acto mínimo, todos son importantes. El realizado en nuestro pueblo el 23 de abril de 1985 fue de relevancia especial, las autoridades y todo el pueblo honraron a tío Belis, dignificando su casa. Mi querido amigo Humberto Pedrero (quien también fue director de la Casa Museo) es un experto en protocolo. No todo mundo tiene la gracia. Se requiere una capacidad especial para hacer una agenda precisa, que tome en cuenta hasta el detalle mínimo, porque esa mota de polvo es lo que puede afectar el éxito completo. Cada participante tiene un cometido relevante, el que, desde abajo, avisa al campanero que toque la campana o la chica bien vestida que da la bienvenida a los invitados y señala dónde deben sentarse. Los edecanes son auxiliares y, como mi amigo Humberto, poseen atributos para desempeñar el cargo. Uno de los atributos es el de ser atento y poseer la gracia de saber relacionarse. Sí, tenés razón, yo no podría ser edecán, mi cara de piedra y mi proverbial timidez me imposibilitan para tal maravilloso cometido. En 1988, mi Paty y yo nos lanzamos a una aventura, abrir una galería de arte, la Galería Bonampak. La inauguramos el día 9 de diciembre, a partir de las siete de la noche. Ese día develamos dos placas en homenaje a dos grandes artistas plásticos de Comitán: los maestros Javier Mandujano Solórzano (maestro Güero) y Francisco García Águeda (maestro Paquito). Acto sencillo que requirió, como cada acto, de la colaboración de varias personas, entre éstas, cuatro alumnas de nuestro Colegio que fueron las niñas agradables que recibieron a los invitados. Ah, fue nuestro privilegio. Hoy, esas cuatro alumnas son destacadísimas profesionistas: Inés Gordillo, Lucía Trujillo, Gaby Durán y Lorena Balandra. ¡Ah, tiempos geniales! Posdata: encontré la invitación en el archivo del colegio y supe que en todos los actos siempre hay muchos participantes, todos son importantes, cada uno cumple una función que da brillo al universo. ¡Tzatz Comitán!

domingo, 21 de agosto de 2022

CARTA A MARIANA, CON RITUALES

Querida Mariana: mirá qué joya escribió Villefort Ara: “Mi abuelita Panchita, que vendía jocote en la tienda del portal, siempre que lo preparaba -así como el polvojuan- hacía todo un ritual; y ya la veo a la hora de abrir, nunca faltaba la oración y la encendida de veladora a la Virgen del Sagrado Corazón… y pobre de aquél que recibiera la primera paga de la venta y no diera la bendición”. ¿Mirás qué genialidad? Esto lo escribió ella en las redes sociales. Villefort Ara es lo que ahora se llama nickname. ¡Ah, pucha, otra maravilla! Y digo otra maravilla, porque si buscás en el Internet qué significa nickname (palabra inglesa) lo traduce como sobrenombre, apodo. El nickname es un apodo característico del siglo XXI. Todo mundo, en todo el mundo, usa nicknames, ¡apodos! Lo genial de este rasgo es que es un sobrenombre que se impone el usuario, así que nadie se molesta. El apodo comiteco molesta en ocasiones, porque es algo que impone otro, a veces, sólo por las ganas de joder. Bueno, lo que quiero decir es que Villefort Ara (¿Villefort será por Villafuerte?) escribió un recuerdo maravilloso. Hay mil elementos para desglosar, claro, no los desglosaremos todos, pero sí vale la pena consignar lo siguiente: acá hay muchos elementos de identidad, comenzando con doña Panchita, quien vendía jocote en la tienda del portal. Ah, miles de comitecos recordamos con afecto las tienditas donde vendían jocotío verde. Las señoras maravillosas tenían el jocotío en enormes vitroleros de cristal, con una cuchara lo servían en pedacitos de papel estraza y luego le agregaban el polvojuan. ¡Ah, el cubano diría, cosa más grande, caballero! ¡El italiano diría: che figo! Y los comitecos, nos relamíamos, nuestra boca se alargaba como hamaca satisfecha, y pensábamos que eso estaba mero lek. Hoy existen pocos locales donde venden el jocotío verde, en el barrio de Guadalupe hay un local donde sacan una mesita en la banqueta y veo el gran vitrolero, con jocotío y a veces con manguito verde. ¡Manjar de dioses gastronómicos! Cuando Villefort Ara escribió este recuerdo nos entregó un ramito de historia comiteca, de las maravillosas tienditas. En el portal, frente al parque central, donde ahora hay cafés y restaurantes, en los años sesenta había pequeños locales comerciales con venta de productos artesanales y fondas. Recordá que ahí estuvo durante un buen tiempo el local de tío Jul, donde preparaba los panes compuestos y los huesos que aún llevan su nombre. Y ahí, recuerda Ara, su abuelita Panchita vendía jocotío verde en su tienda. Y digo que el breve texto es todo un rosario de elementos tradicionales, porque basta mencionar la palabra polvojuan para entender lo que este ingrediente ha significado en nuestra memoria gastronómica. ¿Quién no ha comido naranja con polvojuan? Hoy también se ha extraviado un poco este ingrediente maravilloso, hoy, medio mundo compra el industrializado piquín chamoy. El polvojuan, por donde se le vea, es más sano, entiendo que está hecho con tostada bien molida, sal y chilito. Ah, el polvojuan no modifica el sabor de las frutas, lo potencializa; en cambio, el famoso chamoy se sobrepone al sabor original, es lo mismo que sucede con la mayonesa y con la alevosa cátsup que transforma el sabor de los guisos. Ara dijo que su abuelita cumplía una serie de rituales a la hora de preparar el jocotío y, por supuesto, a la hora de abrir la tienda. Muchos comerciantes realizan esas invocaciones para pedir bendiciones. Sí, claro, ya lo dijo Ara, pobre de aquél que recibiera la paga de la primera venta y no se persignara. Esos pequeños, pero grandiosos rituales, son señales de que el mundo terrenal está conformado por fuerzas superiores. Los creyentes se persignan al inicio del día; los no creyentes tienen otras formas de comenzar su actividad. Posdata: ¿recordás que una teoría explica que los artistas que pintaron los murales en la cueva de Altamira lo hicieron como una forma de propiciar la caza? ¿Mirás desde qué tiempo viene la costumbre de hacer rituales? En nuestro pueblo, como en todos los pueblos del mundo, los comerciantes siguen haciendo rituales para invocar bendiciones. ¿Vos viste alguna vez a tu abuela hacer un ritual en su tienda de ropa?

sábado, 20 de agosto de 2022

CARTA A MARIANA, CON UN CICLO DE VIDA

Querida Mariana: ¿se puede medir la vida por ciclos? A ver, quiero hacer una prueba personal de mi juventud y compartirla contigo. Nací en 1957, en nuestro amado Comitán. De 1962 a 1968 estudié en la primaria Fray Matías de Córdova; de 1968 a 1971 estudié la secundaria en el Colegio Mariano N. Ruiz (institución donde laboro); de 1971 a 1974 estudié el bachillerato en la Preparatoria del Estado; en 1974 estudié un cuatrimestre en la Universidad Autónoma Metropolita; de 1975 a 1979 estudié en la Universidad Nacional Autónoma de México; y de 1979 a 1980 estudié en la Universidad del Valle de México. De entrada puedo responder: ¡sí, es posible medir la vida por ciclos! Elegí el periodo de 1962 a 1980, tiempo donde mi actividad fue estudiar. En cada uno de estos ciclos aprendí muchas cosas, aunque en algunas asignaturas los maestros decidieron que no había sido así y mi calificación fue un 5 en secundaria y bachillerato o un NA (no aprobado) en cursos universitarios. Si vos hacés la prueba verás que al escribir un lapso, de inmediato, aparecen muchas imágenes de ese tiempo. En tu caso, claro, en el apartado de las calificaciones, sólo aparecerá un chorizo de nueves y dieces, lo que es orgullo de tus papás, de tu novio y de tus amigos, entre los que me incluyo, en los primeros escalones. Y de los diversos ciclos de la vida, que pueden ser temporales o por actividades realizadas, también pueden elegirse varias temáticas. Imaginá un ciclo correspondiente a la moda, ¡ah, genial! Si hacés el ejercicio podrás ver cómo fuiste cambiando conforme la moda del mundo cambiaba. A los de mi generación nos tocó un cambio radical, fue de pies a cabeza. En los años setenta, aparecieron los zapatos de plataforma, para hombres y mujeres; pantalones acampanados; camisas con diseños sicodélicos; y, para rematar: los hombres tuvimos el cabello largo. Pero no quiero hablar de modas, ni de los estrenos cinematográficos que se dieron o de los programas de televisión, ¡no!, quiero compartir con vos un recuerdo cercano a una de mis pasiones: los libros. A ver, te cuento, en la primaria donde estudié no hubo biblioteca; tampoco la hubo en la secundaria, ni en el bachillerato. Como en el fútbol el balón es elemento fundamental para el juego de la patada, los libros son esenciales para el juego educativo. Los estudiantes de esos tiempos, y en esas escuelas, tuvimos libros, por supuesto, en la primaria era una fiesta cada inicio de ciclo escolar porque el director nos entregaba el paquete de libros de texto gratuitos, con aroma a libro nuevo, que era elixir para el espíritu. En la secundaria y bachillerato los papás ya abrían el monedero y compraban los libros solicitados; lo mismo en la universidad. Al llegar a la Ciudad de México, por primera vez, estuve en una institución con biblioteca escolar. Eso para mí fue un deslumbre. Lo que he dicho con respecto a las bibliotecas puedo extenderlo a las cafeterías. Hasta que estuve en la UAM y luego en la UNAM gocé de esos dos espacios maravillosos: la biblioteca, donde se hablaba en voz baja; y la cafetería, donde la chorcha era estruendosa y festiva. Me deslumbré ante la biblioteca de la UAM, pero mi alegría brincó de este alto cuando conocí la Biblioteca Central de la UNAM. Ya te platiqué que de 1975 a 1979 la Biblioteca Central fue como la sala de mi casa, el lugar al que más acudí, donde pasé horas y horas, siempre satisfecho. Supe que ahí estaban maestros brillantes, fantásticos escritores de cuentos, novelas y ensayos. Agradecí que esas instituciones tuvieran esos espacios que fueron como los brazos que me recibieron, el abrazo de un abuelo generoso, la taza de chocolate de la abuela. Digo que, como hasta la fecha, en primaria recibí los libros de texto gratuitos. Con ellos aprendí a leer y me fasciné con las ilustraciones y con los primeros chorizos de palabras, chorizos prodigiosos, porque todo era sencillo, pero admirable: “Mi mamá me ama, mi mamá me mima”, ah, qué cosa tan elemental, casi simple, y sin embargo así aprendí la eme, la letra inicial de mi apellido paterno. En secundaria, más que cualquier otro libro, recuerdo el libro que había preparado mi maestro de química y vendía a los alumnos del Colegio; el doctor Guillermo Robles Domínguez, quien impartía la clase de Química (y quien ya te dije fue el primer novio de la gran escritora Rosario Castellanos, cuando eran jovencitos). Pienso que él fue el primer autor de un libro que conocí en vivo y a todo color. La cubierta del libro era azul, de un azul no rimbombante, sin duda, era una edición de autor. Él basaba su curso en los temas ahí presentados. Algún ex compañero debe conservarlo todavía, es una joya bibliográfica. Ojalá por ahí aparezca para que se integre a la relación de libros escritos por autores comitecos. Y si digo que en secundaria conocí al primer comiteco autor de libros, debo consignar que si bien en la Escuela Preparatoria no tuve biblioteca escolar sí tuve la oportunidad de acercarme a los libros en un espacio que ahora parecería insólito. Hoy contamos con la Biblioteca Pública Rosario Castellanos Figueroa, que tiene un acervo maravilloso y que es, como lo son ahora las bibliotecas públicas del país, de estantería abierta. ¿Sabés en dónde estaba la biblioteca pública en los años setenta en Comitán? Ah, te costará trabajo asimilar esta información, sentate, tomá un sorbo de té calientito, acá va el dato: ¡en el edificio de la presidencia municipal! Pucha, que suenen las fanfarrias. En el lado derecho del acceso principal había una puerta y unos ventanales, estos elementos arquitectónicos eran parte del local donde estaba la biblioteca. Claro, esta biblioteca era de escaso acervo y de estantería cerrada. El lector entraba al local, saludaba, se acercaba al mostrador donde la bibliotecaria atendía la solicitud, ella se acercaba a los estantes, tomaba el libro y lo entregaba, a cambio de una credencial. No recuerdo el sistema con precisión, lo que recuerdo es lo que te conté alguna tarde en el parque central, mientras comíamos esquites con limón, sal y un poquito de polvojuan. Una mañana subí los escalones, caminé por el pasillo exterior de la presidencia municipal y entré al local oscuro, húmedo, con aroma a viejo, me acerqué al mostrador y pedí el libro: “Cartas de relación de Hernán Cortés”. Estoy hablando del año 1974. La bibliotecaria se paró, buscó en un estante y extendió el libro, entregué mi credencial y dije que estaría afuera. Me senté en una barda entre columna y columna y comencé a sacar datos. Debía hacer una tarea de literatura. El maestro había dicho en clase que el trabajo podía ser una síntesis, un resumen o, Dios mío, si alguien quería hacer un cuento era válido. Al escucharlo pensé que si deseaba hacer un trabajo novedoso debía escribir algo como un cuento. Hoy, cuarenta y tantos años después de aquella mañana advierto tres elementos que son parte sustancial de mi vida: libros, cartas y creación literaria. ¿Mirás? Pucha, por eso dije al principio de esta carta que, si bien reprobé materias, asimismo, en cada instante vivido en el aula, pero sobre todo en la biblioteca, pepené cosas que son esenciales para mi espíritu. ¡Me sigue valiendo sombrilla la calificación! Viví, pepené piedritas con las que he construido mi edificio espiritual, un edificio que, hasta la fecha, no se ha caído, pese a verse sujeto a temblores canijos, algunos ¡cabrones! Y esa mañana gloriosa, la gente que caminaba en el parque central, las personas que entraban y salían de la presidencia, el nevero que ofrecía nieve de vainilla, la gente que corría de acá para allá, no supieron que esa mañana Hernán Cortés se sentó a mi lado y yo le pedí que me contara lo que le había dicho a Carlos V acerca de su viaje a la antigua Tenochtitlan. ¿Mirás qué prodigio? Pucha, si los periodistas de la Ciudad de México se hubieran enterado habrían viajado con celeridad. ¿Imaginás una entrevista con un personaje del siglo XVI, de tal prestigio, en pleno siglo XX? Eso fue lo que conté, ese fue mi juego literario. Hice la tarea con mucha alegría, con emoción. Regresé el libro, recogí mi credencial, fui a casa y toda la tarde me la pasé haciendo la tarea que entregué, puntualmente, al día siguiente. El maestro explicó que el lunes comentaría los trabajos y daría las calificaciones. Sentí que el asiento se iba hacia abajo: ¿comentaría? Dios mío, en ese momento pensé que mis compañeros se burlarían. ¿Hernán Cortés en Comitán? ¿De cuál había fumado el tal Molinari? Ya me conocés, sentí pánico y mi salida fue no acudir el lunes a clase, esperé que algún compañero me dijera cómo se habían burlado de mi trabajo, pero nadie dijo algo. Nunca hubo comentario alguno. Días después pensé que, como siempre, me había ahogado en un vaso de agua. El trabajo pasó sin mayor comentario. Entonces (me conocés) volví a frustrarme, porque mi aventura literaria no tuvo alguna resonancia. Lero, lero, por andar de cuentero. Posdata: Sí, qué prodigio, los seres humanos podemos acercarnos a nuestras vidas a través de ciclos. Y este ejercicio es maravilloso, no se agota, es casi casi infinito. Los escritores también fraccionamos la vida, retomamos una imagen y a partir de ahí colocamos chipotitos para hacer una figura. Reprobé muchas materias, porque mi interés estaba en la literatura, he sido un amante de los libros que abren puertas a la imaginación. Pobre de mí, la escuela siempre está de este lado, del lado de la realidad real.

viernes, 19 de agosto de 2022

CARTA A MARIANA, CON PALOMITAS

Querida Mariana: comer palomitas ha sido parte del ritual cinematográfico. Veo que ahora, antes de entrar a la sala, los muchachos pasan a la dulcería a comprar unas cubetitas simpáticas con las riquísimas palomitas, unas ¡cubetotas! Mi compadre Miguel, que Dios lo tenga en su gloria, fue un gran cinéfilo y cuando le preguntaba cómo había estado la película me decía, con cierta cara de insatisfacción: “palomera”; es decir, no había sido nada espectacular, pero había servido para pasar el tiempo mientras comía palomitas. Es un ritual especial. El deporte no permite estas acciones, que sí se dan en actividades sedentarias. Muchos cinéfilos, fuera de la sala cinematográfica, en la sala de su casa o en su recámara continúan con el ritual. Ah, qué sabroso recostarse en la cama, con la espalda sobre el respaldo de la cama, comiendo palomitas mientras se ve una película en la televisión de pantalla gigante (bueno, quienes tienen paga, los otros con pantalla modesta). Los jóvenes de hoy tienen diferencias con los de mi generación. Hemos platicado, niña mía, que todo lo que vivimos modela nuestra personalidad. Nosotros, los jóvenes de entonces también comimos palomitas en el cine. Claro, en esos años no había cubetas, ni palomitas con caramelo, con mantequilla, enchiladas y light. ¡Dios mío, palomitas light! Nosotros comimos sólo una clase de palomitas, las hechas en una olla especial. No había secreto, era el maíz palomero y el aceite. Y como no había secreto, la venta era sencilla, un niño caminaba por los pasillos de la sala ofreciendo las bolsas de palomitas, bolsas de papel, pequeñas. ¿Mirás lo que yo miro? Ustedes viven otros códigos, otros protocolos, por lo tanto, nuestros lenguajes y nuestras personalidades son diferentes. Tendemos puentes de comunicación, pero, a veces, las orillas siguen distantes. Ustedes comen palomitas enchiladas, nosotros comimos palomitas simples. Quien juega fútbol soccer no anda comiendo palomitas ni tomando café. La actividad lo impide; en cambio, quienes amamos el cine o los libros, sí disfrutamos esos rituales maravillosos. Ah, los cinéfilos comemos palomitas; y los lectores tomamos café o té o una cerveza o una cuba. Pero, insisto, los de mi generación comimos antojitos diferentes en las salas cinematográficas y esto también ha marcado la brecha. ¿Qué comen ahora ustedes? Ya dije que tienen muchas variedades de palomitas, además hay otros gustos: por ahí, cuando, en el tiempo A. P., iba con mi Paty a Cinépolis ella pedía un tambito con palomitas, un refresco y en ocasiones un platito con nachos aderezados con queso amarillo; además veía que otros cinéfilos metían hot dogs o crepas. Esto es lo que consumen ahora. ¿En nuestros tiempos de adolescentes? Ah, qué hot dog ni qué nada. En el cine consumíamos tortas de pierna (comprados en el July) o tortas que vendía doña Lola, asimismo órdenes de tacos dorados (riquísimos, inolvidables). ¿Mirás? En los años sesenta y setenta, los cinéfilos comitecos consumíamos productos comitecos tradicionales; ahora, hay una tendencia a consumir productos que son propios de otras culturas. Como ejemplo basta decir que nosotros consumíamos nuestro idioma español: tacos; y ahora, ustedes consumen idioma inglés: hot dog. Esto, que parecería irrelevante da una nota altísima de las diferencias culturales que nos alejan. Para acercarnos es preciso que existan concesiones; los adultos comemos un hot dog y los jóvenes comen taquitos dorados. Los cinéfilos de todo el mundo consumen palomitas, nuestras palomitas comitecas de los años setenta eran sencillas, sin pretensiones; las palomitas de hoy son más popof. Posdata: los sociólogos van más allá en estos análisis. Ellos saben que todo consumo cultural conlleva un intento de endoculturación, de arrebatarnos de nuestra propia cultura para insertarnos otra. ¡Ay, Molinari, la vida es más sencilla! Tan sabroso que es el hot dog, tan ricos que son los nachos y las crepas. ¡Tzatz Comitán!

jueves, 18 de agosto de 2022

MUJER JUEGO NO INVENTADO

A veces divido el mundo en dos. Ayer lo dividí en: mujeres que son como un tablero de ajedrez, y mujeres que son como juego no inventado. La mujer juego no inventado es maravillosa. Todo en ella es deslumbrante, como regalo de navidad aún no abierto, el que reposa en la base del árbol. Es una mujer inédita. Todos los juegos inventados tienen reglas y miles o millones de seguidores. La mujer juego no inventado es la senda nunca caminada, posee el encanto que tuvo la primera mujer sobre la tierra. Acercarse a ella es como entrar a una burbuja luminosa donde todo es novedoso, donde todo es como una casita afectuosa, pero que contiene misterios que serán prodigiosos. Ella es la cascada donde el agua sube, el escalón que se mueve a los lados, la nube que llueve pétalos, el caracolito que vuela, el cuadro de la Gioconda que ríe a carcajadas, la famosa pintura de El grito donde se escucha lo que dice. Ella es la puerta que nunca admite la oscuridad, su cuerpo es como una casa siempre iluminada. Nada de lo real le es ajeno, pero, de igual manera, ella crea lo que no existe en forma tangible, y lo comparte con una generosidad de niña que toma un helado. Se convierte en reflector cuando el escenario se vuelve un sembradío de nubes; se convierte en cielo cuando hay necesidad de vuelo, abrazo de lluvia, carrera de luz sobre el rostro. Ella es todos los números, incluso aquellos que van más allá del infinito; ella es todas las letras de todos los abecedarios, incluso de aquellos idiomas inexistentes, los que hablan en otras galaxias. Juega a ser cometa o estrella y demuestra cómo la luz es la esencia más traviesa, la que brinca sobre la cuerda del arcoíris, la que, como Midas, ilumina todo lo que toca, todo, el cuerpo y el espíritu del amado. Ella es la que modela lo que está por venir, su mirada es una ventana hacia el futuro, sus labios calientan el frío del tiempo. Toca todos los instrumentos musicales que aún no existen, el acordeómetro que interpreta arias a la hora que vuela, a la hora que, como sábana, se tiende sobre la cama donde ella, la mujer juego no inventado, espera al amante. Es el cielo en la tierra y la tierra llena de nubes, de pájaros que vuelan, de estrellas que son hermosas figuras para jugar algo parecido a un ajedrez universal, donde las casillas son fosos con hermosos obsequios. En su casa tiene miles de libros, cada uno de ellos tiene forma de animales o de casas o de subterráneos o de ríos. Si uno toma el libro mar, por ejemplo, los delfines llevan las palabras en su trompa, las avientan a los peces velas, quienes las convierten en mermelada para que los niños disfruten la lectura. Quien tiene la fortuna de toparse con una mujer juego no inventado debe sentirse satisfecho y estar dispuesto a caminar sobre el aire y morder la base del museo de la vida. A veces divido el mundo en dos. Mañana lo dividiré en: mujeres que son como ventanas donde la luz se inclina, y mujeres que caminan en medio de camiones de rutas indefinidas. ¡Tzatz Comitán!

miércoles, 17 de agosto de 2022

CARTA A MARIANA, CON ESTRATEGIAS DE VENTA

Querida Mariana: don Alfonso decía “Gastalo tu paga” y ofrecía las escobillas de palma que hacía, unas verdaderas obras de arte. Lo decía como ahora los comerciantes gritan: “Llévelo, llévelo”. ¿Mirás cómo cambian los conceptos de mercadotecnia? Mi querido maestro Temo Alcázar cuenta que cuando los hermanos Salas llegaron a Comitán, a mediados del siglo XX, causaron gran conmoción, porque era muy novedosa la forma de promocionar los productos que vendían. Igual que medio mundo quedo maravillado ante la capacidad que tienen los llamados merolicos, los que se paran en medio del parque, pintan su raya y comienzan a gritar las bondades de un determinado producto medicinal. Dos minutos después ya está reunida una multitud que forma un círculo. ¿Qué cosa más sorprendente que los amigos que venden las cobijas en las ferias? “Le doy ese, échale ese, y le das otro, y ahí le va su regalo…” Me detengo ante el puesto lleno de paquetes y de cobijas extendidas y veo cómo el hombre, trepado en una tarima, pepena las palabras al vuelo y las suelta como si fueran dardos ante los oídos de la multitud, porque, es inevitable, quien pasa por ahí se detiene tantito para escuchar esa ametralladora de palabras, esa catarata verbal llena de picardía. Ante el genio mercantil de este siglo me llena de ternura el mensaje publicitario de don Alfonso, sentado en la banqueta, extendía la mano con la escobilla al paso de los peatones y decía: “Gastalo tu paga”. No hablaba de las bondades del producto cultural que ofrecía, porque era visible la belleza de su trabajo artesanal; pero, además, nunca decía el costo. Cuando alguien se detenía para revisar la escobilla, él repetía “Gastalo tu paga” y sonreía, un segundo después agregaba: “Son de palma bendita”. En ese instante la gente tiraba sus murallas. Cuando él veía que la persona se quedaba intrigada, él atacaba con fineza: “No sólo elimina el polvo, también aleja la maldad en casa, limpia el espíritu” y tomaba una escobilla y se la pasaba por un brazo, del hombro a la mano y volvía a sonreír. De diez personas que presencié vi que ocho abrían el bolso o metían la mano en la bolsa del pantalón y preguntaban: “¿A cómo son?” “A doce, pero te lo dejaré a diez si comprás dos, llevalo una a tus papás, para que limpien su casa”. Las ocho personas dieron un billete de veinte y se llevaron dos. Mi primo Albertito, que en paz descanse, honesto comerciante, siempre daba un diez por ciento de descuento en el total, con su voz firme, afectuosa, casi gritaba a la de caja: “Hacele su diez por ciento de descuento”. El comprador sonreía satisfecho y se retiraba agradecido con su compra. Mi papá, comerciante de toda la vida, decía que la bendición era tener un ranchito con agua de un arroyo, y un local comercial con aparadores que dieran a la calle. Su estrategia comercial era la que dice: “Quien no muestra ¡no vende!” Un amigo dice que los comerciantes son personas que no producen, permanecen en sus locales esperando que lleguen los clientes, pero yo siempre he pensado que las personas que se dedican al comercio son el eslabón maravilloso entre el productor y el cliente. Yo bendigo a los comerciantes que me acercan los productos que necesito. Antes, en Comitán era muy difícil hallar productos para dibujo, ahora ya hay comercios que se dedican a la venta de productos artísticos. El comerciante invierte, aparte de su paga, su tiempo, y no hay cosa más valiosa que el tiempo; todos los días, con puntualidad inglesa, abre las puertas de su local para atender a los clientes. Los clientes adquirimos productos y pagamos, gastamos nuestra paga. Los clientes de don Alfonso adquirían hermosísimos objetos artísticos utilitarios: escobillas tejidas con palma de diversos colores y maravillosas figuras, que servían para quitar el polvo y para ahuyentar a demonios porque estaban hechas con palma bendita. Posdata: una vez, un cliente preguntó quién había bendecido la palma y él, con una dignidad de rey maya, dijo: “Mi madrecita la bendice con el agua del pozo”. Vi que el hombre sacó el billete y, con la misma dignidad, dijo: “Es la mejor bendición del mundo”. ¡Tzatz Comitán!

martes, 16 de agosto de 2022

CARTA A MARIANA, CON UNA PUERTA

Querida Mariana: me encantan las puertas. Un libro que coordinó Katyna De La Vega se titula: “Comitán, una puerta al sur”. ¿Mirás? Nuestra ciudad fue presentada como una puerta. Eso ha sido desde siempre, recibiendo a quienes llegan y despidiendo a quienes se van. La historia reciente ha visibilizado el fenómeno de la migración, fenómeno que se ha dado desde hace muchos años. Sí, muchos centroamericanos pasan por las puertas del sur, van en busca de las puertas del norte. Desde el origen todos los seres humanos han buscado puertas. A Eva y a Adán Dios los invitó a salir por la puerta mayor y, por niños malcriados, los condenó a vivir en infinito éxodo y así continuamos en el siglo XXI y así será por siempre. Antes, muchos comitecos pasaban por la puerta de Guatemala, cruzaban tantito, en el lugar llamado “La mesilla” o “La línea”. Sin mayores trámites cruzaban al territorio guatemalteco para pasearse por un corredor que tenía locales comerciales a los lados, ahí estaba la llamada “fayuca”. Varias personas en Comitán se dedicaban a vender productos adquiridos en La Línea, los llamados “cortes” (telas) y juegos de té, café, platos, cubiertos y muchos artículos más. A mí me encantaba entrar a los locales donde vendían estuches de plumones con muchísimos colores. Así como me gustan las puertas, me encantan los lápices de colores y plumines. Con los colores he iluminado a muchas puertas de casas dibujadas. Una mañana pasé por esta puerta, me detuve, disfruté la imagen. Ahora sentís lo mismo que yo: la posibilidad de unir tiempos distantes. Estos espacios tradicionales son puertas que, en el presente, dan paso hacia tiempos idos y permiten vislumbrar cuál será el futuro de esta ciudad. ¿Imaginás qué sucederá el día que esta puerta desaparezca? ¿Imaginás si tuviésemos la capacidad de preservar estas puertas? Esta puerta, en particular, es bellísima, es una puerta máscara, con sus dos ojitos en la frente, su nariz larguísima, que comienza en la parte superior y termina en la parte inferior. El día que pasé tenía, en la boca, una cadena reciente, por ahí alguien le quitó los dientes que permitían usar aquellas llaves enormes, hechas por los artesanos comitecos. Me quedé un buen rato admirando esta puerta, con sombrerito. Hoy, las puertas tienen unas gorras que parecen patrocinadas por Nike, todas muy semejantes, sin la pátina gloriosa que acá tiene este sombrerito coqueto. Si no fuera por el poste de cemento, que sostiene la mufa para la energía eléctrica cualquiera podría equivocarse de fecha y pensar que no es una fotografía de 2022, pero esta foto es reciente, por eso digo que tuve la maravillosa sensación de transportarme al pasado desde este presente recentísimo. ¿Mirás que esto es como una gran lección de nuestra historia local? Cualquier joven o niño puede pararse enfrente y preguntarle al papá y éste contar que así eran las puertas de antes, que así eran las bardas limítrofes, con empedrados y con lienzos de madera, que, antes, no era necesario esa cadena color plata, que las puertas estaban abiertas y que ahí se paraban las canasteras para ofrecer calabacitas o medidas de manía, que por ahí entraban los burreros cargando los barriles llenos de agua de La Pila. Me encantan las puertas. Las puertas de mi casa de infancia siempre estuvieron abiertas. Mi mamá dice que mi papá siempre recibía a amigos y familiares, que los recibía en la parte superior del zaguán, abría los brazos y decía lo que muchos comitecos: “Pasen, pasen, están en su casa”, y muchos amigos y parientes (mi madrina Cary, mi tío Pedro, mi tía María, Juanito y muchos más) no lo pensaron dos veces y se quedaron en casa durante muchos meses. Las puertas siempre estaban abiertas en el pueblo. El aire caminaba y cantaba libre, como si fuera un cenzontle. Posdata: Me quedé varios minutos, hice una pausa. Me sentí pleno ante lo que tenía frente a mi mirada. Hubo un instante que casi sentí que la puerta me guiñaba un ojo, casi miré que sonreía, que estaba a punto de morder la cadena, abrirse e invitarme a pasar al sitio, a la casa. Si no fuera por la mufa, el medidor de energía eléctrica y los cables, cualquiera podría decir que era una imagen de los años sesenta y yo tenía siete años y mi papá me llevaba de la mano y yo le decía que me gustaba la puerta máscara. ¡Tzatz Comitán!

lunes, 15 de agosto de 2022

CARTA A MARIANA, CON CHISGUETES

Querida Mariana: los de mi generación crecimos escuchando canciones de Pedro Infante, viendo sus películas. Por ahí, en el Cine Comitán vimos la clásica de “Nosotros los pobres”, donde Pedrito (así le decían las tías) interpreta el papel de un carpintero, de un carpintero humilde que, como si fuera toro de lidia, a cada rato recibe estocadas que le infringe la vida. Ay, qué película tan dramática. Crecimos escuchando eso de “Yo tenía un chorro de voz (…), pero del chorro de voz sólo me quedó un chisguete…” Yo estaba acostumbrado a escuchar la palabra chorro, porque siempre que pasaba por el parque de La Pila, para ir a casa de la tía Juanita y del tío Guillermo, mi mamá señalaba los chorros y caminaba con cuidado por la calle del Resbalón, donde corría, como niño alegre, el agua que se desparramaba de esos chorros. ¿Y qué le pasó al compa que tenía un chorro de voz y que se quedó con un chisguete? Ah, bueno, Pedrito contaba que eso le pasó al compa chisguetero porque era muy parrandero, se dedicó a beber y a fumar, esto hizo que sus capacidades vocales mermaran y del gran chorro de voz sólo le quedó un chisguete. Los de mi generación crecimos viendo los chorros de La Pila y escuchando el estruendo de la hermosa caída de agua. Ah, con qué generosidad se desparramaba el agua, como canto permanente a la vida; pero, ahora, ay, Pedrito agorero, de aquel chorro de agua sólo queda un chisguete. A veces, los chorros están sin cantar, la sequía enmudece sus gargantas. Una mañana de agosto de 2022 pasé por ahí y mi corazón brincó de gusto al ver que ahí estaba el agua, ahí los chorros, sobreviviendo, brincando la cuerda hermosa de la vida. Sí, a veces paso por el parque de La Pila y miro que el agua ya no mana con la generosidad de antes. ¿Qué pasó con aquel chorro de agua? Pues habla de algo que ya los científicos advirtieron desde hace tiempo, este maravilloso recurso se agota. Pucha, los legos no lo advertimos. En los años setenta hubo un mensaje de gobierno que decía: “De gota en gota ¡el agua se agota!”, nos advertía que tuviéramos cuidado, como me advertía mi papá: “Cuida los centavos, que los pesos se cuidan solos”, cuando miraba que dilapidaba mi paguita. Los centavos hacen pesos (eso lo saben los millonarios, por eso mirás que muchos son bien marros, saben que de grano en grano se llena el cuch, de la alcancía); las gotas de agua hacen los lagos, los ríos, las lagunas. ¿Ya miraste la escasez de agua en el norte del país? ¿Recordás la película Mad Max? Esta película fue estrenada cuando vos no eras ni proyecto de vida, pero un día la vimos en la televisión de tu casa. Parece que esa cinta fue de las primeras que advirtieron lo que pronto será una realidad dramática: las luchas de pandillas por la posesión del agua. Ya nos han dicho que el Río Grande comiteco, no el que divide México con USA , nunca fue río ni fue grande, pero afectuosamente así le seguimos llamando. Por ahí circulan fotografías de los años sesenta donde se ve que era un canal de agua limpia y generosa en su flujo; muchos amigos de mi generación iban con sus familias de día de campo y ahí se bañaban. Hace pocos años se secó, lo vimos como se ven las presas del norte del país. ¡Dios mío, qué situación tan tremenda, tan apocalíptica! Muchos chorros se han diluido. El chorro de respeto hacia los adultos, el de las tardes tranquilas, el de la vida sosegada. Ahora hay muchos canales secos, vacíos, llenos de ratas. ¿En qué momento las cascadas de armonía se secaron? Nos hemos quedado sin esa brisa esperanzadora. Posdata: el personaje de la canción que canta Pedrito se quedó sin el chorro de voz por el exceso de trago y de cigarro. Los excesos agotan los chorros. Luego quedan los chisguetes. El mundo vive ahora con chisguetes. Los agoreros señalan que si las personas no cambiamos nuestro proceder, pronto cantaremos: “Yo tenía un chisguete de voz (…) pero del chisguete de voz ya nada me quedó”. ¡Tzatz Comitán!

domingo, 14 de agosto de 2022

CARTA A MARIANA, CON ANUNCIO DIARIO

Querida Mariana: no es escuela, pero este pizarrón se usa todos los días y lo usa una verdadera maestra de la cocina: doña Conchita Pérez, en su casa del barrio de La Pila. Acá bastaron cinco líneas para enseñar una maravillosa clase. Es el menú de un día cualquiera. Ella, tal vez en la tarde previa, elige qué cocinará y en cuanto ya lo decidió hace el pedido de los ingredientes y al otro día, muy temprano, a la hora que ya las manos están activas cortando cebollas, ajos, jitomates y poniendo las ollas en las hornillas, anota en el pizarrón los platillos que ofrecerá y la gente que ama su cocina pasa en su auto y descubre la bendición de la comida comiteca, hecha con una sazón especial, con la receta tradicional. Las dos primeras líneas son casi imborrables. Sólo el menú (escrito con plumones rojos) es el que varía. La gente que está acostumbrada a leer los nombres de los restaurantes puede preguntar: ¿por qué no está el nombre? Ah, es muy sencilla la respuesta: en Comitán todo mundo sabe que es la casa de doña Conchita, y con este nombre ya está garantizada la limpieza y el sabor de lo que ahí ofrecen. Muchos comitecos de gusto exquisito no dudan, adquieren la deliciosa comida que ella expende. Ya te conté que hubo un tiempo, mucho antes del tiempo A. P., en que ofrecía comida en el patio de su casa. Ah, era un doble privilegio, porque además de la riquísima comida los comensales disfrutaban el entorno maravilloso con el cielo azul, los tejados color tierra, el vuelo de palomas, los cantos de los loros y el repique de las campanas del templo del santo consentido de Comitán: Tata Lampo. Hoy sólo ofrece comida para llevar. Este término es maravilloso. He leído que muchos amigos insisten en que la vida no es para llevar es para disfrutarse en el día a día, pero acá, estas dos palabras abren puertas sensacionales, porque las personas pasan por la casa de doña Conchita y solicitan deliciosa comida ¡para llevar!, y ella prepara el pedido y lo entrega y las personas van a disfrutar esas delicias en el campo, a la sombra de un árbol, o en el corredor de la casa o en la cocina, al lado de los amigos y de los seres queridos. Compartir la comida con los afectos es uno de los privilegios de la vida, es maravilloso disfrutar la plática y la cercanía de momentos inolvidables. Cuando esto se da con comida deliciosa, el privilegio es doble. Acá, lo mejor de la vida es para llevar, pero para consumir minutos después. Ah, la pausa genial, el lapso donde la boca se hace agua, donde el deseo se intensifica. Los tres platillos anunciados son comitecos. Claro, cualquiera podría decir que la olla podrida se hace en muchas otras ciudades, en muchos otros países. Los que saben dicen que es un platillo que nos llegó de España, ah, pero esa es la gracia, en cada pueblo le adicionan su propia sazón e ingredientes locales que lo distinguen. La olla podrida comiteca es riquísima y doña Conchita la prepara en forma especial. Lo mismo puede decirse con las tortas. Tortas hay en todo el país, pero acá hay una variedad especial que se llama Torta comiteca, que debe ser como prima hermana del pan compuesto. ¿Es posible descubrir los ingredientes de cada platillo? Entiendo que al abrir una torta comiteca se puede ver, de inmediato, los ingredientes; con la olla podrida debe ser más difícil, pero un paladar educado descubre los ingredientes más escondidos. Así que descubrir la receta secreta no debe ser tan difícil, pero ¿cómo pepenás la destreza de la mano? No todo mundo tiene la gracia, no todo mundo posee el don. Hay manos especiales para alimentar el cuerpo y el espíritu. Posdata: pensé en el tiempo donde en Comitán no teníamos opción para elegir entre una cartelera cinematográfica generosa. En los años sesenta sólo había dos salas, en el Cine Comitán exhibían dos películas mexicanas, y en el Cine Montebello dos películas extranjeras, gringas, sobre todo. Como si estuvieran anotadas en un pizarrón veíamos los cartelones con el menú cinematográfico. Nunca dudé. Me encantaba ir al cine, lo disfrutaba. Acá, con doña Conchita, no hay el menú completo de un restaurante con extensa carta, ¡no! El día que pasé por ahí sólo ofrecía olla podrida, plátanos fritos y tortas comitecas. Ah, qué antojo, qué buena programación. En la tarde descuelga el pizarrón, borra lo que está en rojo y al otro día anota el menú del día. ¿Qué será? Lo que sea es garantía de una deliciosa comida. Benditos lugares que hoy ofrecen deliciosa comida para llevar. ¡Tzatz Comitán!

sábado, 13 de agosto de 2022

CARTA A MARIANA, CON UN RECUERDO

Querida Mariana: falleció don José Antonio Guillén Argüello. El 8 de agosto de 2022, su hijo, el doctor Segundo Guillén, escribió en redes sociales: “Hoy es un día gris, amigos, mi padre acaba de partir de este mundo…” Murió don Toñito, persona muy apreciada y conocida. Su hijo definió el día como gris y dio a conocer la infausta noticia para que los amigos se enteraran. Antes, el pueblo de Comitán se enteraba de fallecimientos a través de la radio, ahora, las redes sociales sirven para comunicar alegrías y tristezas. La interacción permite que muchas personas manifiesten opiniones, que celebren cuando un amigo comparte su felicidad, y que expresen su pesar cuando sucede algo nefasto. El comunicador Paco Ruiz Vera (quien ha laborado en la radio muchos años), en su mensaje de pésame señaló tres rasgos que fueron parte de la personalidad de don Toñito: “gran empresario, político y líder transportista”. Igual que muchos comitecos y habitantes de la región conocí a don Toñito y tuve el privilegio de su afecto, afecto que inició con mis papás, porque él trabajó al lado de mi papá, en los años sesenta; es decir, don Tonito me conoció cuando era un niño. El afecto fue mutuo, mis papás lo estimaron y él nos estimó. Como bien expresó Ruiz Vera, don Toñito fue un gran empresario, desempeñó una serie de oficios, muchos de éstos relacionados con el transporte, su visión empresarial le permitió subir escalones hasta llegar a ser exitoso. En redes sociales apareció un mensaje del Sitio de taxis Doctor Belisario Domínguez donde enviaron su “admiración a un gran hombre e icono del transporte…” Por ahí hay una fotografía donde aparecen taxistas en el sitio que estaba frente al actual Teatro de la Ciudad, ahí aparece, entre otros, don Toñito y su hermano Fidelino. Fue un chofer de gran experiencia, recuerdo que, en una ocasión, en una willys que tenía mi papá, nos llevó a Chiapa de Corzo donde asistimos a una boda. Era un excelente chofer, a tal grado que, en 1968, cuando vino Gustavo Díaz Ordaz, presidente de la república, él fue nombrado como chofer oficial, en un hermoso auto abierto, él conducía, mientras a su lado el presidente Díaz Ordaz, de pie, saludaba a la multitud que aplaudía al paso de la comitiva. Y de chofer pasó, como dijo Ruiz Vera, a ser político, llegó a ser regidor en el Ayuntamiento de Comitán, por su calidad de líder transportista. Y esto lo confirmó el doctor Humberto Córdova Cordero, quien expresó: “Mi admiración a un gran hombre, don Toño, con quien compartí momentos muy agradables y caminamos juntos en la política…”, y luego compartió un recuerdo que da muestra del trabajo sostenido de don Toñito: “hace unos meses estuvimos en su rancho e hicimos un recorrido por él”. Dichoso el doctor Córdova Cordero. El uno de febrero de este año, don Toñito me mandó un mensaje donde me invitaba a ir a su finquita, así lo escribió. Ah, ya me conocés, agradecí su invitación generosa y le dije que en cuanto bajara el índice de contagios del Covid iríamos, que me sentía agradecido. Él, hombre maravilloso, insistió: “Vamos hoy, no tengas temor de nada. Te voy a traer” y me explicó que la finquita estaba muy cerca del pueblo. Me dio pena, pero decliné de nuevo y él me explicó que el día era perfecto, porque estaba en proceso de cosecha del café, que apreciaría el cortado del grano, el despulpado y el secado en el patio. Sí, la oferta era tentadora, pero le dije que pronto, pronto, don Toñito. Ah, la vida es generosa, pero uno debe reconocer que cada instante es el que cuenta, no hay mañana, sólo el presente, por eso el corazón del día debe despulparse y secar en el patio para disfrutarlo a cabalidad. Eso lo sabía don Toñito, por eso insistió en la invitación, y yo, bobo, siempre, no acudí. El doctor Córdova Cordero estuvo con él en su rancho y fue testigo de cómo disfrutaba el trabajo hermoso que cultivaba. El senador Eduardo Ramírez, amigo cercano de su familia, escribió: “Vivió cada segundo con gran intensidad”. Esta frase define muy bien el carácter de don Toñito, sí, supo vivir con emoción cada instante, hombre sabio supo que sólo el instante cuenta, no hay más. ¿Mirás cuántas manifestaciones de aprecio? Cada persona fue desarrollando elementos importantes del carácter de don Toñito. Al lado de sus fortalezas sociales y como empresario, también estuvo presente lo que la Tía Rox escribió: “De los mejores seres humanos que he conocido, ejemplo de cómo vivir la vida trabajando y con ideales hasta el último día”. Juan Carlos Gómez Aranda, otro destacado comiteco, gran escritor, expresó: “Lamento mucho la partida de Don Antonio Guillén Argüello. Gran chiapaneco, empresario preocupado por brindar servicios, crear empleos y amigo leal. De nuevo, le agradezco sus atenciones y apoyo que en su momento me brindó sin cortapisa: como buen y viejo amigo. Abrazo con cariño a su familia y les deseo que el legado de buenos principios que les deja, también les sirva de consuelo para mitigar su pena. Abrazo particularmente a sus hijos Julio, Segundo y Jesús. Descanse en paz, mi respetado Don Tono”. Acá está presente otro importante signo de la vida de don Toñito, creó empresas donde laboran muchas familias comitecas. Por ahí, hace algunos meses, vi una fotografía donde cortaba el listón de un hotel. ¿Mirás cuántas empresas? Un día, don Toñito también me dijo que andaba haciendo comiteco, la famosa bebida de nuestro pueblo. Pucha, qué capacidad de trabajo, como expresó la Tía Rox, tuvo ideales hasta el último día de su vida. Fue un hombre exitoso que siempre soñó con abrir más ventanas para que entrara el aire. Fue un hombre exitoso, porque fue un hombre de trabajo. Juan Carlos Gómez Aranda, en forma puntual, se dirigió a sus familiares y deseó que “el legado de buenos principios que les deja, también sirva de consuelo para mitigar su pena”. Don Toñito, hombre de trabajo, deja un legado material; a la par, hombre bueno, deja un legado de buenos principios. Leí la noticia de su fallecimiento en el muro de su hijo, el doctor Segundo; al día siguiente encontré esto que también él redactó: “Ayer despedimos a mi padre, en nombre de mi familia agradezco infinitamente a todos sus muestras de cariño, nos conmueve leerles, nos enorgullece ratificar el respeto y admiración que provocaba, nos alienta saber que nos dejó buenas huellas para seguir su mismo camino”. Sí, la verdad es que muchas personas del pueblo y de más allá lamentamos el deceso, sabemos que es parte de la vida, pero siempre deseamos que no llegue ese instante, momento en que, como expresó su hijo, el ambiente se torna gris. A mí me tocó hablar en algunas ocasiones con don Toñito, recuerdo una ocasión en la Plaza Las Flores, nos topamos en una de las entradas y nos pusimos a platicar sabroso, en otra ocasión estaba con mi mamá en el parque de la Colonia Miguel Alemán, él viajaba en una camioneta de color rojo, cuando nos vio se detuvo y bajó para saludar a mi mamá y dimos una vuelta al parque disfrutando de su plática sabrosa; es decir, su compañía fue como la de un excelente artista que pinta un paisaje con colores cálidos, desechando, por supuesto, los tonos grises y el color negro. Ahora, lo mencionó su hijo, su ausencia física pintó el entorno de gris. No hay sucedáneos en la vida, no hay compensaciones ante la pérdida irremediable, pero ante la avalancha de manifestaciones que muchas personas redactaron en las redes sociales, advertimos que don Toñito sembró afecto, prodigó colores sencillos y amables. Cuando nos enteramos de su fallecimiento muchos lo lamentamos. A sus herederos les queda ese legado, esos principios de trabajo permanente y sostenido lo llevarán como una de las obras más preciadas. Posdata: una novela de Silvia Molina se titula: “La mañana debe seguir gris”, cuenta la relación de ella y el poeta tabasqueño José Carlos Becerra, se conocieron cuando ambos, mexicanos, llegan a Londres. Siendo joven, Segundo fue a estudiar a Londres. La niebla no le es materia ajena, ojalá que, de acá en adelante, el recuerdo luminoso de su papá deseche la niebla por la ausencia y “La mañana sea siempre luminosa”. Don Toñito leía de vez en vez mis textos, a veces me aportaba algún dato histórico del pueblo, sabía que dentro de mis actividades creativas estaba la de hacer caricatura, una vez le presenté un libro que hice con caricaturas de políticos poblanos, con la serie de cartones que se publicaron en el periódico “Síntesis”, de la Angelópolis. Repasó las hojas con atención, escuchó la descripción que hacía de cada uno de los personajes: él fue presidente municipal y ahora es gobernador, él era senador, y así con cada uno de ellos, al terminar de revisar el libro con veinte o veinticinco caricaturas, me vio y dijo: “Pero a mí nunca me vayas a hacer una caricatura”, no, le dije, no lo haré. Por eso, ahora le hice un retrato, con cariño, para decirle que su afecto fue mi privilegio. Conmigo fue muy amable, nunca hizo un trazo con colores grises, su mano siempre fue de arcoíris. Descanse en paz, el buen don Toñito.