jueves, 29 de febrero de 2024

CARTA A MARIANA, CON FOTOS MARAVILLOSAS

Querida Mariana: en mi blog tengo cuatro mil ochocientos textos. ¿Cuántas fotografías tenés en tu computadora? Miles, también. Cada texto, cada fotografía, son testimonios de vida. En la fotografía que anexo hay un nutrido grupo de alumnos de nuestro Colegio Mariano N. Ruiz. La foto no es clara, como si el tiempo pasara su mano y la cubriera con la niebla eterna. Pienso en todo el tiempo que he dedicado a escribir los textos que están en mi blog. ¡Más de cuatro mil ochocientos! Pienso en todos los instantes que detienen las fotografías. Siempre que reviso un álbum (ahora, archivo de computadora) pienso en cómo los seres humanos insistimos en detener el tiempo, aunque sea a través de palabras o de imágenes. La vida es un grifo descompuesto, por más que intentemos arreglar el grifo es imposible detener el goteo. Nuestra medida del “desperdicio” es el segundo. Tac tac tac tac. No es posible parar el tiempo. Así se va la vida. Tengo sesenta y seis años de edad y parece que fue ayer que estaba sentado en el Cine Comitán al lado de mis papás. Hoy, el Cine Comitán no existe y mi papá falleció hace treinta y cuatro años. Sólo mediante las fotografías y los testimonios orales y escritos es que recuperamos esos instantes, instantes que nos devuelven un poco de vida. Los textos y las fotografías son el tapón que impide que el agua se vaya a la coladera inmisericorde, pero (¿lo has visto?), los lavabos tienen un hueco para evitar que el agua rebose, así pues, la vida está irremediablemente condenada a ir al caño. No me preguntés de cuándo es esta foto que anexo. No lo sé. Lo único que sé es que es el patio trasero del edificio de la primaria, la del barrio de San Sebastián. No sé qué acto fue, pero veo una multitud de niños y niñas bien atentos a lo que sucede al frente. El fotógrafo hizo que el goteo del tiempo se detuviera, acá está la prueba, hubo un día (en un remoto pasado) que la multitud de alumnos se concentró en el patio posterior. Acá está la prueba, esta imagen revive el pasado, lo retrotrae, lo hace presente. Puedo escuchar el rumor de los niños. Sólo puedo decir que esta imagen es del tiempo A. C. ¿Antes de Cristo? ¡No! Antes del celular. Por esto, te mando la imagen, porque es única, irrepetible, es del tiempo de las cámaras analógicas, es un testimonio valiosísimo de una época que se fue al hueco eterno. Los niños y niñas que acá están (segurísimo) ya crecieron, ya son adolescentes o adultos. Tal vez alguno recuerda este momento vivido. Si viera la foto recordaría el instante y podría decir qué suceso los convocó. Una de las más grandes ventajas de las escuelas y colegios es la posibilidad de compartir vida con los compañeros. Cuando hay una gran plebe todo se vuelve fiesta. Si un mago se presenta en el escenario, todo mundo está pendiente de los malabares que hace con las manos y cuando aparece algo inesperado decenas de chicos y chicas lo celebran, como los de la plaza avientan un olé de emoción, éstos avientan un ¡oh!, de admiración, y sonríen y aplauden. El festejo de la fotografía fue un acto especial. Las banderitas que cruzan de un extremo a otro son muestra de que hubo un festejo inusual. En la parte posterior se distingue algunos adultos, pero la masa compacta del frente está integrada por niños y niñas, alumnos de nuestro colegio. ¿De qué año es la fotografía? No lo sé. Lo que sí puede asegurarse es que no es de este siglo XXI, es del siglo XX. ¿Mirás el prodigio de la fotografía? Nos avienta una cubetada de luz en la mirada y en el espíritu. Posdata: la foto la encontré en el Archivo del Colegio Mariano N. Ruiz, en cuanto la vi, así un poco borrosa, sin más datos, pensé que debía compartirla con vos, porque sé que puede servirte para un guion de corto cinematográfico, hacer que el instante no se pierda, que crezca, tal vez esto sea el motivo principal de la creación artística: pepenar una fracción de luz del pasado para iluminar nuestro presente. Reviso mi blog y me sorprende la cantidad de textos que he escrito, ¡miles! La escritura es parte significativa de mi vida y esta vida la comparto en esos cachitos que, espero, también den vida. Si es así ¡ahí la llevamos! ¡Tzatz Comitán!

miércoles, 28 de febrero de 2024

CARTA A MARIANA, CON UN COMITECO ARGENTINO

Querida Mariana: los argentinos y los comitecos hablamos de vos, bueno, de vos vos más en Comitán. En el pueblo hay un “comiteco” tan famoso como la bebida. No todo mundo sabe el nombre, pero sí todo mundo lo ha visto en el parque de San Sebastián. Es el toro de acero inoxidable, que está casi frente a la bajada de Doña Mariana. El gran escultor argentino Manuel Eduardo Solís bautizó a su pieza escultórica con el nombre de “Comiteco”. Gesto sensacional. La ficha dice que este toro mide 1.80 m x 80 de base. El escultor, quien lamentablemente ya falleció, dijo que fue el toro más grande que construyó en acero inoxidable y lo tenemos en Comitán. Recordá que nuestro paisano Luis Aguilar Castañeda impulsó tres simposios internacionales de escultura, en los primeros años de este siglo. El tercer simposio se efectuó del 4 al 22 de noviembre de 2007. Muchas personas de Comitán deben recordar el fastuoso acto, muchas plazas del pueblo se llenaron de luz (y de polvo, con los residuos de la madera, del mármol y del metal). Muchos grandes escultores del mundo estuvieron en Comitán, trabajando al aire libre, a la vista de todos. Manuel Eduardo estuvo esos días, trabajando el toro “Comiteco”. Al final de la intensa y fascinante jornada de más de quince días, los escultores posaron para la foto del recuerdo y dejaron sus obras para el patrimonio cultural del pueblo. Ya hemos dicho que, por desgracia, muchas de estas obras están desperdigadas, sin bases dignas, sin placas que den cuenta del título de la obra, características y nombres de autores. ¡Es una pena! Luis hizo su esfuerzo titánico, que fue respaldado por la autoridad en turno. ¿Qué decir de los artistas? Ahí están sus obras como muestra de su talento y dedicación. Luis dice que el “Comiteco” está en un lugar que recuerda cómo los batanecos tenían una gran afición por la fiesta brava. En realidad, la fiesta de San Sebastián se llenaba de luces y colores con la presencia de toreros y toreras, con espectáculos bufos, en la improvisada plaza, hecha con tablones de madera. Recordá que el famoso dicho de “Está cuajado el chulul” viene del tiempo donde el árbol se llenaba con aficionados que no habían alcanzado lugar en el graderío y trepaban al chulul. Ah, debió ser majestuoso ver el árbol lleno de gente disfrutando desde la altura del acto que sucedía en el ruedo. Recordá que la Rosario Castellanos, en uno de los cuentos del libro “Convidados de agosto” cuenta detalles de estas corridas de toros y del inevitable derrumbe de la plaza. Sí, las corridas de toros le daban vida al festejo al santo. La fiesta se sigue celebrando en el barrio, en el 2024 colocaron carpas alrededor del parque y en la calle lateral al templo instalaron juegos mecánicos, pero, la verdad, es que el festejo no es ni la sombra de lo que fue. Ahora el festejo da flato. Pocas gentes se animan a bajar a San Sebastián para comer los tradicionales curtidos o jugar al tiro al blanco o comer una paleta de chimbo. ¿Quién baja para comer un pedazo de pizza todo frío, cagoteado por moscas? El toro de Manuel Eduardo es una bella pieza, llena de movimiento. La parte de la espalda tiene un arco espectacular, tal comba le otorga una gran dignidad a todo el frente, que es majestuoso. Sastre genial, Manuel Eduardo dejó visibles las puntadas, el espectador ve cómo fue el proceso de creación, la manera de ir embonando las piezas, dándoles forma. El toro “Comiteco” muge con voseo, porque radica en nuestro pueblo y fue realizado por un maravilloso argentino. Nuestro Comitán dio una gran acogida a los artistas, valoraron el esfuerzo realizado, la generosidad con que se entregaron. Por ahí me pasaron copia del diploma que recibieron los artistas, dicho reconocimiento fue firmado por Jorge Constantino Kánter, en nombre del Ayuntamiento de Comitán, y por Luis Aguilar Castañeda, en nombre de Cultura y Arte para Chiapas, A. C. Manuel Eduardo era un hombre fuerte, serio, con barba blanca y escasa cabellera, también de color blanco. Usaba lentes. Su mirada era de búho atento, curioso. Posdata: cuando caminés por el parque de San Sebas detenete tantito y mirá la belleza de “Comiteco”, un toro de maravillosa estampa, toro que nuestro pueblo indultó para la eternidad. ¡Tzatz Comitán!

martes, 27 de febrero de 2024

CARTA A MARIANA, CON EMOCIONANTE ENCUENTRO

Querida Mariana: ¿te conté que el otro día el conductor de un autobús de pasajeros abrió su ventanilla y me gritó: “viejo, mueve tu carcacha”? No me molestó lo de viejo sino lo de carcacha. Pucha, mi tsurito está medio abolladito, pero es hijo del siglo XXI, modelo 2000. El conductor, como andaba trepado en un gran autobús, bien lavadito, me vio desde su altura. Nada dije, ¿qué iba a decir? Así como abrió la ventanilla, así pudo abrir el grifo de su coraje y soberbia y recurrir a la violencia. Puse reversa y dejé que su monstruo pasara rozando mi carrito, mientras acariciaba el tablero (empolvado) y le decía que no le hiciera caso, que no es una carcacha, que es un carrito joven, porque apenas tiene veinticuatro años de edad, pucha, está en la plenitud de su vida. Y digo esto, porque el otro día saludé a Don Javier Rojas, propietario de esta belleza de camioneta compacta. Don Javier es un gran aficionado a los autos, le viene de familia, porque su hermano Pepe Rojas es el fundador de la pista de arrancones. Él me dijo que esta camioneta es una Ford Courier, modelo 70. ¿Qué habría comentado el bobo conductor del autobús? ¿Habría admirado la belleza de la línea de esta camioneta, que, dice el Internet, fue la primera camioneta compacta? No todo mundo admira las arrugas que el tiempo impone a los objetos y a las personas. He escuchado que algunos jóvenes insolentes se refieren a nosotros, los viejos, como carcamanes. Saludé a Don Javier y de entrada me dijo que hay personas que le ofrecen cien mil pesos por su camioneta, pero él no la vende. ¿Cien mil? Al principio dudé, pero luego entendí que la persona que ofreció esta cantidad sabe lo que significa la camioneta, si la mete a un taller mecánico para una buena “chaineada” tendría un auto de colección. Don Javier nada le ha hecho, nada de ponerle bótox, de arreglarle la trompa así como ahora se la arreglan las chicas fifí. ¡No! Su camioneta está como la compró hace 25 años, sólo le ha agregado un cojín de hule espuma en el asiento, porque éste ya está un poco sumido. Don Javier fue trailero toda su vida. Digo pues que su familia es amante de los autos. Ahora se dedica, por ratos, a comprar fierro viejo y llantas usadas. La mañana que lo saludé, al lado del bulevar tenía una llanta vieja en la góndola. Me contó que su abuelo fue dueño de todo Jatón, desde donde está Radio IMER hasta donde termina la colonia. Nada sé de carros. Soy de los que abren el cofre cuando el auto no enciende, sólo para que los demás automovilistas sepan que hay auto averiado, pero veo el interior como si estuviera frente a un pizarrón de la universidad de Harvard que explicara el origen del universo. Pero sé que hay personas que aman los autos, que los coleccionan, que se pasan horas y horas en las muestras y exposiciones, que reconocen todas las piezas, que lavan y enceran sus autos todos los domingos, que tienen aspiradoras manuales para que no haya ni una sola mota de polvo en las alfombras. Don Javier no llega a tanto, porque su camioneta anda empolvada, pero lo que casi puedo asegurar es que su motor funciona como corazón de quinceañera enamorada. Y ahí estaba la rojita, con matices hechos por el tiempo. Pensá en los caminos que ha transitado. Desde 1970 ha andado de arriba para abajo. Estamos hablando de 53 años y ahora sí que como decimos los comitecos: “está andando en 54”. ¿Es una camioneta viejita? Sí, pero con la fortaleza de una chica veinteañera. Estas camionetas tienen la marca Ford en la parte delantera, la de Don Javier ya sólo tiene la F, las demás se le cayeron, pero eso no es problema, porque alguien (andá a saber quién) le pintó el letrero que dice Ford, con letras rojas y como no alcanzó para todas, la “erre” y la “de” se quedaron con un simple perfil de pluma. Esto le otorga una personalidad única. Posdata: me dio mucho gusto conocer a Don Javier Rojas, platicador de los meros buenos, hombre de trabajo, de vida. Me dio mucho gusto conocer a su Ford 70. ¡Tzatz Comitán!

lunes, 26 de febrero de 2024

CARTA A MARIANA, CON EL NÚMERO 39

Querida Mariana: ¡la emoción del vuelo! ¡El papalote flotando! Así es la experiencia de leer Arenilla. Ya distribuimos el número 39. En este número contamos con una afortunada colaboración de mi querido amigo el ingeniero José Octavio Galindo Albores, quien creció en el mero Yalchivol, y que nos regaló un maravilloso recuerdo de cuando volaba papalotes, de cuando los hacía, de cuando cortaba el hilo y lo despedía en la inmensidad. Y en este vuelo tenemos, como siempre, más, muchas más bellezas. Portada de lujo, con una fotografía del gran artista Jorge Frankof, mero mero del restaurante “Tata Lampo”. Portada donde aparecen dos de los promotores de la celebración de la Fundación de Comitán. Rosa Godelva Cancino Meza y José Antonio Zamudio Blanco aparecen en portada, ambos comprando las tradicionales nieves en el parque de La Pila. Rosy ya anda con la nieve en la mano, mientras Toño, en un pasito bien chévere, saca la cartera de la bolsa trasera del pantalón. El sol desparrama sombras de la ceiba en el graderío del templo de San Caralampio. ¡Ah, qué imagen tan bella! Y en interiores Toño nos comparte dos textos que dan cuenta de los festejos de la fundación de nuestra ciudad. Con una palabra, ¡lek! (que significa bueno), nos recuerda la maravilla de nuestra identidad en uno de los textos, y en el otro hace un recuento de las celebraciones que ellos han impulsado para festejar nuestra identidad. Ellos, ¡en buena hora!, tuvieron esta iniciativa y ya se encaminan a celebrar los siguientes años, para llegar al 2028 donde se conmemorarán los quinientos años de nuestra ciudad. Pero este papalote vuela alto, altísimo, también presentamos un reportaje donde aparece una mínima hoja de vida del gran Fernando Cuéllar González, quien es un niño que tiene once años de edad y ya es un gran campeón en Taekwondo. Pronto viajará a Puebla para participar en un torneo nacional y tal vez más adelante viaje a Brasil, para un torneo internacional. Te invito a que leás nuestra revista y te enterés de las maravillas que ha logrado nuestro amigo Fer, gracias al apoyo de sus papás, el doctor Fernando Cuéllar e Irma Aracely González García. ¡Felicidades! ¿Más? ¡Por supuesto que sí! Gracias al patrocinio de diez empresas, instituciones y personas relevantes honramos a Rosario en el quincuagésimo aniversario de su fallecimiento. Comitán está presente para honrar a nuestra paisana. King Long; Rosa Cancino; Campus VIII-Unach, Comitán; G+C Arquitectura & Valuación, del arquitecto José Alberto Gómez Conde; cirujano dentista Jorge Antonio Ruiz Mandujano; Galo Agro; Auditivos de Comitán; Notaría Pública 34; Jardín Botanero 340; y Casa Rosario están presentes en esta conmemoración fastuosa. No puede faltar la carta que siempre te escribo, en esta ocasión me aventé un doblete, una carta habla de Rosario Castellanos y la otra de una gran comiteca: Doña Zoilita Guillén de Teutli, quien cumplió noventa años con un gran guateque que le organizaron sus hijos e hijas. ¡Felicidades! El Anaquel de Paty Cajcam, gran narradora comiteca, editora ejecutiva de Arenilla y mi amiga durante más de trece años, nos trae una interesante añoranza de dos grandes escritores recientemente fallecidos: el mexicano José Agustín y el serbio Goran Petrovic. Como ves, este número está de lujo. Gracias a Dios, en cada edición nos superamos, todo en beneficio de nuestra sociedad, a la que nos debemos, por la que trabajamos en forma incansable y apasionada. ¡Y hay más! Martha Emma Orrico Vera nos compartió fotografías y testimonios para que honremos la memoria de su papá: Don Rodolfo Orrico Caparroso, quien (nada más y nada menos) fue el fundador de la primera colonia de Comitán: la colonia Miguel Alemán. El nombre de Don Rodolfo no puede estar oculto en el libro de historia de nuestro pueblo. En este número contamos una síntesis de cómo se fundó la colonia, maravilloso espacio que ahora es uno de los lugares más bellos de la ciudad, con muchos negocios y una oferta gastronómica sensacional. No podía faltar la crónica del gran maestro Benito Vera. En esta ocasión comparte detalles de cómo los trinitarenses recibieron en 1950 la presencia de los automovilistas que participaron en la primera carrera panamericana. Leélo, está de lujo. Y, como mojol, hablando del mismo tema, en nuestras páginas consignamos cómo el gremio del transporte de La Trinitaria recibió concesiones en diferentes modalidades del transporte. ¡Cabal! Posdata: cerramos con el cuentito para que los papás y mamás compartan con sus hijos e hijas. ¡Cumplimos! Siempre lo hacemos. Sembramos buena semilla en tierra fértil. ¡Tzatz Comitán!

domingo, 25 de febrero de 2024

CARTA A MARIANA, CON EJERCICIO DE VIDA

Querida Mariana: el ejercicio es sencillo: ir al parque de San Sebastián, puede ser sábado, al mediodía. Al llegar debe buscarse una banca, de esas de hierro, de color verde. En esa posición, con las piernas levemente extendidas, el espíritu debe prepararse para beber la esencia. Los expertos recomiendan “soltar”, soltar para pepenar. La mirada tiene mil y un motivos para regodearse, para sentirse en columpio. Ahí está el árbol cascarudo, quebradizo, con ramas truncas (lo que habla de su vejez); ahí están las hojas secas tiradas en el suelo, haciendo figuras. Cuando son las once con cincuenta de la mañana, de un día luminoso, con el cielo azul sin nubes, hay manchones de sombras, que provoca el sol al contacto con las frondas de los árboles. Estas sombras no están como estatuas, ¡no!, son como esas sombras que nacen de las veladoras, se mueven. Claro, no se mueven las grandes manchas, el movimiento está en las pequeñas hojas al final de las ramas. Se mueve lo más frágil. Así es siempre en la vida, los abuelos, los troncos, los racimos gigantescos parecen inmóviles. Algunos están cansados, otros piensan: ¡qué hueva! La mañana que hice el ejercicio de vida me senté en el andador frente a la casa de los hermanos García, quienes fallecieron en un lamentable accidente automovilístico, viniendo de la Ciudad de México al pueblo. Venían de vacaciones. Qué pena. En el andador del otro extremo hay un bazar, caminé por ahí y vi un libro en venta: “Testimonios sobre Mariana”, de la escritora Elena Garro, quien fue esposa de Octavio Paz. Compré el libro. Fue una ganga: cien pesos. El prólogo lo escribió Emmanuel Carballo, uno de los mejores críticos literarios de México. Emmanuel cuenta que Elena era perversa, una adorable perversa. Su novela “Los recuerdos del porvenir” está considerada como una de las mejores novelas mexicanas. Otro día nos metemos en la burbuja del morbo y platicamos acerca de la relación que sostuvo con Octavio. De terror. Al lado de la casa de los dos García, hay una inmobiliaria, y en la siguiente casa (una de dos plantas), pintada en amarillo y rojo, con herrería en blanco, funciona una institución universitaria. Vi salir a un grupo de chicos y chicas, regresar luego con refrescos y comida. Pensé que estos muchachos gozan del mismo privilegio del que gozamos los estudiantes de secundaria del Colegio Mariano N. Ruiz, en los años sesenta: el parque es su patio de convivencia a la hora del receso. El placer que tuvimos los chicos de once, doce y trece años hoy sólo pueden disfrutarlo chicos y chicas de dieciocho años o más. Los tiempos han cambiado. Bueno, el parque de San Sebastián no ha cambiado tanto, y esto es así porque está rodeado de casas, esto hace que sea un parque muy íntimo, que no permite el rebumbio de los años veinte del siglo XXI. En el andador donde estoy sentado hay algo como una burbuja protectora. A pocos pasos hay una funeraria, tal vez por eso, los autos pasan con velocidades moderadas. En la calle del otro lado, donde está el Colegio Mariano N. Ruiz y la casa del Niñito Fundador hay más trasiego, ahí transitan los camiones urbanos. Ahora está en venta la casa de los difuntos García. Deben pedir millones. Ahora tiene puertas metálicas, pero el techo es el mismo de teja que tenía cuando mis compañeros y yo jugábamos la cascarita de fútbol en la calle. Ya te dije que jugaba de portero. Como un bálsamo todavía se escucha el parloteo de los pajaritos, las risas de los niños, los pasos de los andarines y corredores que dan varias vueltas al parque, lidiando con las placas levantadas que imposibilitan una carrera segura. ¿Por qué, señor, los constructores no tienen métodos para pavimentar los espacios públicos sin esos “levantamientos”? Los vecinos disfrutan el parque. Doña Rosita Guillén de Cristiani camina acompañada de su chofer. El bolero mueve sus manos con el trapo que da brillo al calzado. Dos chicas se toman una selfie, una de ellas estira el brazo con el celular y las dos sonríen, se ponen en pose de divas. Ven el resultado y quedan satisfechas. En el andador del bazar colocaron una bocina, se escucha un sonido lejano: “…el bongoro, quiña, quiña…”, ah, es la Sonora Santanera. ¿Y las ardillas? Busco infructuosamente. No veo asomarse sus caritas detrás de los árboles, no veo sus espléndidas colas. Por ahí deben andar trepadas en lo más alto de los árboles. Cuando el viento se encabrita tira hojas de los árboles, las hojas cambian la figura que había en el piso. Mañana, muy temprano, el personal de limpieza barrerá todas las hojas con sus enormes escobas de palma. El viento volverá a hacer travesuras y durante el día formará figuras de hojas en el piso. Posdata: el ejercicio de vida es sencillo: ir al parque de San Sebastián, sentarse en una banca verde y pepenar esencias. Después de media hora puede uno levantarse, comprar un helado con el nevero tradicional o en “Helafrut” o en el local de Doña Esthelita. Ah, las paletas de chimbo ¡son riquísimas! La esencia de la vida es sencilla. ¡Tzatz Comitán!

sábado, 24 de febrero de 2024

CARTA A MARIANA, CON GANADORES

Querida Mariana: la Medalla Belisario Domínguez es uno de los más altos reconocimientos que puede recibir una persona en México; asimismo, es una honra para Comitán, lugar de nacimiento de Tío Belis. Es larga la lista de hombres y mujeres que han merecido tal distinción. Ahora, por fortuna, la relación de nombres de galardonados está actualizada en la Casa Museo Dr. Belisario Domínguez. De esta manera, los visitantes tienen un panorama completo de las personalidades laureadas. Vos y yo lo hemos comentado, en la relación de premiados hay de todo, como en botica, como en cenaduría (así con c) hay verdes, rojos, de rajas y de dulce. Algunos con más méritos que otros, pero todos conforman el grupo de privilegiados en ese sitio de honor. Vos sabés que me fascina el mundo de la literatura, este mundo tiene representantes dentro de la relación de premiados, lo que indica que la literatura está muy cercana a los ideales de libertad que siempre pregonó Belisario Domínguez. Está de más recordar que Belisario hizo uso de la palabra, oral y escrita, para llevar su mensaje libertario a todo mundo. En la Casa Museo hay ejemplares de su periódico “El Vate” y, por supuesto, una copia del discurso que escribió contra Victoriano Huerta, discurso que es ejemplo de valor y de congruencia. Digo pues que algunos escritores han sido premiados con la Medalla Belisario Domínguez, que se entregó por primera vez en 1954, en este año se cumplen setenta años de vida. Si me apurás bien puede decirse que todos los galardonados han hecho uso de la palabra escrita, pero cuando digo que un grupo de escritores ha sido galardonado me refiero a los profesionales, a quienes tuvieron a la palabra escrita como su mejor escudero en el derribe de los molinos de viento. Así entonces, hallamos que un año después de creada la medalla, en 1955 le fue entregada a Don Erasmo Castellanos Quinto, quien, dice su biografía, nació en Santiago Tuxtla, Veracruz, y entre otras bellezas fue escritor y dedicó su vida a la enseñanza de la literatura. Genial. Viejazo sublime. Isidro Fabela fue el galardonado en 1960. En la Biblioteca Central Universitaria, de la UNAM, me topé con un librito de Fabela: “La tristeza del amo”, colección de cuentos. Claro, Fabela no fue solamente escritor, la historia lo recuerda como político, pero sus cuentitos son una mirada interesante al mundo rural mexicano del siglo XIX. Ya llevamos dos que anduvieron en el ajo, aunque no fue el ingrediente principal de sus guisos de vida. En 1967 le entregaron la medalla a Franciso L. Urquizo, cuya ficha biográfica señala que fue secretario de guerra y marina, pero, ¡oh, sorpresa!, Don Pancho, que cualquiera diría que sólo andaba metido en humos de cañones, escribió varios libros, de las personas mencionadas, Urquizo es el que tiene más títulos publicados. Nada he leído de él, pero en Internet encontré los siguientes títulos: “Tropa vieja”, “Memorias de campaña”, “Fui soldado de levita” y “3 de diana”. Como mirás, Urquizo narró su mundo. Suena interesante. Un día de estos le podemos entrar. En el año 1968, año de las Olimpiadas en México y de la masacre de Tlatelolco, la medalla fue para Miguel Ángel Cevallos, quien escribió cuentos, fue crítico literario y escribió una novela, que se titula: “Un hombre perdido en el universo”, la página “Enciclopedia de la literatura en México”, dice que es una novela autobiográfica. Igual, se antoja leerla. En 1970 la Medalla Belisario Domínguez le fue entregada a Rosendo Salazar, quien fue periodista y escritor. Sus restos reposan en el mismo lugar donde está enterrada Rosario Castellanos, la Rotonda de las Personas Ilustres. Tiene publicados muchos libros, no ficcionales. El siguiente año (¡me pongo de pie!, diría el cronista deportivo) la medalla fue para Jaime Torres Bodet, escritor que perteneció al grupo llamado Los Contemporáneos. Lo más destacado de su obra literaria son los ensayos que escribió. Ya ni decimos que fue uno de los más grandes intelectuales del país, que cumplió con la patria, en los diversos encargos públicos que tuvo. En 1990, la medalla fue para nuestro paisano Andrés Serra Rojas (nació en Pichucalco, Chiapas). Andrés fue especialista en derecho, así que sus libros tienen a esta disciplina como columna vertebral. Algunos amigos me comentan que en la UNAM varios de sus libros eran libros de texto. En 1993 la gloria cubrió al gran oaxaqueño Andrés Henestrosa Morales, tipazo, que vivió más de cien años, ¡pucha! Don Andrés es un reconocido poeta, narrador, ensayista. De los mencionados podemos decir que fue quien más aportó a la literatura mexicana, pues la labor de rescate de los mitos zapotecos fue proverbial. Al siguiente año, 1994 (vuelvo a ponerme de pie), el honor le cupo a nuestro poeta chiapaneco Jaime Sabines Gutiérrez. Vos no lo conociste, yo sí, de lejitos, cuando vivió en su rancho Yuria, camino a Los Lagos de Montebello, venía a Comitán y un día me topé con él en el Pasaje Morales, le obsequié un ejemplar de “Ensayos”, semanario que publicábamos un grupo de amigos en el pueblo. Dijo que esos intentos de periodismo eran de gran riqueza para los pueblos de Chiapas. Eso dijo. Nos despedimos, lo vi alejarse, por el pasaje, rumbo al parque central. Pucha, había estado cerca del gran poeta, del que luego recibiría la Medalla Belisario Domínguez, en el Senado de la República. ¿Mirás cómo la relación se va puliendo? Acá ya tenemos a un gran poeta, reconocido por medio mundo, digo medio mundo, porque tal vez en China no se saben el poema de “Los amorosos”, ellos se lo pierden. ¿En 1995? La medalla es para Miguel León Portilla, experto en literatura náhuatl. ¡Nadita! Tiene varios libros que son clásicos, basta mencionar dos: “La visión de los vencidos” y “Quince poetas del mundo náhuatl”. Un gran rastreador de huellas milenarias. ¡Tipo genial! Griselda Álvarez Ponce de León recibió la distinción en 1996. Griselda, lo consigna la historia de nuestro país, fue la primera mujer gobernadora de un estado de México. Pero, de igual manera que los nombrados, fue escritora, sí, arrastró el lápiz con fe, anduvo en el ajo. Escribió poesía, conoció a nuestra Rosario Castellanos, como la paisana, fue defensora de los derechos femeninos. En 1999 la Medalla Belisario Domínguez le fue otorgada a uno de los más representativos narradores mexicanos (que en realidad no nació en México) ¡Carlos Fuentes! María Félix no podía mirarlo y le decía ¡mujerujo! La Félix era tremenda. De todos los mencionados, con excepción de Sabines, pienso que Carlos Fuentes ha tenido mi atención como lector. Pienso (es lo que pienso) no es el gran narrador, pienso que está medio infladito, pero no puedo negar (sería un bobo si lo hiciera) que Carlos Fuentes es uno de los pilares del edificio literario del país. Fue un tipo con una gran disciplina, se entregó con toda su pasión a escribir. Para los libros históricos tenía un equipo que le buscaba la información y él, con su genio, armaba la novela, sabía que en la forma de contar está el chiste. Los que saben dicen que ya todo se ha dicho, la gracia está en cómo se cuenta. A mí me encanta su cuento largo (sin albur) que se llama “Aura”, es un texto de gran calidad literaria, donde la imaginación camina con soltura sobre el terreno de la realidad. Carlitos Fuentes fue amigo cercano de Mario Vargas Llosa, de mi querido Julio Cortázar, de Gabriel García Márquez. ¿Mirás? Estoy mencionando a tres representantes del Boom literario. Lo hago para decirte que de los cuatro enlistados, coloco al paisano (que nació en Panamá) en el cuarto lugar de mis preferencias literarias. ¡Qué malinchista! Mario, Julio y Gabo tenían muchísimos más registros, y digo tenían porque se supone que Mario, quien aún vive, ya escribió su última novela, ya está cansado. Ha escrito una obra muy digna. Posdata: querida mía, se acabó el espacio. Uf. Llegué hasta el fin del siglo XX. ¿Y el XXI, ‘apá? Si lo mirás bien, si tenés tolerancia, nos miramos la próxima semana para terminar con este comentario, donde aparecen los escritores que han sido galardonados con la Medalla Belisario Domínguez. Gracias. ¡Tzatz Comitán!

viernes, 23 de febrero de 2024

CARTA A MARIANA, CON CINCUENTA GLORIOSOS AÑOS

Querida Mariana: ¿cuántos académicos conocés que cumplan cincuenta años de laborar en una institución educativa? Dejá que te cuente, el licenciado David Esponda me envió un video, por el celular, donde se ve a un paisano recibiendo un reconocimiento por cincuenta años de ejercicio profesional, en la Universidad Veracruzana. Hablo del doctor Romeo Antonio Figueroa Bermúdez. Dejá que te presuma, Romeo es mi primo, es hijo de mis padrinos Romeo Figueroa y Clarita Bermúdez. Los que saben dicen que el Figueroa es el mismo de Rosario Castellanos Figueroa, puede ser. Ahora, el Bermúdez es del mismo árbol del Arenillero, porque mi madrina Clarita fue hija de mi tía Juanita Bermúdez y ésta fue hermana de mi abuelita María Bermúdez, mamá de mi papá. De niño llegué muchas veces a la casa de Romeo, aún no era el reconocido experto en comunicación. Tiempo después, ya en 1974, siendo estudiante de la UNAM, en la Ciudad de México, supe que Romeo estaba como docente en la UV. En esta universidad llegó a ser el director de la Facultad de Comunicación. ¡Nadita! Y digo nadita, porque Romeo ha publicado libros que hoy son textos para investigadores y estudiosos del fenómeno de la comunicación. Ah, me dio mucho gusto ver a Romeo pasar a recoger el reconocimiento que le hizo su universidad por cincuenta años de trabajo. Sé que a vos te interesa mucho el tema de la comunicación, es tu profesión, así que te paso títulos de los libros que Romeo ha publicado, sé que te interesarán. El primero que tengo en el librero es: “Cómo hacer publicidad. Un enfoque teórico-práctico”, que fue publicado en 1999, a fines del siglo XX. Los chunches tecnológicos del siglo XXI han modificado la mercadotecnia, pero la publicidad sigue conservando su principal objetivo: vender, y las estrategias de venta vienen desde tiempos en que se inventó el comercio: la semiótica del mensaje es fundamental. En el libro de Romeo están expuestas las principales herramientas publicitarias para radio, prensa, televisión. Todos los secretos del Marketing están en las páginas de este libro, escrito por nuestro paisano. El otro libro que tengo es: “Introducción a las teorías de la comunicación”, que usan como libro de texto, los estudiosos de esta disciplina. Ya te conté que en uno de los corredores de su casa, en Comitán, había dos elementos que jamás he olvidado: un par de argollas, sostenidas de las vigas, donde Romeo y su hermano Gustavo hacían “el cristo”; y una serie de jaulas con gallos de pelea, que no era la afición de Romeo sino de su hermano. La casa era maravillosa, porque uno entraba en la bajada del mercado de primero de mayo y salía en la subida rumbo al templo de El Calvario. Sí, el terreno abarcaba de una a otra calle. Ahí vivía parte de la familia Figueroa, y mis padrinos tenían el comedor y jardín al final. Romeo vivió a una cuadra del parque central, para llegar a la secundaria caminaba cuadra y media; y para ir a casa de la abuelita Juanita Bermúdez salía por la calle paralela al mercado, caminaba cuadra y media y llegaba al parque de La Pila y luego bajaba por la calle del Resbalón y llegaba hasta la majestuosa casa de los tíos Memito y Juanita, ambos de apellido Bermúdez. Lo esencial siempre cerca, a final de cuentas la comunicación persigue el mismo objetivo. ¿Qué tanto pepenó Romeo de su vocación en las calles de Comitán? ¿Qué tanto le pepenaron sus alumnos durante cincuenta años de cátedra? La tía Gloria decía que Romeo tenía voz de locutor, porque, en efecto, tiene un registro grave muy educado, pero Romeo pensó que el micrófono llevaba mensajes y que el estudio del mensaje era su vocación. Romeo estudió la comunicación en forma apasionada y se convirtió en un experto. Posdata: me dio mucho gusto ver el video. La maestra de ceremonias dijo: “cincuenta años de servicio. Cuánto conocimiento derramado en muchas generaciones. Pido un fuerte aplauso para el doctor Romeo Antonio Figueroa Bermúdez…”, y Romeo, que estaba sentado en primera fila, con camisa y pantalón azules, en forma casual, se dirigió a la mesa de honor para recibir el diploma, mientras se soltó una catarata de aplausos y gritos de “¡bravo, bravo!” Claro, se ve en el video un señor con los brazos cruzados que ni se inmuta, quién sabe por qué su actitud: ¿envidia? Nunca falta. Pero nosotros, en Comitán, sí celebramos el triunfo de nuestro paisano, mi primo, a mucho orgullo. ¡Tzatz Comitán!

jueves, 22 de febrero de 2024

CARTA A MARIANA, CON MENSAJES LLENOS DE VIDA

Querida Mariana: el Facebook es generoso. Gracias a esta red social medio mundo se comunica con medio mundo. Ayer me topé con un mensaje que escribió José Delmar Domínguez Torija. Llamó profundamente mi atención. Te paso copia de lo que escribió: “En el 2018 estuve de vacaciones en mi lindo Comitán. Lo primero, ir a dar gracias por llegar con bien de mi viaje, a los tres grandes: el Niñito Fundador, Santo Domingo de Guzmán y San Caralampio. Al entrar a la iglesia de Tata Lampo me percaté que el acólito tenía fracturado parte de su cráneo, pedí permiso para su restauración, me otorgaron el permiso y lo restauré. Fue un gran honor para mí servir a mi querido Tata Lampo”. Primero hago una aclaración por si pasás copia a alguno de tus amigos extranjeros. En Comitán todo mundo sabe que el “acólito” es una figura de bulto que sostiene una alcancía. Sí, hago la aclaración porque alguien podría confundirse y pensar que alguna persona tenía fracturado su cráneo. Tal vez vos viste al acólito que, en efecto, tenía una fractura en la cabeza. Dicho eso, ya podemos entender lo que José Delmar hizo, pidió permiso y arregló la cabeza de la imagen, que, ahora decimos, si no hubiera sido por el buen gesto de él así siguiera con la tzola rajada. La acción de José Delmar es positiva, pero luego desgrano lo primera parte de su mensaje y veo que también tiene una gran carga emotiva. El mensaje está dictado desde la nostalgia, porque fue escrito en 2024 y habla del año 2018 cuando visitó el pueblo, él cariñosamente dice: “mi lindo Comitán”. Esto siempre me sorprende, a veces olvidamos lo que Comitán significa para muchos. Hay miles de paisanos que evocan con añoranza, a veces con tristeza, el pueblo que, por diversas razones, debieron abandonar. Los que acá seguimos tenemos como oración la parte de una canción de la poeta argentina María Elena Walsh, que se titula: “Serenata para la tierra de uno” (si no la has escuchado te recomiendo que lo hagás) y que en unos de sus versos dice: “…porque me duele si me quedo, pero me muero si me voy…” Quienes se alejan de Comitán lo hacen con dolor, nosotros nos quedamos porque nos morimos si nos vamos. José Delmar vino de vacaciones en 2018 y al llegar con bien lo primero que hizo fue agradecer a los tres grandes. Esto es una genialidad. Acá, con perdón de las feministas y de los adoradores de la paridad de género, debemos decir que muchas personas tienen el mismo sentimiento que José Delmar definió como ¡los tres grandes! Sí, sí, tenés razón, mucha gente ama a la Virgencita de Guadalupe y demás santas amigas, pero en el pueblo existe una especial predilección por los tres santos mencionados. José Delmar nos dice que los tres son bien comitecos. He visto que muchos paisanos y personas de otras partes de la república o de otros países vienen especialmente a Comitán para visitar al Niñito Fundador y a San Caralampio, sobre todo. Así como millones de personas viajan a Francia para visitar la gruta de la Virgen de Lourdes. Acá no vienen millones, pero sí miles de personas acuden a saludar al Niñito Fundador y a San Caralampio. José Delmar no le restó méritos a nuestro santo patrono. Él tiene una triada consentida y al llegar al pueblo va a los tres templos para agradecer la bendición de estar en su lindo Comitán. ¡Qué imagen tan bonita! Debo decir que cuando viví una temporada en Puebla (casi nueve años) al regresar de vacaciones al pueblo, lo primero que hacía era ir al mercado primero de mayo a tomar un vaso de atol de granillo. Ah, qué bobo soy, me ganaba más la panza que el espíritu. Por eso, me quito el sombrero ante José Delmar porque él daba gracias a los tres grandes. Me encantó este triángulo divino. ¿Y ya miraste el mojol? Vio que el “acólito” andaba con la cabeza quebrada y la arregló, sólo para servir a su querido Tata Lampo. Posdata: leí con emoción su mensaje, en cada palabra descubrí un corazón agradecido, un comiteco de prosapia, de buen genio, de magnífico espíritu. Que sus tres grandes siempre estén con él y lo bendigan. ¡Tzatz Comitán!

miércoles, 21 de febrero de 2024

CARTA A MARIANA, CON PAPELES

Querida Mariana: ¿te aprendiste el papel?, era la pregunta que hacía el director de teatro. Los parlamentos de los actores y actrices se llaman papeles. ¡Qué simpático! El inicio de una buena obra tiene su sustento en memorizar los papeles. Recordé lo del papel, porque el otro día estábamos en casa de Eugenia, sentados en el corredor, tomando té, veíamos el jardín, había una llovizna leve, la orilla del corredor se mostraba húmeda. Vos sabés que en las reuniones los temas de plática con interminables. Alguien suelta algo y por ahí va la canica de la conversación y lo que comenzó en una esquina del parque termina en la habitación de un departamento o en una cancha de tenis o en el interior de un templo. La plática en grupo es una pelota que rebota en muchas paredes, todo es un gran juego. Lucía se paró, extendió un brazo y dejó que el agua mojara tantito la palma de su mano, la llevó a su cara y remojó su rostro. Vimos que su semblante cambió, como si el agua hiciera el milagro de lavar todas las culpas. “No hay mejor agua para el cutis que la de lluvia”, dijo Alicia. “¿Para el cutis de arriba y también para el de abajo?”, dijo Armando, con ese chaflán de picardía que siempre lo caracteriza. Tal vez la mención del cutis de abajo fue el resorte que activó a Roselia, se puso de pie, dejó la taza sobre la mesa y, con palmadas, solicitó nuestra atención, antes que hablara Armando lanzó un: “¿nos mostrarás los efectos del agua de lluvia en tu cutis?” Reímos. Roselia volvió a palmear y exigió atención. Todos la vimos y callamos. “¿Alguno de ustedes hace lo mismo que yo, sonarse la nariz con papel higiénico?” Todos sonreímos. Armando se vio en la necesidad de explicar lo que era muy obvio: “Es cierto, el papel que está destinado para el cutis de abajo lo usamos en el cutis de arriba”. Roselia se desquitó, sin ambages: “Quiere decir que sí, que vos, igual que yo, usás el papel destinado al tutís para tu nariz”. “Salió en verso, sin esfuerzo”, remató Alicia. No faltaron los rostros alargados, las narices levantadas, porque, a pesar de que nadie había caído en el terreno fangoso de la vulgaridad algo nebuloso había aparecido. Yo no sé vos, pero en casa hago lo mismo. Sé que hay papeles especiales para la nariz, los conocemos como Kleenex, apropiándonos de la marca, son pañuelos desechables. Vos no lo sabés, pero hubo un tiempo en que los hombres usaban pañuelos de tela, si tenían mucosidad limpiaban sus narices con esos pañuelos, mismos que regresaban a las bolsas del pantalón. Eran antihigiénicos, por supuesto que sí. Los lavaban hasta llegar a casa. Cuando lo comentamos en la reunión, Armando dijo que lo mismo sucedía con los pañales, eran de tela, cuando se ensuciaban los lavaban. Luego, comentó, con su ironía característica: “Qué bueno que los pañales no se usan para otra cosa, esos sí sólo se usan para el cutis de abajo”. Algunos actores de esta obra que se llama vida no nos aprendemos bien los papeles. Yo, admití (la verdad sin mucha pena), que uso el papel higiénico para sonarme la nariz. No compro los Kleenex. Claro cuando he laborado en oficinas públicas pues tengo una cajita de Kleenex sobre el escritorio, porque se vería horrible que recibiera a las visitas con un rollo de papel higiénico. Pero, de papeles a papeles no encuentro mayor diferencia. Te he contado que en los años sesenta, en las letrinas de las casas, había un ganchito con hojas de papel. No recuerdo que en esos años la gente comprara papel higiénico. Las hojas de papel eran cuadritos bien recortados de revistas ilustradas, así que mientras hacías lo que debías hacer te entretenías en leer un fragmento de la historia y luego ya usabas el papel, un papel un poco rugoso, pues en realidad no era especial para el cutis sino para la lectura. Posdata: a veces cambiamos el papel del papel, el genio infantil convierte una simple hoja en un avioncito o en un barquito. La lógica indica que el papel se moja y se deshace, no obstante, un barquito bien hecho flota y navega por el mar del tanque de la casa. Al servir pedazos de pastel, Eugenia comentó que ya había parado la llovizna y con la mano derecha nos ofreció servilletas. Armando dijo: “son para la boca, ¿verdad?” ¿Y los actores y actrices? ¿Memorizan sus papeles? ¿Cuáles? ¡Tzatz Comitán!

martes, 20 de febrero de 2024

CARTA A MARIANA, CON EL VERBO DESEMPOLVAR

Querida Mariana: entiendo que desempolvar es verbo. Yo desempolvo, vos desempolvás, ellos… y así. Es una palabra que a mí me seduce, es extraña, como palabra estalactita, que cuelga en lugares húmedos. En término estricto entiendo que desempolvar es quitar el polvo. Pero, por extensión se aplica a recuperar algo, puede ser un recuerdo. Los historiadores y quienes se dedican a investigar son desempolvadores profesionales. He visto fotografías donde están arqueólogos limpiando una estela, hacen uso de una escobetita, hacen el trabajo en forma lenta, saben que hay polvo reciente y polvo milenario y éste es señal para el conocimiento. Me sorprende más la palabra cuando leo un cuento o una novela de un escritor o escritora española y en un diálogo un guarro dice que la noche anterior se echó un polvo. ¿Se echó un polvo? ¿Quién es el bobo que se echa polvo, queriendo ser como momia de Guanajuato? ¡No! En España, la palabra polvo la emplean como sinónimo de echar cotz, echarse un polvo es hacer jueguitos de cama. ¡Dios mío! Qué bueno que la tía Ignacia (tía Nacha, pucha) nunca se enteró de este juego verbal castellano, porque ella, todas las tardes, cuando iba a salir de casa decía: “ahorita vengo, voy a echarme mis polvos", así, en plural. Claro, la tía usaba la expresión para decir que iría a polvearse la carita. Cuando tomaba su bolso y suéter para salir, nosotros la veíamos con la carita de tapa de pan francés, bien blanca. La mejor clase de física la recibí una tarde que estaba con mi prima Emmita en su recámara. El ventanal estaba cerrado, pero por una hendija se colaba un rayo de luz. Ella señaló y me dijo que viera, que eso era como el universo y sí, en la línea de luz se veía un polvito que viajaba por el aire, cientos de motitas se desplazaban como patinadores. ¿Esas chispas doradas eran el polvo? ¿De dónde salían? Andá a saber, pero entendí que el aire, tan puro, tan vivificante, siempre lleva sustancias polvorientas de un lado para otro. ¿De dónde sale el polvo? No sé. Imagino que el viento pasa por las colinas y levanta miríadas de tierra, pequeños gránulos y éstos viajan hasta llegar a todos lados y, cansados, reposan sobre cualquier objeto que encuentran a su paso, sobre los radios, las pantallas, los celulares, las mesas, los panes, las frutas. El polvo es jodón. Anda por todo el mundo y se cuantifica en millones de toneladas. Hay que agradecer a la naturaleza que el polvo no sea como el zancudo, la raza humana ya se hubiera extinguido. No obstante, el polvo sí perjudica la salud. Ponete a desempolvar sin un trapo húmedo o sin cubrirte la boca y la nariz y vas a terminar con gripe y tos. El polvo es jodoncito. En la casa de huéspedes de Doña Rome, en la Ciudad de México, recuerdo a Jorge, quien siempre ha sido muy pulcro, con un pañuelo amarrado a su nariz, haciendo limpieza en su cuarto, según yo era el único que lo hacía, todos los demás esperábamos que las personas de servicio pasaran con la escoba una vez a la semana, Jorge no lo permitía, él, todos los días, barría el cuarto y lo trapeaba. Jorge estaba acostumbrado a vivir en un ambiente sano. El polvo no tiene dientes, pero corroe todos los objetos donde se posa. En una película vi la escena genial donde una señora de la alta sociedad pasa dos dedos sobre una cómoda, los levanta al mismo tiempo que sus cejas y grita exigiendo a la servidumbre que dejen la superficie barnizada “como lago de Suiza”, y dos mujeres, con cofias, corren, humedecen los paños en aceites especiales y comienzan a tallar las superficies como si limpiaran el rostro de Cristo. Siempre que como algo pienso en el polvo, los nutriólogos recomiendan mucho cuidado al comer comida callejera, todo está expuesto a esa mancha invisible pero pertinaz. Sólo el genio español convirtió lo oscuro en luminoso. En España, los chicos y chicas aman echarse polvos. Posdata: la palabra siempre ha llamado mi atención: desempolvar. Es labor imposible. Además, dijeran los españoles: “Polvo dado, ni Dios lo quita”. ¡Tzatz Comitán!

lunes, 19 de febrero de 2024

CARTA A MARIANA, CON TESTIMONIO GENIAL

Querida Mariana: tengo en mis manos el libro “Gutman, conversaciones”, de Amín Guillén. ¿Qué puedo decir? Amo a mi Gutmita y le tengo gran cariño y admiración a Amín. El destino provocó esta confluencia genial. Un día, hace años, Amín me dijo que investigaba la presencia de judíos en el pueblo. Ah, tema maravilloso. En este caminar se topó con el amado Gutmita y acá está un libro que da cuenta del testimonio que Abraham compartió con él y que ahora los lectores de este libro podemos recibir como agua fresca. Qué maravillosa conjunción de talento. A Amín lo conozco desde hace muchos años, de cuando fuimos a la primaria en la Matías de Córdova; a Abraham lo conozco desde hace poco, no nos conocemos físicamente, pero él me prodiga su cariño cada día comentando las cartas que te escribo. No sé cómo le hace para pepenar las palabras que sólo a vos mando, pero él, en la mañana o en la tarde, hace comentarios acerca de lo que te digo. Un gran privilegio de mi vida es escuchar su voz, a veces inicia el comentario afinando su garganta, como si fuera un gallo que anunciará la madrugada. Gutmita le llama “manchadas” a los comentarios que me obsequia. Recordá que los muchachos, cuando alguien cuenta algo y se excede en tiempo dicen: “ya, no te manchés”. Gutmita se avienta unas grandes manchadas. Gutmita es un pan de Dios, el doctor José Aquino Juan, en el prólogo del libro, dice de nuestro personaje: “…el amigo Abrahamcito, Pater Abraham, Gutmita”. ¿Mirás cuánto cariño? No puede ser de otra manera. Bueno, sí puede ser de otra manera, porque el mundo es mundo, puede ser que alguien que conozca a Abraham Gutman no lo ame, porque hay piedras que no saben lo que es una nube, pero la gente que es humanista, que sabe distinguir el trigo de la ortiga, termina queriendo y reconociendo la personalidad de Abrahamcito. A Amín le costó trabajo coincidir con Abraham, pero una vez que ambos se identificaron y que Gutmita se enteró del objetivo, ya no hubo piedra en el camino. El doctor Aquino Juan (Premio Chiapas, en ciencias) dice que Gutmita goza de “una excelente y clara memoria”. Ah, no lo sabré yo que cada día disfruto de su memoria prodigiosa, de su capacidad de enhebrar motivos sencillos y aderezarlos, como si fuera un excelso chef literario, con el conocimiento humanista que posee, que está sustentado en su conocimiento del latín, del griego, del hebreo, del caló. En pocas palabras, Gutmita ha bebido el agua del mundo y riega todas las veredas que se acercan a él. Sin poses mamonas, Gutmita cuenta historias leídas y vividas, lo hace (insisto) con el tino del buen chef que sabe que el platillo más exquisito requiere una justa medida de los diversos ingredientes para obtener una buena sazón. De lo más sublime del conocimiento, Gutmita aterriza en una anécdota graciosa o en un chistorete. Dice que tiene un cuaderno con más de cuatrocientos chistes y en sus “manchadas” a veces me suelta uno o dos y yo lo disfruto a mares. Es mi privilegio. Acá me desvié del tema, es homenaje a su carácter. Me estoy dando una buena “manchada”. En el libro de Amín está Gutmita bien retratado, tanto como en la foto de portada, donde está él de barba (así debió ser el gran Abraham), con traje y una pipa en la mano. De fondo una serie de libros, alimento del espíritu. No sé cuántos años tenía en la foto. Ahora, a sus ochenta y seis años de edad, ya tiene el cabello blanco, imagino que no fuma pipa, el único humo que entra en sus pulmones es el del fogón a la hora que va al restaurante donde preparan las tortillas y se avienta uno o dos o tres tacos. Vive en San Ramón, en el municipio de Chiapa de Corzo. El frío le molesta, en cambio el calor es como ungüento para su cuerpo y para su espíritu. A mí me encanta la definición que un día dio, dice que cuando jugaban lotería, a la hora que el que llevaba la voz gritaba ¡la dama!, la esposa de Gutmita decía: “el delirio de mi esposo”. Ah, Gutmita, hombre lleno de vida, que roba corazones dejando a cambio el suyo. Posdata: el libro de Amín está lleno de los hallazgos que Gutmita comparte con los lectores. Amín cumplió muy bien la encomienda autoimpuesta, indagar huellas de los judíos en el pueblo, sólo él hace estas labores delicadas y enigmáticas. Gutmita se define como “campeón de la amistad”, es un viejazo chingón. Espero que un día Dios me conceda el privilegio de abrazarlo en vivo y a todo color, por el momento le envío mi cariño por esta vía. Sé, querida mía, que leerá esto que te cuento. Ah, es un hombre que siempre está en busca del asombro de la vida. Algún otro día te comparto más del libro, libro que comparte un gran archivo fotográfico de su álbum familiar donde está enredada la historia de nuestro pueblo. ¡Tzatz Comitán!

domingo, 18 de febrero de 2024

CARTA A MARIANA, CON SUÉTER CONSENTIDO

Querida Mariana: el de la foto soy yo. Mi Paty (quien la tomó) dice que tengo horma de bolo, pero no. Es foto de los años ochenta, en nuestra recámara de la casa a media cuadra de la Matías. Recargada en el escritorio hay una guitarra. Por un rato nos inscribimos con Carlos Gordillo, el gran artista, quien en ese tiempo daba clases. No prosperó nuestro estudio, pero la guitarra ahí andaba rondando de un lado para otro. En la pared está colgado un reloj, de esos medio chafones, de batería gorda, que daba muy bien la hora. Una lámina de cartulina ilustración está en el caballete. No lo alcanzarás a distinguir, pero te cuento que en el boceto está el padre Carlos y la imagen de una virgen, cuya capa ya está iluminada. El escritorio fue de mi papá, me lo regaló, de pura madera, un día que se miraba todo manchado me dijo que le daría una manita de gato, ¿qué color te gusta?, me preguntó y yo le dije que lo pintara del color que le gustara. Lo pinto de azul celeste. Ah, me encantó, se veía muy bien, bien cuco. Detrás de mí está la lámpara con la que iluminaba mis lecturas o mis escritos. El revoltijo de libretas es el que siempre me ha acompañado. Además de las libretas lo que más sobresale en el primer plano es una caja de gises al pastel, con esos gises dibujaba en ese tiempo (importados de Holanda, decía la caja. Ando en pose de divo, una mano, la izquierda, adentro de la bolsa del pantalón y en la otra sostengo el color pastel que usaba en ese momento. La verdad es que no es una pose muy de trabajo, pero así dibujaba en ese tiempo, sólo utilizaba la mano derecha para dar color, si era necesario difuminar dejaba el gis y con el dedo índice difuminaba. Ni me preguntés qué pasó con el cuadro del padre Carlos. No lo sé. Sólo tengo en la memoria un cuadro con el rostro de Cristo (que terminé en media hora) y que a mi Paty le fascinó. Lo tuvimos enmarcado durante mucho tiempo hasta que me enteré que el hijo de un amigo estaba enfermo y andaban haciendo una colecta para sufragar gastos. Le dije a mi Paty que se lo daríamos a un amigo del amigo por si quería rifarlo. Nunca nos enteramos de la rifa, sólo, ¡Dios mío!, que tiempo después el chico enfermo murió. En el extremo del escritorio hay una máquina de sumar, se alcanza a ver el rollo. En ese tiempo mi papá y yo teníamos un negocio de venta de triplay, era buen negocio. La maquinita me servía para hacer las cuentas de las ventas diarias, mismas que anotaba en un cuaderno. Lo que quiero platicar es el suetercito. Siempre, qué manías, he tenido suéteres consentidos. Donde me pongo uno y me gusta ya no lo suelto. Parecés retrato, dicen los amigos. Sí, este suetercito me gustaba mucho, no sé dónde lo compré: en Novedades Cecilia, en la tienda de Doña Chelo o en San Marcos, que eran los tres lugares que frecuentaba la familia, mi mamá sobre todo. En ese tiempo mantenía la línea más o menos, por lo que las franjas horizontales no eran inconveniente para la figura. Ya mirás que los expertos recomiendan que las personas obesas no usen líneas horizontales, porque los presentan más timbones. Yo pintaba y mi Paty tomó la cámara, me llamó la atención y soltó el disparo. Yo sólo moví tantito mi cara hacia donde ella estaba, la mata de cabello era generosa (no como es hoy, bien escasa). Usaba pantalones de mezclilla. Siempre he necesitado usar suéteres, así esté haciendo mucho calor. Mis compañeros de la universidad en Tuxtla, ya en los años noventa, me decían que sentían más calor en esa endemoniada ciudad siempre que me veían. Los treinta y cinco grados a mí me hacían los mandados. Este suetercito de los años ochenta lo tuve durante varios años, a pesar de que, como ya dije, lo usaba a diario. Sé que hay más personas como yo, personas que se “encariñan” con una prenda, que no la sueltan, aunque parezcan retratos. Posdata: en los años ochenta mis papás viajaron a Canadá y me trajeron una chamarrita café de ante. Ah, no la solté ni para bañarme. En dos o tres fotografías de generaciones de nuestro Colegio Mariano N. Ruiz, aparezco entre los alumnos y compañeros docentes, con la misma chamarra, como retrato, pues sí. Aparezco con mi consentida. ¡Tzatz Comitán!

sábado, 17 de febrero de 2024

CARTA A MARIANA, CON RECUERDOS PERRUNOS

Querida Mariana: fui a pagar el agua. Como siempre lo hacemos en casa, pagamos por adelantado. El recibo especificó mes por mes, de enero hasta diciembre 2024. Como nosotros, hay muchos ciudadanos responsables que pagan el servicio. Ahora esperamos que la autoridad sea también consciente y mande agua a todas las casas. Hay historias donde el agua no llega, no llega durante meses. ¿Cómo es posible? También hay historias del otro lado, de personas que no pagan el agua. ¿Cómo es posible? La convivencia sería más afectuosa si las dos partes cumplieran con lo que les corresponde, los usuarios a pagar y las autoridades a mandar el agua. El tercer elemento que no debemos olvidar es el buen uso del agua, del cuidado. En todo el mundo hay escasez de agua. Bueno, parece que en países altamente desarrollados ya filtran el agua del mar y la convierten en agua potable. Bueno, pero acá ni tenemos mar, ni somos de primer mundo. Dirás entonces qué tiene que ver el agua con la imagen que te anexo. Ah, resulta que a media cuadra de las oficinas del agua encontré esta imagen sobre una pared. ¿Ya miraste qué bella imagen? Es la de un chuchito que, en su memoria, está plasmado sobre un pedazo de muro. Hablé de países primermundistas y países tercermundistas. No sé cómo sea lo de los chuchos callejeros en lugares como Dinamarca (que puso de moda el presidente de la república), no lo sé, pero sí sé lo que pasa con los chuchos callejeros en nuestro país y, sobre todo, en nuestra ciudad. Los chuchos callejeros son una prioridad de salud, aunque no lo es. En el pueblo hay muchas personas que cuidan y protegen a los chuchos callejeros, pero son tantos que no alcanzan las voluntades. Los chuchos son chuchos para aparearse, lo que trae como consecuencia más chuchitos, chuchitos que pasan a formar parte del ejército de callejeros. Si no fuera por la maestra Geny Alfonzo el problema sería mayúsculo. La maestra Geny, por amor a los animales y a la sociedad comiteca, desde hace mucho tiempo se impuso la tarea de concientizar a la sociedad para que esterilicen a los animalitos, tanto chuchos como gatos. Poco a poco, la sociedad es más consciente y acude a esterilizar sus mascotas. Ya es un gran paso, pero los de calle siguen haciendo su vida desenfrenada. Lo que hace la maestra Geny es lo que no que hace la autoridad. La autoridad, cuando menos, debería reconocer a la maestra nombrándola como hija predilecta del pueblo, porque la labor que realiza, sin interés mezquino, es de reconocerse. Las autoridades nadan de a muertito. No sé cómo sea el protocolo, pero en películas he visto que salen brigadas a levantar perros, los maltratan, los meten en camionetas que son como celdas y luego los llevan a albergues donde son enjaulados y los sacrifican. Esto he visto en películas, no sé cómo es el protocolo acá en Comitán. Acaba de pasar el día del amor, hay casos de amorosos que obsequian mascotas. Los expertos han dicho que no es un buen detalle, porque, en ocasiones (lo mismo sucede en navidad) los dueños no son amantes de los animalitos y terminan botándolos en la calle. No hay estadística confiable de la cantidad de perros callejeros, pero vos sabés que son miles. Y estos pobres animales (que dirían lo mismo que muchas personas: no pidieron nacer) pasan a formar parte del grupo de callejeros que sufren las inclemencias del tiempo y que no encuentran la comida con facilidad. Vos sabés que otro problema social es el de la basura. La autoridad ha convencido a la sociedad que el culpable de que en las esquinas se haga el tiradero es el ciudadano, cuando el verdadero culpable es el prestador del servicio. En sociedades avanzadas (ahí vas otra vez, Molinari) la recolección de basura se hace en forma puntual. Los ciudadanos separan los desechos y los colocan en contenedores y ya el prestador del servicio se encarga de levantarlos y llevarlos a los lugares donde son procesados. ¿Acá? Ay, señor, el ciudadano debe esperar que pase el campanero. Pucha. En ocasiones, los camiones que levantan la basura tardan horas en pasar, así el ciudadano no puede salir de su casa, porque debe esperar a que el servicio pase. Qué bobera. Esto ocasiona que en las esquinas haya tiradero, porque los chuchos callejeros (¿y luego?, tienen hambre) buscan desperdicios para llenar sus pancitas. Un ayuntamiento pasa y viene otro y los problemas continúan, ahora se agravan. Ay, señor. Los ciudadanos, entonces, se conduelen de los callejeros. He visto que mucha gente amorosa coloca contenedores con agua y con croquetas, para que los chuchos del barrio, cuando menos, tengan algo para mitigar su sed y hambre. Que los dioses de la naturaleza bendigan siempre a esta gente solidaria, afectuosa, humanista. El otro día vi que en el bulevar alguien coloca una caja de cartón con dos o tres trapos para que el callejero tenga dónde pasar la noche. Uf, pensé dónde duermen todos los callejeros, cómo pasan la noche cuando hay tormenta. Bendito Dios. Pobres animales. Por esto, lo ideal sería que se esterilizaran todos los chuchos de la calle, para que hagan sus travesuras, sin riesgo. Cuando los animales están esterilizados dejan de traer problemas al mundo. ¿Cómo le hacen en países del primer mundo? Hay tanta gente lista en nuestros países tercermundistas que deberían buscar soluciones puntuales. Fui a pagar el agua y cuando caminé por la avenida me topé con esta pintura en un muro. Ahí está, para siempre, el recuerdo de un perrito callejero. Su carita demuestra lo que fue: un perrito bien manso, que era de raza tachilgüileada, algo de chow chow con policía de la secreta. La pintura está en la entrada del local que se llama “Mariana creativa”, Mariana, la propietaria, me contó que el tal “Baloo” era callejero (bueno, en realidad era avenidero), se paseaba por toda la banqueta y como era “buena gente” todo mundo le daba agua o alimento. Se volvió un perrito querido por todo el barrio. Un buen día, Mariana ya no lo vio, comenzó a preguntar con los vecinos y nadie supo darle razón, hasta que se enteró que un automovilista lo había golpeado y, por las heridas, murió. Lo extrañó mucho. Conforme fue preguntando escuchó que las demás personas lo llamaban con otros nombres, la mayoría le decía Baloo, pero otros lo llamaron Wero, Guardián, Goofy, Scooby, Mi amor, Señor oso, Bubbaloo y un larguísimo etcétera. Pucha, Baloo tuvo muchos nombres, por desgracia sólo una vida. Diríamos que no tuvo una vida de perro, porque fue amado, él se dio a querer. La mayoría de chuchos son bien querendones. El cantante Joan Manuel Serrat ha contado que es un momento sublime cuando, después de una gira de varios meses, vuelve a casa y al abrir la puerta recibe el apapacho revoltoso, alegre, de sus chuchos que mueven la cola como si fuera veleta. El acto de Mariana habla de una extrema generosidad. Ella, hija del artista plástico Leopoldo Alfonzo Meza, pintó la carita del chucho para que los vecinos no lo olviden. Nosotros, los ocasionales peatones pasamos por ahí y al ver su carita nos sentimos emocionados, ahí está él, en medio de florecitas, su recuerdo permanece. Claro, miles de vidas de chuchos callejeros no son recordadas en forma tan sublime. Pero este Baloo comiteco sí es recordado. Los bobos del Censo llegaron a colocar la etiqueta al lado de sus nombres. Bobos. Bien pudieron colocar la etiqueta en otro lugar, ah, pero no, también quisieron pasar a la posteridad. Sólo que estos pasan como bobos. En cambio, el chuchito Baloo pasa a ser una imagen agradable, y el acto de tu tocaya se recuerda como un prodigio. Esta imagen habla de un pueblo afectuoso, de un pueblo que sigue pregonando lo que todo mundo dice: somos más los buenos que los malos. Acá hay una historia amable. En medio de un mundo tan jodido, tan falto de valores, es bueno toparse con historias amorosas. Posdata: hubo un chuchito que se llamó Baloo, todas las mañanas caminaba por la avenida donde está la oficina del agua y los vecinos lo reconocían y le daban croquetas, y él les movía la colita. ¡Tzatz Comitán!

viernes, 16 de febrero de 2024

CARTA A MARIANA, CON UN PRESENTE

Querida Mariana: mirá esta fotografía. Es signo de los tiempos. De un tiempo a la fecha esta entrega de obsequios se ha popularizado. Personajes disfrazados se encargan de llevar el presente para los festejados. Digo que es signo de los tiempos, porque hace años esta práctica no ocurría como hoy se da. Parecería irrelevante, pero en la actualidad han cambiado los modos de ser de nuestra sociedad, hasta en la entrega de regalos. Hemos hablado que en los festejos hay diferentes manifestaciones, hay cumpleañeros que son felices con festejos con harto argüende y otros cumpleañeros prefieren estar en la burbuja de la discreción. No sé cómo reaccionan los que prefieren la discreción. ¿Has visto videos donde se presenta este tipo de entregas de regalos? La moda ahora son los videos realizados con un celular, así que cuando hay un compromiso de entrega, el equipo de producción llega y graba todos los instantes. El personaje lleva el obsequio y lo da en nombre de la persona que contrató el servicio. Todo queda registrado en el video, desde el momento en que el servidor se acerca, toca la puerta de casa, alguien abre, preguntan por fulanita de tal y cuando fulanita aparece, el personaje hace su show y entrega el presente. Todo queda registrado en el video, las diferentes reacciones de la halagada, sus gestos, los ojos, la boca. Uno sabe que puede haber diversas reacciones, la mayoría son de emoción, de gusto. Se supone que para que todo resulte según lo esperado, la entrega debe ser un secreto entre la empresa y la persona que contrató el servicio. Todo debe ser inesperado, algo sorprendente. Lo que diré sonará a bobera, pero ahora cuando saco la basura encuentro en la esquina dos o tres paquetes que llevan el logotipo de Liverpool. Son signos de los tiempos. Hace cuatro años, la basura comiteca no tenía este tipo de envolturas desechadas. Esto es muy comprensible, veo fotografías de cumpleaños de amigos a la hora de recibir sus regalos y, al lado de las tradicionales bolsas de San Marcos, aparecen bolsas de Liverpool. De igual manera, ahora muchas entregas de presentes no se dan de fulano para sutana, ¡no!, ahora se contratan servicios de terceros. Soy, lo sabés, del grupo de gente que no le gusta el guateque, soy de los que son felices si son ignorados el día de su cumpleaños. No sé cómo reaccionan los que son como yo. ¿Qué hacen cuando alguien canta las mañanitas y baila en la puerta? Los otros, los que son felices en medio del argüende sí lo disfrutan. Hallé a mis amigos en la entrada de la que fue mi escuela primaria: La Matías. No pregunté, a distancia los vi, intuí que entregarían el presente con motivo de un cumpleaños. El mensajito en la bolsa decía: “Feliz cumple”. ¿Cuál fue la reacción de la festejada? No lo sé, pero espero que haya sido de mucha alegría, porque la bolsita se miraba llena de dulces, con el agregado de un globito en la parte superior y flores. ¿De parte de quién? No sé cómo es la dinámica, ignoro todo. No sé si fue para una alumna o para una maestra. Para quien haya sido, sin duda que fue algo que llamó la atención de todo mundo. De eso se trata el servicio, ¿no? La gente lo hace para que su afecto sea el motivo de la atención de los demás. En mis tiempos los obsequios se entregaban de mano a mano, sin intervención de terceros. ¡No! Mentira, también hubo terceros, a veces los tímidos no se atrevían a entregar algo a la niña de sus sueños y pedían favor a un tercero para que hiciera la entrega. Claro, en esos tiempos todo era de grapa, sin cobro de por medio, todo era un favor entre cuates. Posdata: hoy existen empresas que se encargan de hacer todo un show para la entrega de presentes. ¡Qué tiempos! ¡Tzatz Comitán!

jueves, 15 de febrero de 2024

CARTA A MARIANA, CON CELEBRACIÓN

Querida Mariana: celebramos los 5 de 1813. Ah, lo que dije parece uno de esos problemas de matemáticas que me ponían en la Facultad de Ingeniería, de la UNAM. En realidad, todo es más sencillo, digo que celebramos los cinco años de la fundación del restaurante 1813, un orgullo gastronómico del pueblo. Te dije que en 2024 teníamos una serie de grandes conmemoraciones y celebraciones. Tenemos la celebración del Bicentenario de la Federación de Chiapas; la conmemoración del quincuagésimo aniversario luctuoso de Rosario Castellanos; el festejo del cumpleaños 496 de la fundación de Comitán; y el guateque por el quinto aniversario del restaurante 1813. Permití que vuelva a escribirlo, ¡celebramos los 5 de 1813! Me encanta este juego de números, así como me encanta la posibilidad de que cualquier festejo se puede celebrar por todo lo alto en el 1813, espacio gastronómico que rinde homenaje a la mejor cocina regional y nacional. ¿Cumpleaños de la abuela? 1813. ¿Pedida de novia? 1813. ¿Bautizo de la criatura? 1813. ¿Pretexto para celebrar la amistad? 1813. Para toda celebración: restaurante 1813, porque los actos más relevantes de cada familia deben compartirse con los afectos más cercanos, los más queridos; y deben festejarse en los mejores lugares, los que garantizan las imágenes y recuerdos más sublimes. El nombre de este restaurante, lo hemos comentado, querida mía, se debe a que 1813 fue el año donde las Cortes de Cádiz le dieron el título de ciudad a nuestro Comitán. Ahora, gracias a que todos los días el restaurante nos recuerda el hecho histórico con riquísimos platillos, es que decimos que en este 2024 Comitán festeja 211 años de su nombramiento. Por supuesto que todos los habitantes de este pueblo celebramos tal hecho, lo hacemos con el mismo espíritu festivo con el que celebramos los cinco años del 1813; estos cinco años han sido, como enuncia uno de los lemas del restaurante, ¡una grata experiencia gastronómica! El 29 de octubre de 1813 Comitán recibió título de ciudad; el 16 de febrero de 2019, Comitán recibió los aromas y sabores de los primeros platillos preparados en el 1813. A mí me encanta estar en el 1813, todo es exquisito, todo es agradable. Me encanta caminar por el sendero que da la bienvenida, disfruto pararme tantito frente a un árbol de jocote de corona, que no es la variedad que tanto le gusta comer al gran escultor comiteco Luis Aguilar Castañeda, pero que es también una delicia. ¿Por qué se llama de corona este jocote? No lo sé. Lo único que sé es que los chefs fundadores y el personal del restaurante 1813 se merecen una corona con cinco laureles, con cinco cintas de luz. El 1813 ha regado múltiples aromas y sabores en el espíritu de nuestra gran ciudad. ¡Tzatz Comitán!

miércoles, 14 de febrero de 2024

CARTA A MARIANA, CON FLORECITAS

Querida Mariana: ¿has visto cómo muchos poemas, cuentos y novelas comienzan con lo que llaman epígrafes? Los epígrafes son como florecitas que los autores toman de otros jardines, para adornar los suyos. Esto habla de cierta admiración hacia el autor elegido o, cuando menos, reconocimiento hacia esas palabras o ganas de ser pedante. Los pedantes deben pensar que da prestigio que sus propuestas literarias comiencen con un fragmento de poema de Octavio Paz o con un fragmento de un textillo de Julio Cortázar. A veces, ay, qué pena, esas florecitas elegidas son las únicas valiosas; es decir, esas piedritas son las únicas que tienen brillo, porque el resto no corresponde a la grandeza de la cita. La verdad, la mera verdad, nunca he entendido bien a bien el porqué de tal uso. ¿Por qué un autor novel hace uso de una cita de un escritor Nobel? Casi casi lo mismo sucede con los prólogos. A veces un autor novel se siente trepado en la Vía Láctea cuando un autor de renombre pergeña dos o tres líneas a manera de presentación. La mayoría de veces los prologuistas lo hacen por cierto compromiso, bien editorial o de afecto. No es tan visible como en el deporte, pero después de todo, un texto se presenta solo. Y digo que no es tan visible, porque en el deporte sí todo está a la vista: cuando un deportista no logra meter ni un enceste en un partido de básquetbol, a pesar de que le pasaron el balón mil veces, tantas que él envió a la cesta, quiere decir que el compa es maleta. En cuestiones literarias la apreciación es más compleja. Algunas personas piensan que al tener un libro impreso el autor o autora ya es parte de la burbuja de los elegidos, de los Mark Twain, de los Jorge Luis Borges, de los William Faulkner, de las Rosario Castellanos, de los Sergio Pitol. ¡No es así! No es así, pero muchos lectores lo dan por hecho. En literatura no todo mundo aprecia la diferencia, no todo mundo reconoce que pueden estar juntos, pero no revueltos; es decir, en una librería pequeña, un autor reconocido por la crítica mundial puede estar al lado de un autor maleta, me refiero a que en un estante aparece el libro de la fulana de tal que escribe seudopoemas, al lado del libro de poesía de Wisława Szymborska. Harold Bloom, el reconocido crítico literario norteamericano, los que saben dicen que uno de los más excelsos, opinó que la obra del escritor latinoamericano Roberto Bolaño “tenía algo”. Nunca fue más allá de ese comentario. Nunca colocó entre los grandes al gran Bolaño, pero su genio le permitió decir que el autor de “Los detectives salvajes” y de “2666” tenía talento, ¡por supuesto que sí!, miles de lectores han comprobado que el autor chileno (que vivió en la Ciudad de México) era un gran escritor. Ahora (lo juro) hay muchos narradores que eligen fragmentos de la obra de Bolaño para colocarlos como epígrafes de sus obras. Yo, que soy snob (por no decir mamoncito), siempre que abro el libro de un nuevo autor pienso: ojalá que traiga algo. No siempre es así. En materia poética chiapaneca por fortuna, en los últimos tiempos apareció Mónica Zepeda, espero que por ahí asome alguien con talento similar. En Comitán no ha aparecido la gran poeta, tal vez en próximos años. ¿En narrativa? Hace rato, por fortuna, apareció Luis Antonio Rincón, escritor grande. ¿En Comitán? Hay buenas noticias, en mis manos tengo un inédito de Javier. Es un texto sencillo, pero muy bien escrito, con una historia que toca al espíritu. Entiendo que Javier aún lo está afinando. Espero que cuando vea la luz pública convenza a los lectores y su libro sea un gran libro, para gloria de la literatura chiapaneca. Posdata: cuando me topo con epígrafes inteligentes, sabios, me dan ganas de dejar el libro que debo leer y buscar más obra del autor citado. ¡Nunca he entendido por qué colocan esas citas al principio! No recuerdo si el libro de Javier tiene epígrafes. En tal caso yo sugeriría presentar el libro sin florecitas de otros jardines, mostrarse desnudo, pensando que muchos David aún están por causar admiración en el mundo. ¡Tzatz Comitán!

martes, 13 de febrero de 2024

TESTIMONIO

SI SIENTES QUE TE PICA LA COLITA Si sientes que te pica la colita, toma Vermox, decía el anuncio. Desperté a las cuatro de la madrugada, como siempre, y sentí una cierta picazón en la garganta. No me bañaré, dije. Oré, leí, no hice mi taichí de viejito de todas las mañanas, corté la fruta, calenté el desayuno, tomé mis sagrados alimentos, me lavé los dientes (es un decir, lavé las placas que sustituyen mis dientes), mientras mi Paty hacía lo suyo. Al término del ritual, ella y yo trepamos al tsurito para ir al trabajo. En la escuela, mi Paty dijo que no se sentía bien, me pidió que fuera a la farmacia y comprara un termómetro y una cajita de Paracetamol. Al volver, mi Paty dijo: regresemos a la casa. Ella es muy fuerte, no se enferma por cualquier cosa, así que supuse que sí se sentía mal. Mandó un mensaje a nuestro jefe y volvimos a casa. Yo seguía con el ligero, ligerísimo, ardor de garganta. Si sentía que picaba la garganta, qué debía hacer, qué tomar. Busqué en mi mente una relación de anuncios televisivos para ardor de garganta. Nada asomó. Al llegar a casa, mi Paty y yo avisamos a mi mamá que nos sentíamos mal, que permaneceríamos en casa. Contrario al tiempo de pandemia, donde por precaución estuvimos aislados, pero caminábamos por los demás espacios, ahora permanecimos ambos en la recámara. Nuestros espacios se redujeron. Extrañé el pequeñísimo patio con las flores que siembra mi mamá y mi Paty, dejamos el cielo afuera y nos instalamos debajo del plafón color crema. Mi esposa y yo sabíamos que estábamos enfermos, ambos dijimos que teníamos gripe, pero ésta se intensificaba, la mucosidad cada vez iba en aumento y de pronto un foco rojo se prendió, sentí que ardía, mi cara se sonrojó a lo bobo, ambos teníamos calentura, el termómetro indicó más de treinta y ocho grados. ¿Cómo Paty supo que debíamos tener un termómetro y paracetamol? Usamos ambos chunches. Nos quedamos viendo y nos preguntamos si en realidad era una simple gripe. Por como se comportaba la enfermedad, que cada vez iba en aumento, pensamos que tal vez, sí, teníamos temor de decirlo, nos habíamos contagiado del temible COVID. SIEMPRE POSITIVO La tía Inés siempre recomendaba a toda la sobrinada: sean positivos, siempre, nunca negativos. Cuando estuve en el laboratorio, sentado en una silla metálica, fría, con hoyitos, como colador, en espera de pasar al gabinete para que me hicieran la prueba de COVID me sentí como chica de diecisiete años que pide a Dios que su prueba de embarazo salga negativa. Armando me atendió, dijo que me sentara, que tendría una cierta molestia al meter el hisopo en la nariz, en treinta minutos estaría el resultado, podía esperar en el vestíbulo o regresar. Decidí regresar, trepé al tsurito y fui al parque de San Sebastián, me estacioné y vi cómo se movía el mundo, lo vi a través del cristal que mantuve cerrado. El movimiento era el usual, sólo yo (pensé) hacía algo inusual, esperaba el resultado de algo que no estaba contemplado en mi futuro deseado. ¿Cómo nos contagiamos? Nosotros hemos sido de los pocos habitantes del pueblo que no dejamos el cubrebocas y procuramos mantener distancia y seguir los protocolos que indicaron las autoridades al inicio de pandemia, porque estamos seguros de lo que el mundo dice: el bicho llegó para quedarse; además, los noticiarios de los últimos días insistían en decir que había un rebrote de la enfermedad, que en algunos estados de la república había clínicas hasta el tope de enfermos. En noviembre, la UNAM predijo que habría un incremento de casos, recomendó el uso de cubrebocas. ¡Nadie hizo caso! A inicios de 2024 la OMS dijo lo mismo. ¡Nadie hizo caso! Chequé el celular, vi que ya habían pasado los treinta minutos y llevé el auto a paso de condenado. Dio positivo, me dijo Armando, que su médico le dé un tratamiento. Tomé el sobre y salí, con el mismo desencanto de la chica que esperaba un resultado negativo. ¡Así que siempre positivo, tía Inés! Pues ¡no! Hay veces que lo positivo de nada sirve, aunque, ya con el resultado en la mano pensé que sí, que debía ver el lado positivo a todo, me encomendé a Dios, pedí que Él siguiera siendo el que siempre ha sido, el que, en Puebla, me dio pruebas de su generosidad. En Puebla me dio una enfermedad de esas que convierten la vida en tragedia, cuando me enteré, salí al patio (que estaba entre la casa y el local donde prestábamos servicio de Internet, fotocopiado y videojuegos), alcé la vista y le dije: Señor, me pongo en tus manos, vos sos el principal sanador del universo, no iré a ninguna institución a vivir los horrores de los pasillos llenos de otros enfermos, de gritos, de lamentos. Y regresé al local, mi Paty me dijo que sacara copia a un libro y me lo entregó, era un manual de sanación. Sonreí, agradecí a Dios, pucha, dije, te acabo de pedir clemencia y ya me lo mandaste. Le saqué dos copias al libro, uno para el cliente y otro para mí. Ahora pensé lo mismo, vi al cielo y dije: estoy en tus manos. Mandé un mensaje a Paty, tenemos COVID. No fui a casa, fui a ver a mi médico y éste me preguntó si nos habíamos puesto vacunas, sí, dije, dos, Pfizer. Con eso, dijo, y con esto, y me dio medicinas para tomar, y recomendó mucha tranquilidad y mucho reposo. Tomé esas dos sustancias del aire y dije que sí, que estaríamos tranquilos y reposaríamos. MAMÁ, SOY PAQUITO ¿Y tu mamá?, preguntó mi Paty. Habíamos mantenido distancia. Gracias a Dios, ella no manifestó ningún problema de salud. Ella, ángel de la guarda, se dedicó a prepararnos tés y la comida, a cuidarnos. Nosotros siempre permanecimos en la recámara, pero la casa es pequeña. Nada, le dije a mi Paty cuando preguntó acerca de mi mamá, lo mismo, dije, estamos con Dios. Abrí la puerta, saqué la cabeza (con cubreboca) y vi que mi mamá, como todas las tardes, sintonizaba la misa en la televisión. Está con Dios, pensé, y ahí la dejé. Pensé en todas las veces que ella ha estado ahí, sin quejarse, dando todo con una gran alegría, con gran generosidad. Por favor, Dios mío, que no se contagie, pedí. ¿Quién quiere estar enfermo? Cuando inició la pandemia, mi Paty y yo decidimos permanecer en casa, para protegernos, pero, sobre todo, para proteger a mi mamá. Recuerdo que mi amiga Elsa me contó que su mamá estaba muy preocupada, no quería enfermarse de COVID, a cada rato escuchaba noticias alarmantes del barrio, de la calle, muchos vecinos estaban muriendo. Nosotros nos quedamos en casa. Mi amiga Lulú, ya cuando la pandemia había cedido tantito, me enviaba mensajes diciendo: amiguito, salí ya, de otra cosa morirás. Mi amigo el doctor Hugo me dijo: no, Molis, de nada sirve que te escondás, el bicho te hallará, todo mundo nos contagiaremos, unos sobreviviremos, otros no. Él es sobreviviente, se contagió y, Dios mío, hasta el hospital fue a dar. Pero ahí está, acá estamos. Mamá, soy Alexito, ya no haré travesuras, me portaré bien, pero no te enfermés. Y mi mamá nos ha cuidado. Gracias a Dios, hasta el momento, es un trasatlántico indemne, flota pescada de la mano de Dios. Ojalá así siga. Nosotros ya también salimos. Dios nos trató bien. No tuvimos mayor padecimiento, mucha mucosidad, temperaturas altas que fueron cediendo, mal dormir las primeras noches. Una noche hallé que mi playera y el saco del pijama estaban mojadísimos, como si estuvieran recién lavados. Me cambié. Después de ocho días, donde la enfermedad fue cediendo, regresé al laboratorio. Estaba seguro del resultado. ¡No! Armando me dio los resultados y dijo que seguía dando positivo. Con el sobre en mi mano elevé la vista y le dije a la tía Inés que ya, que, cuando menos en esta vez, yo diera negativo. ¡Qué bicho tan necio! CASI MILAGROSA Cuando todavía no sabíamos que era COVID, cuando pensábamos que era una gripe cabrona, le pedí a Paty Cajcam que, por favor, nos consiguiera hoja santa (momón). Ella y su familia, cuando se contagiaron de COVID, hace mucho tiempo, tomaron muchos tés de momón, la hierba es casi milagrosa. Fue al mercado primero de mayo y no encontró, me dijo que iría a su casa a traer. No, le dije, podemos conseguir acá, con amigos, entonces, inspiración divina, marqué el número de mi amigo el doctor Alfonzo. No, Álex, no tengo, pero mi vecina tiene una mata con hojas primorosas, ahora voy a pedirle y con gusto. Le avisé a la Cajcam y ella fue a casa del doctor y luego trajo las hojas a casa, más limones, partidos a la mitad, más un poco de té de limón, jengibre y miel. Ah, qué sabroso, bien caliente. Ahí, donde comenzó mi dolencia, con el ligero ardor de la garganta, la hierba santa posaba sus manitas y me acariciaba. Al día siguiente, la Cajcam nos trajo más hierba santa y una despensa con frutas, porque no podíamos salir. Así, encerrados mi Paty y yo, fuimos viendo el poder de todas las manos del universo que nos protegieron, poco a poco cedió la temperatura, poco a poco la mucosidad dejó de fluir con sus ríos intensos de lava, poco a poco, todo poco a poco. Carlos me había concedido el honor de dedicarme un suplemento cultural en Tuxtla. Mandá ilustraciones y textos, me dijo, así que dediqué buen tiempo a elegir ilustraciones y elegir textos, a corregirlos, hasta que mandé. Héctor me dijo que quería una ilustración mía como portada para uno de sus libros. Ah, qué honor, así que hice el boceto y luego la Cajcam trajo la tableta y trabajé la ilustración. Javier me había dado su primer libro, inédito, para que le diera una revisada. Lo hice con gusto. Javier ha escrito un gran libro. Estuve muy entretenido. Nunca faltó la sensación del trabajo. No dejé de escribirte las cartas que siempre escribo. ¡Cuántas manos reunidas en torno a mi fogón! Porque saben, igual que yo, que el trabajo desecha todos los vientos malévolos. Siempre lo he comprobado. En Puebla, en mi proceso de sanación (que aún continúa, por eso dejé de fumar, de beber trago, de comer en forma indiscriminada y muchas cosas más) la pintura de cajitas fue proverbial. Desde temprano me ponía a pintar, sólo suspendía a las horas de alimentos, terminaba hasta que la luz natural se despedía. ¿Quién piensa en enfermedades cuando la vida se muestra plena a través de los animalitos que pinto? El momón es casi milagroso, tiene esencias que la vida posee, pepena gajos de sol, gajos de tierra y los transforma en ungüento que le hace bien al cuerpo y al espíritu. En el Internet hay una historia del nombre, se llama hoja santa, porque la virgen puso a secar los pañales de Jesús en una de las plantas; es decir, los orines del niño Dios mojaron las hojas maravillosas. ¡Bienvenida el agua de la vida! Pero mi doctor preguntó si nos habíamos vacunado. Sí, entiendo que si el COVID no nos atacó con todos sus colmillos es porque nos vacunamos. Mientras el cabecita de algodón nos sugería estampitas y “detentes”, y el Gatel brincaba la tranca del burro, uno de los principales colaboradores de la 4T, el inteligente Marcelo, había logrado que llegaran vacunas pronto. Estas vacunas lograron detener la mancha negra. Nos dio COVID. Uf. Gracias a Dios, nos trató en forma leve. Estoy seguro que sin secuelas. Nos hemos cuidado, lo seguiremos haciendo. Es difícil sobrevivir en un mundo donde nadie hace caso a las recomendaciones sanitarias, donde nadie usa ya cubrebocas, donde cualquiera estornuda sin la mínima cortesía, donde todo mundo escupe, gargajea, tose, eructa. Pero Dios ha sido generoso, sé que lo seguirá siendo. Los contagios están a la orden del día, un amigo me mandó un mensaje diciendo: di positivo a COVID, le dije que nosotros también. Uf. A cuidarse, hasta donde sea posible. Mientras el mundo llenaba los estadios, los centros nocturnos, las plazas, mi amigo y nosotros permanecíamos en casa, cuidándonos, cuidando a los otros. Por fortuna, ya cesó esta tormenta. Ojalá ahora vientos plácidos, amorosos.