martes, 31 de julio de 2018

FUERA DE LA MONOTONÍA




Martín cuenta que tuvo una infancia feliz. Su casa estaba frente a un campo que, en fines de semana, se convertía en un campo de fútbol. En ambos extremos del terreno estaban colocadas dos porterías, hechas con madera.
Yo vivía en el centro de la ciudad. Frente a mi casa había más casas; es decir, el paisaje no cambiaba. Todos los días ocurría lo mismo: salían y entraban personas por las puertas, se paraban en los balcones, platicaban en la banqueta. Eso era todo. La monotonía era mi vecina.
En cambio, en la casa de Martín el paisaje de enfrente cambiaba los fines de semana. El sábado y domingo se llenaba de jugadores que gritaban y pateaban balones y hacían polvaredas que llegaban hasta el patio de la casa de Martín.
Pero no era sólo eso, había más. Una o dos veces al año, en el terreno se instalaba el circo que llegaba al pueblo. Una mañana, sin aviso previo, llegaban grandes camiones que transportaban tubos, madera, estructuras metálicas y enormes carpas. Pero no era sólo eso, también llegaban camiones y tráileres que jalaban jaulas donde iban animales exóticos: llamas, tigres de bengala, leones, perros amaestrados, monos y ¡elefantes!
Un viernes, Martín llegó a la escuela con la novedad: El circo había llegado. Me preguntó si quería ver cómo levantaban la carpa. Dije que sí. Cuando salimos de la escuela, a las dos de la tarde, fuimos a mi casa a pedir permiso con mi mamá. Dijimos que la mamá de Martín me había invitado a comer. ¡Falso! Mi mamá dijo que estaba bien, pero que regresara antes de las seis. Dije que sí. Dejé mi mochila sobre el sofá y saqué una chamarra. Caminamos hacia la casa de Martín, hacia el terreno donde estaban los cirqueros instalando la carpa. Martín entró a su casa, sacó dos manzanas y me dio una. Así, comiendo, llegamos hasta el terreno, donde un grupo de hombres, musculosos, con el torso desnudo, con grandes mazos, sembraban troncos en el piso para sostener las cuerdas que, a su vez, soportarían la inmensa carpa. Otros hombres levantaban las estructuras que formarían el graderío y los palcos. Yo quería ver los animales que estaban en jaulas en la parte posterior. A tres elefantes ya los habían bajado de los camiones con redilas y estaban encadenados a postes sembrados en el suelo. En una jaula dos leones dormitaban. Un enano se acercó a decirnos que tuviéramos cuidado, que no metiéramos las manos en las jaulas. Una mujer con barba, sentada en un banco, jugando con un abanico, recomendó que nos fuéramos, que era peligroso estar ahí, que estábamos jodiendo el paso de muchachos que cargaban vigas. En un corral improvisado, al lado de pacas de heno, retozaban dos cabras, un par de llamas y tres caballos pony. Encaramado en la jaula de los leones estaba un chango que comía plátanos y que nos veía como lo que éramos, un par de extraños.
Martín dijo que cuando el circo llegaba el fútbol se suspendía. El circo tardaba, cuando mucho, diez días. Cuando los elefantes regresaban a los camiones y las jaulas de los tigres eran enganchadas a la parte trasera de los camiones y la carpa inmensa caía al piso haciendo una genial polvareda, que provocaba el enojo de la mamá de Martín, el fútbol volvía a convocar a jugadores y espectadores los sábados y domingos. Martín iba al campo, se sentaba en la orilla de la cancha, comía un bolis de grosella y disfrutaba los partidos, en forma gratuita.
Martín tuvo una infancia feliz. El terreno frente a su casa era un territorio que recibía la novedad con los brazos abiertos. Frente a mi casa no había más que casas, siempre casas, las permanentemente casas aburridas.
En la casa de Martín había un terreno al que llegaba el circo. Pero no sólo era eso, también llegaban como si nada, elefantes, leones, tigres, grullas, perros amaestrados, changos, osos y mujeres barbudas y payasos y enanos que corrían de un lado a otro, como si fueran niños detrás de la pelota.

lunes, 30 de julio de 2018

PORQUE EL ESTÍO A VECES ES HASTÍO




A veces divido el mundo en dos. Ayer lo dividí en: Mujeres que calzan zapatos de chocolate y Mujeres que escriben en el espejo del agua.
La mujer que escribe en el espejo del agua es una poeta, una verdadera poeta, no como muchas que se colocan el título sólo porque escriben con un lápiz torcido sobre el lodo de sus sueños.
Ella se encanta con los bosques encantados, tira una colcha en el centro de un espacio rodeado de árboles y se acuesta boca arriba y mira el cielo, y en el cielo encuentra nubes que tienen la forma de animales. Ella descubre elefantes blanquísimos llenos de agua que tienen el don de convertirse en lluvia; descubre bicicletas que vuelan de oriente a occidente, sin necesidad de tener alas; descubre tortugas que caminan tan veloces como los cabellos azotados por el viento del norte; descubre nubes que se piensan globos y se pintan de colores y se sueñan sostenidos por manos infantiles en las plazas del mundo.
Ella baila en otoño, recoge hojas secas, pinta horizontes en las paredes y recibe la arena que cae de los relojes que no tienen manecillas.
Ella sabe que el olvido es como un barco que navega en una calle atascada de autos. Ella sabe que la búsqueda es como un gato que no está contento con poseer sólo siete vidas. Ella sabe que el temor es como una oruga que sabe que no podrá cumplir su sueño de volar hasta convertirse en otro animal.
Ella sabe que la huida es como una canción que se apaga a la hora que los perros ladran en madrugada.
Ella sabe que el rezo es como una palabra que no permite vendas para cubrir sus ojos.
La mujer que escribe en el espejo del agua es una poeta, porque desamarra los intentos que se atoraron en la piedra del río. Es la escritora más sublime, porque deja que sus textos se evaporen como el rocío que hipnotiza a los grillos de noche.
Ella se maravilla con las maravillas que crecen en el campo. Sabe que no hay té más seductor que el té de tomar, té de poseer.
A veces sueña con el aroma de las tardes inclinadas, de esas tardes en que el aire juega escondidas en los parques donde los niños crecen como crecen los fuegos que asan los elotes en los anafres. A veces sueña con la pluma que hace diferencia en el ala del ángel.
Ella abraza los troncos de los árboles, porque el abrazo le recuerda el instante sublime en que el salmón salta por encima del muro del agua y ¡lo supera!
La mujer que escribe en el espejo del agua sabe que detrás del texto hay profundidades en las que se ahogan los que no duermen con una semilla de Dios entre las manos.
La mujer que escribe en el espejo del agua sabe que a la vuelta del texto hay rasgueos del alma, pespuntes del corazón, zapateados de ida y vuelta.
Los hombres iletrados, los hijos de la ronda ingrata, no pueden reconocerla, no les alcanza las manos de su espíritu para reconocer la sonrisa en su cara. Ella es mujer que reconoce su camino en el pecho del hombre (o de la mujer), que hace trilla con el buril de su pensamiento. Canta cuando canta el cenzontle del amor libre, del que, cada día, trepa a la torre más alta y mira la puesta del sol y mira el cristo que, como gimnasta soberbio, hace la gaviota con sus alas.
A veces divido el mundo en dos. Mañana lo dividiré en: Mujeres que miran el cielo como si vieran el nacimiento de una niña y Mujeres que descubren aromas de eucalipto en cada caricia de su amante.

sábado, 28 de julio de 2018

CARTA A MARIANA, ADENTRO DE UN ACUARIO




Querida Mariana: Hace años, en casa tuvimos una pecera, una pecera pequeña. Era tan pequeña que sólo cabía un pez. La pecera estuvo colocada sobre un mueble en la sala. Cuando alguien de afuera llegaba a casa, como es normal, se acercaba a la pecera y veía al pez. Los niños colocaban las manos en el borde del mueble y sonreían al ver el pez yendo de acá para allá. Como el espacio era breve, al pez no le quedaba más que dar vueltas y subir y bajar. ¡Uf! Yo pensaba que era cruel el destino de ese pez. La mayor crueldad la encontraba en la transparencia de las paredes de la pecera. Pensaba que el pobre pez miraba que afuera de esos límites ¡había más!, pero el aire exterior era un espacio vedado. Le bastaban dos aleteos para toparse con el cristal. Los niños veían al pez y sonreían al ver el movimiento dinámico y bello. Como el pez era uno de la especie guppy, su colorido era fantástico. Su cola era como un abanico bordado por indígenas tojolabales.
¿Quién puede saber si su forma de vida le agradaba al pez? Yo siempre lo vi como un canario, como un canario de agua. Siempre metido en una jaula de cristal, siempre condenado a estar en medio de una burbuja de agua. Estoy seguro que él hubiese querido nadar fuera de ese espacio tan breve, pero no podía hacerlo, porque el exterior era una burbuja de aire. Lo que a los humanos nos da vida al pez le daría la muerte casi instantánea.
No me preguntés qué pasó con la pecera. Sin duda que el pez murió y la pecera se quebró en alguna mudanza.
Recordé la pecera porque vi que el 24 de agosto estrenan, a nivel nacional, la película “Los adioses”, basada en la vida de Rosario Castellanos. En las redes sociales ya está el tráiler de la cinta. ¿Qué tiene qué ver la película con la pecera? Bueno, resulta que una vez, en una charla, alguien lanzó la pregunta: ¿Con qué animal compararías a uno de tus escritores favoritos? Los que ahí estábamos aceptamos el juego. Martín dijo que Julio Cortázar era un gato, un gato de angora, pero un gato que trepaba a los tejados de noche; Lucero dijo que Octavio Paz era un avestruz de alas doradas, experto en esconder la cabeza; Rocío dijo que Marguerite Duras era una paloma con vista cansada, lo que le provocaba tatarateos a la hora del vuelo. Cuando tocó mi turno, dije que Rosario Castellanos era un pez, un pez en pecera pequeña. Lulú sonrió y dijo que Rosario era un pez en un acuario, un estanque enorme, casi del tamaño del universo. Todos estuvieron de acuerdo, menos yo. Entiendo que Lulú dijo lo que dijo porque ama la obra literaria de Rosario. Ella, igual que Óscar Bonifaz y muchos más, estuvo en desacuerdo que hayan publicado el libro “Cartas a Ricardo”, donde queda de manifiesto la relación amorosa, de dependencia brutal, que Rosario tuvo con su esposo Ricardo. ¿Cómo?, brincaron los defensores de Rosario. ¿Cómo es posible que se exponga a la vista de todos los trapitos sucios de Rosario?
Yo pensé en Rosario como ese pez de la pecera de la casa, porque Rosario, de igual manera, tenía mucho aleteo (por alas y no por aletas), pero apenas daba un giro se topaba con la pared de cristal de la jaula donde permaneció siempre.
¿Por dónde va la película “Los adioses”? Desde lo que puede verse en las imágenes del tráiler cuenta su desarrollo creativo y, sobre todo, su vida amorosa.
Lulú ya está puestísima para ir la tarde del estreno. Se da por descontado que Cinépolis la programará para que se exhibida en Comitán. El licenciado Segundo Guillén, quien siempre está muy movido para hacer acciones que atraigan el turismo a la región, dijo, palabras más, palabras menos, que si estuviera en sus manos promovería una “Alfombra roja” en Comitán, con la participación de los principales actores y la directora. ¿Se hará? Corresponde a las autoridades municipales retomar y procurar esta buena idea. Comitán es la tierra de Rosario, ésta es orgullo de esta tierra. ¿Por qué? Pues porque ella creció en este pueblo. Ella vivió su niñez y parte de su adolescencia en esta maravillosa ciudad. Sí, todo mundo sabe que ella nació en la Ciudad de México, pero acá están sus raíces familiares. Su árbol genealógico demuestra que sus abuelos y sus papás fueron ramas comitecas. Además, su obra literaria está llena de la savia que bebió de niña. Su obra contiene modismos, dichos, anécdotas, historias y personajes comitecos. Ella (lo hemos dicho decenas de veces) es la mujer que colocó a “Balún-Canán” en el firmamento universal. No hay comiteco que supere la estatura de esta mujer. Bueno, con decir, que ni Belisario Domínguez (héroe comiteco de gran relevancia nacional) tiene la trascendencia mundial que sí tiene Rosario. No lo digo en voz alta, porque uno o dos políticos se pueden molestar, pero lo cierto es que la obra creativa siempre es superior a la grandeza heroica. Siempre se pone como ejemplo que el mundo recuerda a Miguel Ángel como el inmenso creador de la Capilla Sixtina y muy pocos recuerdan el nombre del mecenas; es decir, del papa que ordenó su ejecución. ¡Claro! La obra de Miguel Ángel es la sonrisa de Dios, lo otro es la mera idea de Dios. La sonrisa de un niño siempre es superior a la más brillante idea acerca de la felicidad.
Cuando estrenen la película ya estarás de nuevo en Comitán (espero que así sea, lo pido). Sé que irás a verla. Si de por sí has sido una gran cinéfila, ahora, con el diplomado, tendrás más elementos para hacer una crítica más fina, más selecta.
La película ha despertado interés. ¡Cómo no! Ya dije que Rosario Castellanos es reconocida, no sólo en el país, sino en muchas partes del mundo. En las redes sociales muchas personas han manifestado que irán a ver la película. Algunos mencionan que le hace bien al cine nacional que se traten temas que se aparten de las trilladas historias donde actúan los Bichir y las comedias bobaliconas donde aparece el mole de todos los ajonjolíes: Eugenio Derbez. ¡Ya chole! Otros, por el contrario, advierten que Rosario no fue la primera feminista (tal como la película quiere vendernos) y que es un contrasentido que la cinta contenga escenas donde la Rosario (nuestra Rosario) aparezca desnuda haciendo el amor, ya que consideran que eso sí es un verdadero desacierto. Si se quiere promover el lado social y revolucionario de la mujer y su dignidad intelectual, ¿por qué la actriz debe aparecer en cueros? Porque, todo mundo sabe, las escenas de desnudos jalan público. Así pues, muchas personas dicen que esta película no rompe estereotipos, al contrario, los repite y los magnifica.
Todo esto provoca un debate interesante. Un debate en que saldrá ganando la obra de Rosario, porque no faltarán los espectadores que se acerquen a conocer más de cerca la obra literaria de ella; un debate en el que (como bien dice el licenciado Segundo Guillén) si Comitán sabe aprovecharlo puede recibir beneficios turísticos, nunca antes visto. Basta decir que Comitán es la ciudad donde se rodaron algunas escenas de “Los adioses”, para que el mundo vuelva sus ojos hacia esta tierra; basta decir que Comitán es la tierra de la mujer de la que habla la cinta, para que, de igual manera, Comitán se convierta en el punto central de atención.
Rosario, de niña, ¿tuvo mascotas? No lo sé. Ella iba a uno de los ranchos de su papá, El Rosario, que estaba cerca de Ocosingo. Ahí, sin duda, miraba las vacas y los toros y los caballos y las cabras (los cabrones, también). ¿Sintió predilección por alguno de esos animalitos? ¿Tuvo, por ejemplo, un conejito que fuera su mascota y al que le haya puesto un nombre especial? Nadie puede saberlo ya a estas alturas. Un amigo de ella cuenta que en una ocasión la vio atrapar a una lagartija y desollarla. ¡Dios mío! Tampoco podemos saber si esta historia es verídica al ciento por ciento. Todo es mera especulación. Lo que sí podemos aventurar, a manera de juego, es con qué animal puede compararse su personalidad. Insisto, querida Mariana, cuando participé en el juego dije que la comparaba con un pez, con aquel pez que estuvo en la pecera de mi casa. La comparé así, porque siempre la vi adentro de una burbuja, una burbuja que ella no pidió, una burbuja que le construyeron los otros, los de afuera. Primero fue esa burbuja donde creció con el complejo de culpa por saberse menos querida que el hijo varón; luego fue la burbuja de la orfandad en la que, de la noche a la mañana, se vio inmersa por la muerte repentina de sus padres, en la gran Ciudad de México; y luego, la burbuja en la que despertó la mañana en que conoció el amor y se enamoró perdidamente del filósofo Ricardo Guerra, padre de su hijo Gabriel, quien (de acuerdo con el testimonio de ella en las cartas publicadas) siempre la menospreció. Ricardo era ojito alegre y encontraba la novedad en muchas otras piernas y muslos femeninos.
Posdata: Según se ve, mucho de la película cuenta la relación que mantuvo con Ricardo. La película ya ganó un premio en el Festival de Cine, de Morelia. Yo, sin más elementos de apreciación estética, la veo un poco lenta, como con muchas pretensiones, con diálogos muy sobrados, pero iré a verla y ya la comentaremos. Pienso que es bueno que en toda la república y en Latinoamérica se hable de Rosario, es bueno porque Rosario es Comitán y cuando lo valoremos ¡Comitán será Rosario! y a todos nos irá bien.

viernes, 27 de julio de 2018

DESDE EL CÓMIC




Y resulta que, después de todo, ¡me gusta el fútbol! Sólo en una o dos ocasiones jugué, pero lo disfruté mucho en las revistas ilustradas y, ocasionalmente, veo encuentros en la televisión.
Lo jugué cuando estaba en la primaria, sin participar en equipo alguno. Lo jugué en el corredor de mi casa, colocaba una silla pequeña y jugaba a meter penales, la portería era el espacio entre las patas de la silla. Y luego, ya en la secundaria, lo jugué (ahora sí en forma grupal), en una calle lateral del parque de San Sebastián. Como en ese tiempo (finales de los años sesenta) no había muchos carros, los alumnos del colegio Mariano jugábamos “la cascarita” en la calle. A mí me tocaba ser portero. Tenía una táctica especial, me colocaba en la clásica posición de portero, con las rodillas flexionadas y los brazos como alas, pero me acuclillaba lo más que podía, para que a la hora que alguien mandaba el balón en intento de meter gol, yo podía tirarme sobre el piso para atajar la pelota. Tuve instantes de gloria, pero mi mamá no apreciaba mi esfuerzo al tratar de emular las hazañas de Lev Yashin, el mítico portero de Rusia, conocido como “La Araña Negra”, porque siempre vestía de color oscuro, casi casi como ahora visten los darketos. Yo llegaba a la casa con el pantalón todo sucio y rasgado, y con las rodillas raspadas.
Por esto digo que nunca he sido aficionado ni mucho menos practicante del fútbol, pero sí recuerdo que disfrutaba mucho las historias de fútbol que aparecían en las revistas ilustradas (revistas de monitos).
En mi niñez y juventud hubo tres revistas que tuvieron mi especial atención: “El diamante negro”, “Memín Pinguín” y “Chanoc”. Estas revistas se publicaban en forma semanal. Los lectores comitecos las adquiríamos en La Proveedora Cultural.
La primera fue una revista dedicada a un futbolista que se llamaba Diamante Negro, que jugaba con el rostro cubierto con un antifaz y que se amarraba un pañuelo en la cabeza, a manera de un pirata. No recuerdo el nombre de su equipo, pero siempre relacioné los colores de su playera con los que portaban los jugadores del Atlas. Tal vez fue la única revista mexicana de monitos que tuvo como personaje principal a un jugador profesional de fútbol soccer y cuyas principales acciones se daban en la cancha de grandes estadios. Recuerdo que cuando él abandonaba el estadio se colocaba unos lentes oscuros, con lo cual su identidad permanecía oculta. Era un misterio tonto. La segunda revista contaba la historia de una palomilla de cuatro amigos: Ricardo, Ernestillo, Carlangas y Memín, que se conocieron en la escuela primaria y se volvieron inseparables. La revista no tenía al fútbol como eje principal, pero hubo capítulos inolvidables que plasmaron historias de fútbol, como cuando la selección de la escuela fue invitada para jugar en Dallas, en los Estados Unidos. Los cuatro amigos fueron participantes de esa selección y Memín, como siempre, terminó siendo el héroe de la historieta. Y en la tercera revista, también como en la de Memín, hubo historias tangenciales que trataron el tema del fútbol. Los encuentros deportivos en la cancha de Ixtac, el pueblo de Chanoc, fueron proverbiales. El viejo Tsekub no sólo se dedicaba a cazar tiburones, en compañía de su cachorro, Chanoc; ni sólo se dedicaba a tomar cañabar; también le hacía al fútbol y cuando el equipo del pequeño pueblo porteño se enfrentó a la selección mexicana, su actuación fue, de igual manera, de antología.
El fútbol soccer es el pan de cada día de millones de mexicanos. Muchos lo practican en canchas improvisadas o participan en las ligas llaneras o semi profesionales, no obstante, la televisión le ha quedado a deber una buena serie al mundo de fanáticos. El cine mexicano, de igual manera, no ha realizado la gran película que honre al fanático y al mundo del fútbol. Sólo las revistas de monitos lograron la hazaña de contar, con dignidad, historias “de la patada”.

jueves, 26 de julio de 2018

DEFINICIÓN DE MISERABLE




La palabra miserable es miserable. El otro día pregunté a Luis por Romeo, un ex compañero de la universidad. Luis, limpiándose la frente con un pañuelo de tela, dijo: “¡Es un miserable!” y ya no dijo más.
Yo, es comprensible, quedé con la duda. Según Luis, Romeo es un miserable, ¿miserable de miseria?, o ¿miserable de maldad? Porque, cuando alguien es definido como miserable puede referirse a que el tipo ha tenido una suerte comparable a la del famoso Jean Valjean, el protagonista de la famosa novela de Víctor Hugo “Los miserables”; o puede referirse a un tipo como Javert, que es también protagonista de la misma novela, y es quien persigue a Jean Valjean para que pague el desacato de haber robado un pan, ¡un pan! Miserable uno, como miserable el otro.
Por esto, la tía Elena agregaba una frase a la jaculatoria de todas las tardes: “De los miserables…”, y los sobrinos rezábamos: “Líbranos, Señor”.
Yo me hincaba en el reclinatorio anexo al principal de la tía y miraba que cuando ella decía lo de los miserables, sacaba un espejito de su bolso y se miraba. ¿Por qué lo hacía? Nunca le pregunté, porque, estaba seguro, ella ignoraría mi pregunta.
Ahora pienso que lo hacía por el temor de convertirse en una miserable, en el sentido de miseria, porque ella no era miserable, en el sentido de méndigo (y no de mendigo). La tía estaba lejos de ser una mujer miserable, en ambos sentidos, porque tenía una fortuna que le permitía vivir con holgura, y era una mujer bondadosa y caritativa. Tal vez el rezo era efectivo, porque “el Señor” siempre la mantuvo alejada de los miserables.
A mí no me gusta la palabra miserable, me produce urticaria mental su simple pronunciación. Si ahora debo escribirla es porque lo hago como conjuro, para que, como en el caso de mi tía, los miserables siempre estén lejos de mí. Los Jean Valjean de estos tiempos siguen robando panes para alimentar a sus familias, pero hay otra categoría de estos miserables (que entran en la denominación de cerdos asquerosos) que roban miles y miles y miles de pesos y que caminan con total libertad, con la prepotencia de verdaderos miserables, hijos de su engreída y miserable madre.
Todas las mañanas, los hombres de bien piden que “el Señor” mantenga alejados a los miserables. El territorio de los miserables es ancho y pasa a rozar las fronteras de los hombres de buena voluntad; en muchas ocasiones los salpica con su mierda; y en no pocas ocasiones tuerce los destinos de hombres que estaban destinados para la luz.
El rasgo de miserable está en el vaso de peltre que extiende el limosnero, así como en la copa de cristal de Baccarat que sostiene la socialité en la reunión con altos empresarios. Lo miserable es como la vida que se da generosa con cualquier persona, pero es también como la muerte que a nadie discrimina.
“Escribe de manera miserable”, dijo un lector y yo pensé que el escritor escribía de manera mezquina o de manera prepotente. De cualquier manera no era un modelo a seguir.
Que, como decía la tía, el Señor nos libre de los miserables, sean éstos lectores, escritores, banqueros, amantes, cineastas, carpinteros, comerciantes, oficiales de tránsito, médicos, enfermeras, maestros, delincuentes, escultores, artistas, políticos, políticos, políticos…

miércoles, 25 de julio de 2018

CARTA A MARIANA, A VUESTRA SALUD




Querida Mariana: Yo viví la parte final de la Época de Oro de los Presidentes Municipales de Comitán. Recuerdo una tarde que mi papá necesitó hablar con el ingeniero Abelardo Cristiani, presidente municipal. El ingeniero citó a mi papá en su residencia familiar, en la esquina de donde ahora está la oficina de TELMEX. Fuimos. Una muchacha abrió la puerta y dijo que el ingeniero nos esperaba en su oficina. Cruzamos un jardín lleno de flores, con un sol tierno, generoso. El ingeniero salió a recibirnos en el corredor y nos invitó a pasar a su estudio. Yo estaba sorprendido, el estudio recibía luz de un ventanal que daba a la calle y llenaba de tonalidades ámbar a toda la estancia. Alguien, en algún momento, me había contado que el ingeniero había estudiado en Inglaterra. Esa tarde casi comprobé la historia, porque el ingeniero era todo un caballero, un gentleman. Atendió a mi papá con gran afecto y respetuosa confianza. En un momento de la charla, el ingeniero se paró, fue hasta el librero y preguntó a mi papá si deseaba tomar una copa de coñac. Mi papá dijo que sí. Para ese momento yo estaba lleno del aroma de cedro o de caoba que se desprendía de los libreros empotrados en la pared. El ingeniero sirvió dos copas de coñac, una para él y otra para mi papá. Cuando volvió a sentarse, levantó la copa y brindó: “A vuestra salud”, mi papá hizo lo mismo y dijo: “A la suya”, y bebieron. ¡Ah, qué instante! Yo estaba alelado. ¡Qué trato tan fino, tan exquisito! Sí, querida Mariana, viví la colita de la Época de Oro de los Presidentes Municipales. Dicen que (y así es) las comparaciones son odiosas, pero este pequeño momento que te comparto, da una idea de cómo eran antes los presidentes municipales. No haré la comparación con los actuales, pero te encargo que vos la hagás y luego me digás.
Lo mismo sucedió con el cine mexicano. Hubo una época (la llamada Época de Oro del Cine Mexicano), que, sin tanto recurso digital, la pantalla se llenaba de dignidad, esa pantalla que representaba las imágenes tomadas por Gabriel Figueroa. Como dijo el poeta: “Nunca los cielos fueron tan altos”. Ahora, nuestros mejores cineastas no están en el país, han emigrado a Hollywood y desde allá nos mandan su talento. ¿Por qué? Pues porque en este país no vivimos la Época Dorada.
A mí me impresionó el ritual de esa tarde. Cuando nos despedimos, le dije a mi papá, ya camino a casa, que el trato del ingeniero Cristiani había sido de gran caballerosidad. Sí, dijo mi papá: “El ingeniero es de buena cuna”. Desde entonces, cuando bebía la primera copa de brandy o de ron con los amigos, levantaba el vaso y, en mi interior, decía: “A vuestra salud”. ¿Para quién era el brindis? Yo lo enviaba, desde la Ciudad de México, para mi pueblo, para mis papás, para mis afectos y para la muchacha bonita que me gustaba. Lo decía en silencio, porque si lo hubiera expresado en voz alta, los amigos me habrían acabado con sus bromas y chanzas. En silencio levantaba el vaso y, con la misma dignidad con que el presidente municipal de mi pueblo y mi papá habían brindado, decía: “A vuestra salud”, y pensaba en mis abuelos, en mis primas hermanas y en mis tíos. Todo era como una oración. No quiero ser irreverente, pero el primer trago era como una hostia que me llenaba de luz. El ritual era mágico e imponía una dignidad que revivía los mejores tiempos de los mejores tiempos. Desear salud era lo máximo, es ¡lo máximo!
Hoy, cuando escribo a las cuatro de la madrugada, levantó mi taza con té de limón, caliente, y con la misma dignidad del ex presidente municipal de mi pueblo, digo: “A vuestra salud”, y pienso en el ingeniero Cristiani y en mi papá, y vuelvo a verlos en el estudio de la residencia del primero y vuelvo a sentir el aroma del cedro o de la caoba de los libreros y siento el aire que vuela como mariposa en el jardín de la casa y veo reír a ambos y siento la armonía del pueblo de Comitán.
Posdata: Sí, querida Mariana, yo viví la colita de la Época de Oro de Los Presidentes Municipales, de cuando su proceder era de una honestidad total y el cumplimiento de su palabra era total. Aprendí que brindar con coñac o con un sencillo vaso de agua es, de igual manera, un ritual de príncipes. Por esto, ahora, levanto mi taza y digo: “A vuestra salud”, y pienso en el ingeniero, en mi papá, en mis afectos más cercanos y queridos, en vos, y en Comitán. “A vuestra salud”, querida mía, ¡a vuestra salud!
Yo viví la colita de la Época de Oro de Comitán. ¡Oh, mi Dios!
Ahora, que se dice a nivel nacional que vivimos en la antesala de la Cuarta Transformación del País, expreso mi confianza porque, a nivel local, también comencemos a recuperar la dignidad de aquellos presidentes municipales que amaron, de verdad, a este pueblo y pusieron sus mejores capacidades al servicio de su pueblo.

martes, 24 de julio de 2018

LECTURA DE UNA FOTOGRAFÍA




¿De verdad la laja es el elemento constructivo que da identidad a Comitán? No sé, pero la exageración en su uso, parece querer imponerlo. Los arquitectos y urbanistas tal vez mencionaran que otro es el material propio de la región. La laja fue un elemento que se usó en las banquetas; es decir, siempre estuvo en el suelo. Nosotros, los comitecos, sabemos que nuestros símbolos están por encima del piso. No obstante, el parque central de Comitán está tapizado con laja, como si tal elemento fuera más simbólico que el ladrillo, por ejemplo. Los pisos de los patios centrales de las casas comitecas siempre estuvieron hechos de ladrillo. Como el parque central es el patio de nuestra casa común, una relación simple indicaría que el piso del parque debería estar hecho con ladrillo. ¡Sí, ya sé! Los arquitectos dirán que este material no es propio para espacios donde hay intenso tráfico peatonal, porque el frotamiento constante lo desgasta, pero ¿acaso no hay sustancias que puedan impedir el desgaste? No sé, digo que no sé. Sólo digo que tampoco las lajas que usaron para tapizar el parque son el elemento idóneo, porque ahora (¡Qué pena! ¡Qué vergüenza!) el parque está todo lleno de hoyancos, todo chimuelo, todo jodido. La laja, mal pegada, mal cortada, se ha deteriorado en forma grave. Y a esto debemos agregar que las autoridades municipales no han dado el correcto mantenimiento; al contrario, han permitido que medio mundo deteriore el piso al clavar clavos enormes para colocar sus mega carpas.
El piso es de laja y las bases para esculturas o para placas conmemorativas ¡también están hechas con dicho material! Los historiadores y cronistas nos deberían dar luces en este sentido. Tal vez sea momento de hacer un alto y exigir que, como aquellos magníficos desparangaricutirimicuarizadores, nos desenlajen para que seamos buenos desenlajadores, porque la laja, ¡oh, Dios!, además de las piernas y brazos, nos están quebrando el espíritu tan lleno de luz.
En el parque central, cuando menos, hay dos bases enlajadas que soportan dos placas conmemorativas: la del nombramiento de Pueblo Mágico, y ésta, que está al lado del kiosco y donde, con mucha atención y paciencia, puede “descifrarse” el siguiente texto: “Este kiosco simboliza la grandeza y dignidad de un gobierno promotor de solidaridad y progreso. H. Ayuntamiento 1989 – 1991. Comitán de Domínguez, Chiapas. Noviembre de 1991”.
La placa ya está deteriorada. El paso del tiempo y la baja calidad del material han hecho estragos. La autoridad actual podría (como lo ha hecho) lavarse las manos y seguir ignorando el deterioro. Pero, la lógica dicta que la autoridad está para salvaguardar la identidad y la historia de este pueblo.
Un día, todo Chiapas amaneció enlajado. ¿Por qué? ¿Qué rasgo de identidad contiene tal piedra? Los bulevares de San Cristóbal de Las Casas y de Tuxtla Gutiérrez fueron, de manera inclemente, forrados de laja. La autoridad estatal tuvo la misma intención en Comitán, pero un grupo de valientes comitecos se opuso y no permitió tal afrenta. El bulevar comiteco es uno de los bulevares más hermosos del sureste de México, porque no tiene cemento ni piedra, tiene la gracia divina de la naturaleza, sonríe a través de buganvilias, que son como cientos de mariposas posadas en ramas.
El que nos desenlaje buen desenlajador será y todo el mundo se lo agradecerá. Asimismo, el que le regrese dignidad a esta placa que habla de un gobierno “grande y digno, promotor de solidaridad y progreso” tendrá el reconocimiento, aun cuando la placa debió no ensalzar la grandeza del gobierno sino la grandeza de un pueblo que se llama Comitán. El kiosco comiteco, en realidad, como todos los kioscos del mundo, simboliza la grandeza de las sociedades. Los kioscos son elementos que están en el centro del centro de la casa común; son, entonces, símbolos del corazón del pueblo.
Pero, bueno, la placa aporta una fecha, una fecha que es importante para la identidad de Comitán. La calidad de la placa (chafa) parece que fue augurio del descuido en que ahora se encuentra la plaza central. ¡Qué pena!

lunes, 23 de julio de 2018

CARTA A MARIANA, CON UNA HISTORIA DE HOSPITAL




Querida Mariana: ¿Recordás la historia de Ema y Ame? Esta historia aparece en la novela de Bertha Ugueda. Es una historia sencilla, pero a mí siempre me impacta. Cuenta que Ema (niña) y Ame (niño) nacieron en el mismo hospital, en el mismo piso, en cuartos contiguos, el mismo día, a la misma hora, en la ciudad de París. El papá de Ema era mexicano y su mamá era africana, la mamá de Ame era mexicana y estaba casada con un francés. Veinticuatro años después, en un congreso de literatura efectuado en Buenos Aires, Argentina, Ame y Ema se conocen. Ambos son escritores de cuentos para niños y los dos han ganado el Premio Internacional de Cuento Rox Adien. Un día después de la inauguración del congreso coinciden en un hospital, donde han sido convocados para leer cuentos infantiles a niños enfermos. Ahí, ambos se enteran que nacieron en el mismo hospital, el mismo día, a la misma hora, en París.
Rocío dice que la historia es boba, pero a mí me encanta esa coincidencia abrumadora. Por esto, ahora digo que los dos libros que aparecen en esta fotografía tienen algo en común, aunque no lo tengan en su esencia, porque uno es un libro de relatos y el otro es un libro de textos poéticos. La coincidencia se da porque son los libros de julio, en Comitán. Doña Tony, autora del libro “Pecado venial. Relatos y cuentos desde el Sur”, nació en Comitán, quién sabe en qué hospital, hace ya varios años, un poco más de setenta y tantos, y cultiva el relato y la crónica; Mayya Alfaro, autora del libro “Amores de otoño”, nació en Las Margaritas, quién sabe en qué hospital, hace no muchos años, algo más de veintitantos (aplico la fórmula famosa que insiste en que los caballeros no dan la edad de una dama), y cultiva la poesía y el periodismo.
El libro de Mayya se presentó el 7 de julio. Los padrinos del bebé fueron Estrella Molina, Ari Peralta y Daniel Saborío. El libro de doña Tony se presentó el 21 de julio, sus padrinos fueron Amín Guillén Flores y Octavio Gordillo y Ortiz. Ambas presentaciones fueron en el Museo Rosario Castellanos, el museo que ahora está de moda para este tipo de actos. ¡Cómo no! Cualquier escritor consideraría un honor que su obra sea presentada en el recinto que honra la memoria de nuestra escritora mayor.
Así pues, Rocío dirá que estos libros no tienen coincidencia alguna, pero yo digo que son los libros de julio, en Comitán, y esta cercanía los une, porque (debo decirlo) la aparición de libros en este pueblo no es tan frecuente como la elaboración de chimbos. La aparición de nuevos libros en Comitán es noticia agradable.
¿Hay algún otro rasgo que una a estos libros? Sí, la intención sencilla de sus autoras. Bueno, como ya te diste cuenta, el hecho de que sean mujeres autoras es otro rasgo que forma un puente. En la página de Agradecimiento, Mayya dice que su libro está dedicado, entre otras personas: “a quienes con sus palabras (y) su lectura apoyan esta pequeña obra inspirada en algunas vidas”. Por su parte, doña Tony, en la Presentación de su libro, dice que sus textos “pueden ser un reflejo de nuestras vidas diarias y, al mismo tiempo son una invitación fraternal a adentrarse a un universo ficticio y real repleto de afecto y de buenos deseos para que, quien los lea, los haga suyos y se quede con una parte de mi persona.”
Como mirás, querida Mariana, las autoras hablan del sustrato de la escritura, que es la vida cotidiana. Mayya sostiene que se inspiró en “algunas vidas”, y doña Tony dice que sus textos “pueden ser un reflejo de nuestras vidas diarias”. Acá existe otra coincidencia, son hilos de vida que enmarañan o desentrañan las vidas de otros. Ambas escritoras tienen otra coincidencia: comparten sus obras, como si dieran la mano en la banqueta o en la plaza. Acá, en las páginas de sus libros, está la síntesis de muchas horas de trabajo concienzudo.
Nadie les dijo que ellas caminarían por el mismo puente un mismo mes, en el Museo Rosario Castellanos. Nadie intuyó que sus libros fueran los libros de julio, en Comitán.
Posdata: Yo sólo digo que, a diferencia de Rocío, me gustan las historias coincidentes, y acá hallé una historia sencilla, alejada de aquel hospital de París, donde nacieron Ame y Ema. La historia de los libros de julio, en Comitán, es una historia muy cercana a nuestra identidad, muy cercana al patio central de una vieja casona, que fue propiedad de don Jaime De La Vega y que ahora es el recinto que honra la memoria de Rosario Castellanos.

sábado, 21 de julio de 2018

CARTA A MARIANA, CON UN ELOGIO A LA LECTURA




Querida Mariana: Con frecuencia muchos se burlan de “El libro vaquero”, una revista ilustrada, que fue famosa en los años setenta y ochenta. Muchos, en plan de broma, dicen que fulano de tal sólo lee “El libro vaquero”, para burlarse de alguien que no es lector de literatura selecta. Recuerdo que cuando le preguntaron a Peña Nieto aquello de los tres libros y el ahora presidente de la república y ex presidente muy pronto no supo qué decir, Elena me enseñó un meme donde Peña Nieto, con gran seguridad, mencionaba tres títulos: “Justiciero Odioso”, “La muerte llevaba faldas” y “Cazador de indios”, y cuando el periodista preguntaba por los nombres de los autores, Peña Nieto decía: “Son de El libro vaquero”.
“El libro vaquero” es una revista popular, con historias comunes, que son, como ya dije, ignoradas por los intelectuales, pero el otro día escuché la historia de doña Elena, vendedora de tamales en el mercado, que me hizo reflexionar. Ella contó una historia digna de aparecer en “La rosa de Guadalupe”: De niña no fue a la escuela, porque tenía que ayudar a su mamá en el puesto, ya que su madre había enviudado y quedó con cuatro hijos que debió mantener. Doña Elena, ya grande, se decidió a aprender a leer y como tampoco tenía tiempo para ir a la escuela se puso a leer “El libro vaquero”. Doña Cholita, vecina de puesto, (como Dios le dio a entender) le ayudó a identificar las letras y, poco a poco, el milagro de la lectura creció en su mente. Por esto, el otro día, con mucho orgullo buscó entre las cajas de huevos, sacó un ejemplar de la revista y, ondeándola como bandera, dijo: “Yo aprendí a leer con El libro vaquero”. ¡Ah!, tenía una sonrisa como de tanate lleno de orquídeas.
¿Has oído del analfabetismo funcional? ¿Quiénes son los analfabetos funcionales? Los que saben dicen que son aquellas personas que saben leer pero tienen problemas para analizar ideas; es decir, tienen problemas de comprensión lectora. Son muchas las causas del analfabetismo funcional, pero entre ellas está la de falta de práctica de lectura. Conozco a un amigo que aprendió a hablar inglés, pero ahora ya tiene problemas de comprensión, porque (dice) le hace falta practicar conversaciones. Pienso que, en este país de alto porcentaje de analfabetismo, la existencia de revistas ilustradas ayuda a que la gente practique la lectura.
Soy un convencido, siempre lo he dicho, de que las revistas de “monitos” han formado miles y miles de lectores. Los niños que se acercan a leer revistas ilustradas tienen más probabilidades de convertirse en grandes lectores que aquellos niños que no leen tiras cómicas. Al lector de cómics le resulta muy natural dar el siguiente paso, ¡el gran paso!, a los libros de cuentos y a las novelas. He comentado en cartas anteriores que los grandes países lectores tienen a sus grandes personajes de cómics, en Argentina está esa niña maravillosa que se llama Mafalda, y en Francia está Astérix; estas revistas ilustradas han apadrinado a millones de lectores en todo el mundo; ellas han sembrado la semilla de la imaginación y han vuelto adictivos a sus lectores que, sin dudarlo, al crecer física e intelectualmente han subido un peldaño en la escalera infinita y maravillosa de la lectura más selecta. Este acto juguetón ha propiciado cambios en el mundo, porque los lectores son personas críticas y con una visión más amplia de la historia.
¿Vos sabés que el creador del periódico DIARIO DE COMITÁN – NOTICIAS A DIARIO fue Luis Armando Suárez Argüello, actual director de la Casa de la Cultura? Pues sí, el siempre inquieto Luis Armando fue el iniciador de esta aventura editorial, misma que bajo la dirección actual se ha convertido en el periódico más leído de la región. En la propia capital de estado de Chiapas hay muchos periódicos de renombre que no alcanzan a vender, en todo el estado, la cantidad de ejemplares que vende el DIARIO DE COMITÁN. ¿Cuál es la clave del éxito? Que ha dado lo que la gente demanda. Muchos lectores exquisitos critican que el periódico tiene mucha nota roja y que presenta mujeres en paños menores. La nota roja siempre responde al morbo natural que existe en los seres humanos desde los orígenes de la humanidad. Si un reportero del DIARIO DE COMITÁN hubiese vivido en el mismo pueblo en que vivían Caín y Abel, habría enviado un reportaje con el siguiente título: “Caín mata despiadadamente a su hermano Abel” y en el curso de la nota hubiera contado, con pelos y señales, los motivos que llevaron a Caín a darle chicharrón a su hermano; si el mismo reportero hubiera tenido una cámara Canon habría tomado, en primer plano, la quijada de burro que empleó Caín como instrumento asesino. La quijada, perdón, habría mostrado rastros de sangre.
Pero, el periódico es más. Cuando Luis Armando cedió sus derechos se retiró por completo del diario. Muchos años después volvió y se convirtió en colaborador semanal. En ese tiempo (lo juro) comencé a comprar el diario, sin falta, para leer las colaboraciones de Luis Armando, porque en medio de la nota roja y de las chicas en paños menores, había un artículo lleno de sugerencias literarias. El periódico comenzaba a acercarse con mayor inteligencia a la vida cotidiana de este pueblo, que, por desgracia, tiene muchos actos violentos (más en estos tiempos cercanos, donde las autoridades se ven incapaces de garantizar seguridad para los pobladores), pero también está plagado de un intelecto que ha dado luz al propio pueblo y a México entero. Por desgracia, Luis Armando dejó de enviar sus colaboraciones semanales. Ahora, Luis escribe en el HERALDO DE CHIAPAS, periódico estatal que dirige su cuñado Ricardo del Muro.
Hace años, dos de mis fieles lectores me propusieron que publicara ARENILLAS en el diario. Ellos, con buen tino, me indicaron que el DIARIO DE COMITÁN era el más leído y que mis textos alcanzarían a más público. Pensé que era buena idea. Pensé que lo mismo que había hecho tiempo atrás podían hacer otros lectores. Yo compraba el periódico, no para leer las notas rojas ni para ver los traseros de las chicas que por ahí asoman, lo compraba para leer la columna de Luis Armando. De la misma manera que muchos lectores de Playboy no adquirían la revista para ver sólo los traseros y delanteros de las chicas bellísimas que ahí aparecían, sino por la posibilidad de leer un cuento de Vargas Llosa o de Carlos Fuentes; yo buscaba la inteligencia de quien, Polo Borrás dijo, es el mejor escritor de Comitán. Pensé entonces que no faltaría el lector que compraría el periódico para leer la ARENILLA. Y esto, con el paso del tiempo, se ha hecho una realidad. No lo digo con orgullo sobrado, lo digo con satisfacción moderada. Muchos lectores me dicen que buscan con especial interés la edición del sábado porque ese día hallarán las cartas que te envío. Pero, además, y ésta sí es mi satisfacción desmedida, muchos lectores que estaban acostumbrados a solo leer la nota roja y a ver los traseros desmedidos de las chicas, ahora también leen las CARTAS A MARIANA. Vos y yo nos hemos vuelto conocidos. Pienso que esto le hace bien a la humanidad, desde esta pequeña burbuja celeste que se llama Comitán. Me siento chento al saber que, así como Vargas Llosa era buscado en el PLAYBOY, así es buscado Molinari. Mi nombre y apellido se pierden de vez en vez. La otra tarde, una amiga lectora, en el parque de San Sebastián, me llamó y dijo: “Don Arenillas”. ¡Ah, la gran pucha! Me dio gusto. De igual manera, el maestro Jorge llegó un día a la oficina y con la música de la famosa canción de “El organillero”, que cantaba Javier Solís, me cantó: “Ya llegó el Arenillero, con su tema juguetón…”
Por lo mismo, ahora te anexo una fotografía que tomé en el parque de San Sebastián, un sábado, como a las doce del día. Vi que el lector leía con atención el diario, pero mi sorpresa fue grande cuando descubrí que leía la ARENILLA. Fue una Arenilla en la que te platiqué del libro más reciente del investigador Amín Guillén Flores. En esa ocasión dije (tal vez Amín no esté de acuerdo, pero es mi opinión) que dicho libro, “Cántaro y yagual. Apuntes para la historia del agua en Comitán”, es su mejor libro y es como el “Cien años de soledad”, de Gabriel García Márquez. A pesar de que García Márquez se encargó de bulbuluquear que “El amor en tiempos de cólera” era su novela superior, la mayoría de lectores sabe que lo dijo porque jamás volvió a escribir un texto tan brillante como “Cien años de Soledad”. Yo espero que Amín siga dándonos muchos libros de calidad, pero creo que difícilmente superará ese libro generoso que aporta una historia fascinante acerca del agua en Comitán. Puede ser que Amín me calle la boca con un librazo. Ya nada más digo.
Posdata: Al periódico le hace bien la presencia de las ARENILLAS, equilibra la balanza donde está la sangre y la carne de los traseros; a mí me hace bien que las cartas que te envío aparezcan en el periódico, porque llego a más lectores que, de lo contrario, jamás se enterarían de las ideas que te comparto. Es una relación fructífera, de muchos años ya. ¿Irme a otra casa? ¿Para qué? En este espacio hay luz.

viernes, 20 de julio de 2018

CARTA A MARIANA, DONDE SE CUENTA QUE LOS DESHONESTOS SON MÁS DE VEINTIDÓS




Querida Mariana: ¿Ya viste el error ortográfico? ¿Sabés de qué programa de televisión proviene la foto? ¡No me lo vas a creer! ¡Del noticiario cultural del canal 22! Del canal 22 que este año cumple veinticinco de “servir” a la nación. ¿Cómo es posible que en una transmisión a nivel nacional se “atrevan” a difundir tal aberración?
Cuando veo este tipo de dislate siempre recuerdo a mi maestro y amigo Enrique García Cuéllar. El maestro dice que, en ocasiones, los letreros hechos por un rotulista tienen errores ortográficos, porque el pintor apenas terminó el tercero de primaria; pero lo que no tiene justificación es encontrar errores ortográficos en un texto redactado por un universitario. ¿Cómo justificar que el Canal 22, ¡el canal cultural de México!, difunda estas barbaridades?
Enseñé la fotografía a un amigo y me dijo: ¿Pero no vieron el título del libro? ¡No, no lo vieron! Los ignorantes son ciegos.
Te contaré la historia de la fotografía. El martes 17 de julio vi el noticiario cultural. En una sección hablaron del libro “Desconfianza. El naufragio de la democracia en México”, que es un libro de ensayos, escrito por De Jandra, Fadanelli y Oliveira. En un momento apareció una etiqueta como la que aparece en la fotografía, una etiqueta que estaba plagada de errores ortográficos. Intuí que el reportaje incluiría más etiquetas y que, de igual manera, tenían errores. Si hubieras estado a mi lado, habríamos apostado y habría ganado la apuesta.
Fui a la mesa del comedor, donde había dejado la cámara, la saqué de su estuche, la prendí y esperé. No tuve que esperar mucho, porque segundos después apareció esta etiqueta. ¡Bingo! ¡Sí! Tenía errores. Claro, el tipo encargado de hacer estas etiquetas era un iletrado, un ignorante absoluto. Casi casi como si fuera un tipo (¿tipa?) que no hubiese cursado el cuarto de primaria. ¿Cómo una persona con tal nivel de desconocimiento de las reglas del lenguaje labora en el canal cultural del país?
Recordé entonces lo que platicamos el otro día. Una mañana de febrero de 2017, Pedro Cota Tirado, un señor que fue vicepresidente del club de fútbol Necaxa; es decir, que sabe de cosas de balón y de patadas (Tirado, Dios mío, qué presagio), fue nombrado como director del canal 22 de televisión. Días después, el señor Tirado nombró a Rafael García Villegas como director de noticias 22, pero éste no se sintió satisfecho con el nombramiento. Imagino que pensó: “Soy un funcionario picudo, ganaré buena paga, pero me faltará la luz del reflector”, y con el ego hasta el tope pidió (¿decidió?) ser conductor del noticiario cultural y, ¡faltaba más!, le fue concedido y, una tarde, apareció en pantalla al lado de Laura Barrera y Huemanzin Rodríguez (conductores agradables e inteligentes). El nuevo conductor, desde el primer día, mostró el cobre, un cobre lleno de soberbia; desde el primer día quiso demostrar que era el papá de los 22 pollitos y que su presencia en pantalla daba brillo a la pobre cultura mexicana. ¡Ay, Señor! Se presentó con ínfulas sobradas, su imagen (he preguntado con amigos) causó repulsa inmediata, pero ¿qué? ¡Nada! Él es jefe y su presencia no puede evitarse. Los directivos usan la empresa pública como si fuese privada. En la actualidad, el señor García Villegas continúa apareciendo en el noticiario. Como dicen los jóvenes: Ya le bajó de espuma a su chocolate. Sin duda que los expertos en medios de comunicación visual le indicaron que su presencia era de una soberbia indecible, algo que no se merecían los espectadores del noticiario (que apenas se cuentan por varios miles y no millones). Su presencia no estimulaba a ser telespectador consuetudinario del canal cultural, al contrario, impulsaba a cambiar de canal. Le bajó de huevos a su ponche. Sin duda le costó mucho admitir que su imagen no contribuía a sembrar audiencias. Sigue siendo pedante, pero ya no tanto. Para concluir digo que cuando él no aparece en el noticiario, éste fluye como un río limpio. Cuando él aparece algo como una niebla de chaquiras baratas oscurece el panorama. Ojalá que un día (no muy lejano) haya cambios en el canal 22 y el señor García Villegas se vaya con sus complejos de grandeza a otros territorios, que se mire en otros espejos, unos que estén en la oscura recámara de su vanidad. ¡Ay, Dios mío! Nunca imaginé que conocería la versión masculina de “Espejito, espejito, ¿quién es el más bonito?”
Posdata: Todo esto para decir lo que siempre es lamento nacional: En las dependencias gubernamentales hay un desgraciado intercambio de influencias, que permite que lleguen a puestos importantes sobrinos del hombre de Neanderthal. Ojalá que, poco a poco, esta práctica deshonesta se vaya al rancho del presidente electo de la república, lugar en donde deben estar miles y miles de obscenos improvisados. Ojalá que los redactores del canal 22 tengan un profundo conocimiento de la ortografía, tal como es la función del ¡canal cultural de México!

jueves, 19 de julio de 2018

DEFINICIÓN DE NARRATIVA




Nunca falta el amigo que te coloca al borde del abismo. Ayer, mientras comíamos esquites, sentados en una banca del parque central de Comitán, Luis (amigo desde la primaria) me preguntó: ¿Poesía o narrativa? ¡Ah!, qué manera de treparnos a la viga de equilibrio sin necesidad. Como es clásico en tal tipo de juego mental, Luis dijo que debía elegir una, la de mi preferencia. Yo, como es clásico en tal tipo de juego, quise decir que mi privilegio es gozar ambas. La poesía y la narrativa son como la tortilla con sal y el café, pero con pan. Pero no, el juego era elegir una entre ambas ramas del árbol, sólo uno de los frutos.
Pensé entonces: ¿qué elige un poeta? Si a Sabines le hubieran hecho la pregunta en una entrevista en canal 22, sin duda habría optado por la poesía, porque ésta fue su elección a la hora en que el destino le dijo que sería poeta. Para los poetas verdaderos no hay más cielo que la sugerencia del verso. Pero, por ejemplo, si un periodista le hubiese hecho la pregunta a Laco Zepeda, ahora no sé qué hubiera elegido, en caso de que el periodista, como Luis lo hizo conmigo, lo urgiera a elegir sólo un género literario. Laco escribió poesía y narrativa.
Pensé entonces que hay un elemento que parece abrir la puerta para evitar la oscuridad. Los sabios siempre han recomendado a los narradores se acostumbren a leer poesía. Pero (hablo a título personal) nunca he escuchado que tales sabios recomienden a los poetas a leer narrativa. ¿Ustedes sí? Que quiero decir con esto. Pues ¡lo obvio! Que un escritor puede ser un excelente Villaurrutia sin necesidad de leer a Pitol, pero un Pitol nunca llegará a ser un buen escritor si no lee a Villaurrutia. Si Luis me obligara a decir cuál es la cúspide del lenguaje y me diera las dos opciones: poesía o narrativa, tendría que decir que en la primera está la esencia del espíritu. El universo no puede nombrarse a través de una novela, es preciso nombrarlo con el pétalo de la poesía.
Pero, mientras disfrutábamos los esquites y mirábamos a las muchachas bonitas que pasaban frente a los hombres con los zapatos sobre el banco de los boleros, le dije que prefería la narrativa. En el instante que lo dije sentí como si un monstruo me rasgara la piel y esto me provocara un dolor infinito. Pensé que había dejado un par de alas hermosas y que, desde ese momento, caminaría sobre el lodo y el fango del cuento y de la novela, géneros que, con todo su aire, colocan sus manos sobre nuestros hombros y nos dan un envión hacia el piso, como para dejar muy en claro que somos hijos de la tierra, a pesar de que soñemos con el cielo.
La narrativa, por más imaginativa que sea, nos pone los pies en el suelo. Cuando fui niño volé en una alfombra mágica al escuchar un cuento. Volé por encima de alminares y de cúpulas y, desde arriba, miré los bazares llenos de personas y mantas de mil colores; escuché la algarabía de los mercaderes que ofrecían telas, collares y ollas de cobre. Pero no fui más allá, no fui más allá de la luna cuando Julio Verne me llevó allá; no fui más allá del planeta a donde me llevó Carl Sagan.
En cambio, con la poesía, a veces, he vislumbrado casi casi los confines del universo. Nunca he tenido una imagen clara de ellos, pero sí he sentido la mano de luz que siembra y que canta.
Elegí la narrativa, porque ella me ha hecho caminar por caminos agradables, en donde la condición humana está presente. En los cuentos y novelas he hallado (sin salir de mi casa) la mano de la muchacha bonita, la recámara donde se encuentran dos amantes (o tres, sin importar el sexo); en los cuentos y novelas he descubierto que un ratón habla con un gato sin ningún recelo, y he visto cómo la sangre se derrama cuando un hombre abre la puerta y recibe un hachazo a mitad del rostro.
Cuando elegí la narrativa por encima de la poesía abandoné la cumbre máxima y decidí caminar por senderos oscuros llenos de alambres de púas. Sentí una opresión en mi pecho.
Lo bueno es que sólo era un simple juego. Al volver a mi casa mandé a la chingada el juego de Luis y, como si fuera un desterrado del desierto, abrí la llave y bebí el agua de Szymborska, poeta polaca, cuya obra me encanta leer.
¿Qué es la narrativa? Es la ventana que da hacia el patio donde vuela el colibrí que se llama poesía.

martes, 17 de julio de 2018

CASA DE LA PALABRA




Cuando llegué a la Ciudad de México, para estudiar en la UNAM, me asombré al conocer LA CASA DEL LIBRO. Era una librería inmensa, con vidrieras que permitían ver, desde la calle, el interior lleno de estantes con libros. Ante esa rotundez, pensé que La Proveedora Cultural, lugar muy amado, tenía estantes esmirriados y su oferta era pishcul. Entiendo que La Casa del Libro aún existe, de igual manera que existe la querida Proveedora Cultural.
¿Cuántos libros había en la Proveedora? No pasaban de dos mil. La Casa del Libro, pensé, tenía miles y miles de libros, que eran como árboles llenos de ramas y de hojas y de nidos. Ahí estaba mucho del conocimiento humano y (lo advertí desde entonces, en los años setenta) no alcanzaban cien vidas para beberse todo ese tonel de aire limpio.
Me asombré ante esa librería, pero luego pensé que, de igual manera, debía existir algo que se llamara LA CASA DE LA PALABRA, pero apenas lo había pensado caí en la cuenta que la Casa de La Palabra es el diccionario, porque ahí están archivadas la mayoría de las palabras de una lengua.
Cuando llegué al departamento donde vivía en ese tiempo (departamento de la tía Josefa, mamá de Alfredo y del Güero, en la colonia Roma) saqué el diccionario Larousse del pequeño mueble que me servía como librero y le pegué en la portada una hoja con el letrero: Casa de La Palabra. Pensé que, así como lo había hecho el tío Mario, quien pegó en su vocho setenta y dos una calcomanía del Che en el frente, para personalizarlo, yo había personalizado mi diccionario y desde entonces se convirtió en la Casa de La Palabra. Si tenía duda de cómo se escribía una palabra o de su significado tomaba la Casa de La Palabra y la duda desaparecía. Hubo un instante que pensé que el diccionario también podía llamarse DESPEJADOR DE DUDAS. ¡Ah!, el diccionario era un buen libro práctico.
Pero, cuando días después le platiqué a Quique mi logro, él, comiendo el coctel de camarones acompañado con una Tecate, dijo que yo estaba equivocado, que la casa de la palabra era la voz del pueblo y, tomando un poco de cebolla con limón y salsa, con una galleta salada, dijo que el diccionario era clasista, que no agregaba las palabras verdaderas, las que usaba el pueblo a diario. Yo estuve de acuerdo. Sabíamos que los académicos (viejos gatos dormilones) se tardan mucho tiempo en incorporar vocablos nuevos, los que nacen del ingenio popular.
¿Entonces? Entonces ¡nada! ¡La casa de la palabra es esto!, dijo Quique, y movió su brazo derecho como si abriera una puerta y abarcó todo el espacio de la pequeña cantina. Vi que tenía razón. En las otras mesas, así como en la nuestra, la palabra era un venado saltando cercas; era un águila en la cima de la montaña; era una bola de nieve en alud; era una ola contra la escollera; era un barco encallado; era el silencio del templo; el golpeteo del balón sobre la duela del gimnasio. ¡Sí!, Quique tenía razón, la casa de la palabra estaba en la conversación diaria, en el grito, en el murmullo, en la súplica, en la ofensa y en la bendición.
Pero, insistí todavía, mientras echaba unas gotas de limón al bote de cerveza, las personas no tienen la definición de cada palabra que usan, es más, dije, hay mucha gente que no sabe el significado real de cada palabra. Recordé que mi papá decía: “Me es inclusive”, cuando quería decir que algo le valía sorbete. Mi papá jugaba con el idioma. Caí en la cuenta que esa ironía, esa capacidad de juego no está contenida en el diccionario, porque el diccionario, como decía mi amado Julio Cortázar, es “un cementerio”, porque los académicos siempre son muy solemnes, muy sobrios, muy poco pueblo.
Así pues, esa tarde, mientras Quique pedía otra ronda de cervezas y dos cocteles de ostiones, concluí que la casa de la palabra es el espíritu del hombre.
Cuando salimos, ya medio bolencones, nos abrazamos y caminamos por la calle de San Juan de Letrán, esa maravillosa calle que, según Sergio Esquivel, en una magnífica canción, era una calle “…de siempre, de todos los días, de toda la gente”, así como materia de todos los días es la palabra del hombre. Esa tarde, ya acercándonos al Palacio de Bellas Artes y a La Alameda, Quique y yo hicimos la promesa de que, al día siguiente, iríamos a la Casa del Libro para comprar uno o dos libros. Yo, pensé, compraré una novela de Jorge Ibargüengoitia; Quique dijo que compraría un libro de Alfonso Reyes. En ese tiempo leíamos a muchos autores mexicanos. Como dice la canción: “Llevábamos a México en la piel”.

lunes, 16 de julio de 2018

CARTA A MARIANA, DONDE SE VISLUMBRA QUE LA CREATIVIDAD ES LA RESPUESTA




Querida Mariana: Vi en la televisión el partido final de la copa mundial de Rusia. Vi en los letreros de la periferia de la cancha el anuncio: “Creativity is the answer”. Mi conocimiento elemental de inglés tradujo: “La creatividad es la respuesta”. ¿Cuál es la pregunta? La pregunta es todo sueño del hombre. Sí, la campaña comercial de Adidas es un acierto. Este promocional es inspirador, de la misma manera que fue inspirador el slogan de Nike: “Just do it”, que (en mi inglés elemental) traduzco como: “Sólo hazlo”; es decir, al principio Nike nos dijo que debíamos atrevernos a hacerlo, pero como no se trata de aventarse como el Borras, ahora Adidas nos dice que la respuesta para toda empresa es la creatividad. Y esto, tan elemental y simple, es la respuesta universal. ¡Sí!
Vi en la televisión el partido final de la copa mundial de Rusia y vi que la ceremonia de clausura (previo al partido) no tuvo la brillantez que los analistas dicen tuvo el evento, porque a los organizadores les faltó creatividad. Hubo detalles innovadores que se perdieron a la hora que Will Smith, actor norteamericano, apareció en escena y se puso a cantar. Fue tan de domingo de plaza su participación que la creatividad escenográfica quedó oculta.
Sí, Adidas tiene razón, ¡creatividad es la respuesta a toda pregunta! Por esto, en México fallan muchas iniciativas. ¿Por qué en el país hay ausencia de creatividad? ¡Ah, pues muy sencillo! Porque la educación que reciben los alumnos en la primaria no cuenta con algún aprendizaje en tal sentido. ¿Se desarrolla la creatividad? ¡No! Se desarrollan aprendizajes imitativos.
Recuerdo con gran emoción la clase de dibujo que recibí en la secundaria: Dibujo de imitación. La maestra, en un pizarrón cuadriculado, copiaba el dibujo de un león que había trazado en su cuaderno. Nosotros, en un cuaderno con hojas cuadriculadas, seguíamos el trazo de la maestra. Con un poco de paciencia lográbamos un dibujo con trazos muy cercanos al original. Lo iluminábamos, lo llevábamos al escritorio, donde la maestra sonreía, nos felicitaba y “dibujaba” un hermoso diez. Nosotros éramos felices. El otro día revisé el cuaderno de mi sobrina Pau y hallé que tenía una serie de dibujos de caricaturas de Walt Disney. Su mamá me mostró los dibujos, con un gran orgullo, con una gran satisfacción de mamá ganso. ¿Entendés lo que quiero decir, querida Mariana? Si alguno de mis compañeros se hubiese rebelado con la idea de copiar el león del pizarrón y hubiera hecho trazos libres, con un león diferente, la maestra se habría molestado. El dibujo habría obtenido un cinco de calificación. ¿Mirás lo que digo? Mi sobrina Pau, que es una niña listísima, desperdicia el talento innato que traen todos los niños y lo dedica en copiar figuras hechas por dibujantes de Disney. Dibuja al ratón Mickey en lugar de crear un dibujo original del tacuatz Lampo, con trazos libres.
Y este ejemplo de la disciplina del dibujo es algo que está presente en todos los conocimientos que los niños reciben en este país, un conocimiento adocenado.
Vi el partido donde las selecciones de Francia y de Croacia disputaron el primer lugar del mundial de fútbol. Traté de hacer memoria: ¿He leído algún cuento o novela de un escritor croata? ¡No!, creo que no. En realidad, cuando supe que la selección de su país iba a jugar la final entré al Internet y busqué un mapa que me dijera la ubicación de tal país. Pero lo que sí recordé es que he leído muchas novelas y cuentos de autores franceses y lo primero que vino a mi mente fue “El principito”, de Antoine de Saint-exupéry (escritor francés). Este recuerdo me sirvió para apuntalar la idea de Adidas. Sí, la creatividad es la respuesta. En las escuelas mexicanas casi no enseñan a los alumnos a ser creativos, a formular pensamientos que dejen la horizontal y vuelen como enormísimos globos aerostáticos. Todo el conocimiento es como un papalote que tiene una cola hecha con fierro. Así no se puede volar, así no hay crecimiento, así no hay senderos creativos. ¡Qué pena!
“El principito” es un libro de gran creatividad, gracias a eso ha volado por todos los cielos del mundo. Su creador abandonó el mero acto de imitación y entró al prodigioso campo donde la imaginación es la ventana de la creatividad.
¿Qué clase de profesionales tendremos en el porvenir, cuando ahora como alumnos bajan la información del Internet en un proceso que se llama “Copia y pega”?
Posdata: Así no se puede volar, así no hay crecimiento, así no hay senderos creativos.

sábado, 14 de julio de 2018

CARTA A MARIANA, DONDE APARECE EL ETERNO JOVEN DE COMITÁN




Querida Mariana: Anexo fotografía de una avenida de Comitán. No es cualquier avenida, es la avenida que se llama Profr. Víctor Manuel Aranda León.
Hay muchas calles que llevan nombres de profesores. Cuando el maestro Ernesto Cifuentes fue presidente municipal convocó al cabildo y propuso que las calles del centro de Comitán honraran a profesores comitecos que habían servido a la patria desde el aula. El cabildo aprobó la propuesta. Fue cuando esta avenida fue bautizada con el nombre de quien fue director de la Escuela Primaria Fray Matías de Córdova. El maestro Víctor fue muy querido, porque, además de ser un buen maestro, era un deportista ejemplar. Lo recuerdo vestido con ropa blanca, deportiva, trepado en una bicicleta. En ese tiempo, muchas personas montaban bicicleta, pero pocos, como él, lo hacían como deporte, la mayoría empleaba la bicicleta como medio de transporte.
Pero, en realidad, no quiero hablar de la avenida, sino de la casa donde, ahora, aparece un enorme letrero de “No estacionarse. Salida las 24 horas.” Debo decir que nunca he creído este cuento de las veinticuatro horas. Entiendo que los propietarios de las casas advierten que los automovilistas deben respetar la entrada, porque hay muchos inconscientes que estacionan sus autos frente a las cocheras. El tío Eusebio puso un letrero que decía: “No estacionarse. Entrada a urgencias del hospital.” ¿Era entrada a urgencias? ¡No! Pero, comentaba que los automovilistas respetaban el lugar. Bueno.
¿Qué tiene de especial esta casa? ¡Nada y todo! Nada porque es una casa común, es una casa tradicional, con vigas de madera que soportan un techo de tejas. Lo más moderno es la puerta de metal que, sin duda, el actual propietario mandó a colocar, para que pasara su auto. Antes, en el tiempo en que ahí vivió el niño del que hablaré, no tenía este portón metálico, debió tener una puerta de madera, de esas que tenían chapas antiguas y llaves enormes.
¿Qué niño vivió en esa casa? El otro día encontré en mi muro del Facebook un comentario del maestro Cuauhtémoc Alcázar, el eterno joven de Comitán. Ahí, el maestro comentó que esa fue la casa donde creció. Algún día le preguntaré si la fachada no tenía ventanas, como acá se ve. ¡Esto sí es una rareza! ¿Por qué no tiene ventanas que den a la calle? Lo que sí se observa es un árbol. Esto indica que hay un patio al lado de la cochera, un patio en donde el niño Temo jugó de niño. En el comentario que el maestro Temo escribió dijo que él nació el catorce de julio de 1940 y dio las referencias de la casa donde vivió. Esto significa que hoy, el maestro Temo cumple setenta y ocho años, años de salud física y mental óptimas.
Vos sabés que yo admiro la fuerza de voluntad del maestro. Pienso que es un hombre congruente (y de éstos hay pocos en la viña del Señor). Predica con el ejemplo, es un deportista ejemplar. Nunca ha fumado y nunca se ha emborrachado, siempre está en práctica constante del ejercicio, no sólo del ejercicio físico, sino también del ejercicio de la vanidad. Porque esto sí debo decirlo, al maestro le encanta que las muchachas lo volteen a ver. Se piensa guapo, se sabe guapo.
El día diez de julio me topé con él en el barrio de San Sebastián, llevaba una piña que había comprado en el parque. Le pregunté, en forma de broma, si el catorce íbamos a echar trago y me confesó que el día de su cumpleaños desaparece de Comitán, viaja a San Cristóbal y allá celebra su día. Le encanta ser apapachado, pero no celebra con sus amigos y conocidos, que son muchos. Le encanta ser admirado. Frecuentemente sube a las redes sociales fotografías con los reconocimientos que ha recibido, sobre todo, por su disciplina deportiva. Hay una pequeña unidad deportiva en esta ciudad que lleva su nombre, pero él quisiera más. Por eso, en plan de broma, de nuevo, le dije que en la fachada de la casa que habitó debemos de colocar una placa que diga: “En esta casa vivió Cuauhtémoc Alcázar, el Eterno Joven de Comitán”. ¡Ah!, vi que sonrió, vi que imaginó la placa. Y dije que en toda la avenida se pintarían murales que plasmaran su vida, de cuando asistía a los gimnasios, de cuando refereaba funciones de box y de lucha, de cuando participó en concursos de fisicoculturismo, de cuando daba clases de educación física a los niños de primaria, de cuando fue director del deporte municipal, de cuando jugaba básquetbol o hacía gimnasia. El maestro sonrió. Y fui más allá, dije que esa avenida debería contener elementos deportivos, como si fuera un mínimo gimnasio al aire libre; y dije que en las esquinas habría “peras” para que los jóvenes pasaran a practicar el golpeteo de los boxeadores; en un remetido habría un “costal” para que los jóvenes practicaran el “gancho al hígado”; y habría unos tubos horizontales que sostendrían “argollas” para que los muchachos hicieran “El cristo”. ¡Todo sería una fiesta para el cuerpo! Miles de turistas acudirían a tomar fotografías de esta avenida dedicada al cultivo del deporte. ¡Ah!, sería maravilloso ver a muchachas con licras mostrando sus cuerpos maravillosos. El maestro Temo sería feliz y el pueblo sería feliz.
Esta avenida se convertiría en una de las más visitadas y celebradas de Comitán. Los locales de esa avenida cambiarían su vocación comercial, sólo habría negocios relacionados con la rama del deporte: ropa deportiva, gimnasios, comida nutritiva, bicicletas, tenis, artículos para pesca, pesas, pelotas, gorras, trofeos, medallas, suplementos y demás vainas. Y como la avenida se convertiría en un espacio para hacer carreras de triciclos y de carreras pedestres para niños, pensé que debía ser un andador y la gente disfrutaría toda esa maravilla. Pero luego pensé ¿qué pasaría en las noches? No faltaría el compa que sacara unas mesas para vender micheladas y de ahí en adelante. Las organizaciones pondrían también sus carpas y comenzarían a vender tacos de carne asada (sí, de esa que parece carne de perro, toda tatemada). Y luego no faltaría el compa que ofrecería alguna pastillita y…
No, le dije al maestro. Olvidemos la idea. Vi que la idea se fue desinflando como globo, así como se desinflan miles de buenas ideas en esta patria, y todo porque hay personas que le dan vuelta a toda buena idea. En nuestro pueblo hay muchas personas que generan ideas positivas, pero que no van más allá porque hay intereses que no apuntalan el beneficio colectivo. ¿A poco no es buena idea hacer peatonal el centro de Comitán? ¿A poco no es buena idea dignificar el parque central? Cuando, en alguna plática, aparece este par de temas, siempre se disuelven como manzanas en ácido sulfúrico cuando alguien dice que ¡no!, no, al rato las organizaciones se apoderarán del centro, colocarán vendimias y no habrá poder humano que los saque.
Al maestro Temo le encanta ser apapachado, él mismo procura el apapacho popular. Posee algo que es común a la mayoría de los cultivadores del gimnasio: un culto a la personalidad física. ¡Cómo no! Mientras levantan una pesa con ciento veinte kilogramos se ven en el espejo, mientras hacen lagartijas ¡se ven en el espejo! Siempre están viéndose al espejo. Levantan los brazos, muestran sus conejos y, como si fueran aquel famoso Polivoz, dicen: ¡Qué bonito soy, como me quiero!
De broma le dije si íbamos a echar trago el día de su cumpleaños. Dijo que no, que lo celebraría con su familia, en San Cristóbal. Le di su abrazo anticipado. Con ese abrazo manifestaba mi admiración a su voluntad férrea. Ha dedicado su vida a cultivar su vida, su cuerpo y su alma; en ese camino ha sido generoso con los comitecos, siempre ha motivado a otros a hacer ejercicio y a tener una alimentación sana. Su presencia en las calles de Comitán es una presencia generosa, porque siempre pareciera estar diciéndonos: ¿Quieren llegar a los setenta y ocho años de vida con la plenitud con la que he llegado? Pues la receta es sencilla: hagan ejercicio moderado y aliméntense de igual manera; háganlo con constancia.
Constancia ha sido el concepto puntal de su espíritu. Así se conforman los grandes espíritus del mundo, con constancia.

Posdata: Querida Mariana, sabés que me cupo el honor de ser compañero del maestro Temo en un programa de radio. Él llegaba una vez al mes, para hablar de casas y personajes comitecos. En ese programa dije que él es muy “metidito”. Como si gozara del don de la ubicuidad está en mil lugares donde se produce lo que después será noticia. Esa cualidad, adosada con una prodigiosa memoria, le ha permitido conservar en su alma una serie de datos que ayudan a conformar nuestra identidad comiteca.
¡Ah, el maestro bien quisiera que en la casa que habitó de niño hubiera una placa que así lo consignara! Le encanta que lo apapachen.

viernes, 13 de julio de 2018

DEFINICIÓN DE OBRA




Yo era un niño. Iba a misa con mis papás. A veces escuchaba “…fue concebido por obra y gracia del Espíritu Santo…”. Desde mi altura veía a mi papá, en intento de que me explicara en qué consistía eso de obra y gracia. Mi papá bajaba su mirada, me miraba y nada decía, regresaba su mirada al frente, donde estaba el cura presidiendo el culto y la retahíla de imágenes, entre las cuales estaba la de la virgen con el niño, niño que, según la lectura, fue concebido por obra y gracia de…
Jesús era un niño como nosotros. ¿Nosotros habíamos sido concebidos por obra y gracia del Espíritu Santo? ¿Qué significaba concebidos?
Como mi papá nada decía, una tarde, mientras estaba sentada en el corredor, fumando un cigarro Alas Azules, le pregunté a mi abuelita Esperanza, ¿qué significaba concebir? Mi abuela me vio, tosió, como si se le hubiera atorado una bola de humo, y dijo que qué clase de preguntaba era esa. Le platiqué y ella, entonces, descolgando palabras como si fueran calcetines en el tendedero, me dijo que el niño Jesús había nacido de una virgen, que concebir era tener pichito, pero que ella no había tenido relaciones como los demás, que todo había sido por intercesión del Espíritu Santo. ¿Quién era el Espíritu Santo? Entonces mi abuelita, ya un poco molesta y cercada, me agarró de mi mano, me llevó al oratorio y me enseñó un cuadro en donde estaba el Espíritu Santo. ¿Una paloma? Al día siguiente llegué a la escuela, con pose de sabelotodo y le dije a mis amigos que el niño Jesús había sido concebido (sí, así lo dije) por obra y gracia de una paloma. Enrique, hijo del taquero que tenía su taquería frente al parque central y que era mayor que nosotros, dijo que eso lo sabía todo mundo, que el niño había salido de la paloma de su mamá. Mis amigos rieron. Yo no, porque no entendí, hasta que Juanito me explicó qué era la paloma en la mujer. En ese momento, mi sabiduría cayó como meteorito. Entonces, la concepción del niño había sido por obra y gracia ¿de dos palomas? Cuando pregunté a Roberto, él, también con la duda en su cara, dijo que tal vez el Espíritu Santo era macho; es decir, era palomo, porque era imposible la concepción entre paloma y paloma, se necesitaba un macho y una hembra, y para explicármelo me llevó al sitio donde el tío Emerenciano tenía palomas en jaulas. Roberto me dijo que viera el cuello de las aves con plumas más llenas de color, dijo que esos eran machos. Las hembras tenían las plumas con colores más apagados. Luego dijo que, por lo regular, en la naturaleza, los animales machos son más bellos que las hembras y puso como ejemplo al faisán, me enseñó dos ejemplares que tenía su tío, también en jaulas. El macho tenía un colorido que dejaba casi oculto el plumaje de la hembra. Cuando regresé a casa fui al oratorio, prendí la luz y observé el cuadro donde estaba el Espíritu Santo, por más que le busqué no hallé plumas plenas de color, parecía que esa ave era hembra. ¡No, no podía ser! Ya Roberto me había explicado que el Espíritu Santo debía ser palomo. Fui de nuevo con mi abuelita y le planteé mi duda. Ella, echando humo por su boca (humo del cigarro), dijo que el Espíritu era Santo, ¿qué no miraba que así lo decía su nombre? Y los santos, dijo, con voz grave, ya echando humo también en los ojos, de coraje, pueden hacer toda clase de milagros. ¿Incluso que dos palomas conciban un niño?, pregunté. ¡Sí, también!, dijo mi abuelita y me mandó a la tienda a comprar una cajetilla de cigarros. Me dio un billete y me dijo que me quedara con el cambio y que dejara de hacer preguntas tontas.
Mientras iba en la banqueta, pensaba que el Espíritu Santo, fuera paloma o palomo, poseía dos virtudes que lo posibilitaban para la concepción: la obra y la gracia. Cuando escuché que don Raymundo era maestro de obras, pensé que sólo le faltaba la gracia para poder concebir.
Ya más grande, cuando más o menos entendí el fenómeno de la concepción y mi prima Esther quedó embarazada y me confió que ella (¡por Dios santo! ¿De verdad no entendía?) no era virgen, pensé que Alfonso era como aquel palomo santo de mi niñez y había embarazado a mi prima por su obra y gracia. Deduje que era como el maestro Raymundo, era un maestro de obra y gracia, y si mi prima ya no era virgen, mi primo sí era un santo, casi casi tan poderoso como el Espíritu Santo.

jueves, 12 de julio de 2018

CARTA A MARIANA, DONDE SE CUENTA CÓMO EL DINOSAURIO NO ES EL MEJOR ANIMAL




Querida Mariana: Julio Cortázar dijo en una ocasión que deberíamos tener cuidado a la hora de escribir, porque siempre está el riesgo de terminar escribiendo textos como el famoso microrrelato de Monterroso, ese que dice: “Cuando despertó, el dinosaurio todavía estaba allí”. Muchos lectores alaban este cuento mínimo, otros dicen que es la tomada de pelo más grande del mundo. Julio opinaba lo último. Pienso que muchos opinamos de igual manera. Dentro de los primeros hay dos o tres que realizan estudios exegéticos (¡qué palabra!) y análisis hermenéuticos (¡perdón, otra palabra dominguera!). Me cuentan que dos o tres alumnos de profesional han realizado tesis acerca del cuento “El dinosaurio”. ¿Cómo es posible que un cuento de siete palabras haya generado textos con miles de palabras?
Ya te conté que en una ocasión coincidí con Monterroso. Escritor simpático, chaparrito, con carita de ardilla asustada. Asistí a un encuentro de escritores y ahí estaba él, junto a su esposa Bárbara Jacobs, también escritora y que ahora (a la muerte de Tito) es pareja del artista plástico Vicente Rojo. En esa ocasión, muchos escritores noveles escribieron microrrelatos y al leerlos dijeron que eran en homenaje a Tito Monterroso. ¡Ay, señor! ¿Cómo se atrevían a leer cuentos breves frente al que la crítica considera autor del cuento mínimo más célebre del mundo? Era un poco como aquella cita clásica que dice que hubo un señor que le quería enseñar a hacer chiles a Clemente Jacques. Además resultó lo contrario de lo que decían. No era homenaje a Tito, al final querían que sus cuentos fueran aplaudidos y, en una de esas, considerados superiores al de El dinosaurio.
¿Por qué algunos lectores (muchísimos) consideran una genialidad el cuentito de Tito? “Cuando despertó, el dinosaurio estaba allí”. Como decía el coordinador general del Centro Chiapaneco de Escritores, todo lector, al término de una lectura, debe preguntar ¿Y? En el caso del cuento de Monterroso, la pregunta se hace cinco segundos después, que es el tiempo que uno tarda en leer el cuentito. Después de hacerse la pregunta uno termina concluyendo que “El dinosaurio” es ¡la gran tomadura de pelo!
Varios críticos han comentado que como inicio de un cuento serio es muy bueno, pero, por lo mismo, falta todo lo demás. Ignacio me dijo un día que sería bueno realizar un concurso, al estilo de “Concluye el cuento”, en el que el inicio fuera el “cuento” de Tito. Ah, le dije, sin duda saldrían textos interesantes, textos que, sí, en realidad, fueran cuentos serios y no ese mero ejercicio que a Monterroso le significó recibir el reconocimiento mundial. Si en verdad el texto de Monterroso no es tan excelso como muchos pregonan, la pregunta obligada es: ¿Cuál, entonces, es el nivel que tenemos como lectores? En las redes sociales, con mucha frecuencia, hallamos ahora textos que son de calidad menor, casi ínfima. Pululan (pucha, ya asomó otra palabra de piedra que sueña con ser nube) textos mediocres que son alabados. Lo que en mis tiempos se llamaban “Pensamientos”, porque eran textos simples, ahora se llaman “Poemas”, con lo que la confusión es mayor.
Ahora, por los signos de los tiempos, apareció un nuevo género literario, la twitteratura; es decir, textos constreñidos al número de letras que permite tal sistema de comunicación. Monterroso fue cultivador de la telegrafiatura (los telegramas permitían un uso de diez palabras), ahora hay millones de cultivadores de la twitteratura. La ocurrencia suple al talento y a la inteligencia. Esto (no lo advertimos bien a bien) provoca que los lectores cada vez sean más conformistas. ¿Quién lee un cuento serio si existen posibilidades de leer un texto con doscientos ochenta caracteres, que son textos de no más de cien palabras? ¿Qué nos espera en el futuro? ¿Adoradores de textos semejantes a El dinosaurio?
Posdata: No vayás a pensar que tengo algo personal en contra de Tito. ¡No! Hay textitos que él escribió y que no me disgustan. Lo que no admito es que esa tomadura de pelo reciba tanto elogio y tanto análisis por parte de estudiosos y de críticos literarios, porque se supone que estos últimos son lectores expertos, cuya obligación moral es discriminar entre lo digno y lo indigno. ¡Uf!
“Cuando despertó, el dinosaurio estaba allí”. Cuando vemos que la línea se emplea, en forma irónica, para ilustrar el sistema político mexicano, podemos concluir que es un texto mediocre. Ahora, ya, como parte del juego, podemos decir que, con el triunfo de López Obrador, el dinosaurio desapareció. Y con esto, hacemos más breve el famoso cuento mínimo de Tito: “Cuando despertó, el dinosaurio desapareció”, que es lo que sucede con la nata de los sueños.
¡Ay, Tito, le tomaste el pelo a medio mundo!

miércoles, 11 de julio de 2018

CARTA A MARIANA, DONDE SE ANEXA LA QUINTA CARTA QUE ENVÍA HUGO TRUJILLO FRITZ




Querida Mariana: Hugo te envió otra carta. Hace días que la recibí. Sé que estás en otras vainas, por ahora. Pero no quiero que cuando volvás de Guadalajara te enterés del envío y me reclamés, así que te la mando. Como siempre que recibís carta de él, mi posdata es su envío. Sólo digo que espero que aprendás mucho. Con lo que me has platicado sé que la estás pasando muy bien, que has visto muchas películas interesantes y que ese escritor de guiones hindú debe ser un gran tipo. Cuidate, cuidate mucho. Va la carta de Hugo.

Hola, amiga, espero te encuentres muy bien en compañía de tus seres queridos; me enteré que el 12 de mayo fue día de tu cumpleaños, no sé cuántos, pero a una dama no se le pregunta la edad.
Como lo comenté en mi carta anterior, te voy a platicar algo de lo que viví en mi estancia en Comitán. Pues bien, empezaré diciendo que fue un poco decepcionante no poder conocerte, pero, bueno, en otra ocasión será. No pude saludar a muchos amigos y amigas; sin embargo, platiqué con un amigo (Fernando) que leyó la carta anterior que te envié, donde te invito a que contestes alguna de las cartas que Molinari te envía y me dijo que me veía como Dante, en busca de mi musa. Ja ja ja. Yo le contesté que tal vez tenía razón, pero me encuentro apenas en el Infierno; claro, de la mano de mi guía Virgilio (Molinari) para que me conduzca rápidamente por los senderos del Purgatorio y arribe, lo más pronto posible, al Paraíso, para encontrar a Beatriz, mi musa; hallándola, me permitirá escribir todos los pensamientos que tengo en la cabeza y que no he podido redactar. Este paso por el Infierno ha sido muy caliente, porque mi guía me lleva por un largo camino sinuoso, aunque muy ameno y bastante interesante, que ha logrado superar los obstáculos que me presenta el devenir de la vida cotidiana y de la convulsionada situación que los mexicanos vivimos. En verdad, Mariana, tú has podido hacer crecer mis intenciones de escribir lo que por mucho tiempo ha sido tan solo una idea y que ahora veo que se está volviendo una realidad.
Mi estimada Mariana, no sabés cuánto lamento no tener más tiempo en mi tierra, para platicar con mucha gente con la que deseo hacerlo, charlar acompañado de una buena cerveza bien fría y una buena botana y poder discernir todo eso que me parece horrible, que está sucediendo con las obras inconclusas, la falta de agua en varias barrios y colonias, los asaltos, los tiraderos de basura, los feminicidios, los problemas de tránsito y en general la violencia; más aún, ahora que se vivió una efervescencia política y que, en verdad, me da mucha tristeza no poder apoyar en el trabajo político que se necesita hacer con la gente, para coadyuvar en elevar el nivel de conciencia del pueblo trabajador, para que se organice y luche y no deje que los políticos profesionales hagan de los dineros del pueblo su botín para su enriquecimiento ilícito personal.
Mariana, estarás de acuerdo conmigo en que es tiempo de que la gente despierte y levante la voz para detener esta violencia, corrupción e injusticia que se vive. En fin.
También quiero comentarte que visité el nuevo Museo Rosario Castellanos Figueroa, en verdad me dio mucha pena entrar y encontrarme que de museo no tiene mucho, que digamos, excepto el nombre. Cambiaron el letrero de la fachada, pero resultó de muy mal gusto, claro que está mejor que ese horrible nombre de MUROC que le habían puesto. Desde la entrada te das cuenta que esto no tiene la intención de resaltar a un personaje que merece toda nuestra admiración y reconocimiento, te encuentras con unos aparatos para escuchar la historia de Rosario, pero todo eso lo puedes encontrar en Internet, con información más amplia y con diferentes puntos de vista; también hay fotos que, de igual manera, se encuentran en el Internet. Me extrañó no ver ningún apunte con su puño y letra o algo más personal, no sé, lo sentí muy desolador, con poca creatividad. No hay elementos que animen a admirar el museo y al personaje. Lo que sí me pareció bien fue la reconstrucción que hicieron de esa casa del señor De La Vega y de la playa de descanso que pusieron a la orilla de la calle, sin duda fue un acierto que debo reconocer y espero que la gente lo respete y cuide y no lo destruyan como destruyeron la que estaba frente a la CFE. Fuera de esto, el museo quedó a deber mucho, dado los millones que se gastaron. Da la impresión que sólo sirvió para justificar políticamente que este gobierno apoya la cultura en Comitán. Saliendo del museo me dirigí al mercado de artesanías, para ver qué podía comprar de recuerdo de mi visita al pueblo que me vio nacer y crecer. Volví a decepcionarme. Me encontré con un edificio que partieron en dos espacios. El edificio, como tú debes saber, antes albergaba un mercado, el mercado de Jesusito, como se le conocía; ahora, en una parte se encuentran unas oficinas del municipio y en la otra parte está el mercado de artesanías, en donde nada más hay dos tiendas, y lo peor es que casi no hay artesanías de Comitán, ni de Chiapas, o muy poca, y sí muchas mercancías de Guatemala. El edificio, que en otros tiempos era novedoso e interesante por su arquitectura modernista, ahora está abandonado, sin mantenimiento, ni pintura, ni flores, ni nada que lo haga atractivo para el turismo. ¡Qué gran decepción, no pude comprar nada! Lo único agradable que me sucedió al salir fue ver pasar al amigo Molinari, en su tsurito, y decirle adiós, no alcance a ver quién lo acompañaba; no vi si iba con Paty, su compañera, hubiera sido un gran momento para saludarla, pero desde luego, él me saludó moviendo su mano, yo respondí de la misma manera. Fue tan rápido, que lo único que logré fue sacarme la mala imagen que me quedó del mercado de artesanías.
Al pasar por el parque central tuve la misma sensación con todos los puestos que pusieron, donde venden pura artesanía de Guatemala, me dio la impresión de que esos puestos, más que un atractivo al turismo, es una concesión a las organizaciones electoreras, mal, muy mal. Bueno, mi estimadísima y querida Mariana, espero no haberte quitado mucho tiempo al leer las babosadas que te escribo, pero quise compartir contigo parte de mi viaje a Comitán. Que sigas pasando un día maravilloso.
Cuídate. Fuerte abrazo para vos.
Saludos a Molinari.
Hugo Trujillo Fritz

Al pie del Xinantécatl.

martes, 10 de julio de 2018

CARTA A MARIANA, CON ALMANAQUE INCLUIDO




Querida Mariana: Jorge me dijo que escribiera algo acerca del día de la elección presidencial. Le comenté que eso ya lo habían hecho los analistas políticos. Insistió. Dijo que debía escribir algo con mi mirada. ¿Qué decir? ¿Decir que asistí a votar, en compañía de mi Paty y de mi mamá? ¿Decir que llegamos a las ocho, hora de apertura de casilla, sólo para constatar que los encargados aún abrían paquetería y que la votación inició más allá de las nueve? ¿Decir que los votantes hicieron dos filas y tuvieron la suficiente entereza para esperar? Una señora, con un chal que le cubría la mitad de la cara, representante de un partido, dijo en voz alta que debíamos tener paciencia. Su compañera, sentada en una silla plegable, afuera del salón donde abrían los paquetes electorales, comentó que debíamos seguir la recomendación de Kalimán: Serenidad y paciencia. Y agregó que Kalimán sugería a Solín, “Dominar la mente, porque quien domina la mente domina todo”. Quienes estábamos ahí sonreímos. Le pregunté a la señora del chal si había escuchado el programa Kalimán en la radio. Sí, dijo, por supuesto que sí y, en automático, dijo en voz alta: “Y en el papel de Kalimán, el propio Kalimán”. Volvimos a reír. Yo pensé que todo era una mentira, en la radionovela de Kalimán, Luis Manuel Pelayo era quien hacía la voz de Kalimán. Pensé que en México hemos vivido en el mito y en la mentira.
En esas estaba, cuando se acercó la maestra Mary Carmen Velasco (vecina de calle, que también votaría en la misma casilla). Me dijo que desde hace tiempo quería entregarme algo y aprovechaba ese instante. Me dio el calendario que acá mirás. No me dio oportunidad de decir más. Dijo que en mis manos estaría en muy buenas manos. ¡Ah, mi querida y admirada maestra, no sabía lo que decía! Mis manos (en sentido metafórico) son como mi mente que aprecia y desecha. Mis “manos” no retienen. Igual que el día que Violeta me dio un cachito del sorteo conmemorativo de Rosario Castellanos tomé foto del objeto y traté de regresarlo, pero en esta ocasión no surtió efecto mi jugada. La maestra desapareció y ya no volví a verla. Ahora, en casa, tengo el calendario. ¿Qué haré con él? Es un objeto antiguo que da pistas de nuestra identidad comiteca. ¿Llevarlo al Archivo de la Ciudad? ¡No! Muchos amigos cuentan historias amargas de ese recinto; cuentan historias de documentos que se perdieron por la humedad, o historias de documentos desaparecidos. ¿Entonces? Pues que la imagen sea parte del museo virtual que ahora se da en el Internet. En 2014, el comiteco Francisco Domínguez creo la página: Imágenes Históricas, Leyendas y Personajes de Comitán, con el objetivo de que los comitecos compartieran fotografías familiares y de documentos que ayuden a armar el rompecabezas de la historia comiteca. Por fortuna, en este museo virtual está garantizada la permanencia perenne. Cumplo entonces con el cometido, subo la fotografía de este calendario a la red. En tiempos actuales, son pocas las casas comerciales que obsequian calendarios. En 1958, doña Leonila D. vda. de Mandujano, sin duda propietaria de CASA MANDUJANO, obsequió calendarios a sus clientes y amigos para que éstos supieran cómo andaría el año 1959. La CASA MANDUJANO fue fundada en 1916 y estaba ubicada en la casa de la octava avenida, número 8. ¿Qué vendía esta negociación? Sombreros de fieltro, telas de “Río Blanco”, camisas, driles, telas de fantasía y, saliéndose un poco del género, pero ofreciendo una variante de expansión comercial: artículos de ferretería.
Debo decir que, del día de la elección, me quedé con este calendario, un calendario antiguo. Sé que ese día, el uno de julio de 2018, los mexicanos que acudimos a votar diseñamos un nuevo calendario para la celebración cívica de la patria. Cuando menos, las estadísticas han demostrado que México se pintó del color del partido MORENA y esto, como si fuera de esos calendarios antiguos que marcaban las fases de la luna, señaló las fases de la esperanza, que, dicen, es lo último que se pierde; aunque en el otro extremo, dicen que algún famoso dijo que la esperanza es un buen desayuno, pero una mala cena. El dos de julio tuvimos un buen desayuno. ¿Cómo estará la cena?
Posdata: Jorge me dijo que escribiera algo de la elección presidencial. ¿Decir qué, que no se haya dicho ya? ¿Decir que algún día por venir se dirá que ese día los comitecos recuperamos, gracias a la maestra Vázquez, un documento para recordar que esta ciudad está construida, en gran medida, por los cimientos de personas trabajadoras? ¿Decir que el comercio, desde siempre, ha sido una actividad fundamental en el desarrollo local y que eran los comerciantes quienes obsequiaban esas cartulinas, llamadas calendarios, con imágenes religiosas o con paisajes de Suiza, para que los beneficiarios vieran cuándo era el cumpleaños de la comadre Virginia y en qué día “caía” el grito de la patria? Si mirás bien, en 1959, el día del grito cayó en martes y ese día se coronó a la Reina de las Fiestas Patrias.
¿Quedó en buenas manos el calendario antiguo? No lo sé. Cuando menos ya pasé el mensaje a todo el mundo. ¡Ya cumplí con la encomienda de la maestra! Bueno, eso es lo que digo yo.
Ahora pienso que debo ponerle un marco con cristal al calendario antiguo y, tal vez, colocarlo sobre una pared como si fuera parte de un oratorio, porque en la imagen está la Virgen de La Caridad del Cobre, quien, según se ve, debe ser protectora de las personas que se echan a la mar. Después de todo, ¿qué hacemos los seres humanos en la vida? ¿Acaso no somos personas que se echan a la mar del día de todos los días?