sábado, 30 de abril de 2011

LA RESISTENCIA



"Es Sabato o Sábato", preguntó la alumna del Taller de Creación Literaria. Debí aclarar que el apellido es italiano, por lo que se pronuncia Sábato, pero no lleva tilde. Y hoy, el mundo se despertó con la noticia de que Ernesto Sabato murió. Tenía noventa y nueve años de edad, le hartó la vida y no quiso el festejo demencial que, sin duda, se daría por sus cien años. Estos tendrán que conmemorarse ya sin su presencia. Porque, a final de cuentas, los escritores son su obra y ésta, si es como la de Ernesto, ¡es inmortal!
El jueves 5 de mayo integrantes del Centro Chiapaneco de Escritores nos reuniremos. Lo haremos para participar en el Foro Académico del Onceavo Festival Internacional de las Culturas y las Artes Rosario Castellanos. Muchos de mis compas viajarán desde la ciudad de México, Tuxtla Gutiérrez, Veracruz y San Cristóbal de Las Casas. Cuando me tocó ser becario del CECHE recibí un Taller impartido por el Doctor Heberto Morales Constantino, en ese tiempo el Dr. Morales radicaba en Estados Unidos y allá impartía cátedra en una Universidad. Con él estudiamos una obra de Sabato: "El Túnel". Pero esto fue en 1993, pronto hará ya veinte años. Por mi cuenta seguí leyendo algunas obras del autor. Hace poco cayó en mis manos un libro con el título "La Resistencia" (y si digo que cayó en mis manos, lo digo de manera literal. Limpiaba un librero de la biblioteca de la Universidad donde laboro y un bonche de libros cayó al suelo, moví las manos y sólo alcancé a salvar un libro del abismo del suelo, el de Sabato).
En el libro, Sabato reflexiona sobre la miseria de estos tiempos. Dice que un día recibió la carta de un joven que le decía: "Tengo miedo del mundo". Las páginas del libro están llenas de temor, pero, también, de un filón de oro: la esperanza. Sabato sostiene que "La resistencia" fue el lema de su vida. ¿Qué es resistir? Sabato confiesa que él no puede definir el concepto, si lo tuviera saldría a las calles a proclamarlo.
Ante el miedo de vivir en este mundo de miedo ¿qué puede hacer el hombre común?
Sabato dice en el libro que a veces se levantaba con una esperanza demencial, con el hilo de que una vida más humana estaba al alcance de las manos. Por ello escribió este libro, por ello los demás libros de su vida. Por ello, tal vez, ayer dio la vuelta a la esquina. Él, gran conocedor del alma humana, sabía que así como la luz no da vuelta en las esquinas tampoco lo da la vida que la ilumina.
Cualquiera diría que su corazón "ya no resistió", pero tal vez la respuesta que buscaba está enredada en el misterio de la muerte y resistir no es más que torcer la esquina para caminar por otros senderos.
El 5 de mayo nos reuniremos integrantes del CECHE. El túnel, desde que fuimos becarios, nos ha seguido porque somos buscadores de esa luz al final. La misma luz que hoy Ernesto tiene en las manos. Mientras tanto pronunciamos Sábato sin ponerle tilde.

viernes, 29 de abril de 2011

CARTA A MARIANA, DONDE SE CUENTA CÓMO EL ETNA ES UN SIMPLE VOLCÁN



Querida Mariana, ¿qué siente la gente que vive alrededor del Tacaná? ¿Poseen en su espíritu un fluido más intenso, algo más que simple lava interior? Hay hombres, ¡no lo negarás!, que tienen un fulgor que Toca todo lo que toca, un poco como si fuesen aquel personaje literario que convertía en oro todo lo que tocaba y que no digo su nombre porque se presta a albur y ya sabés que en Chiapas todo lo volvemos juego, casi casi como si fuésemos el tal Midas y a toda palabra le diéramos una torcedura manchando el objeto luminoso de la madrugada.
No sé qué pensés vos respecto al albur, al que muchos intelectuales colocan en un sitial de honor por considerar que está lleno de esa chispa luminosa que brota del cerillo cuando se pasa sobre una superficie rasposa. Yo creo que el albur es como el llamado “pentimento” donde un pintor se arrepiente de su trazo original y “encarama” otra escena, ya Menor porque ésta es fruto de la razón que es muy pobre con respecto a la imagen pura nacida de los sentidos.
Pienso en los hombres que viven cerca del Tacaná, por ejemplo, y los veo más cerca de la tierra. Los demás mortales no podemos reconocer cómo es la respiración de la tierra, no podemos intuir cómo son sus sueños y cómo sus pesadillas o sus abruptos despertares. ¿Imaginás qué se sentirá vivir cerca de un volcán que, en cualquier instante, puede comenzar a rebozar su caldera hirviente? Los hombres de esos lugares sienten bajo la planta de sus pies algo como un temblor eterno. Por esto, disculpá que yo lo diga en esta carta, las mujeres de esas zonas tienen un calor diferente. No se parecen a las mujeres que habitan en las montañas, a esas mujeres que siempre están embozadas y que generan su calor a través de gruesas mantas o mediante fogatas que arden por encima de la superficie. Las mujeres de la montaña siempre tienen un calor provocado; al contrario, las mujeres del volcán son prueba viviente de que la ósmosis existe, porque ese calor les es trasmitido desde el suelo (los chiapanecos burdos dirían que esas mujeres son calientes por naturaleza). Incluso las frutas son diferentes. ¿Mirás cómo los duraznos de Los Altos de Chiapas son tímidos, con apenas unos rojos por acá y por allá, como son las mejillas de las mujeres de San Cristóbal de Las Casas?
A veces creo que el sabio, en lugar de andar revoloteando con teorías acerca de si hay o no hay vida en otros planetas, debería, como arriera, escarbar en la tierra. ¿Por qué para generar energía eléctrica, el hombre coloca represas a los ríos o enriquece uranio con el riesgo que esto representa? ¿No es posible escarbar y aprovechar el magma? Deberían enterrar la sonda para absorber el conocimiento, pero lo que entierran es el espíritu magno de la investigación. Mientras vuelven los ojos y tratan de descubrir los misterios del cielo, los prodigios de la tierra se les hacen polvo entre las manos. Y escribí la palabra “entierran” con el prurito de que los albureros de siempre la empleen para darle otro sentido, un sentido muy terrenal.
Pd. Sé que vos naciste en este pueblo, que tus ojos han visto el blanco del tenocté desde siempre y que tus aromas son los mismos de los patios y corredores de las casas con pilares, pero, a veces, cuando te miro advierto un fulgor como de mujer Tacaná, como si tu espíritu y tu cuerpo estuvieran hechos de brasa. ¡Dichosos, mi muchacha bonita, dichosos los muchachos que beban de tu agua, los hombres que vuelen en tus cielos de lava!

miércoles, 27 de abril de 2011

LA LUZ QUE SE DESPARRAMA


Con un abrazo para Paco Gamboa Lara, comiteco
comprometido que se prepara día a día para servir.



La confusión comenzó cuando Rosa Elena despertó en la madrugada porque tenía sed. Fue a la cocina y prendió la luz. Ella cerró tantito los ojos para evitar el destello, y así -con ojos de uña enterrada- vio el foco reflejado en el cristal de la ventana. En medio de su somnolencia Rosa Elena creyó que el foco reflejado era la luna que se traslucía. ¡Ah -se dijo- qué luna tan pálida y bonita! Decidió salir al patio para ver a la luna colgada en la inmensidad. Abrió el candado y salió al traspatio, pero la luna no estaba en el lugar que ella imaginó, sino en el extremo contrario, entonces su memoria le hizo una jugarreta: pensó que la luna estaba en la cocina y ésta era una lámpara y si estaba prendida era porque su mamá había olvidado apagarla (algo pasa en la memoria de los viejos que van extraviando la propia memoria y olvidan las llaves o también olvidan ponerse la placa dental o levantarse en las mañanas). Rosa Elena buscó, a tientas, sobre la pared húmeda, el interruptor para apagar esa lámpara, pero no lo halló y pensó que era una pena dejarla prendida toda la noche, pero como tenía sueño y sed, cerró la puerta del traspatio y regresó a la cocina. Abrió el refrigerador, se sirvió un poco de agua y bebió.
Como el lector ya advirtió Rosa Elena es una solterona que tiene sesenta y cuatro años, la edad en que, según los más sabios, está pintada la raya donde comienza el territorio de la confusión memorística. Al ver la luna, ella pensó que de las lunas la de octubre es más hermosa, por eso esta luna del mes de abril le pareció modesta, como si fuese un simple foco de sesenta watts, pero la disfrutó. Hacía años que no tenía esa sensación. Recordó que cuando era niña, su papá entraba a su recámara, la abrazaba y la llevaba al patio sólo para que viera la luna llena (¡ah, su papá, viejo simpático que un día olvidó que era un ser humano y comenzó a desintegrarse como polvo!).
Ella dejó el vaso sobre la tarja, apagó la luz y regresó a su cuarto. Llamó su atención advertir que la luna desapareció en cuanto ella accionó el interruptor, pensó que había sido una coincidencia, tal vez en ese instante una nube cubrió la luna. Todavía alcanzó a ver el resplandor de la lámpara de afuera y se prometió buscar al otro día, muy temprano, a un electricista.
El electricista, sudando por el sol de mediodía, dejó la caja de herramientas en el suelo y volvió a preguntar: “¿Así que Usted quiere que yo conecte acá un interruptor para que pueda apagar esa lámpara del cielo?”, y señaló hacia donde estaba la luna colgada en el cielo azul. “Sí -dijo ella-, mire el gastadero de luz. Ya son las doce y ahí sigue esa lámpara encendida”. El electricista pensó que se ganaría unos buenos pesos por hacer nada y colocó un interruptor sencillo, al lado del tanque recolector de agua.
Rosa Elena se despertó a la una de la madrugada, no tenía sed, pero vio el reflejo de la lámpara y pensó que, de nuevo, su mamá había olvidado apagarla. Salió al traspatio y, con una lámpara de mano, buscó el interruptor, bajó el switch y, en lugar de que la lámpara se apagara: ¡el cielo se iluminó con el brillo de miles de estrellas! Al instante maldijo al electricista, pensó en demandarlo, pero luego, una luz reconfortante apareció en su rostro. Recordó cuando su papá la cargaba en brazos y la llevaba al patio a ver el arbolito de navidad lleno de luces. Pensó entonces que era bueno que el electricista hubiese confundido la conexión. La mujer fue a la recámara de su mamá y la cargó amorosamente. A mitad del traspatio le dijo, en voz queda: “Mamita, mamita, mire’sté cuánta lucecita” y, cuentan los más sabios, la anciana de huesos quebradizos abrió los ojos y recordó que, cuando niña, su papá la cargaba a media noche, la sacaba al patio y ella, con los ojos de uña enterrada, miraba el infinito lleno de estrellas y pensaba que ese era el camino por donde caminaban las luciérnagas de Dios.

domingo, 24 de abril de 2011

LOS PERPETUOS DE LA VELA PERPETUA



¡Si me lo cuentan no lo creo! ¡En pleno 2011 la censura está a todo lo que da!
En enero de 2010 subimos a la Red el primer número de DIEZ, una Revista Digital, de esas que son llamadas “culturales”. La DIEZ ahora va en el número 70.
La revista advierte, en la página número dos, que es una revista catorcenal (pero aparece semanalmente). El concepto editorial se basa en la estructura de una casa comiteca, las secciones fijas son: zaguán, patio, balcones, corredores, sitio y tapanco (de vez en vez le metemos su “mojol”, que es como el “coitán” tuxtleco o como el “pilón” defeño).
Nosotros, los niños, adolescentes y adultos, que siempre sacamos seises o sietes en la escuela (cuando no cincos), nos regodeamos en sacar DIEZ cada semana. Esto hace que nuestros lectores sean, también, ¡de DIEZ! Aunque no todos, porque por ahí apareció un lector de cinco que bloqueó uno de nuestros números e impidió su “circulación” (¡si me lo cuentan no lo creo!).
Resulta que como ya vamos en el número 70, la semana pasada fue el número 69. Nosotros, perversos e inocentes, como siempre, decidimos jugar con la simbología sicalíptica de tal número. Los mexicanos y mexicanas (diría Fox), mayores de dieciocho años, saben que el 69 alude a una posición de juego sexual. Así pues, el editorial jugó con ello, dijimos que existen números mágicos, como el 41 (que tiene connotación homosexual) y el 13 (que posee el maravilloso don de la ubicuidad de colocarse en el lado de los números de mala suerte o en el extremo de los de buena suerte). En la galería de arte colocamos pinturas famosas con diálogos imaginarios, siempre cachondeando con la idea y, por último, colocamos en la sección “patio” frases en homenaje a tal número, por ejemplo: “¿Cuál es la cantante que se recomienda escuchar antes de hacer el 69? Shakira”. Pues resulta que más tardamos en subir el famoso número que éste en desaparecer del servidor en donde aparece la DIEZ cada semana (issuu.com). Esto nos llamó la atención y nos pusimos el gorro de Sherlock Holmes e investigamos. Resulta que un lector (¡uno solo, Dios mío!) se ofendió con el contenido y le colocó una banderita de advertencia al número. Esto hizo que, de manera automática, el servidor bloqueara el acceso de los lectores a tal número. ¡Dios mío, qué pena! En estos tiempos en que el mundo está plagado de pornografía, un alma “impoluta” (a ver si no ofende esta palabra porque rima con otra que daña buenas conciencias) se escandalizó con un juego inocente y se convirtió en un gran censor. Es una pena porque impidió que los demás lectores tuvieran el acceso al número y se perdieran, por ejemplo, de un maravilloso artículo que da cuenta de la vida y obra del querido comiteco don Chepón, Campeón Estatal de Boxeo, que escribió Alejandro Morales Torres.
Son famosos los casos donde gente del gobierno “compra” todos los números de la revista “Proceso”, por ejemplo, para evitar que una información se conozca. El acto es contraproducente, porque igual de famoso es el caso en que dicho número comienza a circular en fotocopia y ¡más gente se entera! El caso del número 69 de la DIEZ no es el caso, porque, en Internet, un solo lector logró bloquear el acceso de un universo de lectores. Claro, la misma Red proporciona el remedio. Podemos enviar el número, en PDF, a todos nuestros contactos con la recomendación de que ésta se reenvíe a fin de que el contenido de dicho número no se extravíe. ¡Por supuesto que lo podemos hacer! Pero, llamó nuestra atención que alguien se ofendiera con algo que, en estos tiempos, fue como una paleta de dulce para un niño. En ningún momento se usó una de esas palabras llamadas “altisonantes”, en ningún momento se colocó una imagen que tuviera siquiera un atisbo ofensivo de desnudo (se utilizaron obras de arte, ¡Dios mío!). Fue un simple juego sicalíptico, pero nuestro lector, suponemos amante de la historia negra de la Inquisición, se ofendió. ¡Así estará su cabecita! Debe ser de esos lectores que nunca envían un correo electrónico porque se ruborizan ante la idea de usar el ¡hot mail! ¡Es la primera vez en la historia de la humanidad que una revista “Light” es considerada “Hard”! ¡Qué bonita historia!

miércoles, 20 de abril de 2011

UNA CANCIÓN PARA ABRIL YA CASI MAYO



A X le gusta ver fotos, a W también. Por esto XeW la foto de América Latina desde México.
Es un club sin nombre. Sus integrantes son “miradores” de fotos. Los más viejos llevan fotos del recuerdo para que los más jóvenes vivan el pasado y no se preocupen por el porvenir.
A Fulano le gusta ver fotos, a Sutana le gusta tomar fotos. Por esto ella las pide en las rocas y las bebe de un solo trago, y él se acuclilla frente a un cinemascopio e imagina que eso es una caja para guardar polvos de otro tiempo. Fulano sueña con el cuarto oscuro y con bandejas llenas de fijador. ¿Ya se fijó?, Fulano pregunta siempre a Merengano, quien argumenta: ¡gano en el volado del merengue, de la salsa y del regué!
Los viejos llegan al Club, se sientan y dejan las fotos sobre la mesa de centro. Ahí, los jóvenes se arrastran y, sin levantar las fotos, sin tocarlas, las ven como si cocodrilos desde la orilla de un río. Los jóvenes sueñan con el pasado y ya casi casi los viejos están a punto de lograr su anhelo de cancelarles el futuro. Los viejos del Club creen que no es bueno que los jóvenes miren hacia adelante, pueden descubrir que en el horizonte se encuentra el porvenir.
Cuando los jóvenes salen del Club van al parque y se sientan en las bancas siempre húmedas y llenas de hojas secas. Los otros caminantes, los otros paseantes, esquivan a los jóvenes miradores porque son como cangrejos y nunca, nunca, se comportan como los demás.
A Z le gusta recortar las fotos y hacer collages, a T también. Por esto Setaté siempre mira hacia atrás pues las estatuas de sal, dicen, son recomendables para climas fríos y secos.
Los jóvenes miradores son fácilmente identificables, no tanto porque siempre caminen hacia atrás, sino porque su mirada es una lente de pescado. Si alguien, por caridad, los tomara de los hombros y les diera un giro de ciento ochenta grados, ellos verían la luz del que camina hacia adelante, pero todo mundo es viejo y los viejos son igual de húmedos que las fotos del siglo pasado.
A P le gusta pegar fotos, y a Ñ pintar bigotes sobre las caras de las mujeres en las fotos. Por esto Peñe nene uña pene.
Los viejos están a punto de lograr su misión. Los jóvenes, en intento de tener una piel color sepia, padecen bulimia y anorexia. Sus pieles ya tienen el color de los pergaminos, de estatuas de la isla de Minos.
A H le gusta hacer barquitos con las fotos viejas del abuelo, y a V le gusta hacer aviones, subir a la torre y esperar que haga viento para verlos volar. Por esto Veache el hacha de hace devedé.
¿Quién sabe en qué momento los jóvenes se dejaron convencer? La bitácora del Club señala la fecha del 2 de octubre de 1968, pero los historiadores argumentan que es mucha coincidencia, ¡que eso no puede ser! Lo cierto es que una mañana cientos de jóvenes hicieron fila frente al edificio del Club y, con una solicitud de empleo llena, entraron al salón principal y afilaron un lápiz HB para la prueba de habilidad mental.
¡Son tan bonitas las fotos color sepia! ¡Son tan bellas las películas en blanco y negro! Esto dicen los integrantes del Club y los jóvenes asienten, piensan que, en una de esas, pueden lograr colarse entre el círculo cerrado de miembros honoríficos de un Club que no tiene nombre, pero cuya principal diversión es ver fotos, fotos viejas con olor a naftalina, con nostalgia de siglo que no volverá jamás.

domingo, 17 de abril de 2011

LOS HOMBRES SENCILLOS



En el mundo hay muchos hombres así, pero ¡son tan escasos! El químico Salvador Robles Dorado, actual Presidente de Cruz Roja, Delegación Comitán, llegó a casa y nos obsequió un libro. Un libro (en fecha cercana al Día Mundial de ese objeto maravilloso) que da cuenta de la historia de la Cruz Roja en Chiapas. Mi mamá, emocionada, recibió el obsequio, porque ella, junto a mi papá, en algún tiempo dedicó su esfuerzo a apuntalar a la Cruz Roja en Comitán.
El libro es muy digno, está impreso en papel cuché, con fotografías a todo color. Se llama: “Cruz Roja Mexicana: más de medio siglo sirviendo a Chiapas”, y es una edición de la propia Cruz Roja y el apoyo de Conaculta y de Coneculta-Chiapas. El librincillo en cuestión da cuenta de los trabajos para crear las Delegaciones que existen en el estado.
Ahí, en medio de tanto nombre de renombre, aparece el nombre de mi papá, Augusto Molinari Bermúdez, quien fue Presidente de la Delegación de Comitán, de 1987 a 1989 (él falleció en 1990).
No sé qué pensaría mi papá al ver su nombre y foto en medio de tanta foto y tanto nombre de personas que, generosas, han sembrado renuevos para formar un árbol luminoso. No sé qué pensaría, apenas sé lo que mi corazón advierte. Porque mi papá fue el hombre más sencillo del mundo, un hombre apartado del mundo de los reflectores. Él, convencido y por vocación original, dedicó mucho tiempo al tiempo de los demás. En el templo de San Agustín (así como en la Cruz Roja) existe una placa que es como un homenaje a los hombres que lograron su construcción, y entre los nombres aparece el de don Augusto Molinari Bermúdez. No sé qué hubiera dicho al ver su nombre ahí. No lo sé.
Recuerdo a mi papá como un hombre siempre con las manos abiertas, extendidas a los demás. Mi mamá me cuenta que una de las hermanas de mi papá estaba malita, ella vivía en San Cristóbal de Las Casas y, no sé por qué, el médico recomendó un clima más benigno, como el de Teopisca, por la cercanía con los familiares. Mi papá tenía un terrenito en Teopisca, así que de inmediato mandó a construir una casita modesta para que su hermana viviera ahí. Una casita modesta y sencilla, porque modesta y sencilla fue siempre la vida de él.
El otro día, Fernando Figueroa Castellanos me dijo: “Siempre recuerdo a tu papá en mangas de camisa”. Sí, así también lo recuerdo, él siempre andaba por la vida con la camisa arremangada, en los brazos; o vistiendo chalecos que mi mamá le tejía. Lo recuerdo tal como Fernando lo recuerda y, gracias a él, miro la vida como él la vio. Dice Fernando: “Cuando lo miraba así, pensaba: entonces esto de la vida no debe ser tan difícil”.
La vida, lo sabemos todos, tiene su encanto, pero también su abismo, pero hay hombres que cruzan el abismo con un halo que tiene aroma de alas o con la alegría de arremangarse la camisa para entrarle duro a la talacha.
Soy hijo de un hombre sencillo y me lleno de orgullo cuando alguien me dice: “Vos sos hijo de don Agustito, ¿verdad?”. Sí, siempre lo he dicho, éste es el mayor privilegio que la vida me concedió.
No sé qué hubiese pensado mi papá al ver que, en el libro, le agregaron a su nombre un Caralampio que sí pertenece a su compadre y primer Presidente de la Cruz Roja en Comitán: Augusto Caralampio García Pérez. El nombre de Caralampio es muy comiteco, por lo que tal vez esto es un homenaje involuntario de Comitán para un hombre que nació en San Cristóbal de Las Casas, pero vivió la mayor parte de su vida en este prodigioso pueblo que lo vio caminar siempre ¡en mangas de camisa!, sólo para que alguien, años después, dijera: “Entonces esto de la vida no debe ser tan difícil”. En efecto, la vida es sencilla cuando un hombre sencillo muestra cómo vivirla: lejos de reflectores y con la mano tendida, generosa, siempre hacia el otro. ¡Larga vida y memoria eterna a esos hombres sencillos y humildes que con su labor callada de hormiguitas hacen más llevadero este mundo lleno de abismos! ¡Son muchos, pero son tan escasos!

jueves, 14 de abril de 2011

LOS INEXISTENTES


Con un abrazo para Roberto Álvarez, porque,
gracias a Dios, ¡existe!


Nada ocurre en sábado. Tal vez porque todo ocurre de lunes a viernes. El día que platique con Dios le preguntaré qué tan cierto es eso de que descansó el séptimo día (a veces creo que Dios hizo el universo de un solo jalón y, no sé por qué, pienso que fue el día que los terrícolas llamamos sábado y que en otros lugares del universo le llaman Zeg).
El sábado pasado, Paty y yo, fuimos al teatro a presenciar la actuación del grupo “Indra Swara”, un grupo maravilloso de músicos mexicanos que interpreta música de Indonesia (para acelerar la emoción diré que Esteban González Alfonzo, director del grupo, es nieto de Esteban Alfonzo, un artista, orgullo de Comitán). En el teatro encontramos a Roberto, melómano y amante de todo lo que huele y sabe a arte. Con Roberto coincidimos en pocas ocasiones. Debe ser porque de lunes a viernes él y yo andamos metidos en el ajo de nuestras correspondientes chambas.
Cuando terminó el maravilloso espectáculo fuimos al parque y Roberto insistió en tomarnos una foto a Paty y a mí. Dijo que esa foto debería ser portada de DIEZ, la Revista Digital que dirijo. Nosotros soltamos nuestro cuerpo y nos pusimos donde Roberto nos indicó; dijo que el templo de Santo Domingo debía quedar como fondo (ahora que lo escribo pienso que siempre es así: los retratados aparecen en primer plano. Tal vez, algún día, haga un portafolio con fotografías donde los retratados aparezcan de fondo, sólo para comprobar que, como dijo el sabio: “El fondo también es forma”).
Y como nada ocurre en sábado, nos despedimos de Roberto; fuimos a la casa. Mientras ella preparaba café, prendí la computadora y entré a mi correo. ¡En medio de mensajes de mis afectos, dos correos enviados por lectores de estas Arenillas! (no sé dónde ellos viven). El primer lector me preguntaba si, en realidad, “El foquito” existe (“El Foquito” es una cenaduría donde preparan los mejores panes compuestos, chalupas y huesos, de esta región). El mensaje del otro lector iba en el mismo sentido: ¿existen, pero de veras existen, la Mariana y la Paty que menciono, de vez en vez, en mis textillos? ¡Dios mío! A veces yo también me pregunto dónde queda esa línea que separa la ficción de la realidad. El otro día, el maestro Jorge casi casi exigió que le mostrara la estampa del Corazón de Jesús que siempre llevo en la bolsa de mi camisa. Estuve a punto de desabotonarme la camisa y decirle que el corazón de Jesús lo llevo en el interior de mi corazón y ni modos de hacerle al sacerdote azteca para exponer mi corazón como prueba irrenunciable de sacrificio.
Paty me llevó un té de limón y le dije que un lector dudaba de su existencia (este dos mil once, ella y yo cumplimos treinta años de conocernos y veintinueve de vivir juntos). En esas estábamos cuando en la bandeja de entrada apareció un correo de Roberto, ¡nos enviaba la foto tomada una hora antes! Entonces fue Paty quien aprovechó para reclamar. Dijo algo más o menos así: si tus lectores dudan de mi existencia es porque nunca publicás fotos mías. Y el reclamo derivó en que publico fotos de otros afectos y que sólo en una ocasión a ella le dediqué un cuento y que el cuento hablaba de una mujer loca y que…
Así que para matar dos pájaros de un solo texto, publico acá la foto donde queda demostrado que Paty existe y que yo también existo (ahora sólo falta que duden de la existencia de Roberto, pero él es el fotógrafo). ¡Dios mío, ahora tendré que tomar fotos de piedras y nubes porque a veces dudo de su existencia, porque las nubes desaparecen en mis propios ojos y, de vez en vez, lo mismo ocurre con las piedras!
Soy un convencido de que los sábados son días planos, casi casi inexistentes. Por esto, en sábado no ocurre nada, si acaso ¡la creación del universo!

miércoles, 13 de abril de 2011

POR EL DÍA DEL NIÑO



Baldomiano Aguacates, famoso niño escritor comiteco, llegó a la Casa de Niñas. El portero abrió el ventanillo de la puerta en cuanto oyó los toques cifrados, reconoció al pequeño y le franqueó el paso (se sabe que únicamente los amigos de la familia son aceptados).
El patio estaba lleno de sol y de niñas que se bañaban a jicarazos. Baldomiano saludó con los brazos extendidos y las niñas desnudas corrieron a abrazarlo. “¡Cuéntanos un cuento, sí, cuéntanos un cuento!”, gritaron todas como cotorras australianas, y llevaron al niño de cabellos de mazorca podrida a su sillón favorito y se sentaron en el suelo formando un halo maravilloso. Las niñas olían a tierra mojada, a albahaca envuelta en miel. Yesenia, la consentida del niño escritor, se secaba el cabello con un movimiento lento de sus manos, un movimiento casi suspendido en el aire. Su cuerpo apenas estaba cubierto con una toalla color vino sostenida a la altura de sus tetillas aún sin forma de pechos. Baldomiano la vio, cerró los ojos y aspiró su aroma como si ella fuera un vino y necesitara escanciarla para inflamar su espíritu y contó:
“Ikarena, era una niña igual que ustedes, hilo de agua para los sueños de los niños bonitos. De tarde en tarde su abuela la enviaba al bosque a buscar hongos. Ika cantaba, corría por en medio de los pinos, aspiraba el olor a juncia fresca y mojaba su carita con el rocío de las hojas. El rostro de la niña se iluminaba y se sonrojaba por la posibilidad del hallazgo de esos hongos que llaman “chiquintaj”, pero lo que más la emocionaba y llenaba de sudor su carita y sus manos y sus brazos y sus piernitas era la sensación de las ganas de orinar. Su abuelo le había advertido que el bosque estaba lleno de cerdos buscadores de trufas, y todo mundo sabe que estos cuches tienen muy aguzado el sentido del olfato y se excitan cuando huelen el pipí de las niñas. En varias ocasiones la niña, de la pura emoción, había apretado las piernas para que solo una gota de pipí manchara su pantaletita y provocara a los cerdos que rondaban por ahí. Había oído a la jauría acezante trozar ramas y aplastar las hojas secas. Se acercaban, pero nunca llegaban más allá porque se confundían con los meados de otras bestias del bosque. La cercanía de esos seres babeantes la emocionaba, en ocasiones se llevaba las manos a la falda en intento de subirla, bajar su pantaleta hasta las rodillas, ponerse en cuclillas, abrirse de piernas y dejar que el chorro fluyera al suelo húmedo, lleno de hongos, pero se detenía, emocionada, llena de calor en todas las partes de su cuerpo. Oía a los buscadores de trufas, los presentía con sus gemidos de bestias excitadas. Ikarena, era una niña igual que ustedes, hilo de agua para los sueños de los niños bonitos”.
Baldomiano siempre terminaba sus cuentos con la oración inicial. Con esto redondeaba su actuación y las niñas aplaudían, lo abrazaban, lo besaban, lo tocaban, lo amaban. Sólo Yesenia, su consentida, lo ignoraba. Ella seguía secándose el cabello, con un movimiento de mariposa en sus manos. Cuando Baldomiano, serio, preguntaba la razón de su desprecio, ella, sin verlo a los ojos, le decía: “¡Sos muy mal escritor! Tus cuentos nunca terminan”, y él prometía que para la próxima ocasión le escribiría una historia fantástica, increíble, ¡el mejor cuento del mundo!, pero ella se levantaba y corría al otro lado del patio donde ya la esperaban los otros niños para jugar a saltar la cuerda, a la comidita y a las escondidas. Baldomiano metía las manos en las bolsas de su pantalón y, triste, le pedía al portero le abriera. Ya en la calle se sentaba en la banqueta, sacaba un cuaderno y un lápiz y comenzaba a escribir la historia prometida. Así era siempre que Baldomiano Aguacates, famoso niño escritor comiteco, llegaba a la Casa de Niñas.

lunes, 11 de abril de 2011

LOS CAMINOS DEL SEÑOR



El señor llegó a su casa, haciendo tijeras con sus piernas, porque su vejiga lo apuraba. Entró al baño y, segundos después, respiró aliviado. Al lavarse las manos notó un caminito de hormigas sobre la pared. El camino salía del grifo derecho y se perdía en lo alto, en la unión de la pared con el techo. El tráfico era intenso, las hormigas eran minúsculas e iban de un lado hacia otro en direcciones contrarias como alocados puntos sobre una autopista, sin chocar.
Las hormigas del campo son grandes y no esconden su oficio; como empleados de limpia, siempre llevan casacas verdes fluorescentes que funcionan como señales preventivas. Las hormigas de casa, por el contrario, siempre aceptan el diminutivo de hormiguitas y nunca se sabe bien a bien qué llevan de un lado hacia otro.
La lógica indicaba que el camino tenía su principio detrás del lavabo y las hormiguitas llevaban algo hacia el techo.
El señor dejó de ver el camino, se secó las manos y fue a la sala. Todavía lo alcanzó un último pensamiento antes de cerrar la puerta del baño: si fueran babosas, quedaría un camino lleno de baba.
Los caminos que hacen las hormigas, por lo regular, no dejan trilla. Al día siguiente es imposible determinar por dónde circularon, pero en este caso no ocurrió así. Al día siguiente, el señor apagó el despertador, de un manotazo, se desperezó y fue directo al baño a desocupar la vejiga. Cuando se paró frente al lavabo descubrió que el camino de las hormiguitas ¡estaba marcado con claridad sobre la pared! Las hormiguitas ya no estaban, sólo la grieta que habían dejado. ¡Porque era una grieta el camino sinuoso por donde el día anterior habían transitado! El señor, como Tomás, metió el dedo en la grieta para creer lo que sus ojos veían. Como si las hormiguitas hubiesen sido máquinas excavadoras habían hecho una grieta de cierta profundidad. A mitad de la pared había un resquicio por donde se colaba un rayo de luz del patio vecino. ¡Las hormiguitas se habían aplicado en ese espacio e hicieron un túnel! El señor se inquietó porque nunca pensó ser testigo de cosa semejante. Abrió el botiquín y regó el veneno que usaba en el jardín, alrededor del lavabo.
Antes de dormir entró al baño a revisar. Había cierto indicio de que las hormiguitas alcanzaron a comer el veneno porque el montón semejaba un pequeño volcán. El hombre se lavó las manos, los dientes y fue a su cuarto dispuesto a dormir. Se quitó las pantuflas, hizo a un lado las sábanas, rezó y apagó la luz. Oyó, entre sueños, un ruido que le pareció semejante al de los autos circulando en una autopista, pero no le dio mayor importancia.
Al día siguiente, todo el pueblo de Comitán se conmocionó ante la noticia de que parte de la casa del señor se había hundido. Justo en el lugar donde estaba su recámara se había abierto una enorme grieta que tragó el ropero, el buró y la cama. Dos días después, un grupo de espeleólogos halló el cadáver del señor, a una profundidad de cuarenta y dos metros.
Los científicos atribuyeron la grieta a esos desplazamientos de placas tectónicas que, de vez en vez, ocurren en la región chiapaneca.
Las hormigas del campo son honestas porque siempre se sabe que llevan hojas verdes a su guarida. ¿Qué llevan las hormiguitas de casa? ¿Pedacitos de concreto, de ladrillo? ¿Son constructoras de ciudades subterráneas o aéreas?

jueves, 7 de abril de 2011

ARENILLA PARA ROSA HORTENSIA AGUILAR TRUJILLO (Publicada el 8 de abril, en "El Heraldo de Chiapas").



A Rosy la conocí hace varios años. Si digo que fue mi alumna en secundaria ¡digo todo! Nos tenemos afecto. No diré mentiras, no tengo algún recuerdo especial de cuando fue mi alumna (en general, recuerdo poco de pocos). Muchos maestros, luego cuentan maravillas de sus ex alumnos cuando éstos se vuelven famosos: “ay, lo recuerdo como un niño muy inteligente, siempre se mostró como un niño con capacidades superiores a las de sus compañeros”, ay, qué mamilas.
Lo que sí puedo decir ahora, porque apenas sucede a la vuelta de la esquina, es que Rosy es una gran actriz y una buena escritora de crónicas. Rosy, ahora, es directora de la Casa de la Cultura, de la Independencia, e integrante del Consejo de la Crónica de Comitán.
Creo que a Rosy no le va muy bien eso de ser funcionaria, porque lo suyo lo suyo es el mundo del teatro y, a veces, esto de la burocracia tiene unos parlamentos muy extraños y obtusos, pero, bueno, mientras ella no logre vivir del teatro no podrá vivir enteramente para el teatro.
Siempre he pensado que a los artistas de talento el gobierno debería impulsarlos brindándoles becas para su perfeccionamiento. Pero, el Estado anda metido en otros ajos y se olvida de que la siembra en terreno fértil es una apuesta ganada en el terreno del arte y de la educación. En fin, mientras a Rosy le llega la gran oportunidad debe seguir en la brega (uf, qué palabra tan comprometedora).

1.- ¿Quién es el principal invitado a una representación teatral?
El Público.

2.- Si un director te pide que te desnudés espiritualmente ¿Qué te está pidiendo?
Que dejes a un lado tu yo interior y tu perspectiva personal de la vida, para dejar espacio y comprender la perspectiva y esencia del personaje o tema a tratar.

3.- ¿Cuál es la palabra que más te excita?
La palabra vida, porque vida significa acción, movimiento, despertar, actuar, caminar, observar, amar, crear, inventar, y una vez que terminamos nuestro propósito en esta tierra, solamente tenemos el periodo de transición llamado muerte y ¡volvemos a la vida!

4.- ¿La conciencia se pone alguna máscara?
Sí, es una máscara mágica de dos vistas: una muy bella, si se observa a la luz de la verdad, que da tranquilidad si se le escucha; y otra de rasgos deformados que atormentan a los que la ignoran.

5.- De todas las caretas que usamos los seres humanos, ¿Cuál es la que te va mejor?
La de la felicidad.

6.- ¿Cuándo conviene hacer mutis?
Cuando ya no tienes nada que aportar.

7.- Imaginá que sos un escenario teatral, ¿ante quién abrirías las piernas?
Ante el máximo creador del mundo: Dios.

8.- ¿Cuál es la obra teatral con la que mejor se sienten los actores fantasmas?
“El fandango de los muertos”, porque llegan, comen y desaparecen.

9.- En una relación sexual, ¿Cuál es la segunda llamada?
Cuando se rompe el condón, porque empiezan los nervios antes de la tercera llamada para el drama.

10.- La vida, ¿tiene apuntadores?
Uff, muchísimos, aunque no siempre tienen buena resolución y los parlamentos llegan distorsionados, así que tenemos que decidir si repetir lo que dicen o tirarlos.

(Rosa Hortensia Aguilar Trujillo, nació en Comitán, Chiapas. Actriz, dramaturga y Directora del Grupo Escudo Jaguar Teatro. Inició sus actividades artísticas bajo la dirección de la Maestra Lupita Alfonzo, fue becaria del Foesca en 1998. Primer lugar de concurso estatal (2007) y del sureste, en monólogos (2008). Cuenta con diversos reconocimientos estatales y nacionales)

miércoles, 6 de abril de 2011

PALABRA NUESTRA QUE ESTÁS EN LOS CIELOS



Mataron al hijo del poeta Javier Sicilia. Su cuerpo, junto al de otros muchachos, fue encontrado en el interior de un carro. Lo mataron, apenas joven, apenas renuevo de árbol mayor. Lo segaron, así como de tajo cortan la vida a cientos de jóvenes en este país. Y las autoridades de gobierno siguen en autopista mientras nosotros vamos ¡por la libre!
Un día las estadísticas nos dijeron que México era un país de jóvenes. Si esto es cierto ¡están matando a nuestro país!
Ahora, ¡qué pena!, se habla de millones de jóvenes ninis (ni estudian ni trabajan). Si esto es cierto, entonces México es un país paralizado.
El poeta Javier Sicilia ¡ya no escribirá más poemas! La semana pasada, él leyó un poema escrito en memoria de su hijo y anunció (¡vaya anuncio!) que no volverá a escribir poesía. Si esto es cierto, ¡le están robando la palabra al país!
¿Qué nos queda del agua limpia que era este país?
Porque si la niñez y juventud son el futuro de este país, México es un país sin porvenir.
¿Puede una herida, un vacío, ser un país? Nos están arrebatando la palabra, tal vez la única posesión que teníamos como cobijo, como techo de lo que llamábamos casa.
¡Mataron al hijo del poeta Javier Sicilia!, decía el titular. De vez en vez nos enteramos de la muerte violenta del hijo de un famoso y ¡nos conmovemos!, pero lo cierto es que a diario, a todas horas, ¡oh, Dios mío!, jóvenes están siendo masacrados. Los hijos de los no famosos son el abono ingrato de esa planta que el poder ha llamado “daño colateral”. Y esta planta ha crecido tanto que ya nos asfixia.
¡Nos están despojando de los valores más sentidos! ¡Nos están arrebatando nuestras posesiones más dignas y más luminosas! ¡Ahora van tras nuestra palabra! ¡Pronto se apoderarán también de nuestros rezos y de nuestros silencios! Nos quieren mudos, nos quieren tierra estéril, nos quieren mutilados, del cuerpo y del espíritu.
Un día no tendremos una palabra para designar a este país, a nuestra patria. ¡Nos convertirán en grupos de desplazados, en busca de un territorio inexistente, que, igual que esta patria, ni nombre tendrá!
El poeta dice: “El mundo ya no es el mundo de la palabra / nos la ahogaron adentro”. Todo es como aquel tormento donde el hombre era ahogado con su propia lengua, asfixiado con su propio corazón.
¡Mataron al hijo del poeta!, y es como si hubieran dicho: ¡mataron la voz! Porque la criatura del poeta está acunada en el brocal de la luz. El poeta es padre del verso, de esa leve línea que tiene tanta semejanza con la del horizonte, con la del porvenir.
¡Nos están matando de poco a poco! ¡Nos dan donde más nos duele!
La madre Sara, una mujer luz, decía: “Tanto peca el que mata la vaca, como el que le jala la pata”. Las autoridades de este país en intento de rechazar su metida de pata, están jale y jale la pata a la vaca. Miles de voces se han elevado para decirle al Señor Presidente que comete un error, pero él no da vuelta.
Por esto, ahora nos quieren arrebatar nuestras palabras, nuestros rezos y nuestros silencios.

lunes, 4 de abril de 2011

CARTA ABIERTA AL HOMBRE MÁS RICO DEL MUNDO



¿Cómo tratar al hombre más rico del mundo? ¿Don Charlie, por aquello de que un nombre extranjero da más caché? El tío Eugenio recomendaba: “Al poderoso y al humilde tratalos por igual, pues ambos provienen del mismo animal racional”, así que, siguiendo dicho precepto, en seguida, cada vez que se diga don Carlos se tratará de Carlos Slim (tratarlo de tú o de vos ¡sí ya sería una exageración!).
Don Carlos, sé que anda Usted metido en pleitos con Televisa y con Teveazteca. Es un poco como esos maravillosos capítulos de los cómics donde los Súper Poderosos se enfrentan entre sí. No tendría que estar a favor de alguien de los dos contendientes porque no acostumbro apostar ni soy aficionado a las luchas o peleas de box, pero sí debo confesarle que entre aquéllos y Usted ¡su esquina me es menos desagradable! Creo -de veras así lo pienso- que sus empresas hacen menos daño a la patria que las dos empresas de televisión abierta.
Muchos, don Carlos, lo acusan de que Usted también es un perverso. Constantemente recibo correos electrónicos donde explican, paso a paso, cómo sus empresas de comunicación telefónica nos birlan bilimbiques a los mexicanos honestos con tarifas altas y con redondeos por centavos (¡por esto, aseguran, Usted se embolsa millones de dólares en forma brutal!). Pero, he de decirle que hasta en las altas esferas de la perversión ¡hay clases! Y como que Usted tiene más clase que sus contendientes. Usted no lucra con el sentimiento como sí lo hacen los otros (basta ver lo que hacen con nuestro corazón teletonero cada vez que emplean el dinero de los mexicanos para deducir sus impuestos); usted no maleduca al pueblo con esos programas televisivos especialmente hechos para retrasados mentales.
Por esto, don Carlos, tengo la ligera esperanza de que cuando logre la concesión para un canal abierto de televisión se erija en un adalid del arte y de la alta cultura. ¿Imagina don Carlos que Usted empleara la paga que nos birla a todos los mexicanos para que nos la regresara traducida en arte, así como ahora hace con el Museo Soumaya, dedicado en memoria permanente de su esposa? Pero, bueno, esto será cuando Usted logre la concesión. Mientras tanto, le sugiero que emprenda una gran campaña de mecenazgo en toda la república. Ahora que ya segó la publicidad a las grandes empresas televisivas (motivo por el que ahora le echan más lodo del que produce un tsunami), ¿por qué no reparte esa publicidad a todas las revistas relacionadas con la pintura, el grabado, la literatura, el cine y demás chunches intelectuales? ¿Por qué no emprende una gran campaña para el fomento de la lectura con la impresión de miles y miles de libros que se obsequien por todas las plazas de México? ¡Miles y miles de artistas cumpliendo su sueño a través de su mecenazgo! ¿Por qué no le da en la torre a esas propuestas absurdas de que los Ninis (los que ni estudian ni trabajan) se enlisten en el ejército o no tengan otro camino que el de la delincuencia? ¿No le parece la idea de transformar al país gracias a la paga que Usted tiene? ¡Pero en serio! ¡No con migajas como eso de “Iniciativa México”!
¿Qué va después de ser el hombre más rico del mundo? ¡No hay más, don Carlos! Lo digno es destinar toda esa paga brutal en allanar el camino de este país para hacerlo más justo. Una vez Usted dijo que “tener un país de pobres no era un buen negocio”. ¡Claro que no! ¿Qué tal que se decide a hacer de este país un país de ricos en todos los campos del arte? ¿Imagina un México sin Ninis? ¿Un país donde sus jóvenes caminen, orgullosos, por las plazas debajo de los cielos más altos?
¡No se meta a pelear con los de las televisoras abiertas! Mejor deles una bofetada con guante blanco y genere un país donde todo México sea Telcel; es decir “Territorio libre de cerebros libres”. Ahí se lo dejo de tarea. Creo que Usted, de veras lo creo, está destinado para cosas más altas y supremas. ¿Qué le cuesta? ¡Nada! Sería como quitarle un pelo a un osito de peluche o una pluma a un tecolote. Sí, la mera verdad, me cae Usted menos mal que los otros compas perversos. ¡No me decepcione! Le mando un abrazo.

domingo, 3 de abril de 2011

PRESENTACIÓN DEL LIBRO: "YO SOY POR TI"


Me invitaron a ser presentador del libro "Yo soy por ti". Paso copia del textillo que leí.

Rafael Ramírez Heredia, famoso escritor mexicano, hablaba acerca de la importancia del título de un libro. ¿Cómo encontrar el título que recoja la esencia del texto? ¿Cuánto tiempo le llevó a Ramón José Luis hallar el título para el libro que hoy presenta?
A Ramón José Luis acabo de conocerlo. El vínculo de relación fue a partir de su hija Margarita, quien es integrante del Centro Comiteco de Creación Literaria, organismo de reciente creación que funciona bajo la coordinación de la Universidad Mariano N. Ruiz y el auspicio generoso del Ayuntamiento Municipal de Comitán 2011 - 2012.
Ahora acá, frente a ustedes, debo confesar algo: a Angélica, Directora del Centro Cultural Rosario Castellanos, le he comentado mi inquietud porque mi nombre aparece en muchas presentaciones de libros. Me apena ser el mole de todos los ajonjolíes librescos del pueblo. Pero, ¿qué puedo hacer cuando alguien, con aprecio, me toma en cuenta para aparecer en estos ajos? ¿Cómo decir ¡no!, si, a principio de todo, es un honor que me conceden? Hay en la invitación un acto de generosidad y, en la aceptación, así lo entiendo, un acto de humildad, al reconocer el hecho de ser tomado en cuenta. Así que, porque el destino es generoso, vuelvo a estar frente a ustedes en un acto donde me gustaría, se los juro, estar allá donde ustedes están.
Acto de humildad es también, entonces, el que rodea el hecho de esta presentación. Ramón José Luis (y recalco los tres nombres porque son muy literarios, así unidos. No creo que en casa su esposa lo llame así, ¡no lo creo!, se escucharía muy estilo telenovela "Teresa" o "Rafaela"); Ramón José Luis decidió, un día, escribir un libro para enviar un mensaje positivo a los jóvenes y a la sociedad en general. ¡Qué osadía! Pero el acto más osado también se rodea con la luz de la humildad. Es humilde quien asume el cometido de colocar un grano de luz en medio de la penumbra que asecha al mundo en la actualidad. Y hoy acá está José Luis (ya le quité el Ramón porque suena muy reiterativo) con el producto del esfuerzo entre sus manos. Lo presenta con la misma ilusión con que alguien entrega el regalo más preciado, el hilo del agua más bendecido.
¿En qué momento a José Luis le fue revelado el título de su libro? "Yo soy por ti" se llama el libro de esta presentación. Me pregunto: ¿sintetiza el afán del autor y lo que el libro contiene?
Hay una aparente contradicción en el título. Quien es no puede ser por el otro, sino por sí mismo, pero acá hay un acto de desprendimiento al estilo de los humanistas más célebres. La idea de viento está presente, un poco como decir: el fin supremo de mis actos ¡eres tú! (¡sos vos!, diríamos en Comitán).
El autor del libro lo deja muy en claro: esta obra no es una obra literaria, otro es el fin que persigue: el reconocimiento de los valores universales a través del acto más simple y más poderoso de la humanidad: la comunicación.
Luis insiste una y otra vez en el valor supremo de la comunicación. Él, atrevido y humilde, ya lanzó la primera piedra. Una piedra cuya esencia, más que lacerar, ¡conmueve! La humanidad, no sólo en este tiempo sino en todos, requiere del acercamiento con el otro para hallar los valores esenciales de la convivencia.
Cuando el autor llegó a la oficina para invitarme, platicamos un rato y le pregunté si estaba optimista por los alcances que puede tener su obra. Tolerante ante la pregunta insulsa respondió que sí. Tiene la esperanza de que su mensaje llegue a los jóvenes y a los papás de esos jóvenes. Desea visitar escuelas y platicar con alumnos acerca de esta jornada que hoy inicia. Un poco al estilo de aquellos hombres que se imponen una meta alta, Luis comienza el ascenso hacia el Everest en un país donde no es costumbre el acercamiento de los hombres para dialogar acerca de lo trascendente. ¿Hasta dónde alcanzará su empeño? Hasta donde su entusiasmo lo ayude a subir. En tiempos de confusión respecto a lo realmente importante de la vida, su cometido no es sencillo, pero es digno de encomio. Por esto, acompañar al autor el día de hoy, en este banderazo de salida ¡es un gusto!
¡Que los vientos sean propicios para el vuelo de estos papeles que sueñan ser alas y que intentan ser luz!
¡Que el título de "Yo soy por ti" se convierta en "Soy por mí" en cada joven de esta región y de este país!

viernes, 1 de abril de 2011

LOS RESTOS DEL RESTO



Dice el poeta: “son los restos de vida que nos toca”. Al tío Alfonso le gustaba salir de su casa para “caminar el resto de la tarde”. Tal vez por esto, el otro día que platicaba con su hijo Juan me preguntó: “¿Qué vamos a hacer el resto de nuestras vidas?”
De niños apostábamos “el resto” y colocábamos sobre el suelo el sobrante de canicas. Por esto, Mónica siempre recriminó a su novio Enrique cuando éste le decía que “la quería un resto”; es decir, casi el sobrante.
¿Qué hemos hecho con lo anterior, digamos con el resto que agotamos antes del resto? Cada día nuestro resto se agota y, ¡oh, tragedia!, ningún mortal sabe de qué tamaño es ese morral.
A Jorge le gusta ver la televisión. Sin saberlo él fue un precursor de la teoría del Secretario de Educación, a nivel federal, porque todas las tardes, a partir de las cinco, prende la televisión y mira las telenovelas. El otro día llamó mi atención lo que dijo: “si la gente viera telenovelas no tendría tiempo de hacer guerras”.
Cuentan que Martha, la hija de doña Abundia, llegó una tarde a la casa de Eusebio y, con desparpajo, con los brazos en jarras, le dijo al muchacho: “Vengo a vivir con vos el resto que me queda de vida”. Eusebio tuvo que detenerse en el marco de la puerta. No podía creer que la muchacha más bella de Comitán le hiciera tal propuesta. Quiso pensar que era una broma producto de alguna apuesta, pero no se atrevió a decirle algo a ella, porque vio en sus ojos que ella hablaba en serio. La maleta a sus pies ¡así lo constataba!
Doña Esperanza, mamá de Eusebio, limpió el cuarto destinado a las visitas, regó el piso de ladrillos y puso una manta blanca sobre la cama. Cuando el hijo entró a decirle que Martha se quedaría a vivir con ellos, doña Esperanza le enseñó el arreglo esmerado del cuarto. La señora se sentó en una silla, al lado de la ventana que daba al patio trasero y dijo: “Yo sabía que ella vendría. No me preguntes cómo lo sé, pero el hijo que tiene en su vientre será tu hijo y yo lo voy a querer como mi nieto”. Martha entró y corrió a abrazar a la mujer, se hincó ante ella y la vio con el rostro inundado de lágrimas. Eusebio no comprendía algo, tuvo que detenerse de nuevo ante el marco de la puerta. “Eres bienvenida, Martha. Desde hoy puedes decirme mamá”. La muchacha se limpió las lágrimas con el dorso de su mano y balbuceó un ¡gracias, mamita!
La señora llamó a su hijo y le pidió que fuera por la maleta. Cuando quedaron solas, doña Esperanza dijo: “Mi hijo te ha querido siempre”. Lo sé, dijo Martha, por eso vengo a vivir acá. “Acá serás feliz”. Sí, lo sé, dijo ella, lo seré por el resto de mi vida. Abrió su bolso de mano y le entregó un papel doblado y sucio. La señora leyó: “Puta, te vas a arrepentir el resto de tu vida. Esta deshonra no la vamos a tolerar”. Me lo dio mi papá, cuando me echó de la casa, dijo ella.
Jorge apagó el televisor, abrió el refrigerador y sacó un pañuelo del congelador. Se colocó el paño sobre su frente y pensó que no le había gustado esta telenovela porque Martha nunca dijo quién era el verdadero padre del hijo que esperaba. Abrió la puerta de su casa y miró a los hombres que, en la plaza, estaban sentados, platicando. Así, lo sabía, se pasarían el resto de la tarde.